En estos días estoy leyendo a don Guillermo Díaz Plaja, profesor, escritor y académico (Manresa, 1909- Barcelona, 1984), un hombre que es un extraordinario referente de la cultura catalana y española del siglo XX. Liberal, progresista, católico y europeísta a ultranza, hace en sus OBRAS SELECTAS un extraordinario glosario del espíritu intelectual de la España eterna y diversa, desde la tolerancia de un hombre que desde muy joven dio muestras de un finísimo estilo que no excluye, que no aparta, que no anatematiza a ninguno de aquellos (poetas, ensayistas, articulistas… ), que desde cualquier óptica social, política y religiosa, y por cualquier medio, glosan a través de las letras, el alma inquieta del sentir español e hispano, a la vez tan plural y único.
Contemporáneo de Federico García Lorca, de Eugeni Dors, de Juan Ramón Jiménez y de otros grandes de la literatura que honraron las letras hispanas del pasado siglo, supo sobrevivir a la hecatombe de la última guerra civil, lo cual, como dice el prologuista de las Obras Selectas, Julio Manegat, le dio pie para ser: “… puente entre las dos Españas, ha cumplido la alta misión de la continuación, de la posibilidad de diálogo, de la vocación de permanencia… “.
Son muchos los párrafos de la obra que me han iluminado y fascinado, sin embargo y como muestra, incluyo en esta edición de EL HERALDICÓN a modo de PDF, uno dedicado al espectáculo taurino, por ser este un tema que me subleva e indigna a partes iguales. Confío sea de vuestro agrado.
http://elheraldicon.blogspot.com.es/
2. 1
“No me gustan – querido Néstor Luján (Periodista,
gastrónomo y escritor español. Licenciado en Filosofía y
letras en 1943. Gran aficionado a la tauromaquia, tema
sobre el que editó varias obras)-, no me gustan los toros.
No soy aficionado por largas y complejas razones (que
algún día desplegaré en un ensayo), menos relacionadas,
por supuesto, con la sensiblería de los miembros de la
Sociedad Protectora de Animales, que con la sensibilidad
de una hipotética Sociedad Protectora del Hombre…… y
diré que leo golosamente cuantos ensayos se escriben
de interpretación de eso que me resisto a llamar “una
fiesta” y mucho menos, naturalmente, “la Fiesta
Nacional”…. Dos gruesos volúmenes necesitó hace
treinta años, don José María de Cossio para su antología
“Los toros en la poesía castellana”. Hoy necesitaría, por
lo menos, tres; porque la restauración de lo castizo es
uno de los signos de la España que nos ha tocado vivir….
No es cierto que el forastero (obsérvese su europeísmo
antes mencionado, no utiliza la expresión extranjero), no
pueda entender. Muchas veces la virginidad de su retina
capta cosas que la mirada habitual no percibe…. He aquí
el tema. El poeta ruso Eugenio Evtuchenko ha
presenciado, en la primavera pasada, una corrida de
toros en Sevilla, cuya emoción l ha trasvasado a un
extenso poema aparecido en la revista soviética
“Ogoniok”. Es, lo anticipo, un hermoso poema.
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No hablaré de su explicita tesis política, que
proclama que “la corrida ha sido creada para habituar al
pueblo a ver sangre”, de ahí que “las autoridades apoyen
esta fiesta y que el gobierno acuda infaliblemente a
estos espectáculos” con el intento seguro de “ocultar
artificialmente la sangre que todavía no se ha secado en
España tras la guerra civil”, porque –entre otras cosasantes de nuestra guerra civil, hay un siglo entero de
sangrienta historia taurina.
Llevaré el comentario al fondo permanente del
poema: el diálogo entre la bestia y la muchedumbre. Un
poco a la manera de Rubén Darío, en su famosa “Gesta
del Coso”, en la que hace hablar a estos dos (no sugiero,
claro está, imitación alguna), el poeta ruso enfrenta la
bondad natural del astado:
Soy el toro.
¿Quieres que me convierta en una mole de pelo y cólera?
He sido el ternero más bueno que observaba el mundo
confiadamente.
Hierba, perdóname haber cambiado tanto y que me
hayan separado de ti.
Hierba, me clavan de uno y otro lado banderillas.
El torero humillado me pide que envista la roja muleta.
¿Le lamo la mejilla perdonándole…? Quizás el tire el
estoque…
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Mi imagen como la faz de la muerte se dobla ante mis
ojos.
Es un toro igual que yo, pero el estúpido teme aceptarlo.
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De entre los interlocutores de este tremendo poema,
destaco el público, el “respetable”. Dice muchas cosas.
Estas por ejemplo:
Soy un bosque joven que ha madurado con sangre, y su
olor me es familiar.
Soy el público creado por los espectáculos.
Y los espectáculos han sido creados para mí.
Las astas de los toros luchan por la vida,
Pero junto a la arena ensangrentada oímos:
“caramelos, bocadillos, cerveza fría”.
La corrida es un asunto sucio, pero el nuestro es un
mundo distinto
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Y el torero, a su vez, exclama:
Soy el torero,
Actrices, condes e incluso prelados me reciben en sus
casas
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Mientras que su madre le dice:
Eres campesino.
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Estás obligado a volver a la tierra. La tierra está tan
abandonada…
Estás enajenado.
Arrogante has traicionado el arado y los campos sin ti
están mudos.
Eres el asesino de los toros que lamían tu blanda
fontanela sin cabello
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Si. Es un hermoso, un tremendo poema.