1. LOS DONES DEL ESPIRITU
SANTO
Preparado por
Humberto E. Corrales
2013
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2. ¿Qué son?
-Son los que sostienen la vida moral de los cristianos.
-Son disposiciones permanentes que hacen a los fieles
dóciles para seguir los impulsos del Espíritu Santo.
-Completan y llevan a su perfección las virtudes de
quienes los reciben.
-Hacen a los fieles dóciles para obedecer con prontitud a
las inspiraciones divinas.
Pertenecen en plenitud a Cristo, Hijo de David: “Una
rama saldrá del tronco de Jesé, un brote surgirá de
sus raíces. Sobre él reposará el Espíritu de
Yahvé, espíritu de sabiduría y
discernimiento, espíritu de prudencia y
valentía, espíritu para conocer a Yahvé y para
temerlo” (Is 11, 1-2)
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3. ¿Cuántos son?
Los dones del Espíritu Santo son siete:
1. Sabiduría
2. Inteligencia
3. Consejo
4. Fortaleza
5. Ciencia
6. Piedad
7. Temor de Dios
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4. SABIDURÍA
Gusto para lo espiritual, capacidad de
juzgar según la medida de Dios.
-Nos hace comprender la maravilla insondable de
Dios y nos impulsa a buscarle sobre todas las
cosas y en medio de nuestro trabajo y nuestras
obligaciones.
-No es para que sepamos muchísimo de muchas
cosas; sino para perfeccionar en nosotros el
amor, la caridad.
-Las almas privilegiadas que de manera habitual han
recibido ese don, han amado a Dios como no
tenemos ni idea; han aparecido ante el mundo
como personas valientes y decididas capaces de
hacer por Dios y por la gente lo que fuera
necesario.
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5. INTELIGENCIA
Para comprender con mayor claridad la
Palabra de Dios y profundizar las
verdades reveladas.
Con él se entienden más fácilmente los más
profundos misterios; se comprende por
ejemplo la santidad de la Virgen María; la
grandeza de la Santa Misa, y su valor
infinito... por medio de ese admirable don se
ilumina nuestro entendimiento y nos confiere
una fuerza y una eficacia santificadora.
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6. CONSEJO
Ilumina la conciencia en las opciones que la
vida diaria le impone, sugiriéndole lo que
es lícito, lo que corresponde, lo que
conviene más al alma.
-Nos señala los caminos de la santidad, el querer de
Dios en nuestra vida diaria, nos anima a seguir la
solución que más concuerda con la gloria de Dios
y el bien de los demás, y no fracasar con nuestros
criterios personales.
-Ayuda mucho a esa virtud tan rara y muy pocas
veces tomada en cuenta que es la Prudencia,
virtud casi desconocida y raras veces empleada en
nuestro actuar.
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7. FORTALEZA
Para obrar valerosamente lo que Dios quiere de
nosotros, y sobrellevar las contrariedades de la
vida. Para resistir las instigaciones de las
pasiones internas y las presiones del ambiente.
Supera la timidez y la agresividad.
-Nos alienta continuamente y nos ayuda a superar las
dificultades que sin duda encontramos en nuestro caminar
hacia Dios. Una fuerza única absolutamente necesaria en
nuestros tiempos para poder resistir el mal y hacer siempre
el bien, sin cansarnos, como nos enseña San Pablo, y que
actúa según la necesidad del momento.
-Las causas de Dios son costosas; exigen muchas veces la
vida misma. Por algo la Iglesia creció con la sangre de sus
mártires.
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8. CIENCIA
Nos da a conocer el verdadero valor de
las criaturas en su relación con el
Creador.
Se trata de la ciencia verdadera que merece la
vida entera por conocerla y gustarla, y que
nos lleva a juzgar con rectitud de las cosas
creadas y a mantener nuestro corazón en
Dios y en lo creado en la medida que nos
lleve a Él.
Perfecciona la fe que debemos transmitir a los
demás, como el mejor servicio que se le
puede prestar a los hombres.
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9. PIEDAD
Sana nuestro corazón de todo tipo de
dureza y lo abre a la ternura para con
Dios. Poder clamar ¡Abba, Padre!
Nos mueve a tratar a Dios con la confianza
con la que un hijo trata a su Padre. Con
este don, el Espíritu Santo nos hace
descubrir a Dios como Padre y quererle
con todas nuestras fuerzas; de paso nos
estimula a querer a los demás como
hermanos, como la beata Teresa de
Calcuta quería a los pobres.
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10. TEMOR DE DIOS
Espíritu contrito ante Dios, consciente de
las culpas y de la justicia divina, pero
dentro de la fe en la misericordia divina.
Temor a ofender a Dios, humildemente
reconociendo nuestra debilidad.
Temor filial que nos induce a huir de las
ocasiones de pecar, a no ceder a la tentación, a
evitar todo aquello que desagrada a Dios, a
temer radicalmente separarnos de Dios a quien
amamos como Padre y es nuestra razón de ser
y de vivir. Por supuesto que, si al perder a
Dios se pierde el cielo donde Él habita con sus
santos, se puede uno imaginar lo terrible que
tiene que ocurrir en el corazón.
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11. Es bueno que nos familiaricemos con el Espíritu
Santo; descubramos y agradezcamos el milagro
amoroso de su presencia en nuestros corazones,
con esa suavidad y fortaleza, solo perceptible
cuando lo aceptamos plenamente como nuestro
abogado, que no cesa de interceder por nosotros
ante el Dios Padre “con gemidos inefables”.
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