En Europa las primeras evidencias del estar humano data de alrededor de treinta mil años por los hallazgos hechos en una multitud de cuevas; en toda América ocurre algo semejante, veinte mil años después. Decenas de culturas florecen en el Viejo Mundo mientras el hombre americano empieza a desarrollar la agricultura; al tiempo que genera las primeras manufacturas y consolida la producción de cerámica, se hace sedentario. Grecia sucumbe ante Roma, nace el Cristianismo y, a medida que éste se dispersa, América comienza a hacer presencia permanente en la historia de la humanidad a través de asentamientos que crecen en tamaño y población sin llegar a ser verdaderas ciudades. Aparecen los primeros centros ceremoniales de importancia regional, mesoamericanos, entre ellos Cuicuilco, Tlatilco e Izapa. Este es el período preclásico americano. Pasarán otros mil años más para que Mesoamérica alcance el esplendor del Urbanismo y la arquitectura monumental con el florecimiento de los estados teocráticos en Monte Albán, Teotihuacán y la región maya. Durante el periodo preclásico (1500-900 a.C.) se funda y desarrolla San Lorenzo, la región más antigua de cultura Olmeca y por ende la más antigua, generadora e influyente de todas las culturas Mesoamericanas al dispersarse. En los fantásticos humedales del territorio maya, ahora conocido con Petén y selva Lacandona, también se fundan y desarrollan pueblos con las características naturales de expansión. Sin embargo, existe algo que los une desde tiempos remotos.