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ICARTA SOBRE EL BACHILLERATO1873 [1941]Por la noche.Viena, 16 de junio de 1873.QUERIDO amigo:       Si no temiese escribir la majadería más abyecta de nuestro siglo majadero, contoda razón podría exclamar: «¡El bachillerato ha muerto; viva el bachillerato!» Pero estechiste me gusta tan poco que preferiría haber pasado ya también por el segundobachillerato. Después del examen escrito, desperdicié toda una semana preso de secretosremordimientos y de angustias, y sólo desde ayer estoy en camino de recuperar eltiempo perdido y de rellenar mil y una lagunas harto antiguas. Usted, por supuesto,nunca quiso escucharme cuando yo me acusaba de pereza, pero creo que hay algo decierto en ello y, a fin de cuentas, soy yo quien mejor debe saberlo.       Su curiosidad por tener noticias de mis exámenes habrá de darse por satisfechacon unas pocas sobras frías, pues llega demasiado tarde, concluida ya la comida ylevantada la mesa. Desgraciadamente, ya no puedo ofrecerle una patética descripción detodas las esperanzas y vacilaciones, del desconcierto y del júbilo, de las luces querepentinamente se le encienden a uno y de los inexplicables golpes de la suerte que secomentan «entre colegas»: para todo eso, el examen escrito ha perdido ya demasiado delinterés que tenía para mí. Quisiera escatimarle los resultados: se entiende que tuve yasuerte, ya desgracia; en ocasiones tan importantes, la benévola providencia y el malignoazar siempre meten baza. Ocasiones como éstas no se ajustan al común suceder de lascosas. En suma, ya que no quiero, después de todo, dejarlo pendiente de algo tan trivial,le diré que en las cinco pruebas obtuve las calificaciones de sobresaliente, bueno, bueno,bueno, suficiente. En cuanto a fastidioso, bien que lo fue. En latín nos dieron un pasajede Virgilio que casualmente había leído, cierto tiempo atrás, por mi cuenta; eso meindujo a hacer el trabajo precipitadamente, en la mitad del tiempo prescrito;malográndome de tal modo el «distinguido». Así; otro sacó esta nota, y mi trabajo fue elsegundo, con «bueno». La traducción del alemán al latín parecía muy fácil, pero en esafacilidad residía su dificultad: empleamos sólo la tercera parte del tiempo para hacerla,con la consecuencia de que fue un vergonzoso fracaso, o sea «suficiente». Otros dosexaminandos alcanzaron sólo a «bueno». La prueba de griego para la que dieron unpasaje de 33 versos del Edipo rey, salió algo mejor: «bueno»; el único «bueno» quehubo. También este pasaje lo había leído por mi cuenta, sin ocultar tal circunstancia. El
examen de matemáticas, que habíamos enfrentado temblando de pánico, fue un éxitocompleto: anoté «bueno» porque todavía no conozco la calificación definitiva. Por fin,asignaron un «sobresaliente» a mi prueba de alemán. Tratábase de un temaeminentemente moral -«Sobre las consideraciones en la elección de una profesión»-, yyo escribí más o menos lo mismo que dos semanas antes le había escrito a usted, sin quepor ello me asignara un «sobresaliente». Mi profesor me dijo, al mismo tiempo -y es laprimera persona que ha osado decirme tal cosa-, que yo tendría eso que Herder tanelegantemente ha llamado «un estilo idiótico»; es decir, un estilo que es al mismotiempo correcto y característico. Quedé maravillado como corresponde por ese hechoincreíble, y me apresuro a difundir a los cuatro vientos un suceso tan feliz, el primeroque me ocurre en su especie. Se lo comunico a usted, por ejemplo, que seguramente nose sospechaba que ha estado carteándose con un estilista de la lengua alemana. Ahora,empero, se lo aconsejo como amigo -no como parte interesada-: ¡consérvelas, átelas,guárdelas bien, que nunca se sabe!…       He aquí, mi querido amigo, las pruebas escritas de mi bachillerato. Deséeme ustedmetas más vastas, y éxitos más puros, y rivales más fuertes, y afanes más serios: ¡cuántopodría deseárseme, sin que el resultado mejorara ni en un ápice! Si el bachillerato fuefácil o difícil: no atino a decirlo en términos generales; admita usted que fue cómodo.       Estuve ya dos veces en la exposición. Hermoso; pero no me subyuga ni memaravilla. Mucho de lo que a otros debe gustarles, ante mis ojos no sale bien parado,pues no soy ni esto ni lo otro, ni soy, en realidad, nada muy a fondo. Así, sólo mecautivaron los objetos de arte y los efectos generales. No pude encontrar allí una vastaimagen coherente de la humana actividad, como esas láminas pretenden representarla,tal como en un herbario tampoco alcanzaría a distinguir los rasgos de un paisaje. Ensuma, nada más que una exhibición de ese mundo espiritual, incauto e irreflexivo, quepor otra parte también es el que acude a verla. Después de mi «martirierato» (asídeformamos entre nosotros el «bachillerato») pienso ir allí día tras día. Es divertido ydistrae. ¡Además, puede uno estarse allí tan maravillosamente solo, en medio del gentío!      Naturalmente, le escribo todo esto con pura intención aviesa, para recordarle cuánproblemático es que usted llegue a ver estas maravillas y cuán dolorosa le resultará lapartida, si llega a venir pronto, pues puedo identificarme perfectamente con su estado deánimo. Dejar la hermosa comarca natal, los seres queridos, los bellos alrededores, esasruinas en la más próxima cercanía: me detengo; si no, me pondría tan triste como usted.¡Es usted quien mejor ha de saber lo que dejará tras sí! Apuesto a que no pondría ningúnreparo si a su futuro jefe se le ocurriera arrancarle dentro de un mes a las felicidades desu tierra. ¡Ay Emil!: ¿por qué será usted un judío tan prosaico? En situacionessemejantes a la suya, más de un joven artesano de fervor cristiano-germánico se echaríaa componer las más hermosas de las canciones.
En cuanto a mis «preocupaciones por el futuro», las toma usted demasiado a laligera. Con sólo temer a la mediocridad, ya se está a salvo: he aquí el consuelo que ustedme ofrece. Mas yo le pregunto: ¿A salvo de qué? ¿No se estará a salvo en la certeza deno ser un mediocre? ¿Qué importa lo que uno teme o deja de temer? ¿Acaso lo másimportante no es que las cosas sean efectivamente como tememos que sean? Es evidenteque también espíritus mucho más fuertes se han sentido presos de dudas acerca de símismos; pero ¿será por eso un espíritu fuerte todo aquel que ponga en duda sus propiosméritos? Bien podría ser un pobre de espíritu, aunque al mismo tiempo fuese, poreducación, por costumbre o quizá por el mero afán de atormentarse, un hombre sincero.No pretendo pedirle que desmenuce implacablemente sus sentimientos cada vez que seencuentre en alguna situación dudosa; pero si llegara a hacerlo, vería cuán poca certezaencuentra en usted mismo. Lo maravilloso del mundo reposa precisamente en estamultiplicidad de las posibilidades: lástima que sea un terreno tan poco sólido paraconocernos a nosotros mismos.       Si usted no alcanza a comprenderme -pues estoy reflexionando con una filosofíaun tanto somnolienta-, no haga caso alguno de mis pensamientos. Desgraciadamente, nopude escribirle de día; dentro de veintitrés días llegará por fin ese día, el más largo de losdías, ese día en el cual…, etcétera. Dado que en este breve tiempo debo meterme dentrola sabiduría a paladas, no me queda la menor esperanza de poder escribir cartasinteligibles. Me consuelo pensando que, a fin de cuentas, no se las escribo a unentendimiento común, y me despido de usted con toda clase de esperanzas.                                       Suyo,                                                     Sigmund Freud.
IIPRÓLOGO Y NOTAS AL LIBRO DE BERNHEIM«De la Suggestion et de ses applications à la thérapeutique»(1888-1889)      EL presente libro ya ha sido calurosamente recomendado por el profesor Forel, deZurich, y cabe esperar que sus lectores sepan hallar en él todas las virtudes queindujeron al traductor a presentarlo en lengua alemana. Comprobarán, en efecto, que laobra del doctor Bernheim, de Nancy, ofrece una admirable introducción al estudio delhipnotismo, un tema que ya no puede ser soslayado por el médico; que en muchossentidos es estimulante y hasta reveladora; que es perfectamente apta para destruir lacreencia de que el hipnotismo sigue rodeado de una «aureola de absurdidad», comoMeynert lo sostiene.       El éxito de Bernheim y de sus colegas de Nancy que siguen la misma orientaciónconsiste precisamente en haber librado de su carácter extraño a las manifestaciones delhipnotismo, vinculándolas con los fenómenos ya familiares de la vida psíquica normal ydel dormir. Según mi opinión; el principal valor de este libro radica en las pruebas queofrece sobre las relaciones entre los fenómenos hipnóticos y los procesos habituales dela vigilia y del sueño, revelando al mismo tiempo las leyes psicológicas que rigen enambos sectores. De tal manera, el problema de la hipnosis es trasladado íntegramente ala esfera de la psicología, y la «sugestión» queda establecida como núcleo delhipnotismo y como clave para su comprensión. Además, en los últimos capítulos sereseña la importancia de la sugestión en sectores ajenos al de la hipnosis. En la segundaparte de este libro se demuestra que el uso de la sugestión hipnótica dota al médico conun poderoso método terapéutico, que parece ser, en efecto, el más adecuado paracombatir ciertos trastornos nerviosos y el más adaptado a su mecanismo. Con ello, elpresente volumen adquiere una extraordinaria importancia práctica. Su insistencia en elhecho de que tanto la hipnosis como la sugestión hipnótica pueden ser aplicadas, no sóloen casos de histeria y en los neurópatas graves, sino también en la mayoría de laspersonas sanas, está destinada a extender el interés del médico por este métodoterapéutico mucho más allá del restringido círculo de los neuropatólogos.      El tema del hipnotismo ha tenido la recepción más desfavorable que se puedaimaginar entre las luminarias de la profesión médica alemana, salvo escasasexcepciones, como Krafft-Ebing y Forel, entre otros. No obstante, es lícito aventurarse aexpresar que el anhelo de que los médicos alemanes dediquen su atención a este
problema y a esta técnica terapéutica, recordando que en el campo de las cienciasnaturales sólo la experiencia, y nunca la autoridad sin experiencia, puede pronunciar elveredicto final, sea éste en favor o en contra. Así, las objeciones que hasta ahora se hanhecho oír en Alemania contra el estudio y la aplicación de la hipnosis, sólo sonatendibles en virtud del renombre de sus autores, de modo que al profesor Forel le haresultado fácil refutar en su breve trabajo una multitud de tales objeciones.      Hace unos diez años, la opinión dominante en Alemania todavía era de duda encuanto a la realidad de los fenómenos hipnóticos, explicando los hechos respectivos poruna combinación de credulidad por parte del observador, con simulación por parte de lossujetos sometidos a las experiencias. Tal posición ya no es defendible actualmente,gracias a los trabajos de Heidenhain y Charcot, para nombrar sólo a los más famososentre quienes profesan su creencia en la realidad del hipnotismo. Aun los más violentosde sus opositores se han percatado de ello, y en consecuencia suelen incluir en suspublicaciones intentos de explicar la hipnosis, reconociendo así, de hecho, la existenciade los respectivos fenómenos, a pesar de que traducen todavía su evidente propensión anegar la realidad de aquélla.       Otro punto de vista hostil a la hipnosis la condena como peligrosa para la saludmental del sujeto, endilgándole el epíteto de «una psicosis experimentalmenteprovocada». La demostración de que la hipnosis puede llevar a consecuencias nocivasen casos aislados no contradice, empero, su utilidad general, como, por ejemplo, laocurrencia de casos aislados de muerte en la narcosis por cloroformo no excluye suaplicación en la anestesia quirúrgica en general. Es muy notable, sin embargo, que estaanalogía no sea susceptible de extensión, pues el mayor número de accidentes en lanarcosis por cloroformo afecta a aquellos cirujanos que realizan el mayor número deoperaciones mientras que la mayoría de los informes sobre las consecuencias nocivas dela hipnosis proceden de aquellos observadores que menos práctica han tenido con ella,mientras que todos los investigadores que disponen de una larga experiencia sonunánimes en cuanto a la innocuidad de este procedimiento. Por tanto, para evitar losefectos deletéreos de la hipnosis probablemente sólo sea preciso aplicarla en formacautelosa, con suficiente aplomo y seguridad, y en casos adecuadamente seleccionados.Cabe agregar que nada se gana con llamar a las sugestiones «ideas compulsivas», y a lahipnosis, «una psicosis experimental». Es más probable que las ideas compulsivaspuedan ser aclaradas por su comparación con las sugestiones que recíprocamente, yquien se asuste ante el epíteto de «psicosis» bien puede preguntarse si nuestro naturalfenómeno del dormir no posee por lo menos los mismos títulos para tal calificación, si esque algo se gana siquiera con la aplicación de términos técnicos fuera de su propiaesfera. No; de este sector no le amenaza a la causa del hipnotismo peligro alguno, y encuanto un número suficiente de médicos estén en condiciones de comunicar
observaciones tales como las contenidas en la segunda parte de este libro de Bernheim,podrá darse por establecido el hecho de que la hipnosis es una condición innocua, y suinducción, un procedimiento «digno» de todo médico.       EN este libro se plantea también otra cuestión que actualmente divide a lospartidarios del hipnotismo en dos campos opuestos. Los unos, cuyas opiniones sonpropugnadas aquí por el doctor Bernheim, sostienen que todos los fenómenos delhipnotismo reconocen el mismo origen; es decir, que proceden de una sugestión, de unarepresentación consciente infundida en el cerebro de la persona hipnotizada por unainfluencia exterior y aceptada por aquélla como si hubiese surgido espontáneamente. Deacuerdo con esta concepción, todas las manifestaciones hipnóticas serían, pues,fenómenos psíquicos, efectos de la sugestión. El otro partido, por el contrario, insiste enque por lo menos una parte de las manifestaciones hipnóticas se fundan en alteracionesfisiológicas; es decir, en desplazamientos de la excitabilidad en el sistema nervioso, sinparticipación alguna de aquellos sectores del encéfalo cuya actividad entraña laconsciencia, de modo que prefieren hablar de «fenómenos físicos o fisiológicos de lahipnosis».       El tema principal de esta controversia es el grande hypnotisme, o sea el conjuntode fenómenos descrito por Charcot en sujetos histéricos hipnotizados. A diferencia delas personas normales hipnotizadas, dichos casos histéricos exhibirían tres niveles dehipnosis, cada uno de los cuales se distingue por determinados signos físicos muyparticulares, como la enorme hiperexcitabilidad neuromuscular, las contracturassonambúlicas, etc. Se comprenderá fácilmente cuánta importancia tiene la citadacontroversia conceptual para este conjunto de hechos. Si los partidarios de la teoría de lasugestión están en lo cierto, todas las observaciones efectuadas en la Salpêtrière soninválidas y aun se convierten en errores de observación. La hipnosis de las histéricas notendría entonces ninguna característica propia, y cualquier médico podría producir a sugusto una sintomatología cualquiera en sus pacientes hipnotizados. El estudio del grandehypnotisme no nos enseñaría qué alteraciones de la excitabilidad se suceden en elsistema nervioso de los casos histéricos como consecuencia de determinados estímulosaplicados; sólo averiguaríamos qué intenciones sugirió Charcot a sus sujetos deexperiencia, en una forma inconsciente para él mismo, y esto sería absolutamenteindiferente para nuestra comprensión de la hipnosis tanto como de la histeria.      Es fácil advertir adónde conducen las implicaciones de esta concepción y cuánconveniente explicación nos ofrece para la sintomatología de la histeria en general. Si lasugestión por el médico falsea los fenómenos de la hipnosis histérica, es muy posibleque también interfiera en la observación de la restante sintomatología histérica; es decir,
que establezca para los ataques, las parálisis, las contracturas histéricas, etc., ciertasleyes cuyo único y exclusivo vínculo con la neurosis radica en dicha sugestión y que,por tanto, carecerán de todo valor en cuanto otro médico observe casos histéricos en otrolugar. Esta conclusión debe ser deducida con todo rigor y en efecto, ya ha sidosustentada. Hückel ha expresado su convicción de que el primer Transfer (transferenciade la sensibilidad de una parte del cuerpo a la parte homóloga del lado opuesto)manifestado por una histérica le había sido sugerido en cierta ocasión histórica, y quedesde entonces los médicos han seguido reproduciendo constantemente, por medio de lasugestión, este síntoma pretendidamente fisiológico.       Estoy convencido de que esta concepción será muy bien venida para todosaquellos que tienden a negar que los fenómenos histéricos están gobernados por leyes,opinión que aún hoy predomina en Alemania. He aquí un flagrante ejemplo de cómo eldescuido del factor psíquico de la sugestión indujo a un gran observador al error de crearun tipo clínico falso y artificial, gracias al carácter caprichoso y fácilmente maleable deuna neurosis.       Sin embargo, no es difícil demostrar en detalle la objetividad de la sintomatologíahistérica. Las críticas de Bernheim bien pueden estar plenamente justificadas frente ainvestigaciones como las de Binet y Féré; en todo caso, harán sentir su importancia porel hecho de que en toda investigación futura de la histeria y del hipnotismo se tendrámás en cuenta la necesidad de excluir el factor de la sugestión. Los elementosprincipales de la sintomatología histérica, empero, se hallan a salvo de toda sospecha dehaber sido originados por la sugestión del médico. En efecto, informes procedentes detiempos pasados y de países remotos, que Charcot y sus discípulos han recopilado; ya nodejan lugar a duda de que las particularidades de los ataques histéricos, de las zonashisterógenas, de las anestesias, las parálisis y las contracturas, se han manifestado entodas partes y en todas las épocas tal como se presentaron en la Salpêtrière, cuandoCharcot realizó allí sus memorables investigaciones sobre esa magna neurosis.Precisamente el transfert, que parece prestarse tan fácilmente para demostrar el origensugestivo de los síntomas histéricos, es sin lugar a dudas un proceso genuino. Es dableobservarlo en casos de histeria que no han sido influidos en modo alguno, pues amenudo se observan pacientes cuya hemianestesia, típica en todo sentido, deja indemneun órgano o una extremidad que en el lado insensible del cuerpo conserva susensibilidad, mientras que la zona correspondiente del lado indemne se ha tornadoanestética. Además, el transfert es un fenómeno fisiológicamente explicable, pues, comolo han demostrado las investigaciones realizadas en Alemania y en Francia, constituyemeramente la exageración de una relación que existe normalmente entre las partessimétricas del cuerpo, o sea que en forma rudimentaria puede ser producido también enpersonas normales. Otros muchos trastornos histéricos de la sensibilidad arraiganasimismo en relaciones fisiológicas normales, como tan elegantemente lo han
demostrado las investigaciones de Urbantschitsch. No es ésta la oportunidad adecuadapara justificar detalladamente toda la sintomatología de la histeria, pero podemos dar porestablecido que en lo esencial es de índole real y objetiva y que no es falseada por lasugestión emanada del observador. Esto no implica negar en modo alguno que elmecanismo de las manifestaciones histéricas sea psíquico, pero dicho mecanismo no esel de la sugestión por parte del médico.       Con la demostración de que en la histeria intervienen fenómenos fisiológicosobjetivos, ya no es necesario renunciar a la posibilidad de que el «gran» hipnotismohistérico presente manifestaciones que no obedecen a la sugestión por parte delobservador. La demostración de su ocurrencia real ha de quedar librada a una futurainvestigación especialmente destinada a este fin. Por consiguiente, la escuela de laSalpêtrière deberá probar que las tres fases de la hipnosis histérica pueden serinequívocamente demostradas, aun en un sujeto recién ingresado y manteniendo elinvestigador la mayor escrupulosidad en su conducta frente al mismo. No cabe duda deque tal demostración será accesible a corto plazo, pues ya ahora la descripción delgrande hypnotisme contiene síntomas decididamente reacios a una concepciónpsicológica. Me refiero al aumento de la excitabilidad neuromuscular durante la faseletárgica. Quien haya tenido oportunidad de observar cómo durante la letargia una suavepresión sobre un músculo -aunque sólo se trate de un músculo facial o de uno de los tresmúsculos externos del pabellón auricular, que nunca son contraídos en vida- precipita encontracción tónica todo el fascículo afectado por la compresión, o cómo la presión sobreun nervio superficial revela su distribución terminal: todo el que haya visto esto se veráforzado a admitir que dicho efecto debe ser atribuido a razones fisiológicas o a unentrenamiento deliberado, y no vacilará en excluir como causa posible toda sugestión nointencionada. La sugestión, en efecto, no puede producir nada que no se halle ya entrelos contenidos de la consciencia o que no haya sido introducido en ella. Nuestraconsciencia, empero, sólo conoce el resultado final de un movimiento, y nada sabe de laacción o la disposición de cada músculo interviniente, ni de la distribución anatómica delos nervios relacionados son aquéllos. En un trabajo que ha de aparecer en brevedemostraré que la caracterización de las parálisis histéricas depende de este hecho y queése es el motivo por el cual la histeria no presenta parálisis de músculos aislados, niparálisis periféricas, ni parálisis faciales centrales. El doctor Bernheim no debía haberdejado de producir el fenómeno de la hyperexcitabilité neuromusculaire, omisión queconstituye una sensible brecha de su argumentación en contra de las tres fases.       Existen, pues, fenómenos fisiológicos, por lo menos en el gran hipnotismohistérico; pero en el pequeño hipnotismo normal, que, como Bernheim insiste con razón,es más importante para nuestra comprensión del problema, todas las manifestacionesobedecerían a la sugestión, se producirían por medios psíquicos. Aun el mismo sueño
hipnótico sería una consecuencia de la sugestión, apareciendo merced a la sugestibilidadnormal del ser humano, cuando Bernheim suscita la expectación del dormir. En otrasocasiones, sin embargo, el mecanismo del sueño hipnótico parecería ser distinto. Todo elque haya hipnotizado asiduamente se habrá encontrado con sujetos que sólo difícilmentepueden ser dormidos por medio de la palabra, mientras que responden con facilidad si seles hace fijar la vista durante cierto tiempo. Más aún: ¿quién no ha tenido la experienciadel paciente que cae en sueño hipnótico sin que se lo quiera hipnotizar y sin queposeyera evidentemente, la menor concepción previa de la hipnosis? Así, una enfermatoma asiento para someterse a un examen oftalmológico o a una laringoscopia, noteniendo el médico ni la paciente la menor expectación del sueño hipnótico; no obstante,apenas cae sobre sus ojos el reflejo de la lámpara, aquélla se duerme y, quizá por vezprimera en su vida, se encuentra hipnotizada. Es evidente que en tal caso cabe excluir laintervención de todo nexo psíquico consciente. Nuestro sueño natural, que Bernheim hacomparado tan acertadamente con la hipnosis, muestra análogas reacciones. Por logeneral, nos provocamos el sueño por medio de la sugestión, mediante una preparacióny expectación psíquica del mismo pero en ocasiones nos domina sin el menor esfuerzopor nuestra parte, como consecuencia del estado fisiológico de la fatiga. Cuando se mecea un niño para dormirlo o se hipnotiza a un animal manteniéndolo inmovilizado,tampoco sería lícito invocar una causación mental. Llegamos así al punto de vista quePreyer y Binswanger han adoptado en la Realenzyklopädie de Eulenburg: hay en elhipnotismo fenómenos psíquicos tanto como fisiológicos, y la hipnosis misma puede serprovocada de una o de otra manera. Hasta en la propia descripción que Bernheim hadado de su hipnosis es inconfundible la intervención de un factor objetivo independientede la sugestión. Si no fuera así, la hipnosis sería distinta, de acuerdo con laindividualidad de cada experimentador, como lógicamente lo ha señalado Jendrássik;sería imposible comprender por qué el aumento de la sugestibilidad sigue siempre unasecuencia regular, por qué la musculatura únicamente puede ser influida en el sentido dela catalepsia, y así sucesivamente.       Debemos dar la razón a Bernheim, empero, en cuanto a que la división de losfenómenos hipnóticos en fisiológicos y psíquicos despierta en nosotros una impresiónharto insatisfactoria y exige urgentemente un lazo de conexión entre ambas series. Lahipnosis, sea producida de una o de otra manera, es siempre una y la misma y presentaidénticas manifestaciones. La sintomatología de la histeria insinúa en múltiples sentidosun mecanismo psicológico, aunque no es preciso que éste sea el de la sugestión.Finalmente, el problema de la sugestión es mucho menos dificultoso que el de lascorrelaciones fisiológicas, ya que su modo de acción es indudable y relativamente claro,mientras que nada sabemos acerca de las influencias mutuas de la excitabilidad nerviosaa las cuales deben reducirse los fenómenos fisiológicos. En las siguientes
consideraciones espero poder exponer someramente el tan buscado nexo entre losfenómenos psíquicos y los fisiológicos del hipnotismo.       En mi opinión, el empleo inconstante y ambiguo del término «sugestión» confierea dicha antítesis una agudeza que no posee en realidad. Merece la pena analizar quépuede considerarse, legítimamente, como «sugestión». Es evidente que dicho términoentraña alguna especie de influjo psíquico, y me inclino a opinar que la sugestión sedistingue de las demás formas de influencia psíquica, como la orden, la comunicación ola instrucción, entre otras, porque en su caso se despierta en un cerebro ajeno unarepresentación que no es examinada en cuanto a su origen, sino que es aceptada como sihubiese surgido espontáneamente en dicho cerebro. Un ejemplo clásico de tal sugestiónlo tendríamos cuando el médico dice a un sujeto hipnotizado: «Su brazo debe quedar enla posición en que yo lo coloco», apareciendo a continuación el fenómeno de lacatalepsia; o bien cuando el médico vuelve a levantar el brazo del sujeto cada vez queéste lo deja caer, hasta que aquél adivina que quiere verle levantado. En otras ocasiones,empero, hablamos de sugestión cuando el mecanismo de origen es evidentementedistinto. Así, por ejemplo, en muchos sujetos hipnotizados aparece la catalepsia sin lamenor orden previa: el brazo levantado permanece así espontáneamente, o el sujetohipnotizado conserva la posición en la cual fue dormido, a menos que se intervenga ensentido contrario. Bernheim también llama «sugestión» a este fenómeno, declarando quela posición se sugeriría a sí misma su propio mantenimiento; pero en este caso la partedesempeñada por el estímulo exterior es evidentemente menor, y la del estadofisiológico del sujeto mismo, que coarta todo impulso al cambio de posición,indudablemente mayor que en los casos anteriores. La diferencia entre una sugestióndirecta (psíquica) y una indirecta (fisiológica) quizá se advierta más claramente en elsiguiente ejemplo. Si le digo a un sujeto hipnotizado: «Su brazo derecho está paralizado;no puede moverlo», estoy impartiendo una sugestión psíquica directa. En lugar de ello,Charcot aplica un leve golpe sobre el brazo del hipnotizado [y el sujeto quedaincapacitado para moverlo] o le dice: «¡Mire esa cara tan horrible; golpéela!», y el sujetola golpea, dejando caer luego el brazo, paralizado. (Leçons du Mardi a la Salêtrière,tomo I, 188-1888.) En estos dos casos, el estímulo exterior ha comenzado por produciren el brazo una sensación de agotamiento doloroso, la cual sugiere a su vez la parálisis,espontánea e independientemente de toda intervención del médico, si es que en estascondiciones puede hablarse aún de «sugestión». En otras palabras, no se trata, en estoscasos, de sugestión, sino más bien de una estimulación a autosugestiones, las cuales,como fácilmente se advierte, entrañan un factor objetivo, independiente de la voluntaddel médico, y revelan una conexión entre diversos estados de inervación o de excitaciónen el sistema nervioso. Es a causa de tales autosugestiones que se originan las parálisishistéricas espontáneas, y la tendencia a las mismas es mucho más característica de la
histeria que la sugestibilidad por el médico, con la cual aquélla no parece guardarparalelo alguno.       No es necesario destacar que también Bernheim recurre con la mayor asiduidad atales sugestiones indirectas; es decir, a estimulaciones de la autosugestión. Su métodopara inducir el sueño, tal como lo describe en las primeras páginas de este libro, esesencialmente un método mixto; es decir, la sugestión abre de golpe las puertas que parala autosugestión se abrirían lentamente por sí mismas.       Las sugestiones indirectas, en las cuales una serie de eslabones intermediossurgidos de la propia actividad del sujeto se insertan entre el estímulo exterior y elresultado, siguen siendo, a pesar de todo, procesos psíquicos, pero ya no se hallanexpuestas a la plena luz de la consciencia, que ilumina, en cambio, las sugestionesdirectas. En efecto, estamos mucho más acostumbrados a concentrar nuestra atención enlas percepciones exteriores que en los procesos internos. Por tanto, las sugestiones oautosugestiones indirectas pueden ser calificadas como fenómenos fisiológicos nomenos que psíquicos, y el término «sugestión» adquiere el mismo significado que laprovocación recíproca de estados psíquicos, de acuerdo con las leyes de la asociación.La oclusión de los ojos lleva al sueño porque está vinculada a la representación delsueño, como una de sus más constantes manifestaciones acompañantes: una de las partesde los fenómenos del sueño sugiere los demás fenómenos que integran la manifestacióntotal del sueño. Este proceso de vinculación radica en la disposición misma del sistemanervioso, y no en el arbitrio del médico; no puede ocurrir, a menos que se funde enalteraciones de la excitabilidad de las partes respectivas del cerebro, en la inervación delos centros vasomotores, etc., y presenta así una faz psicológica a la vez que unafisiológica. Como es el caso con cualquier otra conexión entre estados del sistemanervioso, también ésta puede desarrollarse en ambas direcciones. La representación dedormir puede llevar a sensaciones de fatiga en los ojos y en los músculos, y a un estadocorrespondiente de los centros vasomotores; en otras ocasiones, el estado de lamusculatura o un estímulo que actúe sobre los nervios vasomotores pueden, de por sí,despertar al durmiente, y así sucesivamente. Sólo cabe decir que sería tan unilateralconsiderar únicamente la faz psicológica del proceso como atribuir a la inervaciónvascular toda la responsabilidad de los fenómenos de la hipnosis.       ¿Cómo afecta todo esto la antítesis entre los fenómenos psíquicos y losfisiológicos de la hipnosis? Aquélla podía ser significativa mientras se concibiese lasugestión como una influencia psíquica directa ejercida por el médico, que a su gustopodía imponer cualquier sintomatología al sujeto hipnotizado; pero dicha antítesis pierdesu significado en cuanto se reconoce que aun la sugestión sólo puede desencadenarseries de manifestaciones que están basadas en las particularidades funcionales delsistema nervioso del sujeto, y que en la hipnosis se hacen sentir también otras
características del sistema nervioso, además de la sugestibilidad. Aún cabría preguntar sitodos los fenómenos de la hipnosis deben pasar en algún punto a través de la esferapsíquica, o sea si los cambios de excitabilidad que ocurren en la hipnosis siempreafectan únicamente la corteza cerebral, pues éste es el único sentido que dicha preguntaadmite. Al verterla así en otros términos parecería que ya hubiésemos decidido surespuesta. En efecto, no hay justificación alguna para establecer tal contraste entre lacorteza cerebral y el resto del sistema nervioso: es improbable que una modificaciónfuncional tan profunda de la corteza cerebral no sea acompañada por importantesalteraciones de la excitabilidad en las demás partes del encéfalo. No poseemos ningúncriterio que nos permita discernir exactamente un proceso psíquico de otro fisiológico,un acto que ocurre en la corteza cerebral de otro que tiene lugar en los centrossubcorticales, pues la «consciencia», sea ésta lo que fuere, no forma parte de todas lasactividades de la corteza cerebral ni corresponde a cualquiera de ellas siempre en igualmedida; no es una cosa vinculada a ninguna localización particular en el sistemanervioso. Creo, por consiguiente, que la cuestión de si la hipnosis exhibe fenómenospsíquicos o fenómenos fisiológicos debe ser rechazada en estos términos generales,subordinando la decisión a una investigación particular para cada fenómeno individual.       En este sentido me considero con derecho a afirmar que la obra de Bernheim,aunque, por un lado, trasciende el campo de la hipnosis, deja, por el otro, una parte deltema fuera de consideración. Cabe esperar, sin embargo, que también los lectoresalemanes de la obra de Bernheim tengan ahora la oportunidad de reconocer cuáninstructiva y valiosa es la contribución de dicho autor al describir el hipnotismo desde elpunto de vista de la sugestión.Viena, agosto de 1888.NOTAS DEL TRADUCTOR      En el capítulo II de la obra citada (pág. 34 de la traducción alemana), Bernheimdescribe la hipnosis de un sujeto «de temperamento nervioso», señalando dos párrafosmás adelante que «se trata de un hombre inteligente, que no es histérico ni nervioso enabsoluto». Freud agrega la siguiente nota:     Me veo obligado a señalar esta contradicción del autor, que acaba de calificar almismo enfermo de naturellement nerveux.      En el capítulo IV («Manifestaciones orgánicas de la hipnosis»), al referir el autorlas observaciones de «estigmas» por extravasación sanguínea efectuadas en sujetos
sugestionados por Mabille, citando el caso famoso de la «estigmatizada» Louise Lateau,agrega Freud (pág. 72):      Véanse las experiencias similares realizadas por Jendrássik (Neurol. Centralblatt,núm. 11, 1888) y por Krafft-Ebing.       En el capítulo VIII («Teoría del autor para explicar los fenómenos de lasugestión»), Bernheim establece que «las manifestaciones hipnóticas… obedecenexclusivamente a la sugestión, es decir, a la influencia ejercida por una idea sugerida yaceptada por el cerebro. Pero lo más notable en el sujeto hipnotizado es suautomatismo… Este parece ser, a primera vista, un estado no natural yantifisiológico…» Para restablecer la conexión entre los fenómenos hipnóticos y los dela vida normal destaca la intervención de múltiples mecanismos automáticos en laconducta vigil, atribuyéndolos a la abolición parcial del control cerebral y a la liberaciónde los mecanismos medulares. Freud discrepa de tal interpretación en la siguiente nota(pág. 116):       Me parece injustificado e innecesario admitir que un acto de ejecución cambie delocalización en el sistema nervioso, si ha comenzado con consciencia, para continuarluego inconscientemente. Es mucho más probable que la zona respectiva del cerebropueda operar con una magnitud variable de atención (o de consciencia).      Bernheim continúa su argumentación (pág.117) invocando el desarrollo delencéfalo, en particular su mielinización progresiva en el recién nacido, y concluyendoque el cerebro no mielinizado sería inerte, sin citar en tal texto a Flechsig. Freud agrega:       Este pasaje contiene algunas afirmaciones que ya no concuerdan con nuestrosactuales conocimientos, sin que tal rectificación afecte la demostración perseguida por elautor. Así, numerosas experiencias, las últimas de las cuales han sido efectuadas porExner y por Paneth, demuestran que la corteza cerebral también es excitable en elanimal recién nacido. Además, quien se inclinara a suponer que la corteza del reciénnacido contient à peine quelques tubes nerveux ébauchés, menospreciaría en grado sumola estructura real de dicho órgano. Finalmente, es mucho más justo atribuir a Flechsig[que a Parrot] el mérito de haber señalado la inmadurez del cerebro infantil y supaulatino desarrollo.
Dos notas de las págs. 122 y 162 son simplemente aclaratorias de locucionesfrancesas intraducibles. En la pág. 198 Bernheim cita bibliografía alemana y Freudseñala que no la ha verificado. En la pág. 244 agrega al título «Afecciones histéricas» laobservación de que «el traductor no ha querido modificar la clasificación a que el autorsomete sus casos, aunque la considera decididamente objetable». Finalmente, al título dela pág. 295: «Neuropatías diversas», agrega: «principalmente neurasténicas».EPÍLOGO DEL TRADUCTOR       La publicación de esta segunda parte se ha retrasado algunos meses con respecto ala fecha anunciada, debido a circunstancias personales del traductor. Con todaprobabilidad, ni aun así habría llegado a concluir mi labor si el doctor Otto von Springerno hubiese tenido la inapreciable gentileza de encargarse de la traducción de todas lashistorias clínicas que integran esta segunda parte, por lo cual le expreso mi más calurosoagradecimiento.Viena, enero de 1889.
IIIESTUDIO COMPARATIVO DE LAS PARÁLISIS MOTRICES ORGÁNICAS EHISTÉRICAS1888-93 [1893]       CHARCOT, cuyo alumno fui en 1885 y 1886, me confió en esta época la labor derealizar un estudio comparativo de las parálisis motrices orgánicas e histéricas, basadoen las observaciones efectuadas en la Salpêtrière y encaminado a descubrir algunoscaracteres generales de la neurosis y a conducirnos a una concepción de la naturaleza detal enfermedad. Causas accidentales y personales me han impedido durante muchotiempo obedecer a su inspiración. De este modo no quiero aportar ahora sino algunosresultados de mis investigaciones, dejando a un lado los detalles necesarios para unademostración completa de mis opiniones.I       HABREMOS de comenzar por algunas observaciones generalmente admitidassobre las parálisis motrices orgánicas. La clínica nerviosa reconoce dos clases deparálisis motrices: la parálisis periférico-espinal (o bulbar) y la parálisis cerebral. Estadistinción armoniza perfectamente con los datos de la anatomía del sistema nervioso, loscuales nos demuestran que no hay en el recorrido de las fibras conductoras motrices sinodos segmentos: uno, que va desde la periferia hasta las células de los cuernos anterioresde la médula, y otro, que va desde ellos hasta la corteza cerebral.       La nueva histología del sistema nervioso, fundada en los trabajos de Golgi,Ramón y Cajal, Koelliker, etc., traduce estos hechos, diciendo que «el trayecto de lasfibras de conducción motrices se halla constituido por dos neuronas (unidades nerviosascélulofibrilares), que se encuentran para entrar en relación al nivel de las célulasllamadas motrices de los cuernos anteriores». Clínicamente, la diferencia esencial deestas dos clases de parálisis está en que la parálisis periféricoespinal es una parálisisdetallada y la parálisis cerebral es una parálisis conjunta. El tipo de la primera es laparálisis facial en la enfermedad de Bell, la parálisis en la poliomielitis aguda de lainfancia, etc. Ahora bien: en estas afecciones cada músculo, e incluso podríamos decircada fibra muscular, puede quedar paralizado individual y aisladamente. Ello nodepende sino de la situación y la extensión de la lesión nerviosa, no existiendo regla fija
alguna para que uno de los elementos periféricos escape a la parálisis, mientras otro lapadece de un modo constante.      Por el contrario, la parálisis cerebral es siempre una afección que ataca a una granparte de la periferia, una extremidad, un segmento de ésta o un complicado aparatomotor. Jamás se limita a afectar individualmente a un músculo, por ejemplo, el bícepsdel brazo o el tibial, aisladamente, y si existen aparentes excepciones a esta regla (ladosis cortical, por ejemplo), se ve muy bien que se trata de músculos que realizan por sísolos una función de la cual son el único instrumento.       En las parálisis cerebrales de las extremidades podemos observar que lossegmentos periféricos sufren siempre más que los próximos al centro. Así, la mano semuestra más paralizada que el hombro. No hay, que yo sepa, una parálisis cerebralaislada del hombro, conservando la mano su movilidad, mientras que lo contrario esregla general en las parálisis que no son completas.       En un estudio sobre las afasias (Viena, 1891) he intentado demostrar que la causade esta importante diferencia entre la parálisis periférico-espinal y la parálisis cerebraldebe ser buscada en la estructura del sistema nervioso. Cada elemento de la periferiacorresponde a un elemento en el eje gris, que es, según las palabras de Charcot, suaboutissement nervioso. La periferia es, por decirlo así, proyectada punto por punto yelemento por elemento sobre la sustancia gris de la médula. Así, proponemos denominara la parálisis periférico-espinal detallada parálisis de proyección. No sucede, en cambio,lo mismo por lo que respecta a las relaciones entre los elementos de la médula y los de lacorteza. El número de fibras conductoras no bastaría para establecer una segundaproyección de la periferia sobre la corteza. Hemos de suponer que las fibras que van dela médula a la corteza no representan ya cada una a un solo elemento periférico, sinomás bien a un grupo de ellos, y que, por otra parte, un elemento periférico puedecorresponder a varias fibras conductoras espinocorticales. Existe, en efecto, un cambiode ordenación que ha tenido efecto en el punto de conexión entre los dos segmentos delsistema motor.       Así, pues, la reproducción de la periferia en la corteza no es ya una reproducciónexacta punto por punto ni una verdadera proyección, sino una relación por medio defibras, a las que podemos calificar de representativas. En consecuencia proponemos parala parálisis cerebral el nombre de parálisis de parálisis de representación.       Naturalmente, cuando la parálisis de proyección es total y de una gran extensión,es también una parálisis de conjunto, quedando así desvanecido su gran carácterdistintivo. Por otra parte, la parálisis cortical, que se distingue entre las parálisiscerebrales por su mayor aptitud de disociación, presenta, sin embargo, siempre elcarácter de una parálisis de representación.
Las demás diferencias entre las parálisis de proyección y de representación sonharto conocidas. De ellas citaremos la integridad de la nutrición y de la reaccióneléctrica en la última de dichas dos enfermedades. Aunque muy importantesclínicamente, no tienen estos signos el alcance teórico que hemos de adscribir al primercarácter diferencial por nosotros recogido, o sea la distinción entre parálisis detallada yparálisis conjunta.       Se ha atribuido con gran frecuencia a la histeria la facultad de simular lasafecciones nerviosas orgánicas más diversas. Se trata de saber si de un modo máspreciso simula los caracteres de las dos clases de parálisis orgánicas; esto es, si hayparálisis histéricas de proyección y parálisis histéricas de representación, como en lasintomatología orgánica. Resalta aquí un primer hecho importante: la histeria no simulajamás las parálisis periférico-espinales y de proyección; las parálisis histéricascomparten tan sólo los caracteres de las parálisis orgánicas de representación. Es éste unhecho muy interesante, puesto que la parálisis de Bell, la parálisis radial, etc., se cuentanentre las afecciones más comunes del sistema nervioso.       Creo conveniente hacer constar, para evitar toda confusión, que trato aquíexclusivamente de la parálisis histérica fláccida y no de la contractura histérica. Meparece imposible someter la parálisis y la contractura histérica a las mismas reglas. Sólorefiriéndonos a las parálisis histéricas fláccidas podemos sostener que no afectan jamás aun único músculo, excepto en el caso en que este músculo es el instrumento único deuna función que son siempre parálisis totales y que corresponden en este sentido a laparálisis de representación o cerebral orgánica. Además, en lo que concierne a lanutrición de las partes paralizadas y a sus reacciones eléctricas la parálisis histéricapresenta los mismos caracteres que la parálisis cerebral orgánica.        Si la parálisis histérica se enlaza así a la parálisis cerebral, y particularmente a laparálisis cortical, que presenta una mayor facilidad de disociación, no deja tampoco dedistinguirse de ellas por caracteres importantes. En primer lugar, no aparece sometida ala regla constante en las parálisis cerebrales orgánicas de que el segmento periféricoresulta siempre más afectado que el segmento central. En la histeria, el hombro o muslopueden aparecer más paralizados que la mano o el pie. No es nada difícil producirartificialmente una parálisis aislada del muslo, de la pierna, etc., y la clínica nos presentacon bastante frecuencia estas parálisis aisladas contrariamente a las reglas de la parálisisorgánica cerebral.      En este importante sentido la parálisis histérica es, por decirlo así, intermediaentre la parálisis de proyección y la parálisis de representación orgánica. Si no posee
todos los caracteres de disociación y de aislamiento propios de la primera, tampoco sehalla sujeta a las estrictas leyes que rigen la parálisis cerebral.       Con estas restricciones podemos sostener que la parálisis histérica es también unaparálisis de representación, pero de una representación especial cuya característica faltaaún por hallar.II       PARA avanzar en la dirección antes indicada me propongo estudiar los demásrasgos distintivos entre la parálisis histérica y la parálisis cortical, tipo el más perfecto dela parálisis cerebral orgánica. Hemos mencionado ya el primero de tales caracteresdistintivos, o sea el de que la parálisis histérica puede aparecer más disociada ysistematizada que la parálisis cerebral. Los síntomas de la parálisis orgánica se nosmuestran en la histeria como fragmentados. De la hemiplejía común orgánica (parálisisde los miembros superior e inferior y del facial inferior), la histeria no reproduce sino laparálisis de los miembros, e incluso disocia con gran frecuencia y con la mayor facilidadla parálisis del brazo, de la pierna presentándolas separadas en forma de monoplejías.Del síndrome de la afasia orgánica reproduce la afasia motriz en estado de aislamiento,y, cosa inaudita en la afasia orgánica, puede crear una afasia total (motriz y sensitiva)para un idioma determinado, sin atacar en absoluto la facultad de comprender y articularotro distinto, fenómeno observado por mí en varios casos aún inéditos. Este mismopoder de disociación se manifiesta en las parálisis aisladas de un segmento de miembro,con integridad completa de todas las partes restantes del mismo o también en laabolición completa de una función (abasia, astasia), con integridad de otra funciónejecutada por los mismos órganos. Esta disociación es aún más sorprendente cuando lafunción respetada es la más compleja, pues en la sintomatología orgánica, cuando existeuna debilitación desigual de varias funciones, es siempre la función más compleja yposteriormente adquirida la más atacada a consecuencia de la parálisis.      La parálisis histérica presenta, además, otro carácter, que es como la rúbrica de laneurosis, y que viene a agregarse al anteriormente indicado. En efecto, como variasveces lo he oído al propio Charcot, la histeria es una enfermedad de manifestacionesexcesivas, que entraña una tendencia a producir sus síntomas con la mayor intensidadposible. Es éste un carácter que no se muestra únicamente en las parálisis, sino tambiénen las contracturas y anestesias. Sabido es hasta qué grado de contorsión pueden llegarlas contracturas histéricas, casi sin igual en la sintomatología orgánica. Conocemostambién cuán frecuentes son en la histeria las anestesias absolutas y profundas, de lascuales no pueden reproducir las lesiones orgánicas sino un débil esquema. Lo mismo
sucede con las parálisis. Con frecuencia son absolutas en un grado insuperable: elafásico no prefiere una sola palabra, mientras que el afásico orgánico conserva casisiempre algunas sílabas, el «sí» y el «no», una interjección, etc.; el brazo paralizadocuelga absolutamente inerte, etc. Este carácter es demasiado conocido para queinsistamos en él. Por el contrario, sabemos que en la parálisis orgánica la paresia essiempre más frecuente que la parálisis absoluta.       La parálisis histérica es, pues, de una limitación exacta y de una intensidadexcesiva. Posee estas dos cualidades a la vez, y contrasta así máximamente con laparálisis cerebral orgánica, en la cual no se asocian nunca estos dos caracteres. Tambiénen la sintomatología orgánica existen monoplejías, pero son siempre monoplejías apotiori y no delimitadas exactamente. Si el brazo se halla paralizado a consecuencia deuna lesión cortical orgánica, hay casi siempre ataque concomitante menor del facial y dela pierna, y si esta complicación no se ve ya en un momento dado, ha existido siempre alprincipio de la enfermedad. La monoplejía cortical es siempre, a decir verdad, unahemiplejía, alguna de cuyas partes aparece más o menos borrosa, pero siemprereconocible. Para ir más allá, supongamos que la parálisis no haya afectado más que albrazo, esto es, que se trate de una monoplejía cortical pura. Veremos entonces que laparálisis es de una intensidad moderada. En cuanto esta monoplejía aumente enintensidad convirtiéndose en parálisis absoluta, perderá su carácter de monoplejía pura yaparecerá acompañada de perturbaciones motoras de la pierna ó el rostro. No puedehacerse absoluta y permanecer a la vez limitada.       En cambio, nos muestra de continuo la clínica que tal simultaneidad puede darsemuy bien en la parálisis histérica. Esta parálisis afecta, por ejemplo, al brazo de un modoexclusivo, sin que encontremos el menor indicio de ella en la pierna ni en la cara.Además, al nivel del brazo es tan fuerte como lo pueda ser otra parálisis cualquiera. Estoconstituye una sorprendente diferencia con la parálisis orgánica; diferencia que damucho que pensar.       Naturalmente, hay casos de parálisis histérica en los cuales la intensidad no esexcesiva ni ofrece la disociación nada singular. Estos los reconocemos por otroscaracteres pero son casos que no presentan el sello típico de la neurosis y que, nopudiendo darnos ningún dato sobre la naturaleza de la misma, no poseen interés ningunodesde el punto de vista aquí adoptado.       Añadiremos algunas observaciones de importancia secundaria y que incluso vanmás allá de los límites de nuestro tema.       En primer lugar, haremos constar que las parálisis histéricas aparecenacompañadas de perturbaciones de la sensibilidad con mucha más frecuencia que lasparálisis orgánicas. En general, tales perturbaciones son más profundas y frecuentes en
la neurosis que en la sintomatología orgánica. Nada más común que la anestesia o laanalgesia histérica. Recuérdese, en cambio, con qué tenacidad persiste la sensibilidad enlos casos de lesión nerviosa. Si seccionamos un nervio periférico, la anestesia serámenos en extensión e intensidad de lo que podía esperarse. Si una lesión inflamatoriaataca los nervios espinales o los centros de la médula, hallaremos siempre que lamotilidad sufre en primer lugar y que la sensibilidad permanece indemne o queda tansólo algo debilitada, pues persisten siempre en alguna parte elementos nerviosos que nose hallan totalmente destruidos. En los casos de lesión cerebral, conocemos la frecuenciay la duración de la hemiplejía motriz, mientras que la hemianestesia concomitante esindistinta, fugaz, y no aparece en todos los enfermos. Sólo algunas localizacionescompletamente especiales pueden producir una afección de la sensibilidad, intensa yduradera, e incluso este hecho no está exento de dudas.       Esta manera de ser de la sensibilidad, diferente en las lesiones orgánicas y en lahisteria, no es aún explicable hoy en día. Parece existir aquí un problema, cuya soluciónnos revelaría quizá la naturaleza íntima de las cosas.       Otro punto que me parece digno de mención es la existencia de algunas formas deparálisis cerebral que no aparecen realizadas en la histeria, como tampoco las parálisisperiférico-espinales de proyección. Débese citar, en primer término, la parálisis delfacial inferior, manifestación la más frecuente de una afección orgánica del cerebro, ypermitiéndonos pasar por un momento a las parálisis sensoriales, la hemianopsia lateralhomónima. Sabemos que es una temeridad querer afirmar que un determinado síntomano se encuentra en la histeria, cuando las investigaciones de Charcot y de sus alumnosdescubren en ella, casi cotidianamente, síntomas nuevos insospechados antes. Pero no espreciso tomar las cosas tal y como actualmente se hallan. La parálisis facial histérica esmuy discutida por Charcot, y si hemos de creer a los partidarios de este hombre deciencia, se trata de un fenómeno extraordinariamente raro. La hemianopsia no ha sidoaún vista en la histeria, y, a nuestro juicio, no lo será jamás.       Pero ahora, ¿de dónde viene que las parálisis histéricas, no obstante simular muyprecisamente las parálisis corticales, difieren de ellas en los rasgos distintivos que hemosintentado enumerar? ¿Y cuál es el carácter genérico de la representación general al quehabremos de enlazarlas? La respuesta a estas interrogaciones contendría una parte muyconsiderable e importante de la teoría de la neurosis.III
No cabe ya la menor duda sobre las condiciones que dominan la sintomatología dela parálisis cerebral. Tales condiciones están constituidas por los hechos de la anatomía,la construcción del sistema nervioso, la distribución de sus vasos y la relación entre estasdos series de hechos y las circunstancias de la lesión. Hemos dicho que el menor númerode fibras que van desde la médula a la corteza, en comparación con el número de fibrasque van desde la periferia a la médula, es la base de la diferencia entre la parálisis deproyección y la de representación. Igualmente todo detalle clínico de la parálisis derepresentación puede hallar su explicación en un detalle de la estructura cerebral, einversamente, podemos deducir la construcción del cerebro de los caracteres clínicos delas parálisis. Creemos, pues, en la existencia de un perfecto paralelismo entre estas dosseries.       De este modo, si para la parálisis cerebral común no hay una gran facilidad dedisociación, es porque las fibras de conducción motrices se hallan, en un largo trecho desu trayecto intracerebral, demasiado próximas para ser lesionadas separadamente. Si laparálisis cortical muestra una mayor tendencia a las monoplejías, es porque el diámetrodel haz conductor braquial, crural, etc., va creciendo hasta la corteza. Si de todas lasparálisis corticales es la de la mano la más completa, ello proviene, a nuestro juicio, deque la relación crucial entre el hemisferio y la periferia es para la mano más exclusivaque para cualquier otra parte del cuerpo. Si el segmento periférico de una extremidadsufre más de la parálisis que el segmento central, supondremos que las fibrasrepresentativas del segmento periférico son mucho más numerosas que las del segmentocentral, de manera que la influencia cortical se hace más importante para el primero quepara el segundo. Si las lesiones algo extensas de la corteza no llegan a producirmonoplejías puras, concluimos que los centros motores existentes sobre la corteza no sehallan precisamente separados entre sí por campos neutrales, o que existen acciones adistancia que anularían el efecto de una separación exacta de los centros.       Igualmente, si en la afasia orgánica hay siempre una mezcla de perturbaciones dedistintas funciones, ello se explica por el hecho de que todos los centros del lenguaje sehallan alimentados por ramas de la misma arteria, o, si se acepta la opinión enunciada enmi estudio crítico sobre la afasia, por la circunstancia de no tratarse de centrosseparados, sino de un territorio continuo de asociación.       Las singulares asociaciones que tan frecuentemente se observan en la clínica delas parálisis corticales -afasia motriz y hemiplejía derecha, alexia y hemianopsiaderecha- se explican por la vecindad de los centros lesionados. La hemianopsia misma,síntoma muy curioso y extraño para el espíritu no científico, no se comprende sino por elentrecruzamiento de las fibras del nervio óptico en el quiasma, constituyendo laexpresión clínica del mismo como todos los detalles de las parálisis cerebralesconstituyen la expresión clínica de un hecho anatómico.
Dado que no puede haber sino una sola anatomía cerebral verdadera, y ésta ha dehallar su expresión en los caracteres clínicos de las parálisis cerebrales, esevidentemente imposible que tal anatomía pueda explicar los rasgos distintivos de laparálisis histérica. Por esta razón no es admisible deducir para la anatomía cerebralconclusiones basadas en la sintomatología de estas parálisis.       Seguramente es necesario tener en cuenta la naturaleza de la lesión para obteneresta espinosa explicación. En las parálisis orgánicas, la naturaleza de la lesióndesempeña un papel secundario, siendo más bien la extensión y la localización de lalesión las que en las condiciones estructurales dadas del sistema nervioso producen loscaracteres antes indicados de la parálisis orgánica. ¿Cuál podrá ser en la parálisishistérica la naturaleza de la lesión que por sí sola domina la situación,independientemente de la localización de la extensión de la lesión y de la anatomía delsistema nervioso?       Charcot afirma repetidamente que se trata de una lesión cortical, pero puramentedinámica o funcional.       Es ésta una tesis de la que se comprende bien el lado negativo. Equivale a afirmarque en la autopsia no se hallará modificación alguna apreciable en los tejidos. Perodesde un punto de vista más positivo, su interpretación está muy lejos de hallarse exentade equívocos. ¿Qué es, en efecto, una lesión dinámica? Estoy seguro que muchoslectores de Charcot creen que la lesión dinámica es desde luego una lesión, pero unalesión de la cual no se encuentra en el cadáver huella alguna, como un edema, unaanemia o una hiperemia activa. Pero tales lesiones existen y son verdaderas lesionesorgánicas, aunque no persistan después de la muerte y sean ligeras y fugaces. Esnecesario que las parálisis producidas por lesiones de este orden compartan en todo loscaracteres de la parálisis orgánica. El edema y la anemia no podrían, mejor que lahemorragia y el reblandecimiento, producir la disociación y la intensidad de las parálisishistéricas. La única diferencia sería que la parálisis por el edema, por la constricciónvascular, etc., debe ser menos duradera que la parálisis por destrucción del tejidonervioso. Todas las demás condiciones les son comunes, y la anatomía del sistemanervioso determinará las propiedades de la parálisis, lo mismo en los casos de anemiafugaz que en los de anemia permanente y definitiva.       No creo que estas observaciones sean del todo gratuitas. Si leemos que «debe deexistir una lesión histérica» en tal o cual centro, el mismo cuya lesión orgánicaproduciría el síndrome orgánico correspondiente, y recordamos que se ha tomado lacostumbre de localizar la lesión histérica dinámica del mismo modo que la lesiónorgánica, nos inclinaremos a creer que bajo el término de «lesión orgánica» se escondela idea de una lesión como el edema o la anemia, que son realmente afecciones
orgánicas pasajeras. Por el contrario, afirmo yo que la lesión de las parálisis histéricasdebe ser completamente independiente de la anatomía del sistema nervioso, puesto quela histeria se comporta en sus parálisis y demás manifestaciones como si la anatomía noexistiese o como si no tuviese ningún conocimiento de ella.       Muchos de los caracteres de las parálisis histéricas justifican en verdad estaafirmación. La histeria ignora la distribución de los nervios, y de este modo no simulalas parálisis periférico-espinales o de proyección. No conoce el quiasma de los nerviosópticos, y, por tanto no produce la hemianopsia. Toma los órganos en el sentido vulgar,popular del nombre que llevan: la pierna es la pierna hasta la inserción de la cadera, y elbrazo es la extremidad superior tal y como se dibuja bajo los vestidos. No hay razónpara unir a la parálisis del brazo la parálisis del rostro. El histérico que no sabe hablarcarece de motivo para olvidar la inteligencia del lenguaje, puesto que la afasia motriz yla sordera verbal no poseen afinidad ninguna para la noción popular, etc. No puedo sinoasociarme plenamente en este punto a la opinión que Janet ha expuesto en los últimosnúmeros de los Archivos de Neurología. Las parálisis histéricas la demuestran tan biencomo las anestesias y los síntomas psíquicos.IV       INTENTARÉ, por último, exponer cómo podría ser la lesión causa de las parálisishistéricas. No quiere esto decir que vaya a mostrar cómo de hecho es tal lesión. Trátasetan sólo de indicar la trayectoria mental, susceptible de conducir a una concepción queno contraiga las propiedades de la parálisis histérica, en cuanto difiere de la parálisisorgánica cerebral.       Tomaremos los términos «lesión funcional o dinámica» en su sentido propio de«alteración de una función o de un dinamismo», o alteración de una propiedadfuncional. Una tal alteración sería, por ejemplo, la disminución de la excitabilidad o deuna cualidad fisiológica, que en estado normal permanecen constantes o varían dentro delímites determinados.      Se nos dirá quizá que nada nos impide considerar la alteración funcional comouno de los aspectos de la alteración orgánica. Así, una anemia pasajera del tejidonervioso disminuirá su excitabilidad.      Mas, por nuestra parte, intentaremos demostrar que puede haber alteraciónfuncional sin lesión orgánica concomitante, o, por lo menos, sin lesión reconocible, aunpor medio del más sutil análisis. O dicho de otro modo: intentaremos dar un ejemploapropiado de una alteración funcional primitiva. No pedimos para hacerlo más que el
permiso de pasar al terreno de la Psicología, imposible de eludir cuando de la histeria setrata.       Con Janet, afirmamos que en las parálisis histéricas, como en las anestesias, es laconcepción vulgar, popular, de los órganos y del cuerpo en general la que entra en juego.Esta concepción no se funda en un conocimiento profundo de la anatomía nerviosa, sinoen nuestras percepciones táctiles y, sobre todo, visuales. Si tal concepción es la quedetermina los caracteres de la parálisis histérica, esta última deberá mostrarse ignorantede toda noción de la anatomía del sistema nervioso e independiente de ella. La lesión dela parálisis histérica será, pues, una alteración, por ejemplo, de la concepción o idea delbrazo. Pero, ¿de qué clase es esta alteración para producir la parálisis?      Considerada psicológicamente, la parálisis del brazo consiste en que laconcepción del brazo queda imposibilitada de entrar en asociación con las demás ideasque constituyen el yo, del cual el cuerpo del individuo forma una parte importante. Lalesión sería, pues, la abolición de la accesibilidad asociativa de la concepción del brazo.El brazo se comporta como si no existiese para el juego de las asociaciones.Seguramente, si las condiciones materiales que corresponden a la concepción del brazose encuentran profundamente alteradas, tal concepción se perderá también, perohabremos de demostrar que puede ser inaccesible sin hallarse destruida y sin que susubstrato material (el tejido nervioso de la región correspondiente de la corteza) se hallelesionado.       Comenzaremos por algunos ejemplos tomados de la vida social. Conocida es lahistoria cómica del súbdito entusiasta que juró no volver a lavarse la mano que su rey sehabía dignado estrechar. La relación de su mano con la idea del rey parece tanimportante a la vista psíquica del individuo, que él mismo rehúsa hacerla entrar en otrasrelaciones. Al mismo impulso obedecemos nosotros cuando rompemos la copa en la quehemos bebido a la salud de unos recién casados. Asimismo las antiguas tribus salvajes,que con el cadáver de su jefe quemaban su caballo, sus armas e incluso sus mujeres,obedecían a esta idea de que nadie debía tocarlos después de él. El motivo de todos estosactos es bien transparente. El valor afectivo que atribuimos a la primera asociación de unobjeto nos impide hacerlo entrar en una nueva asociación con otros, y de este modo haceinaccesible a la asociación la idea de tal objeto.      En los dominios de la psicología de las concepciones sucede algo idéntico. Si laconcepción del brazo ha entrado en una asociación de un gran valor afectivo, seráinaccesible al libre juego de las demás asociaciones. El brazo quedará paralizado enproporción a la persistencia de dicho valor afectivo o de su disminución por mediospsíquicos apropiados. Tal es la solución del problema que antes planteamos, pues en
todos los casos de parálisis histérica se comprueba que el órgano paralizado o la funciónabolida se hallan en una asociación subconsciente, provista de un gran valor afectivo, yse puede demostrar que el brazo queda libre en cuanto dicho valor afectivo es hechodesaparecer. En este punto, la concepción del brazo existe en el substrato material, perono es accesible a los impulsos y asociaciones conscientes, porque toda su afinidadasociativa se halla integrada en una asociación subconsciente con el recuerdo del sucesotraumático que ha producido la parálisis.       Charcot ha sido el primero en enseñarnos que para la explicación de la neurosishistérica es preciso recurrir a la Psicología. En nuestra Memoria preliminar sobre elmecanismo psíquico de los fenómenos histéricos hemos seguido Breuer y yo su ejemplo.En esta Memoria demostramos que los síntomas permanentes de la histeria llamada notraumática se explican (excepción hecha de los estigmas) por el mismo mecanismo queCharcot ha reconocido en las parálisis traumáticas. Pero exponemos también la razónpor la cual estos síntomas persisten y pueden ser curados por medio de un procedimientoespecial de psicoterapia hipnótica. Todo suceso, toda impresión psíquica, se hallanprovistos de un cierto valor afectivo, del cual se libertó el yo, bien por medio de unareacción motriz, bien mediante una labor psíquica asociativa. Si el individuo no puede ono quiere poner en práctica estos medios, el recuerdo de la impresión de que se trateadquirirá la importancia de un trauma y se constituirá en causa de síntomas permanentesde histeria. La imposibilidad de la eliminación se impone cuando la impresiónpermanece en lo subconsciente. Esta es la teoría a la que hemos dado el nombre de«derivación por reacción de los incrementos de estímulo».       En resumen: de acuerdo con la opinión general que sobre la histeria hemosformado, según las enseñanzas de Charcot, hemos de aceptar que la lesión existente enlas parálisis histéricas no consiste sino en la inaccesibilidad de la concepción del órganoo de la función para las asociaciones del yo consciente; que esta alteración, puramentefuncional (con integridad de la concepción misma), es causada por la permanencia deesta concepción en una asociación subconsciente con el recuerdo del trauma, y que estaconcepción no se liberta y hace accesible en tanto que el valor afectivo del traumapsíquico no ha sido eliminado por medio de la reacción motriz adecuada o del trabajopsíquico consciente. De todos modos, aunque este mecanismo no tenga afecto y seasiempre necesaria para la parálisis histérica una idea autosugestiva directa, como en loscasos traumáticos de Charcot, habremos conseguido mostrar de qué naturaleza deberíaser en la parálisis histérica la lesión, o más bien la alteración, para explicar susdiferencias con la parálisis orgánica cerebral.
IVUN CASO DE CURACIÓN HIPNÓTICAY ALGUNAS OBSERVACIONES SOBRE LA GÉNESIS DE SÍNTOMASHISTÉRICOS POR «VOLUNTAD CONTRARIA»1892-1893       ME decido a publicar aquí la historia de una curación obtenida mediante lasugestión hipnótica por tratarse de un caso al que una serie de circunstancias accesoriasde mayor transparencia y fuerza probatoria de las que suelen entrañar la mayoría denuestros resultados terapéuticos de este orden.       La mujer a la cual me fue dado auxiliar así, en un momento muy importante de suexistencia, me era conocida desde muchos años atrás, y permaneció luego varios otrossometida de mi observación. La perturbación de la cual le libertó la sugestión hipnóticahabía ya surgido una vez con anterioridad, siendo ineficazmente combatida eimponiendo a la sujeto una penosa renuncia, que la segunda vez logré evitarle con misauxilios. Todavía, un año después, volvió a presentarse, por vez tercera, la dichaperturbación, para ser de nuevo suprimida con iguales medios, pero ahora ya de unmodo definitivo, no volviendo a atormentar a la sujeto en todo el tiempo que hubo deejercer la función sobre la cual recaía. Además, creo haber conseguido en este casodescubrir el sencillo mecanismo de la perturbación y relacionarlo con procesos análogosdel campo de la neuropatología.       Trátase, para no continuar hablando en adivinanzas, de un caso en el que unamadre se vio imposibilitada de amamantar a su hijo recién nacido hasta la intervenciónde la sugestión hipnótica, y en el cual lo sucedido después de un parto anterior y otroposterior permitió una comprobación, sólo raras veces posible, del resultado terapéutico.       El sujeto del historial clínico que sigue es una mujer joven, entre los veinte y lostreinta años, a la que casualmente trataba yo desde sus años infantiles, y que por susexcelentes cualidades, su serena reflexión y su naturalidad, no había dado jamás, nitampoco a su médico de cabecera, una impresión de nerviosismo. Teniendo en cuentalos sucesos que a continuación me propongo relatar, hemos de considerarla, siguiendo lafeliz expresión de Charcot, como una hystérique doccasion categoría perfectamentecompatible con las mejores cualidades y una intacta salud nerviosa en todo otro punto.De su familia conozco a su madre, mujer nada nerviosa, y a una hermana menor, muysemejante a ella y perfectamente sana. En cambio, un hermano suyo padeció unaneurastenia juvenil, que echó por tierra todos sus planes para lo futuro. La etiología y el
curso de esta enfermedad, cuyo desarrollo, muy parecido siempre, tengo todos los añosrepetidas ocasiones de observar, me son bien conocidos. La buena constitución primitivadel sujeto pereció asaltada por las corrientes dificultades sexuales puberales, el trabajoexcesivo de los años de estudios y su intensificación al llegar el examen final, unagonorrea y, enlazada a ella, la súbita explosión de una dispepsia, acompañada de untenaz estreñimiento, de intensidad casi increíble, que meses después desapareció, siendosustituido por pesadez de cabeza, mal humor e incapacidad para el trabajo. A partir deeste momento se desarrolló una alteración del carácter del sujeto, que le convirtió enconstante tormento de su familia. No me es posible decir, de momento, si esta forma dela neurastenia puede o no adquirirse en su totalidad. Así, pues, y teniendo, además, encuenta que no conozco a los restantes parientes de mi enferma, dejaré indecisa lacuestión de si hemos de suponer en su familia una disposición hereditaria a las neurosis.       Al nacimiento de su primer hijo había tenido la paciente intención de criarlo sinauxilio ninguno ajeno. El parto no fue más difícil de lo habitual en las primerizas,terminando con una leve aplicación de fórceps. Pero la madre no consiguió, a pesar desu excelente constitución física, su ilusión de ser una buena nodriza. Tenía poca leche,sentía intensos dolores al dar el pecho al niño. Perdió el apetito, tomó repugnancia a lacomida y pasaba las noches insomne y excitada. De este modo, y para no poner en gravepeligro la salud del niño y la suya propia, hubo necesidad de declarar fracasada latentativa, a los catorce días, y buscar un ama, desapareciendo enseguida todas lasmolestias de la madre. Haré constar que de esta primera tentativa de lactancia no puedoinformar como médico ni como testigo.       Tres años después tuvo la sujeto su segundo hijo, y también por circunstanciasexteriores resultaba deseable evitar la lactancia mercenaria. Pero los esfuerzos de lamadre en este sentido parecieron tener aún menos éxito y provocar fenómenos máspenosos que la vez primera. La joven madre vomitaba todo alimento, no dormía y semanifestaba tan deprimida por su incapacidad, que los dos médicos de la familia, losacreditados doctores Breuer y Lott, se opusieron a toda continuación de la tentativa,aconsejando como último medio experimentable la sugestión hipnótica. De este modo,el cuarto día, por la tarde, fui llamado a la cabecera de la enferma.      A mi llegada, la encontré en la cama, con las mejillas muy arrebatadas y furiosapor su incapacidad para criar al niño incapacidad que crecía a cada nueva tentativa, noobstante poner ella todo su esfuerzo en dominarla. Para evitar los vómitos no habíatomado alimento en todo aquel día. El epigastrio aparecía abultado, y colocando la manosobre el estómago, se advertían continuas contracciones. La enferma se quejaba,además, de un constante mal sabor de boca. Ni ella ni sus familiares me recibieron como
a persona de quien se espera auxilio, sino sólo en obediencia a lo indicado por los otrosmédicos. No podía, pues, contar con gran confianza de su parte.       En el acto intenté producir la hipnosis, haciendo fijar a la paciente sus ojos en losmíos y sugiriéndole los síntomas del sueño. A los tres minutos yacía la enferma en sulecho, con la tranquila expresión de un profundo reposo, sirviéndome entonces de lasugestión para contradecir todos sus temores y todas las sensaciones en las que dichostemores se fundaban: «No tenga usted miedo; será usted una excelente nodriza y el niñose criará divinamente. Su estómago marcha muy bien; tiene usted un gran apetito y estádeseando comer», etc. La enferma continuó durmiendo cuando la abandoné por brevesinstantes, y al despertarla mostró una total amnesia con respecto a lo sucedido durante lahipnosis. Antes de marcharme hube aún de rechazar una observación del marido sobre elpeligro de que la hipnosis perturbarse para siempre los nervios de su mujer.       Los hechos que al día siguiente me comunicaron los familiares de la enferma, alos cuales no parecían haber causado impresión ninguna, constituyeron para mí unagarantía de éxito. La sujeto había cenado sin la menor molestia, había dormido bien y sehabía desayunado, a la mañana, con gran apetito. En todo este tiempo había amamantadoa su hijo sin la menor dificultad. Pero a la vista del almuerzo, demasiado copioso,despertó de nuevo su repugnancia, y antes de haber probado nada reaparecieron losvómitos. Desde este momento le fue imposible volver a dar el pecho al niño, y a millegada mostraba los mismos síntomas que el día anterior. Mi argumento de que no teníapor qué preocuparse, una vez comprobado que su malestar podía desaparecer y había, enrealidad, desaparecido por casi medio día, no le hizo efecto ninguno.       Recurriendo, pues, de nuevo a la hipnosis, desarrollé una mayor energía que el díaanterior, sugiriéndole que cinco minutos después de mi partida había de encontrarse, untanto violentamente, con los suyos y preguntarles cómo es que no le daban de cenar, sies que se habían propuesto matarla de hambre, si creían que de este modo iba a podercriar a su hijo, etc. A mi tercera visita no precisaba ya la sujeto de tratamiento alguno.Nada le faltaba ya; gozaba de buen apetito, tenía leche bastante para el niño, no lecausaba dolor ninguno darle el pecho, etc. A su marido le había inquietado que despuésde mi partida hubiera dirigido a su madre ásperos reproches, contra su generalcostumbre. Pero desde entonces todo iba bien.       Mi intervención terminó aquí por esta época. La sujeto amamantó a su hijodurante ocho meses, teniendo yo ocasión de comprobar varias veces en este período elbuen estado de salud de ambos. Unicamente hube de encontrar incomprensible eirritante que nadie de la familia volviera a hablarme del buen resultado obtenido con miintervención.
Pero un año después obtuve mi desquite. Un tercer hijo planteó de nuevo elproblema, presentándose otra vez la imposibilidad de criarlo. Encontré a la sujeto en elmismo estado que la vez anterior, indignada contra sí misma al ver que toda su fuerza devoluntad no llegaba a vencer la repugnancia a alimentarse y los demás síntomas. Laprimera sesión de hipnosis no produjo otro resultado que el de desesperanzar más a laenferma. Pero después de la segunda quedó de nuevo tan completamente anulado elcomplejo de síntomas, que no hubo necesidad de más. La sujeto crió también a esteniño, que hoy tiene ya año y medio, sin molestia alguna, y goza de buena salud.       Ante esta repetición del éxito terapéutico, modificó el matrimonio su actitud paraconmigo, y me confesaron el motivo a que obedecía. «Me daba vergüenza -dijo lamujer- reconocer que el hipnotismo conseguía lo que toda mi fuerza de voluntad no erasuficiente a lograr.» De todos modos, no creo que ni ella ni su marido hayan dominadola aversión que les inspiraba la hipnosis.      PASAMOS ahora a explicar cuál fue el mecanismo psíquico de la perturbación denuestra paciente, suprimida por sugestión. No tuve como en otros casos, de los que másadelante trataré, noticia directA de dicho mecanismo, sino que hube de adivinarlo.       Existen representaciones con las cuales se halla enlazado un afecto expectante, yson de dos órdenes: representaciones de que haremos esto o aquello, o sea propósitos, yrepresentaciones de que nos sucederá algo determinado, o sea expectaciones. El afecto aellas enlazado depende de dos factores: en primer lugar, de la importancia que el sucesopueda tener para nosotros, y en segundo, del grado de inseguridad que entraña laexpectación del mismo. La inseguridad subjetiva, la «contraexpectación», aparecerepresentada por una serie de representaciones a las que damos el nombre derepresentaciones contrastantes penosas. Cuando se trata de un propósito, dichasrepresentaciones contrastantes son las de que no conseguiremos llevarlo a cabo poroponerse a ello tales o cuales dificultades, faltarnos las cualidades necesarias paraalcanzar el éxito y saber que otras personas determinadas han fracasado en análogascircunstancias. El otro caso, o sea el de la expectación, no precisa de esclarecimientoalguno. La contraexpectación reposa en la reflexión de todas las posibilidades con quepodemos tropezar en lugar de la deseada. Continuando la discusión de este caso,llegaríamos a las fobias que tan amplio papel desempeñan en la sintomatología de lasneurosis. Por ahora permaneceremos en la primera categoría, o sea en los propósitos.Habremos de preguntarnos, en primer lugar, cuál es el destino de las representacionescontrastantes en la vida mental normal. A nuestro juicio quedan inhibidas, coartadas yexcluidas de la asociación, a veces hasta tal extremo, que su existencia no se haceevidente, casi nunca, frente al propósito, siendo únicamente el estudio de las neurosis elque nos las descubre. En cambio, en las neurosis -y no me refiero solamente a la histeria;
sino al status nervosus en general- existe, primariamente, una tendencia a la depresiónanímica y a la disminución de la consciencia del propio yo, tal y como la encontramos, atítulo de síntoma aislado y altamente desarrollado, en la melancolía. En la neurosispresentan, asimismo, gran importancia las representaciones contrastantes con elpropósito, por adaptarse muy bien su contenido al estado de ánimo propio de estaafección o quizá porque la neurosis hace surgir representaciones de este orden, que sinella no se hubieran constituido.       Esta intensificación de las representaciones contrastantes se nos muestra, en elsimple status nervosus y referida a la expectación, como una general tendenciapesimista, y en la neurastenia de ocasión, por asociación con las sensaciones máscausales, a las múltiples fobias de los neurasténicos. Transferido a los propósitos, creaeste factor aquellas perturbaciones que pueden ser reunidas bajo el nombre de folie dedoute, y cuyo contenido es la desconfianza del sujeto con respecto al propiorendimiento. Precisamente en este punto se conducen las dos grandes neurosis -laneurastenia y la histeria-de un modo por completo distinto y característico para cadauna. En la neurastenia; la representación contrastante patológicamente intensificada seune a la representación de la voluntad positiva para formar un solo acto de consciencia,y sustrayéndose de ella da origen a aquella falta de voluntad de los neurasténicos, de lacual se dan perfecta cuenta estos enfermos. En la histeria, el proceso se diferencia deéste en dos puntos, o quizá en uno sólo. Como corresponde a la tendencia de la histeria ala disociación de la consciencia, la representación contrastante penosa, aparentementecoartada, es disociada del propósito y perdura, inconsciente para el enfermo, en calidadde representación aislada. Es característico de la histeria el hecho de que estarepresentación coartada se objetiviza luego, por inervación somática, cuando llega elmomento de realizar el propósito, con igual facilidad y en la misma forma que en estadonormal la representación de la abolición positiva. La representación contrastante seconstituye, por decir así, en una «voluntad contraria», y el enfermo se percata conasombro de que toda su voluntad positiva permanece impotente. Tales dos factores sefunden, quizá, en uno sólo, como ya antes indicamos, sucediendo muy probablementeque si la representación contrastante encuentra un medio de objetivizarse es porque nose halla coartada por su enlace con el propósito en la misma forma que ella lo coarta.       En nuestro caso, de una madre a la cual una perturbación nerviosa impideamamantar a su hijo, una neurasténica se hubiera conducido en la forma siguiente:hubiera sentido graves temores ante la labor maternal que se le planteaba y dadoinfinitas vueltas en su pensamiento a todos los accidentes y peligros posibles, acabando,sin embargo, por criar a su hijo perfectamente, aunque atormentada por constantes dudasy temores, a menos que la representación contrastante resultara victoriosa, en cuyo casohabría abandonado la sujeto su propósito, considerándose incapaz de llevarlo a cabo. La
histérica se conduce en forma muy distinta. No tiene, quizá, consciencia de sus temores,abriga la firme intención de llevar a cabo su propósito y emprende, sin vacilaciónalguna, el camino para lograrlo. Pero a partir de este momento se comporta como siabrigase la firme voluntad de no amamantar al niño, y esta voluntad provoca en ellatodos aquellos síntomas subjetivos que una simuladora pretendería experimentar paraeludir el cumplimiento de sus obligaciones maternas, o sea la falta de apetito, larepugnancia a todo alimento y la imposibilidad de dar el pecho al niño a causa de losterribles dolores que ello le originaba. Pero, además, como la voluntad contraria essuperior a la simulación consciente, en lo que respecta al dominio del cuerpo, presentarála histérica toda una serie de síntomas objetivos que la simulación no consigue hacersurgir. En contraposición a la falta de voluntad de la neurastenia, existe aquí unaperversión de la voluntad, y en vez de la resignada indecisión de la neurasténica,muestra la histérica asombro e indignación ante la dualidad para ella incomprensible.      Creo pues, justificado considerar a mi paciente como una hystérique doccasion,dado que bajo la influencia de un motivo ocasional le fue posible producir un complejode síntomas, de mecanismo tan exquisitamente histérico. Como causa ocasionalpodemos considerar aquí la excitación anterior al primer parto o el agotamientoconsecutivo puesto que el primer parto constituye la mayor conmoción que el organismofemenino puede experimentar; conmoción después de la cual suele producir la mujertodos aquellos síntomas neuróticos a los que se halla predispuesta.      El caso de mi enferma es, probablemente, típico para una amplia serie de otros enlos que la lactancia u otra análoga función quedan perturbadas por influencias nerviosasy nos aclara su naturaleza. Pero como en él no se me reveló directamente elcorrespondiente mecanismo psíquico, sino que llegué a él por inducción especulativa,me apresuré a asegurar que la investigación de los enfermos en la hipnosis me harevelado muchas veces la existencia de un mecanismo psíquico semejante de losfenómenos histéricos.       Expondré aquí uno de los más singulares ejemplos de este orden. Hace años teníasometida a tratamiento a una señora histérica, de voluntad muy enérgica para todo lo queno se relacionara con su enfermedad, pero gravemente afectada, por otro lado, denumerosas y tiránicas incapacidades y prohibiciones histéricas. Entre otros síntomaspresentaba el de producir de cuando en cuando a manera de un tic, un sonidoinarticulado, un singular chasquido o castañeteo, que se abría paso entre sus labioscontraídos. Al cabo de varias semanas le pregunté en qué ocasión había surgido por vezprimera aquel síntoma. La respuesta fue: «No lo sé. Hace ya mucho tiempo.» De estemodo me inclinaba ya a considerarlo como un tic auténtico, cuando un día se me ocurrióinterrogar de nuevo a la paciente, hallándose ésta en un profundo sueño hipnótico. En la
hipnosis disponía esta enferma -sin necesidad de sugestión ninguna- de todo su acervode recuerdos o, como estoy muy inclinado a afirmar, de toda la amplitud de suconsciencia, restringida durante el estado de vigilia. A mi pregunta de cuándo se habíaproducido por vez primera aquel síntoma, respondió en el acto: «Lo tengo desde que unavez me hallaba velando a mi hija menor, enferma de gravedad, y me propuse guardar elmás absoluto silencio para no perturbar el sueño que por fin había conciliado, despuésde un día de continuas convulsiones. Luego desapareció y no volvió a molestarme hastamuchos años después, consecutivamente al suceso que voy a relatarle. Yendo en cochecon mis hijas a través de un bosque, nos sorprendió una tormenta, y los caballos seespantaron al caer un rayo en un árbol cercano. Entonces pensé que debía evitar todoruido para no asustar más a los caballos; pero contra toda mi voluntad produje elchasquido que desde entonces me es imposible reprimir.» Una vez referido en estaforma el singular chasquido a su fuente de origen, desapareció por completo y paramuchos años, convenciéndome así que no se trataba de un «tic» auténtico. Fue ésta laprimera ocasión que se me ofreció de comprobar la génesis de un síntoma histérico porobjetivación de la representación contrastante penosa, o sea por «voluntad contraria». Lamadre, agotada por el temor y los desvelos que le ocasiona la enfermedad de su hija, sepropone guardar el más absoluto silencio para no perturbar el anhelado reposo de laenferma. Pero hallándose en un estado de gran agotamiento, la representacióncontrastante de que acabaría por producir algún ruido demuestra ser la más fuerte,consigue dar origen a una inervación de la lengua, inervación que el propósito depermanecer en silencio había, quizá, olvidado de impedir; rompe la contracción de loslabios y produce un ruido, el cual adquiere un carácter fijo a partir de este momento,especialmente después de la repetición del mismo suceso.       Para llegar a una completa comprensión de este proceso hemos de atender aún auna determinada objeción. Podrá, en efecto, preguntársenos cómo, dado un agotamientogeneral -que establece, desde luego, la disposición a tal proceso-, vence, precisamente,la representación contrastante. Nuestra respuesta sería que dicho agotamiento no es tansólo parcial. Se hallan agotados aquellos elementos del sistema nervioso que constituyenlos fundamentos materiales de las representaciones asociadas a la consciencia primaria.En cambio, las representaciones excluidas de esta cadena de asociaciones -del yonormal- no se hallan agotadas, y predominan así en el momento de la disposiciónhistérica.      Ahora bien: todo conocedor de la histeria observará que el mecanismo psíquicoaquí descrito aclara no sólo algunos accidentes histéricos aislados, sino amplios sectoresdel cuadro sintomático de la histeria y uno de sus rasgos característicos más singulares.Nuestra afirmación de que las representaciones contrastantes penosas, coartadas yrechazadas por la consciencia normal fueron las que pasaron a primer término y hallaron
el camino de la inervación somática en el momento de la disposición histérica, nos datambién la clave de la peculiaridad de los delirios que acompañan a los ataqueshistéricos. No es un hecho casual el que los delirios histéricos de las monjas, en lasepidemias de la Edad Media, consistieran en graves blasfemias y un desenfrenadoerotismo, ni tampoco que precisamente los niños mejor educados y más formales seanlos que en sus ataques histéricos se muestren más groseros, insolentes y «mañosos». Lasseries de representaciones trabajosamente reprimidas son las que quedan en estos casosconvertidas en actos, a consecuencia de una especie de voluntad contraria, cuando lapersona sucumbe al agotamiento histérico. Esta relación es aquí más estrecha que nunca,pues precisamente es dicha laboriosa represión la que provoca el referido estadohistérico, en cuya descripción psicológica no hemos entrado, por limitarnos en elpresente trabajo a la explicación de por qué -dado previamente tal estado de disposiciónhistérica- aparecen los síntomas en la forma que los observamos.      La histeria debe a esta emergencia de la voluntad contraria aquel carácterdemoníaco que tantas veces presenta y que se manifiesta en que los enfermos se venimposibilitados, en ciertas ocasiones, de realizar aquello que más ardientemente desean,hacen precisamente lo contrario de lo que se les ha pedido y calumnian aquello que leses más querido o desconfían de ello.      La perversión del carácter, propia del histérico; el impulso a hacer el mal o aenfermar cuando más desea la salud, constituye una coerción a la que sucumben los másintachables caracteres cuando quedan abandonados por algún tiempo a la acción de lasrepresentaciones contrastantes.      La interrogación referente al destino de los propósitos inhibidos parece carecer desentido por lo que se refiere a la vida intelectual normal. Podría contestarse diciendo queno llegan a existir. Pero el estudio de la histeria muestra que, por el contrario, tomanvida; esto es, que la modificación material a ellas correspondiente queda conservada,sobreviviendo tales propósitos, como fantasmas de un tenebroso reino, hasta el momentoen que logran emerger y apoderarse del cuerpo que hasta entonces habría servidofielmente a la consciencia del yo.      He dicho antes que este mecanismo es típico de la histeria, y he de añadir ahoraque no es exclusivo de esta afección. Volvemos a encontrarlo en el «tic» convulsivo,neurosis de tan grande analogía sintomática con la histeria, que todo su cuadrosintomático puede aparecer como fenómeno parcial de la misma, resultando así queCharcot, después de un detenido estudio, sólo pudo establecer, como diferencia, la deque el «tic» histérico llega a desaparecer, perdurando, en cambio, el «tic» auténtico. Elcuadro de un grave «tic» convulsivo se compone de movimientos involuntarios quepresentan con frecuencia (siempre, según Charcot y Guinon) el carácter de gestos o
movimientos adecuados en alguna ocasión anterior, coprolalia, ecolalia yrepresentaciones obsesivas, de las correspondientes a la folie de doute. Ahora bien:sorprende leer en Guinon, autor que no penetró en el mecanismo psíquico de estossíntomas, la afirmación de que algunos de sus enfermos habían llegado a sus gestos ycontracciones por medio de la objetivación de la representación contrastante. Talesenfermos indican haber visto en determinada ocasión un análogo «tic», o a un cómico,que contraía intencionadamente su rostro en dicha forma, habiendo sentido entonces eltemor de verse forzosamente impulsados a imitar tan feas y ridículas contracciones.       Y, en efecto, a partir de aquel momento habían comenzado a imitarlas. Realmente,sólo una pequeñísima parte de los movimientos involuntarios surge de ese modo en lostiqueurs. En cambio, nos inclinamos a adscribir este mecanismo a la coprolalia, nombreque damos al incoercible impulso que obliga a los tiqueurs, contra toda su voluntad, apronunciar las palabras más groseras. La raíz de la coprolalia sería la percepción delenfermo de que le es imposible dejar de emitir ciertos sonidos. A esta percepción seenlazaría luego el temor a perder el dominio sobre otros sonidos, especialmente sobreaquellas palabras que los hombres bien educados evitan pronunciar, y este temor losllevaría a la realización de lo temido. No encuentro en Guinon ninguna anamnesis queconfirme esta hipótesis, y, por mi parte, no he tenido ocasión de interrogar a ningúnenfermo de coprolalia. En cambio, encuentro en el mismo autor la exposición de otrocaso de «tic», en el que las palabras involuntariamente pronunciadas no pertenecían a laterminología de la coprolalia. Era el sujeto de este caso un hombre adulto, que se veíaobligado a pronunciar constantemente el nombre de «María». Siendo estudiante, sehabía enamorado de una muchacha que llevaba este nombre, enamoramiento que leabsorbió durante mucho tiempo y le predispuso a la neurosis. Por entonces comenzó yaa pronunciar en voz alta durante las horas de clase el nombre de su adorada, y estenombre se constituyó en un «tic» que perduraba aún más de viente años, después decesar el enamoramiento del sujeto. A mi juicio, lo que sucedió en este caso fue que elfirme deseo del sujeto de mantener oculto el nombre de su amada se transformó, alllegar un momento de especial excitación, en la voluntad contraria, perdurando desdeentonces el «tic», como en el caso de mi segunda enferma.       Si la explicación de este ejemplo es exacta, habremos de atribuir igual mecanismoal «tic» propiamente coprolálico, pues las palabras groseras son secretos que todosconocemos y cuyo conocimiento procuramos siempre ocultarnos unos a otros.
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Carta sobre el bachillerato de Sigmund Freud

  • 1.
  • 2. ICARTA SOBRE EL BACHILLERATO1873 [1941]Por la noche.Viena, 16 de junio de 1873.QUERIDO amigo: Si no temiese escribir la majadería más abyecta de nuestro siglo majadero, contoda razón podría exclamar: «¡El bachillerato ha muerto; viva el bachillerato!» Pero estechiste me gusta tan poco que preferiría haber pasado ya también por el segundobachillerato. Después del examen escrito, desperdicié toda una semana preso de secretosremordimientos y de angustias, y sólo desde ayer estoy en camino de recuperar eltiempo perdido y de rellenar mil y una lagunas harto antiguas. Usted, por supuesto,nunca quiso escucharme cuando yo me acusaba de pereza, pero creo que hay algo decierto en ello y, a fin de cuentas, soy yo quien mejor debe saberlo. Su curiosidad por tener noticias de mis exámenes habrá de darse por satisfechacon unas pocas sobras frías, pues llega demasiado tarde, concluida ya la comida ylevantada la mesa. Desgraciadamente, ya no puedo ofrecerle una patética descripción detodas las esperanzas y vacilaciones, del desconcierto y del júbilo, de las luces querepentinamente se le encienden a uno y de los inexplicables golpes de la suerte que secomentan «entre colegas»: para todo eso, el examen escrito ha perdido ya demasiado delinterés que tenía para mí. Quisiera escatimarle los resultados: se entiende que tuve yasuerte, ya desgracia; en ocasiones tan importantes, la benévola providencia y el malignoazar siempre meten baza. Ocasiones como éstas no se ajustan al común suceder de lascosas. En suma, ya que no quiero, después de todo, dejarlo pendiente de algo tan trivial,le diré que en las cinco pruebas obtuve las calificaciones de sobresaliente, bueno, bueno,bueno, suficiente. En cuanto a fastidioso, bien que lo fue. En latín nos dieron un pasajede Virgilio que casualmente había leído, cierto tiempo atrás, por mi cuenta; eso meindujo a hacer el trabajo precipitadamente, en la mitad del tiempo prescrito;malográndome de tal modo el «distinguido». Así; otro sacó esta nota, y mi trabajo fue elsegundo, con «bueno». La traducción del alemán al latín parecía muy fácil, pero en esafacilidad residía su dificultad: empleamos sólo la tercera parte del tiempo para hacerla,con la consecuencia de que fue un vergonzoso fracaso, o sea «suficiente». Otros dosexaminandos alcanzaron sólo a «bueno». La prueba de griego para la que dieron unpasaje de 33 versos del Edipo rey, salió algo mejor: «bueno»; el único «bueno» quehubo. También este pasaje lo había leído por mi cuenta, sin ocultar tal circunstancia. El
  • 3. examen de matemáticas, que habíamos enfrentado temblando de pánico, fue un éxitocompleto: anoté «bueno» porque todavía no conozco la calificación definitiva. Por fin,asignaron un «sobresaliente» a mi prueba de alemán. Tratábase de un temaeminentemente moral -«Sobre las consideraciones en la elección de una profesión»-, yyo escribí más o menos lo mismo que dos semanas antes le había escrito a usted, sin quepor ello me asignara un «sobresaliente». Mi profesor me dijo, al mismo tiempo -y es laprimera persona que ha osado decirme tal cosa-, que yo tendría eso que Herder tanelegantemente ha llamado «un estilo idiótico»; es decir, un estilo que es al mismotiempo correcto y característico. Quedé maravillado como corresponde por ese hechoincreíble, y me apresuro a difundir a los cuatro vientos un suceso tan feliz, el primeroque me ocurre en su especie. Se lo comunico a usted, por ejemplo, que seguramente nose sospechaba que ha estado carteándose con un estilista de la lengua alemana. Ahora,empero, se lo aconsejo como amigo -no como parte interesada-: ¡consérvelas, átelas,guárdelas bien, que nunca se sabe!… He aquí, mi querido amigo, las pruebas escritas de mi bachillerato. Deséeme ustedmetas más vastas, y éxitos más puros, y rivales más fuertes, y afanes más serios: ¡cuántopodría deseárseme, sin que el resultado mejorara ni en un ápice! Si el bachillerato fuefácil o difícil: no atino a decirlo en términos generales; admita usted que fue cómodo. Estuve ya dos veces en la exposición. Hermoso; pero no me subyuga ni memaravilla. Mucho de lo que a otros debe gustarles, ante mis ojos no sale bien parado,pues no soy ni esto ni lo otro, ni soy, en realidad, nada muy a fondo. Así, sólo mecautivaron los objetos de arte y los efectos generales. No pude encontrar allí una vastaimagen coherente de la humana actividad, como esas láminas pretenden representarla,tal como en un herbario tampoco alcanzaría a distinguir los rasgos de un paisaje. Ensuma, nada más que una exhibición de ese mundo espiritual, incauto e irreflexivo, quepor otra parte también es el que acude a verla. Después de mi «martirierato» (asídeformamos entre nosotros el «bachillerato») pienso ir allí día tras día. Es divertido ydistrae. ¡Además, puede uno estarse allí tan maravillosamente solo, en medio del gentío! Naturalmente, le escribo todo esto con pura intención aviesa, para recordarle cuánproblemático es que usted llegue a ver estas maravillas y cuán dolorosa le resultará lapartida, si llega a venir pronto, pues puedo identificarme perfectamente con su estado deánimo. Dejar la hermosa comarca natal, los seres queridos, los bellos alrededores, esasruinas en la más próxima cercanía: me detengo; si no, me pondría tan triste como usted.¡Es usted quien mejor ha de saber lo que dejará tras sí! Apuesto a que no pondría ningúnreparo si a su futuro jefe se le ocurriera arrancarle dentro de un mes a las felicidades desu tierra. ¡Ay Emil!: ¿por qué será usted un judío tan prosaico? En situacionessemejantes a la suya, más de un joven artesano de fervor cristiano-germánico se echaríaa componer las más hermosas de las canciones.
  • 4. En cuanto a mis «preocupaciones por el futuro», las toma usted demasiado a laligera. Con sólo temer a la mediocridad, ya se está a salvo: he aquí el consuelo que ustedme ofrece. Mas yo le pregunto: ¿A salvo de qué? ¿No se estará a salvo en la certeza deno ser un mediocre? ¿Qué importa lo que uno teme o deja de temer? ¿Acaso lo másimportante no es que las cosas sean efectivamente como tememos que sean? Es evidenteque también espíritus mucho más fuertes se han sentido presos de dudas acerca de símismos; pero ¿será por eso un espíritu fuerte todo aquel que ponga en duda sus propiosméritos? Bien podría ser un pobre de espíritu, aunque al mismo tiempo fuese, poreducación, por costumbre o quizá por el mero afán de atormentarse, un hombre sincero.No pretendo pedirle que desmenuce implacablemente sus sentimientos cada vez que seencuentre en alguna situación dudosa; pero si llegara a hacerlo, vería cuán poca certezaencuentra en usted mismo. Lo maravilloso del mundo reposa precisamente en estamultiplicidad de las posibilidades: lástima que sea un terreno tan poco sólido paraconocernos a nosotros mismos. Si usted no alcanza a comprenderme -pues estoy reflexionando con una filosofíaun tanto somnolienta-, no haga caso alguno de mis pensamientos. Desgraciadamente, nopude escribirle de día; dentro de veintitrés días llegará por fin ese día, el más largo de losdías, ese día en el cual…, etcétera. Dado que en este breve tiempo debo meterme dentrola sabiduría a paladas, no me queda la menor esperanza de poder escribir cartasinteligibles. Me consuelo pensando que, a fin de cuentas, no se las escribo a unentendimiento común, y me despido de usted con toda clase de esperanzas. Suyo, Sigmund Freud.
  • 5. IIPRÓLOGO Y NOTAS AL LIBRO DE BERNHEIM«De la Suggestion et de ses applications à la thérapeutique»(1888-1889) EL presente libro ya ha sido calurosamente recomendado por el profesor Forel, deZurich, y cabe esperar que sus lectores sepan hallar en él todas las virtudes queindujeron al traductor a presentarlo en lengua alemana. Comprobarán, en efecto, que laobra del doctor Bernheim, de Nancy, ofrece una admirable introducción al estudio delhipnotismo, un tema que ya no puede ser soslayado por el médico; que en muchossentidos es estimulante y hasta reveladora; que es perfectamente apta para destruir lacreencia de que el hipnotismo sigue rodeado de una «aureola de absurdidad», comoMeynert lo sostiene. El éxito de Bernheim y de sus colegas de Nancy que siguen la misma orientaciónconsiste precisamente en haber librado de su carácter extraño a las manifestaciones delhipnotismo, vinculándolas con los fenómenos ya familiares de la vida psíquica normal ydel dormir. Según mi opinión; el principal valor de este libro radica en las pruebas queofrece sobre las relaciones entre los fenómenos hipnóticos y los procesos habituales dela vigilia y del sueño, revelando al mismo tiempo las leyes psicológicas que rigen enambos sectores. De tal manera, el problema de la hipnosis es trasladado íntegramente ala esfera de la psicología, y la «sugestión» queda establecida como núcleo delhipnotismo y como clave para su comprensión. Además, en los últimos capítulos sereseña la importancia de la sugestión en sectores ajenos al de la hipnosis. En la segundaparte de este libro se demuestra que el uso de la sugestión hipnótica dota al médico conun poderoso método terapéutico, que parece ser, en efecto, el más adecuado paracombatir ciertos trastornos nerviosos y el más adaptado a su mecanismo. Con ello, elpresente volumen adquiere una extraordinaria importancia práctica. Su insistencia en elhecho de que tanto la hipnosis como la sugestión hipnótica pueden ser aplicadas, no sóloen casos de histeria y en los neurópatas graves, sino también en la mayoría de laspersonas sanas, está destinada a extender el interés del médico por este métodoterapéutico mucho más allá del restringido círculo de los neuropatólogos. El tema del hipnotismo ha tenido la recepción más desfavorable que se puedaimaginar entre las luminarias de la profesión médica alemana, salvo escasasexcepciones, como Krafft-Ebing y Forel, entre otros. No obstante, es lícito aventurarse aexpresar que el anhelo de que los médicos alemanes dediquen su atención a este
  • 6. problema y a esta técnica terapéutica, recordando que en el campo de las cienciasnaturales sólo la experiencia, y nunca la autoridad sin experiencia, puede pronunciar elveredicto final, sea éste en favor o en contra. Así, las objeciones que hasta ahora se hanhecho oír en Alemania contra el estudio y la aplicación de la hipnosis, sólo sonatendibles en virtud del renombre de sus autores, de modo que al profesor Forel le haresultado fácil refutar en su breve trabajo una multitud de tales objeciones. Hace unos diez años, la opinión dominante en Alemania todavía era de duda encuanto a la realidad de los fenómenos hipnóticos, explicando los hechos respectivos poruna combinación de credulidad por parte del observador, con simulación por parte de lossujetos sometidos a las experiencias. Tal posición ya no es defendible actualmente,gracias a los trabajos de Heidenhain y Charcot, para nombrar sólo a los más famososentre quienes profesan su creencia en la realidad del hipnotismo. Aun los más violentosde sus opositores se han percatado de ello, y en consecuencia suelen incluir en suspublicaciones intentos de explicar la hipnosis, reconociendo así, de hecho, la existenciade los respectivos fenómenos, a pesar de que traducen todavía su evidente propensión anegar la realidad de aquélla. Otro punto de vista hostil a la hipnosis la condena como peligrosa para la saludmental del sujeto, endilgándole el epíteto de «una psicosis experimentalmenteprovocada». La demostración de que la hipnosis puede llevar a consecuencias nocivasen casos aislados no contradice, empero, su utilidad general, como, por ejemplo, laocurrencia de casos aislados de muerte en la narcosis por cloroformo no excluye suaplicación en la anestesia quirúrgica en general. Es muy notable, sin embargo, que estaanalogía no sea susceptible de extensión, pues el mayor número de accidentes en lanarcosis por cloroformo afecta a aquellos cirujanos que realizan el mayor número deoperaciones mientras que la mayoría de los informes sobre las consecuencias nocivas dela hipnosis proceden de aquellos observadores que menos práctica han tenido con ella,mientras que todos los investigadores que disponen de una larga experiencia sonunánimes en cuanto a la innocuidad de este procedimiento. Por tanto, para evitar losefectos deletéreos de la hipnosis probablemente sólo sea preciso aplicarla en formacautelosa, con suficiente aplomo y seguridad, y en casos adecuadamente seleccionados.Cabe agregar que nada se gana con llamar a las sugestiones «ideas compulsivas», y a lahipnosis, «una psicosis experimental». Es más probable que las ideas compulsivaspuedan ser aclaradas por su comparación con las sugestiones que recíprocamente, yquien se asuste ante el epíteto de «psicosis» bien puede preguntarse si nuestro naturalfenómeno del dormir no posee por lo menos los mismos títulos para tal calificación, si esque algo se gana siquiera con la aplicación de términos técnicos fuera de su propiaesfera. No; de este sector no le amenaza a la causa del hipnotismo peligro alguno, y encuanto un número suficiente de médicos estén en condiciones de comunicar
  • 7. observaciones tales como las contenidas en la segunda parte de este libro de Bernheim,podrá darse por establecido el hecho de que la hipnosis es una condición innocua, y suinducción, un procedimiento «digno» de todo médico. EN este libro se plantea también otra cuestión que actualmente divide a lospartidarios del hipnotismo en dos campos opuestos. Los unos, cuyas opiniones sonpropugnadas aquí por el doctor Bernheim, sostienen que todos los fenómenos delhipnotismo reconocen el mismo origen; es decir, que proceden de una sugestión, de unarepresentación consciente infundida en el cerebro de la persona hipnotizada por unainfluencia exterior y aceptada por aquélla como si hubiese surgido espontáneamente. Deacuerdo con esta concepción, todas las manifestaciones hipnóticas serían, pues,fenómenos psíquicos, efectos de la sugestión. El otro partido, por el contrario, insiste enque por lo menos una parte de las manifestaciones hipnóticas se fundan en alteracionesfisiológicas; es decir, en desplazamientos de la excitabilidad en el sistema nervioso, sinparticipación alguna de aquellos sectores del encéfalo cuya actividad entraña laconsciencia, de modo que prefieren hablar de «fenómenos físicos o fisiológicos de lahipnosis». El tema principal de esta controversia es el grande hypnotisme, o sea el conjuntode fenómenos descrito por Charcot en sujetos histéricos hipnotizados. A diferencia delas personas normales hipnotizadas, dichos casos histéricos exhibirían tres niveles dehipnosis, cada uno de los cuales se distingue por determinados signos físicos muyparticulares, como la enorme hiperexcitabilidad neuromuscular, las contracturassonambúlicas, etc. Se comprenderá fácilmente cuánta importancia tiene la citadacontroversia conceptual para este conjunto de hechos. Si los partidarios de la teoría de lasugestión están en lo cierto, todas las observaciones efectuadas en la Salpêtrière soninválidas y aun se convierten en errores de observación. La hipnosis de las histéricas notendría entonces ninguna característica propia, y cualquier médico podría producir a sugusto una sintomatología cualquiera en sus pacientes hipnotizados. El estudio del grandehypnotisme no nos enseñaría qué alteraciones de la excitabilidad se suceden en elsistema nervioso de los casos histéricos como consecuencia de determinados estímulosaplicados; sólo averiguaríamos qué intenciones sugirió Charcot a sus sujetos deexperiencia, en una forma inconsciente para él mismo, y esto sería absolutamenteindiferente para nuestra comprensión de la hipnosis tanto como de la histeria. Es fácil advertir adónde conducen las implicaciones de esta concepción y cuánconveniente explicación nos ofrece para la sintomatología de la histeria en general. Si lasugestión por el médico falsea los fenómenos de la hipnosis histérica, es muy posibleque también interfiera en la observación de la restante sintomatología histérica; es decir,
  • 8. que establezca para los ataques, las parálisis, las contracturas histéricas, etc., ciertasleyes cuyo único y exclusivo vínculo con la neurosis radica en dicha sugestión y que,por tanto, carecerán de todo valor en cuanto otro médico observe casos histéricos en otrolugar. Esta conclusión debe ser deducida con todo rigor y en efecto, ya ha sidosustentada. Hückel ha expresado su convicción de que el primer Transfer (transferenciade la sensibilidad de una parte del cuerpo a la parte homóloga del lado opuesto)manifestado por una histérica le había sido sugerido en cierta ocasión histórica, y quedesde entonces los médicos han seguido reproduciendo constantemente, por medio de lasugestión, este síntoma pretendidamente fisiológico. Estoy convencido de que esta concepción será muy bien venida para todosaquellos que tienden a negar que los fenómenos histéricos están gobernados por leyes,opinión que aún hoy predomina en Alemania. He aquí un flagrante ejemplo de cómo eldescuido del factor psíquico de la sugestión indujo a un gran observador al error de crearun tipo clínico falso y artificial, gracias al carácter caprichoso y fácilmente maleable deuna neurosis. Sin embargo, no es difícil demostrar en detalle la objetividad de la sintomatologíahistérica. Las críticas de Bernheim bien pueden estar plenamente justificadas frente ainvestigaciones como las de Binet y Féré; en todo caso, harán sentir su importancia porel hecho de que en toda investigación futura de la histeria y del hipnotismo se tendrámás en cuenta la necesidad de excluir el factor de la sugestión. Los elementosprincipales de la sintomatología histérica, empero, se hallan a salvo de toda sospecha dehaber sido originados por la sugestión del médico. En efecto, informes procedentes detiempos pasados y de países remotos, que Charcot y sus discípulos han recopilado; ya nodejan lugar a duda de que las particularidades de los ataques histéricos, de las zonashisterógenas, de las anestesias, las parálisis y las contracturas, se han manifestado entodas partes y en todas las épocas tal como se presentaron en la Salpêtrière, cuandoCharcot realizó allí sus memorables investigaciones sobre esa magna neurosis.Precisamente el transfert, que parece prestarse tan fácilmente para demostrar el origensugestivo de los síntomas histéricos, es sin lugar a dudas un proceso genuino. Es dableobservarlo en casos de histeria que no han sido influidos en modo alguno, pues amenudo se observan pacientes cuya hemianestesia, típica en todo sentido, deja indemneun órgano o una extremidad que en el lado insensible del cuerpo conserva susensibilidad, mientras que la zona correspondiente del lado indemne se ha tornadoanestética. Además, el transfert es un fenómeno fisiológicamente explicable, pues, comolo han demostrado las investigaciones realizadas en Alemania y en Francia, constituyemeramente la exageración de una relación que existe normalmente entre las partessimétricas del cuerpo, o sea que en forma rudimentaria puede ser producido también enpersonas normales. Otros muchos trastornos histéricos de la sensibilidad arraiganasimismo en relaciones fisiológicas normales, como tan elegantemente lo han
  • 9. demostrado las investigaciones de Urbantschitsch. No es ésta la oportunidad adecuadapara justificar detalladamente toda la sintomatología de la histeria, pero podemos dar porestablecido que en lo esencial es de índole real y objetiva y que no es falseada por lasugestión emanada del observador. Esto no implica negar en modo alguno que elmecanismo de las manifestaciones histéricas sea psíquico, pero dicho mecanismo no esel de la sugestión por parte del médico. Con la demostración de que en la histeria intervienen fenómenos fisiológicosobjetivos, ya no es necesario renunciar a la posibilidad de que el «gran» hipnotismohistérico presente manifestaciones que no obedecen a la sugestión por parte delobservador. La demostración de su ocurrencia real ha de quedar librada a una futurainvestigación especialmente destinada a este fin. Por consiguiente, la escuela de laSalpêtrière deberá probar que las tres fases de la hipnosis histérica pueden serinequívocamente demostradas, aun en un sujeto recién ingresado y manteniendo elinvestigador la mayor escrupulosidad en su conducta frente al mismo. No cabe duda deque tal demostración será accesible a corto plazo, pues ya ahora la descripción delgrande hypnotisme contiene síntomas decididamente reacios a una concepciónpsicológica. Me refiero al aumento de la excitabilidad neuromuscular durante la faseletárgica. Quien haya tenido oportunidad de observar cómo durante la letargia una suavepresión sobre un músculo -aunque sólo se trate de un músculo facial o de uno de los tresmúsculos externos del pabellón auricular, que nunca son contraídos en vida- precipita encontracción tónica todo el fascículo afectado por la compresión, o cómo la presión sobreun nervio superficial revela su distribución terminal: todo el que haya visto esto se veráforzado a admitir que dicho efecto debe ser atribuido a razones fisiológicas o a unentrenamiento deliberado, y no vacilará en excluir como causa posible toda sugestión nointencionada. La sugestión, en efecto, no puede producir nada que no se halle ya entrelos contenidos de la consciencia o que no haya sido introducido en ella. Nuestraconsciencia, empero, sólo conoce el resultado final de un movimiento, y nada sabe de laacción o la disposición de cada músculo interviniente, ni de la distribución anatómica delos nervios relacionados son aquéllos. En un trabajo que ha de aparecer en brevedemostraré que la caracterización de las parálisis histéricas depende de este hecho y queése es el motivo por el cual la histeria no presenta parálisis de músculos aislados, niparálisis periféricas, ni parálisis faciales centrales. El doctor Bernheim no debía haberdejado de producir el fenómeno de la hyperexcitabilité neuromusculaire, omisión queconstituye una sensible brecha de su argumentación en contra de las tres fases. Existen, pues, fenómenos fisiológicos, por lo menos en el gran hipnotismohistérico; pero en el pequeño hipnotismo normal, que, como Bernheim insiste con razón,es más importante para nuestra comprensión del problema, todas las manifestacionesobedecerían a la sugestión, se producirían por medios psíquicos. Aun el mismo sueño
  • 10. hipnótico sería una consecuencia de la sugestión, apareciendo merced a la sugestibilidadnormal del ser humano, cuando Bernheim suscita la expectación del dormir. En otrasocasiones, sin embargo, el mecanismo del sueño hipnótico parecería ser distinto. Todo elque haya hipnotizado asiduamente se habrá encontrado con sujetos que sólo difícilmentepueden ser dormidos por medio de la palabra, mientras que responden con facilidad si seles hace fijar la vista durante cierto tiempo. Más aún: ¿quién no ha tenido la experienciadel paciente que cae en sueño hipnótico sin que se lo quiera hipnotizar y sin queposeyera evidentemente, la menor concepción previa de la hipnosis? Así, una enfermatoma asiento para someterse a un examen oftalmológico o a una laringoscopia, noteniendo el médico ni la paciente la menor expectación del sueño hipnótico; no obstante,apenas cae sobre sus ojos el reflejo de la lámpara, aquélla se duerme y, quizá por vezprimera en su vida, se encuentra hipnotizada. Es evidente que en tal caso cabe excluir laintervención de todo nexo psíquico consciente. Nuestro sueño natural, que Bernheim hacomparado tan acertadamente con la hipnosis, muestra análogas reacciones. Por logeneral, nos provocamos el sueño por medio de la sugestión, mediante una preparacióny expectación psíquica del mismo pero en ocasiones nos domina sin el menor esfuerzopor nuestra parte, como consecuencia del estado fisiológico de la fatiga. Cuando se mecea un niño para dormirlo o se hipnotiza a un animal manteniéndolo inmovilizado,tampoco sería lícito invocar una causación mental. Llegamos así al punto de vista quePreyer y Binswanger han adoptado en la Realenzyklopädie de Eulenburg: hay en elhipnotismo fenómenos psíquicos tanto como fisiológicos, y la hipnosis misma puede serprovocada de una o de otra manera. Hasta en la propia descripción que Bernheim hadado de su hipnosis es inconfundible la intervención de un factor objetivo independientede la sugestión. Si no fuera así, la hipnosis sería distinta, de acuerdo con laindividualidad de cada experimentador, como lógicamente lo ha señalado Jendrássik;sería imposible comprender por qué el aumento de la sugestibilidad sigue siempre unasecuencia regular, por qué la musculatura únicamente puede ser influida en el sentido dela catalepsia, y así sucesivamente. Debemos dar la razón a Bernheim, empero, en cuanto a que la división de losfenómenos hipnóticos en fisiológicos y psíquicos despierta en nosotros una impresiónharto insatisfactoria y exige urgentemente un lazo de conexión entre ambas series. Lahipnosis, sea producida de una o de otra manera, es siempre una y la misma y presentaidénticas manifestaciones. La sintomatología de la histeria insinúa en múltiples sentidosun mecanismo psicológico, aunque no es preciso que éste sea el de la sugestión.Finalmente, el problema de la sugestión es mucho menos dificultoso que el de lascorrelaciones fisiológicas, ya que su modo de acción es indudable y relativamente claro,mientras que nada sabemos acerca de las influencias mutuas de la excitabilidad nerviosaa las cuales deben reducirse los fenómenos fisiológicos. En las siguientes
  • 11. consideraciones espero poder exponer someramente el tan buscado nexo entre losfenómenos psíquicos y los fisiológicos del hipnotismo. En mi opinión, el empleo inconstante y ambiguo del término «sugestión» confierea dicha antítesis una agudeza que no posee en realidad. Merece la pena analizar quépuede considerarse, legítimamente, como «sugestión». Es evidente que dicho términoentraña alguna especie de influjo psíquico, y me inclino a opinar que la sugestión sedistingue de las demás formas de influencia psíquica, como la orden, la comunicación ola instrucción, entre otras, porque en su caso se despierta en un cerebro ajeno unarepresentación que no es examinada en cuanto a su origen, sino que es aceptada como sihubiese surgido espontáneamente en dicho cerebro. Un ejemplo clásico de tal sugestiónlo tendríamos cuando el médico dice a un sujeto hipnotizado: «Su brazo debe quedar enla posición en que yo lo coloco», apareciendo a continuación el fenómeno de lacatalepsia; o bien cuando el médico vuelve a levantar el brazo del sujeto cada vez queéste lo deja caer, hasta que aquél adivina que quiere verle levantado. En otras ocasiones,empero, hablamos de sugestión cuando el mecanismo de origen es evidentementedistinto. Así, por ejemplo, en muchos sujetos hipnotizados aparece la catalepsia sin lamenor orden previa: el brazo levantado permanece así espontáneamente, o el sujetohipnotizado conserva la posición en la cual fue dormido, a menos que se intervenga ensentido contrario. Bernheim también llama «sugestión» a este fenómeno, declarando quela posición se sugeriría a sí misma su propio mantenimiento; pero en este caso la partedesempeñada por el estímulo exterior es evidentemente menor, y la del estadofisiológico del sujeto mismo, que coarta todo impulso al cambio de posición,indudablemente mayor que en los casos anteriores. La diferencia entre una sugestióndirecta (psíquica) y una indirecta (fisiológica) quizá se advierta más claramente en elsiguiente ejemplo. Si le digo a un sujeto hipnotizado: «Su brazo derecho está paralizado;no puede moverlo», estoy impartiendo una sugestión psíquica directa. En lugar de ello,Charcot aplica un leve golpe sobre el brazo del hipnotizado [y el sujeto quedaincapacitado para moverlo] o le dice: «¡Mire esa cara tan horrible; golpéela!», y el sujetola golpea, dejando caer luego el brazo, paralizado. (Leçons du Mardi a la Salêtrière,tomo I, 188-1888.) En estos dos casos, el estímulo exterior ha comenzado por produciren el brazo una sensación de agotamiento doloroso, la cual sugiere a su vez la parálisis,espontánea e independientemente de toda intervención del médico, si es que en estascondiciones puede hablarse aún de «sugestión». En otras palabras, no se trata, en estoscasos, de sugestión, sino más bien de una estimulación a autosugestiones, las cuales,como fácilmente se advierte, entrañan un factor objetivo, independiente de la voluntaddel médico, y revelan una conexión entre diversos estados de inervación o de excitaciónen el sistema nervioso. Es a causa de tales autosugestiones que se originan las parálisishistéricas espontáneas, y la tendencia a las mismas es mucho más característica de la
  • 12. histeria que la sugestibilidad por el médico, con la cual aquélla no parece guardarparalelo alguno. No es necesario destacar que también Bernheim recurre con la mayor asiduidad atales sugestiones indirectas; es decir, a estimulaciones de la autosugestión. Su métodopara inducir el sueño, tal como lo describe en las primeras páginas de este libro, esesencialmente un método mixto; es decir, la sugestión abre de golpe las puertas que parala autosugestión se abrirían lentamente por sí mismas. Las sugestiones indirectas, en las cuales una serie de eslabones intermediossurgidos de la propia actividad del sujeto se insertan entre el estímulo exterior y elresultado, siguen siendo, a pesar de todo, procesos psíquicos, pero ya no se hallanexpuestas a la plena luz de la consciencia, que ilumina, en cambio, las sugestionesdirectas. En efecto, estamos mucho más acostumbrados a concentrar nuestra atención enlas percepciones exteriores que en los procesos internos. Por tanto, las sugestiones oautosugestiones indirectas pueden ser calificadas como fenómenos fisiológicos nomenos que psíquicos, y el término «sugestión» adquiere el mismo significado que laprovocación recíproca de estados psíquicos, de acuerdo con las leyes de la asociación.La oclusión de los ojos lleva al sueño porque está vinculada a la representación delsueño, como una de sus más constantes manifestaciones acompañantes: una de las partesde los fenómenos del sueño sugiere los demás fenómenos que integran la manifestacióntotal del sueño. Este proceso de vinculación radica en la disposición misma del sistemanervioso, y no en el arbitrio del médico; no puede ocurrir, a menos que se funde enalteraciones de la excitabilidad de las partes respectivas del cerebro, en la inervación delos centros vasomotores, etc., y presenta así una faz psicológica a la vez que unafisiológica. Como es el caso con cualquier otra conexión entre estados del sistemanervioso, también ésta puede desarrollarse en ambas direcciones. La representación dedormir puede llevar a sensaciones de fatiga en los ojos y en los músculos, y a un estadocorrespondiente de los centros vasomotores; en otras ocasiones, el estado de lamusculatura o un estímulo que actúe sobre los nervios vasomotores pueden, de por sí,despertar al durmiente, y así sucesivamente. Sólo cabe decir que sería tan unilateralconsiderar únicamente la faz psicológica del proceso como atribuir a la inervaciónvascular toda la responsabilidad de los fenómenos de la hipnosis. ¿Cómo afecta todo esto la antítesis entre los fenómenos psíquicos y losfisiológicos de la hipnosis? Aquélla podía ser significativa mientras se concibiese lasugestión como una influencia psíquica directa ejercida por el médico, que a su gustopodía imponer cualquier sintomatología al sujeto hipnotizado; pero dicha antítesis pierdesu significado en cuanto se reconoce que aun la sugestión sólo puede desencadenarseries de manifestaciones que están basadas en las particularidades funcionales delsistema nervioso del sujeto, y que en la hipnosis se hacen sentir también otras
  • 13. características del sistema nervioso, además de la sugestibilidad. Aún cabría preguntar sitodos los fenómenos de la hipnosis deben pasar en algún punto a través de la esferapsíquica, o sea si los cambios de excitabilidad que ocurren en la hipnosis siempreafectan únicamente la corteza cerebral, pues éste es el único sentido que dicha preguntaadmite. Al verterla así en otros términos parecería que ya hubiésemos decidido surespuesta. En efecto, no hay justificación alguna para establecer tal contraste entre lacorteza cerebral y el resto del sistema nervioso: es improbable que una modificaciónfuncional tan profunda de la corteza cerebral no sea acompañada por importantesalteraciones de la excitabilidad en las demás partes del encéfalo. No poseemos ningúncriterio que nos permita discernir exactamente un proceso psíquico de otro fisiológico,un acto que ocurre en la corteza cerebral de otro que tiene lugar en los centrossubcorticales, pues la «consciencia», sea ésta lo que fuere, no forma parte de todas lasactividades de la corteza cerebral ni corresponde a cualquiera de ellas siempre en igualmedida; no es una cosa vinculada a ninguna localización particular en el sistemanervioso. Creo, por consiguiente, que la cuestión de si la hipnosis exhibe fenómenospsíquicos o fenómenos fisiológicos debe ser rechazada en estos términos generales,subordinando la decisión a una investigación particular para cada fenómeno individual. En este sentido me considero con derecho a afirmar que la obra de Bernheim,aunque, por un lado, trasciende el campo de la hipnosis, deja, por el otro, una parte deltema fuera de consideración. Cabe esperar, sin embargo, que también los lectoresalemanes de la obra de Bernheim tengan ahora la oportunidad de reconocer cuáninstructiva y valiosa es la contribución de dicho autor al describir el hipnotismo desde elpunto de vista de la sugestión.Viena, agosto de 1888.NOTAS DEL TRADUCTOR En el capítulo II de la obra citada (pág. 34 de la traducción alemana), Bernheimdescribe la hipnosis de un sujeto «de temperamento nervioso», señalando dos párrafosmás adelante que «se trata de un hombre inteligente, que no es histérico ni nervioso enabsoluto». Freud agrega la siguiente nota: Me veo obligado a señalar esta contradicción del autor, que acaba de calificar almismo enfermo de naturellement nerveux. En el capítulo IV («Manifestaciones orgánicas de la hipnosis»), al referir el autorlas observaciones de «estigmas» por extravasación sanguínea efectuadas en sujetos
  • 14. sugestionados por Mabille, citando el caso famoso de la «estigmatizada» Louise Lateau,agrega Freud (pág. 72): Véanse las experiencias similares realizadas por Jendrássik (Neurol. Centralblatt,núm. 11, 1888) y por Krafft-Ebing. En el capítulo VIII («Teoría del autor para explicar los fenómenos de lasugestión»), Bernheim establece que «las manifestaciones hipnóticas… obedecenexclusivamente a la sugestión, es decir, a la influencia ejercida por una idea sugerida yaceptada por el cerebro. Pero lo más notable en el sujeto hipnotizado es suautomatismo… Este parece ser, a primera vista, un estado no natural yantifisiológico…» Para restablecer la conexión entre los fenómenos hipnóticos y los dela vida normal destaca la intervención de múltiples mecanismos automáticos en laconducta vigil, atribuyéndolos a la abolición parcial del control cerebral y a la liberaciónde los mecanismos medulares. Freud discrepa de tal interpretación en la siguiente nota(pág. 116): Me parece injustificado e innecesario admitir que un acto de ejecución cambie delocalización en el sistema nervioso, si ha comenzado con consciencia, para continuarluego inconscientemente. Es mucho más probable que la zona respectiva del cerebropueda operar con una magnitud variable de atención (o de consciencia). Bernheim continúa su argumentación (pág.117) invocando el desarrollo delencéfalo, en particular su mielinización progresiva en el recién nacido, y concluyendoque el cerebro no mielinizado sería inerte, sin citar en tal texto a Flechsig. Freud agrega: Este pasaje contiene algunas afirmaciones que ya no concuerdan con nuestrosactuales conocimientos, sin que tal rectificación afecte la demostración perseguida por elautor. Así, numerosas experiencias, las últimas de las cuales han sido efectuadas porExner y por Paneth, demuestran que la corteza cerebral también es excitable en elanimal recién nacido. Además, quien se inclinara a suponer que la corteza del reciénnacido contient à peine quelques tubes nerveux ébauchés, menospreciaría en grado sumola estructura real de dicho órgano. Finalmente, es mucho más justo atribuir a Flechsig[que a Parrot] el mérito de haber señalado la inmadurez del cerebro infantil y supaulatino desarrollo.
  • 15. Dos notas de las págs. 122 y 162 son simplemente aclaratorias de locucionesfrancesas intraducibles. En la pág. 198 Bernheim cita bibliografía alemana y Freudseñala que no la ha verificado. En la pág. 244 agrega al título «Afecciones histéricas» laobservación de que «el traductor no ha querido modificar la clasificación a que el autorsomete sus casos, aunque la considera decididamente objetable». Finalmente, al título dela pág. 295: «Neuropatías diversas», agrega: «principalmente neurasténicas».EPÍLOGO DEL TRADUCTOR La publicación de esta segunda parte se ha retrasado algunos meses con respecto ala fecha anunciada, debido a circunstancias personales del traductor. Con todaprobabilidad, ni aun así habría llegado a concluir mi labor si el doctor Otto von Springerno hubiese tenido la inapreciable gentileza de encargarse de la traducción de todas lashistorias clínicas que integran esta segunda parte, por lo cual le expreso mi más calurosoagradecimiento.Viena, enero de 1889.
  • 16. IIIESTUDIO COMPARATIVO DE LAS PARÁLISIS MOTRICES ORGÁNICAS EHISTÉRICAS1888-93 [1893] CHARCOT, cuyo alumno fui en 1885 y 1886, me confió en esta época la labor derealizar un estudio comparativo de las parálisis motrices orgánicas e histéricas, basadoen las observaciones efectuadas en la Salpêtrière y encaminado a descubrir algunoscaracteres generales de la neurosis y a conducirnos a una concepción de la naturaleza detal enfermedad. Causas accidentales y personales me han impedido durante muchotiempo obedecer a su inspiración. De este modo no quiero aportar ahora sino algunosresultados de mis investigaciones, dejando a un lado los detalles necesarios para unademostración completa de mis opiniones.I HABREMOS de comenzar por algunas observaciones generalmente admitidassobre las parálisis motrices orgánicas. La clínica nerviosa reconoce dos clases deparálisis motrices: la parálisis periférico-espinal (o bulbar) y la parálisis cerebral. Estadistinción armoniza perfectamente con los datos de la anatomía del sistema nervioso, loscuales nos demuestran que no hay en el recorrido de las fibras conductoras motrices sinodos segmentos: uno, que va desde la periferia hasta las células de los cuernos anterioresde la médula, y otro, que va desde ellos hasta la corteza cerebral. La nueva histología del sistema nervioso, fundada en los trabajos de Golgi,Ramón y Cajal, Koelliker, etc., traduce estos hechos, diciendo que «el trayecto de lasfibras de conducción motrices se halla constituido por dos neuronas (unidades nerviosascélulofibrilares), que se encuentran para entrar en relación al nivel de las célulasllamadas motrices de los cuernos anteriores». Clínicamente, la diferencia esencial deestas dos clases de parálisis está en que la parálisis periféricoespinal es una parálisisdetallada y la parálisis cerebral es una parálisis conjunta. El tipo de la primera es laparálisis facial en la enfermedad de Bell, la parálisis en la poliomielitis aguda de lainfancia, etc. Ahora bien: en estas afecciones cada músculo, e incluso podríamos decircada fibra muscular, puede quedar paralizado individual y aisladamente. Ello nodepende sino de la situación y la extensión de la lesión nerviosa, no existiendo regla fija
  • 17. alguna para que uno de los elementos periféricos escape a la parálisis, mientras otro lapadece de un modo constante. Por el contrario, la parálisis cerebral es siempre una afección que ataca a una granparte de la periferia, una extremidad, un segmento de ésta o un complicado aparatomotor. Jamás se limita a afectar individualmente a un músculo, por ejemplo, el bícepsdel brazo o el tibial, aisladamente, y si existen aparentes excepciones a esta regla (ladosis cortical, por ejemplo), se ve muy bien que se trata de músculos que realizan por sísolos una función de la cual son el único instrumento. En las parálisis cerebrales de las extremidades podemos observar que lossegmentos periféricos sufren siempre más que los próximos al centro. Así, la mano semuestra más paralizada que el hombro. No hay, que yo sepa, una parálisis cerebralaislada del hombro, conservando la mano su movilidad, mientras que lo contrario esregla general en las parálisis que no son completas. En un estudio sobre las afasias (Viena, 1891) he intentado demostrar que la causade esta importante diferencia entre la parálisis periférico-espinal y la parálisis cerebraldebe ser buscada en la estructura del sistema nervioso. Cada elemento de la periferiacorresponde a un elemento en el eje gris, que es, según las palabras de Charcot, suaboutissement nervioso. La periferia es, por decirlo así, proyectada punto por punto yelemento por elemento sobre la sustancia gris de la médula. Así, proponemos denominara la parálisis periférico-espinal detallada parálisis de proyección. No sucede, en cambio,lo mismo por lo que respecta a las relaciones entre los elementos de la médula y los de lacorteza. El número de fibras conductoras no bastaría para establecer una segundaproyección de la periferia sobre la corteza. Hemos de suponer que las fibras que van dela médula a la corteza no representan ya cada una a un solo elemento periférico, sinomás bien a un grupo de ellos, y que, por otra parte, un elemento periférico puedecorresponder a varias fibras conductoras espinocorticales. Existe, en efecto, un cambiode ordenación que ha tenido efecto en el punto de conexión entre los dos segmentos delsistema motor. Así, pues, la reproducción de la periferia en la corteza no es ya una reproducciónexacta punto por punto ni una verdadera proyección, sino una relación por medio defibras, a las que podemos calificar de representativas. En consecuencia proponemos parala parálisis cerebral el nombre de parálisis de parálisis de representación. Naturalmente, cuando la parálisis de proyección es total y de una gran extensión,es también una parálisis de conjunto, quedando así desvanecido su gran carácterdistintivo. Por otra parte, la parálisis cortical, que se distingue entre las parálisiscerebrales por su mayor aptitud de disociación, presenta, sin embargo, siempre elcarácter de una parálisis de representación.
  • 18. Las demás diferencias entre las parálisis de proyección y de representación sonharto conocidas. De ellas citaremos la integridad de la nutrición y de la reaccióneléctrica en la última de dichas dos enfermedades. Aunque muy importantesclínicamente, no tienen estos signos el alcance teórico que hemos de adscribir al primercarácter diferencial por nosotros recogido, o sea la distinción entre parálisis detallada yparálisis conjunta. Se ha atribuido con gran frecuencia a la histeria la facultad de simular lasafecciones nerviosas orgánicas más diversas. Se trata de saber si de un modo máspreciso simula los caracteres de las dos clases de parálisis orgánicas; esto es, si hayparálisis histéricas de proyección y parálisis histéricas de representación, como en lasintomatología orgánica. Resalta aquí un primer hecho importante: la histeria no simulajamás las parálisis periférico-espinales y de proyección; las parálisis histéricascomparten tan sólo los caracteres de las parálisis orgánicas de representación. Es éste unhecho muy interesante, puesto que la parálisis de Bell, la parálisis radial, etc., se cuentanentre las afecciones más comunes del sistema nervioso. Creo conveniente hacer constar, para evitar toda confusión, que trato aquíexclusivamente de la parálisis histérica fláccida y no de la contractura histérica. Meparece imposible someter la parálisis y la contractura histérica a las mismas reglas. Sólorefiriéndonos a las parálisis histéricas fláccidas podemos sostener que no afectan jamás aun único músculo, excepto en el caso en que este músculo es el instrumento único deuna función que son siempre parálisis totales y que corresponden en este sentido a laparálisis de representación o cerebral orgánica. Además, en lo que concierne a lanutrición de las partes paralizadas y a sus reacciones eléctricas la parálisis histéricapresenta los mismos caracteres que la parálisis cerebral orgánica. Si la parálisis histérica se enlaza así a la parálisis cerebral, y particularmente a laparálisis cortical, que presenta una mayor facilidad de disociación, no deja tampoco dedistinguirse de ellas por caracteres importantes. En primer lugar, no aparece sometida ala regla constante en las parálisis cerebrales orgánicas de que el segmento periféricoresulta siempre más afectado que el segmento central. En la histeria, el hombro o muslopueden aparecer más paralizados que la mano o el pie. No es nada difícil producirartificialmente una parálisis aislada del muslo, de la pierna, etc., y la clínica nos presentacon bastante frecuencia estas parálisis aisladas contrariamente a las reglas de la parálisisorgánica cerebral. En este importante sentido la parálisis histérica es, por decirlo así, intermediaentre la parálisis de proyección y la parálisis de representación orgánica. Si no posee
  • 19. todos los caracteres de disociación y de aislamiento propios de la primera, tampoco sehalla sujeta a las estrictas leyes que rigen la parálisis cerebral. Con estas restricciones podemos sostener que la parálisis histérica es también unaparálisis de representación, pero de una representación especial cuya característica faltaaún por hallar.II PARA avanzar en la dirección antes indicada me propongo estudiar los demásrasgos distintivos entre la parálisis histérica y la parálisis cortical, tipo el más perfecto dela parálisis cerebral orgánica. Hemos mencionado ya el primero de tales caracteresdistintivos, o sea el de que la parálisis histérica puede aparecer más disociada ysistematizada que la parálisis cerebral. Los síntomas de la parálisis orgánica se nosmuestran en la histeria como fragmentados. De la hemiplejía común orgánica (parálisisde los miembros superior e inferior y del facial inferior), la histeria no reproduce sino laparálisis de los miembros, e incluso disocia con gran frecuencia y con la mayor facilidadla parálisis del brazo, de la pierna presentándolas separadas en forma de monoplejías.Del síndrome de la afasia orgánica reproduce la afasia motriz en estado de aislamiento,y, cosa inaudita en la afasia orgánica, puede crear una afasia total (motriz y sensitiva)para un idioma determinado, sin atacar en absoluto la facultad de comprender y articularotro distinto, fenómeno observado por mí en varios casos aún inéditos. Este mismopoder de disociación se manifiesta en las parálisis aisladas de un segmento de miembro,con integridad completa de todas las partes restantes del mismo o también en laabolición completa de una función (abasia, astasia), con integridad de otra funciónejecutada por los mismos órganos. Esta disociación es aún más sorprendente cuando lafunción respetada es la más compleja, pues en la sintomatología orgánica, cuando existeuna debilitación desigual de varias funciones, es siempre la función más compleja yposteriormente adquirida la más atacada a consecuencia de la parálisis. La parálisis histérica presenta, además, otro carácter, que es como la rúbrica de laneurosis, y que viene a agregarse al anteriormente indicado. En efecto, como variasveces lo he oído al propio Charcot, la histeria es una enfermedad de manifestacionesexcesivas, que entraña una tendencia a producir sus síntomas con la mayor intensidadposible. Es éste un carácter que no se muestra únicamente en las parálisis, sino tambiénen las contracturas y anestesias. Sabido es hasta qué grado de contorsión pueden llegarlas contracturas histéricas, casi sin igual en la sintomatología orgánica. Conocemostambién cuán frecuentes son en la histeria las anestesias absolutas y profundas, de lascuales no pueden reproducir las lesiones orgánicas sino un débil esquema. Lo mismo
  • 20. sucede con las parálisis. Con frecuencia son absolutas en un grado insuperable: elafásico no prefiere una sola palabra, mientras que el afásico orgánico conserva casisiempre algunas sílabas, el «sí» y el «no», una interjección, etc.; el brazo paralizadocuelga absolutamente inerte, etc. Este carácter es demasiado conocido para queinsistamos en él. Por el contrario, sabemos que en la parálisis orgánica la paresia essiempre más frecuente que la parálisis absoluta. La parálisis histérica es, pues, de una limitación exacta y de una intensidadexcesiva. Posee estas dos cualidades a la vez, y contrasta así máximamente con laparálisis cerebral orgánica, en la cual no se asocian nunca estos dos caracteres. Tambiénen la sintomatología orgánica existen monoplejías, pero son siempre monoplejías apotiori y no delimitadas exactamente. Si el brazo se halla paralizado a consecuencia deuna lesión cortical orgánica, hay casi siempre ataque concomitante menor del facial y dela pierna, y si esta complicación no se ve ya en un momento dado, ha existido siempre alprincipio de la enfermedad. La monoplejía cortical es siempre, a decir verdad, unahemiplejía, alguna de cuyas partes aparece más o menos borrosa, pero siemprereconocible. Para ir más allá, supongamos que la parálisis no haya afectado más que albrazo, esto es, que se trate de una monoplejía cortical pura. Veremos entonces que laparálisis es de una intensidad moderada. En cuanto esta monoplejía aumente enintensidad convirtiéndose en parálisis absoluta, perderá su carácter de monoplejía pura yaparecerá acompañada de perturbaciones motoras de la pierna ó el rostro. No puedehacerse absoluta y permanecer a la vez limitada. En cambio, nos muestra de continuo la clínica que tal simultaneidad puede darsemuy bien en la parálisis histérica. Esta parálisis afecta, por ejemplo, al brazo de un modoexclusivo, sin que encontremos el menor indicio de ella en la pierna ni en la cara.Además, al nivel del brazo es tan fuerte como lo pueda ser otra parálisis cualquiera. Estoconstituye una sorprendente diferencia con la parálisis orgánica; diferencia que damucho que pensar. Naturalmente, hay casos de parálisis histérica en los cuales la intensidad no esexcesiva ni ofrece la disociación nada singular. Estos los reconocemos por otroscaracteres pero son casos que no presentan el sello típico de la neurosis y que, nopudiendo darnos ningún dato sobre la naturaleza de la misma, no poseen interés ningunodesde el punto de vista aquí adoptado. Añadiremos algunas observaciones de importancia secundaria y que incluso vanmás allá de los límites de nuestro tema. En primer lugar, haremos constar que las parálisis histéricas aparecenacompañadas de perturbaciones de la sensibilidad con mucha más frecuencia que lasparálisis orgánicas. En general, tales perturbaciones son más profundas y frecuentes en
  • 21. la neurosis que en la sintomatología orgánica. Nada más común que la anestesia o laanalgesia histérica. Recuérdese, en cambio, con qué tenacidad persiste la sensibilidad enlos casos de lesión nerviosa. Si seccionamos un nervio periférico, la anestesia serámenos en extensión e intensidad de lo que podía esperarse. Si una lesión inflamatoriaataca los nervios espinales o los centros de la médula, hallaremos siempre que lamotilidad sufre en primer lugar y que la sensibilidad permanece indemne o queda tansólo algo debilitada, pues persisten siempre en alguna parte elementos nerviosos que nose hallan totalmente destruidos. En los casos de lesión cerebral, conocemos la frecuenciay la duración de la hemiplejía motriz, mientras que la hemianestesia concomitante esindistinta, fugaz, y no aparece en todos los enfermos. Sólo algunas localizacionescompletamente especiales pueden producir una afección de la sensibilidad, intensa yduradera, e incluso este hecho no está exento de dudas. Esta manera de ser de la sensibilidad, diferente en las lesiones orgánicas y en lahisteria, no es aún explicable hoy en día. Parece existir aquí un problema, cuya soluciónnos revelaría quizá la naturaleza íntima de las cosas. Otro punto que me parece digno de mención es la existencia de algunas formas deparálisis cerebral que no aparecen realizadas en la histeria, como tampoco las parálisisperiférico-espinales de proyección. Débese citar, en primer término, la parálisis delfacial inferior, manifestación la más frecuente de una afección orgánica del cerebro, ypermitiéndonos pasar por un momento a las parálisis sensoriales, la hemianopsia lateralhomónima. Sabemos que es una temeridad querer afirmar que un determinado síntomano se encuentra en la histeria, cuando las investigaciones de Charcot y de sus alumnosdescubren en ella, casi cotidianamente, síntomas nuevos insospechados antes. Pero no espreciso tomar las cosas tal y como actualmente se hallan. La parálisis facial histérica esmuy discutida por Charcot, y si hemos de creer a los partidarios de este hombre deciencia, se trata de un fenómeno extraordinariamente raro. La hemianopsia no ha sidoaún vista en la histeria, y, a nuestro juicio, no lo será jamás. Pero ahora, ¿de dónde viene que las parálisis histéricas, no obstante simular muyprecisamente las parálisis corticales, difieren de ellas en los rasgos distintivos que hemosintentado enumerar? ¿Y cuál es el carácter genérico de la representación general al quehabremos de enlazarlas? La respuesta a estas interrogaciones contendría una parte muyconsiderable e importante de la teoría de la neurosis.III
  • 22. No cabe ya la menor duda sobre las condiciones que dominan la sintomatología dela parálisis cerebral. Tales condiciones están constituidas por los hechos de la anatomía,la construcción del sistema nervioso, la distribución de sus vasos y la relación entre estasdos series de hechos y las circunstancias de la lesión. Hemos dicho que el menor númerode fibras que van desde la médula a la corteza, en comparación con el número de fibrasque van desde la periferia a la médula, es la base de la diferencia entre la parálisis deproyección y la de representación. Igualmente todo detalle clínico de la parálisis derepresentación puede hallar su explicación en un detalle de la estructura cerebral, einversamente, podemos deducir la construcción del cerebro de los caracteres clínicos delas parálisis. Creemos, pues, en la existencia de un perfecto paralelismo entre estas dosseries. De este modo, si para la parálisis cerebral común no hay una gran facilidad dedisociación, es porque las fibras de conducción motrices se hallan, en un largo trecho desu trayecto intracerebral, demasiado próximas para ser lesionadas separadamente. Si laparálisis cortical muestra una mayor tendencia a las monoplejías, es porque el diámetrodel haz conductor braquial, crural, etc., va creciendo hasta la corteza. Si de todas lasparálisis corticales es la de la mano la más completa, ello proviene, a nuestro juicio, deque la relación crucial entre el hemisferio y la periferia es para la mano más exclusivaque para cualquier otra parte del cuerpo. Si el segmento periférico de una extremidadsufre más de la parálisis que el segmento central, supondremos que las fibrasrepresentativas del segmento periférico son mucho más numerosas que las del segmentocentral, de manera que la influencia cortical se hace más importante para el primero quepara el segundo. Si las lesiones algo extensas de la corteza no llegan a producirmonoplejías puras, concluimos que los centros motores existentes sobre la corteza no sehallan precisamente separados entre sí por campos neutrales, o que existen acciones adistancia que anularían el efecto de una separación exacta de los centros. Igualmente, si en la afasia orgánica hay siempre una mezcla de perturbaciones dedistintas funciones, ello se explica por el hecho de que todos los centros del lenguaje sehallan alimentados por ramas de la misma arteria, o, si se acepta la opinión enunciada enmi estudio crítico sobre la afasia, por la circunstancia de no tratarse de centrosseparados, sino de un territorio continuo de asociación. Las singulares asociaciones que tan frecuentemente se observan en la clínica delas parálisis corticales -afasia motriz y hemiplejía derecha, alexia y hemianopsiaderecha- se explican por la vecindad de los centros lesionados. La hemianopsia misma,síntoma muy curioso y extraño para el espíritu no científico, no se comprende sino por elentrecruzamiento de las fibras del nervio óptico en el quiasma, constituyendo laexpresión clínica del mismo como todos los detalles de las parálisis cerebralesconstituyen la expresión clínica de un hecho anatómico.
  • 23. Dado que no puede haber sino una sola anatomía cerebral verdadera, y ésta ha dehallar su expresión en los caracteres clínicos de las parálisis cerebrales, esevidentemente imposible que tal anatomía pueda explicar los rasgos distintivos de laparálisis histérica. Por esta razón no es admisible deducir para la anatomía cerebralconclusiones basadas en la sintomatología de estas parálisis. Seguramente es necesario tener en cuenta la naturaleza de la lesión para obteneresta espinosa explicación. En las parálisis orgánicas, la naturaleza de la lesióndesempeña un papel secundario, siendo más bien la extensión y la localización de lalesión las que en las condiciones estructurales dadas del sistema nervioso producen loscaracteres antes indicados de la parálisis orgánica. ¿Cuál podrá ser en la parálisishistérica la naturaleza de la lesión que por sí sola domina la situación,independientemente de la localización de la extensión de la lesión y de la anatomía delsistema nervioso? Charcot afirma repetidamente que se trata de una lesión cortical, pero puramentedinámica o funcional. Es ésta una tesis de la que se comprende bien el lado negativo. Equivale a afirmarque en la autopsia no se hallará modificación alguna apreciable en los tejidos. Perodesde un punto de vista más positivo, su interpretación está muy lejos de hallarse exentade equívocos. ¿Qué es, en efecto, una lesión dinámica? Estoy seguro que muchoslectores de Charcot creen que la lesión dinámica es desde luego una lesión, pero unalesión de la cual no se encuentra en el cadáver huella alguna, como un edema, unaanemia o una hiperemia activa. Pero tales lesiones existen y son verdaderas lesionesorgánicas, aunque no persistan después de la muerte y sean ligeras y fugaces. Esnecesario que las parálisis producidas por lesiones de este orden compartan en todo loscaracteres de la parálisis orgánica. El edema y la anemia no podrían, mejor que lahemorragia y el reblandecimiento, producir la disociación y la intensidad de las parálisishistéricas. La única diferencia sería que la parálisis por el edema, por la constricciónvascular, etc., debe ser menos duradera que la parálisis por destrucción del tejidonervioso. Todas las demás condiciones les son comunes, y la anatomía del sistemanervioso determinará las propiedades de la parálisis, lo mismo en los casos de anemiafugaz que en los de anemia permanente y definitiva. No creo que estas observaciones sean del todo gratuitas. Si leemos que «debe deexistir una lesión histérica» en tal o cual centro, el mismo cuya lesión orgánicaproduciría el síndrome orgánico correspondiente, y recordamos que se ha tomado lacostumbre de localizar la lesión histérica dinámica del mismo modo que la lesiónorgánica, nos inclinaremos a creer que bajo el término de «lesión orgánica» se escondela idea de una lesión como el edema o la anemia, que son realmente afecciones
  • 24. orgánicas pasajeras. Por el contrario, afirmo yo que la lesión de las parálisis histéricasdebe ser completamente independiente de la anatomía del sistema nervioso, puesto quela histeria se comporta en sus parálisis y demás manifestaciones como si la anatomía noexistiese o como si no tuviese ningún conocimiento de ella. Muchos de los caracteres de las parálisis histéricas justifican en verdad estaafirmación. La histeria ignora la distribución de los nervios, y de este modo no simulalas parálisis periférico-espinales o de proyección. No conoce el quiasma de los nerviosópticos, y, por tanto no produce la hemianopsia. Toma los órganos en el sentido vulgar,popular del nombre que llevan: la pierna es la pierna hasta la inserción de la cadera, y elbrazo es la extremidad superior tal y como se dibuja bajo los vestidos. No hay razónpara unir a la parálisis del brazo la parálisis del rostro. El histérico que no sabe hablarcarece de motivo para olvidar la inteligencia del lenguaje, puesto que la afasia motriz yla sordera verbal no poseen afinidad ninguna para la noción popular, etc. No puedo sinoasociarme plenamente en este punto a la opinión que Janet ha expuesto en los últimosnúmeros de los Archivos de Neurología. Las parálisis histéricas la demuestran tan biencomo las anestesias y los síntomas psíquicos.IV INTENTARÉ, por último, exponer cómo podría ser la lesión causa de las parálisishistéricas. No quiere esto decir que vaya a mostrar cómo de hecho es tal lesión. Trátasetan sólo de indicar la trayectoria mental, susceptible de conducir a una concepción queno contraiga las propiedades de la parálisis histérica, en cuanto difiere de la parálisisorgánica cerebral. Tomaremos los términos «lesión funcional o dinámica» en su sentido propio de«alteración de una función o de un dinamismo», o alteración de una propiedadfuncional. Una tal alteración sería, por ejemplo, la disminución de la excitabilidad o deuna cualidad fisiológica, que en estado normal permanecen constantes o varían dentro delímites determinados. Se nos dirá quizá que nada nos impide considerar la alteración funcional comouno de los aspectos de la alteración orgánica. Así, una anemia pasajera del tejidonervioso disminuirá su excitabilidad. Mas, por nuestra parte, intentaremos demostrar que puede haber alteraciónfuncional sin lesión orgánica concomitante, o, por lo menos, sin lesión reconocible, aunpor medio del más sutil análisis. O dicho de otro modo: intentaremos dar un ejemploapropiado de una alteración funcional primitiva. No pedimos para hacerlo más que el
  • 25. permiso de pasar al terreno de la Psicología, imposible de eludir cuando de la histeria setrata. Con Janet, afirmamos que en las parálisis histéricas, como en las anestesias, es laconcepción vulgar, popular, de los órganos y del cuerpo en general la que entra en juego.Esta concepción no se funda en un conocimiento profundo de la anatomía nerviosa, sinoen nuestras percepciones táctiles y, sobre todo, visuales. Si tal concepción es la quedetermina los caracteres de la parálisis histérica, esta última deberá mostrarse ignorantede toda noción de la anatomía del sistema nervioso e independiente de ella. La lesión dela parálisis histérica será, pues, una alteración, por ejemplo, de la concepción o idea delbrazo. Pero, ¿de qué clase es esta alteración para producir la parálisis? Considerada psicológicamente, la parálisis del brazo consiste en que laconcepción del brazo queda imposibilitada de entrar en asociación con las demás ideasque constituyen el yo, del cual el cuerpo del individuo forma una parte importante. Lalesión sería, pues, la abolición de la accesibilidad asociativa de la concepción del brazo.El brazo se comporta como si no existiese para el juego de las asociaciones.Seguramente, si las condiciones materiales que corresponden a la concepción del brazose encuentran profundamente alteradas, tal concepción se perderá también, perohabremos de demostrar que puede ser inaccesible sin hallarse destruida y sin que susubstrato material (el tejido nervioso de la región correspondiente de la corteza) se hallelesionado. Comenzaremos por algunos ejemplos tomados de la vida social. Conocida es lahistoria cómica del súbdito entusiasta que juró no volver a lavarse la mano que su rey sehabía dignado estrechar. La relación de su mano con la idea del rey parece tanimportante a la vista psíquica del individuo, que él mismo rehúsa hacerla entrar en otrasrelaciones. Al mismo impulso obedecemos nosotros cuando rompemos la copa en la quehemos bebido a la salud de unos recién casados. Asimismo las antiguas tribus salvajes,que con el cadáver de su jefe quemaban su caballo, sus armas e incluso sus mujeres,obedecían a esta idea de que nadie debía tocarlos después de él. El motivo de todos estosactos es bien transparente. El valor afectivo que atribuimos a la primera asociación de unobjeto nos impide hacerlo entrar en una nueva asociación con otros, y de este modo haceinaccesible a la asociación la idea de tal objeto. En los dominios de la psicología de las concepciones sucede algo idéntico. Si laconcepción del brazo ha entrado en una asociación de un gran valor afectivo, seráinaccesible al libre juego de las demás asociaciones. El brazo quedará paralizado enproporción a la persistencia de dicho valor afectivo o de su disminución por mediospsíquicos apropiados. Tal es la solución del problema que antes planteamos, pues en
  • 26. todos los casos de parálisis histérica se comprueba que el órgano paralizado o la funciónabolida se hallan en una asociación subconsciente, provista de un gran valor afectivo, yse puede demostrar que el brazo queda libre en cuanto dicho valor afectivo es hechodesaparecer. En este punto, la concepción del brazo existe en el substrato material, perono es accesible a los impulsos y asociaciones conscientes, porque toda su afinidadasociativa se halla integrada en una asociación subconsciente con el recuerdo del sucesotraumático que ha producido la parálisis. Charcot ha sido el primero en enseñarnos que para la explicación de la neurosishistérica es preciso recurrir a la Psicología. En nuestra Memoria preliminar sobre elmecanismo psíquico de los fenómenos histéricos hemos seguido Breuer y yo su ejemplo.En esta Memoria demostramos que los síntomas permanentes de la histeria llamada notraumática se explican (excepción hecha de los estigmas) por el mismo mecanismo queCharcot ha reconocido en las parálisis traumáticas. Pero exponemos también la razónpor la cual estos síntomas persisten y pueden ser curados por medio de un procedimientoespecial de psicoterapia hipnótica. Todo suceso, toda impresión psíquica, se hallanprovistos de un cierto valor afectivo, del cual se libertó el yo, bien por medio de unareacción motriz, bien mediante una labor psíquica asociativa. Si el individuo no puede ono quiere poner en práctica estos medios, el recuerdo de la impresión de que se trateadquirirá la importancia de un trauma y se constituirá en causa de síntomas permanentesde histeria. La imposibilidad de la eliminación se impone cuando la impresiónpermanece en lo subconsciente. Esta es la teoría a la que hemos dado el nombre de«derivación por reacción de los incrementos de estímulo». En resumen: de acuerdo con la opinión general que sobre la histeria hemosformado, según las enseñanzas de Charcot, hemos de aceptar que la lesión existente enlas parálisis histéricas no consiste sino en la inaccesibilidad de la concepción del órganoo de la función para las asociaciones del yo consciente; que esta alteración, puramentefuncional (con integridad de la concepción misma), es causada por la permanencia deesta concepción en una asociación subconsciente con el recuerdo del trauma, y que estaconcepción no se liberta y hace accesible en tanto que el valor afectivo del traumapsíquico no ha sido eliminado por medio de la reacción motriz adecuada o del trabajopsíquico consciente. De todos modos, aunque este mecanismo no tenga afecto y seasiempre necesaria para la parálisis histérica una idea autosugestiva directa, como en loscasos traumáticos de Charcot, habremos conseguido mostrar de qué naturaleza deberíaser en la parálisis histérica la lesión, o más bien la alteración, para explicar susdiferencias con la parálisis orgánica cerebral.
  • 27. IVUN CASO DE CURACIÓN HIPNÓTICAY ALGUNAS OBSERVACIONES SOBRE LA GÉNESIS DE SÍNTOMASHISTÉRICOS POR «VOLUNTAD CONTRARIA»1892-1893 ME decido a publicar aquí la historia de una curación obtenida mediante lasugestión hipnótica por tratarse de un caso al que una serie de circunstancias accesoriasde mayor transparencia y fuerza probatoria de las que suelen entrañar la mayoría denuestros resultados terapéuticos de este orden. La mujer a la cual me fue dado auxiliar así, en un momento muy importante de suexistencia, me era conocida desde muchos años atrás, y permaneció luego varios otrossometida de mi observación. La perturbación de la cual le libertó la sugestión hipnóticahabía ya surgido una vez con anterioridad, siendo ineficazmente combatida eimponiendo a la sujeto una penosa renuncia, que la segunda vez logré evitarle con misauxilios. Todavía, un año después, volvió a presentarse, por vez tercera, la dichaperturbación, para ser de nuevo suprimida con iguales medios, pero ahora ya de unmodo definitivo, no volviendo a atormentar a la sujeto en todo el tiempo que hubo deejercer la función sobre la cual recaía. Además, creo haber conseguido en este casodescubrir el sencillo mecanismo de la perturbación y relacionarlo con procesos análogosdel campo de la neuropatología. Trátase, para no continuar hablando en adivinanzas, de un caso en el que unamadre se vio imposibilitada de amamantar a su hijo recién nacido hasta la intervenciónde la sugestión hipnótica, y en el cual lo sucedido después de un parto anterior y otroposterior permitió una comprobación, sólo raras veces posible, del resultado terapéutico. El sujeto del historial clínico que sigue es una mujer joven, entre los veinte y lostreinta años, a la que casualmente trataba yo desde sus años infantiles, y que por susexcelentes cualidades, su serena reflexión y su naturalidad, no había dado jamás, nitampoco a su médico de cabecera, una impresión de nerviosismo. Teniendo en cuentalos sucesos que a continuación me propongo relatar, hemos de considerarla, siguiendo lafeliz expresión de Charcot, como una hystérique doccasion categoría perfectamentecompatible con las mejores cualidades y una intacta salud nerviosa en todo otro punto.De su familia conozco a su madre, mujer nada nerviosa, y a una hermana menor, muysemejante a ella y perfectamente sana. En cambio, un hermano suyo padeció unaneurastenia juvenil, que echó por tierra todos sus planes para lo futuro. La etiología y el
  • 28. curso de esta enfermedad, cuyo desarrollo, muy parecido siempre, tengo todos los añosrepetidas ocasiones de observar, me son bien conocidos. La buena constitución primitivadel sujeto pereció asaltada por las corrientes dificultades sexuales puberales, el trabajoexcesivo de los años de estudios y su intensificación al llegar el examen final, unagonorrea y, enlazada a ella, la súbita explosión de una dispepsia, acompañada de untenaz estreñimiento, de intensidad casi increíble, que meses después desapareció, siendosustituido por pesadez de cabeza, mal humor e incapacidad para el trabajo. A partir deeste momento se desarrolló una alteración del carácter del sujeto, que le convirtió enconstante tormento de su familia. No me es posible decir, de momento, si esta forma dela neurastenia puede o no adquirirse en su totalidad. Así, pues, y teniendo, además, encuenta que no conozco a los restantes parientes de mi enferma, dejaré indecisa lacuestión de si hemos de suponer en su familia una disposición hereditaria a las neurosis. Al nacimiento de su primer hijo había tenido la paciente intención de criarlo sinauxilio ninguno ajeno. El parto no fue más difícil de lo habitual en las primerizas,terminando con una leve aplicación de fórceps. Pero la madre no consiguió, a pesar desu excelente constitución física, su ilusión de ser una buena nodriza. Tenía poca leche,sentía intensos dolores al dar el pecho al niño. Perdió el apetito, tomó repugnancia a lacomida y pasaba las noches insomne y excitada. De este modo, y para no poner en gravepeligro la salud del niño y la suya propia, hubo necesidad de declarar fracasada latentativa, a los catorce días, y buscar un ama, desapareciendo enseguida todas lasmolestias de la madre. Haré constar que de esta primera tentativa de lactancia no puedoinformar como médico ni como testigo. Tres años después tuvo la sujeto su segundo hijo, y también por circunstanciasexteriores resultaba deseable evitar la lactancia mercenaria. Pero los esfuerzos de lamadre en este sentido parecieron tener aún menos éxito y provocar fenómenos máspenosos que la vez primera. La joven madre vomitaba todo alimento, no dormía y semanifestaba tan deprimida por su incapacidad, que los dos médicos de la familia, losacreditados doctores Breuer y Lott, se opusieron a toda continuación de la tentativa,aconsejando como último medio experimentable la sugestión hipnótica. De este modo,el cuarto día, por la tarde, fui llamado a la cabecera de la enferma. A mi llegada, la encontré en la cama, con las mejillas muy arrebatadas y furiosapor su incapacidad para criar al niño incapacidad que crecía a cada nueva tentativa, noobstante poner ella todo su esfuerzo en dominarla. Para evitar los vómitos no habíatomado alimento en todo aquel día. El epigastrio aparecía abultado, y colocando la manosobre el estómago, se advertían continuas contracciones. La enferma se quejaba,además, de un constante mal sabor de boca. Ni ella ni sus familiares me recibieron como
  • 29. a persona de quien se espera auxilio, sino sólo en obediencia a lo indicado por los otrosmédicos. No podía, pues, contar con gran confianza de su parte. En el acto intenté producir la hipnosis, haciendo fijar a la paciente sus ojos en losmíos y sugiriéndole los síntomas del sueño. A los tres minutos yacía la enferma en sulecho, con la tranquila expresión de un profundo reposo, sirviéndome entonces de lasugestión para contradecir todos sus temores y todas las sensaciones en las que dichostemores se fundaban: «No tenga usted miedo; será usted una excelente nodriza y el niñose criará divinamente. Su estómago marcha muy bien; tiene usted un gran apetito y estádeseando comer», etc. La enferma continuó durmiendo cuando la abandoné por brevesinstantes, y al despertarla mostró una total amnesia con respecto a lo sucedido durante lahipnosis. Antes de marcharme hube aún de rechazar una observación del marido sobre elpeligro de que la hipnosis perturbarse para siempre los nervios de su mujer. Los hechos que al día siguiente me comunicaron los familiares de la enferma, alos cuales no parecían haber causado impresión ninguna, constituyeron para mí unagarantía de éxito. La sujeto había cenado sin la menor molestia, había dormido bien y sehabía desayunado, a la mañana, con gran apetito. En todo este tiempo había amamantadoa su hijo sin la menor dificultad. Pero a la vista del almuerzo, demasiado copioso,despertó de nuevo su repugnancia, y antes de haber probado nada reaparecieron losvómitos. Desde este momento le fue imposible volver a dar el pecho al niño, y a millegada mostraba los mismos síntomas que el día anterior. Mi argumento de que no teníapor qué preocuparse, una vez comprobado que su malestar podía desaparecer y había, enrealidad, desaparecido por casi medio día, no le hizo efecto ninguno. Recurriendo, pues, de nuevo a la hipnosis, desarrollé una mayor energía que el díaanterior, sugiriéndole que cinco minutos después de mi partida había de encontrarse, untanto violentamente, con los suyos y preguntarles cómo es que no le daban de cenar, sies que se habían propuesto matarla de hambre, si creían que de este modo iba a podercriar a su hijo, etc. A mi tercera visita no precisaba ya la sujeto de tratamiento alguno.Nada le faltaba ya; gozaba de buen apetito, tenía leche bastante para el niño, no lecausaba dolor ninguno darle el pecho, etc. A su marido le había inquietado que despuésde mi partida hubiera dirigido a su madre ásperos reproches, contra su generalcostumbre. Pero desde entonces todo iba bien. Mi intervención terminó aquí por esta época. La sujeto amamantó a su hijodurante ocho meses, teniendo yo ocasión de comprobar varias veces en este período elbuen estado de salud de ambos. Unicamente hube de encontrar incomprensible eirritante que nadie de la familia volviera a hablarme del buen resultado obtenido con miintervención.
  • 30. Pero un año después obtuve mi desquite. Un tercer hijo planteó de nuevo elproblema, presentándose otra vez la imposibilidad de criarlo. Encontré a la sujeto en elmismo estado que la vez anterior, indignada contra sí misma al ver que toda su fuerza devoluntad no llegaba a vencer la repugnancia a alimentarse y los demás síntomas. Laprimera sesión de hipnosis no produjo otro resultado que el de desesperanzar más a laenferma. Pero después de la segunda quedó de nuevo tan completamente anulado elcomplejo de síntomas, que no hubo necesidad de más. La sujeto crió también a esteniño, que hoy tiene ya año y medio, sin molestia alguna, y goza de buena salud. Ante esta repetición del éxito terapéutico, modificó el matrimonio su actitud paraconmigo, y me confesaron el motivo a que obedecía. «Me daba vergüenza -dijo lamujer- reconocer que el hipnotismo conseguía lo que toda mi fuerza de voluntad no erasuficiente a lograr.» De todos modos, no creo que ni ella ni su marido hayan dominadola aversión que les inspiraba la hipnosis. PASAMOS ahora a explicar cuál fue el mecanismo psíquico de la perturbación denuestra paciente, suprimida por sugestión. No tuve como en otros casos, de los que másadelante trataré, noticia directA de dicho mecanismo, sino que hube de adivinarlo. Existen representaciones con las cuales se halla enlazado un afecto expectante, yson de dos órdenes: representaciones de que haremos esto o aquello, o sea propósitos, yrepresentaciones de que nos sucederá algo determinado, o sea expectaciones. El afecto aellas enlazado depende de dos factores: en primer lugar, de la importancia que el sucesopueda tener para nosotros, y en segundo, del grado de inseguridad que entraña laexpectación del mismo. La inseguridad subjetiva, la «contraexpectación», aparecerepresentada por una serie de representaciones a las que damos el nombre derepresentaciones contrastantes penosas. Cuando se trata de un propósito, dichasrepresentaciones contrastantes son las de que no conseguiremos llevarlo a cabo poroponerse a ello tales o cuales dificultades, faltarnos las cualidades necesarias paraalcanzar el éxito y saber que otras personas determinadas han fracasado en análogascircunstancias. El otro caso, o sea el de la expectación, no precisa de esclarecimientoalguno. La contraexpectación reposa en la reflexión de todas las posibilidades con quepodemos tropezar en lugar de la deseada. Continuando la discusión de este caso,llegaríamos a las fobias que tan amplio papel desempeñan en la sintomatología de lasneurosis. Por ahora permaneceremos en la primera categoría, o sea en los propósitos.Habremos de preguntarnos, en primer lugar, cuál es el destino de las representacionescontrastantes en la vida mental normal. A nuestro juicio quedan inhibidas, coartadas yexcluidas de la asociación, a veces hasta tal extremo, que su existencia no se haceevidente, casi nunca, frente al propósito, siendo únicamente el estudio de las neurosis elque nos las descubre. En cambio, en las neurosis -y no me refiero solamente a la histeria;
  • 31. sino al status nervosus en general- existe, primariamente, una tendencia a la depresiónanímica y a la disminución de la consciencia del propio yo, tal y como la encontramos, atítulo de síntoma aislado y altamente desarrollado, en la melancolía. En la neurosispresentan, asimismo, gran importancia las representaciones contrastantes con elpropósito, por adaptarse muy bien su contenido al estado de ánimo propio de estaafección o quizá porque la neurosis hace surgir representaciones de este orden, que sinella no se hubieran constituido. Esta intensificación de las representaciones contrastantes se nos muestra, en elsimple status nervosus y referida a la expectación, como una general tendenciapesimista, y en la neurastenia de ocasión, por asociación con las sensaciones máscausales, a las múltiples fobias de los neurasténicos. Transferido a los propósitos, creaeste factor aquellas perturbaciones que pueden ser reunidas bajo el nombre de folie dedoute, y cuyo contenido es la desconfianza del sujeto con respecto al propiorendimiento. Precisamente en este punto se conducen las dos grandes neurosis -laneurastenia y la histeria-de un modo por completo distinto y característico para cadauna. En la neurastenia; la representación contrastante patológicamente intensificada seune a la representación de la voluntad positiva para formar un solo acto de consciencia,y sustrayéndose de ella da origen a aquella falta de voluntad de los neurasténicos, de lacual se dan perfecta cuenta estos enfermos. En la histeria, el proceso se diferencia deéste en dos puntos, o quizá en uno sólo. Como corresponde a la tendencia de la histeria ala disociación de la consciencia, la representación contrastante penosa, aparentementecoartada, es disociada del propósito y perdura, inconsciente para el enfermo, en calidadde representación aislada. Es característico de la histeria el hecho de que estarepresentación coartada se objetiviza luego, por inervación somática, cuando llega elmomento de realizar el propósito, con igual facilidad y en la misma forma que en estadonormal la representación de la abolición positiva. La representación contrastante seconstituye, por decir así, en una «voluntad contraria», y el enfermo se percata conasombro de que toda su voluntad positiva permanece impotente. Tales dos factores sefunden, quizá, en uno sólo, como ya antes indicamos, sucediendo muy probablementeque si la representación contrastante encuentra un medio de objetivizarse es porque nose halla coartada por su enlace con el propósito en la misma forma que ella lo coarta. En nuestro caso, de una madre a la cual una perturbación nerviosa impideamamantar a su hijo, una neurasténica se hubiera conducido en la forma siguiente:hubiera sentido graves temores ante la labor maternal que se le planteaba y dadoinfinitas vueltas en su pensamiento a todos los accidentes y peligros posibles, acabando,sin embargo, por criar a su hijo perfectamente, aunque atormentada por constantes dudasy temores, a menos que la representación contrastante resultara victoriosa, en cuyo casohabría abandonado la sujeto su propósito, considerándose incapaz de llevarlo a cabo. La
  • 32. histérica se conduce en forma muy distinta. No tiene, quizá, consciencia de sus temores,abriga la firme intención de llevar a cabo su propósito y emprende, sin vacilaciónalguna, el camino para lograrlo. Pero a partir de este momento se comporta como siabrigase la firme voluntad de no amamantar al niño, y esta voluntad provoca en ellatodos aquellos síntomas subjetivos que una simuladora pretendería experimentar paraeludir el cumplimiento de sus obligaciones maternas, o sea la falta de apetito, larepugnancia a todo alimento y la imposibilidad de dar el pecho al niño a causa de losterribles dolores que ello le originaba. Pero, además, como la voluntad contraria essuperior a la simulación consciente, en lo que respecta al dominio del cuerpo, presentarála histérica toda una serie de síntomas objetivos que la simulación no consigue hacersurgir. En contraposición a la falta de voluntad de la neurastenia, existe aquí unaperversión de la voluntad, y en vez de la resignada indecisión de la neurasténica,muestra la histérica asombro e indignación ante la dualidad para ella incomprensible. Creo pues, justificado considerar a mi paciente como una hystérique doccasion,dado que bajo la influencia de un motivo ocasional le fue posible producir un complejode síntomas, de mecanismo tan exquisitamente histérico. Como causa ocasionalpodemos considerar aquí la excitación anterior al primer parto o el agotamientoconsecutivo puesto que el primer parto constituye la mayor conmoción que el organismofemenino puede experimentar; conmoción después de la cual suele producir la mujertodos aquellos síntomas neuróticos a los que se halla predispuesta. El caso de mi enferma es, probablemente, típico para una amplia serie de otros enlos que la lactancia u otra análoga función quedan perturbadas por influencias nerviosasy nos aclara su naturaleza. Pero como en él no se me reveló directamente elcorrespondiente mecanismo psíquico, sino que llegué a él por inducción especulativa,me apresuré a asegurar que la investigación de los enfermos en la hipnosis me harevelado muchas veces la existencia de un mecanismo psíquico semejante de losfenómenos histéricos. Expondré aquí uno de los más singulares ejemplos de este orden. Hace años teníasometida a tratamiento a una señora histérica, de voluntad muy enérgica para todo lo queno se relacionara con su enfermedad, pero gravemente afectada, por otro lado, denumerosas y tiránicas incapacidades y prohibiciones histéricas. Entre otros síntomaspresentaba el de producir de cuando en cuando a manera de un tic, un sonidoinarticulado, un singular chasquido o castañeteo, que se abría paso entre sus labioscontraídos. Al cabo de varias semanas le pregunté en qué ocasión había surgido por vezprimera aquel síntoma. La respuesta fue: «No lo sé. Hace ya mucho tiempo.» De estemodo me inclinaba ya a considerarlo como un tic auténtico, cuando un día se me ocurrióinterrogar de nuevo a la paciente, hallándose ésta en un profundo sueño hipnótico. En la
  • 33. hipnosis disponía esta enferma -sin necesidad de sugestión ninguna- de todo su acervode recuerdos o, como estoy muy inclinado a afirmar, de toda la amplitud de suconsciencia, restringida durante el estado de vigilia. A mi pregunta de cuándo se habíaproducido por vez primera aquel síntoma, respondió en el acto: «Lo tengo desde que unavez me hallaba velando a mi hija menor, enferma de gravedad, y me propuse guardar elmás absoluto silencio para no perturbar el sueño que por fin había conciliado, despuésde un día de continuas convulsiones. Luego desapareció y no volvió a molestarme hastamuchos años después, consecutivamente al suceso que voy a relatarle. Yendo en cochecon mis hijas a través de un bosque, nos sorprendió una tormenta, y los caballos seespantaron al caer un rayo en un árbol cercano. Entonces pensé que debía evitar todoruido para no asustar más a los caballos; pero contra toda mi voluntad produje elchasquido que desde entonces me es imposible reprimir.» Una vez referido en estaforma el singular chasquido a su fuente de origen, desapareció por completo y paramuchos años, convenciéndome así que no se trataba de un «tic» auténtico. Fue ésta laprimera ocasión que se me ofreció de comprobar la génesis de un síntoma histérico porobjetivación de la representación contrastante penosa, o sea por «voluntad contraria». Lamadre, agotada por el temor y los desvelos que le ocasiona la enfermedad de su hija, sepropone guardar el más absoluto silencio para no perturbar el anhelado reposo de laenferma. Pero hallándose en un estado de gran agotamiento, la representacióncontrastante de que acabaría por producir algún ruido demuestra ser la más fuerte,consigue dar origen a una inervación de la lengua, inervación que el propósito depermanecer en silencio había, quizá, olvidado de impedir; rompe la contracción de loslabios y produce un ruido, el cual adquiere un carácter fijo a partir de este momento,especialmente después de la repetición del mismo suceso. Para llegar a una completa comprensión de este proceso hemos de atender aún auna determinada objeción. Podrá, en efecto, preguntársenos cómo, dado un agotamientogeneral -que establece, desde luego, la disposición a tal proceso-, vence, precisamente,la representación contrastante. Nuestra respuesta sería que dicho agotamiento no es tansólo parcial. Se hallan agotados aquellos elementos del sistema nervioso que constituyenlos fundamentos materiales de las representaciones asociadas a la consciencia primaria.En cambio, las representaciones excluidas de esta cadena de asociaciones -del yonormal- no se hallan agotadas, y predominan así en el momento de la disposiciónhistérica. Ahora bien: todo conocedor de la histeria observará que el mecanismo psíquicoaquí descrito aclara no sólo algunos accidentes histéricos aislados, sino amplios sectoresdel cuadro sintomático de la histeria y uno de sus rasgos característicos más singulares.Nuestra afirmación de que las representaciones contrastantes penosas, coartadas yrechazadas por la consciencia normal fueron las que pasaron a primer término y hallaron
  • 34. el camino de la inervación somática en el momento de la disposición histérica, nos datambién la clave de la peculiaridad de los delirios que acompañan a los ataqueshistéricos. No es un hecho casual el que los delirios histéricos de las monjas, en lasepidemias de la Edad Media, consistieran en graves blasfemias y un desenfrenadoerotismo, ni tampoco que precisamente los niños mejor educados y más formales seanlos que en sus ataques histéricos se muestren más groseros, insolentes y «mañosos». Lasseries de representaciones trabajosamente reprimidas son las que quedan en estos casosconvertidas en actos, a consecuencia de una especie de voluntad contraria, cuando lapersona sucumbe al agotamiento histérico. Esta relación es aquí más estrecha que nunca,pues precisamente es dicha laboriosa represión la que provoca el referido estadohistérico, en cuya descripción psicológica no hemos entrado, por limitarnos en elpresente trabajo a la explicación de por qué -dado previamente tal estado de disposiciónhistérica- aparecen los síntomas en la forma que los observamos. La histeria debe a esta emergencia de la voluntad contraria aquel carácterdemoníaco que tantas veces presenta y que se manifiesta en que los enfermos se venimposibilitados, en ciertas ocasiones, de realizar aquello que más ardientemente desean,hacen precisamente lo contrario de lo que se les ha pedido y calumnian aquello que leses más querido o desconfían de ello. La perversión del carácter, propia del histérico; el impulso a hacer el mal o aenfermar cuando más desea la salud, constituye una coerción a la que sucumben los másintachables caracteres cuando quedan abandonados por algún tiempo a la acción de lasrepresentaciones contrastantes. La interrogación referente al destino de los propósitos inhibidos parece carecer desentido por lo que se refiere a la vida intelectual normal. Podría contestarse diciendo queno llegan a existir. Pero el estudio de la histeria muestra que, por el contrario, tomanvida; esto es, que la modificación material a ellas correspondiente queda conservada,sobreviviendo tales propósitos, como fantasmas de un tenebroso reino, hasta el momentoen que logran emerger y apoderarse del cuerpo que hasta entonces habría servidofielmente a la consciencia del yo. He dicho antes que este mecanismo es típico de la histeria, y he de añadir ahoraque no es exclusivo de esta afección. Volvemos a encontrarlo en el «tic» convulsivo,neurosis de tan grande analogía sintomática con la histeria, que todo su cuadrosintomático puede aparecer como fenómeno parcial de la misma, resultando así queCharcot, después de un detenido estudio, sólo pudo establecer, como diferencia, la deque el «tic» histérico llega a desaparecer, perdurando, en cambio, el «tic» auténtico. Elcuadro de un grave «tic» convulsivo se compone de movimientos involuntarios quepresentan con frecuencia (siempre, según Charcot y Guinon) el carácter de gestos o
  • 35. movimientos adecuados en alguna ocasión anterior, coprolalia, ecolalia yrepresentaciones obsesivas, de las correspondientes a la folie de doute. Ahora bien:sorprende leer en Guinon, autor que no penetró en el mecanismo psíquico de estossíntomas, la afirmación de que algunos de sus enfermos habían llegado a sus gestos ycontracciones por medio de la objetivación de la representación contrastante. Talesenfermos indican haber visto en determinada ocasión un análogo «tic», o a un cómico,que contraía intencionadamente su rostro en dicha forma, habiendo sentido entonces eltemor de verse forzosamente impulsados a imitar tan feas y ridículas contracciones. Y, en efecto, a partir de aquel momento habían comenzado a imitarlas. Realmente,sólo una pequeñísima parte de los movimientos involuntarios surge de ese modo en lostiqueurs. En cambio, nos inclinamos a adscribir este mecanismo a la coprolalia, nombreque damos al incoercible impulso que obliga a los tiqueurs, contra toda su voluntad, apronunciar las palabras más groseras. La raíz de la coprolalia sería la percepción delenfermo de que le es imposible dejar de emitir ciertos sonidos. A esta percepción seenlazaría luego el temor a perder el dominio sobre otros sonidos, especialmente sobreaquellas palabras que los hombres bien educados evitan pronunciar, y este temor losllevaría a la realización de lo temido. No encuentro en Guinon ninguna anamnesis queconfirme esta hipótesis, y, por mi parte, no he tenido ocasión de interrogar a ningúnenfermo de coprolalia. En cambio, encuentro en el mismo autor la exposición de otrocaso de «tic», en el que las palabras involuntariamente pronunciadas no pertenecían a laterminología de la coprolalia. Era el sujeto de este caso un hombre adulto, que se veíaobligado a pronunciar constantemente el nombre de «María». Siendo estudiante, sehabía enamorado de una muchacha que llevaba este nombre, enamoramiento que leabsorbió durante mucho tiempo y le predispuso a la neurosis. Por entonces comenzó yaa pronunciar en voz alta durante las horas de clase el nombre de su adorada, y estenombre se constituyó en un «tic» que perduraba aún más de viente años, después decesar el enamoramiento del sujeto. A mi juicio, lo que sucedió en este caso fue que elfirme deseo del sujeto de mantener oculto el nombre de su amada se transformó, alllegar un momento de especial excitación, en la voluntad contraria, perdurando desdeentonces el «tic», como en el caso de mi segunda enferma. Si la explicación de este ejemplo es exacta, habremos de atribuir igual mecanismoal «tic» propiamente coprolálico, pues las palabras groseras son secretos que todosconocemos y cuyo conocimiento procuramos siempre ocultarnos unos a otros.