José Ramón Muñiz Álvarez , Poeta y Profesor de secundaria
José Ramón Muñiz Álvarez
Poeta y profesor español. Nació el 6 de abril de 1974 en la villa de Gijón España.
Su niñez se desarrolló en Candás, Asturias (Consejo de Carreño). La belleza y carácter de
la naturaleza de su tierra natal marcaron una sensibilidad especial hacia las artes y la
lectura de poemas, empezando a escribir muy tempranamente. La variedad de su obra se
extiende desde los géneros poéticos, sin excluir el humorismo de algunas composiciones
hasta sonetos de temas graves y de profundas trascendencias, en los que se medita sobre el
amor, la muerte y la existencia, sin dejar de lado algunas composiciones teatrales
redactadas en verso, rasgo poco común en los dramaturgos de nuestro tiempo, y que
producen la particularidad de la escritura de Muñiz, un estilo que se enmarca en el
Neobarroco, estilo que queda de manifiesto en la publicación de su libro:”Las campanas de
la Muerte” ( 2010)
Los poemarios de Muñiz Álvarez son la mayoría de las veces compilaciones de sus sonetos,
escritos con gran virtuosismo. Otras formas en las que el poeta se siente a gusto son la silva
blanca y la espinela. Este es el esquema que usa en muchos de sus poemarios: “Las
campanas de la muerte”, “El libro de los fresnos” (de poesía amorosa, fundamentalmente),
“Por los caminos de Soria”, “Poemas para los alumnos sorianos” o las cuatro partes de “Las
nieves y el granizo en lo lejano”.
“LAS CAMPANAS DE LA MUERTE”
“Las campanas de la muerte” es el resultado de un proceso creativo que fue interrumpido
en sucesivas ocasiones: motivó su aparición el fallecimiento de la abuela del poeta. Muchos
poemas se reunieron para un texto que iba a ser publicado como “Las mansiones de la
muerte” y luego “Las campanas de la muerte”. Pero a estos añadió nuevos poemas
dedicados a su otra abuela, que falleció más tarde, y a un tío abuelo. El resultado final es
una trilogía cuyas partes son “Arqueros del alba” (dedicado a María Dolores Menéndez
López), “Ballesteros de la tarde” (dedicado a Pilar Muñiz Muñiz) y “Lanceros del ocaso”
(dedicado a Gervasio Muñiz Muñiz).
El libro apareció en una modesta edición de quinientos ejemplares en el año 2010. Esto no
impidió que el libro fuera bien recibido: ha sido mostrado en la red a un público más
amplio y multinacional, con lo que la obra fue conocida fuera de las fronteras de España.
El tono del libro es siempre melancólico, mostrando diversas actitudes ante la muerte,
desde la resignación hasta la voluntad de desafiar a la muerte. Es un texto no exento de
cierto barroquismo, pues por su temática, los poemas pueden recordar las más hondas
preocupaciones de don Francisco de Quevedo y Villegas, pero las formas son
evidentemente mucho más semejantes a las del estilo de Luís de Góngora.
LAS CAMPANAS DE LA MUERTE: LOS ARQUEROS DEL ALBA
“Arqueros del alba”
Para María Dolores Menéndez López
Soneto I
El viento helado que rozó el cabello,
Llenándolo de escarcha y de blancura,
No osó matar su hechizo, su ternura,
Sus luces, sus bellezas, su destello:
Manchado de granizo fue más bello,
Más puro que la nieve cuando, pura,
Desciende de los cielos, de la altura,
Tan diáfano que el sol luce en su cuello.
Hiriéronla los años, la carrera,
El rápido correr hacia el vacío,
Más no perdió la luz de su alegría.
Sus risas, floración de primavera,
Fluyeron como, rápida en el río,
El agua en su correr, helada y fría.
Soneto II
Un ángel vi de niño en la mirada
De aquella anciana dulce y cariñosa,
Más bella que la aurora perezosa
Cuando apagó su voz de madrugada.
En su cabello blanco la nevada
Hirió el color luciente de la rosa,
Y el pardo de sus ojos hizo hermosa
De su mirar la luz, alma hechizada.
De niño vi en su rostro la dulzura
De aquella vieja a la que, agradecido,
Besaba con amor en la mejilla.
Su voz hablaba llena de ternura,
Amable siempre, en tono suspendido,
Mostrando, con amor, su alma sencilla.
Soneto III
La orilla alborotó un mar coralino
Y el cielo asaltó, puro y despejado,
Aquel caballo raudo que, embrujado,
Pincel se hizo del aire cristalino.
Y hallaste, al avanzar en el camino,
Crepúsculos sin voz, un mar dorado,
Y pudo descansar, ya fatigado,
Tu aliento, firme ayer, hoy peregrino.
La noche vino larga y duradera
Con el amanecer, robando el día,
Su luz, su brillo, toda la hermosura: