2. Elige el momento y el lugar apropiado, ya que puede
influir negativamente en las interacciones y tener
resultados contraproducentes.
Procura hablar con los menores cuando te encuentres
en un estado emocional positivo. Si no es el caso,
espera a recuperarte. Hacerlo cuando estás enfadado
o nervioso provocará una situación conflictiva que no
es deseable.
Escucha activamente las razones y argumentos que te
ofrecen los menores para establecer un vínculo de
atención y motivación en la conversación.
Procura mostrarte implicado así como demostrar que
sabes ponerte en su lugar a través de tus mensajes y
tus gestos.
3. Realiza preguntas abiertas para comenzar la
conversación para posteriormente hacer preguntas
más específicas en torno al tema de conversación.
Implica a los menores pidiéndoles su opinión en
torno a un tema concreto. Hazlos partícipes para que
perciban que ellos también son protagonistas.
Cuando hables con los menores expresa tus deseos,
sentimientos y opiniones, así facilitarás una mejor
comprensión y actuamos como modelos, lo cual
facilitará la comunicación del menor con el educador.
Utiliza mensajes consistentes y evita discursos vagos
y difusos.
4. Muestra tu aceptación o acuerdo (total o parcial) respeto
de una crítica, objeción o acuerdo. Debemos saber aceptar
las críticas y reconocer los argumentos de los menores.
Ajusta el discurso (forma y contenido) a las características
personales de cada menor y a los objetivos de la
conversación. Utiliza el mismo código de comunicación
que el menor, pero sin caer en un lenguaje vulgar o
irrespetuoso.
Intenta proveer la información de forma positiva, es decir,
focaliza la atención sobre los aspectos positivos y no sólo
exclusivamente sobre los negativos.
Procura mostrar una actitud recompensante en tus
interacciones, señalando y reforzando las conductas que
consideramos positivas. Menciona las conductas positivas
y realiza observaciones en relación a ellas.