2. Josefina Vasquez Mota Dios Mío, Hazme Viuda Por Favor
Dios mío, HAZME VIUDA por favor
Este no es un manual en contra del hombre, por el contrario, "Dios mío, hazme viuda por
favor" es un llamado al crecimiento integral del ser humano, una invitación a la mujer para que
cobre conciencia de su voluntad e inteligencia y se atreva a ser viuda del miedo a elegir, del
temor a desarrollar sus talentos y potencialidades, de asumir su libertad y responsabilidad.
Esta lectura nos llevará a enfrentar uno de los desafíos más trascendentes en la vida del ser-
humano: construirnos como un original, únicos e irrepetibles, teniendo el valor para descubrir
nuestro propósito de vida y, en consecuencia, dar un sentido a nuestras acciones.
El desafío de ser yo misma es hoy por hoy el primero de una larga lista en la tarea humana de
crecer constante y consistentemente hasta el día de nuestra muerte. Esta es una propuesta
para transitar por el camino del amor, que si bien no es el más fácil ni el de menor esfuerzo, es
el único a través del cual la persona puede aspirar a la felicidad.
"Dios mío, hazme viuda por favor" pretende ser una luz que ilumine la conciencia. A través de
sus páginas logrará iniciar un viaje a lo más profundo de su ser, porque es justo ahí donde se
forjan los cimientos para agrandar el espíritu y poder volar muy alto, sabiéndonos capaces de
enfrentar la vida, útiles en el proceso de la creación y dignas de amor y respeto.
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3. Josefina Vasquez Mota Dios Mío, Hazme Viuda Por Favor
índice
Introducción .......................................................................
Aprendiendo a amarme ....................................................
Por mi culpa, por mi culpa, por mi grande culpa ................
El listón rojo ....................................................................
Prisioneras del pasado ....................................................
Adicta ¿yo? ......................................................................
La mujer maravilla ..........................................................
Darnos permiso ...............................................................
Trabajo, ¿enemigo o aliado? ............................................
Mujer y violencia .............................................................
Familia a contracorriente .................................................
Cuando los hijos se van ....................................................
Tomando las riendas .......................................................
De profesión mujer .........................................................
Bibliografía ......................................................................
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4. Josefina Vasquez Mota Dios Mío, Hazme Viuda Por Favor
JOSEFINA VÁZQUEZ MOTA
Para muchas mujeres el entorno resulta adverso al margen de su nivel
socioeconómico, estado civil y edad. Es claro entonces que seguir esperando a que todo
cambie, nos colocaría en un terreno de renuncia al ejercicio de la libertad, al reto de
convertirme en alguien y a asumir la maravillosa y única oportunidad de vivir mi vida.
Las mujeres que piden permiso en lugar de dárselo, las que sumisamente aceptan la
infidelidad, los maltratos físicos o psicológicos, las que enseñan a sus hijos que ellos están
ahí para ser servidos y a sus hijas a que sirvan a sus hermanos por el solo hecho de
haber nacido hombre o mujer, las que por miedo se aferran a quien no las ama, o aceptan
violentar sus creencias y valores con tal de ser aceptadas y sentirse queridas porque nadie
les ha dicho que merecen el amor y no lo tienen que ganar. Las ejecutivas, que en
múltiples ocasiones juegan el papel de ejecutadas, olvidándose de sí mismas.
En "DIOS MIÓ HAZME VIUDA POR FAVOR", intento reflexionar sobre aquellos
gritos de miedo que nos impiden crecer como seres humanos y convertirnos en personas.
Si a alguien le asustó el título de este libro, espero haber dejado suficientemente claro, la
clase de viudez a la que me refiero.
Quiero ser viuda:
del miedo a ser yo misma
de todo aquello que me impida el ejercicio de mi libertad
del activismo sin razón.
Quiero ser viuda
de la soledad
de los rencores y resentimiento
y de la arrogancia de pensar que poseo la verdad
Viuda
de los prejuicios que me limitan
para aprender y disfrutar de mí y también de los demás,
del desamor, la indiferencia
y el hastío de vivir
Viuda del olvido de Dios
porque es reconfortante y prometedor saber
que gracias a tu infinito amor,
haga lo que haga y
esté donde esté
siempre puedo volver a Ti.
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5. Josefina Vasquez Mota Dios Mío, Hazme Viuda Por Favor
1
Aprendiendo a amarme
Anulamos tres cuartas partes de nosotras mismas, con el fin de complacer a los demás.
1 ENER AUTOESTIMA es sentirnos capaces para vivir la vida. Capaces para elegir y en esa
elección optar por aquello que nos hace crecer y ser mejores. Las mujeres, en nuestra
gran mayoría, no hemos sido enseñadas a amarnos y a lo largo de nuestras vidas
ejercemos el mandamiento de amarás al prójimo, pero olvidamos vivir el final de la
sentencia: como a ti mismo.
Aprender a amarnos es la garantía de nuestra supervi vencia en un entorno complejo
en donde quererse a sí mismo es calificado de egolatría, mientras que el amor dirigido a
otros es considerado altruismo. Por ello las mujeres seguimos buscando nuestra felicidad
en la aprobación y aceptación por parte de los demás.
A la niña se le educa como un ser dependiente, incapaz de valerse por sí misma en
muchos de los asuntos de la vida cotidiana relacionados con el trabajo productivo, y su
sexualidad le es prohibida en muchas de sus manifestaciones. Se le estimula, en cambio,
lo relacionado con el hogar: los juegos de cocina y de costura, así como el cuidado de los
niños, representado por las muñecas. Es como si existiera un orden que le prohibe
traspasar esos límites, en tanto que a los varones se les insta a hacerlo. La niña es una
especie de inválida —y esto tiene relación con determinadas regiones y con la clase
social—, siempre hay alguien que se presta para suplir sus deficiencias. Alguien que la
ayuda a vestirse, a peinarse, a lavarse. Aun cuando no existan estos apoyos, desde
pequeñas recibimos un catálogo rígido e inflexible de lo que podemos y de lo que no
podemos hacer, de lo que distingue a una niña buena y cómo evitar cumplir los requisitos
de las malas. Las niñas decentes contestan: "favor que usted me hace", cuando reciben
un halago, y así se inicia el camino en donde el "qué dirán" se convierte en el centro de
nuestras vidas. A la invalidez y a los temores se les ofrece una salida: la dependencia.
Una de las consecuencias es que la autoestima de la mujer está en función de la
opinión y aceptación de los demás. En decisiones cotidianas, como cortarse el cabello,
hay quien hace una consulta de orden popular —amigas, suegra, pareja, compañeros de
trabajo— para decidir lo que le va bien; una vez sentada frente al peluquero éste le hará
cambiar de opinión, y lo primero que hará al salir de ahí, será preguntar a cualquiera que
se cruce en su camino con un gesto de angustia: "...oye, ¿cómo me veo, cómo me
quedó?", esperando de antemano una respuesta aprobatoria, que de no darse podría
provocarle una severa e irreversible depresión. Así, nuestro valor personal y nuestra
bondad los depositamos en la aprobación de los demás.
El poco valor que en muchos ámbitos se da a la mujer y que ella misma se otorga,
tiene raíces históricas ancestrales. Algunas sentencias podrían ilustrar el porqué a pocas
horas del tercer milenio todavía hay mitos y tabúes que afectan el desarrollo de las
mujeres y su capacidad de amarse así mismas. El entorno presenta obstáculos, pero las
barreras más importantes no están fuera sino dentro de la mente y el corazón de miles de
nosotras cuando nos consideramos indignas de la felicidad y hacemos de nuestras vidas
una cadena interminable de sufrimientos, amputando un sin fin de talentos y
posibilidades.
Algunas de estas frases revelan el sentir respecto a las mujeres que se manifiesta en
casi todas las religiones, países y momentos históricos del mundo:
ANTIGUO PROVERBIO ÁRABE: Pégale a tu mujer, que si no sabes por qué, ella sí sabe.
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PROVERBIO CHINO: El hombre tiene dos ojos para ver y la mujer para ser vista.
LIBRO V. REGLA US: Durante su infancia, una mujer debe depender de su padre; durante su
juventud, de su marido; si éste ha muerto, de sus hijos; sí no tiene hijos y ha muerto su
marido, entonces de los parientes próximos a su marido y, en su defecto, los de su padre; y
si no tiene parientes paternos, del soberano. Una mujer nunca debe gobernarse a su
antojo.
LIBRO V. REGLA Í54: La mujer virtuosa debe reverenciar a su marido constantemente, como
a un Dios.
ECLESIÁSTICO, CAP. LXIL VERSÍCULO U: ES preferible un hombre malo que una mujer buena. La
mujer es toda malicia, ella cubre al hombre de oprobio y vergüenza.
ATRIBUIDO A RABINOS ORTODOXOS: Loado sea el Señor, rey del universo, por no haberme
hecho mujer.
HlPONACTE, SIGLOVA. DE C. POETA SATÍRICO GRIEGO: La mujer da
al marido dos días de felicidad: el de la boda y el del entierro.
CONFUCIO, SIGLOVA. DE C. El marido tiene derecho a matar a su mujer.
EURÍPIDES, SIGLOVA. DE G: Una mujer debe ser buena para todo dentro de la casa, e inútil para
todo fuera de ella.
ARISTÓTELES: La mujer es, por naturaleza, inferior al hombre. Debe pues obedecer.
ARISTÓTELES: La naturaleza sólo hace mujeres cuando no puede hacer hombres.
C ORÁN, LIBRO SAGRADO DE LOS MUSULMANES , REDACTADO POR MAHOMA Y ATRIBUIDO POR
ESTE PROFETA A DIOS MISMO, SIGLO VIL SURAIV, VERSÍCULO li: Dad a los varones el doble de
lo que dais a las hembras.
SANTO T OMÁS DE AQUINO , TEÓLOGO CATÓLICO ITALIANO DEL SIGLO XIII. Las mujeres son
imperfectas por naturaleza; son varones mal concebidos.
L ADY MAY WORTLEY MONTAGU , SIGLO XVIII , HIJA DEL DUQUE DE KINGTON , EMBAJADORA DE
INGLATERRA EN CONSTANTINOPLA : ES toy muy contenta de ser mujer porque así no corro el
peligro de casarme con una de ellas.
NAPOLEÓN BONAPARTE, EMPERADOR FRANCÉS, SIGLO xvni: Las batallas contra las mujeres son
las únicas que se ganan huyendo.
ÉPOCA VlCTORIANA INGLATERRA, SIGLO XIX: El desarrollo del cerebro atrofia la matriz.
BlSMARK, UNO DE LOS GRANDES FUNDADORES DE LA UNIDAD ALEMANA, HOMBRE DE ESTADO,
MINISTRO DE GUILLERMO I, REY DE PRUSIA, SIGLO XÍX- La mujer debe guiarse por las tres K:
kuche (cocina) kirche (iglesia) y kinder (niños).
SlR WlLLIAM ACTON, EL GINECÓLOGO MÁS DESTACADO DE FINES DEL SIGLO XIX, PLENA
ÉPOCAVICTORIANA: "La mujer que llegue a sentir el placer sexual, tiene alma de prostituta."
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ISABEL ALLENDE, ESCRITORA CHILENA , SIGLO XX: ES mejor ser hombre que mujer, porque
hasta el hombre más miserable tiene una mujer a la cual mandar.
ESTHER VlLAR, ESCRITORA ALEMANA, SIGLO XX (1971): A diferencia del varón, la mujer es
un hombre que no trabaja.
Es indudable que somos el sexo fuerte, pues no obstante estos patrones culturales y
religiosos, cientos de historias de mujeres exitosas se han escrito en el mundo entero. No
obstante, la educación tradicional incentiva a las mujeres a que las cosas y la gente ajena
a nosotras asuman la responsabilidad de nuestra felicidad. Cuando nos sentimos
incompletas y no cobramos conciencia de que somos adultas y completas, de que somos
únicas, irrepetibles e irreemplazables, buscamos en otros lo que no somos capaces de
darnos a nosotras mismas, y el resultado es un mayor vacío y una gran frustración porque
insistimos en buscar fuera las respuestas que llevamos dentro.
Un ejemplo de este sentirse incompletas es el caso de las solteras que son objeto de
persecución, más aún si han cumplido tres o más décadas de vida, y ello refuerza la
creencia de que las mujeres sólo pueden ser y sentirse completas al lado de un hombre.
Casarse como solución al mal carácter, como condición a la realización personal y
requisito obligado para lograr la plenitud de vida, es considerado como cierto todavía por
muchas mujeres.
Las solteras son promovidas con singular entusiasmo por familiares, hermanos, amigas
e incluso sus padres. En ciertos grupos y culturas se ve como una tragedia el que una hija
haya elegido no contraer matrimonio. Hace poco tiempo asistí a un curso invitada por una
querida amiga creyendo que era para formar mejores parejas, pero mi sorpresa fue
enorme cuando al llegar al hotel donde se llevaría a cabo el evento me encontré con un
grupo de aproximadamente trescientas mujeres de todas edades, clases sociales, de todo
color y variedad de vida, y en el pizarrón de la recepción se anunciaba el programa: Cómo
conseguir pareja. Aunque reconozco mi desconcierto inicial, mi curiosidad finalmente
venció y decidí quedarme.
Basada en once reglas, la expositora, con gran seguridad en sí misma y solemnidad,
leía: regla número uno: sea decente, y si no lo es pues disimule... sólo acepte invitaciones
con cuatro días de anticipación... nunca le cocine al hombre de sus sueños durante los tres
primeros meses... no conteste el teléfono a la primera... Estas sugerencias eran lo de
menos y estoy segura de que si alguien las sigue al pie de la letra se quedará sola de por
vida.
Lo que más me llamó la atención fue la venta de pequeñas botellas de perfume que
habían sido combinadas con hormonas femeninas llamadas feromonas y que, según
explicaban, habían sido felizmente aisladas por una doctora de origen asiático. Al
untarse el perfume las feromonas vuelan y eso provoca que las testosteronas (hormona
masculina) se eleven y así la atracción se conseguirá en un dos por tres, lo cual aunado a
lo que la expositora calificaba de eye contac apasionado y penetrante, volvería irresistible
a la mujer portadora del perfume y la pareja caería rendida a sus pies. Debo apuntar que los
pequeños frascos costaban alrededor de 40 dólares y la fila para adquirirlos no se hizo
esperar. Me enteré también de que unos días antes este curso había reunido a poco más
de mil mujeres en un conocido hotel de la Ciudad de México.
Llegada la sesión de preguntas y respuestas, una preocupada señora se levantó y con
angustia señaló que a ella el tratamiento no le había funcionado y, por más perfumito que
se untaba, su marido no reaccionaba y la testosterona no se le elevaba. Las mujeres ahí
presentes volvieron a dar un voto de fe a las feromonas cuando esta participante aclaró
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que tenía 45 años de casada, entonces el resto del grupo expresó: ¡menos mal!
Que una mujer desee casarse es muy respetable, al igual que los cursos que para ello
se impartan; lo que me cuestioné al final de ese día era la verdadera razón de que mile s
de mujeres estuvieran dispuestas a invertir tiempo, dinero y a seguir un manual riguroso
para asegurar pareja. Por más que quise convencerme de que era natural, la verdad es que
llegué a la conclusión de que muchas de esas mujeres querían una pareja para encontrar
sentido a sus vidas, para cumplir los requisitos de la sociedad, para hacer realidad sus
sueños de juventud y para sentirse completas. Se valía disimular, mentir, fingir, perder
la espontaneidad, untarse fórmulas mágicas, vestirse de tal o cual forma, a cambio de no
estar sola y llevar la etiqueta de soltera, quedada, amargada o fracasada.
Una expresión que refuerza lo anterior es cuando un grupo de 10 ó 12 amigas llegan a
comer a un restaurante; la pregunta espontánea del capitán suele ser: "¿Vienen solas?", y
lo más increíble es que van más de diez.
Fue una experiencia reveladora y tal vez muchas de esas asistentes hoy se encuentren
más frustradas al no obtener en un dos por tres lo que aseguraba el curso. Reflexionando
un poco más, es claro que desde esta perspectiva se considera a quien pertenece al sexo
opuesto como un semental y se descalifica su inteligencia y sensibilidad. Desde esta óptica,
atributos como la capacidad intelectual, la vida interna, las cualidades más allá del físico
de la mujer, no cuentan en absoluto. También pensaba que las mujeres casadas deberían
cuidar con más empeño su relación de pareja, pues hay un contingente de mujeres en
busca de pareja con decálogo en mano.
Cuando aceptamos todo lo que se nos ha enseñado como un dogma y no lo
cuestionamos, nos vamos convirtiendo en zombis, en robots, y las circunstancias
dominan nuestras vidas. Así, la dependencia aumenta y se reproducen los miedos:
miedo a ser nosotras mismas, miedo a perder el afecto de los otros, miedo a ser
criticadas, miedo a ser diferentes, miedo a romper las reglas y tradiciones ancestrales de
la familia —aunque muchas de ellas se enfoquen más en guardar las apariencias que en
crecer como personas—, miedo a fracasar y también a triunfar, miedo a encontrarnos
con nosotras mismas porque probablemente encontremos muy poco, miedo a perder la
seguridad a que nos aferramos, miedo a elegir cuando por años nos han resuelto lo que
debemos hacer, lo que es bueno y lo que es malo, aunque nada de esto tenga que ver
con lo correcto, miedo a pensar y cuestionar, miedo a cambiar un neumático, un fusible,
miedo a decir lo que pensamos, a vivir como sentimos, a expresar nuestros deseos, a
decir sí y también no.
Dependencia y miedo se retroalimentan, y nos convierten en seres vulnerables,
pequeños y víctimas del destino. Dependencia y riesgo son incompatibles.
Cuando ignoramos nuestro crecimiento interior, preferimos complacer a los demás,
actuar como los demás y hacer lo que hacen los demás. Ser diferentes, aun en lo
pequeño, nos genera conflicto y alienta los temores. No podemos seguir siendo una
simple repetición de lo que nos dijeron, so pena de convertirnos en una veleta que se
mueve conforme a los vientos del entorno.
Las acciones que nos enseñan desde pequeñas están basadas en suposiciones que
suelen ser falsas. Se nos enseña a vivir a salvo, a evitar riesgos de hacernos daño, a
conformarnos con lo que somos, a amoldarnos a las circunstancias, a ser una más entre
la gente, a andar de puntillas por la vida, en vez de bailar y correr por ella. En
consecuencia, no sabemos lo que hay disponible para nosotras.
Querernos exige decidir y tener el valor de actuar conforme a nuestros principios y
valores. Querernos es lo contrario de lastimarnos, de hacernos daño, de convertirnos en
enanas y enterrar nuestros talentos. Querernos es enfrentarnos a veces y también ceder en
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otras: puedo acercarme pero también alejarme según mi elección. El amor no es el
camino de la menor resistencia ni de la comodidad; es, sin embargo, el de la felicidad. Si
a una mujer al nacer se le otorgaron cinco puntos de inteligencia y creatividad, sería
lamentable que terminara con tan sólo uno o dos, porque el desamor la sumió en la
apatía y la conformidad
Lo contrario al amor es la indiferencia y la peor de todas ellas es cuando somos
indiferentes hacia nosotras mismas y adoptamos una actitud de: "...ni modo...", "... aquí
me tocó nacer...","... matrimonio y mortaja del cielo bajan...". Nadie puede dar lo que no
posee, y si terminamos siendo nadie, eso justamente devolveremos a la vida y la vida nos
retribuirá de igual manera. Hace años vi una de las películas más hermosas y
aleccionadoras, Una historia sin fin, en la cual la nada amenazaba con destruir el mundo y
la vida. La nada era el desamor, la falta de capacidad y voluntad para soñar, para
construir caminos distintos. La nada es la ausencia de esperanza y de posibilidades.
Cuando dejamos que la nada nos invada, hemos decidido suicidarnos aunque nuestro
corazón indique que el cuerpo aún tiene vida.
La nada es el hastío y el cansancio de quererme y, por tanto, de querer y aceptar a
los demás tal como son. Cuando tenemos visitas en casa se saca la mejor vajilla, se limpia
el baño y hasta papel se coloca en el sitio exacto y frecuentemente se dispone de una
comida especial; ojalá nos diesemos este trato a nosotras mismas de vez en cuando. No
como aquella pareja de casados a quienes los años ya habían hecho estragos en lo físico
y también en lo espiritual. Un día, el señor, al estar viendo la televisión en la habitación,
escuchó un extraño ruido en la parte de abajo y preguntó: "¿quién anda ahí?" Y su
esposa, que había tirado un florero, le contestó: "¡nadie! ¡no te preocupes!" Lo que
quiere decir que ella se consideraba NADIE, y así seguramente sería tratada. Cuando no
nos amamos, somos vulnerables y eso significa capaces de ser heridos.
Mujeres aburridas cuando hay tanto por ser, por hacer, por querer, por compartir,
por darnos más allá de un satisfactor material. Mujeres en cuyos años de más energía
decidieron hacer de la cafetería cercana al colegio de sus hijos su segundo hogar, y
mientras los mandaban a estudiar a unos, y a trabajar a otros para deshacerse de ellos,
las horas parecían interminables comentando la vida de los demás. Elegir esta opción
es respetable, pero los resultados suelen ser pobres porque vamos perdiendo la pasión y
alegría por vivir. La vida se lleva al terreno vegetativo, sin desarrollar lo que tenemos
dentro.
Escuché decir a una excelente mujer que un día, al preguntar a sus hijas qué quería n
desayunar, le contestaron "lo que sea", así que bajó a abrir tres huevos crudos, los vació
en un plato y se los sirvió. Cuando sus hijas bajaron se sorprendieron: "¡Mamá!, ¿qué es
esto?" Y ella tranquilamente les contestó: "es lo que sea "; porque en la vida, al que pide lo
que sea no solamente se le da, también se lo merece. Cuando no sabemos ni queremos
elegir, dejamos que otros lo hagan por nosotras y después nos andamos quejando de por
vida porque nos casamos con lo que sea, trabajamos en lo que sea, comemos lo que sea,
tenemos una familia como lo que sea.
Para muchas familias el domingo es el día de las indecisiones, y la siguiente escena
se repite constantemente:
—¿A dónde quieres ir? —Adonde tú quieras.
---¿Qué quieres comer?
— Lo que tú decidas.
— ¿Cuál película te traigo?
— Pues la que tú elijas.
El desenlace suele ser desafortunado y hasta trágico, ya que me llevaron a
comer donde no quería, tuve que chutarme Exterminador versión cincuenta y la
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comida era contraria a mi dieta. Lo que viene después es fácil adivinarlo, una cara
larga y sombría, un silencio sepulcral ante el cual el interlocutor se inquieta e
investiga: "¿pero qué te sucede, dime qué tienes?" "NADA" será la clara y
tranquilizadora respuesta que demos, porque a muchas de nosotras, cuando
tenemos todo encima y los instintos más rupestres nos invaden, es cuando
contestamos que tenemos NADA, esperando de los demás actos de adivinación
propios de la divinidad. ¡Y quién sabe si hasta Dios estaría dispuesto a eso!
Si basamos nuestra autoestima sólo en lo externo corremos el riesgo de
vaciarnos por dentro. Cuando la mayor importancia se la damos a la envoltura
que la naturaleza nos dio, nuestra mayor energía y voluntad se canalizará a tener
un cuerpo perfecto, que por cierto hoy quiere decir anoréxico, con los increíbles
costos que exige la llamada cultura del abdomen. Vestirnos como manda la
moda, comportarnos como se supone que debemos hacerlo. Cuando lo mejor de
nosotras lo tenemos fuera, resulta insuficiente para vivir y ser felices.
No quiero decir que cuidar nuestro físico sea equivocado, al contrario, pero
pedir imposibles a la naturaleza y obsesionarse con los cuerpos de las modelos
alemanas de 1.90 de estatura y rasgos anglosajones, cuando nacimos en
Latinoamérica y probablemente nuestros rasgos y cuerpo correspondan más a la
cultura chichimeca, inca o chibcha que a la de los teutones, nos hará sentir en
desventaja y eso justamente transmitiremos a los demás.
Es increíble la habilidad de algunas personas para detectarse defectos:
barritos, arrugas, gramos de más o cualquier problema similar. Si la autoafirmación
personal gira alrededor de la belleza física, esto no sólo indica una pobre vida interior,
sino una muerte prematura.
Lo importante entonces no es ser bellas —conforme a los cánones establecidos—> sino
gustarnos a nosotras mismas, y para lograrlo no es conveniente utilizar criterios rígidos y
estrictos.
Una persona mantenía la firme convicción de que no era atractiva, aunque en realidad
era muy hermosa. Se diseñó un experimento típico de medición de actitudes para
convencerla de que no era una mujer fea. El 95 por ciento de los estudiantes la evaluó
como muy bella, sensual, atractiva y deseable. "Es increíble... No puedo creerlo... Estoy
realmente sorprendida. Jamás pensé que la gente tuviera tan mal gusto!", afirmó.
Gustarse es abrir los horizontes afectivos, es arriesgarse y aumentar nuestras
probabilidades de conocer a otros. La verdad es que nadie puede dejar de gustarse si
se observa con cuidado y con afecto.
"Tal vez suceda que una vez cada siglo, la alabanza eche a perder a un hombre o lo
haga insufrible, pero es seguro que una vez cada minuto algo digno y generoso muere
por falta de elogio".1
La verdadera seguridad es fugaz, pero puede ser destruida más fácilmente por fuentes
internas y personales que por el agresivo y complejo mundo exterior.
Si te tratas mal y eres irrespetuosa con tu persona, tu diálogo obrará como un freno.
Elimina de tus respuestas y juicios el no soy capaz, porque cada vez que te lo repites
confirmas tu inseguridad y afianzas tus temores.
Queremos que nos amen, pero damos pistas falsas y no somos capaces de expresar
y comunicar sentimientos y deseos porque las niñas buenas sólo escuchan y no hablan,
porque los resentimientos guían nuestra vida, porque en nuestro libro de contabilidad
faltan sufrimientos todavía y porque, al no saber amarnos, no podemos ayudar a otros a
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que nos amen y mucho menos a que nos comprendan. Cuando aprendemos a
querernos, aprendemos también que nos merecemos algo mejor que lo que sea. Algo
mejor que desperdiciar mi tiempo, algo mejor que ir sobreviviendo, algo mejor en materia de
amistades, algo mejor en qué invertir mi tiempo.
No obstante las ventajas del método, los humanos nos resistimos a pagar el costo de la
superación. Optamos por el camino más fácil: el alivio que nos produce el compromiso, y
la postergación nos paraliza. Otra forma de comportamiento de las personas poco
autoeficaces es imponerse metas pobres y resignarse a su suerte de mediocres. La
autocompasión es un veneno que mata lentamente. Cuando entro al terreno de ¡pobrecita
de mí! y me lo creo, quedo atrapada en un laberinto, con grandes dificultades para
encontrar la salida.
Si algo de mí no me gusta y está en mí modificarlo, manos a la obra, sabiendo que
todo tiene un costo y debo pagarlo; pero si me rebasa, lo mejor es aceptarme y quererme
tal cual soy ahora, el día de hoy. Ni puedo enojarme por estar pasada de peso cuando
mi dieta es basada en pasteles y galletas todo el día, o por tener una pésima condición física
cuando los aeróbicos los hago acostada en mi cama; ni tampoco se vale que quiera ser
blanca como la leche cuando mi tez es de color serio, algo así como moreno tirándole a
charol. Desafortunadamente es común que observemos con más cuidado y dureza
nuestros defectos que nuestras cualidades.
Cada vez que veo una foto de lo que algún día fue Michael Jackson, lo único que puedo
ver es a un ser humano que nunca se quiso, que nunca se aceptó.
Lo mismo sucede cuando observo a una mujer que se empeña en ocultar su edad
haciéndola sólo más evidente, algo así como una abuelita asaltando el clóset de su nieta,
para disfrazarse de adolescente y lograr la admiración de los demás.
Sería bueno que así como nos empeñamos en cuidar la figura, lo hiciéramos con
nuestra inteligencia y nuestro espíritu. La falta de educación sigue colocando a la mujer
en seria desventaja, y los encantos tradicionales no servirán de nada en un mundo donde
el conocimiento y el desarrollo de la inteligencia son ya determinantes. Ir a la
universidad a cursar la carrera de MMC (mientras me caso) no nos ayudará en absoluto.
El verdadero despertar se dará cuando sepamos querer, es decir, qué queremos y
para qué lo queremos, y conseguir este propósito sin educación es una tarea imposible
de lograr. En el cuento de Alicia en el País de las Maravillas hay una escena en donde
Alicia se extravía y al encontrarse frente a diversos caminos pregunta a un gato sabio:
—¿Qué camino debo seguir?
—¿A dónde quieres ir, Alicia?
—La verdad, no lo sé, responde ella.
—Entonces, Alicia, no importa qué camino tomes, de todas
formas te llevará a ninguna parte.
Probablemente el viaje más importante que podamos emprender es el viaje hacia
nuestro interior. Hasta que no sepamos quiénes somos, ¿cómo será posible ofrecer lo
que tenemos?
Cuentan que Dios no quería que la verdad fuera fútil y banal; entonces, conversando con
los ángeles, pidió sugerencias sobre dónde debía colocar la verdad para estimular a los
hombres en esa búsqueda. Uno de ellos dijo:" Coloque la verdad en el fondo del océano; así
los hombres tendrán que sumergirse en lo más profundo para alcanzarla". Otro le
dijo:"Colóquela en las estrellas; así ellos tendrán que subir para alcanzarla". Finalmente,
le dijo otro: "Coló-quela dentro de ellos, así cada uno estará siempre en contacto consigo
mismo al buscarla".
Pero parece que casi todos seguimos buscando la verdad en los títulos, en las
posesiones, en las propiedades, en el control de los demás y fuera de nosotros mismos.
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Nuestra cultura subraya más la consecuencia externa y esto es una política de mala
inversión porque hacemos a un lado nuestra propia persona.
Vivir de dentro hacia fuera demanda un trabajo constante, que no tendrá resultados
inmediatos, pues realizaremos nuestras tareas en un proceso a lo largo de nuestras vidas.
Es por eso que junto con la voluntad e inteligencia requerimos de paciencia y tenacidad.
El camino a la felicidad es un punto a cruzar, no una esquina a doblar, no es algo que se
obtenga expreso o por servicio a domicilio.
La única alternativa para conocerte a ti misma es arriesgarte y ponerte a prueba. El
balance costo-beneficio es justificable desde todo punto de vista.
No se puede vivir la vida por encargo, ni a dictado de nadie, so pena de renunciar a
nuestra condición humana. Tenemos el deber moral de autorrealizarnos, de crecer a la
máxima estatura posible, de tratar de desarrollar plenamente nuestras virtudes. Hemos sido
hechas para lo magnífico y no debiésemos conformarnos con menos de eso.
Más Libres
Ser Más Creativas
Más Trascendentes
Ser Yo Misma
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Por mi culpa,
por mi culpa,
por mi grande culpa
El dolor absorbe todas nuestras energías y, hasta
que lo manejamos con éxito o ya no podemos
soportarlo, somos capaces de andar por nuevos caminos,
de volver a amarnos a nosotras mismas y a los demás.
DESDE FRASES tan trilladas y reveladoras como: es que mi marido no me saca los
domingos, como si fuéramos mascotas y no personas, hasta toda una serie de expresiones
que utilizamos para justificar los múltiples "porqués" de nuestros fracasos y debilidades,
son características de la mujer víctima de las circunstancias.
Detrás de una víctima solemos encontrar un ser humano con miedo de enfrentar su
realidad. Las víctimas, para existir, deben tener un victimario, un chivo expiatorio, y
cuantos más sean pues mejor, porque así tendrán más recursos para esconder temores y
fracasos. Los victimarios más comunes se encuentran entre aquéllos más cercanos a
nosotras, son aquéllos a quienes decimos amar y hacer la razón de nuestra existencia, y
al mismo tiempo los convertimos en causantes de nuestras pesadas cargas. Sin nuestros
victimarios la vida perdería sentido porque los actos frecuentemente "heroicos" de una
víctima no encontrarían sustento ni justificación alguna.
Las víctimas viven muchas facetas y su vida es una permanente actuación, un actuar
en contra de sí mismas y también de los demás. Una actuación que termina por
confundirías, pues a la larga será muy difícil distinguir a la verdadera persona de entre
tantas máscaras que ha fabricado.
Las víctimas desarrollan consciente o inconscientemente armas poderosas y
altamente dañinas que esgrimen contra aquéllos a los que han tenido que dedicar toda
su vida. La manipulación, el chantaje, los llantos incontenibles, los reclamos por más
atención y tiempo, que pueden ser verbales y directos, o manifestarse por múltiples
enfermedades o mensajes manipuladores cuya intensidad y gravedad dependerán del
propósito que la víctima se proponga conseguir. Si una alteración en la presión arterial
es suficiente para provocar que un hijo no se vaya de casa, la víctima llegará hasta ahí,
pero si debe recurrir a un cáncer muy probablemente también lo hará. Sin tener
conocimientos de medicina he podido observar una estrecha relación entre desamor y
enfermedades múltiples. Todavía recuerdo hoy a una tía Alicia que tuve en mi niñez,
cuyo estado permanente era la queja, el dolor, el resentimiento, la insatisfacción, y en
cada visita siempre había una nueva y peor enfermedad que la anterior, todo ello sin
olvidar los consabidos reclamos y quejas que demandaban una mayor atención y
transmitían una gran amargura. Al final, cuando el cuerpo ya cansado de la tía Alicia
decidió armonizarse con su espíritu, que mucho tiempo atrás había muerto, fue un gran
alivio para toda la familia, pero las herencias que dejó resultaron nefastas.
Hay un juego psicológico, el del triángulo, que suele llamarse el juego del "sí... pero..."
Es como una transacción entre dos o más personas y en ese juego irremediablemente
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14. Josefina Vasquez Mota Dios Mío, Hazme Viuda Por Favor
haces uno de esos tres papeles del triángulo: rescatadora, perseguidora o víctima.
La rescatadora actúa bajo el influjo de la culpabilidad. La perseguidora actúa bajo el
influjo de la agresividad.
Finalmente, la víctima actúa bajo el influjo del resentimiento.
Si tú entras en el triángulo, irremediablemente cargarás con las consecuencias: te
quemarás.
En este triángulo, el perseguidor necesita de la víctima para existir, pues es en ella
en quien deposita su poder. El rescatador siente satisfacción al hallarse cerca de un
perseguidor, ya que sólo así podrá rescatar a la víctima y jugar el rol de ser el bueno del
cuento.
Los seres humanos desempeñamos constantemente estos tres papeles, pero suele
predominar uno de ellos, y hay que cobrar conciencia de ello para no quedar atrapados en
el juego.
Las perseguidoras son aquellas personas que quieren corregir el mundo. ¡Son las
que dictan lo que es correcto y lo que es erróneo!, los jueces implacables que desnudan
con su mirada y descuartizan con sus palabras. Las perseguidoras, como su nombre lo
indica, persiguen el poder y el control de situaciones y personas. Deciden, desde su muy
particular punto de vista, el bien y el mal, la verdad y la mentira. Su deseo principal es
que tú pienses, sientas y actúes como ellas creen que es bueno, y quien no lo haga será
automáticamente descalificado o castigado.
Las rescatadoras son las personas que quieren cuidar a todo el mundo. ¡Las que
siempre quieren ayudar a los demás en algo, de alguna manera, y terminan
desvalorizando la capacidad de los otros! Algo así como cuando una persona decide
casarse con un alcohólico y ante las múltiples advertencias afirma: "yo sí lo voy a
cambiar", y por lo general lo consigue, pues al año el prospecto de cambio estará
bebiendo más. Terminan generalmente por no darles a las víctimas oportunidad de
progresar, pues si eso ocurriera no sabrían qué hacer. Son personas que se preguntan
SIN CESAR: ¿Cómo puedo ser útil en esta situación?, o ¿Qué podré hacer por esta
persona?
La rescatadora es una catedrática en la adjudicación de problemas ajenos, aunque
generalmente no ve los propios o los abandona para resolver los de otros, ya que esto le
resulta menos doloroso y comprometedor. Por eso, cuando alguien se siente recargado
de conflictos, buscará una mujer res-catadora para aligerar su carga.
Las víctimas son las personas que hacen de su vida una serie de incapacidades. Su
vida es el resultado de las acciones de los demás y no logran asumir la responsabilidad
de sus propios actos. Su vida la acompaña una enorme sábana para llorar y llorar, pues
sin su dolor no vale la pena vivir. Generalmente se sienten impotentes. "Una gorda
como yo, ¿cómo puede lograr que alguien la ame?"..."con los padres que tengo, ¿cómo
puedo triunfar?"
Por cierto que, cuando los abogados cometen errores, encierran a sus clientes, pero
cuando un médico se equivoca, entiera a sus pacientes. Algo así sucede cuando nos
equivocamos en nuestro proceso de vida: nos enterramos.
Las víctimas suelen ser chantajistas y cargan consigo un libro en donde contabilizan
las deudas que los demás tienen para con ellas. Un signo característico de las víctimas es
que suelen decir a casi todo que sí, aunque de inmediato canalizan su pesar en alguien
más por el compromiso que voluntariamente adquirieron, por todos esos favores que van a
realizar y cuyo resultado será un mayor cansancio, una pérdida de tiempo e incluso de
dinero.
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Es común que su interlocutor le cuestione a una víctima en torno a las razones que la
hicieron aceptar algo aun en contra de su voluntad, y ésta sin pensarlo siquiera
contestará: "es que no podía negarme, imagínate lo que pensaría de mí si no le hago este
favor; al fin de cuentas mi vida está consagrada a los demás y yo siempre estaré en el
último lugar". O bien aquellas frases con olor a una equivocada santidad: "con tal de que
mis hijos y mi marido estén contentos, yo no importo nada, conque ellos sean felices,
basta". Bajo este contexto cuesta trabajo pensar en una víctima que no acuda a una o
más personas para hacer notar sus profundos sacrificios y costos a favor de los demás.
Quienes padecen el martirio de convivir con una víctima • terminan, si son débiles de
carácter, por vivir con eternos sentimientos de culpa por los males que le causaron, o
bien la abandonan para siempre y regresan hasta el día de su muerte, no para
acompañarla sino para comprobar que ya se ha ido. Es frecuente también que los hijos
de estas víctimas terminen llenos de miedos, jugando el papel que tanto odiaron y
graduándose como expertos manipuladores y resentidos con la vida.
Pero también hay quienes conscientemente representan este papel para situarse en
una posición de comodidad temporal y conseguir prebendas a través del chantaje y la
manipulación a quienes se lo permitan. No son desdeñables los casos de mujeres que
tienen conciencia de la infidelidad de su pareja y deciden soportarlo estoicamente a
cambio de cobrárselo con regalos, viajes o caprichos. "Total —señalan—, la vida es así y
me conviene hacerme de la vista gorda; pero eso sí, se lo voy a cobrar bien caro". Los
casos de las madres que no permiten a sus hijos cortarse el cordón umbilical y que a la
menor señal de su independencia y crecimiento se enferman gravemente o sacan a
relucir el libro de contabilidad, son todavía más numerosos. Lo mismo sucede en las
relaciones de pareja o amistad, porque ser víctimas ha sido un patrón cultural que
desafortunadamente se ha enraizado en nuestros procesos educativos.
Hay otros casos en donde se pone precio al sufrimiento y entonces (para quienes es
posible hacerlo) se cobran gastando a diestra y siniestra para así llenar el vacío y
apaciguar el dolor. Cada tarjetazo puede convertirse en un desquite, por cierto bastante
cómodo si es que tienen suficiente capacidad económica, o lo que es peor, en un
problema adicional para la víctima, que ahora deberá enfrentar deudas adicionales o
reclamos por parte de los otros por haber gastado excesivamente, lo que sin duda
fortalecerá el círculo perverso en que ya se encuentra atrapada.
A la luz de la historia y las realidades actuales, muchos de los argumentos que se siguen
multiplicando con un éxito inaudito son aquéllos que culpan irremediablemente a otros
de todas nuestras tragedias. Hay latinoamericanos que sin reconciliarse con su pasado
siguen acusando a la colonia española y la religión católica de los retrasos que 500 años
más tarde siguen enfrentando. Otros más los atribuyen al imperio yanqui, y también
abundan aquéllos que acusan y se avergüenzan de los indígenas que, según ellos,
marcaron para siempre la desgracia de nuestros pueblos.
En los tiempos actuales, los culpables suelen ser los gobernantes, los medios de
comunicación y las presiones de carácter social. Al final, para la víctima no existe la
posibilidad de mirar hacia dentro ni de influenciar su entorno, porque su único horizonte
y débil punto de apoyo radica en los otros, en los demás, mas no en sí misma.
Muy probablemente, detrás de cada víctima exista un profundo miedo al desamor,
al rechazo, a la crítica y al crecimiento personal. Un miedo a la construcción de la
felicidad, al ejercicio de la libertad y, evidentemente, a la responsabilidad. Un miedo a
vivir con plenitud e intensidad.
Muchas mujeres, más de las imaginadas, han hecho de su vida un constante
ejercicio para culparse de todo lo que acontece a su alrededor.
Hay personas dedicadas exclusivamente a preocuparse. Cada ángulo de cualquier
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asunto las provee de mil posibilidades de preocupación. Se preocupan cuando se sienten
mal y se preocupan cuando se sienten bien, no vaya a ser que el bienestar dure muy
poco. Sin eso no pueden vivir. El contenido de la preocupación es menos importante que
el hecho de preocuparse.
Las personas adictas a la tristeza y al sufrimiento rechazan todo aquello que les
pueda traer alegría; tal parece que rehuyen la felicidad. Cuando no hallan ningún
pretexto que las entristezca, lo inventan, pero jamás darán el aspecto de que les va bien
o de que tienen por qué alegrarse.
Casos extremos, que ya conciernen a especialistas, nos describen a mujeres que incluso
son maltratadas física o psicológicamente, víctimas de la brutalidad, la violencia física y
verbal, las descalificaciones permanentes, y al final de todo ello concluyen una y otra
vez que todas esas desgracias no hubiesen sucedido si ellas fueran más bonitas, o
preparadas, o hubieran tenido la casa lista y la comida a tiempo, o hubiesen estado más
tiempo con sus hijos, o no fueran gordas o flacas, o si hubieran sabido inglés o hablar
con propiedad. Ellas creen que se merecían todo aquello porque son malas y no merecen
el amor.
Si el marido las engaña adoptan el papel de hacer de cuenta que no sucede nada, para no
enojarlo y así poder conservar sus miserias de afecto, si es que aún las hay, con tal de no
perder aquello que en realidad nunca tuvieron. Estas mujeres encontrarán mil razones
para sentirse culpables: la edad, el físico, las arrugas, su baja preparación académica, que
nunca cocinaron como su suegra o su mamá, que probablemente no eran tan buenas en la
cama, etcétera. El pobre hombre y las personas que las rodean son, desde esta
perspectiva, un club de santos irredentos y ellas lo menos que se merecían era el
engaño.Y por tanto su castigo es aguantarlo y callarlo silenciosamente.
En una relación de pareja, consejos ancestrales reafirman este afán de culpabilidad:
"tenle paciencia, al final siempre regresan", "no le des a la otra el gusto", "si le dices algo,
peor porque entonces se lo vas a reafirmar", "aguántate", "todo sea por tus hijos y, eso
sí, que ni te vean llorar porque van a sufrir mucho los pobrecitos", "cuando tu marido
llegue, nada de quejas"; "algo hiciste para ganarte ese golpe".
Si los hijos fallaron en la escuela, cayeron en algún problema de dependencia o
simplemente no han llegado a la hora de siempre a casa, en lugar de pensar
realistamente y con asertividad, los flagelos empiezan a cobrar vida: "...es que era el
más chiquito y le presté poca atención, se traumó porque no me acordé de hacerle fiesta
el día de su santo hace 48 años; cuando me dijo que iba a estudiar para cirquero yo no se
lo permití y le pedí que primero acabara la primaria. Si hubiera hecho esto o aquello, todo
sería mejor...". El verbo hubiera, ya lo decía uno de mis maestros, es el tiempo verbal de
los tontos y los mediocres.
La afición por sentirse culpable es tal que hay mujeres que para conciliar el sueño deben
estar suficientemente preocupadas, y si no lo consiguen, acuden al televisor para
aterrarse con los noticieros o le piden a quien las acompaña que les cuente algo
terrible para dormir tranquilas. O aquellas otras que le dicen a otras mujeres o a
quien se cruce en su camino: "¿tienes algún problema?, pues libérate de él, porque
yo me lo llevo, yo lo cargo". Y ahí va la sufrida mujer con un costal de piedras
cargado en la espalda y cumpliendo con su misión de arrastrar la vida en lugar de
vivirla.
En algunas reuniones de mujeres se concursa por la mayor aflicción. Si a una
le duele la cabeza, otra le supera con una molestia inaguantable de cadera, pero la
tercera ganará la delantera cuando haga públicos sus tremendos malestares
artríticos, y la cuarta, que de ninguna manera está dispuesta a perder su trofeo del
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dolor, les manifestará sus sospechas de que tiene cáncer, porque cada vez que oye
hablar de una enfermedad, instantáneamente los síntomas se le manifiestan. Los
concursos suelen ser variados, desde la peor muchacha de servicio hasta el más
desgraciado y malévolo de los maridos, pues sin ese padecer tan profundo la vida
no tendría sentido. Estas mujeres ven como sospechosas e incluso acusan de
insensibles y frivolas a aquéllas otras que son optimistas y que viven la vida con
un espíritu de alegría. Se convierten en descalificadoras profesionales y son
severas con aquellas mujeres que responden por su vida. A sus pesadas cargas
suman más resentimientos. Aguantan largas jornadas tomando café con su grupo de
pobrecitas amigas empeñadas en destrozar a los demás, por eso cuando una de
estas mujeres debe retirarse, propondrá a las demás: "¿Y por qué mejor no nos
vamos todas juntas?", pues de antemano sabe que al instante de retirarse se
convertirá en el tema de destrucción, no de conversación. Lo suyo no es
sobrevivencia sino pobre-vivencia.
Las víctimas suelen ser trágicas en sus juicios y apreciaciones, y un resfrío de un
hijo o conocido las lleva a suponer que se trata de una tuberculosis fulminante. Se
vuelven expertas en el llanto y sus caras de dolor ganarían un concurso de
actuación. Las sonrisas terminan por borrarse en sus rostros porque han elegido la
tristeza. Viajar ligeras de equipaje no está en su perspectiva de vida, porque el
manual de instrucciones que recibieron para vivir fue el equivocado y no están
dispuestas a cambiarlo. Adormecidas, siguen repitiéndose y enseñando las mismas
reglas. Ya habrá tiempo para vivir. Resulta increíble cómo hay mujeres dispuestas a
asumir la culpabilidad del mundo.
Como lo expresa Nadine Stair o Jorge Luis Borges, en un poema maravilloso y
profundo.
INSTANTES
Si pudiera vivir nuevamente mi vida. En la próxima, trataría de cometer más errores. No
intentaría ser tan perfecto, me relajaría más. Sería más tonto de lo que he sido, de hecho,
tomaría muy pocas cosas con seriedad.
Sería menos higiénico.
Correría más riesgos, haría más viajes,
contemplaría más atardeceres,
Subiría más montañas y nadaría más ríos.
Iría a más lugares adonde nunca he ido.
Comería más helados y menos habas.
Tendría más problemas reales y menos imaginarios.
Yo era una de las personas más sensatas y Prolijas cada minuto de su vida. Claro que
tuve momentos de alegría.
Pero si pudiera volver atrás, trataría de tener solamente buenos momentos. Por si no lo
saben, de eso está hecha la vida, sólo de momentos; no te pierdas el ahora.
Yo era uno de esos que nunca iba a ninguna parte sin un termómetro, una bolsa de agua
caliente, y un paraguas y un paracaídas. Si pudiera volver a vivir, viajaría más liviano.
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Si pudiera volver a vivir,
comenzaría a andar descalzo a principios
de la primavera y seguiría así
hasta concluir el otoño.
Daría más vueltas en calesita,
contemplaría más amaneceres
y jugaría más con los niños
sí tuviera otra vez la vida por delante.
Pero ya ven, tengo 85 años y sé que me estoy muriendo.
Es común también que cuando los hijos fallan, las recriminaciones sean mayores para
la mujer ya que lo que se plantea como su tarea más importante ha fracasado: "tus hijos
son así porque los consentías, o porque nunca los corregiste". En contraste, cuando los
resultados son positivos, escuchamos sentencias tales como: "ese es mi hijo", "igualito a su
padre"; "de tal palo tal astilla"; "hijo de tigre, pintito", entre otras muchas.
No quiero decir con todo esto que no exista responsabilidad de nosotras hacia quienes
amamos y nos rodean. Dice Paty Vidal en su ponencia Alas y Raíces que:"... hemos sido
seres extraños que no hacemos historia, hacemos hijos, los criamos, los educamos, les
procuramos valores, les enseñamos un código ético y valores estéticos. Nuestro modo de
ver y entender el mundo a través de tradiciones y raíces propias, les decimos quiénes son y
les damos amor, mucho amor, para que salgan al mundo a poner en práctica lo que les
enseñamos). Doble esfuerzo el nuestro: el de luchar por ser y el de enseñar a ser a otro".
Pero al final de cuentas cada uno es responsable de la actitud que asume ante la vida,
porque nadie puede vivir la vida por otro. Con estos ejemplos sólo trato de traer a esta
reflexión comportamientos harto comunes que demuestran lo poco que nos conocemos
y el poco aprecio que tenemos por la vida. Elegimos el sufrimiento, la desesperación y la
infelicidad. Comportarnos así sólo garantizará que todos nos rechacen y nadie nos
respete, justo lo contrario de lo que muchas veces se pretende lograr mediante la
minimización y el desprecio a uno mismo.
Las secretarias no son culpables de las malas caras y los pésimos modos de un jefe
que no saluda, porque jamás conoció, ni en el diccionario, la palabra educación. Tampoco
lo son de la enfermedad de sus allegados, ni de la infelicidad de alguno de sus hermanos o
amigos. Claro que siempre existe la posibilidad de ayudar y hasta el deber de hacerlo,
pero una mujer culpable de todo pierde su capacidad de ser solidaria y subsidiaria; su
recreación más importante es el sufrimiento y la autocompasión la hará terriblemente
egoísta.
Por eso en México, cuando en algunas regiones las mujeres afirman que cuando ya no
les pegan es que ya no las quieren, están en lo cierto, porque quien habla así es una
víctima, una mujer que no tiene conciencia de su valor y dignidad.
Hay mujeres que viven permanentemente en una sala de espera, y así esperan a
crecer para hacer su primera comunión; después esperan a tener sus quince años y, en
algunas culturas y religiones, a que inicie su periodo menstrual para poder casarse.
Otras esperan a casarse, a tener hijos, a ser abuelitas y finalmente se sientan a esperar
la muerte, con la que siempre convivieron muy de cerca. Estas mujeres habrán de esperar
otra vida para empezarla a vivir.
Moría por terminar el bachillerato y empezar la universidad.
Y luego moría por terminar la universidad y empezar a trabajar.
Y después, me moría por casarme y tener hijos.
Y más adelante me moría por que mis hijos crecieran lo bastante
como para ir a la escuela, a fin de que yo pudiese volver a mi trabajo.
Y entonces me moría por retirarme.
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Y ahora, que me estoy muriendo... Me doy cuenta de pronto que me
olvidé de vivir.
No es de extrañar que a veces nos sintamos llenas de angustia, pues hay demasiado
por hacer. Se nos piden demasiadas cosas, se nos exige ser muchas personas, algunas
de las cuales somos y otras no.Tenemos que detenernos ante la angustia: hay que sentirla,
atravesarla y seguir adelante.
Lo anterior no debe confundirse con evadir la realidad, al contrario, pues el conflicto
es inevitable en nuestras vidas, más aun cuando tenemos que tomar una opción, pero
por lo general tenemos muchos caminos y no sólo la alternativa en que nos empeñamos a
veces, cueste lo que cueste.
Desafortunadamente, hay mucha gente a nuestro alrededor que se siente feliz
apoyando nuestras ilusiones de culpabilidad. Nunca hemos dejado de ver qué egocéntrico
es asumir la responsabilidad de cada cosa que sucede.
Aprender a liberarse de la culpa mejora la calidad de nuestra vida. Sin el persistente
remordimiento golpeando como un martillo dentro de nuestra cabeza y devorándonos,
podemos pensar con más claridad y concentrarnos mejor. Nuestro juicio mejora, somos
más capaces de sentirnos orgullosas de nuestros logros, celebrar nuestros éxitos y
sentirnos agradecidas por lo que es bueno y correcto en el mundo.
Hasta que vivamos plenamente, nos permitiremos saborear toda la gama de nuestras
experiencias. Aceptaremos cualquier oportunidad de vivir conforme a nuestras propias
almas.
Para apreciar la apertura tenemos que haber experimentado el valor de vivir lo nuevo,
de buscar otros caminos, de plantearnos posibilidades frescas.
Así como dependencia y miedo se hermanan, el valor y la apertura van de la mano. Es
inevitable que se requiera valor para vivir la vida. Esta es una tarea no apta para los
timoratos y conformistas.
La tolerancia para con nosotras mismas y para con los demás es una condición para la
paz, el aprendizaje, la apertura y la felicidad. Solemos ser intolerantes porque así hemos
sido educadas y construimos muros insalvables que nos limitan de la riqueza humana y
de la capacidad para disfrutar la vida. Si alguien piensa distinto a nosotras lo
catalogamos como un ser humano que vive en el error, que no es digno de ser escuchado
y menos aún de merecer nuestra amistad. Somos expertas en etiquetar a los demás y, si
se trata de otras mujeres, mejor todavía. A la que logra éxitos en lo laboral se le ve como
sospechosa, a la que viste distinto se le critica por inmadura, si profesa otra religión la
descartamos de nuestra lista y lo que es peor, enseñamos a nuestros hijos que si alguien no
es de nuestra clase —aunque nunca aclaramos lo que eso significa— está prohibido
relacionarse con él. Factores que se creen superados, en la vida cotidiana siguen siendo
determinantes para muchos seres humanos: el color de la piel, el status, la capacidad
económica, la profesión, la edad y la religión, entre otros.
Debemos aceptar y celebrar nuestras diferencias; el mundo atesora originales, y cada
uno de nosotros es un original de Dios.
Me acuerdo de un brillante joven rabino, que sucedió a su brillante padre, también rabino.
Las personas le dijeron entonces: "Rabino, usted es totalmente distinto de su padre".
El joven rio: "¡Soy exactamente igual a mi padre! Mi padre no imitaba a nadie y yo no
imito a nadie. Él no era una copia de papel carbón, tampoco yo":
Esto es lo que significa estar vivo, ser único.2
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Aceptar toda la responsabilidad de nuestros actos, incluyendo nuestras respuestas
emocionales y de comportamiento ante todas las situaciones de nuestra vida, es el paso
definitivo a la madurez humana.
Aprendimos a explicar nuestros fracasos sobre la base de que no teníamos los recursos
para funcionar, e incluso alegamos que nuestras estrellas no estaban alineadas. Lo
contrario a inculpar o a culparnos es aceptar la responsabilidad total de nuestra vida, de
nuestras elecciones y de que sus consecuencias sean inmediatas o de largo plazo. La
afición por las lecturas de café, del tarot y los horóscopos deja de ser divertida cuando
rige el comportamiento de las personas.
Lo anterior explica las jugosas ganancias de adivinas, pitonisas, astrólogos y sectas
que ofrecen adivinar el futuro, y hacen rentable la incapacidad de sus clientes para
elegirlo y hacer que suceda, porque tal vez nadie les dijo que entre más intervengan en su
vida, serán menos dependientes de las circunstancias.
Ser perdedoras para ganar el amor suena contradictorio, pero son múltiples los
ejemplos en donde la mujer acepta jugar el papel de tonta e incapaz para tener
contenta a su pareja o a sus allegados, con tal de lograr su aprobación. Hace tiempo
escuchaba decir a una amiga de mis papas que cada vez que jugaba golf con su marido
perdía a propósito, pues él no soportaba que ella le ganara. Si la aceptación de los demás
se finca en lastimar nuestra persona y hacer de lado los talentos que Dios nos ha regalado
para hacerlos florecer, habría que cuestionarse el costo de estas acciones y el alto precio
que estamos pagando por evitar el rechazo.
Actuar permanentemente en contra de mí misma hará que termine por odiarme, o
por no saber al final del camino quién soy yo de entre todo eso que represento. Así
como se adquiere el hábito de ganar, también se aprende a vivir con el hábito de perder.
Por contradictorio que parezca, nos entrenamos para el éxito casi con la misma energía
que para lograr vivir en el fracaso.
Las culpas y los resentimientos estorban y terminan por matar lo mejor de nosotras
mismas.Terminaremos solas porque a nadie le gusta compartir su vida con mártires
incorregibles. El liberarse de la culpa no significa renunciar a las responsabilidades.
Significa no asumir la responsabilidad de aquello que se encuentra más allá de nuestro
control.
Con mucha razón rezaba un niño antes de dormir: "Dios mío, haz a los malos buenos,
y a los buenos, divertidos".
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3 El listón rojo
A la mujer le dijo: multiplicaré tus trabajos y miserias en
tus preñeces; con dolor parirás los hijos
y estarás bajo potestad de tu marido y él te dominará.
GEN 3,16
D,
' ESDE EL GÉNESIS también se resalta en forma clara la inferioridad de la mujer: un simple
apéndice masculino, nacido de una parte innecesaria del cuerpo del hombre —una
costilla— y por innecesaria, inferior. Además se debió de emplear la más innecesaria de las
costillas, la duodécima, precisamente denominada falsa costilla.
Débil en lo físico, también en lo intelectual, tendrá la culpa de todas las desgracias, de
la infertilidad, la seducción y los misterios; estará condenada a parir con dolor, ser sumisa,
guardar silencio, sufrir en este valle de lágrimas y ver al hombre como su amo y señor.
La sexualidad de la mujer se ha reprimido mientras que la deLhombre se ha alentado
y exaltado. Para un hombre hablar de sus conquistas es como exhibir una colección de
trofeos, no así en el caso de la mujer.
A la mujer se le enseña a no manifestar su sexualidad y a los hombres se les prohibe
manifestar su sensibilidad.
En el primero de los casos el sexo sigue siendo para grandes sectores de la población
un tema tabú y prohibido, aunque por otro lado, se permite a los niños asistir casi a
cualquier clase de película o ver programas televisivos en donde el tema de la sexualidad
es central y se aborda de manera burda y también equivocada. La mujer reprime así sus
expresiones de sexualidad porque se consideran malas, no aptas para una mujer decente
y bien educada. Al igual que en muchas otras esferas de su vida, en lo sexual se aprende a
ser pasivo y paciente. Al concluir una de mis conferencias, una encantadora señora de
edad madura se acercó para compartirme una estrategia que tuvo que emplear después
de años de matrimonio en el que su esposo llevaba la batuta y sólo él decidía cuándo
quería estar con ella, dando por hecho que ella siempre debía estar disponible y
esperando. Y un buen día, sintiéndose insatisfecha pero sin saber cómo expresarle sus
deseos de intimidad, lo único que se le ocurrió fue informarle al sorprendido marido
que cada vez que le viera amarrado un listón rojo en el dedo de su mano, es que esa
noche le tocaba y entonces él también debía estar disponible para ella.
El condicionamiento para reprimir nuestra sexualidad se escucha con fuerza y
claridad especialmente durante la adolescencia. Aquí, el mensaje era que la sexualidad
era algo de lo cual avergonzarse, algo que temer o ignorar, y sobre todo, algo que eludir,
para no meterse en problemas. Las niñas buenas simplemente no hacían esas cosas.
Pero, al mismo tiempo, las niñas buenas eran adiestradas para emplear su sexua lidad
para atraer a los hombres, siendo seductoras y coquetas. Nuevamente, el confuso doble
compromiso: nos enseñaron a relacionarnos con nuestro cuerpo dentro de expectativas
rígidas y programadas, separadas de nuestro propio placer. Muchas de nosotras no
podíamos distinguir qué era ser buenas o malas y cuándo éramos una cosa u otra.
Por su parte, a los niños se les prohibe llorar, quejarse o manifestar tanto la alegría
como el dolor. Bajo frases como: "los machos no lloran", "ni que fueras vieja", "no seas
maricón", van aprendiendo que sentir y expresar es malo y censurable.
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Vamos creciendo cojos y una parte de nosotros se queda enana, infantil y atrofiada.
Pudiendo ser robles, nos conformamos con ser bonsáis y nos estiramos en lugar de
crecer.
Es común que la mujer utilice su sexualidad como arma de ataque o de autocastigo.
Por ejemplo, al enojarse con su pareja la mujer inhibe su deseo sexual como un castigo
hacia su compañero, sin darse cuenta del daño físico y psicológico que se provoca. El
hombre suele tomar su sexualidad como una manera de decir al mundo: yo soy grande y
fuerte, evadiendo la parte emocional y espiritual. En este juego femenino y masculino, se
rompe la comunicación y toda posibilidad de sentimientos y amor.
Como Ortega y Gasset refiere/'en el acto de hacer el amor, la mujer involucra todo su
ser, sus emociones, sus pensamientos y su cuerpo". En cambio el hombre, haciendo eco
de sus creencias de no sentir, ve el acto sexual como algo puramente físico, que igual
puede hacer aunque esté enfermo y tenga 40 grados de temperatura. Si bien no puede
generalizarse, hay una coincidencia en estos comportamientos.
En un periódico de Bolivia, me encontré con la siguiente carta que un preocupado
marido escribió a su pareja:
AMADA ESPOSA
Como no es posible dialogar contigo debido a que tus principios y femineidad no te lo
permiten, he mantenido la siguiente estadística a través de un año, y quiero someterla a tu
consideración:
Durante el mismo he llevado la iniciativa para hacer el amor contigo 365 veces, solamente
tuve éxito en 24 ocasiones, lo que hace un promedio de una vez cada 15 días.
Te expongo a continuación los motivos de mis continuos fracasos.
Estabas cansada cincuenta y dos veces. Habías ido a la peluquería en doce. Porque no
era el día apropiado, diecinueve. Hacía mucho frío en veintidós ocasiones. Era muy tarde
en dieciséis. Te hiciste la dormida en sesenta y nueve ocasiones. La ventana estaba abierta
y podían vernos, nueve. Tenías dolor de cabeza, veintiséis.
EL LISTÓN ROJO 49
Hacía mucho calor, veintitrés. Sentías dolor de espalda, ocho. No estabas de humor,
veintiuna. Hubo visitas hasta muy tarde, once. Te dolían las muelas en seis ocasiones. Se
podían despertar los niños en trece. Viste la televisión hasta muy tarde en siete. El
pequeño estaba llorando en catorce.
Lo que hace un total de trescientas cuarenta y una. De las veinticuatro en que tuve éxito,
veintitrés no fueron satisfactorias porque:
Cinco veces me dijiste que me apresurara.
Once veces tuve que despertarte para hacerlo.
Una vez te distrajo una mosca.
Tres me dijiste que necesitabas dinero.
Tres veces también me comentaste que el techo necesitaba otra
mano de pintura. Y, finalmente, una vez tuve miedo de haberte lastimado pues me
pareció que te movías.
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Cariño: tu marido, que te echa de menos.
Un saludo.
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4 Prisioneras del pasado
El dolor no es inaguantable, lo inaguantable es tener el cuerpo aquí y la mente en el
pasado y el futuro.
ANTHONY DE MELLO
IIJL PASADO no puede cambiarse, por muy bueno o doloroso que haya sido. Lo que sí
podemos hacer es cambiar nuestra actitud respecto al pasado y tomar de éste aquello
que nos haga más fuertes. Vivir atrapados en el pasado es elegir morir en el presente y
negarnos la posibilidad de un mejor futuro. Cuando creemos que todo era mejor ayer, o
bien cuando no superamos lo vivido, arrastramos cadenas que terminarán por
hundirnos. Cada cosa que hacemos deja huella en nosotros, por eso puede decirse que
el hombre es rehén de su historia. El pasado debe enlatarse y debemos fugarnos hacia
el futuro.
Los rencores, la venganza, el dolor, los remordimientos y una interminable lista de
culpas lograrán hacernos esclavas de lo irremediable. Cuántas veces no hemos
escuchado a personas ya mayores atribuir tal o cual comportamiento negativo porque
siguen arrastrando su pasado: porque su papá nunca las quiso o porque no valoraron su
trabajo, porque no eran la bonita de la familia.
Si el pasado lastima, será mejor cerrar la página y seguir adelante. Por el contrario, si
los sucesos vividos nos dan alegría y fortaleza, hay que construir sobre ellos el presente
y hacer la elección del futuro que queremos. Algo así como un profesor de vuelo que
cuestionaba a uno de sus mejores alumnos: "Va usted en un avión, se declara una tormenta
y le inutiliza a usted el motor. ¿Qué debe hacer?" El estudiante contesta: "Seguiré con el
otro motor". "Bueno —dijo el profesor—, pero llega la otra tormenta y le deja sin el otro
motor.
¿Cómo se las arreglaría entonces?" "Pues seguiré con el otro motor". "También se lo
destruye otra tormenta". "¿Y entonces?" "Pues continúo con el otro motor". "Vamos a ver
—se mosquea el profesor— ¿se puede saber de dónde saca usted tantos motores?" Y el
alumno, imperturbable, contesta: "Del mismo sitio de donde saca usted tantas
tormentas". 3
Renunciar a ciertas ideas viejas es indispensable para crecer. Debo aprender cómo
desprenderme de la imagen fija de quien creo que soy. Si quiero crecer, debo
desengancharme de mi pasado.
Las culpas y los remordimientos no ayudan, tampoco lo hacen los rencores y los
odios. Si hay que enfrentar el dolor para superarlo, es siempre preferible a masticar el
resentimiento de por vida. Es increíble cómo podemos conservar por años una cuenta
por cobrar y la vamos archivando para cobrársela a otro, sin percatarnos de que actuar
así nos convierte en grandes y seguros perdedores.
Sufrir es parte de un proceso de crecimiento de vida, pero no es el sentido de la vida.
Los duelos debiesen tener un periodo, habría que vivirlos y darnos el permiso de volver
a empezar.
Eleanor Roosevelt afirmaba: "Nadie puede hacerte daño sin tu consentimiento" y
Víctor Frankl sigue enseñando al mundo con su testimonio de vida como prisionero
judío en los campos de concentración alemanes, que hasta el último momento de
nuestra vida tenemos la libertad de escoger con qué actitud elegimos morir y decidimos
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vivir. He aquí el testimonio de un prisionero de uno de esos campos, que en realidad
era un hombre libre, más libre que muchos de nosotros:
Érase una vez un campo de concentración en el que vivía un prisionero que, a pesar de
estar sentenciado a muerte, se sentía libre y cantaba sin temor. Un día apareció en
medio de la explanada tocando su guitarra, y una multitud se arremolinó en torno a él
para escuchar, porque, bajo el hechizo de la música, los que lo oían se veían como él,
libres de miedo. Cuando las autoridades de la prisión lo vieron, le prohibieron al hombre
volver a tocar.
Pero al día siguiente, allí estaba él de nuevo, cantando y tocando la guitarra, rodeado de
una multitud. Los guardianes se lo llevaron de ahí sin contemplaciones y le cortaron los
dedos.
Y una vez más, al día siguiente, se puso a cantar y hacer la música que podía con sus
muñones sangrantes. Y esta vez, la gente aplaudía entusiasmada. Los guardianes volvieron
a llevárselo a rastras y destrozaron su guitarra. Al día siguiente, de nuevo estaba cantando
con toda el alma; ¡qué forma tan pura e inspirada de cantar! La gente se puso a corearle y,
mientras que duró el cántico, sus corazones se hicieron tan puros como el suyo, y sus
espíritus igualmente invencibles.
Los guardianes estaban esta vez tan enojados, que le arrancaron la lengua.
Sobre el campo de concentración cayó un espeso silencio, algo indefinible. Y para asombro
de todos, al día siguiente estaba ahí de nuevo, balanceándose y bailando a los sones de
una silenciosa música, que sólo él podía oír. Y al poco tiempo, todo el mundo estaba
alzando sus manos y danzando en torno a su sangrante y destrozada figura, mientras los
guardianes estaban inmovilizados y no salían de su estupor.
Es alentador saber que por más que actuemos en contra de nosotras mismas o por difícil y
molesto que resulte el pasado, nuestra esencia permanece y por oscura que esté la noche, es la
llama que alumbrará el despertar, si nosotras así lo decidimos.
Tu esencia es lo que realmente eres tú lo que no se te puede quitar, lo que no puedes jamás
perder,
modificar, destruir
ni desechar.
El tú irreductible.
Puedes cambiar y transformar todo
tu universo.
No puedes cambiar tu esencia.*
Romper las cadenas del pasado nos devolverá las energías que requerimos para vivir
el presente. Es aprendiendo de lo vivido como se va tejiendo la experiencia y la sabiduría.
Lo trágico sería convertirnos en almacén de los borrones y las faltas de ortografía que
otros, y yo misma, escribimos algún día en las páginas de nuestras vidas. Hay que dar
borrón y cuenta nueva.
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Lo único que tenemos es el aquí, el ahora, el hoy. Tan grave es vivir en el pasado
como no darse permiso de ser felices por esperar un futuro que no sabemos si llegará.
"Cuando tenga dinero, o tal o cual cosa, sí voy a divertirme"; "ahora que ingrese a la
preparatoria voy a estudiar en serio"; "en cuanto llegue el lunes voy a empezar a hacer
ejercicio"; "cuando mis hijos crezcan me voy a dar un tiempo para mí"; "nada más que
enviude voy a viajar por el mundo"; "en cuanto me den el ascenso voy a dedicarme en
serio a trabajar"...
Si no lo hago yo, ¿quien? Si no es ahora, ¿cuándo? Si no es aquí, ¿en dónde?
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5
¿Adicta, yo?
La adicción es lo contrario a la libertad. ...es cualquier cosa que
mantenga el control de nuestras vidas
y es progresiva y mortal...
C UANDO SOMOS adictas hemos perdido nuestra mente y nuestro corazón, nuestra voluntad
y el control de nuestra vida.
Anne Wilson Shaef dice que:
Adicción es cualquier proceso ante el cual somos impotentes. Nos controla, nos obliga a
decir, hacer y pensar cosas que no van de acuerdo con nuestros valores personales y nos
conduce progresivamente a ser más compulsivos y obsesivos.
La adicción es un proceso que se usa para evitar o eliminar cualquier realidad que sea
para nosotros intolerable o dolorosa.
Las adicciones no se limitan al consumo de droga, alcohol o tabaco. Quién de nosotras
no conoce a una mujer adicta a la limpieza, su tarea más importante es sacar brillo a lo
brillante e ir detrás de sus invitados acomodando el sillón que acaban de abandonar,
recogiendo los restos de cigarro cuando apenas se ha prendido el segundo de la tarde y
viviendo en angustia permanente ante cualquier amenaza de un terrible microbio que
pretenda apoderarse de cualquier rincón. Las adictas a la limpieza terminan siendo
esclavas de cuatro paredes y generalmente terminan solas, pues ante la angustia de
perder el olor a nuevo y a excesivamente limpio provoca pocas invitaciones a la familia,
niegan a los hijos el permiso para traer a sus amigos y evita cualquier acción que amenace
el orden de su jaula de oro. A las casas demasiado limpias se les nota la tristeza y hay
una falta de vida.
Al igual que con la limpieza, se desarrollan adicciones al trabajo, a una relación
enferma, adicción a ser agradable, al dinero, a cuidar la casa, a la comida con la que
solemos consolarnos y creemos castigar a los demás. Conocer a una mujer que no hable
de dietas —que no es lo mismo que hacerlas— resulta todo un suceso fuera de serie, más
en estos tiempos donde el valor de lo estético y de lo económico los hemos colocado en el
principio de la lista. Adicción al sufrimiento, a la opinión de los amigos, al sexo, a las
compras.
Al escribir estas líneas recuerdo a la abuelita de unos primos cuya adicción a las
telenovelas era tal, que sacrificaba las vacaciones con tal de no perderse un capítulo de
ellas.
Enlistar las adicciones provocaría escribir una enciclopedia, pero todas ellas nos
conducen a lo mismo: cualquier adicción que controla nuestras vidas y nuestra voluntad,
nos resta el ejercicio de la libertad y por tanto las posibilidades para construir una
felicidad genuina.Y como en muchos otros sucesos de nuestra vida, quien padece la
adicción suele ser el último en enterarse y aceptarlo, lo que dificulta superarla con un
mínimo de dolor.
Aun en materia de adicciones, la mujer encuentra mayores limitaciones para poder
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superarlas, porque muchas de ellas se practican a solas o a escondidas. El alcoholismo
en mujeres es más difícil de detectar y por lo tanto de enfrentar, porque se vive dentro de
la casa, de la habitación, para evitar mayores sanciones de la sociedad que expresa: "No es
lo mismo un hombre alegre, que una mujer alcohólica, ¡imagínate que horror!" El dolor y
la angustia no distinguen sexos ni clases sociales, pero el ser mujer en muchos de los casos
los hace doblemente graves y difíciles de superar.
Una mujer maltratada puede hasta sonar normal en ciertas comunidades y se le
recriminará el tratar de cambiar su vida y elegir otras opciones.
La adicción se desarrolla cuando queremos evadirnos o defendernos del dolor o
cuando el anhelo de amor es tan grande que necesitamos llenar con algo nuestro vacío
interior. El nivel de tolerancia va en aumento y cada vez se necesita más.
Algunas manifestaciones de quien padece una adicción son las siguientes:
El engaño de sí mismo. La negación como el mecanismo de defensa más usado por el
adicto. Los familiares co-depen-dientes participan de esa negación escondiendo la
adicción. Cuando le señalan su adicción, la.persona cambia el tema, lo rechaza, lo olvida o
se enoja.
El autoengaño: "Cuando yo quiera dejar de fumar lo haré, lo que sucede es que por
ahora no lo deseo". O bien la esposa que dice: "Cuando la situación económica mejore,
mi marido dejará de beber".
Deshonestidad y adicción van de la mano, pues algunas de las características más
sobresalientes del adicto son la deshonestidad, la mentira y la manipulación. Mantienen
relaciones en las que no prevalece la verdad y están a la defensiva: no aceptan la crítica.
Erigen una barrera infranqueable delante de ellos para protegerse y cuando alguien los
confronta, su mecanismo de defensa es desacreditar a esa persona en cosas de su vida
personal para así disminuir la influencia de lo que ella diga a los demás.
La batalla para vencer las adicciones no es sencilla, requiere de honestidad, de
mucho coraje y voluntad. En ocasiones debe incluso acudirse a apoyos profesionales.
Quien vence la adicción se recupera a sí mismo y deja de ser un esclavo sin posibilidad
de elección.
El ser es un regalo que se nos ha otorgado, pero es necesario hacerse. Entre el ser y
hacerse hay un camino largo: nuestra biografía. Lo propio del hombre es
autoconstruirse partiendo de lo dado que es el ser.
La mujer no se puede hacer a sí misma haciendo cualquier cosa, de ahí la
trascendencia de las elecciones y su consecuencia.
¿Por qué interesa tanto realizar bien el proyecto biográfico? Porque nos interesa ser
felices.
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La mujer maravilla
¿ Y quién dijo que debemos ser perfectas?
As. COMO algunas mujeres eligen desperdiciar su vida, muchas otras son SI1STAS, y la
palabra NO les está prohibida. La mujer siísta mantiene el lema de los scouts: siempre lista
a la hora que sea y para todos los que la necesiten. Cree que es indispensable y nadie
podrá hacer las cosas mejor que ella. Las expectativas y exigencias son estrictas e
implacables, y la perfección se convierte en una obsesión en todos los aspectos de la
vida.
La mejor madre, la ejecutiva del año, la esposa incondicional, la amiga maravillosa,
la amante perfecta y dispuesta, el mejor cuerpo, el maquillaje impecable, y una respuesta
afirmativa para todos aquéllos que nos rodean. Se supone que debemos vivir acordes
con todos nuestros roles tradicionales, criar a los hijos, consentir a nuestros maridos y
mantener hogares hermosos. A la par, se supone que formemos parte de la fuerza de
trabajo, compitiendo en el mundo de los hombres, escalando la jerarquía corporativa. Y
por si esto fuera poco, lucir amorosas y capaces cada minuto del día. Pero eso no es
suficiente: también se espera que impresionemos a nuestros amigos con nuestro
hermoso guardarropa y nuestra facilidad para los entretenimientos, el tenis y los arreglos
florales. ¿Cómo es posible que hagamos todo eso al mismo tiempo?
John Powell afirma al respecto que cuando la perfección es un ideal se vuelve tortura,
no así el crecimiento que ve la vida como un proceso durante el cual las habilidades se
desarrollan en forma gradual.
Las mujeres heroicas suelen postergar sus deseos y necesidades ya sean físicas o
emocionales. Tienen una obsesión por triunfar, por lograr el reconocimiento y la
admiración de los demás y a cambio de estos aplausos están dispuestas a todo.
Para una mujer heroica no hay tarea imposible, es capaz de dominar todo y
controlar cada aspecto de su vida y también de la vida de quienes la rodean. Por
eso acepta todos los compromisos que puede, no importa si los quiere, con tal de
sentirse suficientemente ocupada. Por eso, cuando no consigue la aprobación de
los demás, la frustración se hace presente y la decepción la lastima profundamente.
Vive en tensión permanente porque suele haber una desproporción entre las
expectativas que se impone y la realidad que enfrenta.
Una heroína se basta a sí misma y, por lo tanto, prefiere hacer piruetas y
malabares antes que pedir ayuda o aceptarla. Ella es fuerte, segura y cuida hasta el
último detalle para que su imagen no se dañe en ningún momento.
Para la mujer maravilla el valor de la persona no está en el ser, sino en el hacer, y
cuando su actividad disminuye se siente culpable y su autoestima se afecta. Por eso no
hay tiempo para ella, pues está empeñada en dar los resultados a que se
comprometió y que suelen estar más allá de sus posibilidades. Establecer metas
responsables significa aceptar limitaciones. El heroísmo afirma que no existen.
A menudo gastamos grandes cantidades de tiempo, energía y emoción en los asuntos de
otras personas y esperamos que lo aprecien, sin considerar si ellas desean toda esa
atención. Animamos a los demás a que se conviertan en dependientes, mientras
descuidamos nuestros propios problemas. Y al final, no le estamos haciendo el favor a
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nadie.
La presión para ser una compañera sexual a la medida, administrar las tareas
domésticas con facilidad, criar niños felices y hermosos y ser una dínamo
profesional, todo ello casi sin despeinarnos, es estimulada por las imágenes de los
medios de comunicación. Los anuncios presentan al ama de casa lavando kilos de
ropa sin despeinarse y a la ejecutiva disfrutando de elegantes y confortables
lugares. Nada de cansancio, niños, enfermos, problemas de salud, agendas
apretadas, pérdida de clientes. Por tanto, el estar ocupadas nos hace sentir más
completas, es una forma de ignorar el vacío interior.
La persona sana tiene el control de su vida, la perfeccionista es controlada. Los
casos de desórdenes alimenticios ya rebasan hasta el más pesimista de los
pronósticos. Según los datos de la Asociación Americana para el Tratamiento de la
Anorexia y la Bulimia, sólo en los Estados Unidos unas 150, 000 mujeres mueren
víctimas de la anorexia cada año, y en muchos casos puede describírselas como la
versión femenina de los mejores y los más brillantes: jóvenes inteligentes y sensibles
deseosas de utilizar sus talentos, pero pertenecientes a una clase económica y una cultura
que sigue presionando a las mujeres para que sean decorativas y perfectas. Como se
pregunta Naomi Wolf en nombre de todas las contemporáneas:"¿Cómo habría de
reaccionar el país ante la inmolación en masa por hambre de sus hijos predilectos?"
La vida es demasiado apresurada, demasiado desordenada, con demasiados ruidos y
distracciones como para escuchar nuestra voz interior.
Las exageraciones tienen fundamentos en la realidad, pero son distorsiones. "Soy la
única que puede hacerlo", "todos dependen de mí", "las empleadas perfectas nunca
cometen errores", "las buenas madres están siempre disponibles para sus hijos", "tarde o
temprano tendré tiempo para mí". Se suele hablar en términos absolutos.
Cuando nos entregamos al trabajo, hijos, amistades, a aventuras amorosas o al
matrimonio, y provocamos que nuestras necesidades queden relegadas o ni siquiera las
consideramos, los resultados suelen ser trágicos. Entre tratar de hacer todo a la
perfección y tratar de obtener valoración y amor de aquellos que nos rodean, nuestra
salud va a parar al incinerador. Por las noches no dormimos, nos desmayamos. Pero si
llegamos a despertar en la noche, empezaremos con un activismo mental planeando lo
que haremos al día siguiente. Detenerse a pensar y estar con nosotras mismas ni siquiera se
cuestiona, pues todo el ser está programado para hacer.
Las mujeres indispensables tenemos normas excepcio-nalmente elevadas. No
estamos satisfechas con un trabajo mediocre o relaciones tibias. Esperamos destacar,
brillar. Cuando nuestra actuación no llama la atención, nos sentimos decepcionadas.
Podríamos sentirnos enojadas, tristes, preocupadas e incluso avergonzadas. Pero, en
vez de reconocer estos sentimientos, manifestamos que nos sentimos presionadas.
"La velocidad es una cosa maravillosa: no tengo nada en contra de ella. Pero cuando la
velocidad se vuelve prisa, es un veneno".
Los japoneses tienen un proverbio al que deberíamos prestar atención: "El día que
dejen de viajar, llegarán". Y yo diría: "El día que paren de correr, llegarán".
Eso me recuerda a un padre que estaba con los hijos en un museo y decía: "¡De prisa,
porque si se paran a mirar cada cosa, no verán nada!"5
Ser flexible es una virtud de las personas inteligentes, no hay fanático inteligente. No
esperar hasta llegar al final para descansar y disfrutar. Buscar estaciones intermedias. Ser
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feliz en lugar de hiperactiva. Hay que disfrutar lo que hacemos, no padecerlo, y la
línea que separa estas actitudes es casi imperceptible.
Ejercer el derecho a equivocarnos es fundamental para madurar y lograr nuestros
propósitos. Es un acto de irresponsabilidad no dedicar tiempo a uno mismo. La caridad
comienza en casa, si no me amo a mí misma, no puedo amar a nadie más. Hacer caso
omiso de las necesidades propias es desde luego el suicidio. Por lo general, las mujeres
heroicas ocupan el segundo lugar en capacidad de expresión.
Dividimos nuestro ser en tres: cuerpo, mente y alma. Así, confiamos nuestro cuerpo al
médico, nuestra mente a los psiquiatras y nuestra alma a los teólogos, olvidando que
somos uno solo, por eso un problema que se origina en una de las partes puede afectar
al resto.
El estrés crónico y recurrente agota el cuerpo y aniquila el sistema inmunológico.
Nos enfermamos por estrés pero podemos también morir por su causa.
Los médicos de la American Academy of Psychosomatic Medicine, fundada en 1953,
calculan que entre el 75 y 90 por ciento de todas las enfermedades diagnosticadas derivan
en parte del estrés. Las tres drogas prescritas de mayor venta en Estados Unidos son
Valium para el relajamiento, Inderal para la presión alta y Tagamet para las úlceras.
Hablando en términos prácticos, cada vez que te sientas presionada o al borde de
aceptar una nueva demanda, detente y primero pregúntate:"¿Quién me obliga a hacer
esto?"
Si la respuesta es: "Yo", entonces decide si en realidad es necesario asumir una nueva
obligación. Si la sensación de presión proviene de fuentes externas, dependerá de ti
asumir o no la responsabilidad.
Otra manifestación de autocastigo es la filosofía cicatera del que se apega demasiado
al dinero y a las cosas y no permite la autorrecompensa. La tacaña siempre verá la
recompensa como innecesaria, debido a que no producirá nada tangible. Dirán: "no es
necesario, ni de vida o muerte".
Ahorrar no debe convertirse en un fin en sí mismo, sino en una actitud previsora. Si
prefieres entregar tu dinero a las farmacias, a los psicólogos y médicos, no te des gustos.
Nos encontramos a mujeres cuyo mayor orgullo es presumir de las gangas que
consiguieron en su último viaje, y es común ver que los zapatos les aprietan a sus hijos o
les quedan enormes, porque eran los de la barata, mientras la chequera en gorda.
Conocerán por lo menos a una de estas mujeres para quienes gastar un centavo se
convierte en un acto de sacrificio extremo. No se trata de derrochar o de gastar lo que no
se posee, pero la avara hace del dinero un fin y no un medio y así su restringida
generosidad la hace miserable con quienes ella dice amar más.
Terminamos por no disfrutar, padecemos, sufrimos y entre más nos movemos, menos
logramos, entre más hacemos, menos poseemos; entre más decimos sí, menos nos
gustamos. Mi donación no es por amor, sino para lograr ser aceptada y querida.
Resulta urgente mirar hacia nosotras, porque el mundo interior nos hace fuertes,
valientes, seguras de nosotras mismas, porque nos ayuda a situarnos como prioridad.
Confundimos felicidad con estar contentas, ir de compras, cumplir caprichos.
La enfermedad y la salud tienen una relación directa con nuestras emociones y
pensamientos. Nosotras participamos directamente en nuestra salud. Aprender a decir
NO es una condición para crecer. Cuando dices SÍ por no desilusionar a alguien, es
cobardía. Un gran ejercicio para el amor es saber decir NO. La persona libre es la
capaz de decir SÍ o NO con la misma sencillez y bajo cualquier circunstancia.
La persona sana es libre y elige libremente, la perfeccionista no lo es, su
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espíritu libre vive en una prisión. Su valor se mide por su desempeño, su éxito es
producto de su ir y venir pero no porque sea quien es.
Es muy común que las mujeres describan un sentimiento de pérdida asociado
con la ausencia de la actividad cuando están descansando o tranquilas. Existen
cinco categorías de supuestos que crean expectativas de perfeccionismo e
indispensabilidad.
Las exageraciones: "Soy la única que puede hacerlo". "Todos dependen de mí".
Los absolutismos: "Las buenas esposas siempre están dis ponibles".
Los ultimátums: "Si no me ocupo, todo se derrumbará". Los axiomas: "Cuanto
más haces, más vales". Las excusas: "Es más fácil que lo haga yo misma". 6
¿Cuánto tiempo hace que no contemplas un atardecer y las figuras del fuego en
una chimenea? ¿Cuándo diste el último paseo por el parque o el bosque sin prisa?
¿Cuánto tiempo hace que no disfrutas de tu jardín, de tu álbum de fotografías? ¿De
cuántas cosas nos perdemos por caer en esta adicción al trabajo tan engañosa y que
aparenta ser tan buena?
Nuestra cultura afirma a las personas por lo que hacen, por lo que logran y no
por lo que son. Para lograr la intimidad conmigo misma, con los demás y con
Dios, la parte que yo ofrezco es lo que soy.
Y también nos vemos atormentadas de otras formas. Nos sentimos continuamente
forzadas a elegir entre el trabajo y la familia, o las relaciones amorosas. Las aspiraciones
financieras y mundanas combaten el deseo de alimentar y apoyar nuestro aspecto
espiritual. Luchamos con las necesidades antagónicas para establecer el orden y la
estabilidad sin perder la capacidad para el amor, la espontaneidad y la plena expresión
de la sexualidad. Criticamos las restricciones de épocas pasadas, pero la sociedad
contemporánea aún es deficiente para ayudar a las mujeres a encontrar caminos
creativos para equilibrar y satisfacer todos los aspectos de sus vidas.
Nos ayudaría aprender a:
Clasificar los valores, priorizar, establecer límites, y ser flexibles para
reencontrarnos y volver a comenzar.
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