1. Queridos amigos:
No se puede hablar de la situación sanitaria independientemente de la situación en
general, teniendo en cuenta la educación, la justicia, el ejército, las infraestructuras, etc.
Es un aspecto en el conjunto de los presupuestos del estado, en el que con un poco de
suerte se puede conocer la cantidad destinada a la sanidad, pero nunca se logrará
conocer en qué se ha empleado dicha cantidad.
A pesar de contar con un gobierno libremente elegido por el pueblo, el país sigue
caminando por unos derroteros semejantes a los de los tiempos del Presidente Mobutu.
La autoridad es un ente intocable, que puede actuar libremente sin que nadie pueda
pretender sin correr riesgos, el conocer los detalles del dinero confiado.
La dificultad que tiene el pueblo congoleño para llevar a cabo una sana gestión del
dinero que se les ha confiado, es que por cultura el individuo por sí mismo no existe
sino que es parte de un grupo, bien sea la familia, el clan o la tribu, capaces de ejercer
una fuerte presión sobre ese familiar afortunado, quien se siente moralmente obligado a
repartirlo entre los suyos una parte de ese dinero que se la he confiado con el
consiguiente detrimento de aquellos a los que en principio se les había destinado.
Esta forma de obrar se ha convertido en práctica corriente, hasta el punto de
considerarla como algo normal y aunque lo critiquen y consideren que está mal actuar
de esta manera, quien esto lo dice, si algún día llega a ocupar un puesto de
responsabilidad, caerá en el mismo pecado. No se hacen auditorías
en los ministerios, ni a los dirigentes de las empresas estatales. Si el
departamento o la empresa funcionan hacen la vista gorda.
Dicen que cuando Mobutu tenía que hacer algún viaje al
extranjero, pedía un millón de dólares para gastos del viaje al
Ministro del Interior, éste pedía dos al Ministro de Hacienda, el cual
pedía tres al Director del Banco Central, el cual sacaba cuatro para
este mismo fin. Todo el mundo se lucraba con el viaje del Presidente
y nadie iba a la cárcel por actuar de esta forma.
2. El Ministro de Defensa recibió varios millones de dólares para mejorar el ridículo
sueldo de los militares que están arriesgando sus vidas luchando contra los guerrilleros
en el Este del país. Ese dinero no les llegó a los interesados y cuando la MONUSCO
denunció el hecho, le dijeron que no debe meterse a resolver los problemas del país que
está defendiendo.
Hasta no hace mucho, los directores de las escuelas percibían el dinero de los
maestros y algunos de éstos trataban de hacer negocio con ese dinero, retrasando en dos
semanas, por ejemplo, la paga de los maestros. Durante ese tiempo, hacían comercio,
comprando al por mayor maíz, alubias, pescado seco, etc., para luego venderlo al por
menor. Si ganaban en la compra-venta, les pagaban a los maestros y si perdían, los
maestros tendrían que arreglárselas para seguir viviendo. Viendo las irregularidades y
las protestas de las víctimas, ahora han decidido que cobren por el Banco y la situación
ha mejorado.
En la Sanidad debe ocurrir algo parecido porque aunque desconozco si los dones
que reciben son suficientes para atender a la población necesitada, pero los enfermos
son como un modo de enriquecimiento para los agentes sanitarios, y a veces, no ponen
el tratamiento a un enfermos si antes no se les ha dado una propina, aunque esté en
juego la vida de la persona.
Dicen que el gobierno reparte medicinas en los centros hospitalarios, pero dichas
medicinas no llegan a los pacientes. Los médicos, enfermeros, se encargan de ir
desviando partidas hacia sus farmacias privadas a las que tienen que acudir luego los
enfermos para procurárselas, si es que disponen de medios económicos para ello. Ahí
entra en juego la solidaridad del clan. El necesitado, recorrerá de puerta en puerta, los
hogares de todos sus parientes hasta lograr lo necesario para el pago de las medicinas.
Puede tratarse de tratamientos indispensables para hacer frente a una epidemia:
cólera, disentería, etc., cuyo tratamiento es totalmente imprescindible para recobrar la
salud, pero en ocasiones, se cierran los ojos a la miseria y se hacen oídos sordos al
clamor de los que lloran la pérdida de sus seres queridos. Algunas veces se denuncian
estos casos, pero dichas denuncias quedan sin efecto porque son desoídas por las
autoridades sanitarias o se corrompe a los que debieran administrar la justicia.
La impunidad reina en el ambiente.
Hace unos años, tanto el hospital del
gobierno como el de la empresa minera
estaban equipados para hacer frente a
cualquier enfermedad, con el instrumental
necesario en la sala de operaciones,
microscopios en los laboratorios, aparatos
especiales para detectar algunas
enfermedades, etc. De todo eso no queda
más que el recuerdo en las mentes de los
veteranos, que han conocido tiempos mejores y deploran la realidad actual.
Hoy en día, los cirujanos conservan su instrumental bajo candado porque lo que
queda para uso común de todos ellos, poco apoco va cogiendo rumbos distintos hasta ir
3. a parar a las numerosas clínicas privadas que van surgiendo como hongos y donde los
médicos ejercen la medicina de forma privada, en las que obtienen unas ganancias que
no consiguen en el gobierno o en las empresas, pero en detrimento de las clases
necesitadas que difícilmente pueden hacer frente a las tarifas que se muestran en las
puertas de sus clínicas.
No solamente ha desaparecido una buena parte del instrumental de los grandes
hospitales, sino también los colchones, sábanas, uniformes de los enfermeros, batas.
Todo ha sido “desplazado” a esos lugares en los que los médicos y enfermeros practican
la sanidad privada. Todo el mundo está al corriente de lo que acontece pero nadie toma
cartas en el asunto e intenta poner un punto final a esta situación.
En algunos hospitales grandes, un enfermo recibe unas medicinas del doctor que
atiende la sala y que cuando haga la visita a los enfermos, prescribirá alguna de esas
medicinas que ha depositado en el que se va a encargar de venderlas, para de esta
manera asegurarse unas ganancias con las
que redondear sus escasos salarios.
La desorganización reinante es de tal
categoría que durante largos períodos, el
mayor hospital de Likasi no disponía ni de
aspirinas, alcohol, hilos para sutura, etc., y
cuando un paciente pasaba por la consulta
de un cirujano y éste decidía intervenirle, le
presentaba al enfermo una lista con todo lo que necesitaba para realizar la intervención:
suero, antibióticos, compresas, hilos de sutura, anestesia,, vendas, etc., y solo cuando el
paciente presentaba al cirujano la totalidad de lo que se exponía en la lista, le fijaría un
día para la intervención. Esto hacía que muchos ni se presentaran al cirujano y otros
tardaran días y semanas en completar lo necesario recurriendo a todos los miembros de
la familia.
La permisividad o la anarquía se han convertido en algo normal y quien dispone
de algunos medios económicos, procura abrir una “clínica” por su cuenta. Se trata de
una casa normal, que generalmente no son de
grandes dimensiones, a la que le llaman “clínica”
“ambulatorio” o “centro de salud” o cualquier otro
título que se le quiera dar.
En cada habitación se colocan tres o cuatro camas,
sin apenas espacio para pasar entre ellas y una
habitación reservada para consultas, con un solo
W.C. de no más de un metro cuadrado, en el que
un agujero en el centro indica el lugar por el que
tienen que atravesar todos los desperdicios
humanos, sólidos o líquidos y por el que también
se arrojan las compresas, vendas, que se han
utilizado en el ambulatorio.
Otro apartado de las mismas dimensiones sirve también de ducha para la que cada
uno tendrá que llevar su propio balde con agua cogida de la fuente más cercana ya que
la casa no dispone de agua en su interior.
4. Siguiendo con este desbarajuste, nos encontramos con un personal sanitario en el
que no todos alcanzan la categoría de “enfermeros”, sino que han aprendido muchos
conocimientos trabajando de asistentes de los doctores cuando pasaban la visita a los
enfermos, escribiendo los tratamientos que recetaba, tomándoles la temperatura, etc.
Pero mucha gente que se siente enferma y no cuenta con lo necesario para presentarse
ante un médico de verdad, acude a ellos, a quienes les cuentan sus desgracias y ante la
permisividad de las autoridades, se permiten recetar, diagnosticar et incluso tienen la
osadía de convertirse en cirujanos y actuar como tales.
Uno de esos, trabaja como dentista en el hospital. Nunca se ha sentado en los
bancos de la Universidad y sus conocimientos no provienen de los libros de texto, ni de
las explicaciones de los profesores, sino de las horas que ha pasado como ayudante en la
consulta del dentista, proporcionándole las pinzas que pedía o preparando la pasta para
crear un molde que le permitiera obtener la forma de una prótesis.
A la marcha del dentista, él ha sido quien le ha reemplazado y ahora pone en
práctica lo que ha estado viendo durante tantos años y se permite hacer extracciones,
empastes, y lo que hiciera falta.
No tiene demasiada buena fama porque sus actuaciones no siempre son brillantes.
En ocasiones, los pacientes salen agarrándose la mandíbula e incluso hablan de que ha
sido el causante de algunas defunciones por las averías que ha ocasionado en las bocas
de los sufridos pacientes. A pesar de las quejas, sigue trabajando en el hospital.
Conociendo lo que ocurre, cuando tengo que acudir a un dentista, prefiero desplazarme
hasta Lubumbashi, aunque está a
125 Km de distancia.
Pero gozan de mucha
popularidad entre la gente porque
su “medicina” está más al
alcance de sus bolsillos y acuden
a ellos para solucionar sus
dramáticas situaciones pensando
que habrán aprendido mucho ya
que ha estado trabajando durante muchos años junto a médicos que han atendido tantos
enfermos.
En general, son estos enfermeros a quienes les llaman “doctor”, que ponen cara
seria para darse importancia y usan batas blancas, los que han transformado sus casas en
“Centros de Salud” “Clínicas” “Dispensarios” donde venden las medicinas que han
llevado de sus lugares de trabajo y no es extraño encontrarse en el patio de su casa con
un paciente sentado sobre una silla, a la sombra de un manguero, de una de cuyas ramas
cuelga un suero o un “gota a gota”, que con un poco de suerte le ayudará a recobrar las
fuerzas.
Digo que con un poco de suerte, porque todos estos pretendientes a doctores en
medicina, ninguno de ellos dispone de un laboratorio clínico y generalmente tratan a sus
pacientes contra la malaria, una enfermedad muy corriente, de la que casi todos los
enfermos tienen algunos síntomas, pero no tienen en cuenta que hay pacientes que
5. vienen aquejados de otras dolencias: fiebres tifoideas, infecciones pulmonares,
problemas gástricos, pero todo el mundo recibe primero el tratamiento contra la malaria
y si no se ha curado de su enfermedad,
entonces intentan utilizar otras medicinas que,
en realidad, pueden ser más convenientes para
tratar la enfermedad que les hace sufrir. De
esta manera, el paciente pierde un tiempo
precioso, atacando una enfermedad
inexistente, que en ocasiones puede acarrearle
consecuencias mortales.
También existen los que dicen contar con
un laboratorio, sea de verdad o de mentira, y
realizan extracciones o recogen la orina con ese fin. Los más honrados llevan las
muestras a escondidas para ser analizadas en algún hospital y los más desaprensivos dan
la respuesta que les parece sin inquietarse demasiado de la salud de quienes se han
confiado a ellos.
Afortunadamente, esta situación va a desaparecer dentro de poco tiempo, ya que la
Universidad ha abierto sucursales en los grandes centros urbanos y hay mucha gente
que se prepara para estudiar medicina.
De hecho, ya van saliendo cada vez más diplomados que no encuentran plaza en
los hospitales existentes y se juntan tres o cuatro para crear un nuevo hospital y con la
ayuda de un doctor veterano, comienzan a funcionar. En general, tienen bastante éxito
porque sus facturas son más asequibles y la gente acude a ellos.
Los pacientes no son muy exigentes con la calidad de las camas y con el estado de
sus colchones. Apenas tienen espacio para pasar entre las camas de los enfermos pero
tienen la tranquilidad de que en caso de necesidad podrán encontrar un enfermero que
les atienda, porque en los grandes hospitales es imposible encontrarlos a media noche,
están en el hospital, pero bien arropados y dormidos en el puesto de guardia.
Un abrazo.
Xabier