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       Magíster en Educación y Cultura




                La Escuela Hoy
(¿Cuál es el rol de la escuela en estos tiempos?)




            Javier Álvarez Capello
           Profesor: Marcelo Pérez
              Diciembre de 2012.
Si vamos a hablar del papel de la escuela en la postmodernidad, será importante destacar, para
contextualizar el tema, algunos rasgos propios del período de la modernidad que nos parecen
fundamentales para el desarrollo de la idea propuesta.
        La modernidad se caracteriza por un intenso proceso de racionalización que atraviesa todas las
realizaciones intelectuales, artísticas e institucionales. La unidad de la razón se quiebra en dimensiones
de la realidad o esferas de valor (política, religión, economía, derecho, etc.) que ya no buscan su
legitimación en la cosmovisión cristiana y en la metafísica, sino que se independizan; buscando cada
una de ellas su propia legitimación. Se da paso a sí al “pluralismo de la razón”.
       Así, se configura la modernidad como un proceso de racionalización que conforma a un tipo de
hombre orientado al dominio del mundo, con un pensamiento formal, una mentalidad funcional y una
moral autónoma. Las relaciones sociales se constituyen alrededor de la economía y la religión, que
tradicionalmente había cumplido ese rol, se ve desplazada a la esfera privada. La cosmovisión
desacralizada y pluralista que deriva de ello tiende a dar paso al relativismo y al cuestionamiento de la
existencia de un fundamento y de una verdad única. Surge entonces la pluralidad axiológica.
       Lo anterior nos lleva a preguntarnos: ¿La razón dominadora tendrá una tendencia objetivizante
cuyo interés es el dominio y control de la naturaleza extrapolado a todos los campos de la cultura? Para
responder diremos que el ser cognoscente, por tanto, no es sólo ser un espectador, sino un ser deseoso
de dominio, que utiliza la razón como instrumento para lograr su poderío que, más tarde, se cristalizará
en la técnica, la burocracia, el derecho formal, la economía, etc.
       Por otro lado, se desarrollará la idea que el sujeto no es el origen de los significados
lingüísticos, es decir, el sujeto cognoscente no es quien le asigna un significado ya dado de antemano a
las cosas, sino que el significado de las palabras brota en un contexto de uso al interior de un sistema de
relaciones entre signos lingüísticos. La comunidad social de los usuarios del lenguaje son los
portadores de los signos lingüísticos y no lingüísticos: instituciones, prácticas y usos. Así, en el ámbito
lingüístico, tampoco existe un referente trascendente que defina el significado y uso de los vocablos. La
consecuencia es que los propios hombres deciden sobre la verdad o falsedad y lo racional o irracional.
La razón se descubre invadida por el lenguaje. De aquí se deriva una pluralidad de los usos del lenguaje
contextualizado y que toda la realidad está sometida a estos juegos de lenguaje.
       Frente a esta realidad (descrita de forma breve) ¿Cuál es la posición que adoptan los pensadores
posmodernos? (dejando en claro que el debate sobre la dialéctica modernidad/postmodernidad no está
zanjado y en el centro de la discusión se encuentra la cuestión sobre la razón y el horizonte de


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comprensión racional sobre la realidad) la respuesta sería aceptar el pluralismo y los juegos del
lenguaje.
        Es en esta perspectiva que encontramos a Lyotard, el cual afirma que la opción que cabe ante
la pluralidad es situarse en “el reconocimiento del heteromorfismo de los juegos de lenguaje” (Lyotard,
1987:118). En definitiva, no hay posibilidad alguna de establecer unidades o metadiscursos
omnicomprensivos que aglutinen la pluralidad de los juegos de lenguaje, que a su vez son expresión de
formas de vida. Se sigue de esta postura que la característica que separa lo moderno de lo postmoderno
es el desencanto de los metarrelatos legitimadores: “Simplificando al máximo, se tiene por
postmoderna la incredulidad con respecto a los metarrelatos” (Lyotard, 1987:118).
        Nos encontramos, sin duda, en un período que recibe el nombre de posmodernidad, entre tantos
otros (estructuralista, postestructuralista, trasmodernidad, etc.), dependiendo del lente con el que se mire.
 ¿Qué será la posmodernidad? Lyotard explica la condición postmoderna de nuestra cultura como una
emancipación de la razón y de la libertad de la influencia ejercida por los “grandes relatos”,la razón y
sus sujetos, como detentador de la unidad y la totalidad, vuelan en pedazos, los cuales, siendo
totalitarios, resultaban nocivos para el ser humano porque buscaban una homogeneización que elimina
toda diversidad y pluralidad, por eso, la posmodernidad se presenta como una reivindicación de lo
individual y local frente a lo universal, la fragmentación, la babelización, (multiplicidad de juegos de
lenguaje que compiten entre sí, pero tal que ninguno puede reclamar la legitimidad definitiva de su
forma de su forma de mostrar el mundo) no es ya considerada un mal, sino un estado positivo porque
permite la liberación del individuo, quien despojado de las ilusiones de las utopías centradas en la lucha
por un futuro utópico, puede vivir libremente y gozar el presente siguiendo sus inclinaciones y gustos.
        La postmodernidad está inscrita en la modernidad (la cual no acabó su proyecto), forma parte de
ella. “Todo aquello que es recibido, aunque sea de ayer… debe ser objeto de sospecha”, (Lyotard,
1987: 23), propone una desesperanzada resignación, pero sin abandonar la confianza en la razón. “El
postmodernismo…no es el fin del modernismo sino su estado naciente, y este estado es constante”
(Lyotard, 1987: 23).
        Lyotard también agrega:“La posmodernidad sería aquello que alega lo impresentable en lo
moderno y en la presentación misma; aquello que se niega a la consolación de las formas bellas, al
consenso de un gusto que permitiría experimentar en común la nostalgia de lo imposible; aquello que
indaga por presentaciones nuevas, no para gozar de ellas sino para hacer sentir mejor que hay algo que
es impresentable” (Lyotard, 1987: 25) y finaliza: “La respuesta es guerra al todo, demos testimonio de
lo impresentable, activemos los diferendos, salvemos el honor del nombre” (Lyotard, 1987: 26).


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Ahora bien, después de esta contextualización, cabe la pregunta central de este ensayo: ¿Cuál es
el rol de la escuela en la sociedad actual o época postmoderna?
       Como profesores, debemos ser conscientes que la posmodernidad, como ya se vio, presenta
características diferentes al período moderno en que la escuela fue concebida como tal.
       En un principio, los conocimientos que tenía que adquirir un individuo eran pocos y comunes a
todos los de la sociedad, su socialización se realizaba por el simple contacto con adultos y con el
entorno, pero cuando la sociedad acumula conocimientos, se produce una división progresiva en las
funciones de los individuos y se hace necesario la transmisión de saberes más especializados. Así surge
la escuela, que aparece en todas las sociedades donde se ha alcanzado un cierto nivel de acumulación
económica y que permite la existencia de individuos que no son directamente productivos y hace
posible una cumulación cultural amplia que exige que se transmitan esos conocimientos a otros
individuos (Hay que aclarar que durante siglos la cultura fue patrimonio de muy pocos y se pensaba
que era perjudicial extenderla).
       Con la llegada de la Edad Moderna la ciencia experimentó un gran desarrollo y el conocimiento
pasó a tener una importancia fundamental. En el siglo XVIII, la Ilustración introdujo la idea de que
todos los individuos eran originalmente iguales y que la educación debía estar al alcance de todos. La
mejora de la sociedad humana y la igualdad entre hombres, sólo podía conseguirse mediante la
extensión de la educación para todos. La Revolución francesa intentó llevar a la práctica alguna de las
ideas de la Ilustración, pero muchas de éstas no respondían a las necesidades sociales del momento.
       La implantación de la enseñanza obligatoria y gratuita para todos es algo que se comienza a
introducir en el siglo XIX y en otros países no se lleva a cabo hasta entrado el siglo XX. Lo anterior se
desarrolló con polémica, porque, como ya se dijo, algunos se oponían a la enseñanza para todos, la que
sería perjudicial, argumentando que cuando se proporciona conocimiento a un individuo de clase baja,
es fácil que luego aspire a cambiar el lugar que le corresponde dentro de la sociedad.
       El desarrollo de la escuela, al inicio de la industrialización, aparecerá ligado al descenso de
necesidad de mano de obra barata, especialmente infantil y los problemas que conlleva mantener a
grupos de adolescentes y niños desocupados durante el día, porque el aumento del maquinismo (en la
industria) hizo innecesario esta utilización. Esta reunión de niños en la escuela fue altamente
beneficiosa, ya que se les podía enseñar el respeto al orden establecido y, de esta manera, lograr un
mejor manejo de la sociedad, por lo tanto, la enseñanza estaba encaminada a la transmisión de valores.
“La disciplina, como tecnología del poder, produce relaciones de subordinación entre alumno y
maestro, las cuales construyen identidades individuales de docilidad para ser incorporadas en la vida
privada, pública y laboral” (Foucault, 2003). Los conocimientos ocupaban, entonces, un lugar mínimo
                                                                                                        4
y sólo se daba a ellos que podían facilitar que los niños se convirtieran en mano de obra capaz de
trabajar en el sistema industrial. “Desde el momento en que se descubre el cuerpo como objeto de
blanco y poder el sistema educativo lo manipula, le da forma, le educa para que obedezca, responda y
se vuelva dócil a las fuerzas que lo manipulan… el cuerpo que se aparta de la disciplina es sometido a
métodos de buen encauzamiento por el panóptico u ojo del poder que se encarga de someter al cuerpo a
observación prolongada por métodos disciplinarios y procedimientos de examen” (Foucault, 2003).
       La historia y la implantación de la enseñanza obligatoria y gratuita se organizarán en torno a dos
objetivos:
   -   La difusión de la idea de que la instrucción es necesaria para todos y que todos tienen derecho a
       ella, de manera que se pueda llegar a una igualdad mediante una enseñanza en común.
   -   La función económica, social e ideológica que desempeña la educación para todos. Es decir, la
       implementación de la enseñanza obligatoria no es el producto de la aceptación de las ideas
       democráticas, sino que es, ante todo, el resultado de necesidades económicas sociales.
   Los dos objetivos de la escolarización obligatoria (mantener a los niños ocupados mientras los
padres trabajan y enseñarles a respetar y aceptar el orden establecido) coexisten a lo largo de toda la
evolución de la escuela, es por esto, que es una institución contradictoria y problemática
(predominando, eso sí, el papel de mantenimiento del orden social).
         Por muchos años a la educación se le asignó un rol subordinado a los proyectos de
homogeneización cultural bajo el modelo de Estado-Nación que busca la coincidencia entre la unidad
territorial y la unidad simbólica. Esta educación erradicó las culturas locales y particulares para
imponer una racionalidad común a fin de consolidar la unidad político-territorial a través del
disciplinamiento de los sujetos a favor de los códigos de la modernidad y los valores nacionalistas.
       A lo anterior, hay que sumar la falta de estimulación en las potencialidades de los sujetos, por
parte de la educación, ya que ésta coloca un molde que atrofia cualquier atisbo de originalidad, reprime
afectiva y corporalmente que a la larga frustra los procesos de individuación en el crecimiento y
restringe la disposición al autoconocimiento.
        ¿Cuál será el papel de la escuela en la posmodernidad?, fue la pregunta realizada hace un
momento, una pregunta de lógica creación, intentemos responder, finalmente, a ella
       Como ya se dijo, la posmodernidad, en palabras simples, se caracteriza por: una fiebre del
consumo “Consumir es una operación cotidiana e imprescindible que está ligada a la reproducción
material, pero también espiritual de los individuos. Es un acto ordinario ligado al desarrollo vital y es el
objetivo de ese intercambio incesante de los hombres con la naturaleza que llamamos trabajo”
(Moulian, 1998: 9), siguiendo con esta idea, se agregará que “… detrás de esta constitución del
                                                                                                          5
consumo en pasión hedonista hay una secularización de los sentidos de la vida o del proyecto
existencial… Ese es un efecto del carácter superficial de la cultura neoliberal, dada su total ausencia de
una dimensión de trascendencia. La aventura de la vida, para que no represente una navegación hacia
la muerte sin dejar huellas, sin participar en el acumulado histórico, debe estructurarse en torno a
proyectos que desborden al individuo con sus interese y cálculos” (Moulian, 1998: 67); a esto se suma
una liberación sin fronteras (liberación limitada sólo por el deseo), códigos relativos y a nuestra
medida, se privilegia lo personal por sobre lo social o familiar, idolatría a la corporalidad, masificación
y gregarismo, crisis de la razón (rechazo de ideologías y del pensamiento sistematizado y estructurado,
se ponen en crisis los valores absolutos, la verdad y la ética), desprecio de los libros y de la cultura
ilustrada o literaria y excesivo apego a los adelantos tecnológicos y de la comunicación multimediática
e informatizada.
       La sociedad postmoderna considerará a la escuela como el eje de inserción de los niños a la
sociedad y educadora de conceptos, como las responsabilidades generales que engloban a todas las
demás. “instrumento de unificación cultural, semilla del progreso, base del capital humano o difusor de
la modernidad…”(Hopenhayn, ¿?: 2).
       Actualmente se indica que una sociedad tiende a ser más igualitaria en su estructura de ingresos
“tanto por los retornos laborales a la educación, como por el impacto positivo de la educación en la
salud, la conectividad, el acceso a instancias de poder, etc.” (Hopenhayn, ¿?: 2) si tiene logros
educativos, además desarrollará una mayor cohesión social y mercados culturales mayormente
diversificados, y a crecer económicamente sobre la base de saltos en productividad y no mediante la
sobreexplotación de recursos humanos o naturales. Tener educación implica acceder a trabajos bien
remunerados y participar en redes de conocimiento, de lo contrario entraremos en el analfabetismo
cibernético, trabajos mal remunerados y “quedar privados del diálogo a distancia, de las nuevas formas
de gestión y de gran parte del intercambio cultural” (Hopenhayn, ¿?: 2).
       La apertura global, propia de estos tiempos hace que las sociedades nacionales dependan de su
competitividad externa y ésta de la incorporación de inteligencia y conocimiento renovado al sistema
productivo. Este desarrollo necesita de grandes innovaciones en educación, aprendiendo más, pero,
sobre todo, aprendiendo distinto. “Al convertirse el conocimiento en el elemento central del nuevo
paradigma productivo, la transformación educativa pasa a ser un factor fundamental para desarrollar la
capacidad de innovación y la creatividad, a la vez que la integración y la solidaridad, aspectos claves
tanto para el ejercicio de la moderna ciudadanía como para alcanzar altos niveles de competitividad”
(CEPAL-UNESCO, 1992: 119).


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El tipo de conocimientos o destrezas que las personas necesitan están dispersos en múltiples
circuitos de información e interacción, que, obviamente, apuntan a la sociedad de la información, por lo
tanto, habrá que hacer del aprendizaje un proceso interactivo, “donde el énfasis radica en la producción
de nuevas síntesis cognoscitivas y no en la adquisición de información acabada” (Hopenhayn, ¿?: 3).
       Lo anterior sugiere, como dice Hopenhayn, protagonismo, complementariedad e interacción
crítica, así es que, tendrá que realizarse un cambio en el paradigma educativo “hay consenso en
reconocer la necesidad de integrar en un nuevo paradigma todos los conocimientos y aportes brindados
por la actividad investigativa llevada a cabo hasta ahora; pero para efectuar dicha tarea es necesario
contar con un nuevo paradigma que brinde los parámetros sobre los cuales efectuar el balance,
seleccionar lo realmente significativo y señalar los problemas nuevos o las carencias más importantes
desde el punto de vista del conocimiento” (Tedesco, 1986: 344), es decir, de la memorización a la
comprensión, de la incorporación de información a la interpretación de mensajes, de la acumulación
enciclopédica al almacenamiento digital, del disciplinamiento mecánico a la autonomía responsable,
del aprender al aprender a aprender.
       La educación será ahora la base desde donde repensar críticamente la realidad, idear nuevos
proyectos de forma colectiva y aprender a vivir en multiculturalidad “se trata de aterrizar contenidos
globales en realidades locales; e, inversamente, reformular contenidos desde los mundos de vida que
traen los alumnos a la sala de clases” (Hopenhayn, ¿?: 4).
       La educación que sea capaz de acoger el multiculturalismo interpelará a maestros y alumnos, el
pensar la diferencia será pensar en el propio educando traspasado por la diferencia y pensar al Otro
como interrogación sobre sí mismo (esto también es válido para la relación profesor alumnos) de esta
manera el aprendizaje de la diferencia se convertirá en aprendizaje de la ciudadanía.
       Si la postmodernidad alberga entre sus promesas: crecer en productividad, participación
ciudadana y autonomía personal, la educación tendrá el papel de compatibilizarlo, existiendo clara
conciencia de los anacronismos y disfuncionalidades acumulados en el sistema educativo, es aquí la
resistencia, por parte de maestros y alumnos, principalmente “a los reduccionismos de un discurso que
se proclama modernizador y que privilegia las ecuaciones de capital humano por sobre los proceso
vividos durante el aprendizaje” (Hopenhayn, ¿?; 17).
       Existirá una readaptación de contenidos, prácticas y planificación educativa, tarea poco sencilla,
ya que los logros y la calidad de la educación dependen de múltiples actores, sumando a esto, lo difuso
que se vuelven los canales que articulan el sistema educativo con los mercados laborales.


                                                                                                       7
Habrá que tener cuidado en no caer en un exceso de tecnocratismo (como ya se ha hecho), en
donde todo se centre en mecanismos de financiamiento, pero no en procesos de aprendizajes; se tiende,
por lo general, a privilegiar el aprendizaje de saberes funcionales, al desarrollo tecnológico y al
desempeño de producción futuro, olvidando el desarrollo personal, y crecimiento espiritual, partes
centrales del sentido de educar, si se logra esto, mayor será la disposición para incorporar nuevas
destrezas y conocimientos. “Las formas de relación entre estudiantes y, también, entre maestros y
estudiantes, así como la capacidad de los maestros de potenciar el desarrollo humano y espiritual de los
alumnos, es una de las claves para que las nuevas generaciones puedan desenvolverse en una sociedad
cada vez más compleja y cada vez más requerida de seres humanos integrales (Hopenhayn, ¿?; 19).
       La escuela no será, por lo tanto, la única instancia transmisora de información, ya que las
relaciones sociales, como la esfera de los medios de comunicación y de la informática transmiten
constantemente informaciones, valores y concepciones ideológicas, formando códigos que niños y
adolescentes construyen en estos espacios y con sus pares para que, de esta manera, puedan interpretar
el flujo de imágenes, y fragmentos informativos que absorben de éstos. Pero no hay que olvidar que
más que transmitir información, la función educativa de la escuela de hoy debe orientarse a provocar la
organización racional de la información fragmentaria recibida y la creación de mentes críticas.
Decimos esto porque está claro que la escuela no tiene ya la intención de instaurar la conciencia
nacional que fuera su objetivo principal en el siglo pasado y que no sólo educa con miras hacia una
salida laboral, por ello, hay que replantearse la educación de un sujeto íntegro, que no puede
“fragmentarse” en un sujeto económico, político y social.
“El bienestar que augura la educación hoy ya no sólo remite a la posibilidad de generar a futuro
mayores ingresos a cambio de mayor capital humano, sino también se refiere al uso de habilidades
adquiridas para ejercer nuevas formas de ciudadanía, convivir constructivamente en el
multiculturalismo, combinar el vínculo inmediato con el vínculo mediático en fin agiornar (actualizar),
en la propia biografía, el ideario progresista de la modernidad. Visto de esa manera, cuanto más se
democratice y se difunda la educación, más se actualiza ese ideario” (Hopenhayn, ¿?: 2)
       Habrá, entonces, que considerar la educación como un proceso constante e inacabado, que
ayudará a reconstruir valores que nos permitirán crecer como individuos y como sociedad,
revalorizando el deseo de aprender en este proceso permanente.
       “La educación en desarrollo humano es necesario no sólo porque marchamos hacia sociedades
cada vez más complejas en términos de diferenciación de identidades, intereses, demandas, hábitos,
preferencias y destrezas. También porque la cohesión social va a depender cada vez más, en sociedades
complejas, de la capacidad de interlocutor transversalmente, respetar los intereses y sensibilidades de
                                                                                                      8
otros mediante la conversación y la negociación en un lenguaje común y abrirse a las cosmovisiones
distintas en el intercambio directo y a distancia… Estas capacidades que no se aprenden en cursos de
educación cívica sino en las prácticas cotidianas de la escuela, en las formas en que el currículum
encarna en procesos de socialización escolar, en la mayor tolerancia de los profesores frente a la
sensibilidad de los alumnos… entre otros (Hopenhayn, ¿?;19)




                                                                                                  9
Bibliografía


CEPAL-UNESCO. Educación y Conocimiento: eje de la transformación productiva con equidad,
Santiago, 1992


Foucault, M. “Vigilar y Castigar”. Editorial Siglo XXI, Argentina, 2003.


Hopenhayn, M. “La Educación en la Actual Inflexión Epocal” Oficina Regional de Educación de la
UNESCO para America Latina y el Caribe.


Hopenhayn, M. y Ottone, E. “El Gran Eslabon: Educación y Desarrollo en el Siglo XXI”. Fondo de
Cultura Económica, Buenos Aires, 2000.


Lyotard, J. “La Condición Postmoderna”. Editorial Cátedra. España, 1989.


Lyotard, J. “La Postmodernidad Explicada a los Niños”.Editorial Gredisa. España, 1998.


Moulian, T. “El Consumo me Consume”. Editorial Lom. Santiago, 1998.


Tedesco, J. “Los Paradigmas de la Investigación Educativa”. Facultad Latinoamericana de Ciencias
Sociales, FLACSO, material de discusión N°38, Santiago, Chile, 1986.




                                                                                             10
otros mediante la conversación y la negociación en un lenguaje común y abrirse a las cosmovisiones
distintas en el intercambio directo y a distancia… Estas capacidades que no se aprenden en cursos de
educación cívica sino en las prácticas cotidianas de la escuela, en las formas en que el currículum
encarna en procesos de socialización escolar, en la mayor tolerancia de los profesores frente a la
sensibilidad de los alumnos… entre otros (Hopenhayn, ¿?;19)




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Ensayo el rol de la escuela

  • 1. Universidad ARCIS Magíster en Educación y Cultura La Escuela Hoy (¿Cuál es el rol de la escuela en estos tiempos?) Javier Álvarez Capello Profesor: Marcelo Pérez Diciembre de 2012.
  • 2. Si vamos a hablar del papel de la escuela en la postmodernidad, será importante destacar, para contextualizar el tema, algunos rasgos propios del período de la modernidad que nos parecen fundamentales para el desarrollo de la idea propuesta. La modernidad se caracteriza por un intenso proceso de racionalización que atraviesa todas las realizaciones intelectuales, artísticas e institucionales. La unidad de la razón se quiebra en dimensiones de la realidad o esferas de valor (política, religión, economía, derecho, etc.) que ya no buscan su legitimación en la cosmovisión cristiana y en la metafísica, sino que se independizan; buscando cada una de ellas su propia legitimación. Se da paso a sí al “pluralismo de la razón”. Así, se configura la modernidad como un proceso de racionalización que conforma a un tipo de hombre orientado al dominio del mundo, con un pensamiento formal, una mentalidad funcional y una moral autónoma. Las relaciones sociales se constituyen alrededor de la economía y la religión, que tradicionalmente había cumplido ese rol, se ve desplazada a la esfera privada. La cosmovisión desacralizada y pluralista que deriva de ello tiende a dar paso al relativismo y al cuestionamiento de la existencia de un fundamento y de una verdad única. Surge entonces la pluralidad axiológica. Lo anterior nos lleva a preguntarnos: ¿La razón dominadora tendrá una tendencia objetivizante cuyo interés es el dominio y control de la naturaleza extrapolado a todos los campos de la cultura? Para responder diremos que el ser cognoscente, por tanto, no es sólo ser un espectador, sino un ser deseoso de dominio, que utiliza la razón como instrumento para lograr su poderío que, más tarde, se cristalizará en la técnica, la burocracia, el derecho formal, la economía, etc. Por otro lado, se desarrollará la idea que el sujeto no es el origen de los significados lingüísticos, es decir, el sujeto cognoscente no es quien le asigna un significado ya dado de antemano a las cosas, sino que el significado de las palabras brota en un contexto de uso al interior de un sistema de relaciones entre signos lingüísticos. La comunidad social de los usuarios del lenguaje son los portadores de los signos lingüísticos y no lingüísticos: instituciones, prácticas y usos. Así, en el ámbito lingüístico, tampoco existe un referente trascendente que defina el significado y uso de los vocablos. La consecuencia es que los propios hombres deciden sobre la verdad o falsedad y lo racional o irracional. La razón se descubre invadida por el lenguaje. De aquí se deriva una pluralidad de los usos del lenguaje contextualizado y que toda la realidad está sometida a estos juegos de lenguaje. Frente a esta realidad (descrita de forma breve) ¿Cuál es la posición que adoptan los pensadores posmodernos? (dejando en claro que el debate sobre la dialéctica modernidad/postmodernidad no está zanjado y en el centro de la discusión se encuentra la cuestión sobre la razón y el horizonte de 2
  • 3. comprensión racional sobre la realidad) la respuesta sería aceptar el pluralismo y los juegos del lenguaje. Es en esta perspectiva que encontramos a Lyotard, el cual afirma que la opción que cabe ante la pluralidad es situarse en “el reconocimiento del heteromorfismo de los juegos de lenguaje” (Lyotard, 1987:118). En definitiva, no hay posibilidad alguna de establecer unidades o metadiscursos omnicomprensivos que aglutinen la pluralidad de los juegos de lenguaje, que a su vez son expresión de formas de vida. Se sigue de esta postura que la característica que separa lo moderno de lo postmoderno es el desencanto de los metarrelatos legitimadores: “Simplificando al máximo, se tiene por postmoderna la incredulidad con respecto a los metarrelatos” (Lyotard, 1987:118). Nos encontramos, sin duda, en un período que recibe el nombre de posmodernidad, entre tantos otros (estructuralista, postestructuralista, trasmodernidad, etc.), dependiendo del lente con el que se mire. ¿Qué será la posmodernidad? Lyotard explica la condición postmoderna de nuestra cultura como una emancipación de la razón y de la libertad de la influencia ejercida por los “grandes relatos”,la razón y sus sujetos, como detentador de la unidad y la totalidad, vuelan en pedazos, los cuales, siendo totalitarios, resultaban nocivos para el ser humano porque buscaban una homogeneización que elimina toda diversidad y pluralidad, por eso, la posmodernidad se presenta como una reivindicación de lo individual y local frente a lo universal, la fragmentación, la babelización, (multiplicidad de juegos de lenguaje que compiten entre sí, pero tal que ninguno puede reclamar la legitimidad definitiva de su forma de su forma de mostrar el mundo) no es ya considerada un mal, sino un estado positivo porque permite la liberación del individuo, quien despojado de las ilusiones de las utopías centradas en la lucha por un futuro utópico, puede vivir libremente y gozar el presente siguiendo sus inclinaciones y gustos. La postmodernidad está inscrita en la modernidad (la cual no acabó su proyecto), forma parte de ella. “Todo aquello que es recibido, aunque sea de ayer… debe ser objeto de sospecha”, (Lyotard, 1987: 23), propone una desesperanzada resignación, pero sin abandonar la confianza en la razón. “El postmodernismo…no es el fin del modernismo sino su estado naciente, y este estado es constante” (Lyotard, 1987: 23). Lyotard también agrega:“La posmodernidad sería aquello que alega lo impresentable en lo moderno y en la presentación misma; aquello que se niega a la consolación de las formas bellas, al consenso de un gusto que permitiría experimentar en común la nostalgia de lo imposible; aquello que indaga por presentaciones nuevas, no para gozar de ellas sino para hacer sentir mejor que hay algo que es impresentable” (Lyotard, 1987: 25) y finaliza: “La respuesta es guerra al todo, demos testimonio de lo impresentable, activemos los diferendos, salvemos el honor del nombre” (Lyotard, 1987: 26). 3
  • 4. Ahora bien, después de esta contextualización, cabe la pregunta central de este ensayo: ¿Cuál es el rol de la escuela en la sociedad actual o época postmoderna? Como profesores, debemos ser conscientes que la posmodernidad, como ya se vio, presenta características diferentes al período moderno en que la escuela fue concebida como tal. En un principio, los conocimientos que tenía que adquirir un individuo eran pocos y comunes a todos los de la sociedad, su socialización se realizaba por el simple contacto con adultos y con el entorno, pero cuando la sociedad acumula conocimientos, se produce una división progresiva en las funciones de los individuos y se hace necesario la transmisión de saberes más especializados. Así surge la escuela, que aparece en todas las sociedades donde se ha alcanzado un cierto nivel de acumulación económica y que permite la existencia de individuos que no son directamente productivos y hace posible una cumulación cultural amplia que exige que se transmitan esos conocimientos a otros individuos (Hay que aclarar que durante siglos la cultura fue patrimonio de muy pocos y se pensaba que era perjudicial extenderla). Con la llegada de la Edad Moderna la ciencia experimentó un gran desarrollo y el conocimiento pasó a tener una importancia fundamental. En el siglo XVIII, la Ilustración introdujo la idea de que todos los individuos eran originalmente iguales y que la educación debía estar al alcance de todos. La mejora de la sociedad humana y la igualdad entre hombres, sólo podía conseguirse mediante la extensión de la educación para todos. La Revolución francesa intentó llevar a la práctica alguna de las ideas de la Ilustración, pero muchas de éstas no respondían a las necesidades sociales del momento. La implantación de la enseñanza obligatoria y gratuita para todos es algo que se comienza a introducir en el siglo XIX y en otros países no se lleva a cabo hasta entrado el siglo XX. Lo anterior se desarrolló con polémica, porque, como ya se dijo, algunos se oponían a la enseñanza para todos, la que sería perjudicial, argumentando que cuando se proporciona conocimiento a un individuo de clase baja, es fácil que luego aspire a cambiar el lugar que le corresponde dentro de la sociedad. El desarrollo de la escuela, al inicio de la industrialización, aparecerá ligado al descenso de necesidad de mano de obra barata, especialmente infantil y los problemas que conlleva mantener a grupos de adolescentes y niños desocupados durante el día, porque el aumento del maquinismo (en la industria) hizo innecesario esta utilización. Esta reunión de niños en la escuela fue altamente beneficiosa, ya que se les podía enseñar el respeto al orden establecido y, de esta manera, lograr un mejor manejo de la sociedad, por lo tanto, la enseñanza estaba encaminada a la transmisión de valores. “La disciplina, como tecnología del poder, produce relaciones de subordinación entre alumno y maestro, las cuales construyen identidades individuales de docilidad para ser incorporadas en la vida privada, pública y laboral” (Foucault, 2003). Los conocimientos ocupaban, entonces, un lugar mínimo 4
  • 5. y sólo se daba a ellos que podían facilitar que los niños se convirtieran en mano de obra capaz de trabajar en el sistema industrial. “Desde el momento en que se descubre el cuerpo como objeto de blanco y poder el sistema educativo lo manipula, le da forma, le educa para que obedezca, responda y se vuelva dócil a las fuerzas que lo manipulan… el cuerpo que se aparta de la disciplina es sometido a métodos de buen encauzamiento por el panóptico u ojo del poder que se encarga de someter al cuerpo a observación prolongada por métodos disciplinarios y procedimientos de examen” (Foucault, 2003). La historia y la implantación de la enseñanza obligatoria y gratuita se organizarán en torno a dos objetivos: - La difusión de la idea de que la instrucción es necesaria para todos y que todos tienen derecho a ella, de manera que se pueda llegar a una igualdad mediante una enseñanza en común. - La función económica, social e ideológica que desempeña la educación para todos. Es decir, la implementación de la enseñanza obligatoria no es el producto de la aceptación de las ideas democráticas, sino que es, ante todo, el resultado de necesidades económicas sociales. Los dos objetivos de la escolarización obligatoria (mantener a los niños ocupados mientras los padres trabajan y enseñarles a respetar y aceptar el orden establecido) coexisten a lo largo de toda la evolución de la escuela, es por esto, que es una institución contradictoria y problemática (predominando, eso sí, el papel de mantenimiento del orden social). Por muchos años a la educación se le asignó un rol subordinado a los proyectos de homogeneización cultural bajo el modelo de Estado-Nación que busca la coincidencia entre la unidad territorial y la unidad simbólica. Esta educación erradicó las culturas locales y particulares para imponer una racionalidad común a fin de consolidar la unidad político-territorial a través del disciplinamiento de los sujetos a favor de los códigos de la modernidad y los valores nacionalistas. A lo anterior, hay que sumar la falta de estimulación en las potencialidades de los sujetos, por parte de la educación, ya que ésta coloca un molde que atrofia cualquier atisbo de originalidad, reprime afectiva y corporalmente que a la larga frustra los procesos de individuación en el crecimiento y restringe la disposición al autoconocimiento. ¿Cuál será el papel de la escuela en la posmodernidad?, fue la pregunta realizada hace un momento, una pregunta de lógica creación, intentemos responder, finalmente, a ella Como ya se dijo, la posmodernidad, en palabras simples, se caracteriza por: una fiebre del consumo “Consumir es una operación cotidiana e imprescindible que está ligada a la reproducción material, pero también espiritual de los individuos. Es un acto ordinario ligado al desarrollo vital y es el objetivo de ese intercambio incesante de los hombres con la naturaleza que llamamos trabajo” (Moulian, 1998: 9), siguiendo con esta idea, se agregará que “… detrás de esta constitución del 5
  • 6. consumo en pasión hedonista hay una secularización de los sentidos de la vida o del proyecto existencial… Ese es un efecto del carácter superficial de la cultura neoliberal, dada su total ausencia de una dimensión de trascendencia. La aventura de la vida, para que no represente una navegación hacia la muerte sin dejar huellas, sin participar en el acumulado histórico, debe estructurarse en torno a proyectos que desborden al individuo con sus interese y cálculos” (Moulian, 1998: 67); a esto se suma una liberación sin fronteras (liberación limitada sólo por el deseo), códigos relativos y a nuestra medida, se privilegia lo personal por sobre lo social o familiar, idolatría a la corporalidad, masificación y gregarismo, crisis de la razón (rechazo de ideologías y del pensamiento sistematizado y estructurado, se ponen en crisis los valores absolutos, la verdad y la ética), desprecio de los libros y de la cultura ilustrada o literaria y excesivo apego a los adelantos tecnológicos y de la comunicación multimediática e informatizada. La sociedad postmoderna considerará a la escuela como el eje de inserción de los niños a la sociedad y educadora de conceptos, como las responsabilidades generales que engloban a todas las demás. “instrumento de unificación cultural, semilla del progreso, base del capital humano o difusor de la modernidad…”(Hopenhayn, ¿?: 2). Actualmente se indica que una sociedad tiende a ser más igualitaria en su estructura de ingresos “tanto por los retornos laborales a la educación, como por el impacto positivo de la educación en la salud, la conectividad, el acceso a instancias de poder, etc.” (Hopenhayn, ¿?: 2) si tiene logros educativos, además desarrollará una mayor cohesión social y mercados culturales mayormente diversificados, y a crecer económicamente sobre la base de saltos en productividad y no mediante la sobreexplotación de recursos humanos o naturales. Tener educación implica acceder a trabajos bien remunerados y participar en redes de conocimiento, de lo contrario entraremos en el analfabetismo cibernético, trabajos mal remunerados y “quedar privados del diálogo a distancia, de las nuevas formas de gestión y de gran parte del intercambio cultural” (Hopenhayn, ¿?: 2). La apertura global, propia de estos tiempos hace que las sociedades nacionales dependan de su competitividad externa y ésta de la incorporación de inteligencia y conocimiento renovado al sistema productivo. Este desarrollo necesita de grandes innovaciones en educación, aprendiendo más, pero, sobre todo, aprendiendo distinto. “Al convertirse el conocimiento en el elemento central del nuevo paradigma productivo, la transformación educativa pasa a ser un factor fundamental para desarrollar la capacidad de innovación y la creatividad, a la vez que la integración y la solidaridad, aspectos claves tanto para el ejercicio de la moderna ciudadanía como para alcanzar altos niveles de competitividad” (CEPAL-UNESCO, 1992: 119). 6
  • 7. El tipo de conocimientos o destrezas que las personas necesitan están dispersos en múltiples circuitos de información e interacción, que, obviamente, apuntan a la sociedad de la información, por lo tanto, habrá que hacer del aprendizaje un proceso interactivo, “donde el énfasis radica en la producción de nuevas síntesis cognoscitivas y no en la adquisición de información acabada” (Hopenhayn, ¿?: 3). Lo anterior sugiere, como dice Hopenhayn, protagonismo, complementariedad e interacción crítica, así es que, tendrá que realizarse un cambio en el paradigma educativo “hay consenso en reconocer la necesidad de integrar en un nuevo paradigma todos los conocimientos y aportes brindados por la actividad investigativa llevada a cabo hasta ahora; pero para efectuar dicha tarea es necesario contar con un nuevo paradigma que brinde los parámetros sobre los cuales efectuar el balance, seleccionar lo realmente significativo y señalar los problemas nuevos o las carencias más importantes desde el punto de vista del conocimiento” (Tedesco, 1986: 344), es decir, de la memorización a la comprensión, de la incorporación de información a la interpretación de mensajes, de la acumulación enciclopédica al almacenamiento digital, del disciplinamiento mecánico a la autonomía responsable, del aprender al aprender a aprender. La educación será ahora la base desde donde repensar críticamente la realidad, idear nuevos proyectos de forma colectiva y aprender a vivir en multiculturalidad “se trata de aterrizar contenidos globales en realidades locales; e, inversamente, reformular contenidos desde los mundos de vida que traen los alumnos a la sala de clases” (Hopenhayn, ¿?: 4). La educación que sea capaz de acoger el multiculturalismo interpelará a maestros y alumnos, el pensar la diferencia será pensar en el propio educando traspasado por la diferencia y pensar al Otro como interrogación sobre sí mismo (esto también es válido para la relación profesor alumnos) de esta manera el aprendizaje de la diferencia se convertirá en aprendizaje de la ciudadanía. Si la postmodernidad alberga entre sus promesas: crecer en productividad, participación ciudadana y autonomía personal, la educación tendrá el papel de compatibilizarlo, existiendo clara conciencia de los anacronismos y disfuncionalidades acumulados en el sistema educativo, es aquí la resistencia, por parte de maestros y alumnos, principalmente “a los reduccionismos de un discurso que se proclama modernizador y que privilegia las ecuaciones de capital humano por sobre los proceso vividos durante el aprendizaje” (Hopenhayn, ¿?; 17). Existirá una readaptación de contenidos, prácticas y planificación educativa, tarea poco sencilla, ya que los logros y la calidad de la educación dependen de múltiples actores, sumando a esto, lo difuso que se vuelven los canales que articulan el sistema educativo con los mercados laborales. 7
  • 8. Habrá que tener cuidado en no caer en un exceso de tecnocratismo (como ya se ha hecho), en donde todo se centre en mecanismos de financiamiento, pero no en procesos de aprendizajes; se tiende, por lo general, a privilegiar el aprendizaje de saberes funcionales, al desarrollo tecnológico y al desempeño de producción futuro, olvidando el desarrollo personal, y crecimiento espiritual, partes centrales del sentido de educar, si se logra esto, mayor será la disposición para incorporar nuevas destrezas y conocimientos. “Las formas de relación entre estudiantes y, también, entre maestros y estudiantes, así como la capacidad de los maestros de potenciar el desarrollo humano y espiritual de los alumnos, es una de las claves para que las nuevas generaciones puedan desenvolverse en una sociedad cada vez más compleja y cada vez más requerida de seres humanos integrales (Hopenhayn, ¿?; 19). La escuela no será, por lo tanto, la única instancia transmisora de información, ya que las relaciones sociales, como la esfera de los medios de comunicación y de la informática transmiten constantemente informaciones, valores y concepciones ideológicas, formando códigos que niños y adolescentes construyen en estos espacios y con sus pares para que, de esta manera, puedan interpretar el flujo de imágenes, y fragmentos informativos que absorben de éstos. Pero no hay que olvidar que más que transmitir información, la función educativa de la escuela de hoy debe orientarse a provocar la organización racional de la información fragmentaria recibida y la creación de mentes críticas. Decimos esto porque está claro que la escuela no tiene ya la intención de instaurar la conciencia nacional que fuera su objetivo principal en el siglo pasado y que no sólo educa con miras hacia una salida laboral, por ello, hay que replantearse la educación de un sujeto íntegro, que no puede “fragmentarse” en un sujeto económico, político y social. “El bienestar que augura la educación hoy ya no sólo remite a la posibilidad de generar a futuro mayores ingresos a cambio de mayor capital humano, sino también se refiere al uso de habilidades adquiridas para ejercer nuevas formas de ciudadanía, convivir constructivamente en el multiculturalismo, combinar el vínculo inmediato con el vínculo mediático en fin agiornar (actualizar), en la propia biografía, el ideario progresista de la modernidad. Visto de esa manera, cuanto más se democratice y se difunda la educación, más se actualiza ese ideario” (Hopenhayn, ¿?: 2) Habrá, entonces, que considerar la educación como un proceso constante e inacabado, que ayudará a reconstruir valores que nos permitirán crecer como individuos y como sociedad, revalorizando el deseo de aprender en este proceso permanente. “La educación en desarrollo humano es necesario no sólo porque marchamos hacia sociedades cada vez más complejas en términos de diferenciación de identidades, intereses, demandas, hábitos, preferencias y destrezas. También porque la cohesión social va a depender cada vez más, en sociedades complejas, de la capacidad de interlocutor transversalmente, respetar los intereses y sensibilidades de 8
  • 9. otros mediante la conversación y la negociación en un lenguaje común y abrirse a las cosmovisiones distintas en el intercambio directo y a distancia… Estas capacidades que no se aprenden en cursos de educación cívica sino en las prácticas cotidianas de la escuela, en las formas en que el currículum encarna en procesos de socialización escolar, en la mayor tolerancia de los profesores frente a la sensibilidad de los alumnos… entre otros (Hopenhayn, ¿?;19) 9
  • 10. Bibliografía CEPAL-UNESCO. Educación y Conocimiento: eje de la transformación productiva con equidad, Santiago, 1992 Foucault, M. “Vigilar y Castigar”. Editorial Siglo XXI, Argentina, 2003. Hopenhayn, M. “La Educación en la Actual Inflexión Epocal” Oficina Regional de Educación de la UNESCO para America Latina y el Caribe. Hopenhayn, M. y Ottone, E. “El Gran Eslabon: Educación y Desarrollo en el Siglo XXI”. Fondo de Cultura Económica, Buenos Aires, 2000. Lyotard, J. “La Condición Postmoderna”. Editorial Cátedra. España, 1989. Lyotard, J. “La Postmodernidad Explicada a los Niños”.Editorial Gredisa. España, 1998. Moulian, T. “El Consumo me Consume”. Editorial Lom. Santiago, 1998. Tedesco, J. “Los Paradigmas de la Investigación Educativa”. Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales, FLACSO, material de discusión N°38, Santiago, Chile, 1986. 10
  • 11. otros mediante la conversación y la negociación en un lenguaje común y abrirse a las cosmovisiones distintas en el intercambio directo y a distancia… Estas capacidades que no se aprenden en cursos de educación cívica sino en las prácticas cotidianas de la escuela, en las formas en que el currículum encarna en procesos de socialización escolar, en la mayor tolerancia de los profesores frente a la sensibilidad de los alumnos… entre otros (Hopenhayn, ¿?;19) 9