2. ACRÓPOLIS GRIEGAS
La palabra Acrópolis proviene del griego ἄκρος, (extremo) y πόλις, (ciudad), y
hace referencia a la parte más alta de una ciudad.1
En la actualidad se suele restringir el término a la parte más alta de las
antiguas polis griegas, aunque también se puede utilizar para ciudades
romanas y de otras civilizaciones.
Con la intención de disponer de una mejor defensa, los primitivos pobladores
emplazaban sus asentamientos en elevaciones naturales del terreno,
preferiblemente con bordes escarpados.2 Con el tiempo, esta zona elevada se
convertía en el núcleo a partir del cual iba desarrollándose el crecimiento
urbano. Así nacieron ciudades como Atenas o Roma, la cual fue resultado de la
unificación de siete poblados ubicados en sus respectivas colinas. Debido a la
situación privilegiada, las acrópolis solían albergar los edificios más
emblemáticos, como templos o plazas de reunión (ágora), y en ellas se reunían
las personalidades de la ciudad o se celebraban actos importantes.
La acrópolis más conocida es la Acrópolis de Atenas, que incluye el Partenón en
honor a la diosa Atenea. Otras acrópolis griegas de renombre son las de la
ciudad de Aso (actualmente Turquía) o la de Pérgamo, aunque también son
famosas las acrópolis de otras culturas, como la acrópolis de Bratislava o la de
Constantinopla.