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               IX. LA COMUNIDAD RENACE ALREDEDOR DE LA PALABRA
                                 PERIODO PERSA

INTRODUCCIÓN

Por medio de los cinco temas que se desarrollarán en este capítulo, usted conocerá lo que sucedió en la
época en que los persas dominaron a Judá.

El primer tema, “Esperanza y frustración en el camino de la liberación”, debe leerse haciendo un
paralelo con la historia actual. Las medidas y los planes de los gobiernos, a nivel político y económico,
someten al pueblo a la exigencia de los imperialismos más fuertes y dominadores, y la historia se
desenvuelve entre intentos de progreso y frustrantes retrocesos. Pero aun así, los profetas no dejaron de
animar y confirmar la fe del pueblo en medio de las luchas y dificultades.

“Conflictos y avances en la lucha por la construcción”, es el segundo tema. Estudia el periodo del
regreso de los exiliados y los esfuerzos de sus líderes para reconstruir el Templo y la ciudad de
Jerusalén. El regreso de los exiliados fue visto como una por parte de quienes estaban en la tierra, y la
mezcla de razas entre la población que se había quedado generó conflictos y mutuo rechazo. Pero nada
impidió que la comunidad se reorganizara alrededor del Libro de la Ley y suscribiera sus valores
esenciales.

“La Biblia nace de la fe y la esperanza del pueblo”, es el tercer tema. Presenta los escritos bíblicos que
surgieron en esta época y cómo éstos tratan la relectura de la historia hecha a la luz de la nueva
realidad, con la certeza de que lo importante es ser fieles a la alianza con Dios.

El pueblo construyó la ciudad y el Templo, reorganizó la liturgia y los sacrificios y buscó volver a los
orígenes étnicos y religiosos que lo caracterizaron desde el comienzo de su conformación. Todo esto se
narra en el cuarto tema: “La reconstrucción de la comunidad judía”.

El quinto tema, “La palabra de Dios es para todos”, presenta los libros bíblicos que fueron escritos en
este periodo. Estos describen el cuestionamiento y la resistencia que se generó contra la excesiva
exigencia de no aceptar extranjeros en medio del pueblo y la opresión de este por parte del Templo.
Estos libros abren el mensaje bíblico a todos los pueblos y retratan la nueva compresión, más amplia y
universal, que los sabios de la Biblia pasan a tener de Dios y de su proyecto.

Este capítulo refleja la experiencia del pueblo: Dios conduce la historia adonde Él quiere, respetando
los procesos humanos y teniendo paciencia con los límites y retrocesos del pueblo durante el camino.

   1. ESPERANZAS Y FRUSTRACIONES EN EL CAMINO DE LA LIBERACIÓN.

Nehemías, de familia judía, servía en la corte del rey de Susa, cuando supo, por medio de los judíos
liberados que habían sobrevivido al cautiverio, que los habitantes de Jerusalén vivían “en gran
estrechez y confusión. La muralla de Jerusalén estaba llena de brechas, y sus puertas habían sido
incendiadas” (Ne 1, 3). Inconforme con esta situación, pidió ayuda al rey y socorrió a su pueblo, como
veremos más adelante.

Retomando el camino
Después que el rey de Babilonia, Nabucodonosor fue a Jerusalén y destruyó los muros y las fortalezas,
arraso el Templo y deportó a Babilonia la población más culta y rica, la situación de los que
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permanecieron en Judá y de los que partieron para el exilio era desoladora y triste. Sin embargo,
aunque ellos se sentían abandonados, Dios no los había olvidado. Así, suscitó tanto en Judá como en
Babilonia profetas que consolaron y alimentaron la esperanza de días mejores y de un nuevo éxodo de
regreso a la tierra. Jeremías y Abdías estuvieron junto a su pueblo en Judá. Ezequiel y el Segundo
Isaías, junto a los exiliados. Ellos reavivan en el pueblo el recuerdo de la acción de Dios en su historia.
Por mucho que fuera la infidelidad, Dios seguía fiel en medio de ellos.

Babilonia, al dominar a Judá, no hizo nada para reconstruir los muros de Jerusalén, sus fortalezas y su
Templo. Peor aún, seguía exigiendo el pago de los impuestos. Pero, como todos los imperios, también
éste le llegaría su final. Y no demoró en suceder: su ruina comenzó internamente.

Nabonid, soberano de Babilonia, se opuso al poder de los sacerdotes de Marduk al restablecer las
antiguas formas religiosas de la divinidad Sin (la luna) y favoreció su culto y la restauración de los
santuarios a ella dedicados. Estaba mucho más preocupado de su devoción personal que de las
cuestiones del Estado. Con esto, se ganó la enemistad de los adeptos del dios Marduk, la divinidad
nacional.

Ante las amenazas de Ciro, rey de Persia, Nabonid trasladó la capital a Teima, en los confines de
Arabia, y dejó la administración de Babilonia a su hijo. Poco a poco, Ciro fue conquistando los
imperios de los Medos, parte de Asia Menor, las planicies de Babilonia, de Siria, de Israel y de Egipto.
Llegó a formar el mayor imperio de Oriente.

Ciro dio confianza a los pueblos que fue conquistando con su respeto a la cultura y a las tradiciones
religiosas. Los sacerdotes de Marduk, principal divinidad de Babilonia, y el Segundo Isaías veían con
buenos ojos al señor del nuevo imperio, como lo demuestra los documentos de la época.

Escritos extrabíblicos
Hay varios textos extrabíblicos que registraron la buena acogida al rey Ciro de Persia, entre ellos
tenemos:

   -   La Crónica babilónica o Crónica de Nabonid: trae un poema difamatorio contra Nabonid, rey
       de Babilonia, que debilitó el poder de los sacerdotes y del culto a Marduk, principal divinidad
       de la región. Se muy probable que sus autores sean los mismo sacerdotes. El texto revela la total
       acogida al nuevo señor no solo por padre de Babilonia, sino de todo el Cercano y Medio
       Oriente. Ciro recibe aprobación por la rectitud y justicia en el gobierno de los pueblos
       dominados. Por eso, goza de veneración de las gentes y de la protección de Merduk.

   -   Cilindro de Ciro: Ciro, rey de Persia, emitió un decreto que está registrado en los libros de
       Esdras y 2 de Crónicas y ha sido confirmado por la arqueología. El documento encontrado trae
       las palabras de Ciro en primera persona, decretando la reconstrucción de muchos santuarios al
       norte de Mesopotamia y de Babilonia. Ciro mandó devolver los objetos sagrados que fueron
       robados por Nabucodonosor del Templo de Jerusalén y dio la libertad a los exiliados para que
       regresaran a su tierra. El segundo Isaías, Jeremías, Esdras y 2 de Crónicas hacen referencia a
       Ciro y a su decreto.

Escritos bíblicos
I.     El Segundo Isaías: el Señor conduce la historia hacia la liberación. El segundo Isaías (40 – 55)
       anima a los israelitas exiliados que veía su liberación en la posible caída de Babilonia. El


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       profeta alimenta la esperanza afirmando que el Señor estaba detrás de las victorias de Ciro,
       llamándole “pastor”, “ungido” del Señor y su “mesías” (Is 45, 1; 44, 28 y 45, 4-5).

II.    Jeremías: la presencia constante de Dios. Jeremías presenta una reflexión humana, llena de
       realismo. Si por un lado critica todo el imperialismo político sobre el pueblo dominado, por otro
       presenta a Dios muy cerca del pueblo, para salvarlo, sobre todo en los momentos críticos de su
       historia, aun cuando los babilonios se rehúsan a dejarlos ir (Jr 50, 33-34).

III.   Esdras: la esperanza del regreso a la tierra. Esdras presenta a Ciro como “el enviado del Dios”
       (Esd 1, 1-4). Presenta dos decretos de Ciro, en el primero se ordena la reconstrucción del
       Templo de Jerusalén y concede la libertad a los exiliados, en el segundo también se habla de la
       reconstrucción y se pide que sean devueltos los utensilios robados por el rey de Babilonia (Esd
       6, 2-5).

IV.    2 Crónicas: Dios está con ustedes. Presenta a Ciro como aquel a quien Dios le ha encomendado
       una tarea: construir un templo en Jerusalén de Judá y el de devolver a los exiliados a su patria
       (2Cr 36, 22-23).

Política de los reyes de Persia
Este pueblo no hizo deportaciones a tierras distantes, sino que adoptó una política de respeto.
Suscitaron la colaboración espontánea de los gobernantes locales en vez de imponer por la fuerza su
soberanía, no impusieron su lengua. En el imperio persa los escritos oficiales aparecían en tres lenguas:
persa, elamita y babilonio.

El gobierno persa se mostró mucho más liberal con los pueblos dominados también en las cuestiones
religiosas. No interferían en las prácticas religiosas ni en el culto, al contrario, mandó devolver las
imágenes y objetos sagrados a los templos que habían sido saqueados, sobre todo bajo la dominación
de los babilonio; favoreció la reconstrucción de los templos de los pueblos dominados que habían
resultado dignificados y dio libertad a los exiliados para volver a sus tierras, pero muchos no quisieron
volver. Otros volvieron, porque pudo más el amor a su tierra, el apego a las tradiciones y el deseo de
reconstruir el Templo. Nacieron entonces los proyectos de reconstrucción.

Los proyectos de reconstrucción
Es tan antigua como actual la preocupación por la reconstrucción de un país por medio de proyectos y
planes económicos, como si este cambio dependiera de una fórmula mágica, sin exigir cambios de
hábitos y de mentalidad, comenzando por los estratos más altos. Esta fue la experiencia que vivió Judá,
con diversos proyectos de reconstrucción de la ciudad, de los muros, del Templo de Jerusalén y de la
comunidad judía. Una experiencia similar viven hoy nuestros países con los intentos de controlar la
inflación y cumplir con los compromisos asumidos con las demás naciones.

Para continuar la reflexión
   - Leer 2 Cro 36, 22-23
   - ¿Cuál es el gran imperio que está detrás de nuestros planes económicos?
   - ¿Han traído estos planes algo bueno para nuestros pueblos? ¿En qué los ha perjudicado?
   - ¿De qué manera las dificultades económicas influyen en la vida de nuestras comunidades?
   - ¿Qué hacemos para mantener viva nuestra fe?




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   2. CONFLICTOS Y AVANCES EN LA LUCHA POR LA RECONSTRUCCIÓN.

Por un lado, los textos revelan un cierto entusiasmo en los preparativos para la reconstrucción del
templo (Esd 1, 7.11). Por otro lado, el mismo escrito muestra las reticencias por parte del “pueblo de
la tierra” (Esd 4, 4). El profeta Ageo constató lo mismo al afirmar: “Este pueblo dice que no ha
llegado aún el momento de reconstruir el Templo del Señor” (Ag 1, 2).

Primer periodo persa: 538 – 445 a.C
Para facilitar la comprensión del periodo persa, vamos a subdividirlo en dos partes: la primera
corresponde a los planes de reconstrucción de Judea entre el 538 al 445 a.C., con los escritos bíblicos
que surgieron en este periodo. Y la segunda, entre el 445 al 333 a.C., cuando Persia perdió ante Grecia
la soberanía sobre la región de Judá.

Planes de reconstrucción de Judea
Persia se convirtió en el mayor imperio de Oriente. Estuvo dividido en provincias conocidas como
satrapías, gobernadas por sátrapas (Est 8, 9) y por gobernadores. Judá pertenecía la quinta satrapía. Ya
no dependía de Babilonia, sino de Persia. El pueblo se vio como una pequeña comunidad étnica perdida
en un vasto imperio en medio de muchas razas. Estaba obligado a seguir aceptando a un rey extranjero
que le daba normas y leyes y vivía vigilado por un ejército que controlaba el pago de impuestos y
tributos. Judá ya no decidía su destino, ni veía posibilidad de independencia política en el futuro
próximo.

   1. Sesbasar: jefe de la primera caravana: Ciro dio libertad a los exiliados de volver a sus tierras,
      pero pocas familias debieron haber regresado bajo el mando de Sesbasar. Este personaje fue el
      encargado de devolver los utensilios de Templo, además era “príncipe de Judá” y recibió el
      encargo de reconstruir el Templo de Jerusalén (Esd 5, 13-16).

       Sesbasar encontró oposición a los trabajos de reconstrucción del Templo (Esd 5, 17), además de
       dificultades internas por parte de la población que había vuelto, que estaba más preocupada por
       construir su casa que por reconstruir el Templo (Ag 1, 2-4). Es muy probable que Sesbasar haya
       actuado durante poco tiempo y sólo iniciado la obra de reconstrucción, pues quien de hecho
       adelantó fue Zorobabel.

       Ciro murió en el 529 y Cambises, su hijo, lo sucedió en el trono (529 – 522) Este expandió aún
       más el imperio persa, llegando hasta Egipto. Todo parece indicar que Cambises continúo la
       política de su padre. A la muerte de éste asumió el poder Darío I (522 – 486 a.C.)

   2. Zorobabel; jefe de la segunda caravana. Zorobabel fue escogido por las autoridades persas para
      conducir de regreso la segunda caravana de los exiliados hacia el año 520 a.C. Zorobabel es
      visto por Ageo y Zacarías como el descendiente de David por medio del cual se realizarían las
      esperanzas mesiánicas (Ag 2, 20-23; Za 6, 9-14). En la caravana de Zorobabel vinieron Josué y
      sus descendientes (Esd 2, 2.36.40; Ne 7, 7.39.43).

Conflicto entre el líder político y el religioso
Algunos escritos contemporáneos reflejaron una rivalidad creciente entre el representante político
Zorobabel y el representante religioso Josué. En Za 3, 1-10, el sacerdote Josué es presentado ante el
Señor con trajes sucios, lo que se interpreta como reputación negativa del sacerdocio antes del exilio
(Cf. Os 4; Is 28, 7; Jr 8, 8-9). Estos trajes, sin embargo, son sustituidos por otros suntuosos, que
representan el sacerdocio del post-exilio constituido dignamente. En la versión de Zacarías, dos olivos
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están a cada lado del Señor. Uno de ellos representa el poder espiritual ligado a Josué y el otro, el poder
temporal ligado a Zorobabel (Za 4). Josué tiene la unción sacerdotal (Lv 4, 3-5.16) y Zorobabel, la
unción real (Jr 33, 14-18). Sus poderes están asociados a los tiempos de la salvación y deberían
convivir en paz, pero no lo logran (Za 6, 9-13). Todo indica que el poder sacerdotal se impuso al poder
real.

De hecho, los textos bíblicos, la hablar de la inauguración del segundo Templo en el 515 a.C., no
mencionan la presencia de Zorobabel ni del profeta Ageo, su contemporáneo y colaborador (Esd 6,
15-22). Esto hace pensar que los dos probablemente fueron presos y exiliados. Desaparecieron de
historia sin dejar huella y, sin embargo, fueron los mayores colaboradores y motivadores de la
reconstrucción del Templo.

Judá en el post-exilio: la tierra de Dios acoge a todos
Diferentes grupos integraban la tierra de Judá en el periodo persa: los que se quedaron en la tierra
después de la deportación en el 587; los extranjeros que se dedicaron en Judá durante el exilio; los
judíos que volvieron del exilio después del edicto de Ciro; y los judíos que siguieron viviendo en la
diáspora, pero mantenían eventuales contactos con su tierra.

La población que permaneció en la tierra después de la deportación de la clase dirigente, culta y rica, en
el 587, estaba constituida por los más pobres y, entre ellos, “viñadores y labradores” (2Re 25, 12). No
tenían recursos materiales para emprender la reconstrucción de la ciudad ni del Templo. No eran
numerosos; entonces necesitaban de un número mayor de personas para dar inicio a las obras de la
reconstrucción. Además de las dificultades económicas y de convivencia con los demás grupos,
enfrentaron también una crisis de fe. Algunos permanecieron fieles, pero otros desistieron. Estos no
lograban entender el celo religioso de aquellos que volvían del exilio.

El segundo grupo, que convivía en la tierra de Judá, estaba formado por pueblos vecinos que había
ocupado gradualmente las área abandonadas. Estaban más preocupados por formar patrimonio que por
la reconstrucción del Templo, en la ciudad de Jerusalén y en los alrededores (Ab 10 – 14). No tenían la
motivación de aquellos que habían sido obligados a dejar su tierra y ahora volvían a ella.

El tercer grupo está formado por los exiliados que volvían a la tierra de Judá. Diversas caravanas
integraron este grupo, y conocemos los líderes de dos grupos del primer periodo persa: el grupo de
Sesbasar y el grupo de Zorobabel. El primer grupo vio muy pronto sus sueños frustrados. No logró
concluir las obras de reconstrucción del Templo. Sólo consiguió la reconstrucción del altar de los
holocaustos para reiniciar, aunque fuera de manera precaria, los sacrificios a Dios (Esd 3). La caravana
liderada por Zorobabel, a cargo del gobernador de Judá y Josué como “sumo sacerdote”, estaba
formada en gran parte por judíos de clase sacerdotal (Esd 2; Ne 7). Estos grupos encontraron
dificultades para instalarse en los territorios que habían sido ocupados por los pueblos vecinos. Muchos
extranjeros se habían establecido en Judea durante el exilio; otros vinieron para ofrecer su mano de
obra (Is 60, 10; 61, 5). Otros acompañaban a los israelitas en su regreso a Sión (Is 60, 9; 66, 20).

Finalmente, está el grupo de los que permanecieron en la diáspora, viviendo fuera de Judá, pero que
seguían en contacto con su pueblo y con su tierra de origen. Para éstos, el camino de regreso debía
hacerse después (Is 56, 8). Había conseguido, fuera de su tierra, unas buenas condiciones de vida, y el
regreso significaba comenzar todo de nuevo. Un buen número no estaba dispuesto a pagar ese precio.

Había entre los distintos grupos una gran diversidad de experiencias, visiones, dificultades y realidades
para integrar. No deja de ser al mismo tiempo una riqueza y un desafío que se reflejó también en los
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escritos de este periodo alrededor de la expresión “pueblo de la tierra”, el cual adquirió un nuevo
sentido.

El pueblo de la tierra
La expresión “pueblo de la tierra” fue adquiriendo diferentes significados según la época y los escritos
en que apareció. En una concepción genérica, el “pueblo de la tierra” no se refiere a sus jefes sino a
toda la población libre que gozaba de plenos derechos civiles y ocupaba un determinado territorio (Gn
23, 7.12-13)

En muchos textos bíblicos, anteriores al exilio, la expresión “pueblo de la tierra” se aplicaba a Judá e
Israel, según escritos de la tradición deuteronomista. Señalaba el conjunto de los ciudadanos judíos con
plenos derechos. En reino de Judá su significado se fue restringiendo a un grupo privilegiado, los
propietarios de la tierra, que ejercían una gran influencia en la política. Estos decidían sobre los
destinos del reino para salvar la dinastía davídica, sobre todo en periodos de crisis (2Re 11, 14.18-20;
21, 24; 23, 30; “Cro 23).

Ya en los escritos cronistas, los libros de Esdras y Nehemías del post-exilio, la expresión aparece tan
singular – “pueblo de la tierra” o “pueblos de las tierras” – En el primer caso, el “pueblo de la tierra se
refiere a los habitantes de Samaría que fueron traídos a esta región después de la caída del Reino del
Norte en el 722 (Esd 4, 2-3). Estos se ofrecieron para colaborar en la restauración del Templo de
Jerusalén, pero no fueron aceptados por Zorobabel, por Josué ni por las familias de los exiliados.
“Entonces la gente del país (el pueblo de la tierra) se puso a desalentar al pueblo de Judá y a
intimidarlos para que para que no siguieran construyendo. Sobornaron contra ellos a algunos consejeros
para hacer fracasar su proyecto (Esd 4, 4-5).

“Pueblos de las tierras” se refiere a los pueblos que antes de Israel habitaban la tierra de Canaán y
seguían conviviendo con él, como los cananeos, hititas, perezitas, jebuseos (cf. Ex 3, 8), y los pueblos
vecinos, amonitas, egipcios y amorreos (Esd 9, 1-12). Parece claro que la referencia a los “pueblos de
la tierra” o los “pueblos de las tierras” habla de quienes ocuparon las tierras que los deportados dejaron
deshabitadas y, a partir de entonces, conquistaron derechos políticos sobre ellas.

Por tanto, no son considerados “pueblos de la tierra” los que se quedaron en la tierra ni los que
volvieron del exilio, pero sí la población no judía que se estableció en la tierra durante el exilio. Los
textos apuntan a una población extranjera que no fue acogida por la nueva comunidad judía. Esta
interpretación prepara a la de la época rabínica en la que el “pueblo de la tierra” representaba a quienes
no observaban la ley religiosa. Pero en el libro de Ezequiel y en el Levítico señala la comunidad que
estaba en condiciones de celebrar el culto, como fruto de un nuevo asentamiento en territorio palestino
(Ez 39, 13; 46, 3.9), y la comunidad judía en su totalidad, como comunidad cultual (Lv 4, 27; 20, 2.4),
que poco a poco va organizándose alrededor del Libro.

La organización de la comunidad en torno al Libro
Desde el periodo del exilio, Israel – sin templo, sin culto, sin monarquía y fuera de su tierra – intenta a
toda costa salvaguardar su identidad por miedo de algunas prácticas como la circuncisión, el sábado y
la observancia de la ley de Moisés. Nehemías y Esdras serán los grandes defensores de la ley. La Torá,
poco a poco, se fue volviendo el centro del judaísmo.

Darío I, rey de Persia, en el 518 a.C., ordenó al gobernador de Egipto que constituyera una comisión
para recoger las leyes egipcias (decretos, tradiciones religiosas, procedimientos de procesos, etc.) a fin
de que sirviera como orientación interna de la satrapía. Se cree que esta medida se extendió a las demás
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satrapías del imperio, y también a Judá. Esto habría servido de incentivo también a los exiliados para
recoger sus escritos sagrados como base de su organización y definir su identidad cultural y religiosa.
Coincidencia o no, es muy significativo que la Biblia se haya formado como libro en este periodo.
Israel logró recoger y salvar lo que había de más sagrado, y consolidar así las bases para un judaísmo
que pudo mantenerse firme ante las amenazas del helenismo.

Los escritos que integraron el libro de la Biblia no sólo eran del reino de Judá y del exilio de Babilonia.
Había también escritos del reino de Israel, ya conocidos antes de la ciada de Jerusalén, como el núcleo
del Deuteronomio (Dt 12 -26) y los libros de Oseas y Amos. El cisma samaritano que se ratificó en esta
época no impidió que los dos grupos – judíos y samaritanos – tuvieran acceso a los mismos escritos.

El cisma samaritano: hermanos que no se reconocen
Los Israelitas del Norte y del Sur alegaban el mismo origen y confesaban la misma fe en Dios, pero los
conflictos entre los dos grupos venían de muy lejos. Comenzaron con la división del Reino de Salomón
en dos Reinos: el Reino del Norte (Israel) y el Reino del Sur (Judá). Los motivos principales que
llevaron a esta división fueron de orden económico, religioso y político (1 Rey 12). Esta división nunca
fue aceptada por el Reino de Judá. La lectura que el grupo del Deuteronomista hizo de todo el periodo
de la monarquía del Reino del Norte fue muy negativa y tuvo enfoque la infidelidad religiosa. Los del
Norte eran considerados infieles al Señor, aunque muchos seguían fieles a Dios y a las prácticas
religiosas.

A partir del año 880 a.C., los habitantes del Reino del Norte fueron conocidos como samaritanos,
cuando Omrí, compro la colina de Semer y allí construyo la capital, dándole el nombre de Samaría
(1Re 16,24). A partir de entonces Samaría se convirtió en capital del Reino del Norte y los habitantes
comenzaron a ser identificados como samaritanos. Ya Jerusalén no era la capital: Samaría se había
convertido en su rival.

La situación empeoró aún más entre los dos reinos, cuando el Norte fue dominado por Asiria. Era
costumbre de los dirigentes de Asiria transferir gran parte de la población del territorio dominado a
otras partes del imperio y traer a otros pueblos a las regiones desocupadas, a fin de evitar la formación
de posibles grupos rebeldes. Lo mismo sucedió con la población del reino del Norte. Otros pueblos
fueron traídos a Samaría y a las demás ciudades (1Re 17,24), y el pueblo que se quedo en Samaría fue
esparcido en medio de poblaciones con otras tradiciones religiosas. Esto fue visto con malos ojos por
los habitantes del Sur, que consideraron a los Samaritanos como adoradores de otros dioses y ya no de
Señor como su único Dios verdadero.

De hecho, con la mezcla de los pueblos se dio también la mezcla de las tradiciones religiosas que cada
pueblo traía de sus regiones (2 Re 17,29-34). Había quienes seguían fieles al Señor, pero no eran
reconocidos como tales (2 Re 17, 27-28). Tanto así que los samaritanos querían unirse a los exiliados
que habían vuelto del exilio para ayudarlos en reconstrucción del Templo, pero no fueron aceptados
(Esd 4, 1-5). A partir de entonces, ejercieron una fuerte oposición a la continuación de la obra de la
reconstrucción del Templo y de las murallas de la ciudad (Esd 4, 6-23).

Los samaritanos se vieron obligados a afirmar su autonomía religiosa. Construyeron su propio Templo
sobre el monte Garizín, en el S. IV a.C., llegando a una ruptura total con los israelitas del Sur. La
rivalidad entre los habitantes de Judá y de Samaría aparece en el evangelio de Juan (Jn 4, 9). Aún hoy
los samaritanos aceptan sólo los cinco primeros libros de la Biblia, el Pentateuco, como libros
inspirados, y estos no sufrieron reformas ni añadiduras por parte de los masoretas.


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III. DE LA FÉ Y DE LA ESPERANZA DEL PUEBLO, NACE LA BIBLIA

Los escritos nacen como luz en medio de la oscuridad en que vive el pueblo. El desánimo y la falta de
esperanza rodean sus vidas. Muchos profetas intentan reanimarlo. Leer Isaías 62, 2-4.

Escritos Bíblicos del primer periodo Persa: 538-445 a.C.

   -   Levítico 1 – 7; 11 – 16: el deseo de comunión con Dios.

Una parte del libro del Levítico fue escrito en el periodo del exilio, por un grupo de sacerdotes cuyos
escritos fueron llamados Tradición Sacerdotal. Este grupo continuó poniendo por escrito tradiciones
muy antiguas sobre el ritual de los sacrificios. En la primera fase del post-exilio surgieron los Cap. 1 –
7 y, probablemente los Cap. 11 – 16.

Los Cap. 1 – 7 hablan de diversos tipos de sacrificios que eran practicados desde el inicio de la historia
del pueblo. Estos sacrificios se dividen en tres categorías:
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       1. Los sacrificios de ofrenda: son los holocaustos de animales (Lev. 1), ofrendas de vegetales,
          productos de la tierra (Lev. 2); que incluye primicias (Lev. 2,12.14; Dt. 26, 1-11).
       2. los sacrificios de Comunión, que son también llamados sacrificios de la paz o de la alianza
          (Lev. 3).
       3. los sacrificios de expiación: son los ofrecidos para compensar pecados y reparar faltas (Lev.
          4-7).

 Los Cap. 11-16 del libro del Levítico son probablemente de este periodo y tratan de las reglas sobre lo
puro y lo impuro, que se basaban en principios muy antiguos. Puro es todo aquello que puede acercarse
a Dios. Impuro es todo aquello impropio y excluido del culto a Dios. Los animales puros son los que
pueden ser ofrecidos a Dios y los impuros le son desagradables. Incluye también el elenco de diversas
impurezas que impiden al ser humano entrar en contacto con Dios (Lev. 11 - 15), y finalmente,
presenta el gran día de la expiación de los pecados (Lev 16).

   -    Ageo: la lectura mesiánica de la historia.

Ageo dejó escrito el libro que lleva su nombre, y retrató en el la situación de los primeros tiempos del
post-exilio y la motivación para que el pueblo retomara la reconstrucción del templo (Ag 1,1-15), que
había interrumpido la oposición de los samaritanos (Esd 4,1-5).

Ageo presenció la disputa por el poder después de la muerte de Cambises y los primeros años de
inestabilidad política de Darío I, que afectaron a Jerusalén. Ageo intentó interpretar para el pueblo los
signos de los tiempos: la pobreza y las malas cosechas son una censura para la pereza espiritual de los
repatriados. Da una “sacudida” al pueblo que parece estar durmiendo, solo preocupado de si mismo
(Ag 1,9), y no se anima a la reconstrucción de la casa del Señor: solo así las bendiciones se
multiplicaran y el pueblo podrá finalmente abrirse a la salvación definitiva.

La inestabilidad de las naciones es ya el preludio del Día del Señor (Ag 2,21-22). La salvación está
cerca, pues Ageo ha visto en Zorobabel el portador de las esperanzas mesiánicas. El profeta veía
realizarse dos expectativas del pueblo: la recontracción del Templo y el regreso del rey Mesías
descendiente de David.

   -    Zacarías 1-8: la nueva comunidad de Israel.

El libro está formado por ocho narraciones de visiones, dos oráculos y algunas predicaciones. Están
redactadas en primera persona y describen anticipadamente la restauración definitiva de la comunidad
de Israel. Las primeras tres visiones (los jinetes, los cuernos y los herreros, y el medidor) presentan las
fases preparatorias de la restauración mesiánica. Las dos visiones centrales (las vestiduras de Josué y el
candelabro y los olivos) hablan sobre el gobierno de la nueva comunidad. Las tres últimas visiones (el
libro que vuela, la mujer dentro de la medida y los carros) evocan las condiciones de la restauración
final. Dos oráculos están a favor del “Germen” mesiánico, Zorobabel, aunque su lugar al lado del sumo
sacerdote Josué sea modesto (Za 3,8-10 y 4,6b-10a). El Templo, el sumo sacerdote, el culto y la ley van
teniendo las facciones de la religión que llegó hasta Jesús.

   -   Isaías 56-66: Dios es fuente segura de salvación.




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Ya tuvimos oportunidad de conocer al Primer Isaías, conformado por los capítulos 1-39; su autor es
desconocido y anterior al exilio. Los capítulos 40-55 pertenecen al Segundo Isaías del tiempo del
exilio, y los capítulos finales del 56-66 se atribuyen al Tercer Isaías del posexilio, periodo persa.

El Tercer Isaías enfrentó algunos problemas frente a la realidad que encontró en Judá. Quería
reconstruir un pueblo unido y santo, y se encontró con una profunda crisis de esperanza, porque el
templo apenas tenía la piedra fundamental; los muros estaban destruidos y había conflictos externos
con los samaritanos e internos con los habitantes de la tierra. Esta situación generó gran desánimo.
Isaías, por un lado, denuncia el pecado como un obstáculo para la llegada de la salvación y, por otro,
reafirma la fidelidad de Dios como fuente segura de salvación.

El profeta quiere acabar con los idólatras que buscan apoyo en los falsos dioses y se entregan a
prácticas tales como sacrificios humanos, prostitución sagrada, uso de animales impuros para el
sacrificio (65,4;66,3,17), necromancia (65,4), veneración de Melek (57,9), de Meni y de Gad,
pretendidas divinidades (65,11). Denuncia la impotencia de los falsos dioses, incapaces de salvar, y
anuncia el poder del verdadero Dios, el juicio es inevitable.

Ante Dios fiel para amar, poderoso para salvar, infalible para juzgar, todos los hombres están invitados
a acogerlo; para aquellos que lo hagan, habrá motivos de alegría, y para quienes se nieguen, habrá
desgracia. Para Isaías, acoger a Dios significa acoger al otro como hermano; amar a Dios significa amar
al prójimo y viceversa. Moral y religión son inseparables.

   -   Joel: el pueblo nuevo tendrá en Jerusalén un paraíso.

Joel, en hebreo, significa “el Señor es Dios”. Poco conocemos sobre este profeta, apenas que es hijo de
Fatuel (Jl 1,1). El libro que lleva su nombre se sitúa normalmente en el post-exilio, y está lleno de
rasgos apocalípticos. Es pequeño, tiene solo cuatro capítulos y puede presentarse en dos partes. La
primera presenta la invasión destructora de las langostas. Hay diversas interpretaciones de esta
calamidad, pero todas afirman que se trata de una señal de Dios que llama al pueblo a una liturgia
penitencial. Otros creen que más allá de las langostas, se habla de una sequía prolongada, de la invasión
militar y de la manifestación del “Día del Señor”. La situación provocó una liturgia penitencial de
lamentación y de súplica (1,2-2,17), a la que el Señor, respondió prometiendo el final de la plaga y un
tiempo de abundancia (2,18-27). La segunda parte habla del Día del Señor, cuando Él juzgará a las
naciones y con Israel triunfará sobre sus enemigos y su victoria será definitiva (3-4). Hay una unidad en
el vocabulario, en el estilo y en la temática. “El Día del Señor” aparece en ambas partes: 1,15;
2,1-2,10-11; 3,3-4; 4,14.

La catástrofe de la plaga de langostas muestra que la calma terminó y todo esta recomenzando, pero
esta vez para llevar a la salvación definitiva. Israel será purificado y las naciones juzgadas (2,10-17;
4,1-3). La conversión interior (2,13) obtiene el perdón y permite la efusión del Espíritu. Este hace nacer
un pueblo nuevo que vive en Jerusalén (2,27; 4,17), transformada en un paraíso (4,18-21).

   -   Salmos 4;10; 22; 23; 50; 77; 78; 83; 105-107; 126.

Muchos salmos presentan entre si semejanzas de estructura, de situaciones y de temáticas; esto no
significa que hayan surgido necesariamente en un determinado contexto, época y circunstancias. Es
muy difícil tener certeza, porque reflejan situaciones humanas que se repiten en contextos diferentes,
tanto a nivel personal como colectivo. Para facilitar el estudio de los salmos, podemos clasificarlos en
tres grandes grupos: salmos de alabanza; salmos de petición de auxilio, de confianza y de acción de
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gracias; y salmos de instrucción. Los salmos que probablemente surgieron en este periodo pertenecen
al segundo y tercer grupo.

Los salmos de petición de auxilio, de confianza y de acción de gracias

Entre los salmos de petición, podemos ubicar los salmos 22, 83 y 126. El salmo 22 es una plegaria
individual de lamentación de un inocente perseguido: “perros innumerables me rodean, una banda de
malvados me acorrala como para prender mis manos y mis pies. Puedo contar todos mis huesos; ellos
me observan y me miran, se reparten entre si mis vestiduras y se sortean mi tunica” (Sal 22,17). A
pesar de todo el dolor y sufrimiento, el salmista termina con la acción de gracias por la liberación
alcanzada, porque Dios es fiel a quienes lo temen (vv. 23-27). Es un poema muy cercano al siervo
sufriente de Is 52,13-53,12. Considerado un salmo mesiánico, fue aquel que, en su inicio rezo Jesús en
la cruz (Mt 27,46).

Los salmos 77, 83 y 126 son oraciones colectivas de petición de auxilio contra los pueblos vecinos,
enemigos de Israel, y también muestran la alegría de vuelta del exilio. Este retorno prefiguraba la
llegada de la era mesiánica.

Los salmos 4 y 23 son de confianza y de gratitud a Dios, porque solo de El viene la felicidad. El salmo
23 es muy conocido y presenta a Dios como el buen Pastor y anfitrión que ofrece el banquete
mesiánico.

Los salmos 10 y 107 son oraciones individuales de acción de gracias por los beneficios recibidos. El
fiel subía al Templo acompañado de parientes y amigos para cumplir las promesas. El salmo 107
presenta un himno de acción de gracias por los beneficios de la providencia, inspirado en el Segundo
Isaías. El salmo habla del éxodo (vv. 4-9), del socorro divino a los que sufren (vv. 17-22) y a los que
viajan por el mar (vv. 23-32).

Salmos de instrucción

Los salmos de instrucción tienen en común la preocupación de enseñar con los hechos de la historia.
Traen exhortaciones a manera de los profetas, amonestaciones litúrgicas y reflexiones sapienciales. Los
salmos 78,105 y 106 recuerdan largamente la historia sagrada, los patriarcas, la promesa y la Alianza
que Dios hizo con los antepasados. Recuerda también el éxodo precedido y acompañado de maravillas,
el camino por el desierto, la revelación del Sinaí y la posesión de la tierra como herencia. Los salmistas
no solo recuerdan los hechos, sino que revelan sus significados e invitan a traducirlos en actitudes
prácticas, como lo enseña el Deuteronomio.

El salmo 50 tiene el estilo de las exhortaciones proféticas. Dios viene para juzgar a Israel y se revela
contrario al formulismo de los sacrificios unido al desprecio por los mandamientos.

ESCRITOS EXTRABÍBLICOS

Papiros de Elefantina

Los escritos extrabíblicos mas conocidos de la época son los papiros de elefantina. El más antiguo de la
colonia de Elefantina es del 495 a.C.; del año 27 del gobierno de Darío I, y el más reciente es del 1 de
octubre del 399 a.C. El contenido de los documentos es muy heterogéneo. La mayoría de ellos es de
carácter jurídico privado: contratos matrimoniales, transmisión de propiedades, préstamos y liberación
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de esclavos. Son documentos muy importantes porque nos revelan un poco la vida de los judíos que
vivían allí en esa época.

Los judíos probablemente se instalaron en esta localidad cuando Jerusalén fue invadida por Babilonia,
en el año 587 a.C. (Jr 42-45). Muchos huyeron para escapar de represalias, y es muy probable que esta
colonia haya sido fundada por los judíos que se refugiaron y, mas tarde, formaron, prioritariamente,
una colonia militar de judíos aposentados, que cuidaban las fronteras del sur de Egipto. Mantenían
contactos con su tierra de origen, de la cual provenían los dirigentes del culto. Tenían un templo propio,
conocido como templo israelita, que fue destruido en el 410 a.C. Por instigación de los sacerdotes de
Egipto en complot con el gobernador, aprovechando la ausencia momentánea del sátrapa.

Poco después, el Templo fue reconstruido, con el apoyo del gobernador de Jerusalén y Samaría. En él
no había holocaustos, pero si ofrendas de alimento e incienso. Darío II había autorizado, en el 419 a.C;
la fiesta de Matzot (es decir, los panes ázimos; cf. Ex 12). No se sabe como terminó la colonia judía en
Elefantina: si fue transferida a otro lugar o si no hubo ya más migraciones de judíos. El ultimo
documento conocido data del 399 a.C.




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IV. LA RECONSTRUCCIÓN DE LA COMUNIDAD JUDÍA

El segundo período persa (445 – 333 a.C.) comprende el tiempo de actuación de Nehemías y Esdras. Su
mayor preocupación era la reconstrucción de la comunidad judía. Pero la situación general de las
familias y del pueblo era de gran carencia en todos los sentidos. “Hemos tenido que pedir prestamos,
hipotecando nuestros campos y viñas para pagar el impuesto al rey. ¿No somos iguales que nuestros
compatriotas y nuestros hijos no son como los suyos? Sin embargo, nos vemos obligados a dar esclavos
a nuestros hijos. Mas aún, algunas de nuestras hijas han sido hechas esclavas y no hemos podido
impedirlo, porque nuestros campos y viñas han pasado a poder de otros” (Ne 5,4-5).

La comunidad judía en el segundo periodo persa.

No es fácil esbozar la situación de la segunda época persa, había una comunidad judía en Jerusalén y
otra fuera de Jerusalén, en la diáspora. El periodo que va desde Nehemías hasta Alejandro Magno
puede considerarse un tiempo de crecimiento para la comunidad judía post-exílica. Este crecimiento
estaba ligado a la consolidación, elaboración y fijación definitiva de las tradiciones culturales,
religiosas e históricas del pueblo de Israel.

En este tiempo, los cinco primeros libros de la Biblia recibieron forma definitiva. Muchas normas del
“código sacerdotal”, las partes mas recientes de estos libros, fueron reconocidas, en la época persa,
como derecho vigente. La práctica del culto creció en importancia en este periodo, contribuyendo, de
modo especial, a la creación de la comunidad judía incentivada por Nehemías y, más tarde, por Esdras.

Nehemías y la reconstrucción de los muros de la ciudad.

¿Quien es Nehemías?

Nehemías, en hebreo, significa “Dios reconforta”. En la situación en que el pueblo se encontraba el
consuelo y el aliento de Dios son certeza de vida. Nehemías era descendiente de una antigua familia de
deportados (Ne 2,4), y llegó a ser copero real en la corte de Susa (Ne 2,1-2). En ella, Nehemías recibió
un grupo de judíos y, al preguntarles sobre la patria, fue informado de la situación de destrucción en
que Jerusalén aún se encontraba (Ne 1,2). Nehemías quedo triste y sorprendido al saber que la ciudad
todavía estaba sin muros y sin protección (Ne 2,2). Mientras servia al rey en la mesa, lo puso al tanto
de la situación (Ne 2,4-8). Nehemías obtuvo de Artajerjes I (465-424 a.C.) el título de gobernador de
Jerusalén. Llegó a la ciudad alrededor del 445 a.C; con documentos que lo autorizaban reconstruir los
muros (Ne 2,10-18).

La misión de Nehemías y las dificultades.

Nehemías comenzó los trabajos y encontró resistencias. El libro de Esdras registró la oposición de los
samaritanos a la reconstrucción de los muros en los tiempos de Artejerjes. El rey, al recibir cartas de
protesta, mandó suspender las obras (Esd 4,7 – 23).

Las dificultades surgían dentro y fuera de la comunidad. Internamente, Nehemías encontró dificultades
de orden económico e infidelidad a las tradiciones religiosas. La situación de Judá era muy precaria,
pues estaba sumergida en una profunda crisis, dividida entre ricos explotadores y pobres expoliados
(Ne 1,1-5; 5,1-5.15). Había un gran sincretismo religioso atribuido al matrimonio con mujeres
extranjeras. Las dificultades externas, a su vez, venían sobre todo de los gobernadores de los países
vecinos que se oponían a la reconstrucción de Judá:
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             •   Sambalat, gobernador de Samaria (Ne 2,10.19; 33).
             •   Tobías, gobernador de la provincia de Ammon (Ne 2,19; 3,35).
             •   Guesen, el árabe (Ne 2,19).

Además de Sambalat, Tobías y Guesen, aparecieron los ammonitas y los asdotitas haciendo oposición a
la reconstrucción de los muros. Nehemías sufrió un atentado armado por Tobías (Ne 6,10-14), pero fue
descubierto a tiempo. Todas estas posiciones no consiguieron desanimar a Nehemías y al pueblo de
Judá. Pero Nehemías se vio obligado a proteger militarmente la obra (Ne 4,10-17), rechazando las
acusaciones injustas. Hizo frente, con tenacidad, a todas las amenazas, uniéndose a la población de
Jerusalén y de Judá. En 52 días reconstruyo los muros, puso vigilancia en las puertas e hizo que parte
de la población campesina ocupara la ciudad entonces desplomada (Ne 7,4-5; 11,1-3). Logro culminar
los trabajos, gracias a un rígido esquema de seguridad (Ne 3-4; 6,1-7,3).

Al terminar los muros, Nehemías celebro la dedicación con festejos (Ne 12.27-43) y comenzó a
reorganizar la comunidad. Había muchos desordenes sociales, en particular la venta de conciudadanos
judíos como esclavos, a causa de deudas contraídas. Sus medidas de reforma fueron bien acogidas por
el pueblo (Ne 5,1-13; 7,4-72; 11,1-20). El mismo Nehemías informa que actúo durante 12 años en
Jerusalén de manera íntegra y honesta, y volvió a Babilonia (Ne 5,14).

Regreso de Nehemías a Judá: justicia para los pobres

Nehemías volvió para una segunda misión en Jerusalén (Ne 13,6), antes de la muerte de Artejerjes (424
a.C.), y enfrentó diversos problemas relacionados con la organización de la comunidad israelita, como
la presencia de extranjeras (Ne 13, 4-31). No tuvo miedo de entrar en conflicto con personas
influyentes de Judá (Ne 13,28).

Con base en la ley del Deuteronomio y en el Levítico (Dt 15,1-15 y Lv 25), Nehemías exigió la
devolución de todo lo que los pobres perdieron por el abuso en la pignoración y en el cobro de las
deudas por parte de los ricos y proclamó el año jubilar (Lv 25, 8ss; Ne 10,31-32). Propuso, además, una
reforma interna de cuño social, pidiendo a los ricos que devolvieran las tierras robadas y perdonaran las
deudas (Ne 5,6-13). Es probable que haya vuelto por segunda vez a Susa, capital del imperio persa,
dejando a Jerusalén con sus murallas reconstruidas y la provincia de Judea creada.

La historia de Nehemías deja entrever cual era la situación de los judíos exiliados. Algunos llegaron a
ocupar cargos importantes, favorecidos por los reyes. Al mismo tiempo, muestra también las
dificultades internas y externas que los habitantes de Jerusalén enfrentaron en este periodo.

Situación jurídica de Nehemías.

Nehemías unas veces aparece como gobernador de Judá (Ne 5,14) y otras como funcionario persa (Ne
2,1). No se conoce bien su situación jurídica. Lo que podemos deducir por los textos es que su
permanencia en Jerusalén y en Judea tuvo un carácter provisional y estuvo bajo las órdenes del rey de
Persia.

El periodo de permanencia en Judea durante la primera misión fue, probablemente, entre 445 y 433 (Ne
5,14-15); lo que parece estar confirmado mas adelante (Ne 13,6-7). Todo parece indicar que Nehemías
volvió una segunda vez a Jerusalén hacia el 423 a.C; para regular algunos abusos (Ne 13,6-31). Luego,
le dejó el camino abierto a Esdras (Ne 8,1.9).
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Esdras y la reconstrucción de la comunidad judía.

Esdras es un sacerdote y escriba, sabio interprete de los mandamientos del Señor y de sus leyes
referentes a Israel (Esd 7,11). Recibe el título de escriba de la corte del rey de Persia, que era una
especie de secretario para los asuntos jurídicos (Esd 7, 11,21). Pero su función como escriba en
Jerusalén era leer, traducir y explicar la Ley del pueblo (Ne 8,8) (esta misión continuó para los escribas
también en el tiempo de Jesús). Era miembro de la comunidad de los deportados. Llegó a Judá por el
año 398 a.C. con la misión de establecer la “Ley de Dios” como ley del Estado (Esd 7,26). Los persas
tenían la preocupación de unificar los pueblos del inmenso imperio en torno a sus tradiciones religiosas
y culturales, y querían resolver la división que existía entre samaritanos y Judíos.

Misión de Esdras

Esdras recibió la misión del rey de Persia y de sus siete consejeros, para organizar la comunidad de
Jerusalén y de Judá sobre la base de la Ley de su Dios (Esd 7, 13-14) y llevar el oro y la plata que el rey
y sus consejeros habían ofrecido espontáneamente al Dios de Israel (Esd 7,15) y a su culto. Recibió
autorización para exigir a los tesoreros de Transeufratina lo que fuera necesario para realizar esta
misión (Esd 7,21) y para nombrar jueces y funcionarios que velaran por el cumplimiento de las leyes
de Dios y del Rey (Esd 7,25-26).

La ley ya no es el Deuteronomio, sobre el que Nehemías se inspiró, sino un escrito recogido y
compilado en los ambientes sacerdotales del exilio en Babilonia. La población de Judea fue invitada a
una celebración de la ley, leída en público y ratificada por todos (Ne 7,72-8,12). La liturgia se prolongó
en la celebración anual de la fiesta de las tiendas (Ne 8,13-18) y fue seguida por una confesión de los
pecados (Ne 9,1-3).

La comunidad firmó un pacto de fidelidad al Señor, que abarcaba la observancia de la ley del culto. Por
eso, Esdras prohibió el matrimonio con las mujeres extranjeras, incentivo la separación de quien
estuviera casado con una de ellas y la expulsión de esta de la comunidad (Esd 9-10). La situación era
muy conflictiva y difícil. Los hijos de las mujeres extranjeras ya no eran considerados judíos auténticos
porque la pertenencia al pueblo estaba determinada por la madre del niño (Esd 9,1-2; 10,2-10).

El incentivo de la instrucción sobre la ley era llegar a su observancia estricta, considerada como camino
de salvación (Ne 8,1-8). Si por un lado Esdras devolvió la identidad al pueblo, por otro lo aisló y
segregó de los pueblos vecinos.

Esdras hizo lo que le pidió el rey de Persia: entrego la donación al templo y celebró el sacrificio de los
repatriados; se informó sobre la situación del país y sobre los matrimonios mixtos; investigó los casos
concretos y autorizo el divorcio. Hubo muchas protestas por parte de los profetas y de los escritos
sapienciales frente a las leyes que entraron en vigor en esta época. La misión de Esdras no parece
apuntar a una amplia reforma, si no a un esclarecimiento de la situación de Judá.

La ley de Dios igual a la del rey.

En el periodo de Esdras, la ley se convirtió en el centro de la reforma del judaísmo. La época Persa hizo
posible la consolidación de la ley y de las convicciones religiosas, a pesar de las tensiones internas en
la comunidad judía y de los conflictos en la formación de grupos. Todo esto los preparó para enfrentar
las nuevas ideas y costumbres de la época helenista, instaurada por Alejandro Magno. La centralización
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en la ley no significó la anulación de la fe; antes bien, fue una forma de protegerla de la potencia
dominante. La expresión concreta de esta fe era la práctica y la observancia de la ley. Esta fidelidad les
dio las condiciones para mantenerse en pie ante las amenazas que surgían por todo lado.

No es casual que el Pentateuco termine de redactarse en la época Persa y se convierte en el documento
base del judaísmo y de la identidad de la fe judía. El culto divino de la palabra y la lectura de la Torah
encontraron sus formas independientes de la liturgia sacrificial, en la que el centro era el altar de los
sacrificios. Ahora el centro pasa a ser el libro en forma de rollo.

La observancia de la ley, del sábado y de la circuncisión se volvió el elemento distintivo y esencial de
la vida judía, no solo en Palestina, sino también en la diáspora. Con estas tres instituciones, el judaísmo
encontró una vida religiosa independiente del Templo, aunque este continuaba siendo el lugar por
excelencia de las peregrinaciones, del culto sacrificial y de las celebraciones festivas de la Pascua.

Muchos estudiosos interpretaron la elaboración y la redacción de las leyes, de las prescripciones para el
culto y de la enseñanza de los escribas como reflejo de una comunidad privada de autonomía política, y
no tanto como consecuencia de una auténtica devoción. La imponencia política de la pequeña Judá no
impidió la ascendente autoridad moral de Jerusalén, del Templo y de sus dirigentes, que se afianzaban
en la conciencia de que de Sión realmente habría de salir la Torah (Is 2,3).




V.     LA PALABRA DE DIOS ES PARA TODOS


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En el segundo periodo Persa surgen los escritos de resistencia al encerramiento de la comunidad judía.
El libro de Rut protesta contra la discriminación de la mujer extranjera. Jonás proclama la salvación
para todos. Job cuestiona la visión tradicional de la teología de la retribución. El Cantar de los Cantares
proclama la autonomía y la libertad de la mujer al escoger a su amado: “Grábame como un sello en tu
corazón, como sello en su abrazo; porque el amor es mas fuerte que la muerte, la pasión más cruel que
el Abismo. Sus llamas son flechas de fuego, intensas llamaradas” (Ct 8,6).

Escritos bíblicos del segundo periodo Persa: 445-333 a.C.

Tenemos solo los documentos del Antiguo Testamento que van aproximadamente del periodo histórico
de Nehemías (445 a.c) y Esdras (398 a.c) hasta Antioco Epifanes IV (175-164 a.C.). Este es un periodo
muy importante para la formación de la Biblia como libro.

- Rut: la abuela extranjera del rey David.

Es muy difícil situar el libro de Rut en su tiempo. Algunos lo ubican mucho antes del exilio, porque lo
interpretan como consolidación de las leyes tribales. Otros lo localizan en el post-exilio, lo que parece
corresponder mejor a la teología que el libro trae: el universalismo, el sentido del sufrimiento y la
concepción de retribución que había en este periodo. Aunque el libro de Rut no sea polémico, critica la
postura de Nehemías y Esdras, que estuvieron en contra del matrimonio de israelitas con mujeres
extranjeras (en 13 y Esd 9). El autor del libro evoca el ejemplo de la abuela de David, una moabita
extranjera, modelo de piedad. Rut es una protesta contra la discriminación de la mujer extranjera, viuda
y pobre. Quiere reforzar los principios de la vida tribal, restaurando las relaciones familiares basadas
en la fraternidad, en la puesta en común del pan y de la tierra, y en la descendencia para todos.

El libro de Rut cuestiona el tratamiento dado a la mujer en tiempos de Nehemías y Esdras. Responde
también a las leyes del Deuteronomio (Dt 23,4-7) y apoya al profeta Malaquías (MI 2,14-16), que se
opone a la separación conyugal de judíos con sus esposas extranjeras exigida por Esdras (Esd 9)
El libro trae un bello testimonio de los derechos y deberes del rescatador (go`el) y la aplicación de la
ley del levirato.

- Jonás: la palabra de Dios es para todos.

Jonás, en hebreo, significa “paloma”. El recibió la misión de anunciar la palabra de Dios al pueblo de
Nínive, pero se rehusó y tomo un barco hacia Tarsis. Ante una fuerte tempestad, es arrojado al mar,
tragado por un gran pez y vomitado en tierra firme (Jon 2,11). Cerca de Nínive. Predica en la ciudad y
toda la población hace penitencia y se convierte a Dios. Es una especie de novela bíblica cuya finalidad
es mostrar que la palabra de Dios, por un lado, es eficaz, a pesar de la resistencia y de las dificultades
del profeta y, por otro, se dirige a todos, no solo al pueblo de Israel.

Jonás, en cierta forma, es una protesta contra Esdras, que aprisiona la palabra de Dios y quiere
determinar a los destinatarios de la salvación: los puros, solo el pueblo elegido y escogido por Dios.
Nínive es la capital de Asiria, que había destruido el reino del Norte. Eran considerados enemigos del
pueblo de Israel y, en consecuencia, de su Dios. El libro de Jonás refleja el contexto de esta época,
cuando la comunidad se cierra en si misma, olvidándose de que debe ser testigo del Señor y Luz de las
naciones (Is 60,1-3).

- Proverbios 1-9: la sabiduría viene de Dios.


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El libro de los proverbios pertenece a la literatura sapiencial. El autor se identifica con Salomón, hijo
de David, rey de Israel. Esto no significa que sea él, de hecho, su autor, sino que se le atribuye su
autoría para dar valor y sacralizar la obra, porque David era el ungido del Señor, el portador de la
Alianza y de las Promesas. De su descendencia nacería el Mesías. Los proverbios no tratan de estos
asuntos, pero el Señor es el punto de partida de la experiencia moral y religiosa que aquellos quieren
transmitir.

El libro está formado por nueve colecciones. Nos interesa la primera, que surgió en este periodo de la
dominación Persa (Pr 1-9). Trae las recomendaciones de la sabiduría: exhortaciones del padre educador
que previene al hijo contra las malas compañías; enseña cómo adquirir y escoger la sabiduría (1,2-33;
8,22-35). Al final de la colección, el autor presenta la antítesis de la sabiduría: la insensatez (Pr 9,1-6;
9,13-18).

- Job

El libro de Job también hace parte de la literatura sapiencial. Ya tuvimos la oportunidad de conocer una
parte del libro que surgió como escrito probablemente en el periodo de la monarquía unida. El
comienzo y el final del libro (1,1-2,13 y 42,7-17) están escritos en prosa, con una unidad interna y
teológica. La parte en poesía constituye el centro de la obra y trae otra visión teológica (3,1-31,40;
38,1-42,6) que corresponde mejor a todo periodo. Vivieron, entonces, una profunda crisis de fe en el
poder y en la justicia de Dios.

Alguien que conocía la historia de Job se habría servido de ella para animar a los exiliados en la espera
paciente de la justicia de Dios, pues en el libro de Ezequiel el Señor es presentado como ejemplo de
justicia (Ez 14, 14,20). El autor compuso los poemas (3,1-31,40; 38,1-42,6) con una finalidad pastoral
y profética, inspirándose en Ezequiel, que lo había precedido.

En el libro, Job es un héroe que sufría una serie de privaciones, y afirmaba no merecerlas. Tres de sus
amigos y Elihu discutían con el sobre el valor de la vida y de la justicia humana y divina (31,35-37). Es
un diálogo entre cuatro personas: en tres ciclos de discursos (3-14; 15-21; 22-27). Todos ellos
defienden la tesis tradicional de la retribución terrestre: si Job esta sufriendo es porque pecó; el puede
ser justo a sus propios ojos, pero no a los ojos de Dios.

Job afirma su inocencia y describe la injusticia que genera el sufrimiento de los pobres (cf. Job 20 y
24), y reivindica el derecho de ser reconocido públicamente en su inocencia. Pero, al actuar de esta
manera, acusa al Dios de la teología de la retribución como responsable de su sufrimiento. El poeta se
sirve del misterio del dolor humano para sondear el misterio de Dios.
En este momento entra Elihu, un cuarto personaje que contesta a Job y a sus amigos, e intenta justificar
la manera como Dios se revela a Job en una teofanía. Los discursos de Dios son un prolongado
cuestionamiento a Job: “¿Dónde estabas tu cuando fundaba yo la tierra? Indícalo, si sabes la verdad /
…/ ¿conoces las leyes de los cielos? ¿Aplicas su fuero en la tierra? (38,4.33). ¿Por orden tuya se
remonta el águila y coloca su nido en las alturas?” (39,27).

Las preguntas siguen. ¿Qué quiere decir el autor con ellas? Si el ser humano no es capaz de
comprender los misterios de la naturaleza creada, mucho menos será capaz de entender los designios
de Dios. Job responde a Dios:”He hablado a la ligera; ¿Qué voy a responder? Me tapare la boca con mi
mano. Hablé una vez…, no he de repetir; dos veces…, ya no insistiré” (Job 40,4-5). Dios hace un
segundo discurso de su dominio sobre las fuerzas del mal y Job, finalmente, concluye;”Yo te conocía
solo de oídas, pero ahora te han visto mis ojos” (Job 42,5). En el sufrimiento, Job tiene la experiencia
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del Dios verdadero. El poema termina con un acto de fe en la bondad y sanidad infinitas de Dios que
supera nuestra capacidad humana de entender sus designios (42,1-6).

Cantar de los cantares

El libro del cantar de los cantares presenta en forma de poemas el amor humano entre dos jóvenes que
se apasionan, se unen y se pierden, se buscan y, por fin, se encuentran. El amado es llamado “rey”
(1,4.12) y “Salomón” (3,7.9), y la amada “Sulamita” (7,1). Hubo quien quiso situar la redacción del
libro en tiempos de Salomón o poco después. Sin embargo, el estilo y el lenguaje sitúan la obra en el
periodo Persa, aun mas tarde. El libro del Cantar de los Cantares presenta tres temas salvíficos: 1) el
génesis del amor divino; 2) el éxodo/exilio como superación de la dificultades para el encuentro con la
tierra (amado/a); 3) la redención de la amada (es decir, el pueblo de Israel).

Diversas interpretaciones fueron dadas al Cantar de los Cantares: natural, mítica y mística o alegórica.
La interpretación natural describe la historia del amor entre un hombre y una mujer. La mítica retrata
historias de los dioses y la mística o alegórica evoca el amor entre Dios y su pueblo; la primera pareja
humana; el amor de Cristo por la Iglesia y el amor entre Cristo y la persona humana.

El libro del Cantar de los Cantares, situado en la época Persa, trae una nueva comprensión de su
lenguaje. Protesta contra la marginación de la mujer, sobre todo a partir de Nehemías, Esdras y el grupo
sacerdotal que elaboró las leyes de pureza. La resistencia y la valoración de la mujer crecieron en este
periodo en que su marginación era más fuerte. La joven que presenta independiente y valiente,
enfrentando a los guardianes de la ciudad (Ct 3,1-4; 5,2-8), al rival que la persigue (8,11-12) y a los
hermanos que la quieren proteger (8,8-10). La obra resalta la dignidad de la mujer, ya sea madre o no.

Unión de las tradiciones Yavista, Elohista, Deuteronomista y Sacerdotal (JEDP)

Tuvimos posibilidad de conocer las cuatro principales tradiciones que forman de modo especial los
cinco primeros libros de la Biblia, la Tora; Génesis, Éxodo, Levítico, Números y Deuteronomio. Estos
libros sufrieron añadidos, ampliaciones, reinterpretaciones y repeticiones en sus textos y fueron
concluidos en esta época, formando así el actual Pentateuco. Pero la obra comenzó a ser escrita mucho
antes. Vamos a hacer una rápida retrospectiva de los cuatro principales tradiciones que integran el
Pentateuco: Yavista, Elohista, Deuteronomista y Sacerdotal.

En el estudio sobre la monarquía unida, hacia el año 1000 a.C. vimos la Tradición Yavista en los
escritos de la época. Muchos debían integrar esta escuela. Sus autores mostraron un interés particular
por las narraciones patriarcales, las promesas, la pascua y las bendiciones. Después, hacia el 900 a.C.
surgió un segundo grupo, en el reino del Norte, identificado como Tradición Elohista. Su mayor interés
era el tema de la Alianza (que retrata toda la experiencia del Sinaí).

Mas tarde, hacia el año 722 a.C. entre los escritos del exilio en Judá, y también en el reino del Norte,
encontramos el inicio de la Tradición Deuteronomista, que es el primer núcleo del Deuteronomio. Su
mayor interés es la cuestión de la tierra y de la monarquía. Finalmente, la Tradición Sacerdotal, que
surgió durante el exilio en Babilonia, y cuyo interés fundamental eran los temas relacionados con las
leyes, las genealogías y las cifras, etc.

La fusión de las cuatro tradiciones, que forman los cinco libros del Pentateuco, fue atribuida al grupo
Sacerdotal, especialmente Esdras, aunque sea difícil afirmarlo con toda certeza. En su conjunto, el


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Pentateuco refleja la estructura religiosa y social de Israel, desde los patriarcas y Moisés hasta Esdras,
que probablemente lo concluyó.

Salmos 19,8-15; 85; 96-98; 113; 116; 118; 119

Estos salmos reflejan algunos contextos y preocupaciones de este periodo. Los salmos 19,8-15 y 119
son una exaltación de la Ley de Dios. La Ley es presentada con sus diversos sinónimos: testimonio,
precepto, estatuto, mandamiento, promesa, palabra, norma, camino. Sin embargo, debe entenderse en
un sentido más amplio como enseñanza revelada, así como lo transmitieron los profetas.

El salmo 85 promete a los repatriados la paz mesiánica, anunciada por Isaías y Zacarías. Los salmos
96-98 exaltan a Dios como el rey y juez triunfante. Los dos últimos son himnos escatológicos. En ellos
se encuentran muchas referencias a salmos anteriores y al Tercer Isaías. En el libro de los salmos, estos
fueron agrupados por su afinidad universalista y celebran con entusiasmo a Dios entronizado, rey y
juez de Israel, Señor de los pueblos.

Los salmos 113,116 y 118 inician el hallel (es decir, himno de alabanza) a Dios. Estos salmos eran
recitados por los judíos en las grandes fiestas, principalmente en la comida pascual. Exaltan en nombre
del Señor que “levanta de la basura al pobre y lo hace sentar con los nobles de su pueblo”. La acción de
gracias continúa en los labios de la comunidad, representada en los diversos grupos que entraban en
procesión al Templo. Es probable que fueran usados en la liturgia para la fiesta de las Tiendas, a la que
se refieren Ne 8,13-18; Esd 3,4; Za 14,16; Ex 23,14.

Escritos extrabíblicos

Los escritos extrabíblicos del segundo periodo Persa son cerca de 20 papiros con muchos fragmentos
sobre Samaria, región central de la tierra de Israel.

Papiros de Samarìa

Los papiros de Samaria fueron descubiertos entre 1962 y 1963, en el valle del Jordan. Originarios del
siglo IV a.C. del segundo periodo Persa, son un total de 20 fragmentos, todos de carácter legal y
administrativo. La importancia de estos documentos están en las informaciones que ofrecen sobre el
derecho público y privado y la administración de Persia en este periodo. Traen la lista de cinco
gobernadores de Samaria y de los sumos sacerdotes de Jerusalén, sus contemporáneos.



Escritos sobre el periodo.

Algunos escritos son de este periodo y retratan su realidad. Es el caso del libro de Rut. Ya hablamos
sobre la temática que el libro presenta en relación con la mujer extranjera, viuda y sin hijos. Es una
pequeña historia edificante que resalta el cumplimiento de las leyes en las tradiciones judías del
rescatador y del levirato.

Esdras y Nehemías actúan en el periodo Persa, como aparece en sus escritos, pero los libros que llevan
sus nombres fueron escritos probablemente después, en el periodo de la dominación griega.



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Los capítulos 40-48 del libro de Ezequiel presentan visiones sobre la ciudad futura, en la que vivirá el
futuro pueblo escatológico. Estos capítulos retratan las visiones del profeta, pero tal vez no en sus
detalles. Estos habrían sido añadidos por sus discípulos en este segundo periodo Persa.

Conclusión

El periodo Persa se destacó por sus proyectos de reconstrucción de Judea, de modo especial de
Jerusalén. Estos, sin duda, despertaron de nuevo la alegría y las esperanzas en los exiliados para
reiniciar su vida en su propia tierra. Un sueño muy difícil de realizar. La destrucción de las ciudades de
Judea, el Templo, de Jerusalén y de sus murallas fue en el año 587/6. Su reconstrucción fue lenta y
difícil, a costa de mucho sacrificio. En verdad, detrás de los proyectos de reconstrucción se escondían
los proyectos expansionistas de Persia, que deseaba llegar hasta Egipto, con miras a la ampliación del
dominio económico mediante el cobro de impuestos, para esto, Persia necesitaba ganar la simpatía del
pueblo de Judá, conocer su realidad y tenerlo como aliado y súbdito.

Sesbasar fue el primer jefe de caravanas que vino con un grupo de exiliados y con autorización de
Persia para devolver los objetos del culto y reconstruir el Templo de Jerusalén (Esd 1,8-11). Encontró
oposición y solo consiguió la postura de la primera piedra (Esd 5,14-16).

Con la muerte de Ciro, asume su hijo Cambises, que continúo el intento expansionista del padre y llegó
hasta Egipto, pero tuvo que volver a causa de los conflictos internos en la sede del imperio: murió
como consecuencia de estos.

Darío I, después de muchas luchas, se impuso en el 521 a.C. consolidando el imperio Persa. Incentivo
la reconstrucción del Templo, que fue llevada adelante por Zorobabel, apoyado por los profetas Ageo y
Zacarías. El Templo fue inaugurado en el 515 a.C. pero sin la presencia de Zorobabel ni del profeta
Ageo. Se sabe son certeza cual fue el fin de los dos. El periodo Persa del tiempo de Sesbasar y
Zorobabel, que corresponde al tiempo de los dos primeros proyectos, fue muy rico en producciones
literarias. En el nacieron los libros de Ageo, Zacarías (1-8), tercer Isaías (56-66). Joel, Levítico, (1-7;
11-16) y diversos salmos.

Nehemías llevo adelante el tercer proyecto con miras a la reconstrucción de los muros de la ciudad de
Jerusalén (Ne 2,11-3,38) y de la comunidad Judía. Era un hombre decidido. Se mostró preocupado por
la situación del pueblo, sobre todo de los pobres y explotados. Entonces, pidió a los explotadores que
devolvieran las tierras robadas a los pobres y perdonaran las deudas acumuladas (Ne 5,7-13). Nehemías
vio en el problema de la tierra y de la familia la raíz de los males sociales de su tiempo, por eso, hizo
valer la ley del año jubilar mediante el perdón de las deudas para devolver la dignidad a las familias y
al pueblo. Consiguió reconstruir los muros de la ciudad de Jerusalén en la primera fase de su
permanencia en Judá. Volvió una segunda vez y se preocupo más por restablecer la “pureza legal” y
promovió políticamente a Judá, que paso a ser una provincia de Persia, independiente de Samaria. Dejo
el camino abierto para Esdras.

Esdras llegó a Judea hacia el 398 a.C. y dio continuidad al trabajo iniciado por Nehemías en la
reconstrucción de la comunidad Judía, que había perdido su identidad. La restableció con la
observancia estricta de la ley de Dios y del rey (Esd 7,26). Expulso a las mujeres y a sus hijos que
amenazaban esta fidelidad (Esd 10,3.11). Como protesta a esta medida de Esdras, surgieron diversos
escritos bíblicos con rasgos proféticos contra la exclusión de la mujer extranjera, la opresión sobre el
pueblo y el encerramiento de la comunidad sobre si misma: Rut, Jonás, Job, Cantar de los Cantares,


                                                                                                       17
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18              ESCUELA BÍBLICA – CAPÍTULO 9
                                                 0
Proverbios (1-9). En este tiempo el Pentateuco recibe forma definitiva, con la unión de las Tradiciones
Yavista, Elohista, Deuteronomista y Sacerdotal. Nacieron también algunos salmos.

Hacia el año 350 a.C el imperio Persa comenzó a presentar señales visibles de decadencia provocada
por los conflictos internos en la sucesión de los soberanos. Grecia ya había iniciado sus conquistas en
Asia con Filipo, rey de Macedonia, asesinado en el 336 a.C. lo sucedió su hijo Alejandro. Este continúo
las guerras de conquista, llegando a ocupar Anceniva; Tiro, Siria y Jerusalén en la batalla de Isso, en el
333 a.C.




                                                                                                      18
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  • 1. 15 ESCUELA BÍBLICA – CAPÍTULO 9 9 IX. LA COMUNIDAD RENACE ALREDEDOR DE LA PALABRA PERIODO PERSA INTRODUCCIÓN Por medio de los cinco temas que se desarrollarán en este capítulo, usted conocerá lo que sucedió en la época en que los persas dominaron a Judá. El primer tema, “Esperanza y frustración en el camino de la liberación”, debe leerse haciendo un paralelo con la historia actual. Las medidas y los planes de los gobiernos, a nivel político y económico, someten al pueblo a la exigencia de los imperialismos más fuertes y dominadores, y la historia se desenvuelve entre intentos de progreso y frustrantes retrocesos. Pero aun así, los profetas no dejaron de animar y confirmar la fe del pueblo en medio de las luchas y dificultades. “Conflictos y avances en la lucha por la construcción”, es el segundo tema. Estudia el periodo del regreso de los exiliados y los esfuerzos de sus líderes para reconstruir el Templo y la ciudad de Jerusalén. El regreso de los exiliados fue visto como una por parte de quienes estaban en la tierra, y la mezcla de razas entre la población que se había quedado generó conflictos y mutuo rechazo. Pero nada impidió que la comunidad se reorganizara alrededor del Libro de la Ley y suscribiera sus valores esenciales. “La Biblia nace de la fe y la esperanza del pueblo”, es el tercer tema. Presenta los escritos bíblicos que surgieron en esta época y cómo éstos tratan la relectura de la historia hecha a la luz de la nueva realidad, con la certeza de que lo importante es ser fieles a la alianza con Dios. El pueblo construyó la ciudad y el Templo, reorganizó la liturgia y los sacrificios y buscó volver a los orígenes étnicos y religiosos que lo caracterizaron desde el comienzo de su conformación. Todo esto se narra en el cuarto tema: “La reconstrucción de la comunidad judía”. El quinto tema, “La palabra de Dios es para todos”, presenta los libros bíblicos que fueron escritos en este periodo. Estos describen el cuestionamiento y la resistencia que se generó contra la excesiva exigencia de no aceptar extranjeros en medio del pueblo y la opresión de este por parte del Templo. Estos libros abren el mensaje bíblico a todos los pueblos y retratan la nueva compresión, más amplia y universal, que los sabios de la Biblia pasan a tener de Dios y de su proyecto. Este capítulo refleja la experiencia del pueblo: Dios conduce la historia adonde Él quiere, respetando los procesos humanos y teniendo paciencia con los límites y retrocesos del pueblo durante el camino. 1. ESPERANZAS Y FRUSTRACIONES EN EL CAMINO DE LA LIBERACIÓN. Nehemías, de familia judía, servía en la corte del rey de Susa, cuando supo, por medio de los judíos liberados que habían sobrevivido al cautiverio, que los habitantes de Jerusalén vivían “en gran estrechez y confusión. La muralla de Jerusalén estaba llena de brechas, y sus puertas habían sido incendiadas” (Ne 1, 3). Inconforme con esta situación, pidió ayuda al rey y socorrió a su pueblo, como veremos más adelante. Retomando el camino Después que el rey de Babilonia, Nabucodonosor fue a Jerusalén y destruyó los muros y las fortalezas, arraso el Templo y deportó a Babilonia la población más culta y rica, la situación de los que 15 9
  • 2. 16 ESCUELA BÍBLICA – CAPÍTULO 9 0 permanecieron en Judá y de los que partieron para el exilio era desoladora y triste. Sin embargo, aunque ellos se sentían abandonados, Dios no los había olvidado. Así, suscitó tanto en Judá como en Babilonia profetas que consolaron y alimentaron la esperanza de días mejores y de un nuevo éxodo de regreso a la tierra. Jeremías y Abdías estuvieron junto a su pueblo en Judá. Ezequiel y el Segundo Isaías, junto a los exiliados. Ellos reavivan en el pueblo el recuerdo de la acción de Dios en su historia. Por mucho que fuera la infidelidad, Dios seguía fiel en medio de ellos. Babilonia, al dominar a Judá, no hizo nada para reconstruir los muros de Jerusalén, sus fortalezas y su Templo. Peor aún, seguía exigiendo el pago de los impuestos. Pero, como todos los imperios, también éste le llegaría su final. Y no demoró en suceder: su ruina comenzó internamente. Nabonid, soberano de Babilonia, se opuso al poder de los sacerdotes de Marduk al restablecer las antiguas formas religiosas de la divinidad Sin (la luna) y favoreció su culto y la restauración de los santuarios a ella dedicados. Estaba mucho más preocupado de su devoción personal que de las cuestiones del Estado. Con esto, se ganó la enemistad de los adeptos del dios Marduk, la divinidad nacional. Ante las amenazas de Ciro, rey de Persia, Nabonid trasladó la capital a Teima, en los confines de Arabia, y dejó la administración de Babilonia a su hijo. Poco a poco, Ciro fue conquistando los imperios de los Medos, parte de Asia Menor, las planicies de Babilonia, de Siria, de Israel y de Egipto. Llegó a formar el mayor imperio de Oriente. Ciro dio confianza a los pueblos que fue conquistando con su respeto a la cultura y a las tradiciones religiosas. Los sacerdotes de Marduk, principal divinidad de Babilonia, y el Segundo Isaías veían con buenos ojos al señor del nuevo imperio, como lo demuestra los documentos de la época. Escritos extrabíblicos Hay varios textos extrabíblicos que registraron la buena acogida al rey Ciro de Persia, entre ellos tenemos: - La Crónica babilónica o Crónica de Nabonid: trae un poema difamatorio contra Nabonid, rey de Babilonia, que debilitó el poder de los sacerdotes y del culto a Marduk, principal divinidad de la región. Se muy probable que sus autores sean los mismo sacerdotes. El texto revela la total acogida al nuevo señor no solo por padre de Babilonia, sino de todo el Cercano y Medio Oriente. Ciro recibe aprobación por la rectitud y justicia en el gobierno de los pueblos dominados. Por eso, goza de veneración de las gentes y de la protección de Merduk. - Cilindro de Ciro: Ciro, rey de Persia, emitió un decreto que está registrado en los libros de Esdras y 2 de Crónicas y ha sido confirmado por la arqueología. El documento encontrado trae las palabras de Ciro en primera persona, decretando la reconstrucción de muchos santuarios al norte de Mesopotamia y de Babilonia. Ciro mandó devolver los objetos sagrados que fueron robados por Nabucodonosor del Templo de Jerusalén y dio la libertad a los exiliados para que regresaran a su tierra. El segundo Isaías, Jeremías, Esdras y 2 de Crónicas hacen referencia a Ciro y a su decreto. Escritos bíblicos I. El Segundo Isaías: el Señor conduce la historia hacia la liberación. El segundo Isaías (40 – 55) anima a los israelitas exiliados que veía su liberación en la posible caída de Babilonia. El 16 0
  • 3. 16 ESCUELA BÍBLICA – CAPÍTULO 9 1 profeta alimenta la esperanza afirmando que el Señor estaba detrás de las victorias de Ciro, llamándole “pastor”, “ungido” del Señor y su “mesías” (Is 45, 1; 44, 28 y 45, 4-5). II. Jeremías: la presencia constante de Dios. Jeremías presenta una reflexión humana, llena de realismo. Si por un lado critica todo el imperialismo político sobre el pueblo dominado, por otro presenta a Dios muy cerca del pueblo, para salvarlo, sobre todo en los momentos críticos de su historia, aun cuando los babilonios se rehúsan a dejarlos ir (Jr 50, 33-34). III. Esdras: la esperanza del regreso a la tierra. Esdras presenta a Ciro como “el enviado del Dios” (Esd 1, 1-4). Presenta dos decretos de Ciro, en el primero se ordena la reconstrucción del Templo de Jerusalén y concede la libertad a los exiliados, en el segundo también se habla de la reconstrucción y se pide que sean devueltos los utensilios robados por el rey de Babilonia (Esd 6, 2-5). IV. 2 Crónicas: Dios está con ustedes. Presenta a Ciro como aquel a quien Dios le ha encomendado una tarea: construir un templo en Jerusalén de Judá y el de devolver a los exiliados a su patria (2Cr 36, 22-23). Política de los reyes de Persia Este pueblo no hizo deportaciones a tierras distantes, sino que adoptó una política de respeto. Suscitaron la colaboración espontánea de los gobernantes locales en vez de imponer por la fuerza su soberanía, no impusieron su lengua. En el imperio persa los escritos oficiales aparecían en tres lenguas: persa, elamita y babilonio. El gobierno persa se mostró mucho más liberal con los pueblos dominados también en las cuestiones religiosas. No interferían en las prácticas religiosas ni en el culto, al contrario, mandó devolver las imágenes y objetos sagrados a los templos que habían sido saqueados, sobre todo bajo la dominación de los babilonio; favoreció la reconstrucción de los templos de los pueblos dominados que habían resultado dignificados y dio libertad a los exiliados para volver a sus tierras, pero muchos no quisieron volver. Otros volvieron, porque pudo más el amor a su tierra, el apego a las tradiciones y el deseo de reconstruir el Templo. Nacieron entonces los proyectos de reconstrucción. Los proyectos de reconstrucción Es tan antigua como actual la preocupación por la reconstrucción de un país por medio de proyectos y planes económicos, como si este cambio dependiera de una fórmula mágica, sin exigir cambios de hábitos y de mentalidad, comenzando por los estratos más altos. Esta fue la experiencia que vivió Judá, con diversos proyectos de reconstrucción de la ciudad, de los muros, del Templo de Jerusalén y de la comunidad judía. Una experiencia similar viven hoy nuestros países con los intentos de controlar la inflación y cumplir con los compromisos asumidos con las demás naciones. Para continuar la reflexión - Leer 2 Cro 36, 22-23 - ¿Cuál es el gran imperio que está detrás de nuestros planes económicos? - ¿Han traído estos planes algo bueno para nuestros pueblos? ¿En qué los ha perjudicado? - ¿De qué manera las dificultades económicas influyen en la vida de nuestras comunidades? - ¿Qué hacemos para mantener viva nuestra fe? 16 1
  • 4. 16 ESCUELA BÍBLICA – CAPÍTULO 9 2 2. CONFLICTOS Y AVANCES EN LA LUCHA POR LA RECONSTRUCCIÓN. Por un lado, los textos revelan un cierto entusiasmo en los preparativos para la reconstrucción del templo (Esd 1, 7.11). Por otro lado, el mismo escrito muestra las reticencias por parte del “pueblo de la tierra” (Esd 4, 4). El profeta Ageo constató lo mismo al afirmar: “Este pueblo dice que no ha llegado aún el momento de reconstruir el Templo del Señor” (Ag 1, 2). Primer periodo persa: 538 – 445 a.C Para facilitar la comprensión del periodo persa, vamos a subdividirlo en dos partes: la primera corresponde a los planes de reconstrucción de Judea entre el 538 al 445 a.C., con los escritos bíblicos que surgieron en este periodo. Y la segunda, entre el 445 al 333 a.C., cuando Persia perdió ante Grecia la soberanía sobre la región de Judá. Planes de reconstrucción de Judea Persia se convirtió en el mayor imperio de Oriente. Estuvo dividido en provincias conocidas como satrapías, gobernadas por sátrapas (Est 8, 9) y por gobernadores. Judá pertenecía la quinta satrapía. Ya no dependía de Babilonia, sino de Persia. El pueblo se vio como una pequeña comunidad étnica perdida en un vasto imperio en medio de muchas razas. Estaba obligado a seguir aceptando a un rey extranjero que le daba normas y leyes y vivía vigilado por un ejército que controlaba el pago de impuestos y tributos. Judá ya no decidía su destino, ni veía posibilidad de independencia política en el futuro próximo. 1. Sesbasar: jefe de la primera caravana: Ciro dio libertad a los exiliados de volver a sus tierras, pero pocas familias debieron haber regresado bajo el mando de Sesbasar. Este personaje fue el encargado de devolver los utensilios de Templo, además era “príncipe de Judá” y recibió el encargo de reconstruir el Templo de Jerusalén (Esd 5, 13-16). Sesbasar encontró oposición a los trabajos de reconstrucción del Templo (Esd 5, 17), además de dificultades internas por parte de la población que había vuelto, que estaba más preocupada por construir su casa que por reconstruir el Templo (Ag 1, 2-4). Es muy probable que Sesbasar haya actuado durante poco tiempo y sólo iniciado la obra de reconstrucción, pues quien de hecho adelantó fue Zorobabel. Ciro murió en el 529 y Cambises, su hijo, lo sucedió en el trono (529 – 522) Este expandió aún más el imperio persa, llegando hasta Egipto. Todo parece indicar que Cambises continúo la política de su padre. A la muerte de éste asumió el poder Darío I (522 – 486 a.C.) 2. Zorobabel; jefe de la segunda caravana. Zorobabel fue escogido por las autoridades persas para conducir de regreso la segunda caravana de los exiliados hacia el año 520 a.C. Zorobabel es visto por Ageo y Zacarías como el descendiente de David por medio del cual se realizarían las esperanzas mesiánicas (Ag 2, 20-23; Za 6, 9-14). En la caravana de Zorobabel vinieron Josué y sus descendientes (Esd 2, 2.36.40; Ne 7, 7.39.43). Conflicto entre el líder político y el religioso Algunos escritos contemporáneos reflejaron una rivalidad creciente entre el representante político Zorobabel y el representante religioso Josué. En Za 3, 1-10, el sacerdote Josué es presentado ante el Señor con trajes sucios, lo que se interpreta como reputación negativa del sacerdocio antes del exilio (Cf. Os 4; Is 28, 7; Jr 8, 8-9). Estos trajes, sin embargo, son sustituidos por otros suntuosos, que representan el sacerdocio del post-exilio constituido dignamente. En la versión de Zacarías, dos olivos 16 2
  • 5. 16 ESCUELA BÍBLICA – CAPÍTULO 9 3 están a cada lado del Señor. Uno de ellos representa el poder espiritual ligado a Josué y el otro, el poder temporal ligado a Zorobabel (Za 4). Josué tiene la unción sacerdotal (Lv 4, 3-5.16) y Zorobabel, la unción real (Jr 33, 14-18). Sus poderes están asociados a los tiempos de la salvación y deberían convivir en paz, pero no lo logran (Za 6, 9-13). Todo indica que el poder sacerdotal se impuso al poder real. De hecho, los textos bíblicos, la hablar de la inauguración del segundo Templo en el 515 a.C., no mencionan la presencia de Zorobabel ni del profeta Ageo, su contemporáneo y colaborador (Esd 6, 15-22). Esto hace pensar que los dos probablemente fueron presos y exiliados. Desaparecieron de historia sin dejar huella y, sin embargo, fueron los mayores colaboradores y motivadores de la reconstrucción del Templo. Judá en el post-exilio: la tierra de Dios acoge a todos Diferentes grupos integraban la tierra de Judá en el periodo persa: los que se quedaron en la tierra después de la deportación en el 587; los extranjeros que se dedicaron en Judá durante el exilio; los judíos que volvieron del exilio después del edicto de Ciro; y los judíos que siguieron viviendo en la diáspora, pero mantenían eventuales contactos con su tierra. La población que permaneció en la tierra después de la deportación de la clase dirigente, culta y rica, en el 587, estaba constituida por los más pobres y, entre ellos, “viñadores y labradores” (2Re 25, 12). No tenían recursos materiales para emprender la reconstrucción de la ciudad ni del Templo. No eran numerosos; entonces necesitaban de un número mayor de personas para dar inicio a las obras de la reconstrucción. Además de las dificultades económicas y de convivencia con los demás grupos, enfrentaron también una crisis de fe. Algunos permanecieron fieles, pero otros desistieron. Estos no lograban entender el celo religioso de aquellos que volvían del exilio. El segundo grupo, que convivía en la tierra de Judá, estaba formado por pueblos vecinos que había ocupado gradualmente las área abandonadas. Estaban más preocupados por formar patrimonio que por la reconstrucción del Templo, en la ciudad de Jerusalén y en los alrededores (Ab 10 – 14). No tenían la motivación de aquellos que habían sido obligados a dejar su tierra y ahora volvían a ella. El tercer grupo está formado por los exiliados que volvían a la tierra de Judá. Diversas caravanas integraron este grupo, y conocemos los líderes de dos grupos del primer periodo persa: el grupo de Sesbasar y el grupo de Zorobabel. El primer grupo vio muy pronto sus sueños frustrados. No logró concluir las obras de reconstrucción del Templo. Sólo consiguió la reconstrucción del altar de los holocaustos para reiniciar, aunque fuera de manera precaria, los sacrificios a Dios (Esd 3). La caravana liderada por Zorobabel, a cargo del gobernador de Judá y Josué como “sumo sacerdote”, estaba formada en gran parte por judíos de clase sacerdotal (Esd 2; Ne 7). Estos grupos encontraron dificultades para instalarse en los territorios que habían sido ocupados por los pueblos vecinos. Muchos extranjeros se habían establecido en Judea durante el exilio; otros vinieron para ofrecer su mano de obra (Is 60, 10; 61, 5). Otros acompañaban a los israelitas en su regreso a Sión (Is 60, 9; 66, 20). Finalmente, está el grupo de los que permanecieron en la diáspora, viviendo fuera de Judá, pero que seguían en contacto con su pueblo y con su tierra de origen. Para éstos, el camino de regreso debía hacerse después (Is 56, 8). Había conseguido, fuera de su tierra, unas buenas condiciones de vida, y el regreso significaba comenzar todo de nuevo. Un buen número no estaba dispuesto a pagar ese precio. Había entre los distintos grupos una gran diversidad de experiencias, visiones, dificultades y realidades para integrar. No deja de ser al mismo tiempo una riqueza y un desafío que se reflejó también en los 16 3
  • 6. 16 ESCUELA BÍBLICA – CAPÍTULO 9 4 escritos de este periodo alrededor de la expresión “pueblo de la tierra”, el cual adquirió un nuevo sentido. El pueblo de la tierra La expresión “pueblo de la tierra” fue adquiriendo diferentes significados según la época y los escritos en que apareció. En una concepción genérica, el “pueblo de la tierra” no se refiere a sus jefes sino a toda la población libre que gozaba de plenos derechos civiles y ocupaba un determinado territorio (Gn 23, 7.12-13) En muchos textos bíblicos, anteriores al exilio, la expresión “pueblo de la tierra” se aplicaba a Judá e Israel, según escritos de la tradición deuteronomista. Señalaba el conjunto de los ciudadanos judíos con plenos derechos. En reino de Judá su significado se fue restringiendo a un grupo privilegiado, los propietarios de la tierra, que ejercían una gran influencia en la política. Estos decidían sobre los destinos del reino para salvar la dinastía davídica, sobre todo en periodos de crisis (2Re 11, 14.18-20; 21, 24; 23, 30; “Cro 23). Ya en los escritos cronistas, los libros de Esdras y Nehemías del post-exilio, la expresión aparece tan singular – “pueblo de la tierra” o “pueblos de las tierras” – En el primer caso, el “pueblo de la tierra se refiere a los habitantes de Samaría que fueron traídos a esta región después de la caída del Reino del Norte en el 722 (Esd 4, 2-3). Estos se ofrecieron para colaborar en la restauración del Templo de Jerusalén, pero no fueron aceptados por Zorobabel, por Josué ni por las familias de los exiliados. “Entonces la gente del país (el pueblo de la tierra) se puso a desalentar al pueblo de Judá y a intimidarlos para que para que no siguieran construyendo. Sobornaron contra ellos a algunos consejeros para hacer fracasar su proyecto (Esd 4, 4-5). “Pueblos de las tierras” se refiere a los pueblos que antes de Israel habitaban la tierra de Canaán y seguían conviviendo con él, como los cananeos, hititas, perezitas, jebuseos (cf. Ex 3, 8), y los pueblos vecinos, amonitas, egipcios y amorreos (Esd 9, 1-12). Parece claro que la referencia a los “pueblos de la tierra” o los “pueblos de las tierras” habla de quienes ocuparon las tierras que los deportados dejaron deshabitadas y, a partir de entonces, conquistaron derechos políticos sobre ellas. Por tanto, no son considerados “pueblos de la tierra” los que se quedaron en la tierra ni los que volvieron del exilio, pero sí la población no judía que se estableció en la tierra durante el exilio. Los textos apuntan a una población extranjera que no fue acogida por la nueva comunidad judía. Esta interpretación prepara a la de la época rabínica en la que el “pueblo de la tierra” representaba a quienes no observaban la ley religiosa. Pero en el libro de Ezequiel y en el Levítico señala la comunidad que estaba en condiciones de celebrar el culto, como fruto de un nuevo asentamiento en territorio palestino (Ez 39, 13; 46, 3.9), y la comunidad judía en su totalidad, como comunidad cultual (Lv 4, 27; 20, 2.4), que poco a poco va organizándose alrededor del Libro. La organización de la comunidad en torno al Libro Desde el periodo del exilio, Israel – sin templo, sin culto, sin monarquía y fuera de su tierra – intenta a toda costa salvaguardar su identidad por miedo de algunas prácticas como la circuncisión, el sábado y la observancia de la ley de Moisés. Nehemías y Esdras serán los grandes defensores de la ley. La Torá, poco a poco, se fue volviendo el centro del judaísmo. Darío I, rey de Persia, en el 518 a.C., ordenó al gobernador de Egipto que constituyera una comisión para recoger las leyes egipcias (decretos, tradiciones religiosas, procedimientos de procesos, etc.) a fin de que sirviera como orientación interna de la satrapía. Se cree que esta medida se extendió a las demás 16 4
  • 7. 16 ESCUELA BÍBLICA – CAPÍTULO 9 5 satrapías del imperio, y también a Judá. Esto habría servido de incentivo también a los exiliados para recoger sus escritos sagrados como base de su organización y definir su identidad cultural y religiosa. Coincidencia o no, es muy significativo que la Biblia se haya formado como libro en este periodo. Israel logró recoger y salvar lo que había de más sagrado, y consolidar así las bases para un judaísmo que pudo mantenerse firme ante las amenazas del helenismo. Los escritos que integraron el libro de la Biblia no sólo eran del reino de Judá y del exilio de Babilonia. Había también escritos del reino de Israel, ya conocidos antes de la ciada de Jerusalén, como el núcleo del Deuteronomio (Dt 12 -26) y los libros de Oseas y Amos. El cisma samaritano que se ratificó en esta época no impidió que los dos grupos – judíos y samaritanos – tuvieran acceso a los mismos escritos. El cisma samaritano: hermanos que no se reconocen Los Israelitas del Norte y del Sur alegaban el mismo origen y confesaban la misma fe en Dios, pero los conflictos entre los dos grupos venían de muy lejos. Comenzaron con la división del Reino de Salomón en dos Reinos: el Reino del Norte (Israel) y el Reino del Sur (Judá). Los motivos principales que llevaron a esta división fueron de orden económico, religioso y político (1 Rey 12). Esta división nunca fue aceptada por el Reino de Judá. La lectura que el grupo del Deuteronomista hizo de todo el periodo de la monarquía del Reino del Norte fue muy negativa y tuvo enfoque la infidelidad religiosa. Los del Norte eran considerados infieles al Señor, aunque muchos seguían fieles a Dios y a las prácticas religiosas. A partir del año 880 a.C., los habitantes del Reino del Norte fueron conocidos como samaritanos, cuando Omrí, compro la colina de Semer y allí construyo la capital, dándole el nombre de Samaría (1Re 16,24). A partir de entonces Samaría se convirtió en capital del Reino del Norte y los habitantes comenzaron a ser identificados como samaritanos. Ya Jerusalén no era la capital: Samaría se había convertido en su rival. La situación empeoró aún más entre los dos reinos, cuando el Norte fue dominado por Asiria. Era costumbre de los dirigentes de Asiria transferir gran parte de la población del territorio dominado a otras partes del imperio y traer a otros pueblos a las regiones desocupadas, a fin de evitar la formación de posibles grupos rebeldes. Lo mismo sucedió con la población del reino del Norte. Otros pueblos fueron traídos a Samaría y a las demás ciudades (1Re 17,24), y el pueblo que se quedo en Samaría fue esparcido en medio de poblaciones con otras tradiciones religiosas. Esto fue visto con malos ojos por los habitantes del Sur, que consideraron a los Samaritanos como adoradores de otros dioses y ya no de Señor como su único Dios verdadero. De hecho, con la mezcla de los pueblos se dio también la mezcla de las tradiciones religiosas que cada pueblo traía de sus regiones (2 Re 17,29-34). Había quienes seguían fieles al Señor, pero no eran reconocidos como tales (2 Re 17, 27-28). Tanto así que los samaritanos querían unirse a los exiliados que habían vuelto del exilio para ayudarlos en reconstrucción del Templo, pero no fueron aceptados (Esd 4, 1-5). A partir de entonces, ejercieron una fuerte oposición a la continuación de la obra de la reconstrucción del Templo y de las murallas de la ciudad (Esd 4, 6-23). Los samaritanos se vieron obligados a afirmar su autonomía religiosa. Construyeron su propio Templo sobre el monte Garizín, en el S. IV a.C., llegando a una ruptura total con los israelitas del Sur. La rivalidad entre los habitantes de Judá y de Samaría aparece en el evangelio de Juan (Jn 4, 9). Aún hoy los samaritanos aceptan sólo los cinco primeros libros de la Biblia, el Pentateuco, como libros inspirados, y estos no sufrieron reformas ni añadiduras por parte de los masoretas. 16 5
  • 8. 16 ESCUELA BÍBLICA – CAPÍTULO 9 6 III. DE LA FÉ Y DE LA ESPERANZA DEL PUEBLO, NACE LA BIBLIA Los escritos nacen como luz en medio de la oscuridad en que vive el pueblo. El desánimo y la falta de esperanza rodean sus vidas. Muchos profetas intentan reanimarlo. Leer Isaías 62, 2-4. Escritos Bíblicos del primer periodo Persa: 538-445 a.C. - Levítico 1 – 7; 11 – 16: el deseo de comunión con Dios. Una parte del libro del Levítico fue escrito en el periodo del exilio, por un grupo de sacerdotes cuyos escritos fueron llamados Tradición Sacerdotal. Este grupo continuó poniendo por escrito tradiciones muy antiguas sobre el ritual de los sacrificios. En la primera fase del post-exilio surgieron los Cap. 1 – 7 y, probablemente los Cap. 11 – 16. Los Cap. 1 – 7 hablan de diversos tipos de sacrificios que eran practicados desde el inicio de la historia del pueblo. Estos sacrificios se dividen en tres categorías: 16 6
  • 9. 16 ESCUELA BÍBLICA – CAPÍTULO 9 7 1. Los sacrificios de ofrenda: son los holocaustos de animales (Lev. 1), ofrendas de vegetales, productos de la tierra (Lev. 2); que incluye primicias (Lev. 2,12.14; Dt. 26, 1-11). 2. los sacrificios de Comunión, que son también llamados sacrificios de la paz o de la alianza (Lev. 3). 3. los sacrificios de expiación: son los ofrecidos para compensar pecados y reparar faltas (Lev. 4-7). Los Cap. 11-16 del libro del Levítico son probablemente de este periodo y tratan de las reglas sobre lo puro y lo impuro, que se basaban en principios muy antiguos. Puro es todo aquello que puede acercarse a Dios. Impuro es todo aquello impropio y excluido del culto a Dios. Los animales puros son los que pueden ser ofrecidos a Dios y los impuros le son desagradables. Incluye también el elenco de diversas impurezas que impiden al ser humano entrar en contacto con Dios (Lev. 11 - 15), y finalmente, presenta el gran día de la expiación de los pecados (Lev 16). - Ageo: la lectura mesiánica de la historia. Ageo dejó escrito el libro que lleva su nombre, y retrató en el la situación de los primeros tiempos del post-exilio y la motivación para que el pueblo retomara la reconstrucción del templo (Ag 1,1-15), que había interrumpido la oposición de los samaritanos (Esd 4,1-5). Ageo presenció la disputa por el poder después de la muerte de Cambises y los primeros años de inestabilidad política de Darío I, que afectaron a Jerusalén. Ageo intentó interpretar para el pueblo los signos de los tiempos: la pobreza y las malas cosechas son una censura para la pereza espiritual de los repatriados. Da una “sacudida” al pueblo que parece estar durmiendo, solo preocupado de si mismo (Ag 1,9), y no se anima a la reconstrucción de la casa del Señor: solo así las bendiciones se multiplicaran y el pueblo podrá finalmente abrirse a la salvación definitiva. La inestabilidad de las naciones es ya el preludio del Día del Señor (Ag 2,21-22). La salvación está cerca, pues Ageo ha visto en Zorobabel el portador de las esperanzas mesiánicas. El profeta veía realizarse dos expectativas del pueblo: la recontracción del Templo y el regreso del rey Mesías descendiente de David. - Zacarías 1-8: la nueva comunidad de Israel. El libro está formado por ocho narraciones de visiones, dos oráculos y algunas predicaciones. Están redactadas en primera persona y describen anticipadamente la restauración definitiva de la comunidad de Israel. Las primeras tres visiones (los jinetes, los cuernos y los herreros, y el medidor) presentan las fases preparatorias de la restauración mesiánica. Las dos visiones centrales (las vestiduras de Josué y el candelabro y los olivos) hablan sobre el gobierno de la nueva comunidad. Las tres últimas visiones (el libro que vuela, la mujer dentro de la medida y los carros) evocan las condiciones de la restauración final. Dos oráculos están a favor del “Germen” mesiánico, Zorobabel, aunque su lugar al lado del sumo sacerdote Josué sea modesto (Za 3,8-10 y 4,6b-10a). El Templo, el sumo sacerdote, el culto y la ley van teniendo las facciones de la religión que llegó hasta Jesús. - Isaías 56-66: Dios es fuente segura de salvación. 16 7
  • 10. 16 ESCUELA BÍBLICA – CAPÍTULO 9 8 Ya tuvimos oportunidad de conocer al Primer Isaías, conformado por los capítulos 1-39; su autor es desconocido y anterior al exilio. Los capítulos 40-55 pertenecen al Segundo Isaías del tiempo del exilio, y los capítulos finales del 56-66 se atribuyen al Tercer Isaías del posexilio, periodo persa. El Tercer Isaías enfrentó algunos problemas frente a la realidad que encontró en Judá. Quería reconstruir un pueblo unido y santo, y se encontró con una profunda crisis de esperanza, porque el templo apenas tenía la piedra fundamental; los muros estaban destruidos y había conflictos externos con los samaritanos e internos con los habitantes de la tierra. Esta situación generó gran desánimo. Isaías, por un lado, denuncia el pecado como un obstáculo para la llegada de la salvación y, por otro, reafirma la fidelidad de Dios como fuente segura de salvación. El profeta quiere acabar con los idólatras que buscan apoyo en los falsos dioses y se entregan a prácticas tales como sacrificios humanos, prostitución sagrada, uso de animales impuros para el sacrificio (65,4;66,3,17), necromancia (65,4), veneración de Melek (57,9), de Meni y de Gad, pretendidas divinidades (65,11). Denuncia la impotencia de los falsos dioses, incapaces de salvar, y anuncia el poder del verdadero Dios, el juicio es inevitable. Ante Dios fiel para amar, poderoso para salvar, infalible para juzgar, todos los hombres están invitados a acogerlo; para aquellos que lo hagan, habrá motivos de alegría, y para quienes se nieguen, habrá desgracia. Para Isaías, acoger a Dios significa acoger al otro como hermano; amar a Dios significa amar al prójimo y viceversa. Moral y religión son inseparables. - Joel: el pueblo nuevo tendrá en Jerusalén un paraíso. Joel, en hebreo, significa “el Señor es Dios”. Poco conocemos sobre este profeta, apenas que es hijo de Fatuel (Jl 1,1). El libro que lleva su nombre se sitúa normalmente en el post-exilio, y está lleno de rasgos apocalípticos. Es pequeño, tiene solo cuatro capítulos y puede presentarse en dos partes. La primera presenta la invasión destructora de las langostas. Hay diversas interpretaciones de esta calamidad, pero todas afirman que se trata de una señal de Dios que llama al pueblo a una liturgia penitencial. Otros creen que más allá de las langostas, se habla de una sequía prolongada, de la invasión militar y de la manifestación del “Día del Señor”. La situación provocó una liturgia penitencial de lamentación y de súplica (1,2-2,17), a la que el Señor, respondió prometiendo el final de la plaga y un tiempo de abundancia (2,18-27). La segunda parte habla del Día del Señor, cuando Él juzgará a las naciones y con Israel triunfará sobre sus enemigos y su victoria será definitiva (3-4). Hay una unidad en el vocabulario, en el estilo y en la temática. “El Día del Señor” aparece en ambas partes: 1,15; 2,1-2,10-11; 3,3-4; 4,14. La catástrofe de la plaga de langostas muestra que la calma terminó y todo esta recomenzando, pero esta vez para llevar a la salvación definitiva. Israel será purificado y las naciones juzgadas (2,10-17; 4,1-3). La conversión interior (2,13) obtiene el perdón y permite la efusión del Espíritu. Este hace nacer un pueblo nuevo que vive en Jerusalén (2,27; 4,17), transformada en un paraíso (4,18-21). - Salmos 4;10; 22; 23; 50; 77; 78; 83; 105-107; 126. Muchos salmos presentan entre si semejanzas de estructura, de situaciones y de temáticas; esto no significa que hayan surgido necesariamente en un determinado contexto, época y circunstancias. Es muy difícil tener certeza, porque reflejan situaciones humanas que se repiten en contextos diferentes, tanto a nivel personal como colectivo. Para facilitar el estudio de los salmos, podemos clasificarlos en tres grandes grupos: salmos de alabanza; salmos de petición de auxilio, de confianza y de acción de 16 8
  • 11. 16 ESCUELA BÍBLICA – CAPÍTULO 9 9 gracias; y salmos de instrucción. Los salmos que probablemente surgieron en este periodo pertenecen al segundo y tercer grupo. Los salmos de petición de auxilio, de confianza y de acción de gracias Entre los salmos de petición, podemos ubicar los salmos 22, 83 y 126. El salmo 22 es una plegaria individual de lamentación de un inocente perseguido: “perros innumerables me rodean, una banda de malvados me acorrala como para prender mis manos y mis pies. Puedo contar todos mis huesos; ellos me observan y me miran, se reparten entre si mis vestiduras y se sortean mi tunica” (Sal 22,17). A pesar de todo el dolor y sufrimiento, el salmista termina con la acción de gracias por la liberación alcanzada, porque Dios es fiel a quienes lo temen (vv. 23-27). Es un poema muy cercano al siervo sufriente de Is 52,13-53,12. Considerado un salmo mesiánico, fue aquel que, en su inicio rezo Jesús en la cruz (Mt 27,46). Los salmos 77, 83 y 126 son oraciones colectivas de petición de auxilio contra los pueblos vecinos, enemigos de Israel, y también muestran la alegría de vuelta del exilio. Este retorno prefiguraba la llegada de la era mesiánica. Los salmos 4 y 23 son de confianza y de gratitud a Dios, porque solo de El viene la felicidad. El salmo 23 es muy conocido y presenta a Dios como el buen Pastor y anfitrión que ofrece el banquete mesiánico. Los salmos 10 y 107 son oraciones individuales de acción de gracias por los beneficios recibidos. El fiel subía al Templo acompañado de parientes y amigos para cumplir las promesas. El salmo 107 presenta un himno de acción de gracias por los beneficios de la providencia, inspirado en el Segundo Isaías. El salmo habla del éxodo (vv. 4-9), del socorro divino a los que sufren (vv. 17-22) y a los que viajan por el mar (vv. 23-32). Salmos de instrucción Los salmos de instrucción tienen en común la preocupación de enseñar con los hechos de la historia. Traen exhortaciones a manera de los profetas, amonestaciones litúrgicas y reflexiones sapienciales. Los salmos 78,105 y 106 recuerdan largamente la historia sagrada, los patriarcas, la promesa y la Alianza que Dios hizo con los antepasados. Recuerda también el éxodo precedido y acompañado de maravillas, el camino por el desierto, la revelación del Sinaí y la posesión de la tierra como herencia. Los salmistas no solo recuerdan los hechos, sino que revelan sus significados e invitan a traducirlos en actitudes prácticas, como lo enseña el Deuteronomio. El salmo 50 tiene el estilo de las exhortaciones proféticas. Dios viene para juzgar a Israel y se revela contrario al formulismo de los sacrificios unido al desprecio por los mandamientos. ESCRITOS EXTRABÍBLICOS Papiros de Elefantina Los escritos extrabíblicos mas conocidos de la época son los papiros de elefantina. El más antiguo de la colonia de Elefantina es del 495 a.C.; del año 27 del gobierno de Darío I, y el más reciente es del 1 de octubre del 399 a.C. El contenido de los documentos es muy heterogéneo. La mayoría de ellos es de carácter jurídico privado: contratos matrimoniales, transmisión de propiedades, préstamos y liberación 16 9
  • 12. 17 ESCUELA BÍBLICA – CAPÍTULO 9 0 de esclavos. Son documentos muy importantes porque nos revelan un poco la vida de los judíos que vivían allí en esa época. Los judíos probablemente se instalaron en esta localidad cuando Jerusalén fue invadida por Babilonia, en el año 587 a.C. (Jr 42-45). Muchos huyeron para escapar de represalias, y es muy probable que esta colonia haya sido fundada por los judíos que se refugiaron y, mas tarde, formaron, prioritariamente, una colonia militar de judíos aposentados, que cuidaban las fronteras del sur de Egipto. Mantenían contactos con su tierra de origen, de la cual provenían los dirigentes del culto. Tenían un templo propio, conocido como templo israelita, que fue destruido en el 410 a.C. Por instigación de los sacerdotes de Egipto en complot con el gobernador, aprovechando la ausencia momentánea del sátrapa. Poco después, el Templo fue reconstruido, con el apoyo del gobernador de Jerusalén y Samaría. En él no había holocaustos, pero si ofrendas de alimento e incienso. Darío II había autorizado, en el 419 a.C; la fiesta de Matzot (es decir, los panes ázimos; cf. Ex 12). No se sabe como terminó la colonia judía en Elefantina: si fue transferida a otro lugar o si no hubo ya más migraciones de judíos. El ultimo documento conocido data del 399 a.C. 17 0
  • 13. 17 ESCUELA BÍBLICA – CAPÍTULO 9 1 IV. LA RECONSTRUCCIÓN DE LA COMUNIDAD JUDÍA El segundo período persa (445 – 333 a.C.) comprende el tiempo de actuación de Nehemías y Esdras. Su mayor preocupación era la reconstrucción de la comunidad judía. Pero la situación general de las familias y del pueblo era de gran carencia en todos los sentidos. “Hemos tenido que pedir prestamos, hipotecando nuestros campos y viñas para pagar el impuesto al rey. ¿No somos iguales que nuestros compatriotas y nuestros hijos no son como los suyos? Sin embargo, nos vemos obligados a dar esclavos a nuestros hijos. Mas aún, algunas de nuestras hijas han sido hechas esclavas y no hemos podido impedirlo, porque nuestros campos y viñas han pasado a poder de otros” (Ne 5,4-5). La comunidad judía en el segundo periodo persa. No es fácil esbozar la situación de la segunda época persa, había una comunidad judía en Jerusalén y otra fuera de Jerusalén, en la diáspora. El periodo que va desde Nehemías hasta Alejandro Magno puede considerarse un tiempo de crecimiento para la comunidad judía post-exílica. Este crecimiento estaba ligado a la consolidación, elaboración y fijación definitiva de las tradiciones culturales, religiosas e históricas del pueblo de Israel. En este tiempo, los cinco primeros libros de la Biblia recibieron forma definitiva. Muchas normas del “código sacerdotal”, las partes mas recientes de estos libros, fueron reconocidas, en la época persa, como derecho vigente. La práctica del culto creció en importancia en este periodo, contribuyendo, de modo especial, a la creación de la comunidad judía incentivada por Nehemías y, más tarde, por Esdras. Nehemías y la reconstrucción de los muros de la ciudad. ¿Quien es Nehemías? Nehemías, en hebreo, significa “Dios reconforta”. En la situación en que el pueblo se encontraba el consuelo y el aliento de Dios son certeza de vida. Nehemías era descendiente de una antigua familia de deportados (Ne 2,4), y llegó a ser copero real en la corte de Susa (Ne 2,1-2). En ella, Nehemías recibió un grupo de judíos y, al preguntarles sobre la patria, fue informado de la situación de destrucción en que Jerusalén aún se encontraba (Ne 1,2). Nehemías quedo triste y sorprendido al saber que la ciudad todavía estaba sin muros y sin protección (Ne 2,2). Mientras servia al rey en la mesa, lo puso al tanto de la situación (Ne 2,4-8). Nehemías obtuvo de Artajerjes I (465-424 a.C.) el título de gobernador de Jerusalén. Llegó a la ciudad alrededor del 445 a.C; con documentos que lo autorizaban reconstruir los muros (Ne 2,10-18). La misión de Nehemías y las dificultades. Nehemías comenzó los trabajos y encontró resistencias. El libro de Esdras registró la oposición de los samaritanos a la reconstrucción de los muros en los tiempos de Artejerjes. El rey, al recibir cartas de protesta, mandó suspender las obras (Esd 4,7 – 23). Las dificultades surgían dentro y fuera de la comunidad. Internamente, Nehemías encontró dificultades de orden económico e infidelidad a las tradiciones religiosas. La situación de Judá era muy precaria, pues estaba sumergida en una profunda crisis, dividida entre ricos explotadores y pobres expoliados (Ne 1,1-5; 5,1-5.15). Había un gran sincretismo religioso atribuido al matrimonio con mujeres extranjeras. Las dificultades externas, a su vez, venían sobre todo de los gobernadores de los países vecinos que se oponían a la reconstrucción de Judá: 17 1
  • 14. 17 ESCUELA BÍBLICA – CAPÍTULO 9 2 • Sambalat, gobernador de Samaria (Ne 2,10.19; 33). • Tobías, gobernador de la provincia de Ammon (Ne 2,19; 3,35). • Guesen, el árabe (Ne 2,19). Además de Sambalat, Tobías y Guesen, aparecieron los ammonitas y los asdotitas haciendo oposición a la reconstrucción de los muros. Nehemías sufrió un atentado armado por Tobías (Ne 6,10-14), pero fue descubierto a tiempo. Todas estas posiciones no consiguieron desanimar a Nehemías y al pueblo de Judá. Pero Nehemías se vio obligado a proteger militarmente la obra (Ne 4,10-17), rechazando las acusaciones injustas. Hizo frente, con tenacidad, a todas las amenazas, uniéndose a la población de Jerusalén y de Judá. En 52 días reconstruyo los muros, puso vigilancia en las puertas e hizo que parte de la población campesina ocupara la ciudad entonces desplomada (Ne 7,4-5; 11,1-3). Logro culminar los trabajos, gracias a un rígido esquema de seguridad (Ne 3-4; 6,1-7,3). Al terminar los muros, Nehemías celebro la dedicación con festejos (Ne 12.27-43) y comenzó a reorganizar la comunidad. Había muchos desordenes sociales, en particular la venta de conciudadanos judíos como esclavos, a causa de deudas contraídas. Sus medidas de reforma fueron bien acogidas por el pueblo (Ne 5,1-13; 7,4-72; 11,1-20). El mismo Nehemías informa que actúo durante 12 años en Jerusalén de manera íntegra y honesta, y volvió a Babilonia (Ne 5,14). Regreso de Nehemías a Judá: justicia para los pobres Nehemías volvió para una segunda misión en Jerusalén (Ne 13,6), antes de la muerte de Artejerjes (424 a.C.), y enfrentó diversos problemas relacionados con la organización de la comunidad israelita, como la presencia de extranjeras (Ne 13, 4-31). No tuvo miedo de entrar en conflicto con personas influyentes de Judá (Ne 13,28). Con base en la ley del Deuteronomio y en el Levítico (Dt 15,1-15 y Lv 25), Nehemías exigió la devolución de todo lo que los pobres perdieron por el abuso en la pignoración y en el cobro de las deudas por parte de los ricos y proclamó el año jubilar (Lv 25, 8ss; Ne 10,31-32). Propuso, además, una reforma interna de cuño social, pidiendo a los ricos que devolvieran las tierras robadas y perdonaran las deudas (Ne 5,6-13). Es probable que haya vuelto por segunda vez a Susa, capital del imperio persa, dejando a Jerusalén con sus murallas reconstruidas y la provincia de Judea creada. La historia de Nehemías deja entrever cual era la situación de los judíos exiliados. Algunos llegaron a ocupar cargos importantes, favorecidos por los reyes. Al mismo tiempo, muestra también las dificultades internas y externas que los habitantes de Jerusalén enfrentaron en este periodo. Situación jurídica de Nehemías. Nehemías unas veces aparece como gobernador de Judá (Ne 5,14) y otras como funcionario persa (Ne 2,1). No se conoce bien su situación jurídica. Lo que podemos deducir por los textos es que su permanencia en Jerusalén y en Judea tuvo un carácter provisional y estuvo bajo las órdenes del rey de Persia. El periodo de permanencia en Judea durante la primera misión fue, probablemente, entre 445 y 433 (Ne 5,14-15); lo que parece estar confirmado mas adelante (Ne 13,6-7). Todo parece indicar que Nehemías volvió una segunda vez a Jerusalén hacia el 423 a.C; para regular algunos abusos (Ne 13,6-31). Luego, le dejó el camino abierto a Esdras (Ne 8,1.9). 17 2
  • 15. 17 ESCUELA BÍBLICA – CAPÍTULO 9 3 Esdras y la reconstrucción de la comunidad judía. Esdras es un sacerdote y escriba, sabio interprete de los mandamientos del Señor y de sus leyes referentes a Israel (Esd 7,11). Recibe el título de escriba de la corte del rey de Persia, que era una especie de secretario para los asuntos jurídicos (Esd 7, 11,21). Pero su función como escriba en Jerusalén era leer, traducir y explicar la Ley del pueblo (Ne 8,8) (esta misión continuó para los escribas también en el tiempo de Jesús). Era miembro de la comunidad de los deportados. Llegó a Judá por el año 398 a.C. con la misión de establecer la “Ley de Dios” como ley del Estado (Esd 7,26). Los persas tenían la preocupación de unificar los pueblos del inmenso imperio en torno a sus tradiciones religiosas y culturales, y querían resolver la división que existía entre samaritanos y Judíos. Misión de Esdras Esdras recibió la misión del rey de Persia y de sus siete consejeros, para organizar la comunidad de Jerusalén y de Judá sobre la base de la Ley de su Dios (Esd 7, 13-14) y llevar el oro y la plata que el rey y sus consejeros habían ofrecido espontáneamente al Dios de Israel (Esd 7,15) y a su culto. Recibió autorización para exigir a los tesoreros de Transeufratina lo que fuera necesario para realizar esta misión (Esd 7,21) y para nombrar jueces y funcionarios que velaran por el cumplimiento de las leyes de Dios y del Rey (Esd 7,25-26). La ley ya no es el Deuteronomio, sobre el que Nehemías se inspiró, sino un escrito recogido y compilado en los ambientes sacerdotales del exilio en Babilonia. La población de Judea fue invitada a una celebración de la ley, leída en público y ratificada por todos (Ne 7,72-8,12). La liturgia se prolongó en la celebración anual de la fiesta de las tiendas (Ne 8,13-18) y fue seguida por una confesión de los pecados (Ne 9,1-3). La comunidad firmó un pacto de fidelidad al Señor, que abarcaba la observancia de la ley del culto. Por eso, Esdras prohibió el matrimonio con las mujeres extranjeras, incentivo la separación de quien estuviera casado con una de ellas y la expulsión de esta de la comunidad (Esd 9-10). La situación era muy conflictiva y difícil. Los hijos de las mujeres extranjeras ya no eran considerados judíos auténticos porque la pertenencia al pueblo estaba determinada por la madre del niño (Esd 9,1-2; 10,2-10). El incentivo de la instrucción sobre la ley era llegar a su observancia estricta, considerada como camino de salvación (Ne 8,1-8). Si por un lado Esdras devolvió la identidad al pueblo, por otro lo aisló y segregó de los pueblos vecinos. Esdras hizo lo que le pidió el rey de Persia: entrego la donación al templo y celebró el sacrificio de los repatriados; se informó sobre la situación del país y sobre los matrimonios mixtos; investigó los casos concretos y autorizo el divorcio. Hubo muchas protestas por parte de los profetas y de los escritos sapienciales frente a las leyes que entraron en vigor en esta época. La misión de Esdras no parece apuntar a una amplia reforma, si no a un esclarecimiento de la situación de Judá. La ley de Dios igual a la del rey. En el periodo de Esdras, la ley se convirtió en el centro de la reforma del judaísmo. La época Persa hizo posible la consolidación de la ley y de las convicciones religiosas, a pesar de las tensiones internas en la comunidad judía y de los conflictos en la formación de grupos. Todo esto los preparó para enfrentar las nuevas ideas y costumbres de la época helenista, instaurada por Alejandro Magno. La centralización 17 3
  • 16. 17 ESCUELA BÍBLICA – CAPÍTULO 9 4 en la ley no significó la anulación de la fe; antes bien, fue una forma de protegerla de la potencia dominante. La expresión concreta de esta fe era la práctica y la observancia de la ley. Esta fidelidad les dio las condiciones para mantenerse en pie ante las amenazas que surgían por todo lado. No es casual que el Pentateuco termine de redactarse en la época Persa y se convierte en el documento base del judaísmo y de la identidad de la fe judía. El culto divino de la palabra y la lectura de la Torah encontraron sus formas independientes de la liturgia sacrificial, en la que el centro era el altar de los sacrificios. Ahora el centro pasa a ser el libro en forma de rollo. La observancia de la ley, del sábado y de la circuncisión se volvió el elemento distintivo y esencial de la vida judía, no solo en Palestina, sino también en la diáspora. Con estas tres instituciones, el judaísmo encontró una vida religiosa independiente del Templo, aunque este continuaba siendo el lugar por excelencia de las peregrinaciones, del culto sacrificial y de las celebraciones festivas de la Pascua. Muchos estudiosos interpretaron la elaboración y la redacción de las leyes, de las prescripciones para el culto y de la enseñanza de los escribas como reflejo de una comunidad privada de autonomía política, y no tanto como consecuencia de una auténtica devoción. La imponencia política de la pequeña Judá no impidió la ascendente autoridad moral de Jerusalén, del Templo y de sus dirigentes, que se afianzaban en la conciencia de que de Sión realmente habría de salir la Torah (Is 2,3). V. LA PALABRA DE DIOS ES PARA TODOS 17 4
  • 17. 17 ESCUELA BÍBLICA – CAPÍTULO 9 5 En el segundo periodo Persa surgen los escritos de resistencia al encerramiento de la comunidad judía. El libro de Rut protesta contra la discriminación de la mujer extranjera. Jonás proclama la salvación para todos. Job cuestiona la visión tradicional de la teología de la retribución. El Cantar de los Cantares proclama la autonomía y la libertad de la mujer al escoger a su amado: “Grábame como un sello en tu corazón, como sello en su abrazo; porque el amor es mas fuerte que la muerte, la pasión más cruel que el Abismo. Sus llamas son flechas de fuego, intensas llamaradas” (Ct 8,6). Escritos bíblicos del segundo periodo Persa: 445-333 a.C. Tenemos solo los documentos del Antiguo Testamento que van aproximadamente del periodo histórico de Nehemías (445 a.c) y Esdras (398 a.c) hasta Antioco Epifanes IV (175-164 a.C.). Este es un periodo muy importante para la formación de la Biblia como libro. - Rut: la abuela extranjera del rey David. Es muy difícil situar el libro de Rut en su tiempo. Algunos lo ubican mucho antes del exilio, porque lo interpretan como consolidación de las leyes tribales. Otros lo localizan en el post-exilio, lo que parece corresponder mejor a la teología que el libro trae: el universalismo, el sentido del sufrimiento y la concepción de retribución que había en este periodo. Aunque el libro de Rut no sea polémico, critica la postura de Nehemías y Esdras, que estuvieron en contra del matrimonio de israelitas con mujeres extranjeras (en 13 y Esd 9). El autor del libro evoca el ejemplo de la abuela de David, una moabita extranjera, modelo de piedad. Rut es una protesta contra la discriminación de la mujer extranjera, viuda y pobre. Quiere reforzar los principios de la vida tribal, restaurando las relaciones familiares basadas en la fraternidad, en la puesta en común del pan y de la tierra, y en la descendencia para todos. El libro de Rut cuestiona el tratamiento dado a la mujer en tiempos de Nehemías y Esdras. Responde también a las leyes del Deuteronomio (Dt 23,4-7) y apoya al profeta Malaquías (MI 2,14-16), que se opone a la separación conyugal de judíos con sus esposas extranjeras exigida por Esdras (Esd 9) El libro trae un bello testimonio de los derechos y deberes del rescatador (go`el) y la aplicación de la ley del levirato. - Jonás: la palabra de Dios es para todos. Jonás, en hebreo, significa “paloma”. El recibió la misión de anunciar la palabra de Dios al pueblo de Nínive, pero se rehusó y tomo un barco hacia Tarsis. Ante una fuerte tempestad, es arrojado al mar, tragado por un gran pez y vomitado en tierra firme (Jon 2,11). Cerca de Nínive. Predica en la ciudad y toda la población hace penitencia y se convierte a Dios. Es una especie de novela bíblica cuya finalidad es mostrar que la palabra de Dios, por un lado, es eficaz, a pesar de la resistencia y de las dificultades del profeta y, por otro, se dirige a todos, no solo al pueblo de Israel. Jonás, en cierta forma, es una protesta contra Esdras, que aprisiona la palabra de Dios y quiere determinar a los destinatarios de la salvación: los puros, solo el pueblo elegido y escogido por Dios. Nínive es la capital de Asiria, que había destruido el reino del Norte. Eran considerados enemigos del pueblo de Israel y, en consecuencia, de su Dios. El libro de Jonás refleja el contexto de esta época, cuando la comunidad se cierra en si misma, olvidándose de que debe ser testigo del Señor y Luz de las naciones (Is 60,1-3). - Proverbios 1-9: la sabiduría viene de Dios. 17 5
  • 18. 17 ESCUELA BÍBLICA – CAPÍTULO 9 6 El libro de los proverbios pertenece a la literatura sapiencial. El autor se identifica con Salomón, hijo de David, rey de Israel. Esto no significa que sea él, de hecho, su autor, sino que se le atribuye su autoría para dar valor y sacralizar la obra, porque David era el ungido del Señor, el portador de la Alianza y de las Promesas. De su descendencia nacería el Mesías. Los proverbios no tratan de estos asuntos, pero el Señor es el punto de partida de la experiencia moral y religiosa que aquellos quieren transmitir. El libro está formado por nueve colecciones. Nos interesa la primera, que surgió en este periodo de la dominación Persa (Pr 1-9). Trae las recomendaciones de la sabiduría: exhortaciones del padre educador que previene al hijo contra las malas compañías; enseña cómo adquirir y escoger la sabiduría (1,2-33; 8,22-35). Al final de la colección, el autor presenta la antítesis de la sabiduría: la insensatez (Pr 9,1-6; 9,13-18). - Job El libro de Job también hace parte de la literatura sapiencial. Ya tuvimos la oportunidad de conocer una parte del libro que surgió como escrito probablemente en el periodo de la monarquía unida. El comienzo y el final del libro (1,1-2,13 y 42,7-17) están escritos en prosa, con una unidad interna y teológica. La parte en poesía constituye el centro de la obra y trae otra visión teológica (3,1-31,40; 38,1-42,6) que corresponde mejor a todo periodo. Vivieron, entonces, una profunda crisis de fe en el poder y en la justicia de Dios. Alguien que conocía la historia de Job se habría servido de ella para animar a los exiliados en la espera paciente de la justicia de Dios, pues en el libro de Ezequiel el Señor es presentado como ejemplo de justicia (Ez 14, 14,20). El autor compuso los poemas (3,1-31,40; 38,1-42,6) con una finalidad pastoral y profética, inspirándose en Ezequiel, que lo había precedido. En el libro, Job es un héroe que sufría una serie de privaciones, y afirmaba no merecerlas. Tres de sus amigos y Elihu discutían con el sobre el valor de la vida y de la justicia humana y divina (31,35-37). Es un diálogo entre cuatro personas: en tres ciclos de discursos (3-14; 15-21; 22-27). Todos ellos defienden la tesis tradicional de la retribución terrestre: si Job esta sufriendo es porque pecó; el puede ser justo a sus propios ojos, pero no a los ojos de Dios. Job afirma su inocencia y describe la injusticia que genera el sufrimiento de los pobres (cf. Job 20 y 24), y reivindica el derecho de ser reconocido públicamente en su inocencia. Pero, al actuar de esta manera, acusa al Dios de la teología de la retribución como responsable de su sufrimiento. El poeta se sirve del misterio del dolor humano para sondear el misterio de Dios. En este momento entra Elihu, un cuarto personaje que contesta a Job y a sus amigos, e intenta justificar la manera como Dios se revela a Job en una teofanía. Los discursos de Dios son un prolongado cuestionamiento a Job: “¿Dónde estabas tu cuando fundaba yo la tierra? Indícalo, si sabes la verdad / …/ ¿conoces las leyes de los cielos? ¿Aplicas su fuero en la tierra? (38,4.33). ¿Por orden tuya se remonta el águila y coloca su nido en las alturas?” (39,27). Las preguntas siguen. ¿Qué quiere decir el autor con ellas? Si el ser humano no es capaz de comprender los misterios de la naturaleza creada, mucho menos será capaz de entender los designios de Dios. Job responde a Dios:”He hablado a la ligera; ¿Qué voy a responder? Me tapare la boca con mi mano. Hablé una vez…, no he de repetir; dos veces…, ya no insistiré” (Job 40,4-5). Dios hace un segundo discurso de su dominio sobre las fuerzas del mal y Job, finalmente, concluye;”Yo te conocía solo de oídas, pero ahora te han visto mis ojos” (Job 42,5). En el sufrimiento, Job tiene la experiencia 17 6
  • 19. 17 ESCUELA BÍBLICA – CAPÍTULO 9 7 del Dios verdadero. El poema termina con un acto de fe en la bondad y sanidad infinitas de Dios que supera nuestra capacidad humana de entender sus designios (42,1-6). Cantar de los cantares El libro del cantar de los cantares presenta en forma de poemas el amor humano entre dos jóvenes que se apasionan, se unen y se pierden, se buscan y, por fin, se encuentran. El amado es llamado “rey” (1,4.12) y “Salomón” (3,7.9), y la amada “Sulamita” (7,1). Hubo quien quiso situar la redacción del libro en tiempos de Salomón o poco después. Sin embargo, el estilo y el lenguaje sitúan la obra en el periodo Persa, aun mas tarde. El libro del Cantar de los Cantares presenta tres temas salvíficos: 1) el génesis del amor divino; 2) el éxodo/exilio como superación de la dificultades para el encuentro con la tierra (amado/a); 3) la redención de la amada (es decir, el pueblo de Israel). Diversas interpretaciones fueron dadas al Cantar de los Cantares: natural, mítica y mística o alegórica. La interpretación natural describe la historia del amor entre un hombre y una mujer. La mítica retrata historias de los dioses y la mística o alegórica evoca el amor entre Dios y su pueblo; la primera pareja humana; el amor de Cristo por la Iglesia y el amor entre Cristo y la persona humana. El libro del Cantar de los Cantares, situado en la época Persa, trae una nueva comprensión de su lenguaje. Protesta contra la marginación de la mujer, sobre todo a partir de Nehemías, Esdras y el grupo sacerdotal que elaboró las leyes de pureza. La resistencia y la valoración de la mujer crecieron en este periodo en que su marginación era más fuerte. La joven que presenta independiente y valiente, enfrentando a los guardianes de la ciudad (Ct 3,1-4; 5,2-8), al rival que la persigue (8,11-12) y a los hermanos que la quieren proteger (8,8-10). La obra resalta la dignidad de la mujer, ya sea madre o no. Unión de las tradiciones Yavista, Elohista, Deuteronomista y Sacerdotal (JEDP) Tuvimos posibilidad de conocer las cuatro principales tradiciones que forman de modo especial los cinco primeros libros de la Biblia, la Tora; Génesis, Éxodo, Levítico, Números y Deuteronomio. Estos libros sufrieron añadidos, ampliaciones, reinterpretaciones y repeticiones en sus textos y fueron concluidos en esta época, formando así el actual Pentateuco. Pero la obra comenzó a ser escrita mucho antes. Vamos a hacer una rápida retrospectiva de los cuatro principales tradiciones que integran el Pentateuco: Yavista, Elohista, Deuteronomista y Sacerdotal. En el estudio sobre la monarquía unida, hacia el año 1000 a.C. vimos la Tradición Yavista en los escritos de la época. Muchos debían integrar esta escuela. Sus autores mostraron un interés particular por las narraciones patriarcales, las promesas, la pascua y las bendiciones. Después, hacia el 900 a.C. surgió un segundo grupo, en el reino del Norte, identificado como Tradición Elohista. Su mayor interés era el tema de la Alianza (que retrata toda la experiencia del Sinaí). Mas tarde, hacia el año 722 a.C. entre los escritos del exilio en Judá, y también en el reino del Norte, encontramos el inicio de la Tradición Deuteronomista, que es el primer núcleo del Deuteronomio. Su mayor interés es la cuestión de la tierra y de la monarquía. Finalmente, la Tradición Sacerdotal, que surgió durante el exilio en Babilonia, y cuyo interés fundamental eran los temas relacionados con las leyes, las genealogías y las cifras, etc. La fusión de las cuatro tradiciones, que forman los cinco libros del Pentateuco, fue atribuida al grupo Sacerdotal, especialmente Esdras, aunque sea difícil afirmarlo con toda certeza. En su conjunto, el 17 7
  • 20. 17 ESCUELA BÍBLICA – CAPÍTULO 9 8 Pentateuco refleja la estructura religiosa y social de Israel, desde los patriarcas y Moisés hasta Esdras, que probablemente lo concluyó. Salmos 19,8-15; 85; 96-98; 113; 116; 118; 119 Estos salmos reflejan algunos contextos y preocupaciones de este periodo. Los salmos 19,8-15 y 119 son una exaltación de la Ley de Dios. La Ley es presentada con sus diversos sinónimos: testimonio, precepto, estatuto, mandamiento, promesa, palabra, norma, camino. Sin embargo, debe entenderse en un sentido más amplio como enseñanza revelada, así como lo transmitieron los profetas. El salmo 85 promete a los repatriados la paz mesiánica, anunciada por Isaías y Zacarías. Los salmos 96-98 exaltan a Dios como el rey y juez triunfante. Los dos últimos son himnos escatológicos. En ellos se encuentran muchas referencias a salmos anteriores y al Tercer Isaías. En el libro de los salmos, estos fueron agrupados por su afinidad universalista y celebran con entusiasmo a Dios entronizado, rey y juez de Israel, Señor de los pueblos. Los salmos 113,116 y 118 inician el hallel (es decir, himno de alabanza) a Dios. Estos salmos eran recitados por los judíos en las grandes fiestas, principalmente en la comida pascual. Exaltan en nombre del Señor que “levanta de la basura al pobre y lo hace sentar con los nobles de su pueblo”. La acción de gracias continúa en los labios de la comunidad, representada en los diversos grupos que entraban en procesión al Templo. Es probable que fueran usados en la liturgia para la fiesta de las Tiendas, a la que se refieren Ne 8,13-18; Esd 3,4; Za 14,16; Ex 23,14. Escritos extrabíblicos Los escritos extrabíblicos del segundo periodo Persa son cerca de 20 papiros con muchos fragmentos sobre Samaria, región central de la tierra de Israel. Papiros de Samarìa Los papiros de Samaria fueron descubiertos entre 1962 y 1963, en el valle del Jordan. Originarios del siglo IV a.C. del segundo periodo Persa, son un total de 20 fragmentos, todos de carácter legal y administrativo. La importancia de estos documentos están en las informaciones que ofrecen sobre el derecho público y privado y la administración de Persia en este periodo. Traen la lista de cinco gobernadores de Samaria y de los sumos sacerdotes de Jerusalén, sus contemporáneos. Escritos sobre el periodo. Algunos escritos son de este periodo y retratan su realidad. Es el caso del libro de Rut. Ya hablamos sobre la temática que el libro presenta en relación con la mujer extranjera, viuda y sin hijos. Es una pequeña historia edificante que resalta el cumplimiento de las leyes en las tradiciones judías del rescatador y del levirato. Esdras y Nehemías actúan en el periodo Persa, como aparece en sus escritos, pero los libros que llevan sus nombres fueron escritos probablemente después, en el periodo de la dominación griega. 17 8
  • 21. 17 ESCUELA BÍBLICA – CAPÍTULO 9 9 Los capítulos 40-48 del libro de Ezequiel presentan visiones sobre la ciudad futura, en la que vivirá el futuro pueblo escatológico. Estos capítulos retratan las visiones del profeta, pero tal vez no en sus detalles. Estos habrían sido añadidos por sus discípulos en este segundo periodo Persa. Conclusión El periodo Persa se destacó por sus proyectos de reconstrucción de Judea, de modo especial de Jerusalén. Estos, sin duda, despertaron de nuevo la alegría y las esperanzas en los exiliados para reiniciar su vida en su propia tierra. Un sueño muy difícil de realizar. La destrucción de las ciudades de Judea, el Templo, de Jerusalén y de sus murallas fue en el año 587/6. Su reconstrucción fue lenta y difícil, a costa de mucho sacrificio. En verdad, detrás de los proyectos de reconstrucción se escondían los proyectos expansionistas de Persia, que deseaba llegar hasta Egipto, con miras a la ampliación del dominio económico mediante el cobro de impuestos, para esto, Persia necesitaba ganar la simpatía del pueblo de Judá, conocer su realidad y tenerlo como aliado y súbdito. Sesbasar fue el primer jefe de caravanas que vino con un grupo de exiliados y con autorización de Persia para devolver los objetos del culto y reconstruir el Templo de Jerusalén (Esd 1,8-11). Encontró oposición y solo consiguió la postura de la primera piedra (Esd 5,14-16). Con la muerte de Ciro, asume su hijo Cambises, que continúo el intento expansionista del padre y llegó hasta Egipto, pero tuvo que volver a causa de los conflictos internos en la sede del imperio: murió como consecuencia de estos. Darío I, después de muchas luchas, se impuso en el 521 a.C. consolidando el imperio Persa. Incentivo la reconstrucción del Templo, que fue llevada adelante por Zorobabel, apoyado por los profetas Ageo y Zacarías. El Templo fue inaugurado en el 515 a.C. pero sin la presencia de Zorobabel ni del profeta Ageo. Se sabe son certeza cual fue el fin de los dos. El periodo Persa del tiempo de Sesbasar y Zorobabel, que corresponde al tiempo de los dos primeros proyectos, fue muy rico en producciones literarias. En el nacieron los libros de Ageo, Zacarías (1-8), tercer Isaías (56-66). Joel, Levítico, (1-7; 11-16) y diversos salmos. Nehemías llevo adelante el tercer proyecto con miras a la reconstrucción de los muros de la ciudad de Jerusalén (Ne 2,11-3,38) y de la comunidad Judía. Era un hombre decidido. Se mostró preocupado por la situación del pueblo, sobre todo de los pobres y explotados. Entonces, pidió a los explotadores que devolvieran las tierras robadas a los pobres y perdonaran las deudas acumuladas (Ne 5,7-13). Nehemías vio en el problema de la tierra y de la familia la raíz de los males sociales de su tiempo, por eso, hizo valer la ley del año jubilar mediante el perdón de las deudas para devolver la dignidad a las familias y al pueblo. Consiguió reconstruir los muros de la ciudad de Jerusalén en la primera fase de su permanencia en Judá. Volvió una segunda vez y se preocupo más por restablecer la “pureza legal” y promovió políticamente a Judá, que paso a ser una provincia de Persia, independiente de Samaria. Dejo el camino abierto para Esdras. Esdras llegó a Judea hacia el 398 a.C. y dio continuidad al trabajo iniciado por Nehemías en la reconstrucción de la comunidad Judía, que había perdido su identidad. La restableció con la observancia estricta de la ley de Dios y del rey (Esd 7,26). Expulso a las mujeres y a sus hijos que amenazaban esta fidelidad (Esd 10,3.11). Como protesta a esta medida de Esdras, surgieron diversos escritos bíblicos con rasgos proféticos contra la exclusión de la mujer extranjera, la opresión sobre el pueblo y el encerramiento de la comunidad sobre si misma: Rut, Jonás, Job, Cantar de los Cantares, 17 9
  • 22. 18 ESCUELA BÍBLICA – CAPÍTULO 9 0 Proverbios (1-9). En este tiempo el Pentateuco recibe forma definitiva, con la unión de las Tradiciones Yavista, Elohista, Deuteronomista y Sacerdotal. Nacieron también algunos salmos. Hacia el año 350 a.C el imperio Persa comenzó a presentar señales visibles de decadencia provocada por los conflictos internos en la sucesión de los soberanos. Grecia ya había iniciado sus conquistas en Asia con Filipo, rey de Macedonia, asesinado en el 336 a.C. lo sucedió su hijo Alejandro. Este continúo las guerras de conquista, llegando a ocupar Anceniva; Tiro, Siria y Jerusalén en la batalla de Isso, en el 333 a.C. 18 0