¿Casualidad o causalidad? En las últimas semanas se conoció que estaba listo el anteproyecto del Código Penal en el que trabajaron distintos actores del arco político y especialistas en la materia. A pesar de su carácter tentativo, Sergio Massa salió con los tapones de punta a pegarle (qué paradoja) e instaló la idea de que “se bajan las penas”. Los medios hegemónicos, que motorizan esta y otras operaciones políticas, le dieron aire. Él habló del tema y no le importó si sus argumentos eran pertinentes o si en realidad mezclaba los tantos. Para peor, los partidos políticos que tenían representantes en la comisión redactora, no defendieron el trabajo de sus compañeros ni intentaron ponerle un freno a este discurso enmarañante.
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No es justicia
1. No es justicia
3 abril, 2014
Por Manuela Hoya
¿Casualidad o causalidad? En las últimas semanas se conoció que estaba listo el
anteproyecto del Código Penal en el que trabajaron distintos actores del arco
político y especialistas en la materia. A pesar de su carácter tentativo, Sergio
Massa salió con los tapones de punta a pegarle (qué paradoja) e instaló la idea de
que “se bajan las penas”. Los medios hegemónicos, que motorizan esta y otras
operaciones políticas, le dieron aire. Él habló del tema y no le importó si sus
argumentos eran pertinentes o si en realidad mezclaba los tantos. Para peor, los
partidos políticos que tenían representantes en la comisión redactora, no
defendieron el trabajo de sus compañeros ni intentaron ponerle un freno a este
discurso enmarañante.
En medio de este debate, que merece un tratamiento aparte, trascendió la noticia
(las fotos y hasta el vídeo que morbosamente se repite en la televisión) sobre el
ataque que llevó adelante una horda de personas contra un joven que, tras haber
robado una cartera, se cayó de la moto. Tanto le pegaron que, después de 3 días
de internación, David Moreira finalmente se murió. Entonces, salieron a la luz los
axiomas que están detrás de estos comportamientos anómicos y que, hasta
ahora, no eran masivamente esgrimidos: “me parece bien que lo hayan matado
porque estamos podridos. Como sociedad estamos podridos”. Discursos como
este, en una sociedad que vivió la represión del Estado, los crímenes de lesa
2. humanidad, las consecuencias del estado de sitio y que aún soporta la violencia
institucional a manos de la policía, exige que nos detengamos a reflexionar.
En primer lugar, cuando se reivindica este accionar se desconoce todo lo
estipulado por las normativas que regulan la vida en sociedad: que el pibe es
sujeto de derecho; que es inocente hasta que se demuestre lo contrario; que en
caso de que lo sea, está estipulado cierto procedimiento; que eso no es “justicia
por mano propia”, sino que es un delito como el que David intentó cometer, sólo
que más grave. Mucho más, también.
Además, esta diatriba retoma la construcción de la diferencia entre “la gente” y “el
malviviente”. Los primeros sí son ciudadanos con derechos; laburantes; gente de
bien, como uno; de familia; y si son profesionales, cartón lleno. Los segundos son
negados, los nadies; son objeto de marginación, segregación, exclusión; son
cuerpos aptos sólo para ir a la cárcel; sobre ellos, no hay nada que hacer; son
animales, los bárbaros del siglo XXI. Y como no son gente, se los puede matar.
A esta distinción entre “gente” y “no gente”, se le agrega la mezcla, el
desconocimiento o la confusión terminológica: el Poder Judicial y el Poder
Ejecutivo son lo mismo, así como para Massa el Código Penal y el Procesal
también son lo mismo. Parece que no hay noción de república, ni división de
poderes, ni derechos humanos, ni garantías individuales, ni procesos, ni Estado de
derecho, ni ocho cuartos. Más aún, cuando se habla de la extensión de las penas
pareciera no haber conciencia de lo que es estar privado de la libertad. Esa soltura
da escalofríos
En cuarto lugar, quienes levantan las banderas de la mano dura, la tolerancia cero
y la lapidación no reparan en que el pibe estaba solo, tirado en el piso y sin armas.
Y cuando ya casi no se movía, le seguían pegando. Le pegaron y le pegaron
porque intentó robar. Ojo por ojo y ejecución en la plaza pública. Que el castigo
vuelva a ser un espectáculo a la vista de todos. Para eso, contamos además con
medios de comunicación que nos venden el morbo. Ahora bien ¿quién puede ser
partícipe de un hecho así? ¿En qué estado estaban las personas que le pegaron?
Como ejercicio, vamos a suponer que es entendible que alguien estando “en
caliente”, actúe de forma violenta. En ese caso, podría pensarse que una persona
al verse violentada, responda con violencia. De esto se extiende que la posibilidad
de pensarlo en frío nos habilita a salidas racionales. Pero esto no fue lo que pasó
3. en Rosario. Los atacantes habrían actuado todos en caliente. Pero ¿cómo? ¿Por
qué? Claro. Lo que pasa es que están todo el tiempo en estado de alerta. Los
medios fogonean y una vez instalado el pánico, la salida siempre es la podrida.
Después de tanto Arnaldo Pérez Manija, es muy difícil detenerse a pensar con
calma. Están podridos, cansados, ya no aguantan más. Entonces, salen a matar.
Lo llamativo es que no se los vio muy cansados mientras saquearon nuestra tierra,
con la complicidad de quienes entregaron nuestra independencia y soberanía. No
se los vio ni se los ve indignados con los grandes grupos económicos que hicieron
pública una deuda privada que terminamos pagando todos. Y esos sí que nos
robaron. Tampoco se los ve enajenados con que haya pibes en las esquinas
pidiendo monedas o cuando la policía los detiene, tortura, desaparece o les
dispara por la espalda. De esa inseguridad, de esos saqueos, de esos robos y
extorsiones, no se habla ni hay quejas.
Este discurso es tan efectivo porque es más fácil que pensar en la génesis de los
problemas de la seguridad/desigualdad. La superficialidad de este análisis pega
de inmediato en los sectores que sólo cuidan su espalda y que ahora van a
defenderse, en masa y a las piñas, de cualquier motochorro. Pega y ahora pegan.
Y esto es funcional a los intereses de esos medios de comunicación y a los
grupúsculos oscuros de la política que quieren gobernar en beneficio de unos
pocos. Es por eso que lo promueven. Es ese sentido común, rancio y liberal, que
pide “mas Estado” para cuidar las carteras (o los dólares) y menos Estado para
cuidar lo que es de todos y asegurar un política nacional justa e inclusiva.
De nuevo la antinomia “civilización y barbarie”: los civilizados salen a matar
bárbaros. Y sí, porque para ellos el ejemplo de civilización es la foránea que nació
sobre el barro y la sangre; nació a fuerza de plomo e invasiones. La muerte, la
colonización, el saqueo, las deudas y sus condicionamientos. La sangre la
pusimos nosotros y todos los pueblos oprimidos por el imperialismo de ayer y de
hoy. Esos son los “países en serio” y “que se dejen de joder con los derechos
humanos”. El problema es que seguimos queriendo ser como nuestros verdugos y
hemos devenido en verdugos de los propios.
Desde hace un tiempo, la inseguridad está en el centro de la escena política. Sería
bueno que la oposición no tire más leña al fuego con fines electorales, porque si la
4. salida es “salir a linchar chorros”, entonces sí, estamos podridos. Necesitamos
encontrar una solución que parta del Estado de derecho y del respeto de todos los
ciudadanos. Nunca la fórmula puede ser el exterminio. Esos pibes, son nuestros
pibes.