2. Que no tiemble vuestro
corazón, creed en Dios y
creed también en mí. En
casa de mi padre hay
muchas estancias, y me
voy a prepararos sitio.
Cuando vaya y os
prepare sitio, volveré y os
llevaré conmigo, para
que adonde estoy yo
estéis también vosotros.
Juan 14, 1-6.
3. La festividad de los Fieles Difuntos nos invita a rezar
por los seres queridos que nos han precedido. Es
una continuación de la fiesta de Todos los Santos,
los que ya disfrutan del abrazo eterno de Dios y han
entrado en la intimidad más genuina con él, en su
mismo corazón.
4. Tras la muerte, los
difuntos transitan por un
camino hacia la luz, que
los conducirá hasta Dios.
Se hallan en ese paso
intermedio, en el que
poco a poco se van
adaptando a la luz
potentísima de Dios,
fuego ardiente de amor.
Nuestras misas y
oraciones los acompañan
en este proceso.
5. La muerte es una situación vital que a todos, creyentes y no
creyentes, nos interpela profundamente. Ante ella nos
sentimos desconcertados e inseguros. Nos inquieta el
dejar de existir. Nos asalta la cuestión fundamental: ¿qué
sentido tiene nuestra existencia mortal?
6. ¿Qué hay detrás de la muerte, ese fino velo que separa
la vida terrena del más allá? Ante este misterio, nos
sentimos sobrecogidos e indefensos. Ni siquiera la
ciencia puede aportar respuestas definitivas ante
ella. Pero los cristianos encontramos una respuesta…
7. Los cristianos encontramos la respuesta en Jesús:
en la resurrección del cuerpo y del alma.
Para nosotros, la muerte es un paso necesario para
un encuentro en el más allá, el abrazo de Dios
con su criatura. Porque Dios nos ama tanto que
nos ha regalado una vida eterna para disfrutar
de su presencia sin fin.
8. No debería preocuparnos tanto la muerte, porque ya
sabemos el final que nos regala Dios. Lo que ha de
preocuparnos es cómo vivir la vida. No hay que temer
la muerte, sino vivir una vida equivocada, al margen de
los demás, hinchada de soberbia y vacía por dentro, sin
sentido, apagada y sin amor.
9. Hemos de temer lo que nos
engaña y nos hace infelices,
lo que provoca una vida
llena de enfrentamientos y
conflictos de convivencia.
Con la perspectiva de la
eternidad, nuestras
relaciones cambiarían
radicalmente. Nuestra vida
puede volverse mucho más
serena y fructífera. Tenemos
un tiempo limitado para
hacer el bien, sin temor y sin
dudar.
10. La victoria de Cristo es la
gran respuesta al
interrogante sobre la
muerte. Cristo quiere
salvarnos a todos: nos
quiere dar a todos vida
eterna: «He venido para
que tengáis vida, y vida en
abundancia». El camino
más seguro para afrontar
la muerte en paz es pasar
la vida haciendo el bien,
entregándonos por amor a
los demás.
11. El deseo de Jesús es que no seamos cobardes: tengamos
fe en él y en Dios Padre, porque en casa de su Padre hay
muchas moradas, y él nos hará un lugar. Solo es
necesario nuestro sí para preparar el encuentro
definitivo, el abrazo eterno con Dios.
12. Jesús nos prepara una estancia: ya ocupamos un lugar
en su corazón. San Pablo añade que la resurrección del
cuerpo de Cristo es promesa de la resurrección de
nuestro cuerpo mortal. Esta es la dicha del cristiano:
viviremos para siempre en el gozo del Padre.