2. NOMBRE
Según la tradición griega, el libro se titula, con
algunas variantes, Sophia Salomonos, “Sabiduría de
Salomón”, si bien en la traducción latina se conoce
sin más como Liber Sapientiae, “Libro de la
Sabiduría”. Si nos atenemos al contenido de la obra,
que nunca menciona explícitamente a Salomón –el
cual se esconde tras un anónimo yo-, el testimonio
latino es más adecuado.
Según la tradición griega, el libro se titula, con
algunas variantes, Sophia Salomonos, “Sabiduría de
Salomón”, si bien en la traducción latina se conoce
sin más como Liber Sapientiae, “Libro de la
Sabiduría”. Si nos atenemos al contenido de la obra,
que nunca menciona explícitamente a Salomón –el
cual se esconde tras un anónimo yo-, el testimonio
latino es más adecuado.
3. CANONICIDAD
El libro comparte el destino de los libros
deuterocanónicos. Aunque los LXX hacen
distinción entre canónicos y
deuterocanónicos, y se sabe que éstos
recibieron el respaldo de “literatura sagrada”
en las juderías de Alejandría, la ortodoxia
judía palestina de finales del s. I d.C. no
aceptó los deuterocanónicos en la lista de
inspirados.
4. Sin embargo, dada la relación temática de
algunos textos del NT con Sabiduría –
especialmente Juan, Romanos, 1 Corintios,
Colosenses y Efesios- y el uso indiscriminado
que de nuestro libro hicieron los primitivos
escritores eclesiásticos – p.ej. Clemente
Romano-, posibilitó sin duda el
reconocimiento de su canonicidad (Trento), a
pesar de su exclusión de la tradición judía.
5. AUTOR
Como ocurre con otras obras de la tradición sapiencial
(Proverbios y Qohelet) y con el Cantar, la autoría
salomónica debe ser entendida como pseudoepigrafía
6. Si se examinan con detenimiento la lengua, el
estilo, las ideas religiosas y el pensamiento
filosófico subyacente, está claro que el autor
tuvo que ser un judío de lengua griega,
probablemente nacido y educado en la
diáspora, piadoso, orgulloso de la tradición en
la que ha sido educado. Pero resulta
imposible, aparte de irrelevante, pretender
identificar el autor.
Si se examinan con detenimiento la lengua, el
estilo, las ideas religiosas y el pensamiento
filosófico subyacente, está claro que el autor
tuvo que ser un judío de lengua griega,
probablemente nacido y educado en la
diáspora, piadoso, orgulloso de la tradición en
la que ha sido educado. Pero resulta
imposible, aparte de irrelevante, pretender
identificar el autor.
7. FECHA
Si tenemos en cuenta que la obra manifiesta
cierta dependencia de los LXX, el término de su
composición debería ser establecido hacia el
200 a.C. Por otra parte, si aceptamos que Rom
1,8-32 y Ef 6,11-17 parecen utilizarla, nuestra
obra debió ser escrita antes que dichas cartas.
De ahí que la mayoría de los especialistas se
inclinen por la última mitad del s. I a.C.
Además, no faltan quienes apunten a la segunda
mitad del s I d.C.
8. LUGAR
Si tenemos en cuenta el profundo
conocimiento de las ideas griegas de la época
por parte del autor, su cultura amplia y
cosmopolita y la atención que presta a Egipto
en los cc. 11-19, es razonable suponer que el
libro fue escrito en Alejandría, un importante
centro judío de la diáspora y decisivo foco
intelectual del mundo antiguo.
9. PRIMERAS IMPRESIONES
Quizá lo más sorprendente del libro de la
Sabiduría sea su vocabulario. La persona
habituada a leer otras páginas del AT queda
desconcertada ante la cantidad de términos
ajenos a la literatura bíblica,
independientemente de la lengua en que
fueron transmitidos: expresiones y adjetivos
de nuevo cuño, términos compuestos, léxico
de características filosóficas.
10. Pero, sobre todo, es el mundo de ideas el que
llama la atención. La afirmación de la
inmortalidad no supone un desliz o una
mención pasajera, pues tanto athanasia como
athanatos aparecen en lugares claves del libro
(1,15; 3,4; 8,13.17; 15,3).
11. En este punto, el libro de la Sabiduría
abandona la teología de Ben Sira al respecto:
“no hay hombre inmortal” (Eclo 17,30). El autor
de la Sabiduría habla de un juicio en el que las
almas de los justos brillarán y juzgarán a los
reinos impíos de la tierra, mientras los
malvados recibirán el castigo de sus acciones
criminales. Ideas del esquema teológico de la
literatura apocalíptica judía.
12. La figura de la Sabiduría es clave
para la comprensión del libro.
Sin embargo, su origen divino y
su relación con la creación
cuentan con textos previos
como Prov 1,20ss; Job 28, Eclo
24. También la identificación de
la Sabiduría con la Ley se debe a
Ben Sira (24,23). Pero el libro, al
propio tiempo que acepta este
sistema especulativo, rompe
decididamente con sus tintes
nacionalistas.
13. Por otra parte, al mencionar
la presencia y la actividad de
la Sabiduría en la historia del
pueblo, pone de manifiesto
su carácter soteriológico
(salvador). Esta relación
entre sabiduría y salvación,
tímidamente sugerida por
Ben Sira (44,1 – 50,24), recibe
la carta definitiva de
ciudadanía en nuestro libro.
14. ESTRUCTURA LITERATIA
1. Parte (1-5) trata de las relaciones entre la
sabiduría y la justicia y opone el destino de los
justos al de los impíos que los persiguen.
Exhorta a practicar la justicia que “es
inmortal” (1,15) y a quienes la practican, es
decir a los justos, les reserva la inmortalidad.
15. 2. Parte (6-9) es un magnífico elogio de la
sabiduría, puesto en boca de Salomón, que
ofrece a los gobernantes (c. 6) y a todos los
mortales (c.7) una completa descripción del
origen, naturaleza y propiedades de la
sabiduría y de los dones que la acompañan.
Estos capítulos representan la fase más
desarrollada en la reflexión bíblica sobre la
sabiduría.
16. 3. Parte (10-19) se distingue de las anteriores
por la desaparición de escena de la sabiduría.
En conjunto es una amplia meditación sobre
el éxodo, en estilo cercano a los comentarios
que hacían los rabinos judíos sobre los pasajes
de la Sagrada Escritura y que reciben el
nombre de midrashim.
17. Dos series de contrastes sobre la distinta
suerte israelita y egipcios con ocasión de las
plagas, enmarcan una polémica contra los
ídolos (cc. 13-15) y mantienen un mismo
esquema: lo que provoca el castigo de los
enemigos sirve, a su vez, de salvación para
Israel. Dios demuestra así su justicia, el
gobierno de la historia y el cuidado del
pueblo.