1. PADRE NUESTRO
MOTIVACIÓN
Nos presentamos ante el Señor como hermanos. Y
como lo de ser hijos, tampoco lo de ser hermanos es conquista
o logro nuestro, sino regalo de Dios, que se convierte en tarea
a lo largo de toda nuestra vida. Esto no quita que sea difícil
para nosotros y que tengamos que confesar muchas veces
nuestra desorientación en este terreno. “Hemos aprendido a volar como los pájaros, pero no hemos
aprendido el sencillo arte de vivir juntos como hermanos” (M. Luther King).
CANTO DE ENTRADA
En el mar he oído hoy, Señor, tu voz que me llamó
y me pidió que me entregara a mis hermanos.
Esa voz me transformó, mi vida entera ya cambió
y sólo pienso ahora, Señor, en repetirte:
Padre nuestro, en ti creemos. Padre nuestro, te ofrecemos.
Padre nuestro, nuestras manos de hermanos (bis).
PALABRA DE DIOS
Vosotros, pues, orad así: “Padre nuestro…” (Mt 6,9).
Que todos sean uno. Como tú, Padre, en mí y yo en ti, que ellos también sean uno en
nosotros (Jn 17,2).
RELATOS
Le preguntaban un día a un hombre con fama de sabio: “Tú tienes muchos hijos, ¿cuál es tu
preferido?” El hombre respondió: “Mi preferido es el más pequeño hasta que se hace grande. El que
está lejos hasta que vuelve. El que está enfermo, hasta que se cura. El que está prisionero, hasta
que es liberado. El que está sufriendo, hasta que le llega el consuelo” (De un sabio persa).
Un viejo rabino preguntaba en cierta ocasión a sus alumnos cuándo se sabe el momento en
que se acaba la noche y comienza el día... Después de varias respuestas de los alumnos, dijo el
maestro: “Cuando al mirar el rostro de cualquier hombre, tú reconozcas a tu hermano o a tu
hermana. Hasta que no llegue ese momento, seguirá siendo noche en tu corazón”.
COMENTARIO
El rostro del Padre que nos comunicó Jesús con su vida no es tuyo o mío solamente, es
Padre de todos, Padre nuestro. En una de las lecciones de Jesús acerca de la oración dice que hay
que entrar en lo escondido, porque eso es lo que ve el Padre. Pudiera esto parecer ajeno a la
comunión con todos a la hora de rezar. Pero no es así, porque en lo secreto del hombre habita el
Espíritu de la verdad, y de esa soledad sonora, como del manantial que se esconde en la montaña,
brota la comunión más viva con los hermanos.
La fraternidad es el traje de fiesta que tenemos que ponernos para acercarnos al Padre. Así
le gusta vernos llegar, como hermanos. El nos quiere como nos ha soñado, como hermanos con el
corazón y las manos y los bienes entrelazados y compartidos, con sabor a familia y a banquete.
Decir hoy y siempre “Padre nuestro” es una provocación permanente para todos los que van a lo
suyo, es una bocanada de aire fresco que limpia el ambiente de nuestro mundo, es encontrar
respuestas nuevas de solidaridad para todos los orillados de la tierra.
2. DINÁMICA DE ORACIÓN
Coge el periódico y escoge una noticia que haga referencia a alguna persona o grupo de
personas. Párate unos momentos y repite interiormente «Padre nuestro» tratando de hacerte
consciente del amor del Padre por cada una de esas personas que para ti son desconocidas y
seguramente indiferentes. Siéntelas envueltas en ese amor incondicional que las conoce hasta el
fondo, las perdona, las acoge en su fidelidad sin límites. Después de un rato, date cuenta de si algo
ha cambiado en ti en cuanto a tu actitud hacia esas personas, a partir de esta conciencia de tener
un Padre común y de que ese amor suyo que tú experimentas hacia ti, no te pertenece en
exclusividad, sino que abarca a cada hombre. Siéntete vinculado a ellas por una fraternidad nueva
que te permite ahora decir con más verdad: hermano.
CANTO
Cuando vaya a otros lugares tendré que abandonar
a mi familia, a mis amigos por seguirte.
Pero sé que algún día podré enseñar tu verdad
a mi hermano y junto a él yo repetirte:
Padre nuestro, en ti creemos. Padre nuestro, te ofrecemos.
Padre nuestro, nuestras manos de hermanos (bis).
ORACIÓN FINAL
Padre nuestro, Padre de todos, líbrame del orgullo de estar solo. Cuando quiero disfrutar de
tus dones individualmente, sin compartirlos y comunicarlos a los demás. Cuando prefiero dar un
rodeo antes de ser samaritano de los que tienen menos atractivo el rostro por su enfermedad, por
su pobreza, por su condición social, por su lugar de nacimiento, por el color de su piel, o por tantas
cosas... Cuando utilizo con demasiada frecuencia el adjetivo “mío” y olvido el “nuestro”... Cuando
conviven con nosotros el rencor, el distanciamiento o la competencia con los otros y entristecemos
al Espíritu...