¿Jesús realmente existió? ¿Por qué los Cristianos creen en Jesús como el Mesí...
¿Qué es un cisma?
1. ¿Qué es un cisma?
Cisma (del griego schisma, separación, división) es la ruptura de la
unidad y unión eclesiásticas, ya sea el acto por el cual uno de los
fieles corta los vínculos que le unen a la organización social de la
Iglesia y que le hacen miembro del cuerpo místico de Cristo, o el
estado de disociación o separación que resulta de dicho acto.
San Pablo caracteriza y condena los partidos formados en la
comunidad de Corinto (1 Corintios 1:10-11): “Hermanos mios, yo les
ruego, de parte de nuestro Señor Jesucristo, que se pongan todos de
acuerdo y no haya divisiones entre ustedes. Al contrario, vivan unidos
y traten de ponerse de acuerdo en loi que piensan”. En el capítulo
12:12-13 nos dice: “La iglesia de Cristo es como el cuerpo humano.
Está compuesto de distintas partes, pero es un solo cuerpo.[] todos
fuimos bautizados por el mismo Espíritu Santo, para formar una sola
iglesia y un solo cuerpo”.
Así entendido, el cisma es un género que abarca dos especies
distintas: la herejía y el cisma puro y simple. La primera, pervierte
el dogma; el segundo, es la ruptura del vínculo al papa y separa de la
Iglesia. Sin embargo, no hay cisma que no invente una herejía para
justificar su alejamiento de la Iglesia.
Por otra parte, el cisma no necesariamente implica adhesión, pública
o privada, a un grupo disidente o a una secta aparte, mucho menos
la creación de tal grupo. Llega a ser cismático cualquiera que, aunque
desee permanecer siendo cristiano, se rebele contra la autoridad
legítima, sin llegar al rechazo de la Cristiandad como un todo, lo que
constituye el delito de apostasía.
Resumiendo, el cisma significa apartarse deliberadamente del cuerpo
de la Iglesia, renunciando libremente al derecho de formar parte de
él.
Cuando Cristo construyó sobre Pedro como fundamento firme del
edificio indestructible de su Iglesia, de ese modo Él indicó su unidad
esencial y especialmente su unidad jerárquica (Mt 16:18). Él expresó
el mismo pensamiento cuando se refirió a los fieles como un Reino y
como un rebaño: “Tengo otras ovejas, que no son de este redil:
también debo traerlas y ellas oirán mi voz y habrá un solo rebaño y
un solo pastor” (Jn 10:16). La unidad de la fe y adoración es indicada
más explícitamente por las palabras que esbozan la solemne misión
de los Apóstoles: “Vayan pues, y enseñen a todas las naciones,
bautizándolas en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo”
(Mt 28:19). Estas diversas formas de unidad son el objeto de la
oración después de la Ultima Cena, cuando Cristo ruega por Él mismo
2. y pide “que sean uno” como el Padre y el Hijo son uno (Jn 17:21-22).
Aquellos que violan las leyes de la unidad llegarán a ser extraños a
Cristo y a su familia espiritual: “Y si él no escucha a la Iglesia, sea
para ti como gentil o publicano” (Mt 18:17).
A imitación fiel de la enseñanza de su Maestro, San Pablo resume en
la siguiente fórmula: “Un solo cuerpo y un solo Espíritu....un solo
Señor, una sola fe, un solo bautismo” (Ef 4:4-5).
San Lucas hablando en elogio de la primitiva Iglesia menciona su
unanimidad de creencia, de obediencia y de adoración: “Ellos
perseveraban en la doctrina de los apóstoles, en la unión, en la
fracción del pan y en la oración” (He 2:42). Toda la primera carta de
San Juan está dirigida contra los innovadores y cismáticos
contemporáneos; y el autor, en contraste a los miembros de la
Iglesia, “los Hijos de Dios”, los considera como extraños a ésta y les
llama “los hijos del diablo” (1 Jn 3:10); los hijos “del mundo” (4:5), e
incluso Anticristo (2:22; y 4:3).
Varios motivos se han alegado para justificar el cisma:
1. Algunos han reclamado la introducción de abusos en la Iglesia,
novedades dogmáticas o litúrgicas, supersticiones, con las cuales no
se les permite, e incluso se les fuerza a no aliarse.
2. Otros cismáticos han defendido la división de los artículos del
Credo en fundamentales y no fundamentales.
3. Otros se refieren a que la revelación sólo está dada por las
Escrituras y que cada quien las interpreta. La iglesia, en cambio
asegura que a falta de Escritura, debe recurrirse a la tradición sola.
«¿Qué seríamos si los Apóstoles no nos hubieran dejado las
Escrituras? ¿No tendríamos que recurrir a la tradición que ellos
confiaron a quien encargaron del gobierno de las Iglesias? Jesucristo
no mandó a publicar biblias sino a transmitir su mensaje.
Este artículo, sin embargo, pasará por alto la larga serie de herejías y
tratará solamente aquellas deserciones o sectas religiosas a las que
los historiadores comúnmente dan el nombre específico de cismas,
porque muy frecuentemente, y al menos al comienzo de cada una de
tales divisiones sectarias, el error doctrinal solamente fue un
accesorio. Serán tratadas en orden cronológico y las más importantes
en forma breve, ya que serán tema de próximos artículos.
IV. PRINCIPALES CISMAS.
1. Cismas de la Iglesia naciente de Corinto: Ya se ha hecho
mención de los “cismas” de la naciente Iglesia de Corinto, cuando se
3. dijo entre sus miembros: «Yo, en realidad, soy de Pablo; y yo de
Apolo; y yo de Cefas; y yo de Cristo». La enérgica intervención de
San Pablo les puso fin. Ver 1 Corintios 1:10-17.
2. Los Ebionitas: De acuerdo a Hegesipo, la sección más avanzada
de judaizantes o Ebionitas en Jerusalén siguieron al obispo Thebutis
contra San Simeón y después de la muerte de Santiago en el año 63
de nuestra era, se separaron de la Iglesia.
3. Cismas locales en los siglos tercero y cuarto: En Roma el
Papa San Calixto (217-22) fue combatido por un partido que tomó de
pretexto la suavidad con que él aplicaba la disciplina penitencial.
Hipólito se colocó a sí mismo como obispo a la cabeza de estos
malcontentos y el cisma se prolongó bajo los dos sucesores de San
Calixto, San Urbano I (222-30) y San Ponciano (230-35). Hipólito
volvió al redil de la Iglesia.
4. Los novacianos: En el 251 cuando San Cornelio fue electo a la
Sede de Roma una minoría estableció a Novaciano como antipapa,
siendo de nuevo el pretexto el perdón que San Cornelio prometió a
aquellos que después de haber apostatado se arrepintieran. A través
de un espíritu de contradicción Novaciano fue tan lejos como para
negar el perdón aun a los agonizantes y la severidad fue extendida a
otras categorías de pecados graves. Los novacianos buscaban formar
una Iglesia de santos. La secta se desarrolló grandemente en los
países de Oriente, donde subsistieron hasta el siglo VII.
5. Donato Fortunato y Felicísimo: Durante el mismo período la
Iglesia en Cartago fue también presa de divisiones intestinas. San
Cipriano sostuvo en medida razonable los principios tradicionales
referentes a la penitencia y no dio a las cartas de los confesores,
llamadas libelli pacis, la importancia deseada por algunos. Uno de los
principales adversarios fue el sacerdote Donato Fortunato quien llegó
a ser el obispo del partido, pero el cisma, que fue de corta duración
tomó el nombre del diácono Felicísimo quien jugó un papel
importante.
6. El cisma de Melesio: Con la llegada del siglo IV Egipto fue el
escenario del cisma de Melesio, obispo de Lycópolis, en la Tebaida.
Sus causas no son conocidas con certidumbre; algunos autores
antiguos lo atribuyen a tendencias rigoristas en la penitencia,
mientras que otros dicen que fue ocasionado por la usurpación del
poder por parte de Melesio, notablemente el hacer ordenaciones
fuera de su diócesis.
7. El cisma de Antíoco: Originado por los problemas del Arrianismo,
presenta complicaciones peculiares. Cuando el obispo Eustacio fue
depuesto en el 330 una pequeña parte de su rebaño le permaneció
4. fiel, aunque la mayoría siguió a los arrianos. El primer obispo creado
por ellos fue sucedido (en el 361) por Melesio de Sebaste en Armenia,
quien por la fuerza de las circunstancias llegó a ser líder de un
segundo partido ortodoxo. De hecho Melesio no se apartó
fundamentalmente de la Fe de Nicea, y pronto fue rechazado por los
arrianos; por otro lado, no fue reconocido por los eustacianos,
quienes vieron en él la elección de los heréticos y también lo
censuraron por algunas diferencias meramente terminológicas. El
cisma duró hasta cerca del 415.
8. El diácono Félix: Después del destierro del Papa San Liberio en el
355, el diácono Félix fue escogido para reemplazarlo y tuvo
seguidores aun después del regreso del Papa legítimo. El cisma,
apagado un tiempo por la muerte de Félix, fue revivido a la muerte
de San Liberio y la rivalidad produjo sangrientos enfrentamientos.
Tomó varios años después de la victoria de San Dámaso para que la
paz quedara totalmente restaurada.
9. Los Luciferianos: El mismo período testimonió el cisma de los
Luciferianos. Lucifer, obispo de Calaris o Cagliari, se disgustó con
Atanasio y sus amigos quienes en el Sínodo de Alejandría (362)
habían perdonado a los semi-arrianos arrepentidos. Él mismo había
sido culpado por Eusebio de Vercelli por su prisa en ordenar a
Paulino, obispo de los eustacianos, en Antioquía. Por estas dos
razones, se separó de la comunión de los obispos católicos.
10. Los Donatistas: Fue el cisma más importante de los cismas del
siglo IV. Estos sectarios fueron notables por su obstinación y
fanatismo, así como por los esfuerzos y los escritos que más bien
inútilmente multiplicaron contra ellos San Agustín y San Optato de
Milevis.
11. El cisma de Acacio: Pertenece al final del siglo V. Está
conectado a la promulgación hecha por el emperador Zenón del
edicto conocido como Henoticon. Emitido con la intención de poner fin
a las querellas cristológicas, este documento no satisfizo ni a católicos
ni a monofisitas. El Papa San Félix II excomulgó a sus dos verdaderos
autores, Pedro Mongo, obispo de Alejandría y a Acacio de
Constantinopla. Siguió un rompimiento entre Oriente y Occidente
hasta el 519 por medio de Justino I.
12. El cisma de Aquilea: En el siglo VI el cisma de Aquilea fue
causado por el consentimiento del Papa Vigilio a la condenación de los
Tres Capítulos (553). Las provincias eclesiásticas de Milán y Aquilea
se negaron a aceptar esta condena como válida y se separaron por
un tiempo de la Sede Apostólica. La invasión lombarda en Italia (568)
favoreció la resistencia, pero desde el 570 los milaneses volvieron
gradualmente a la comunión con Roma; la porción de Aquilea sujeta
5. a los bizantinos volvió en el 607, después del cual el cisma contó con
pocas iglesias. Se extinguió totalmente bajo el Papa San Sergio I, al
final del siglo VII.
13. El cisma de Focio: El siglo IX trajo el cisma de Focio, el cual,
aunque transitorio, preparó el camino nutriendo un espíritu de desafío
hacia Roma hasta la defección final de Constantinopla.
14. El Gran Cisma de Oriente o cisma griego: Este tuvo lugar
menos de dos siglos después bajo Miguel Cerulario, quien de un golpe
(1053) cerró todas las iglesias de los latinos en Constantinopla y
confiscó sus conventos. Este cisma se detallará en el próximo
documento.
15. El cisma de Anacleto: El cisma de Anacleto en el siglo XII,
como el de Félix V en el siglo XV, se debió a la existencia de un
antipapa lado a lado con un Pontífice legítimo. A la muerte de Honorio
II (1130) Inocente II había sido electo en forma regular, pero una
numerosa y poderosa facción se alzó contra él y escogió al cardenal
Pedro de la familia Pierleoni. Inocente fue obligado a huir, dejando
Roma en manos de sus adversarios. Él encontró refugio en Francia.
San Bernardo defendió ardientemente su causa, como lo hizo también
San Norberto. Dentro del lapso de un año casi toda Europa se había
declarado en su favor, salvo Escocia, el sur de Italia y Sicilia, que
constituían el otro partido. El emperador Lotario trajo a Inocente II
de regreso a Roma, pero apoyado por Roger de Sicilia el antipapa
(Anacleto II) retuvo la Ciudad Leonina, donde murió en 1138. Su
sucesor Víctor IV, dos meses después de su elección, buscó y obtuvo
el perdón y la reconciliación con el legítimo Pontífice.
El caso de Félix V fue más simple. Félix V fue el nombre que tomó
Amadeo de Saboya, elegido por el Concilio de Basilea, cuando entró
en rebeldía abierta contra Eugenio IV, negándose a dispersar sus
fuerzas e incurriendo así en excomunión (1439). El antipapa no fue
aceptado más que en Saboya y Suiza. Él continuó por breve tiempo
con el pseudoconcilio que lo había nombrado. Ambos se sometieron
en 1449 a Nicolás V, que había sucedido a Eugenio IV.
16. El Gran Cisma de Occidente: Este cisma de los siglos XIV y XV
difiere en todos los aspectos del Cisma de Oriente. El Cisma de
Occidente fue un malentendido temporal, aunque obligó a la Iglesia a
buscar durante cuarenta años a su verdadera cabeza; fue alimentado
por la política y las pasiones y fue terminado por el ensamble de los
concilios de Pisa y Constanza. Esta división religiosa, infinitamente
menos seria que la otra, será examinada en un documento posterior.
6. 17. El cisma de Enrique VIII: Todo mundo sabe los escandalosos
orígenes del cisma de Enrique VIII, que fue el preludio de la
introducción del Protestantismo en Inglaterra. El voluptuoso monarca
se vio obstaculizado en sus proyectos de divorcio y nueva boda por la
oposición del Papa, así que se separó de éste. Tuvo tanto éxito que
en 1531 la asamblea general del clero y el Parlamento lo proclamaron
cabeza de la Iglesia nacional. Warham, Arzobispo de Canterbury,
había al principio originado la adopción de una cláusula restrictiva:
«mientras la ley divina lo permita». Pero esta importante reserva no
fue respetada, porque la ruptura con la Corte Romana siguió casi
inmediatamente. En 1534 el Acta de Supremacía fue votada conforme
a los términos de que el rey llegaría a ser la única cabeza de la
Iglesia de Inglaterra y que gozaría de todas las prerrogativas que
hasta entonces habían pertenecido al Papa. La negativa de reconocer
la nueva organización fue castigada con la muerte. Varios cambios
siguieron: supresión de los conventos, destrucción de reliquias y de
numerosas pinturas y estatuas. Pero el dogma no fue de nuevo
atacado bajo Enrique VIII, quien persiguió con igual rigor la adhesión
al Papa y a las doctrinas de los Reformadores.
18. El cisma de Utretch: Es la infeliz consecuencia del jansenismo,
Movimiento religioso cristiano inspirado en los escritos de Jansenio.
Tuvo su origen en el s. XVII y se desarrolló sobre todo en Francia
durante los ss. XVII y XVIII. Basándose en la doctrina de san Agustín,
atribuía una gran dosis de intervención a la iniciativa divina, y
sostenía que Dios predestinaba a los hombres a salvarse o a
condenarse. No obstante que nunca se difundió más allá de un
puñado de fanáticos. Los cismas subsecuentes pertenecen al fin del
siglo XVIII y al siglo XIX.
19. El cisma de la "Iglesia Constitucional": El primero fue
causado en Francia por la Constitución Civil del clero de 1790. Por
esta ley la Asamblea Nacional constituyente se propuso imponer
sobre la Iglesia una nueva organización que esencialmente
modificaba su condición y la regulaba mediante la ley eclesiástica
pública. Los 134 obispos del reino fueron reducidos a 83, conforme a
la división territorial en departamentos; la elección de párrocos cayó
en electores nombrados por miembros de las asambleas distritales; la
de obispos por electores nombrados por las asambleas de los
departamentos; y la institución canónica devuelta al metropolitano o
a los obispos de la provincia. Todos los beneficios sin cuidado de
almas fueron suprimidos. Una ordenanza posterior hizo de la
obediencia a estos artículos un requisito para la admisión a cualquier
oficio eclesiástico. Un gran número de obispos y sacerdotes, en total,
de acuerdo a algunas fuentes, cerca de un sexto del clero, y de
acuerdo a otros documentos casi un tercio, fueron suficientemente
débiles para tomar el juramento. De allí en adelante el clero francés
7. se dividiría en dos facciones: los juramentados y los no-
juramentados, y el cisma fue llevado al máximo extremo cuando
intrusos bajo el nombre de obispos reclamaron ocupar las sedes
departamentales, durante el tiempo de vida y aun en desafío a los
derechos de los verdaderos titulares. La condena de la Constitución
Civil por parte de Pío VI en 1791 abrió los ojos de algunos, pero otros
persistieron hasta que su «Iglesia Constitucional» decayó
vergonzosamente y desapareció irremediablemente durante el
torbellino de la Revolución.
20. Petit Eglise o los Incomunicantes: Un cisma de naturaleza
diferente y de menor importancia fue formado al principio del siglo
XIX por grupos insatisfechos con el Concordato y el clero del mismo.
En las provincias del occidente de Francia el partido adquirió cierta
estabilidad desde 1801 hasta 1815; en esta última fecha había
llegado a ser una secta distinta. Languideció aun hasta 1830 y
eventualmente se extinguió por falta de sacerdotes que la
perpetuaran. En Bélgica algunos de sus miembros se llaman a sí
mismos Stevenistas, abusando así del nombre de un reputado
eclesiástico, Corneille Stevens, quien fue vicario general capitular de
la Diócesis de Namur hasta 1802, quién después escribió contra los
Artículos Orgánicos, pero aceptó el Concordato y murió en 1828,
como había vivido, en sumisión a la Santa Sede.
21. Chatel y la Iglesia Católica Francesa: En 1831 el abate Chatel
fundó la Iglesia Católica Francesa, un pequeño grupo que nunca
adquirió importancia. El fundador, quien al principio reclamaba haber
retenido todos los dogmas, había sido consagrado obispo por Fabre
Palaprat, un autoproclamado obispo del tipo “Constitucional”; Chatel
pronto rechazó la infalibilidad de la enseñanza de la Iglesia, el
celibato de los sacerdotes y la abstinencia. No reconoció ninguna
regla de fe excepto la evidencia individual y ofició en francés. La
secta estaba ya a punto de morir por el ridículo cuando sus lugares
de reunión fueron cerrados por el gobierno en 1842.
22. Los “Católicos Alemanes”: Aproximadamente en la misma
época hubo en Alemania la escena de un cisma parecido. Cuando en
1844 el Manto Sagrado fue expuesto en Tréveris para la veneración
de los fieles, un sacerdote suspendido, Johannes Ronge, aprovechó la
ocasión para publicar un violento panfleto contra Arnoldi, Obispo de
Tréveris. Algunos descontentos se pusieron de su lado. Casi
simultáneamente Juan Czerski, un vicario despedido, fundó en la
provincia de Posen, una “comunidad Católica Cristiana”. Tuvo
imitadores. En 1845 los “Católicos Alemanes”, como se
autodenominaron estos cismáticos, sostuvieron un sínodo en Leipzig
en el cual rechazaron entre otras cosas la primacía del Papa, la
confesión auricular, el celibato eclesiástico, la veneración de los
santos y suprimieron el Canon en su Liturgia Eucarística, la cual
8. llamaron “liturgia alemana”. Ganaron adeptos en pequeña cantidad
hasta 1848, pero luego de esa fecha decayeron, estando en malos
términos con los gobiernos quienes al principio los habían apoyado
pero luego les mostraron mala voluntad debido a sus agitaciones
políticas.
23. Comunidades separadas despues del Concilio Vaticano I :
Mientras esta secta declinaba otra apareció en contra del Concilio
Vaticano I. Los oponentes de la recién definida doctrina de
infalibilidad, los viejos católicos, al principio se contentaron con una
simple protesta; en el Congreso de Munich en 1871 resolvieron
constituir una Iglesia separada. Dos años más tarde escogieron como
obispo al profesor Reinkens de Breslau, quien fue reconocido como
obispo por Prusia, Baden y Hesse. Gracias al apoyo oficial los
rebeldes tuvieron éxito en apoderarse de un cierto número de iglesias
católicas y pronto, como los Católicos Alemanes y cismáticos en
general, introdujeron novedades disciplinarias y doctrinales;
sucesivamente abandonaron el precepto de la confesión (1874), el
celibato eclesiástico (1878), la liturgia romana, que fue reemplazada
(1880) por una liturgia alemana, etc. En Suiza también la oposición al
Concilio Vaticano I resultó en la creación de una comunidad separada,
que también disfrutó del apoyo gubernamental. Se fundó una facultad
Católica Antigua en Berna para la enseñanza de teología y E. Herzog,
un profesor de dicha facultad, fue electo obispo de la secta en 1876.
Un congreso organizado en 1890, en el cual la mayoría de los grupos
disidentes, jansenistas, viejos católicos, etc. tuvieron representantes,
resolvieron unir todos estos diversos elementos en la fundación de
una Iglesia. Como una cuestión de hecho, todos estos grupos están
en la ruta del librepensamiento y el racionalismo. En Inglaterra un
reciente intento de cisma bajo el liderazgo de Herbert Beale y Arthur
Howarth, dos sacerdotes de Nottingham, y Arnold Mathew, han
fallado en alcanzar proporciones dignas de un aviso serio.
Mathew cometió el error de invitar al Rev. Frederick Samuel
Willoughby, un clérigo anglicano, a ingresar a la iglesia. Willoughby
era miembro de la Sociedad Tesófica y convenció a muchos miembros
de ésta a participar en la Antigua Iglesia Católica Romana. Pronto el
obispo Willoughby tomó el control y arruinó la iglesia que se fraccionó
en multitud de grupúsculos.