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INTRODUCCION
Según los datos recogidos por la Agen-
cia Internacional para la Investigación del
Cáncer1
, los tumores malignos fueron res-
ponsables del 12% de los 56 millones de
fallecimientos por cualquier causa recogi-
dos en el año 2000 en el mundo. Ese mis-
mo año, 5,3 millones de hombres y 4,7
millones de mujeres desarrollaron un
tumor maligno y un total de 6,2 millones
de personas de ambos sexos murieron por
esa causa. En España la incidencia de cán-
cer en esa fecha se sitúa en unos 400 casos
por 100.000 habitantes/año, lo que impli-
ca una cifra de 140.000 enfermos nuevos,
con una prevalencia de 400.000 casos en
5 años. Pese a estas cifras, la incidencia glo-
bal de cáncer en España es aproximada-
mente un 15% menor que la media de la
Comunidad Europea. No sucede lo mismo
con la mortalidad, que continua aumentan-
do un 1,5% anual en nuestro país, con una
disminución global anual europea del
0,7%. En el año 2001 y según las últimas
cifras presentadas por el INE2
fallecieron
97.714. (61.202hombres y 36.512muje-
res). Si sumamos el número de pacientes
fallecidos por cáncer en los últimos 20
años, aparece que más de 1.740.000 de
personas han sufrido y fallecido por este
evento, y un porcentaje muy significativo
ha pasado por una fase evolutiva final len-
ta y progresiva que denominamos agonía y
que precede a la muerte.
Desde la Oncología y encuadrado en el
concepto de cuidados continuos, se
encuentra la atención a la fase final de la
vida, cuando la muerte es inminente en el
enfermo oncológico avanzado (ver figura.
1). Los pacientes que se enfrentan a esta rea-
lidad y sus familias, tienen unas necesidades
SÍNTOMAS AL FINAL DE LA VIDA
Vicente Valentín*, Maite Murillo** y María Valentín*
*Servicio de Oncología Médica. Hospital Universitario. 12 de Octubre. Madrid.
**Servicio de Oncología Radioterápica. Hospital Universitario. 12 de Octubre. Madrid.
PSICOONCOLOGÍA. Vol. 1, Núms. 2-3, 2004, pp. 251-262
Correspondencia:
Vicente Valentín Maganto
Servicio de Oncología Médica.
Hospital Universitario 12 de Octubre.
Avda. de Córdoba s/n. 28041 Madrid.
E-mail: VVMM@eresmas.com
Resumen
Los pacientes oncológicos en fase avanzada
presentan síntomas severos que pueden provo-
car “un mal morir” para ellos y un sufrimiento
innecesario para sus familias. En este trabajo se
repasan los síntomas más frecuentes en la fase
final y su tratamiento, así como la necesidad de
una comunicación constante y un apoyo inte-
gral al paciente y familia a lo largo de todo el
proceso. Estos síntomas son tan característicos
del paciente en la fase final, que todos los pro-
fesionales sanitarios deberían saber reconocer-
los, tener los conocimientos adecuados para
controlarlos y estar prevenidos de las nuevas
situaciones que puedan surgir.
Palabras clave: fase avanzada, síntomas, tra-
tamiento y apoyo.
Abstract
Cancer patients often die with serious unre-
lieved symptoms causing a distressing death for
them and needless added suffering for their
families. Many physicians have not trained to
care for the dying patient. This work reviews
the common symptoms in the final phase and
describes the methods to control them and sup-
port the patient and family through this diffi-
cult time. These symptoms are so characteris-
tic of the dying process that all the physicians
should recognize them, be skilled in providing
appropriate care, and prepare for problems
that may arise.
Key words: final phase, symptoms, treatment
and support.
múltiples, intensas y cambiantes, que
requieren unas actuaciones especiales
encaminadas a prevenir y aliviar el sufri-
miento, con unos cuidados individualizados
y un enfoque terapéutico multidisciplinar
por el cual se intenta conseguir una muerte
digna, todo lo cual constituye uno de los
momentos más importantes del proceso
asistencial y es motivo del presente articulo.
AGONIA
Si empleamos el termino agonía o fase
agónica (moribundo) en los enfermos en
fase avanzada, nos estamos refiriendo a un
estado de dolor, lucha y sufrimiento que
padecen en los últimos días de vida (gene-
ralmente menos de 72 horas), cuando los
síntomas difíciles y problemáticos aparecen
en el paciente, y cuando la sobrecarga físi-
ca y emocional se hace más intensa en la
familia y el equipo asistencial3
. Es conoci-
do que los momentos más impactantes, a
nivel emocional, para la unidad familiar es
el inicio del proceso con el diagnóstico de
cáncer y la atención a la fase final, pero en
esta fase hay que tener en cuenta un sufri-
miento acumulado durante meses o años.
Los aspectos más importantes en el
cuidado integral no están solo en el “que
hacer” y “como hacer” en el aspecto físi-
co, sino también en prestar atención al
estado psicológico, emocional y al apoyo
espiritual de la unidad familiar4
. En cual-
quier lugar o circunstancia, la persona
que muere debe poder estar acompañada
por sus seres queridos, en un clima ade-
cuado, con la máxima tranquilidad que se
pueda alcanzar y desde luego con los sín-
tomas controlados, respetando, siempre
que esto sea posible, el deseo del pacien-
te y la familia a elegir el lugar donde
morir5
.
Aunque parezca una necedad, para el
clínico, el aspecto más importante a tener
en cuenta, es determinar y reconocer que el
paciente se está muriendo. Este hecho
obvio, es frecuentemente olvidado o deses-
timado, y si se descuida o rechaza, en el
mejor de los casos “el moribundo” tendrá
un cuidado parcial y en el peor de los casos
no tendrá cuidado. Predecir la expectativa
de vida de un paciente avanzado es difícil,
pero reconocer los síntomas de la agonía es
una habilidad clínica que el médico debe
de adquirir (ver tabla 1).
252 Vicente Valentín et al.
• Aparición de nuevos síntomas.
• Confusión.
• Agitación.
• Frialdad en extremidades.
• Ruido respiratorio.
• Alteraciones de la visión: borrosa y desenfocada.
• Disminución de la diuresis.
• Dificultad para la deglución.
• Disminución del interés en la conversación.
• Desorientación temporal.
• Sensación de mareo y somnolencia.
• Boca seca.
• Alucinaciones (en ocasiones de familiares fallecidos).
• Debilidad extrema con reducción de movimientos.
• Periodos cortos y limitados de atención.
Tabla 1. Signos de muerte inminente
PAPEL DEL EQUIPO PROFESIONAL Y
DEL MEDICO
El paciente en la agonía, requiere un
equipo coordinado, una comunicación
fácil y fluida y un adecuado manejo del
control de síntomas. Es importante para el
funcionamiento del grupo, que el médico se
vea implicado a lo largo de todo el proceso
evolutivo, acompañando y no abandonan-
do a los pacientes, ni trasladando su respon-
sabilidad a otros miembros del equipo. El
paciente requiere cuidados específicos al
final de la vida y es fundamental, su papel
como clínico, en el tratamiento y control de
síntomas. Además, la confianza entre el
médico, paciente y familia es crucial6
.
La comunicación con el paciente y la
familia, constituye uno de los problemas
más difíciles y delicados en el paciente agó-
nico. Llegados a este punto, el médico
habrá tenido que trasmitir, en muchas oca-
siones, malas noticias a lo largo del proce-
so evolutivo, pero en esta fase será más fre-
cuente continuar haciéndolo. Es obvió para
todos, que las necesidades y complicacio-
nes deben ser comunicadas especialmente
a la familia, recordando que no es deseable
ser demasiado específico en el pronóstico
vital estimado, pues son frecuentes las sor-
presas. Si el paciente está consciente, se le
debe reafirmar que los síntomas van a ser
controlados y que no será abandonado en
ningún momento, ofreciendo la informa-
ción que el quiere saber en cada momento.
Hay que trasmitir e informar a la familia de
los síntomas característicos de la agonía,
pero advirtiendo que estos pueden cambiar
rápida y continuamente, pero que pueden
ser controlados. Los efectos secundarios del
tratamiento, también deben ser explicados
de forma clara para que la familia los
entienda, remarcando que el paciente, en
ocasiones, puede estar sedado y ser incapaz
de comunicarse. Si existe la posibilidad de
que durante el control de síntomas se pue-
da acelerar la muerte, esto se debe comuni-
car y comentar con la familia7
. Es muy
importante que el paciente (si esto es posi-
ble) y la familia entiendan, que la intención
del tratamiento es aliviar el dolor y otros sín-
tomas, y no acelerar la muerte del pacien-
te. En una situación ideal, estas conversa-
ciones deben tener lugar en una fase tem-
prana del proceso.
Dentro de la comunicación constante,
el primer paso es informar de la situación
clínica “al” y “del” paciente y el plan de tra-
tamiento previsto, garantizando un soporte
adecuado y una coherencia informativa a
las demandas objetivas que el paciente rea-
lice. El médico debe reevaluar constante-
mente al enfermo y responder permanente-
mente a las preguntas del paciente, familia
y cuidadores. Insistimos en que la comuni-
cación en esta fase es esencial, debido a los
frecuentes cambios evolutivos con la inten-
sificación o presencia de nuevos síntomas.
Por tanto, la frecuencia, intensidad y ritmo
de nuestras actuaciones estarán en función
de las necesidades y deseos del paciente,
que tendremos que saber detectar. El cuida-
do integral, se debe focalizar en las necesi-
dades inmediatas y en la ayuda a la familia
a vivir con la incertidumbre del pronóstico
inmediato. El equipo debe estar informado
y disponible para estas demandas, mante-
niendo una estrategia realista y consensua-
da, procurando dar respuestas inmediatas y
adecuadas.
A lo largo de todo el proceso evolutivo
clínico tumoral, una de las demandas esen-
ciales del paciente es ser tratado en todo
momento como persona8
, que en esta etapa
se convierte en fundamental. Las reacciones
emocionales estarán determinadas por la
conciencia de la situación real que el
paciente presenta. La esperanza y la nega-
ción, el actuar “como si” ciertos hechos fue-
ran verdad, tienen un fin común: intentar
alterar la percepción de la realidad para
hacerla más aceptable. El tipo de afronta-
miento, que se da en cada momento depen-
de de las circunstancias clínicas y persona-
les. Pueden aparecer reflexiones profundas,
emociones intensas, con la necesidad de
resolver asuntos pendientes, realizando el
denominado “trabajo pendiente”, solucio-
nando aspectos legales, materiales y fisca-
les, incluso dando instrucciones sobre el
Síntomas al final de la vida 253
futuro9
. Pero también y como consecuencia
de la sobreprotección y la incomunicación,
pude surgir la conspiración del silencio en
un intento negativo de huir de sus propios
miedos11
. Es muy importante recordar que la
comunicación en un lenguaje sencillo y ase-
quible, demandada de forma continua y no
como un acto puntual aislado, en esta fase
cobra su máxima trascendencia al facilitar el
proceso adaptativo. El posibilitar una muer-
te consciente y sosegada, mediante acerca-
mientos paulatinos a los temores y emocio-
nes, permitiendo que la persona pueda “des-
pedirse” de sus seres queridos en una atmós-
fera del máximo respeto y dignidad, facilita
crear un significado trascendente de la expe-
riencia que se está desarrollando. Pero esta
situación “ideal” no siempre se produce y el
impacto negativo en familia y equipo es
importante. Surge la sensación de trabajo
mal realizado, intranquilidad familiar y un
recuerdo del sufrimiento que puede aumen-
tar el riesgo de duelo patológico.
Los médicos y el propio equipo, nece-
sitan entender la importancia de hablar
abiertamente de la muerte y la agonía, y no
sentirse incómodos al plantear estas cues-
tiones. Como se analiza más adelante, en
ocasiones, es preciso el ingreso de estos
pacientes y todo el equipo debe estar adver-
tido, procurando mantener siempre las
mejores condiciones ambientales.
Todas las noticias relacionadas con el
paciente agónico, se deben trasmitir de una
forma humana pero clara, valorando la res-
puesta de los familiares como personas a las
cuales se les han trasmitido malas noticias;
se necesita una preparación especial para
realizar esta labor en colaboración con los
psicólogos. También es importante, desarro-
llar estrategias comunicativas para implicar
a los diversos miembros de la familia en el
cuidado y atención del paciente, haciéndo-
les entender que la muerte no es un acto úni-
co, que es un proceso, en el cual y en la
mayoría de los casos, no podemos predecir
la hora en que ocurrirá, ni como sucederá el
fallecimiento. Hay que explicarles, que la
muerte llega en forma de deterioro progre-
sivo de las funciones físicas y biológicas, de
las emocionales y de la relación con su
entorno. Esta comunicación debe ser reali-
zada en un ambiente lo más tranquilo y pau-
sado posible por parte de todos.
Resumiendo, el gran impacto emocio-
nal que provoca la cercanía de la muerte
hace de la agonía una situación de gran
complejidad. En ella se suman los requeri-
mientos del paciente, las vivencias emocio-
nales de la familia y una gran demanda de
cuidados al equipo.
DECISIÓN DE SUSPENDER LOS
TRATAMIENTOS ACTIVOS
La decisión de suspender los tratamien-
tos activos, debe ser tomada antes de llegar
a la agonía; de otra forma, la comunicación
se rompe y el proceso del morir puede ser
más complicado para el paciente, familia y
equipo. Cualquier discusión es mucho más
difícil en estos momentos y el nerviosismo
es mayor debido a la inmediatez de los
acontecimientos. Siempre es mejor valorar
esta situación por adelantado. La clave es
trasmitir información “positiva” en el con-
texto de “que es lo que podemos hacer”, en
lugar de que es “lo que no podemos hacer”;
sin perder el objetivo, de que la prioridad,
es evitar el sufrimiento del paciente. Se
debe insistir a la familia, que todo el proce-
so de toma de decisiones está guiado hacia
el confort del paciente. Se deben respetar
los deseos del paciente y familia, pero el
equipo no debe ofrecer y/o administrar tra-
tamientos inútiles que solo conduzcan a
prolongar la agonía y el sufrimiento.
ORDENES PARA EL CONFORT DEL
PACIENTE
Cuando está claro que el paciente se
encuentra en la fase de agonía, es importan-
te minimizar las medicaciones y procedi-
mientos clínicos innecesarios. Cualquier
actividad no relacionada con el tratamien-
to sintomático o que no aporta comodidad
y confort para el paciente, debe ser suspen-
dida. Esto incluye las órdenes habituales de
254 Vicente Valentín et al.
analíticas y tomas de constantes rutinarias.
La medicación utilizada en enfermedades
crónicas como la insulina, antihipertensi-
vos, lipolipemiantes, antibióticos, hormo-
noterapia, etc. deben ser suspendidos.
DETERMINAR EL LUGAR DEL
FALLECIMIENTO
En este periodo de tiempo es importan-
te que la familia se reagrupe, pues les da la
oportunidad de ir aceptando la muerte de
un ser querido y determinar como va a ser
cuidado el paciente al final de sus días. Hay
que intentar evitar la situación del familiar
de última hora, el cual no estará preparado
para el impacto emocional de la pérdida. Se
debe insistir a la familia que la mayoría de
las personas no mueren de forma dramáti-
ca o con un distress insoportable.
Hay que intentar conocer el deseo del
paciente y hay que ir valorando las posibi-
lidades y el deseo de la familia, de que el
fallecimiento se produzca en su domicilio
o en un centro hospitalario. La situación
más deseable, desde un punto de vista teó-
rico, es que el paciente pueda fallecer en su
domicilio, pero esto no siempre es posible.
El paciente puede vivir solo, la familia pue-
de estar agotada o esta no desea que la
muerte se produzca en el domicilio y hay
que respetar esas cuestiones. Asumiendo
además, que todas estas decisiones inicia-
les pueden evolucionar y cambiar en el
tiempo, o ser modificadas por la propia
situación evolutiva clínica.
En caso de que el fallecimiento no pue-
da ocurrir en domicilio, se trasladará al
paciente a su hospital de referencia cuando
comience la fase agónica. El paciente debe
ingresar con un adecuado control de sínto-
mas y una buena comunicación con la
familia. Tenemos que insistir, en que los
profesionales que atiendan estos pacientes
deben comprender, las características espe-
ciales de la fase agónica y las cargas emo-
cionales que este proceso conllevan, para
la familia y para ellos mismos. Se debe pro-
porcionar un ambiente de calma y sereni-
dad, que el proceso de morir requiere y en
la medida en que la institución lo permita.
NORMAS GENERALES
Cuando el paciente entre en la fase agó-
nica, se deberá definir un programa de cui-
dados y los objetivos globales de asistencia
(ver tabla 2). Se debe establecer un esque-
ma sobre los posibles problemas con los
que nos podemos encontrar, número de
cuidadores disponibles y el nivel y capaci-
dad de estos. Debe existir una propuesta de
Síntomas al final de la vida 255
• Paciente en hospital si tiene vía IV se mantiene. Si no vía subcutánea, si precisa.
• En domicilio la vía de elección es la oral y la subcutánea ante cualquier emergencia.
• Mantener medicación necesaria para el control de síntomas y máximo confort.
• Suspender medicación innecesaria y no relacionada con el control de síntomas.
• Suspender constantes, controles y pruebas innecesarias.
• Revisar de forma regular síntomas y fármacos administrados.
• Revisar si la medicación mantiene o provoca síntomas (agitación, disnea, etc.).
• Ordenes para el control de síntomas de aparición brusca (disnea, agitación, dolor, etc.).
• Dejar dosis extra de fármacos en domicilio y su forma de aplicación.
• Mantener una comunicación fluida con la familia y cuidadores.
• Dejar por escrito en la historia clínica el plan específico del paciente.
• Anticiparse a los problemas graves (sangrados masivos, etc.) y su tratamiento inmediato.
Tabla 2. Principios generales de manejo de síntomas
organización a la familia, para que todos
participen en los cuidados, evitando el ago-
tamiento de alguno de ellos, pero sobre
todo del cuidador principal.
El paciente permanecerá en cama todo
el tiempo que deseé, intentado conseguir el
máximo bienestar posible. Se deberá expli-
car, que en la habitación del paciente, se
hable en tono normal, sin cuchicheos, ni
lloros, teniendo especial cuidado en lo que
se dice, pues el paciente puede oír, aunque
esté en coma.
En la mayoría de las ocasiones, el pacien-
te puede deglutir algo hasta casi el final de la
vida, pero en la últimas horas la debilidad es
tal, que prácticamente el paciente es incapaz
de tragar algunas gotas de líquido. Hay que
explicar, por parte del equipo a la unidad
familiar, porque el paciente no puede comer
ni deglutir, intentando quitar el dramatismo
que la familia da a este hecho.
Medidas no farmacologicas
Las medidas no farmacológicas son tan
importantes como las pautas de tratamien-
to específico. Estos cuidados van dirigidos
a varios aspectos: Mejorar el bienestar del
enfermo, atender al ambiente que le rodea,
mantenimiento de la comunicación y orga-
nizar la atención del enfermo con sus cui-
dadores. Estas medidas son especialmente
importantes en el domicilio, donde los
equipos sanitarios actuarán como orienta-
dores y consejeros, y la familia se encarga-
rá de proporcionar los cuidados5
. Es impor-
tante que la familia y los profesionales man-
tengan la comunicación abierta con el
enfermo, aunque este se encuentre estupo-
roso o en coma. El paciente sigue captando
sensaciones y estímulos. Es importante
recordar que el tacto y el oído se conservan
hasta el final de la vida. (ver Tabla 3).
Higiene
Se debe mantener la higiene corporal
en todo momento adaptándola a la situa-
ción del paciente. Aprovecharemos el
momento del aseo para realizar las curas.
Todas las maniobras de higiene se realiza-
ran con exquisito cuidado y en la cama, con
esponjas y jabones suaves. El objetivo del
aseo en estos pacientes es el confort de los
mismos y evitar los olores y la posible sobre
infección de escaras y heridas abiertas. La
piel del paciente se encuentra seca en la
mayoría de los casos. Se recomienda a sus
cuidadores el empleo de masajes corpora-
les suaves con aceite o leche hidratante.
En esta fase es frecuente la pérdida de
control de esfínteres, lo cual provoca una
sensación de humillación y pérdida de dig-
nidad en el paciente consciente. Se ha de
256 Vicente Valentín et al.
• Suspender las órdenes rutinarias.
• Controlar la disnea, corrientes de aire.
• Escuchar su música favorita.
• Posición cómoda. Cambiar de postura con cuidado.
• Cuidado de la boca. Evitar sequedad.
• Técnicas de relajación.
• Luz suave.
• Limitar las visitas.
• Tocar al paciente con cuidado.
• Hablar suavemente sin llantos en su presencia.
• Ninguna ventaja del Oxigeno
Tabla 3. Intervenciones no farmacológicas
actuar con extrema delicadeza, utilizando
pañales, empapadores y protectores de col-
chón. En caso de globo vesical, para favo-
recer el confort del enfermo, se valorara uti-
lizar el sondaje vesical.
Boca
Constituye un elemento importante de
relación del paciente con su entorno. La
debilidad del paciente, la medicación y la
deshidratación, provocan una importante
sequedad que está aumentada, en la fase
final, al respirar por la boca. Son frecuentes
también la aparición de infecciones micóti-
cas. En todo momento, pero con más inten-
sidad durante la agonía, debemos de procu-
rar aliviar la sequedad de la boca y los
labios. Las medidas locales son más impor-
tantes que la hidratación por vía intraveno-
sa. Se puede utilizar gasas mojadas en agua
o manzanilla fresca para mojar la lengua,
encías y paredes de la boca. Si hubiera res-
tos en boca, se deberá retirar con una gasa
mojada en agua de manzanilla y bicarbona-
to. Se puede utilizar algún tipo de gel local.
Alimentación e hidratación
Ya se ha comentado, que la falta de
ingesta es un elemento de incertidumbre
para la familia, y esto ocasiona presiones al
personal sanitario para la aplicación de sue-
ros o sondas de alimentación. Se debe
explicar a la familia, que el forzar la alimen-
tación, en el paciente agónico, lo único que
ocasiona son molestias sin beneficio. La
sueroterapia no está indicada en el pacien-
te moribundo pues aumentará las secreciones
y la sensibilidad dolorosa lo que empeora los
síntomas de la fase agónica.
SINTOMAS COMUNES EN LA FASE
FINAL Y SU TRATAMIENTO
Los síntomas más comunes e impactan-
tes en las últimas 48 horas de vida son el
fallo cognitivo, el distress respiratorio y el
dolor(1-2)
. Dichos síntomas deben ser mane-
jados y tratados utilizando, en ocasiones,
tratamientos farmacológicos agresivos que
garanticen su control, dado que otro tipo de
intervenciones clínicas, no están justifica-
das. Las claves en el manejo del control de
síntomas, en los últimos días y particular-
mente en domicilio, son la preparación y
anticipación de los mismos. En los pacien-
tes que están con medicación oral, debe
planificarse otra vía de administración, por
si fuera necesaria. La más cómoda, fácil y
menos dolorosa es la vía subcutánea, que
resulta de elección en la fase agónica tanto
en el domicilio del paciente como en el
medio hospitalario(13)
. Debemos anticipar-
nos a los síntomas más frecuentes, prepa-
rando y dejando medicación a mano a la
familia, que permita su aplicación inmedia-
ta y facilite su control. Se deben dar instruc-
ciones precisas a la familia, con respecto al
pánico que en el momento de la muerte
aparece y la llamada a los servicios de
urgencia. Este personal de urgencias está
entrenado para intervenciones como la
resucitación, independientemente de las
órdenes orales preestablecidas, y para evi-
tar que esto suceda, se deben dejar instruc-
ciones escritas y firmadas por el médico
indicando que la resucitación en este tipo
de pacientes, no se debe realizar nunca.
Fallo cognitivo
Es un síntoma muy frecuente y puede ser
un indicador de fallecimiento próximo. Sus
causas son múltiples, variando desde altera-
ciones metabólicas, reacciones farmacoló-
gicas o estados emocionales. Los cambios
cognitivos más frecuentes son la somnolen-
cia, el delirium y la agitación. Se debe des-
cartar la existencia de retención urinaria o
de fecaloma. Se revisará el tratamiento far-
macológico y se comprobará si puede exis-
tir una causa emocional no resuelta.
La somnolencia no debe ser tratada
sobre todo si la muerte es inminente. Se
deben realizar todos los esfuerzos posibles
(luz apropiada, ambiente tranquilo), que
aporte un entorno lo más familiar y confor-
table posible. Los opioides no deben ser uti-
Síntomas al final de la vida 257
lizados para la sedación terminal, pues pue-
den causar agitación, diaforesis y alucina-
ciones. Por tanto debe utilizarse un fárma-
co sedante específico. El tratamiento se
basa en el empleo de haloperidol por vía
oral o subcutánea. Si no hay respuesta se
empleará la clorpromazina recordando que
es irritante por vía subcutánea. Si hay agita-
ción se utilizará el midazolam.
Problemas respiratorios
Los problemas respiratorios más fre-
cuentes son la disnea y las secreciones del
tracto respiratorio superior (estertores).
Deben ser tratados de forma agresiva, valo-
rando de forma individual las dosis de
medicación para controlar los síntomas. La
disnea o sensación de falta de aire, es uno
de los síntomas que más afecta al paciente
y su familia por la angustia que genera. En
el paciente puede aparecer la crisis de páni-
co respiratorio que obliga frecuentemente a
sedar al paciente. Los fármacos principales
para controlar la disnea son los opioides
(morfina) para la sensación de falta de aire
y las benzodiacepinas para la ansiedad y
taquipnea.
En esta fase de la agonía el paciente se
encuentra frecuentemente inconsciente y
los estertores generan mucha ansiedad en
la familia. Los fármacos más utilizados son
la buscapina y escopolamina, cuyo objeti-
vo es disminuir las secreciones. Es preferi-
ble su prevención, pues una vez estableci-
dos son difíciles de corregir. Hay que expli-
car a la familia que los estertores no moles-
tan al enfermo, ya que este no se da cuenta.
La aspiración nunca está indicada.
Dolor
La mayoría de los pacientes atendidos
en esta fase agónica están recibiendo opioi-
des potentes. En esta fase el dolor incoerci-
ble e incontrolable es raro, en la agonía el
dolor puede pasar a ser un problema menor;
el paciente está menos activo, por lo que la
medicación de rescate (dolor incidental o
irruptivo) es menos frecuente. Sin embargo
hay que tener en cuenta una serie de pun-
tos esenciales:
1. Evaluar frecuentemente la situación
y el dolor del paciente.
2. Administrar las dosis adecuadas de
analgésicos para el control del mismo.
3. Asegurar la absorción del fármaco
planificando rutas de administra-
ción alternativas. Si deja de tragar
pasar de la vía oral a la subcutánea
en dosis equivalentes.
4. No suspender de forma brusca la
administración de los opioides en el
paciente inconsciente pues existe el
riesgo de agitación y/o del síndrome
de abstinencia.
5. Si no son necesarios, no mantener de
forma regular los analgésicos pres-
critos, pues puede aumentar la seda-
ción y si espaciarlos en el tiempo.
6. Dejar órdenes específicas de no
administrar naloxona, ni realizar
medidas de resucitación.
En ocasiones hay situaciones de emer-
gencia o difíciles, que pueden aparecer y
que debemos intentar tener previstas. Si
estas aparecen y a pie de cama, se debe
administrar de forma inmediata la medica-
ción necesaria, preferentemente en forma
de bolo subcutáneo, o por vía intravenosa;
tanto por personal clínico o por algún
miembro de la familia al que previamente
hayamos instruido(14)
.
Debemos recordar que durante todo el
proceso agónico, son también importantes
las medidas no farmacológicas en el control
de síntomas (ver tabla 3).
SEDACION
Como hemos mencionado, existen
situaciones determinadas en la que los sín-
tomas no pueden ser controlados sin la
sedación del paciente. En la sedación, se
administran fármacos de forma consciente,
a las dosis y en combinaciones adecuadas,
que ayuden a controlar los síntomas o aque-
llas situaciones intolerables, resistentes al
258 Vicente Valentín et al.
tratamiento previamente pautado y que
pueden provocar la disminución en la cons-
ciencia del paciente(15)
.
En 1991 Roy(16)
señalaba que “no debe-
rían escatimarse esfuerzos clínicos ni cientí-
ficos para liberar a los pacientes terminales
de atroces dolores que invadan, marchiten
y dominen su conciencia, y que los dejan sin
espacio físico o mental para las cosas que
quieren pensar, decir o hacer antes de
morir”, lo que constituye todo un principio
de actuación. Pero también y como se ha
presentado en otras ocasiones(17)
, las impli-
caciones emocionales y éticas en la seda-
ción son muy importantes, teniendo espe-
cial cuidado con los roles de identificación
personal, valorando e identificando quién
sufre ¿El paciente, la familia o el equipo tera-
péutico? y teniendo especial cuidado con
las “culpabilidades” asociadas(17)
. Por todo,
es importante conocer y recoger la opinión
del enfermo de forma anticipada, que la
familia puede participar en la decisión y el
equipo terapéutico valore en su contexto
(domicilio - hospital) el estado funcional del
enfermo en su vertiente física, sintomática y
cognitiva ante un síntoma prevalente que
implica un sufrimiento insoportable.
Por todo lo expuesto, la indicación de
sedación en el paciente avanzado moribun-
do puede oscilar entre el 1% y el 72%(18,19)
que motiva, cuando menos, alguna refle-
xión individual. De una forma general, la
sedación realizada con las connotaciones
ya indicadas es necesaria entre un 20-25%
de todos los pacientes, aunque la utiliza-
ción de la vía subcutánea es empleada en
el 70% de los pacientes atendidos y que
fallecen en su domicilio(20)
.
Los síntomas que motivan la sedación
activa, varían en su indicación de una for-
ma evidente entre los diferentes autores(14-
18)
, pero estableciendo una media pondera-
da, se muestran los síntomas prevalentes en
la tabla 4.
Las dosis óptimas de los fármacos
empleados en la sedación son aquellos en
los que el paciente parece dormido de for-
ma natural, sin mostrar inquietud o taquip-
nea. (ver tabla 5).
Síntomas al final de la vida 259
DOLOR ...................................................................................................................... 22 %
DISNEA ...................................................................................................................... 38 %
DELIRIO/AGITACION ................................................................................................ 39 %
HEMORRAGIA ............................................................................................................ 9 %
NAUSEAS/VOMITOS .................................................................................................. 6 %
MALESTAR GENERAL/ASTENIA ................................................................................ 20 %
ANGUSTIA/DISTRESS PSICOLOGICO ...................................................................... 21 %
Tabla 4. Indicaciones de la sedación
• Morfina IV o SC según utilización previa o como se precise.
• Midazolan 5-60 mg/24h SC.
• Haloperidol 2,5–5 mgr VO, 5 -25 mg /24h SC.
• Escopolamina 0,5-1 mg /4-6 h s.c.
• Fenobarbital 200mg/bolo iv–sc luego 25mg/h.
• Propofol 10 mg/h. i.v. y bolus de 20–50 mg si fuera precio.
• Clorpomazina 12,5–25 mgr cada 6 h.
Tabla 5. Medicación empleada en la sedación
ASPECTOS ESPIRITUALES
La espiritualidad y la religión obviamen-
te, representan y tienen un papel importante
en el acompañamiento de los procesos de
enfermedad y muerte del paciente. La religión
es un conjunto de prácticas y leyes que te per-
miten pertenecer a un sistema especifico de
creencias, mientras que la espiritualidad es la
búsqueda del significado y de la realidad
absoluta,quesubyaceenelmundodelossen-
tidosydelamuerte.Elmédicodeberíasersen-
sible a las diferencias culturales y al papel que
estas juegan en la vida del enfermo. Es impor-
tante contar con los miembros de la comuni-
dad religiosa para que den apoyo y soporte a
la familia y al paciente, utilizando sus prácti-
cas religiosas o espirituales y que aseguren los
rituales mortuorios de forma apropiada y con
el respeto que merecen(21)
.
CONSEJOS PARA SITUACIONES
DIFICILES
Hay situaciones en que los hechos no
suceden como estaban planeados. Habitual-
mente cuando esto ocurre, la preparación
tanto del paciente como de la familia, no ha
sido la adecuada. La llegada de un paciente
lejano poco informado, o la existencia de
una familia desestructurada que no puede
manejar más el estrés de la situación, preci-
sa la actuación de los psicólogos, psiquiatras,
religiosos que pueden ayudar cuando el
equipo se ve sobrepasado, golpeado y para-
lizado. Es importante para el médico, no per-
mitir que el cuidado y la comunicación se
vean afectados en estas situaciones.
DUELO
Como es conocido, constituye el proce-
so de adaptación a las reacciones físicas,
psicológicas y sociales que conlleva la pér-
dida. El duelo patológico es una intensifica-
ción del duelo o una conducta inadaptada
y en él que nunca se llega al final del pro-
ceso. Este duelo patológico lleva a la repe-
tición estereotipada o la presencia de múl-
tiples interrupciones del proceso de cicatri-
zación de la herida producida por el falle-
cimiento del familiar. Es importante deter-
minar que miembros de la familia pueden
desarrollar este proceso al ser sujetos de
riesgo y que situaciones, durante la agonía,
pueden favorecerlo (ver tabla 6).
Las experiencias que hayan tenido los
miembros de la familia en el cuidado del
paciente, antes de la muerte, influyen en la
aceptación de la misma. Familias que hayan
sufrido mucha tensión durante el cuidado
activo, puede predecir un duelo difícil, pro-
longado en el tiempo y doloroso. Esto pue-
de ocurrir, sobre todo, en pacientes que han
padecido enfermedades crónicas e incapa-
citantes con una evolución larga. En ocasio-
nes, la utilización de medidas sencillas pue-
den ayudar a dar soporte a los familiares y
ayudar al equipo a detectar situaciones de
riesgo de duelo patológico, evitando que
este se produzca. Por ejemplo, si la familia
no está presente en el momento de la muer-
te, hay que hacerle saber que su familiar
murió confortablemente, sin sufrimiento. Es
conveniente mandar una carta de condolen-
cia o hacer una llamada de teléfono después
de que hayan transcurrido unos días del
fallecimiento, interesándose por la situación
de la familia y haciendo saber que se está
dispuesto a contestar cualquier duda o pre-
gunta que ellos tengan. También es útil
conocer los recursos de la comunidad que
se puedan utilizar, por si se produjera esta
situación de duelo patológico.
CONCLUSIÓN
Si hay algo universal en la vida de todo
ser humano es el sufrimiento y la muerte. La
atención a la fase agónica debe procurar
cubrir las necesidades del enfermo y fami-
lia en las circunstancias, mediaciones y
condiciones que rodean la agonía y muer-
te del enfermo. La dignidad es una cualidad
intrínseca de la persona, que deberíamos
saber mantener y respetar hasta el momen-
to de la muerte. El establecimiento de un
acuerdo de prioridades y objetivos con el
paciente, es importante para restablecer y
260 Vicente Valentín et al.
mantener la confianza. Necesita saber que
no se le abandonará y que cuenta siempre
como persona, aunque se esté muriendo.
Los médicos, enfermeras, auxiliares, psicó-
logos, etc. constituyen tan solo, una parte
del equipo que atiende del cuidado integral
del paciente en la situación final. El alivio
de los síntomas y el mantenimiento del apo-
yo psicosocial, ayudan a conseguir el obje-
tivo de una muerte digna y prevenir, en lo
posible, el proceso de duelo patológico en
la familia. Resulta fundamental utilizar
todos los recursos de la comunidad, siendo
esencial la coordinación y comunicación
fluida entre los distintos niveles asistencia-
les, en busca del objetivo común que es la
atención integral del paciente agónico.
El papel del médico durante la fase final
es difícil y exigente, pero es importante para
el paciente, la familia y el buen funciona-
miento del equipo, siendo gratificante si
alcanzamos el objetivo común marcado,
morir dignamente, tras la coordinación y el
esfuerzo de todos. Pero alcanzar este obje-
tivo resulta mucho más fácil y asumible
cuando la atención a la agonía no es una
atención aislada, pero trascendente, en el
devenir clínico; sino que constituye el pro-
ceso final de la atención continuada que
comenzó en el momento del diagnóstico.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
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ble en: http:// www.dep.iarc.fr/globocan/
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2. INE. Movimiento Natural de la Población
Española: Defunciones según la causa de
Síntomas al final de la vida 261
El familiar es:
• Una madre/padre que han perdido un niño.
• Incapaz de enfrentarse a la enfermedad.
• Incapaz de llevar la responsabilidad del cuidado.
• Una persona con incapacidad física y dependiente.
• Una persona emocionalmente dependiente.
• Una persona económicamente dependiente.
• Tiene niños menores de 16 años.
• Antecedentes de enfermedad mental.
• Antecedentes de dependencia para alcohol y drogas.
• Poca capacidad de enfrentarse a los problemas.
• Frecuentes estallidos de cólera.
• Dificultad para cuidarse a si mismo.
• Problemas para conciliar el sueño.
• Frecuentes problemas somáticos.
• No es capaz de aceptar ayuda de otros.
• Presenta de forma concurrente una crisis en su vida.
• Conocía el riesgo de suicidio del paciente.
• Muerte de otro familiar cercano en los últimos tres meses.
• Episodio de pérdida en los últimos 3 meses (trabajo, divorcio, etc.).
Tabla 6. Factores de riesgo de duelo patológico
muerte 2001. Madrid. INE. 2001. [En línea]
URL disponible en: http:// www.ine.es.html
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tions. J Palliat Care 1988; 4: 86-8.
262 Vicente Valentín et al.

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CUIDADOS PALIATIVOS EN PACIENTES NO ONCOLOGICOSCUIDADOS PALIATIVOS EN PACIENTES NO ONCOLOGICOS
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Fenomenos cadávéricos y el tanatocronodiagnóstico
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Fenomenos cadavericos
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Estres en el personal de enfermeria
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Cuidados paliativos
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17130 17206-1-pb

  • 1. INTRODUCCION Según los datos recogidos por la Agen- cia Internacional para la Investigación del Cáncer1 , los tumores malignos fueron res- ponsables del 12% de los 56 millones de fallecimientos por cualquier causa recogi- dos en el año 2000 en el mundo. Ese mis- mo año, 5,3 millones de hombres y 4,7 millones de mujeres desarrollaron un tumor maligno y un total de 6,2 millones de personas de ambos sexos murieron por esa causa. En España la incidencia de cán- cer en esa fecha se sitúa en unos 400 casos por 100.000 habitantes/año, lo que impli- ca una cifra de 140.000 enfermos nuevos, con una prevalencia de 400.000 casos en 5 años. Pese a estas cifras, la incidencia glo- bal de cáncer en España es aproximada- mente un 15% menor que la media de la Comunidad Europea. No sucede lo mismo con la mortalidad, que continua aumentan- do un 1,5% anual en nuestro país, con una disminución global anual europea del 0,7%. En el año 2001 y según las últimas cifras presentadas por el INE2 fallecieron 97.714. (61.202hombres y 36.512muje- res). Si sumamos el número de pacientes fallecidos por cáncer en los últimos 20 años, aparece que más de 1.740.000 de personas han sufrido y fallecido por este evento, y un porcentaje muy significativo ha pasado por una fase evolutiva final len- ta y progresiva que denominamos agonía y que precede a la muerte. Desde la Oncología y encuadrado en el concepto de cuidados continuos, se encuentra la atención a la fase final de la vida, cuando la muerte es inminente en el enfermo oncológico avanzado (ver figura. 1). Los pacientes que se enfrentan a esta rea- lidad y sus familias, tienen unas necesidades SÍNTOMAS AL FINAL DE LA VIDA Vicente Valentín*, Maite Murillo** y María Valentín* *Servicio de Oncología Médica. Hospital Universitario. 12 de Octubre. Madrid. **Servicio de Oncología Radioterápica. Hospital Universitario. 12 de Octubre. Madrid. PSICOONCOLOGÍA. Vol. 1, Núms. 2-3, 2004, pp. 251-262 Correspondencia: Vicente Valentín Maganto Servicio de Oncología Médica. Hospital Universitario 12 de Octubre. Avda. de Córdoba s/n. 28041 Madrid. E-mail: VVMM@eresmas.com Resumen Los pacientes oncológicos en fase avanzada presentan síntomas severos que pueden provo- car “un mal morir” para ellos y un sufrimiento innecesario para sus familias. En este trabajo se repasan los síntomas más frecuentes en la fase final y su tratamiento, así como la necesidad de una comunicación constante y un apoyo inte- gral al paciente y familia a lo largo de todo el proceso. Estos síntomas son tan característicos del paciente en la fase final, que todos los pro- fesionales sanitarios deberían saber reconocer- los, tener los conocimientos adecuados para controlarlos y estar prevenidos de las nuevas situaciones que puedan surgir. Palabras clave: fase avanzada, síntomas, tra- tamiento y apoyo. Abstract Cancer patients often die with serious unre- lieved symptoms causing a distressing death for them and needless added suffering for their families. Many physicians have not trained to care for the dying patient. This work reviews the common symptoms in the final phase and describes the methods to control them and sup- port the patient and family through this diffi- cult time. These symptoms are so characteris- tic of the dying process that all the physicians should recognize them, be skilled in providing appropriate care, and prepare for problems that may arise. Key words: final phase, symptoms, treatment and support.
  • 2. múltiples, intensas y cambiantes, que requieren unas actuaciones especiales encaminadas a prevenir y aliviar el sufri- miento, con unos cuidados individualizados y un enfoque terapéutico multidisciplinar por el cual se intenta conseguir una muerte digna, todo lo cual constituye uno de los momentos más importantes del proceso asistencial y es motivo del presente articulo. AGONIA Si empleamos el termino agonía o fase agónica (moribundo) en los enfermos en fase avanzada, nos estamos refiriendo a un estado de dolor, lucha y sufrimiento que padecen en los últimos días de vida (gene- ralmente menos de 72 horas), cuando los síntomas difíciles y problemáticos aparecen en el paciente, y cuando la sobrecarga físi- ca y emocional se hace más intensa en la familia y el equipo asistencial3 . Es conoci- do que los momentos más impactantes, a nivel emocional, para la unidad familiar es el inicio del proceso con el diagnóstico de cáncer y la atención a la fase final, pero en esta fase hay que tener en cuenta un sufri- miento acumulado durante meses o años. Los aspectos más importantes en el cuidado integral no están solo en el “que hacer” y “como hacer” en el aspecto físi- co, sino también en prestar atención al estado psicológico, emocional y al apoyo espiritual de la unidad familiar4 . En cual- quier lugar o circunstancia, la persona que muere debe poder estar acompañada por sus seres queridos, en un clima ade- cuado, con la máxima tranquilidad que se pueda alcanzar y desde luego con los sín- tomas controlados, respetando, siempre que esto sea posible, el deseo del pacien- te y la familia a elegir el lugar donde morir5 . Aunque parezca una necedad, para el clínico, el aspecto más importante a tener en cuenta, es determinar y reconocer que el paciente se está muriendo. Este hecho obvio, es frecuentemente olvidado o deses- timado, y si se descuida o rechaza, en el mejor de los casos “el moribundo” tendrá un cuidado parcial y en el peor de los casos no tendrá cuidado. Predecir la expectativa de vida de un paciente avanzado es difícil, pero reconocer los síntomas de la agonía es una habilidad clínica que el médico debe de adquirir (ver tabla 1). 252 Vicente Valentín et al. • Aparición de nuevos síntomas. • Confusión. • Agitación. • Frialdad en extremidades. • Ruido respiratorio. • Alteraciones de la visión: borrosa y desenfocada. • Disminución de la diuresis. • Dificultad para la deglución. • Disminución del interés en la conversación. • Desorientación temporal. • Sensación de mareo y somnolencia. • Boca seca. • Alucinaciones (en ocasiones de familiares fallecidos). • Debilidad extrema con reducción de movimientos. • Periodos cortos y limitados de atención. Tabla 1. Signos de muerte inminente
  • 3. PAPEL DEL EQUIPO PROFESIONAL Y DEL MEDICO El paciente en la agonía, requiere un equipo coordinado, una comunicación fácil y fluida y un adecuado manejo del control de síntomas. Es importante para el funcionamiento del grupo, que el médico se vea implicado a lo largo de todo el proceso evolutivo, acompañando y no abandonan- do a los pacientes, ni trasladando su respon- sabilidad a otros miembros del equipo. El paciente requiere cuidados específicos al final de la vida y es fundamental, su papel como clínico, en el tratamiento y control de síntomas. Además, la confianza entre el médico, paciente y familia es crucial6 . La comunicación con el paciente y la familia, constituye uno de los problemas más difíciles y delicados en el paciente agó- nico. Llegados a este punto, el médico habrá tenido que trasmitir, en muchas oca- siones, malas noticias a lo largo del proce- so evolutivo, pero en esta fase será más fre- cuente continuar haciéndolo. Es obvió para todos, que las necesidades y complicacio- nes deben ser comunicadas especialmente a la familia, recordando que no es deseable ser demasiado específico en el pronóstico vital estimado, pues son frecuentes las sor- presas. Si el paciente está consciente, se le debe reafirmar que los síntomas van a ser controlados y que no será abandonado en ningún momento, ofreciendo la informa- ción que el quiere saber en cada momento. Hay que trasmitir e informar a la familia de los síntomas característicos de la agonía, pero advirtiendo que estos pueden cambiar rápida y continuamente, pero que pueden ser controlados. Los efectos secundarios del tratamiento, también deben ser explicados de forma clara para que la familia los entienda, remarcando que el paciente, en ocasiones, puede estar sedado y ser incapaz de comunicarse. Si existe la posibilidad de que durante el control de síntomas se pue- da acelerar la muerte, esto se debe comuni- car y comentar con la familia7 . Es muy importante que el paciente (si esto es posi- ble) y la familia entiendan, que la intención del tratamiento es aliviar el dolor y otros sín- tomas, y no acelerar la muerte del pacien- te. En una situación ideal, estas conversa- ciones deben tener lugar en una fase tem- prana del proceso. Dentro de la comunicación constante, el primer paso es informar de la situación clínica “al” y “del” paciente y el plan de tra- tamiento previsto, garantizando un soporte adecuado y una coherencia informativa a las demandas objetivas que el paciente rea- lice. El médico debe reevaluar constante- mente al enfermo y responder permanente- mente a las preguntas del paciente, familia y cuidadores. Insistimos en que la comuni- cación en esta fase es esencial, debido a los frecuentes cambios evolutivos con la inten- sificación o presencia de nuevos síntomas. Por tanto, la frecuencia, intensidad y ritmo de nuestras actuaciones estarán en función de las necesidades y deseos del paciente, que tendremos que saber detectar. El cuida- do integral, se debe focalizar en las necesi- dades inmediatas y en la ayuda a la familia a vivir con la incertidumbre del pronóstico inmediato. El equipo debe estar informado y disponible para estas demandas, mante- niendo una estrategia realista y consensua- da, procurando dar respuestas inmediatas y adecuadas. A lo largo de todo el proceso evolutivo clínico tumoral, una de las demandas esen- ciales del paciente es ser tratado en todo momento como persona8 , que en esta etapa se convierte en fundamental. Las reacciones emocionales estarán determinadas por la conciencia de la situación real que el paciente presenta. La esperanza y la nega- ción, el actuar “como si” ciertos hechos fue- ran verdad, tienen un fin común: intentar alterar la percepción de la realidad para hacerla más aceptable. El tipo de afronta- miento, que se da en cada momento depen- de de las circunstancias clínicas y persona- les. Pueden aparecer reflexiones profundas, emociones intensas, con la necesidad de resolver asuntos pendientes, realizando el denominado “trabajo pendiente”, solucio- nando aspectos legales, materiales y fisca- les, incluso dando instrucciones sobre el Síntomas al final de la vida 253
  • 4. futuro9 . Pero también y como consecuencia de la sobreprotección y la incomunicación, pude surgir la conspiración del silencio en un intento negativo de huir de sus propios miedos11 . Es muy importante recordar que la comunicación en un lenguaje sencillo y ase- quible, demandada de forma continua y no como un acto puntual aislado, en esta fase cobra su máxima trascendencia al facilitar el proceso adaptativo. El posibilitar una muer- te consciente y sosegada, mediante acerca- mientos paulatinos a los temores y emocio- nes, permitiendo que la persona pueda “des- pedirse” de sus seres queridos en una atmós- fera del máximo respeto y dignidad, facilita crear un significado trascendente de la expe- riencia que se está desarrollando. Pero esta situación “ideal” no siempre se produce y el impacto negativo en familia y equipo es importante. Surge la sensación de trabajo mal realizado, intranquilidad familiar y un recuerdo del sufrimiento que puede aumen- tar el riesgo de duelo patológico. Los médicos y el propio equipo, nece- sitan entender la importancia de hablar abiertamente de la muerte y la agonía, y no sentirse incómodos al plantear estas cues- tiones. Como se analiza más adelante, en ocasiones, es preciso el ingreso de estos pacientes y todo el equipo debe estar adver- tido, procurando mantener siempre las mejores condiciones ambientales. Todas las noticias relacionadas con el paciente agónico, se deben trasmitir de una forma humana pero clara, valorando la res- puesta de los familiares como personas a las cuales se les han trasmitido malas noticias; se necesita una preparación especial para realizar esta labor en colaboración con los psicólogos. También es importante, desarro- llar estrategias comunicativas para implicar a los diversos miembros de la familia en el cuidado y atención del paciente, haciéndo- les entender que la muerte no es un acto úni- co, que es un proceso, en el cual y en la mayoría de los casos, no podemos predecir la hora en que ocurrirá, ni como sucederá el fallecimiento. Hay que explicarles, que la muerte llega en forma de deterioro progre- sivo de las funciones físicas y biológicas, de las emocionales y de la relación con su entorno. Esta comunicación debe ser reali- zada en un ambiente lo más tranquilo y pau- sado posible por parte de todos. Resumiendo, el gran impacto emocio- nal que provoca la cercanía de la muerte hace de la agonía una situación de gran complejidad. En ella se suman los requeri- mientos del paciente, las vivencias emocio- nales de la familia y una gran demanda de cuidados al equipo. DECISIÓN DE SUSPENDER LOS TRATAMIENTOS ACTIVOS La decisión de suspender los tratamien- tos activos, debe ser tomada antes de llegar a la agonía; de otra forma, la comunicación se rompe y el proceso del morir puede ser más complicado para el paciente, familia y equipo. Cualquier discusión es mucho más difícil en estos momentos y el nerviosismo es mayor debido a la inmediatez de los acontecimientos. Siempre es mejor valorar esta situación por adelantado. La clave es trasmitir información “positiva” en el con- texto de “que es lo que podemos hacer”, en lugar de que es “lo que no podemos hacer”; sin perder el objetivo, de que la prioridad, es evitar el sufrimiento del paciente. Se debe insistir a la familia, que todo el proce- so de toma de decisiones está guiado hacia el confort del paciente. Se deben respetar los deseos del paciente y familia, pero el equipo no debe ofrecer y/o administrar tra- tamientos inútiles que solo conduzcan a prolongar la agonía y el sufrimiento. ORDENES PARA EL CONFORT DEL PACIENTE Cuando está claro que el paciente se encuentra en la fase de agonía, es importan- te minimizar las medicaciones y procedi- mientos clínicos innecesarios. Cualquier actividad no relacionada con el tratamien- to sintomático o que no aporta comodidad y confort para el paciente, debe ser suspen- dida. Esto incluye las órdenes habituales de 254 Vicente Valentín et al.
  • 5. analíticas y tomas de constantes rutinarias. La medicación utilizada en enfermedades crónicas como la insulina, antihipertensi- vos, lipolipemiantes, antibióticos, hormo- noterapia, etc. deben ser suspendidos. DETERMINAR EL LUGAR DEL FALLECIMIENTO En este periodo de tiempo es importan- te que la familia se reagrupe, pues les da la oportunidad de ir aceptando la muerte de un ser querido y determinar como va a ser cuidado el paciente al final de sus días. Hay que intentar evitar la situación del familiar de última hora, el cual no estará preparado para el impacto emocional de la pérdida. Se debe insistir a la familia que la mayoría de las personas no mueren de forma dramáti- ca o con un distress insoportable. Hay que intentar conocer el deseo del paciente y hay que ir valorando las posibi- lidades y el deseo de la familia, de que el fallecimiento se produzca en su domicilio o en un centro hospitalario. La situación más deseable, desde un punto de vista teó- rico, es que el paciente pueda fallecer en su domicilio, pero esto no siempre es posible. El paciente puede vivir solo, la familia pue- de estar agotada o esta no desea que la muerte se produzca en el domicilio y hay que respetar esas cuestiones. Asumiendo además, que todas estas decisiones inicia- les pueden evolucionar y cambiar en el tiempo, o ser modificadas por la propia situación evolutiva clínica. En caso de que el fallecimiento no pue- da ocurrir en domicilio, se trasladará al paciente a su hospital de referencia cuando comience la fase agónica. El paciente debe ingresar con un adecuado control de sínto- mas y una buena comunicación con la familia. Tenemos que insistir, en que los profesionales que atiendan estos pacientes deben comprender, las características espe- ciales de la fase agónica y las cargas emo- cionales que este proceso conllevan, para la familia y para ellos mismos. Se debe pro- porcionar un ambiente de calma y sereni- dad, que el proceso de morir requiere y en la medida en que la institución lo permita. NORMAS GENERALES Cuando el paciente entre en la fase agó- nica, se deberá definir un programa de cui- dados y los objetivos globales de asistencia (ver tabla 2). Se debe establecer un esque- ma sobre los posibles problemas con los que nos podemos encontrar, número de cuidadores disponibles y el nivel y capaci- dad de estos. Debe existir una propuesta de Síntomas al final de la vida 255 • Paciente en hospital si tiene vía IV se mantiene. Si no vía subcutánea, si precisa. • En domicilio la vía de elección es la oral y la subcutánea ante cualquier emergencia. • Mantener medicación necesaria para el control de síntomas y máximo confort. • Suspender medicación innecesaria y no relacionada con el control de síntomas. • Suspender constantes, controles y pruebas innecesarias. • Revisar de forma regular síntomas y fármacos administrados. • Revisar si la medicación mantiene o provoca síntomas (agitación, disnea, etc.). • Ordenes para el control de síntomas de aparición brusca (disnea, agitación, dolor, etc.). • Dejar dosis extra de fármacos en domicilio y su forma de aplicación. • Mantener una comunicación fluida con la familia y cuidadores. • Dejar por escrito en la historia clínica el plan específico del paciente. • Anticiparse a los problemas graves (sangrados masivos, etc.) y su tratamiento inmediato. Tabla 2. Principios generales de manejo de síntomas
  • 6. organización a la familia, para que todos participen en los cuidados, evitando el ago- tamiento de alguno de ellos, pero sobre todo del cuidador principal. El paciente permanecerá en cama todo el tiempo que deseé, intentado conseguir el máximo bienestar posible. Se deberá expli- car, que en la habitación del paciente, se hable en tono normal, sin cuchicheos, ni lloros, teniendo especial cuidado en lo que se dice, pues el paciente puede oír, aunque esté en coma. En la mayoría de las ocasiones, el pacien- te puede deglutir algo hasta casi el final de la vida, pero en la últimas horas la debilidad es tal, que prácticamente el paciente es incapaz de tragar algunas gotas de líquido. Hay que explicar, por parte del equipo a la unidad familiar, porque el paciente no puede comer ni deglutir, intentando quitar el dramatismo que la familia da a este hecho. Medidas no farmacologicas Las medidas no farmacológicas son tan importantes como las pautas de tratamien- to específico. Estos cuidados van dirigidos a varios aspectos: Mejorar el bienestar del enfermo, atender al ambiente que le rodea, mantenimiento de la comunicación y orga- nizar la atención del enfermo con sus cui- dadores. Estas medidas son especialmente importantes en el domicilio, donde los equipos sanitarios actuarán como orienta- dores y consejeros, y la familia se encarga- rá de proporcionar los cuidados5 . Es impor- tante que la familia y los profesionales man- tengan la comunicación abierta con el enfermo, aunque este se encuentre estupo- roso o en coma. El paciente sigue captando sensaciones y estímulos. Es importante recordar que el tacto y el oído se conservan hasta el final de la vida. (ver Tabla 3). Higiene Se debe mantener la higiene corporal en todo momento adaptándola a la situa- ción del paciente. Aprovecharemos el momento del aseo para realizar las curas. Todas las maniobras de higiene se realiza- ran con exquisito cuidado y en la cama, con esponjas y jabones suaves. El objetivo del aseo en estos pacientes es el confort de los mismos y evitar los olores y la posible sobre infección de escaras y heridas abiertas. La piel del paciente se encuentra seca en la mayoría de los casos. Se recomienda a sus cuidadores el empleo de masajes corpora- les suaves con aceite o leche hidratante. En esta fase es frecuente la pérdida de control de esfínteres, lo cual provoca una sensación de humillación y pérdida de dig- nidad en el paciente consciente. Se ha de 256 Vicente Valentín et al. • Suspender las órdenes rutinarias. • Controlar la disnea, corrientes de aire. • Escuchar su música favorita. • Posición cómoda. Cambiar de postura con cuidado. • Cuidado de la boca. Evitar sequedad. • Técnicas de relajación. • Luz suave. • Limitar las visitas. • Tocar al paciente con cuidado. • Hablar suavemente sin llantos en su presencia. • Ninguna ventaja del Oxigeno Tabla 3. Intervenciones no farmacológicas
  • 7. actuar con extrema delicadeza, utilizando pañales, empapadores y protectores de col- chón. En caso de globo vesical, para favo- recer el confort del enfermo, se valorara uti- lizar el sondaje vesical. Boca Constituye un elemento importante de relación del paciente con su entorno. La debilidad del paciente, la medicación y la deshidratación, provocan una importante sequedad que está aumentada, en la fase final, al respirar por la boca. Son frecuentes también la aparición de infecciones micóti- cas. En todo momento, pero con más inten- sidad durante la agonía, debemos de procu- rar aliviar la sequedad de la boca y los labios. Las medidas locales son más impor- tantes que la hidratación por vía intraveno- sa. Se puede utilizar gasas mojadas en agua o manzanilla fresca para mojar la lengua, encías y paredes de la boca. Si hubiera res- tos en boca, se deberá retirar con una gasa mojada en agua de manzanilla y bicarbona- to. Se puede utilizar algún tipo de gel local. Alimentación e hidratación Ya se ha comentado, que la falta de ingesta es un elemento de incertidumbre para la familia, y esto ocasiona presiones al personal sanitario para la aplicación de sue- ros o sondas de alimentación. Se debe explicar a la familia, que el forzar la alimen- tación, en el paciente agónico, lo único que ocasiona son molestias sin beneficio. La sueroterapia no está indicada en el pacien- te moribundo pues aumentará las secreciones y la sensibilidad dolorosa lo que empeora los síntomas de la fase agónica. SINTOMAS COMUNES EN LA FASE FINAL Y SU TRATAMIENTO Los síntomas más comunes e impactan- tes en las últimas 48 horas de vida son el fallo cognitivo, el distress respiratorio y el dolor(1-2) . Dichos síntomas deben ser mane- jados y tratados utilizando, en ocasiones, tratamientos farmacológicos agresivos que garanticen su control, dado que otro tipo de intervenciones clínicas, no están justifica- das. Las claves en el manejo del control de síntomas, en los últimos días y particular- mente en domicilio, son la preparación y anticipación de los mismos. En los pacien- tes que están con medicación oral, debe planificarse otra vía de administración, por si fuera necesaria. La más cómoda, fácil y menos dolorosa es la vía subcutánea, que resulta de elección en la fase agónica tanto en el domicilio del paciente como en el medio hospitalario(13) . Debemos anticipar- nos a los síntomas más frecuentes, prepa- rando y dejando medicación a mano a la familia, que permita su aplicación inmedia- ta y facilite su control. Se deben dar instruc- ciones precisas a la familia, con respecto al pánico que en el momento de la muerte aparece y la llamada a los servicios de urgencia. Este personal de urgencias está entrenado para intervenciones como la resucitación, independientemente de las órdenes orales preestablecidas, y para evi- tar que esto suceda, se deben dejar instruc- ciones escritas y firmadas por el médico indicando que la resucitación en este tipo de pacientes, no se debe realizar nunca. Fallo cognitivo Es un síntoma muy frecuente y puede ser un indicador de fallecimiento próximo. Sus causas son múltiples, variando desde altera- ciones metabólicas, reacciones farmacoló- gicas o estados emocionales. Los cambios cognitivos más frecuentes son la somnolen- cia, el delirium y la agitación. Se debe des- cartar la existencia de retención urinaria o de fecaloma. Se revisará el tratamiento far- macológico y se comprobará si puede exis- tir una causa emocional no resuelta. La somnolencia no debe ser tratada sobre todo si la muerte es inminente. Se deben realizar todos los esfuerzos posibles (luz apropiada, ambiente tranquilo), que aporte un entorno lo más familiar y confor- table posible. Los opioides no deben ser uti- Síntomas al final de la vida 257
  • 8. lizados para la sedación terminal, pues pue- den causar agitación, diaforesis y alucina- ciones. Por tanto debe utilizarse un fárma- co sedante específico. El tratamiento se basa en el empleo de haloperidol por vía oral o subcutánea. Si no hay respuesta se empleará la clorpromazina recordando que es irritante por vía subcutánea. Si hay agita- ción se utilizará el midazolam. Problemas respiratorios Los problemas respiratorios más fre- cuentes son la disnea y las secreciones del tracto respiratorio superior (estertores). Deben ser tratados de forma agresiva, valo- rando de forma individual las dosis de medicación para controlar los síntomas. La disnea o sensación de falta de aire, es uno de los síntomas que más afecta al paciente y su familia por la angustia que genera. En el paciente puede aparecer la crisis de páni- co respiratorio que obliga frecuentemente a sedar al paciente. Los fármacos principales para controlar la disnea son los opioides (morfina) para la sensación de falta de aire y las benzodiacepinas para la ansiedad y taquipnea. En esta fase de la agonía el paciente se encuentra frecuentemente inconsciente y los estertores generan mucha ansiedad en la familia. Los fármacos más utilizados son la buscapina y escopolamina, cuyo objeti- vo es disminuir las secreciones. Es preferi- ble su prevención, pues una vez estableci- dos son difíciles de corregir. Hay que expli- car a la familia que los estertores no moles- tan al enfermo, ya que este no se da cuenta. La aspiración nunca está indicada. Dolor La mayoría de los pacientes atendidos en esta fase agónica están recibiendo opioi- des potentes. En esta fase el dolor incoerci- ble e incontrolable es raro, en la agonía el dolor puede pasar a ser un problema menor; el paciente está menos activo, por lo que la medicación de rescate (dolor incidental o irruptivo) es menos frecuente. Sin embargo hay que tener en cuenta una serie de pun- tos esenciales: 1. Evaluar frecuentemente la situación y el dolor del paciente. 2. Administrar las dosis adecuadas de analgésicos para el control del mismo. 3. Asegurar la absorción del fármaco planificando rutas de administra- ción alternativas. Si deja de tragar pasar de la vía oral a la subcutánea en dosis equivalentes. 4. No suspender de forma brusca la administración de los opioides en el paciente inconsciente pues existe el riesgo de agitación y/o del síndrome de abstinencia. 5. Si no son necesarios, no mantener de forma regular los analgésicos pres- critos, pues puede aumentar la seda- ción y si espaciarlos en el tiempo. 6. Dejar órdenes específicas de no administrar naloxona, ni realizar medidas de resucitación. En ocasiones hay situaciones de emer- gencia o difíciles, que pueden aparecer y que debemos intentar tener previstas. Si estas aparecen y a pie de cama, se debe administrar de forma inmediata la medica- ción necesaria, preferentemente en forma de bolo subcutáneo, o por vía intravenosa; tanto por personal clínico o por algún miembro de la familia al que previamente hayamos instruido(14) . Debemos recordar que durante todo el proceso agónico, son también importantes las medidas no farmacológicas en el control de síntomas (ver tabla 3). SEDACION Como hemos mencionado, existen situaciones determinadas en la que los sín- tomas no pueden ser controlados sin la sedación del paciente. En la sedación, se administran fármacos de forma consciente, a las dosis y en combinaciones adecuadas, que ayuden a controlar los síntomas o aque- llas situaciones intolerables, resistentes al 258 Vicente Valentín et al.
  • 9. tratamiento previamente pautado y que pueden provocar la disminución en la cons- ciencia del paciente(15) . En 1991 Roy(16) señalaba que “no debe- rían escatimarse esfuerzos clínicos ni cientí- ficos para liberar a los pacientes terminales de atroces dolores que invadan, marchiten y dominen su conciencia, y que los dejan sin espacio físico o mental para las cosas que quieren pensar, decir o hacer antes de morir”, lo que constituye todo un principio de actuación. Pero también y como se ha presentado en otras ocasiones(17) , las impli- caciones emocionales y éticas en la seda- ción son muy importantes, teniendo espe- cial cuidado con los roles de identificación personal, valorando e identificando quién sufre ¿El paciente, la familia o el equipo tera- péutico? y teniendo especial cuidado con las “culpabilidades” asociadas(17) . Por todo, es importante conocer y recoger la opinión del enfermo de forma anticipada, que la familia puede participar en la decisión y el equipo terapéutico valore en su contexto (domicilio - hospital) el estado funcional del enfermo en su vertiente física, sintomática y cognitiva ante un síntoma prevalente que implica un sufrimiento insoportable. Por todo lo expuesto, la indicación de sedación en el paciente avanzado moribun- do puede oscilar entre el 1% y el 72%(18,19) que motiva, cuando menos, alguna refle- xión individual. De una forma general, la sedación realizada con las connotaciones ya indicadas es necesaria entre un 20-25% de todos los pacientes, aunque la utiliza- ción de la vía subcutánea es empleada en el 70% de los pacientes atendidos y que fallecen en su domicilio(20) . Los síntomas que motivan la sedación activa, varían en su indicación de una for- ma evidente entre los diferentes autores(14- 18) , pero estableciendo una media pondera- da, se muestran los síntomas prevalentes en la tabla 4. Las dosis óptimas de los fármacos empleados en la sedación son aquellos en los que el paciente parece dormido de for- ma natural, sin mostrar inquietud o taquip- nea. (ver tabla 5). Síntomas al final de la vida 259 DOLOR ...................................................................................................................... 22 % DISNEA ...................................................................................................................... 38 % DELIRIO/AGITACION ................................................................................................ 39 % HEMORRAGIA ............................................................................................................ 9 % NAUSEAS/VOMITOS .................................................................................................. 6 % MALESTAR GENERAL/ASTENIA ................................................................................ 20 % ANGUSTIA/DISTRESS PSICOLOGICO ...................................................................... 21 % Tabla 4. Indicaciones de la sedación • Morfina IV o SC según utilización previa o como se precise. • Midazolan 5-60 mg/24h SC. • Haloperidol 2,5–5 mgr VO, 5 -25 mg /24h SC. • Escopolamina 0,5-1 mg /4-6 h s.c. • Fenobarbital 200mg/bolo iv–sc luego 25mg/h. • Propofol 10 mg/h. i.v. y bolus de 20–50 mg si fuera precio. • Clorpomazina 12,5–25 mgr cada 6 h. Tabla 5. Medicación empleada en la sedación
  • 10. ASPECTOS ESPIRITUALES La espiritualidad y la religión obviamen- te, representan y tienen un papel importante en el acompañamiento de los procesos de enfermedad y muerte del paciente. La religión es un conjunto de prácticas y leyes que te per- miten pertenecer a un sistema especifico de creencias, mientras que la espiritualidad es la búsqueda del significado y de la realidad absoluta,quesubyaceenelmundodelossen- tidosydelamuerte.Elmédicodeberíasersen- sible a las diferencias culturales y al papel que estas juegan en la vida del enfermo. Es impor- tante contar con los miembros de la comuni- dad religiosa para que den apoyo y soporte a la familia y al paciente, utilizando sus prácti- cas religiosas o espirituales y que aseguren los rituales mortuorios de forma apropiada y con el respeto que merecen(21) . CONSEJOS PARA SITUACIONES DIFICILES Hay situaciones en que los hechos no suceden como estaban planeados. Habitual- mente cuando esto ocurre, la preparación tanto del paciente como de la familia, no ha sido la adecuada. La llegada de un paciente lejano poco informado, o la existencia de una familia desestructurada que no puede manejar más el estrés de la situación, preci- sa la actuación de los psicólogos, psiquiatras, religiosos que pueden ayudar cuando el equipo se ve sobrepasado, golpeado y para- lizado. Es importante para el médico, no per- mitir que el cuidado y la comunicación se vean afectados en estas situaciones. DUELO Como es conocido, constituye el proce- so de adaptación a las reacciones físicas, psicológicas y sociales que conlleva la pér- dida. El duelo patológico es una intensifica- ción del duelo o una conducta inadaptada y en él que nunca se llega al final del pro- ceso. Este duelo patológico lleva a la repe- tición estereotipada o la presencia de múl- tiples interrupciones del proceso de cicatri- zación de la herida producida por el falle- cimiento del familiar. Es importante deter- minar que miembros de la familia pueden desarrollar este proceso al ser sujetos de riesgo y que situaciones, durante la agonía, pueden favorecerlo (ver tabla 6). Las experiencias que hayan tenido los miembros de la familia en el cuidado del paciente, antes de la muerte, influyen en la aceptación de la misma. Familias que hayan sufrido mucha tensión durante el cuidado activo, puede predecir un duelo difícil, pro- longado en el tiempo y doloroso. Esto pue- de ocurrir, sobre todo, en pacientes que han padecido enfermedades crónicas e incapa- citantes con una evolución larga. En ocasio- nes, la utilización de medidas sencillas pue- den ayudar a dar soporte a los familiares y ayudar al equipo a detectar situaciones de riesgo de duelo patológico, evitando que este se produzca. Por ejemplo, si la familia no está presente en el momento de la muer- te, hay que hacerle saber que su familiar murió confortablemente, sin sufrimiento. Es conveniente mandar una carta de condolen- cia o hacer una llamada de teléfono después de que hayan transcurrido unos días del fallecimiento, interesándose por la situación de la familia y haciendo saber que se está dispuesto a contestar cualquier duda o pre- gunta que ellos tengan. También es útil conocer los recursos de la comunidad que se puedan utilizar, por si se produjera esta situación de duelo patológico. CONCLUSIÓN Si hay algo universal en la vida de todo ser humano es el sufrimiento y la muerte. La atención a la fase agónica debe procurar cubrir las necesidades del enfermo y fami- lia en las circunstancias, mediaciones y condiciones que rodean la agonía y muer- te del enfermo. La dignidad es una cualidad intrínseca de la persona, que deberíamos saber mantener y respetar hasta el momen- to de la muerte. El establecimiento de un acuerdo de prioridades y objetivos con el paciente, es importante para restablecer y 260 Vicente Valentín et al.
  • 11. mantener la confianza. Necesita saber que no se le abandonará y que cuenta siempre como persona, aunque se esté muriendo. Los médicos, enfermeras, auxiliares, psicó- logos, etc. constituyen tan solo, una parte del equipo que atiende del cuidado integral del paciente en la situación final. El alivio de los síntomas y el mantenimiento del apo- yo psicosocial, ayudan a conseguir el obje- tivo de una muerte digna y prevenir, en lo posible, el proceso de duelo patológico en la familia. Resulta fundamental utilizar todos los recursos de la comunidad, siendo esencial la coordinación y comunicación fluida entre los distintos niveles asistencia- les, en busca del objetivo común que es la atención integral del paciente agónico. El papel del médico durante la fase final es difícil y exigente, pero es importante para el paciente, la familia y el buen funciona- miento del equipo, siendo gratificante si alcanzamos el objetivo común marcado, morir dignamente, tras la coordinación y el esfuerzo de todos. Pero alcanzar este obje- tivo resulta mucho más fácil y asumible cuando la atención a la agonía no es una atención aislada, pero trascendente, en el devenir clínico; sino que constituye el pro- ceso final de la atención continuada que comenzó en el momento del diagnóstico. REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS 1. Ferlay J, Bray F, Pisani P and Parkin DM. GLOBOCAN 2000: Cancer Incidence, Mortality and Prevalence Worldwide, Ver- sion 1.0. IARC Cancer Base No. 5. Lyon, IARC Press, 2001. [En línea] URL disponi- ble en: http:// www.dep.iarc.fr/globocan/ globocan.html. 2. INE. Movimiento Natural de la Población Española: Defunciones según la causa de Síntomas al final de la vida 261 El familiar es: • Una madre/padre que han perdido un niño. • Incapaz de enfrentarse a la enfermedad. • Incapaz de llevar la responsabilidad del cuidado. • Una persona con incapacidad física y dependiente. • Una persona emocionalmente dependiente. • Una persona económicamente dependiente. • Tiene niños menores de 16 años. • Antecedentes de enfermedad mental. • Antecedentes de dependencia para alcohol y drogas. • Poca capacidad de enfrentarse a los problemas. • Frecuentes estallidos de cólera. • Dificultad para cuidarse a si mismo. • Problemas para conciliar el sueño. • Frecuentes problemas somáticos. • No es capaz de aceptar ayuda de otros. • Presenta de forma concurrente una crisis en su vida. • Conocía el riesgo de suicidio del paciente. • Muerte de otro familiar cercano en los últimos tres meses. • Episodio de pérdida en los últimos 3 meses (trabajo, divorcio, etc.). Tabla 6. Factores de riesgo de duelo patológico
  • 12. muerte 2001. Madrid. INE. 2001. [En línea] URL disponible en: http:// www.ine.es.html 3. Adams J. ABC of palliative care. The last 48 hours. BMJ 1997; 315:1600-1603. 4. World Health Organization Regional Offi- ce for Europe. Palliative Cancer Care. La Haya. 2002. 5. Pérez Cayuela P, Valentín V, Rosa J, Ause- jo M y Corral C. Programa de Coordina- ción para la Asistencia Domiciliaria al Paciente Oncológico Terminal en el Area XI - INSALUD. Madrid. 1992. 6. Nelson KA, Walsh D, Behrens C. The dying cancer patient. Semin Oncol 2000; 27 (1); 84-9. 7. Ellershaw J, Ward C. Care of the dying patient: the last hours or days of life. BMJ 2003; 326: 30-4. 8. Valentín V, Murillo M, Valentin M, Royo D. Cuidados continuos. Una necesidad del paciente oncológico. Psicooncologia. 2004; 1: 155-64. 9. Bueno Casas M y Mateos de la Calle. La comunicación con el paciente y la fami- lia. En: Valentin Maganto V, editor. Onco- logía en Atención Primaria. Madrid: Nova Sidonia. 2003; p. 829- 37. 10. Sebastián J, Alonso C. El proceso de adap- tación a la enfermedad e intervención psi- cológica. En: Valentin Maganto V, editor. Oncología en Atención Primaria. Madrid. Nova Sidonia. 2003; p. 791- 801. 11. Lichter I, Hunt E. The last 48 hours of life. J Palliat Care 1990; 6: 7-15. 12. Ventafrida V, Ripamonti C, DeConno F. Symptom prevalence and control during cancer patients last days of life. J Palliat Care 1990; 6: 17-21. 13. Valentín M, Murillo B, Azcoitia M, Ausejo Y, Carretero, Pérez Cayuela P. Control del dolor y prescripción de medicamentos en un programa de atención domiciliaria al paciente oncológico terminal. Rev Oncol 1999; 22 (1): 39-48. 14. García Rodríguez ED. Cuidados en la situa- ción de agonía. En: Valentin Maganto V, editor. Oncología en Atención Primaria. Madrid. Nova Sidonia. 2003; pp 653-62. 15. Twycross R. The terminal phase, in Doyle D, Hanks G, MacDonald N, editor. The Oxford Textbook of Palliative Medicine. Oxford UK. Oxford University Press, 1998, p. 984. 16. Roy DJ. Need they sleep before they die? J Palliat Care 1991; 6 (3): 3-4. 17. Barbero Gutierrez J. Bioética y cuidados paliativos. En: Valentín Maganto V. Editor. Oncología en Atención Primaria. Madrid. Nova Sidonia. 2003; p. 699-746. 18. Porta J, Yila-Catala E, Estibalez A, Grimau I. Estudio multicentrico catalano-balear sobre la sedación terminal en cuidados paliativos. Med Paliat 1999, 6 (4): 153-8. 19. Pérez de Lucas N y Lopez Martínez de Pini- llos JF. Opinión y utilización de la sedación terminal en el ámbito de la Atención Pri- maria. Med Paliat 2004. 11 (1); 6-11. 20. Valentín V, Pérez Cayuela P, Ausejo M, Corral C y Azcoitia B. ¿Es posible una aten- cióndecalidadalPOTdesdelaAtenciónPri- maria? Centro de Salud. 1995; 12: 253-4. 21. Smyth P, Bellamare D. Spirituality, pasto- ral and religión: The need for clear distinc- tions. J Palliat Care 1988; 4: 86-8. 262 Vicente Valentín et al.