ORACIÓN DEL PADRE NUESTRO
Los cristianos católicos tenemos muchas oraciones en las que
ponemos nuestra esperanza en que Dios nos responda.
Son tantas que podemos rezar una oración diaria y llegar al final de
nuestras vidas sin repetir una sola.
Y si añadimos las que hacemos con nuestras propias palabras,
surgidas en situaciones de necesidades o momentos de grandes
sufrimientos y desesperanzas o sencillamente para agradecer y
alabar a nuestro Dios, el acervo oracional se torna infinito.
E igualmente infinitas son las ocasiones en las que, a través de estas
oraciones, Dios se nos revela, nos habla, mostrándonos que sí nos
escucha; ya sean propias o no, como la de los santos. En esta de las
notas publicadas en esta página (Oración de desprendimiento
de San Ignacio de Loyola) doy testimonio de lo dicho
anteriormente.
De esta manera, nos damos cuenta del poder de la oración, si ésta
se hace con fe, como nos dice nuestro Señor, en Mateo 21:22: Y todo
cuanto pidáis con fe en la oración, lo recibiréis.
Pero a veces, viendo tantas oraciones para aquello, para lo otro y lo
de más allá, me siento como cuando se come mucho dulce:
empalagada. Y bueno, no me inclino por rezar todas las que
encuentro.
La actitud no debe ser rechazar las oraciones, sino evitar ser
compulsivos rezándolo todo. Ninguna de ellas está de más, cada
una cubrirá en su momento alguna necesidad que estemos
atravesando; pero, esperemos que el Espíritu Santo sea nuestra
guía, y sea Él quien nos indique cuál oración rezar.
Enfocándome en la oración del Padre Nuestro, recientemente
descubrí (y perdonen mi retraso) que esta oración cubre todas
nuestras necesidades (materiales y espirituales) y es como si no
necesitáramos de otra más para comunicarnos eficazmente con
nuestro Señor.
Por demás, esta oración tiene una particularidad que la
convierte en una oración muy singular: nos la enseñó el
mismo Jesús, Hijo de Dios, nuestro Señor y Salvador, en su
paso por estas tierras y ante el pedido de sus discípulos: Señor
enséñanos a orar (Cf. Lucas 11:1), evidenciándose así la
necesidad que tenemos los seres humanos de comunicarnos
con nuestro Creador y Padre.
Yo siempre la he rezado desde niña, como por pura
obediencia, pero no con mucha conciencia; es como si la
estuviera rezando hasta estos días con la misma actitud
inconsciente de niña, y de repente, me doy cuenta de que ya
es tiempo de crecer, madurar y tomar conciencia de lo que
estoy diciendo y del fruto que puedo obtener de esta oración,
rezándola adecuadamente, despacio, meditándola, con
devoción; no de una forma rápida como para terminar pronto
y ya cumplí; que no es una simple letanía.
La intención es dejar atrás la inconsciencia de la niñez
(que es un aspecto infantil negativo en la adultez), sin
perder el aspecto positivo de la niñez: la confianza, para
depositarla en Dios y en sus promesas (que todas se
cumplen) y en el hecho de que Él siempre nos escucha y
nos responde de acuerdo a lo que nos es conveniente
para nuestra salvación y en el tiempo igualmente
conveniente.
Es la confianza en la que se nos presenta un mundo en
donde todo puede ser posible, si permanecemos en Dios
y Él en nosotros, ya que Él mismo nos dice que para Él
nada es imposible; pero, a la vez, con la madurez
necesaria para aceptar la voluntad de Dios cuando las
cosas no salen de acuerdo con nuestros deseos.
Se hace necesario conservar esa parte positiva de la niñez,
que es la que nos ayudará a alcanzar la gracia que nuestro
Señor Jesucristo ofrece a todos los que somos como niños:
Y le traían aun a los niños muy
pequeños para que los tocara,
pero al ver esto los discípulos, los
reprendían. Mas Jesús,
llamándolos a su lado, dijo:
Dejad que los niños vengan a
mí, y no se lo impidáis, porque
de los que son como éstos es el
reino de Dios. En verdad os
digo: el que no recibe el reino
de Dios como un niño, no
entrará en él. Lucas 18:16
Amén
Rezar la oración del Padre Nuestro con fe fuerte y
verdadera y con la confianza de un niño, nos da la
protección que necesitamos contra los ataques
del enemigo, recibimos el cuidado de Dios
en nuestras necesidades cotidianas y espirituales,
nos enseña la actitud adecuada para merecer
Su perdón, que es perdonando a los demás,
nos ayuda a vencer las tentaciones y a librarnos
del maligno.
ataques
espirituales
merecer
rnos
La confianza sencilla y fiel y la seguridad
humilde y alegre son las disposiciones propias
del que reza el “Padre Nuestro”.
(CIC 2797)
PADRE NUESTRO
Nuestra fe en nuestro Señor Jesucristo, reconociéndolo como Hijo
de Dios, nos concede la gracia de recuperar nuestra filiación
divina, que habíamos perdido a causa del pecado; y esta gracia se
hace patente a través de esta oración que el mismo Jesús nos
enseñó, al iniciarla pidiendo que le llamemos Padre Nuestro;
cumpliéndose la Palabra Divina que leemos en Juan 1:12: Pero a
todos los que le recibieron, les dio el derecho de llegar a ser hijos de
Dios, es decir, a los que creen en su nombre.
Así que, si creemos en Dios y en su Hijo Jesucristo, tenemos
derecho o potestad de aclamar y proclamar con gozo que somos
hijos de Dios. Con ese gozo de buena nueva debemos rezarla,
públicamente cuando rezamos el Padre Nuestro en la asamblea de
fieles o en el grupo comunitario al que pertenecemos o cuando la
rezamos de forma privada en la intimidad de nuestras almas.
¡Somos hijos de Dios! ¡Aleluya!
«Vosotros hacéis las obras de vuestro padre.»
Ellos le dijeron: «Nosotros no hemos nacido de
la prostitución; no tenemos más padre que a
Dios.»
Jesús les respondió: «Si Dios fuera vuestro
Padre, me amaríais a mí, porque yo he
salido y vengo de Dios; no he venido por mi
cuenta, sino que Él me ha enviado.
¿Por qué no reconocéis mi lenguaje?
Porque no podéis escuchar mi Palabra.
Vosotros sois de vuestro padre el diablo y
queréis cumplir los deseos de vuestro
padre. Éste era homicida desde el principio, y
no se mantuvo en la verdad, porque no hay
verdad en él; cuando dice la mentira, dice lo
que le sale de dentro, porque es mentiroso y
padre de la mentira.
Pero a mí, como os digo la verdad, no me
creéis.
Por otra parte, el que no profesa la fe en el Padre y en el Hijo tiene
como único padre al enemigo de Dios, como bien lo dice nuestro
Señor Jesucristo en Juan 8:41-45:
Mis ovejas escuchan mi voz; yo las conozco y ellas me siguen.
Juan 10:27
Habitaré en la Casa del Señor por años sin término
Salmo 23:6
QUE ESTÁS EN EL CIELO
En la oración, nuestro Señor Jesucristo nos informa que
nuestro Padre está en el Cielo. Como Buen Padre que es nos
dice dónde está, como lo hacen los buenos padres terrenales
cuando, actuando a semejanza de nuestro Dios, salen de sus
hogares y dicen dónde los pueden localizar para cualquier
necesidad y/o urgencia y estar disponibles para su familia
24/7.
El Catecismo de la Iglesia Católica (CIC), numeral 2802, nos
dice que el término Cielo no designa un lugar, sino la
majestad de Dios y su presencia en el corazón de los justos, y a
la vez, nos dice que este Cielo es la Casa de Dios, la cual
constituye la verdadera patria hacia donde tendemos y a la
que ya pertenecemos. Amén.
Al identificarse como nuestro Padre Celestial está, a la vez,
reconociendo que también tenemos padres aquí en la Tierra.
Haciendo un recorrido por el Antiguo y Nuevo Testamento,
podemos ver cuáles son estos padres terrenales autorizados
por nuestro Padre Celestial para que lo sean; éstos son sólo
algunos ejemplos:
Nuestros primeros padres, Adán y Eva, a
quienes Dios autorizó a multiplicarse,
celebrándose así el primer matrimonio
de la historia de la Creación.
Bendiciéndolos, les dijo: Sed fecundos y
multiplicaos (Cf. Gen. 1:28); y ya
sabemos cómo continúa la historia y las
consecuencias de ésta sobre toda la
Creación.
Los padres biológicos, producto de la
unión santificada por el sacramento del
matrimonio de una pareja conformada
por un hombre y una mujer, como fue
desde un principio y como debe seguir
siendo para permanecer en obediencia a
la Voluntad Divina.
Abraham, a quien hizo padre de un
pueblo tan numeroso como la arena
del mar, como las estrellas del Cielo
(Cf. Gen. 22:17); es decir, un pueblo
infinito como su Creador; y que a
diferencia de nuestros primeros
padres, fue fiel a nuestro Dios,
mereciendo el honor de ser llamado el
padre de la fe.
Después de haber comido,
dice Jesús a Simón Pedro:
Simón de Juan, ¿me
amas más que éstos?
Le dice él: Sí, Señor, tú
sabes que te quiero. Le
dice Jesús: Apacienta mis
corderos.
Vuelve a decirle por
segunda vez: Simón de
Juan, ¿me amas?
Le dice él: Sí, Señor, tú
sabes que te quiero.
Le dice Jesús: Apacienta
mis ovejas.
Le dice por tercera vez:
Simón de Juan, ¿me
quieres? Se entristeció
Pedro de que le
preguntase por tercera
vez: ¿Me quieres? y le
dijo: Señor, tú lo sabes
todo; tú sabes que te
quiero.
Le dice Jesús: Apacienta
mis ovejas. (Juan 21: 15-
17)
• Las autoridades eclesiásticas: sacerdotes, presbíteros, obispos, Papas; éstos, en
su misión sacerdotal, adquieren responsabilidades iguales o muy parecidas a las
de nuestros padres biológicos: son guías, consejeros en lo espiritual; pero
también ayudan en lo material a los que lo necesitan. (1)
Apacentar (2) los corderos, apacentar las ovejas de
Dios es la misión que nuestro Señor Jesucristo le
asignó a estos padres espirituales, misión que solo
podrán llevar a cabo, según la voluntad de Dios, si
en ella ponen el amor que le pide nuestro Señor a
Simón Pedro.
Hay muchos más en el Antiguo y Nuevo Testamento a
quienes Dios autoriza a ser llamados padres, aún sin ser
biológicos; cuestión de leer la Biblia.
Con esta divina designación paternal, nace la misión que
todo padre debe tener con sus hijos: enseñar, proteger,
proveer, cuidar, guiar, ser ejemplo de bien, y un largo
etc., que implica grandes responsabilidades para con los
hijos, biológicos o en adopción; todo bajo la bendición
de Dios, enmarcado en el Amor de Dios y el Amor a
Dios, quien nos da muy buen ejemplo paternal.
• Santificado Sea Tu Nombre
• Venga A Nosotros Tu Reino
• Hágase Tu Voluntad Así En La Tierra
Como En El Cielo
• Danos Hoy Nuestro Pan De Cada Día
• Perdona Nuestras Ofensas Como También
Nosotros Perdonamos A Los Que Nos
Ofenden
• No Nos Dejes Caer En Tentación
• Y Líbranos Del Mal
LAS SIETE PETICIONES
Luego de recibir la buena nueva de que volvemos a ser
hijos de Dios, creyendo en su Hijo Jesucristo, entramos
en confianza y empezamos a pedirle.
Siete son las peticiones, de las cuales, 6 de ellas tienen
que ver con nuestras necesidades espirituales y sólo una
(Danos hoy nuestro pan de cada día), con las materiales
y aún ésta incluye las espirituales.
Buscad primero su Reino y su justicia, y todas esas cosas
se os darán por añadidura. Mt. 6:33
Santificado Sea Tu Nombre
Si decimos que creemos en Dios, Creador y Padre nuestro,
entonces, esa misma fe que tenemos en Él nos mueve a santificar su
nombre.
Dios es santo, Él mismo nos lo dice: Yo Soy el Santo (Cf. Oseas 11:9)
y Su Nombre también es santo; y si seguimos el llamado de nuestra
fe, nuestras vidas estarán encaminadas a respetar Su Nombre, que
es la forma de santificarlo.
Él nos creó a su imagen y semejanza; y siendo Él santo, la imagen
que debemos reflejar, según la fe que decimos profesar, es una
imagen santa:
Porque yo soy Yahveh, vuestro Dios; santificaos y sed santos, pues
yo soy santo. Lev. 11:44
Sed santos, porque yo, Yahveh, vuestro Dios, soy santo. Lev. 19: 2
Santificaos y sed santos; porque yo soy Yahveh, vuestro Dios. Lev.
20:7
Santificado Sea Tu Nombre
Con nuestros buenos pensamientos, buenas palabras y
obras y con la disposición y diligencia en cumplir Sus
Mandamientos y las enseñanzas de nuestro Señor
Jesucristo, evitando caer en la omisión, santificamos
(respetamos) el nombre de nuestro Padre que está en el
Cielo; si no hacemos esto, profanamos el Santo Nombre
de Dios.
Guardad mis preceptos y cumplidlos. Yo soy Yahveh, el
que os santifico. Levítico 20:8
Guardad mis mandamientos y cumplidlos. Yo, Yahveh. No
profanéis mi santo nombre, para que yo sea santificado
en medio de los israelitas. Levítico 21: 31-32
Santificado Sea Tu Nombre
Y es por eso que Todo ser humano está llamado a la
santidad, que “es plenitud de la vida cristiana y
perfección de la caridad, y se realiza en la unión íntima
con Cristo y, en Él, con la Santísima Trinidad. El camino
de santificación del cristiano, que pasa por la cruz,
tendrá su cumplimiento en la resurrección final de los
justos, cuando Dios sea todo en todos” (Compendio, n.
428). (3)
Tú, yo, todos nosotros estamos llamados a santificar
(respetar) el Santo Nombre de Dios, reflejando, en el
accionar de nuestras vidas, su imagen santa. Amén.
Santificado Sea Tu Nombre
Depende inseparablemente de nuestra vida y de nuestra
oración que su Nombre sea santificado entre las
naciones:
«Pedimos a Dios santificar su Nombre porque Él salva y
santifica a toda la creación por medio de la santidad. [...]
Se trata del Nombre que da la salvación al mundo
perdido, pero nosotros pedimos que este Nombre de Dios
sea santificado en nosotros por nuestra vida. Porque si
nosotros vivimos bien, el nombre divino es bendecido;
pero si vivimos mal, es blasfemado, según las palabras
del apóstol: “el nombre de Dios, por vuestra causa, es
blasfemado entre las naciones” (Rm 2:24; Ez 36:20-22).
Santificado Sea Tu Nombre
Por tanto, rogamos para merecer tener en nuestras almas
tanta santidad como santo es el nombre de nuestro Dios (San
Pedro Crisólogo, Sermo 71, 4).
«Cuando decimos “santificado sea tu Nombre”, pedimos que
sea santificado en nosotros que estamos en él, pero también
en los otros a los que la gracia de Dios espera todavía, para
conformarnos al precepto que nos obliga a orar por todos,
incluso por nuestros enemigos. He ahí por qué no decimos
expresamente: Santificado sea tu Nombre “en nosotros”,
porque pedimos que lo sea en todos los hombres»
(Tertuliano, De oratione, 3, 4). (Catecismo de la Iglesia
Católica, no. 2814)
Pedimos por todos, los creyentes y los no creyentes, para que
de esta manera se cumpla la siguiente petición en cada uno y
en todos nosotros: Venga a Nosotros Tu Reino.
Venga A Nosotros Tu Reino
La secuencia en las peticiones de la oración del Padre Nuestro no
parece ser al azar, sin ningún orden específico. En el orden que
llevan, reconocemos un nacimiento y un avance en la fe, en la
devoción y en el amor a nuestro Dios; ya que, recibiendo la Gracia
de ser sus hijos nuevamente y al aceptarlo como nuestro Padre
Celestial, naciendo a una nueva vida como hijos suyos, nos
inclinamos, por la acción de Su Gracia, a respetar su Santo Nombre;
y avanzando en el camino de la fe y del amor, nace el deseo de estar
con nuestro Padre amoroso que hace que pidamos con devoción:
Venga a nosotros tu Reino.
Porque ya no queremos vivir lejos de Él y lo necesitamos cerca,
sintiendo su presencia en nuestras vidas. Es así como llega a cada
uno de nosotros el Reino de Dios, el Reino del Amor: deseando,
gustando de las cosas de Dios y purificando nuestras vidas,
apartándonos del pecado, separándonos del mundo y sus placeres.
Venga A Nosotros Tu Reino
«Solo un corazón puro puede decir con seguridad: “¡Venga a
nosotros tu Reino!” Es necesario haber estado en la escuela de
Pablo para decir: “Que el pecado no reine ya en nuestro cuerpo
mortal” (Rm 6, 12). El que se conserva puro en sus acciones,
sus pensamientos y sus palabras, puede decir a Dios: “¡Venga
tu Reino!”» (San Cirilo de Jerusalén, Catecheses
mystagogicae 5, 13). (CIC 2819)
Esta petición y deseo de que Venga a nosotros el Reino de
Dios, no solo se refiere a tenerlo en nuestras vidas abriéndole
nuestro corazón para que permanezcamos en Él y Él en
nosotros, cumpliendo Su Voluntad en nuestro diario vivir,
sino que también se refiere a la segunda venida de nuestro
Señor, que Él mismo promete y proclama en diversos
versículos de la Biblia. He aquí algunos:
Venga A Nosotros Tu Reino
Porque el Hijo del Hombre ha de venir en la gloria de
su Padre con sus ángeles, y ENTONCES
RECOMPENSARA A CADA UNO SEGUN SU
CONDUCTA. Mateo 16:27
Cuando el Hijo del Hombre venga en su gloria, y
todos los santos ángeles con Él, entonces se sentará
sobre el trono de su gloria… Mateo 25:31
Y si me voy y preparo un lugar para vosotros, vendré
otra vez y os tomaré conmigo; para que donde yo
estoy, allí estéis también vosotros. Juan 14:3
Jesús le dijo: Si yo quiero que él se quede hasta que yo
venga, ¿a ti, qué? Tú, sígueme. Juan 21:22
Venga A Nosotros Tu Reino
que les dijeron: Varones galileos, ¿por qué estáis mirando al
cielo? Este mismo Jesús, que ha sido tomado de vosotros
al cielo, vendrá de la misma manera, tal como le habéis
visto ir al cielo. Hechos 1:11
…así también Cristo, habiendo sido ofrecido una vez para
llevar los pecados de muchos, aparecerá por segunda vez,
sin relación con el pecado, para salvación de los que
ansiosamente le esperan. Hebreos 9:28
Por tanto, no juzguéis antes de tiempo, sino esperad hasta
que el Señor venga, el cual sacará a la luz las cosas ocultas
en las tinieblas y también pondrá de manifiesto los designios
de los corazones; y entonces cada uno recibirá su alabanza de
parte de Dios. 1 Corintios 4:5
Venga A Nosotros Tu Reino
Porque todas las veces que comiereis este pan, y bebiereis esta copa,
la muerte del Señor anunciáis hasta que venga. 1 Corintios
11:26
Pero el día del Señor vendrá como ladrón, en el cual los cielos
pasarán con gran estruendo, y los elementos serán destruidos con
fuego intenso, y la tierra y las obras que hay en ella serán
quemadas. 2 Pedro 3:10
Y ahora, hijos, permaneced en El, para que cuando se
manifieste, tengamos confianza y no nos apartemos de El
avergonzados en su venida. 1 Juan 2:28
HE AQUI, VIENE CON LAS NUBES y todo ojo le verá, aun los
que le traspasaron; y todas las tribus de la tierra harán lamentación
por El; sí. Amén. Apocalipsis 1:7
El que testifica de estas cosas dice: Sí, vengo pronto. Amén. Ven,
Señor Jesús. Apocalipsis 22:20
Venga A Nosotros Tu Reino
Esperamos su segunda venida para la cual debemos estar preparados, y así
estaremos si cumplimos en nuestras vidas Su Voluntad.
En verdad, en verdad os digo: el que escucha mi Palabra y cree en el que me
ha enviado, tiene vida eterna y no incurre en juicio, sino que ha pasado de
la muerte a la vida. Juan 5:24.
Con su segunda venida vendrá la hora del juicio: Tanto malos como
buenos resucitarán (Cf. Hechos 24:15) y saldrán los que hayan hecho el
bien para una resurrección de vida, y los que hayan hecho el mal, para una
resurrección de juicio. Juan 5:29.
Pero de aquel día y hora nadie sabe, ni siquiera los ángeles del cielo, ni el
Hijo, sino sólo el Padre. Por tanto, velad, porque no sabéis en qué día
vuestro Señor viene. Mateo 24:36, 42
¡Venga A Nosotros Tu Reino!: Esta petición es el Marana Tha (4), el grito
del Espíritu y de la Esposa: “Ven, Señor Jesús” (CIC 2817)
Amén
Que no se haga mi voluntad, sino la tuya.
(Cf. Lucas 22:42)
Hágase Tu Voluntad Así En La Tierra
Como En El Cielo
No podemos desear que venga
el Reino de Dios a nuestras vidas,
si no cumplimos Su Voluntad.
Cumplir la Voluntad de Dios es
someternos a obediencia.
El único pecado que existe es la
desobediencia, la cual tiene
diferentes manifestaciones
según el mandamiento de Dios
o las enseñanzas de nuestro
Señor Jesucristo que
desobedezcamos.
Pedimos que esta voluntad Divina
sea obedecida tanto en la Tierra
como en el Cielo. Parece natural
pedir que se cumpla la Voluntad de
Dios en la Tierra de tanto que
conocemos cómo se desobedece la
Voluntad de Dios por estos
predios; pero recordemos la
desobediencia del principio de los
tiempos, la cual se manifestó
primero en el Cielo; y por eso
pedimos en la oración del Padre
Nuestro que Su Voluntad se
cumpla también en el Cielo.
Santificamos el Nombre de Dios
cumpliendo Su Santa Voluntad en
la Tierra y en el Cielo. Amén.
Yo soy el pan de la vida; el que viene a mí no tendrá hambre, y el
que cree en mí nunca tendrá sed.
(Juan 6:35)
Danos Hoy Nuestro Pan De Cada Día
Me viene a la memoria el milagro
vivido por el Santo Cura de Ars en
una escuela gratis para niñas que
abrió y a la que llamó "Providencia".
Para ellas tenía que encontrar comida
y más de una vez intervino el Señor
milagrosamente, multiplicando el
grano o la harina. Cuenta la historia
que una noche, el Santo Cura de Ars
subió al granero y ya no había nada.
Pidió, entonces, a las niñas que reza-
ran para pedir el pan de cada día como
se hace en el Padre Nuestro. Pocas
horas más tarde el granero estaba
lleno de trigo.
Lo anterior es la evidencia de la
eficacia de la oración hecha con fe y
la confianza de niño puesta en nues-
tro Dios, creyendo en lo imposible
que es siempre posible para Él. Y es
evidencia de la actitud de tener
presente a Dios en nuestras vidas para
todo: tanto en las necesidades y en las
penas como en la abundancia y en la
alegría. Pidamos a Dios esta Gracia de
tenerlo siempre presente en cada
momento de nuestras vidas.
En la cuarta petición, al decir “danos”,
expresamos, en comunión con nuestros
hermanos, nuestra confianza filial en
nuestro Padre del cielo. “Nuestro pan”
designa el alimento terrenal necesario
para la subsistencia de todos y significa
también el Pan de Vida: Palabra de
Dios y Cuerpo de Cristo. Se recibe en el
“hoy” de Dios, como el alimento
indispensable, lo más esencial del
Festín del Reino que anticipa la
Eucaristía. (CIC 2861).
Amén
En Camino a cumplir la
Voluntad de Dios
Habiendo ya recuperado nuestra filiación divina, conscientes por ello
de que debemos santificar el nombre de nuestro Padre celestial;
habiendo aceptado el reino de Dios en nuestras vidas,
comprometiéndonos a cumplir Su Voluntad; estando ya bien
alimentados con el pan que satisface nuestras necesidades humanas y
también espirituales con el pan de vida eterna y sabiendo a dónde
dirigir nuestras oraciones para fortalecernos en la fe, pidiendo en ellas
esta gracia, ya estamos preparados para el momento de actuar,
manifestando en nuestras vidas la Voluntad de Dios.
Con las siguientes tres peticiones, llega ese momento de cumplir la
Voluntad de Dios: perdonando las ofensas de nuestros hermanos y
evitando la tentación que nos seduce a pecar, para ya no volver a pecar
más (Ver nota ¿Podemos dejar de Pecar?), rechazando todo mal con la
ayuda de nuestro Dios.
Perdona Nuestras Ofensas Como También
Nosotros Perdonamos A Los Que Nos Ofenden
Al perdonar nos despojamos de odios y
rencores; de venganzas, malos deseos y
malas intenciones hacia la persona que
nos ofendió. De esta manera,
purificamos nuestro corazón si alguno
de estos sentimientos se aloja en él; o
sencillamente, no permitimos darle
cabida a ninguno de ellos por más
ofensas que recibamos.
El cuidado que debemos tenerle a
nuestro corazón no sólo es físico, para
evitar que nos sobrevenga un infarto;
sino también esencialmente espiritual,
no permitiendo que se nos corrompa
con malos sentimientos y abominables
deseos.
El mejor cuidado que podemos darle a
nuestro corazón es éste: el espiritual,
que nos librará de muchas enferme-
dades y mantendrá nuestro corazón
limpio y puro para que nuestro Señor
pueda habitar en Él.
Una de las parábolas que nos edifica
sobre el perdón al hermano, que se nos
pide en el Padre Nuestro para ser
merecedores nosotros mismos del
Perdón divino, es la que se encuentra en
Mt. 18:23-35 que trata sobre el siervo a
quien el rey le perdonó la gran deuda que
tenía; y que luego, este mismo siervo no
le perdonó la pequeña deuda que su
consiervo tenía con él; por lo que el rey le
entregó a los verdugos, hasta que pagase
todo lo que le debía.
Al final de esta parábola, nuestro Señor
Jesucristo nos deja este mensaje:
Esto mismo hará con vosotros mi Padre
celestial, si no perdonáis de corazón cada
uno a vuestro hermano.
No Nos Dejes Caer En Tentación
Porque no queremos ofender más a nuestro Dios, porque no
queremos transgredir su ley.
Porque ya pedimos que se haga Su Voluntad en la Tierra
como en el Cielo y si somos coherentes con esta petición, la
cumpliremos nosotros mismos.
Nuestro camino hacia la salvación exige un esfuerzo
mancomunado (5) con nuestro Dios y Salvador.
El nos da la Gracia y nosotros debemos seguir el movimiento
de esa Gracia para evitar caer en tentación.
El Santo Cura de Ars, en su sermón sobre la Perseverancia,
nos edifica muy bien sobre este movimiento al que nos
impulsa la Gracia de Dios para entrar en obediencia a Su
Voluntad:
No Nos Dejes Caer En Tentación
LA FIDELIDAD EN SEGUIR LOS MOVIMIENTOS DE LA GRACIA
DE DIOS
Escuchadme bien almas santas… Prestad atención lo que
Dios va a deciros por mi boca. Digo, pues, en primer lugar,
que el primer medio para perseverar en el camino que
conduce al cielo es ser fiel en seguir y aprovechar los
movimientos de la Gracia que Dios tiene a bien concedernos.
Los santos no deben su felicidad más que a su fidelidad en
seguir los movimientos que el Espíritu Santo les enviare, así
como los condenados no pueden atribuir su desdicha a otra
cosa que al desprecio que de tales movimientos hicieron, esto
solo debe bastar para haceros sentir la necesidad de ser fieles
a la Gracia…
No Nos Dejes Caer En Tentación
¿POR QUÉ MEDIOS VAMOS A CONOCER SI CORRESPONDEMOS O
RESISTIMOS A LO QUE LA GRACIA QUIERE DE NOSOTROS?...
Digo, ante todo, que la GRACIA ES UN PENSAMIENTO QUE NOS
HACE SENTIR LA NECESIDAD DE EVITAR EL MAL Y DE HACER EL
BIEN. Entremos en algunos detalles familiares, a fin de que lo
comprendáis mejor y así verás cuándo eres fiel a la Gracia y
cuándo estás resistiéndote al llamado de Dios. Por la mañana,
al despertarte, nuestro Señor te sugiere el pensamiento de
consagrarle tu corazón, de ofrecerle los trabajos del día y de
rezar, enseguida, de rodillas, las oraciones de la mañana. Si lo
practicas así, prontamente y de todo corazón, estás siguiendo
el movimiento de la Gracia, pero si no lo practicas o lo haces
mal, entonces dejas de seguir el movimiento. En otra ocasión,
sentirás de pronto el deseo de ir a confesar, de corregir tus
No Nos Dejes Caer En Tentación
defectos y dejar de ser lo que, al presente, pensarás que,
si llegas a morir, serías condenado; si sigues esa buena
inspiración que Dios te está enviando, estás siendo fiel a
la Gracia; mas, tú dejas pasar esto sin hacer nada, te
viene el pensamiento de dar alguna limosna, de practicar
alguna penitencia, de asistir a misa los días laborales, de
hacer que asistan también tus criados, mas no lo haces;
aquí tenéis, hijos míos, lo que es seguir los movimientos
de la Gracia o bien resistirse a ellos. Todo esto viene
comprendido bajo el nombre de GRACIAS INTERIORES.
No Nos Dejes Caer En Tentación
En cuanto a las llamadas GRACIAS EXTERIORES, podemos citar
como ejemplo una buena lectura, la conversación con una persona
virtuosa y os hará sentir la necesidad de cambiar de vida, de servir
mejor al Buen Dios, los remordimientos que vais a tener a la hora
de la muerte o también el buen ejemplo de otras personas,
presentándose repetidamente ante vuestros ojos, como si os
estimulase a convertiros, o también un sermón o instrucción
religiosa que os enseñe los medios que se han de emplear para
servir a Dios y cumplir vuestros deberes para con Él, para con
vosotros mismos y para con el prójimo. Tened presente que vuestra
salvación o vuestra condenación depende de esas Gracias. Los
santos, si se santifican, es por el gran cuidado que ponen en seguir
todas las buenas inspiraciones que Dios les envía y los condenados
han caído en el infierno porque las despreciaron… Hijos míos,
aunque vivieseis 20 ó 30 años en la virtud y en la penitencia, si no
perseveraseis, todo lo habréis perdido… (6)
No Nos Dejes Caer En Tentación
Así evitamos caer en tentación, siguiendo el movimiento de la Gracia de
Dios.
La Gracia es el favor, el auxilio gratuito que Dios nos da para responder a
su llamada: llegar a ser hijos de Dios, hijos adoptivos, partícipes de la
naturaleza divina, de la vida eterna. (Cf. CIC 1996). Esta Gracia se
manifiesta como nos lo dice el Santo Cura de Ars en su Sermón sobre La
Perseverancia: como un pensamiento que nos hace sentir la
necesidad de evitar el mal y de hacer el bien.
En esto consiste el esfuerzo mancomunado para evitar caer en la
tentación: nuestra colaboración en la ayuda que Dios nos da con su
Gracia, para evitar que pequemos, oyendo su llamada, que nos inclina a
alejarnos de toda tentación.
La tentación no es, en sí misma, el pecado; el pecado es consentir con la
tentación, actuando de acuerdo a lo que en ella el maligno nos inspira
para conseguir seducirnos, desoyendo así la voz de Dios, ignorando la
ayuda que nos proporciona con su Gracia para evitar que pequemos.
No Nos Dejes Caer En Tentación
El Catecismo de la Iglesia Católica (CIC) nos dice, sobre la sexta
petición, lo siguiente:
2847 El Espíritu Santo nos hace discernir entre la prueba,
necesaria para el crecimiento del hombre interior (cf Lc 8, 13-
15; Hch 14, 22; 2 Tm 3, 12) en orden a una “virtud probada” (Rm 5, 3-
5), y la tentación que conduce al pecado y a la muerte (cf St 1,
14-15). También debemos distinguir entre “ser tentado” y
“consentir” en la tentación. Por último, el discernimiento
desenmascara la mentira de la tentación: aparentemente su
objeto es “bueno, seductor a la vista, deseable” (Gn 3, 6),
mientras que, en realidad, su fruto es la muerte.
«Dios no quiere imponer el bien, quiere seres libres [...] En algo la
tentación es buena. Todos, menos Dios, ignoran lo que nuestra alma
ha recibido de Dios, incluso nosotros. Pero la tentación lo
manifiesta para enseñarnos a conocernos, y así, descubrirnos
nuestra miseria, y obligarnos a dar gracias por los bienes que la
tentación nos ha manifestado» (Orígenes, De oratione, 29, 15 y 17).
No Nos Dejes Caer En Tentación
2848 “No entrar en la tentación” implica una decisión del
corazón: “Porque donde esté tu tesoro, allí también estará tu
corazón [...] Nadie puede servir a dos señores” (Mt 6, 21-24).
“Si vivimos según el Espíritu, obremos también según el
Espíritu” (Ga 5, 25). El Padre nos da la fuerza para este
“dejarnos conducir” por el Espíritu Santo. “No habéis
sufrido tentación superior a la medida humana. Y fiel es Dios
que no permitirá que seáis tentados sobre vuestras fuerzas.
Antes bien, con la tentación os dará modo de poderla resistir
con éxito” (1 Co 10, 13).
2849 Pues bien, este combate y esta victoria sólo son
posibles con la oración. Por medio de su oración, Jesús
es vencedor del Tentador, desde el principio (cf Mt 4, 11) y
en el último combate de su agonía (cf Mt 26, 36-44). En
esta petición a nuestro Padre, Cristo nos une a su combate y a
su agonía. La vigilancia del corazón es recordada con
No Nos Dejes Caer En Tentación
insistencia en comunión con la suya (cf Mc 13, 9. 23.
33-37; 14, 38; Lc 12, 35-40). La vigilancia es “guarda del
corazón”, y Jesús pide al Padre que “nos guarde en su
Nombre” (Jn 17, 11). El Espíritu Santo trata de
despertarnos continuamente a esta vigilancia (cf 1 Co 16,
13; Col 4, 2; 1 Ts 5, 6; 1 P 5, 8). Esta petición adquiere
todo su sentido dramático referida a la tentación final de
nuestro combate en la tierra; pide la perseverancia
final. “Mira que vengo como ladrón. Dichoso el que esté
en vela” (Ap 16, 15).
Sabemos que en todas las cosas interviene Dios para bien de los
que le aman. (Cf. Rom. 8:28)
Y Líbranos Del Mal
¿Qué diferencia esta petición de la anterior: no nos dejes caer
en tentación?
En la anterior pedimos para no obrar, seducidos por la
tentación, causando un mal a nuestro prójimo, ofendiendo
así a Dios Padre.
Al pedir que nos libre del mal, estamos pidiendo que nos
libre del mal del hermano, que al ser seducido por la
tentación, obra para hacernos daño.
Esta petición queda vinculada con la anterior (No Nos Dejes
Caer En Tentación) en el sentido de no caer en la tentación
de llenar nuestro corazón de odio, rencor, ni mucho menos
albergar venganza alguna hacia aquéllos que nos hacen mal.
Y Líbranos Del Mal
El Catecismo de la Iglesia Católica (CIC) nos dice, sobre la séptima
petición, lo siguiente:
2851 En esta petición, el mal no es una abstracción, sino que
designa una persona, satanás, el maligno, el ángel que se opone a
Dios. El “diablo” (diá-bolos) es aquél que “se atraviesa” en el
designio de Dios y su obra de salvación cumplida en Cristo..
Habiéndole puesto cara al mal en la persona de Satanás, según el
párrafo anterior, en esta petición pedimos, además, para que nos
libere de los ataques del maligno en persona (apariciones
infernales terroríficas, palizas, etc.), como han sido atacados
muchos santos en su misión de ganar almas para el Señor, como
por ejemplo el Padre Pío.
Cuando decimos que nos libere de esos ataques infernales del
maligno en persona no significa que no vayamos a experimentar
esos ataques, sino que pedimos que nos dé la fortaleza y la
sabiduría amparada en la Palabra de Dios para hacerle frente a esos
ataques y salir airosos, como lo hizo nuestro Señor en el desierto.
Y Líbranos Del Mal
Y así ha sido, es y será, porque «El Señor, que ha borrado
vuestro pecado y perdonado vuestras faltas, también os
protege y os guarda contra las astucias del diablo, que os
combate, para que el enemigo, que tiene la costumbre de
engendrar la falta, no os sorprenda. Quien confía en Dios, no
tema al demonio. “Si Dios está con nosotros, ¿quién estará
contra nosotros?” (Rm 8, 31)» (San Ambrosio, De
sacramentis, 5, 30). (CIC 2852)
La victoria sobre el “príncipe de este mundo” (Jn 14, 30) se
adquirió de una vez por todas en la Hora en que Jesús se
entregó libremente a la muerte para darnos su Vida. Es el
juicio de este mundo, y el príncipe de este mundo está “echado
abajo” (Jn 12, 31; Ap 12, 11). … Por eso, el Espíritu y la Iglesia
oran: “Ven, Señor Jesús” (Ap 22, 17. 20) ya que su Venida nos
librará del maligno. (CIC 2853)
Y Líbranos Del Mal
Al pedir ser liberados del maligno, oramos igualmente para
ser liberados de todos los males, presentes, pasados y futuros
de los que él es autor o instigador. En esta última petición, la
Iglesia presenta al Padre todas las desdichas del mundo. Con
la liberación de todos los males que abruman a la humanidad,
implora el don precioso de la paz y la gracia de la espera
perseverante en el retorno de Cristo. Orando así, anticipa en la
humildad de la fe la recapitulación de todos y de todo en Aquél
que “tiene las llaves de la Muerte y del Hades” (Ap 1,18), “el
Dueño de todo, Aquél que es, que era y que ha de venir”
(Ap 1,8; cf Ap 1, 4):
«Líbranos de todos los males, Señor, y concédenos la paz en
nuestros días, para que, ayudados por tu misericordia,
vivamos siempre libres de pecado y protegidos de toda
perturbación, mientras esperamos la gloriosa venida de
nuestro Salvador Jesucristo» (Rito de la
Comunión [Embolismo](7): Misal Romano). (CIC 2854).
Amén
«Después, terminada la oración, dices: Amén,
refrendando por medio de este Amén, que significa “Así
sea” (cf Lc 1, 38)(8), lo que contiene la oración que Dios
nos enseñó» (San Cirilo de Jerusalén, Catecheses
mystagogicae, 5, 18). (CIC 2856).
Resumen Del CIC sobre las 7 peticiones de la
Oración del Padre Nuestro.
2857 En el Padre Nuestro, las tres primeras peticiones tienen por
objeto la Gloria del Padre: la santificación del nombre, la venida del
reino y el cumplimiento de la voluntad divina. Las otras cuatro
presentan al Padre nuestros deseos: estas peticiones conciernen a
nuestra vida para alimentarla o para curarla del pecado y se refieren
a nuestro combate por la victoria del Bien sobre el Mal.
2858 Al pedir: “Santificado sea tu Nombre” entramos en el plan de
Dios, la santificación de su Nombre —revelado a Moisés, después
en Jesús— por nosotros y en nosotros, lo mismo que en toda nación
y en cada hombre.
2859 En la segunda petición, la Iglesia tiene principalmente a la
vista el retorno de Cristo y la venida final del Reino de Dios.
También ora por el crecimiento del Reino de Dios en el “hoy” de
nuestras vidas.
Resumen Del CIC sobre las 7 peticiones de la
Oración del Padre Nuestro.
2860 En la tercera petición, rogamos al Padre que una nuestra
voluntad a la de su Hijo para realizar su Plan de salvación en
la vida del mundo.
2861 En la cuarta petición, al decir “danos”, expresamos, en
comunión con nuestros hermanos, nuestra confianza filial en
nuestro Padre del cielo. “Nuestro pan” designa el alimento
terrenal necesario para la subsistencia de todos y significa
también el Pan de Vida: Palabra de Dios y Cuerpo de Cristo. Se
recibe en el “hoy” de Dios, como el alimento indispensable, lo
más esencial del Festín del Reino que anticipa la Eucaristía.
2862 La quinta petición implora para nuestras ofensas la
misericordia de Dios, la cual no puede penetrar en nuestro
corazón si no hemos sabido perdonar a nuestros enemigos, a
ejemplo y con la ayuda de Cristo.
Resumen Del CIC sobre las 7 peticiones de la
Oración del Padre Nuestro.
2863 Al decir: “No nos dejes caer en la tentación”, pedimos a
Dios que no nos permita tomar el camino que conduce al
pecado. Esta petición implora el Espíritu de discernimiento y
de fuerza; solicita la gracia de la vigilancia y la perseverancia
final.
2864 En la última petición, “y líbranos del mal”, el cristiano
pide a Dios, con la Iglesia, que manifieste la victoria, ya
conquistada por Cristo, sobre el “príncipe de este mundo”,
sobre Satanás, el ángel que se opone personalmente a Dios y a
su plan de salvación.
2865 Con el “Amén” final expresamos nuestro “fiat (8)”
respecto a las siete peticiones: “Así sea”.
Y…
…Con el permiso de Jesús, qué tal si comenzamos
la oración del Padre Nuestro diciendo Querido
Padre Nuestro:
Padre Nuestro
Querido Padre nuestro,
que estás en el Cielo,
santificado sea Tu
Nombre;
Venga a nosotros Tu
Reino;
Hágase Tu Voluntad así
en la Tierra como en el
Cielo.
Danos hoy nuestro pan
de cada día;
Perdona nuestras
ofensas, como también
nosotros perdonamos a
los que nos ofenden;
No nos dejes caer en la
tentación, y líbranos del
mal. Amén.
Notas
(1) ¿Por qué llamamos ´Padre´ al sacerdote?
http://www.religionenlibertad.com/por-que-
llamamospadre-al-sacerdote-38360.htm
Sacerdotes; por qué les llamamos "Padres".
http://www.corazones.org/apologetica/padres_sacer
dotes.htm
(2) Definición de apacentar:
1.- Guiar y cuidar el ganado para que coma pasto.
2.- Dar pasto espiritual, instruir, enseñar
Notas
Etimología de apacentar: La palabra apacentar (dar pasto a
las vacas) está compuesta por la terminación -ar (usada para
nombrar verbos como en asombrar, desvainar y enredar)
sobre la palabra latina adpascentis participio presente del
verbo adpascere, formado con:
-el prefijo ad.- (hacia) como en adaptar, adherir y perjudicar.
-el verbo pascere (apacentar, hacer pastar, cebar, criar) de
donde tenemos pastor, pastizal, pastorela. Se asocia con la
raíz indoeuropea “pa” (comer, proteger) que estaría presente
en pan.
http://etimologias.dechile.net/?apacentar
Notas
(3) Para descargar el Compendio del Catecismo de la Iglesia
Católica
(4) El que no quiera al Señor, ¡sea anatema! «Maran atha.» 1ª
Corintios 16:22
(5) Mancomunado: Unir personas, fuerzas o caudales para un fin.
Y como colaboradores con Él, también les exhortamos a no recibir
en vano la gracia de Dios; pues Él dice: “En el tiempo propicio te
escuché, y en el día de salvación te socorrí.” Pero ahora es “el tiempo
propicio”; ahora es “el día de salvación.” 2 Corintios 6:1-10
(6) Sermón completo: http://www.youtube.com/watch?v=wquRr-
0IEgs
(7) Definición de Embolismo
Notas
8) Fíat (Del lat. fiat, hágase < facere, hacer.) Consentimiento o
mandato para que una declaración tenga efecto.
El Fiat de María Sin duda es el momento más hermoso de toda la
historia de la humanidad, el momento en el que Dios espera el Sí de
un ser humano para poder venir al mundo en carne y hueso, para
salvarnos a todos, es por eso este tema da entrada a la Navidad y
entendiendo bien este tema lograremos vivir de una forma muy
santa y muy cristiana el recuerdo del Nacimiento de Nuestro
Salvador y Señor, Jesucristo. El FIAT de María es el momento clave
en la historia, es un acontecimiento único e irrepetible, en el que
ella se entrega totalmente a Dios, para ser partícipe de la Salvación
humana, siendo así la nueva madre de todos los hombres y a su vez,
la madre de Dios, pues con el FIAT el Espíritu Santo, la llenó con su
sombra y gracias a esto dio a luz al Verbo encarnado, el Verbo Dios,
Cristo Nuestro Señor.
Oración a
San Juan Pablo II
Anexo la oración a San Juan Pablo
II, que inspiró el título de la
portada, para orar por la familia,
clamando por la intercesión de San
Juan Pablo II.
Esta vez nos enfocamos en los
padres de familia y pedimos por
ellos para que Dios los inspire a
seguir el ejemplo de nuestro Padre
celestial, que nunca nos abandona
a nosotros sus hijos.
Que inspire en ellos el amor hacia
su familia para que puedan cumplir
con la misión paternal de enseñar,
proteger, proveer, cuidar, guiar, ser
ejemplo de bien, apegados a la
Voluntad de Dios y para que
recuperen su papel protagónico en
la familia, manteniendo su
autoridad en ella, imprescindible
para guiar por el buen camino a
esposa e hijos.
¡Oh, San Juan Pablo, desde la ventana del Cielo danos tu bendición!
Bendice a la Iglesia que tú has amado, servido y guiado, animándola a
caminar con coraje por los senderos del mundo para llevar a Jesús a
todos y a todos a Jesús.
Bendice a los jóvenes que han sido tu gran pasión. Concédeles volver
a soñar, volver a mirar hacia lo alto para encontrar la luz que ilumina
los caminos de la vida en la Tierra.
Bendice las familias ¡Bendice cada familia!
Tú advertiste el asalto de satanás contra esta preciosa e indispensable
chispita de Cielo, que Dios encendió sobre la Tierra.
San Juan Pablo, con tu oración, protege las familias y cada vida que
brota en la familia.
Ruega por el mundo entero, todavía marcado por tensiones, guerras e
injusticias. Tú te opusiste a la guerra invocando el diálogo y
sembrando el amor: ruega por nosotros, para que seamos incansables
sembradores de paz.
Oh, San Juan Pablo, desde la ventana del Cielo, donde te vemos junto
a María, haz descender sobre todos nosotros la bendición de Dios.
Amén
CARDENAL ANGELO COMASTRI, VICARIO GENERAL DE SU
SANTIDAD PARA LA CIUDAD DEL VATICANO