Sobre Guido Beck, físico austríaco (nacido en Bohemia en tiempos del Imperio Austro-Húngaro) y de gran influencia en la fisica de Brasil y Argentina, y, en menor grado, en Venezuela.
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Don guido
El profesor Guido Beck, físico teórico, nació el 29 de agosto de 1903 en Liberec, ciudad de la actual
Checoslovaquia que pertenecía entonces al Imperio Austro-húngaro. Cursó sus estudios en la
Universidad de Viena entre 1921 y 1925 y en este mismo año fue publicado su trabajo de tesis sobre
la teoría de los campos gravitatorios. En la década siguiente publicó trabajos sobre el efecto Compton,
la relatividad general, las ondas electromagnéticas, el efecto fotoeléctrico, las consecuencias de la
analogía entre el quantum de luz y el electrón, el problema de la fricción en la mecánica cuántica y la
clasificación de los isótopos. Con el trabajo realizado sobre este último tema contribuyó en la década
de 1930 a la aceptación por parte de la comunidad científica de los conceptos que llevarían al modelo
de capas del núcleo atómico.
Hasta 1934, Beck trabajó en Europa: Berna, Viena, Leipzig, donde fue asistente de Heisenberg, el
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Cavendish Laboratory, Copenhague y Praga. En esta universidad desarrolló con su alumno Kurt Sitte
la teoría de la desintegración beta que explicó los resultados experimentales de la época antes de que
se formulara la hipótesis del neutrino.
En 1934 fue a los Estados Unidos donde dirigió a E.Horsley en un trabajo que explicaba el
comportamiento de las secciones eficaces de los neutrones lentos en función de la velocidad,
determinado experimentalmente por Enrico Fermi. Este trabajo fue confirmado sucesivamente por
contribuciones teóricas de Fermi, Perrin, Elsasser y Bethe. En la misma época, Beck propuso utilizar
el modelo de capas para el núcleo atómico a fin de explicar la dispersión anómala de las partículas
nucleares por núcleos livianos. En 1935 se trasladó a Odesa, en la URSS, donde enseñó física teórica
y formó investigadores que aún hoy lo recuerdan con particular emoción. Regresó a Europa
occidental en 1938 y trabajó en Francia con P. Havas. De esta época es su investigación sobre las
propiedades de los fragmentos resultantes de la fisión del uranio y también su trabajo con J. Pirenne
sobre la estructura del sistema electrón-positrón.
En 1942, durante la Segunda Guerra Mundial, se refugió en Portugal donde permaneció algo más de
un año enseñando en Lisboa, Coimbra y Oporto. En 1943 viajó a la Argentina invitado por Enrique
Gaviola. Contribuyó de manera notable a la formación de destacados físicos argentinos, así como a la
fundación de la Asociación Física Argentina. En 1951 partió, hacia Brasil, donde ya había estado en
años anteriores por breves períodos. Durante su permanencia en ese país trabajó diez años en el
Centro Brasileño de Investigaciones Físicas (CBPF) y por dos años en el Instituto de Física de la
Universidad de San Pablo. De 1960 es su trabajo con Moysés Nussenzveig sobre la interpretación
física de los polos de matriz S.
En 1963 regresó a la Argentina donde permaneció hasta 1974. En este período contribuyó a la
consolidación del Instituto de Física José Balseiro e inspiró importantes contribuciones argentinas en
el campo de las teorías de las fluctuaciones, sobre el origen de los acoplamientos spin?órbita, acerca
de las relaciones de coherencia entre sistemas de fotones y sobre el pasaje de partículas cargadas por
un dieléctrico. Regresó a Brasil en 1975 y colaboró allí en la reconstrucción del Instituto de Física de
la Universidad Federal de Río de Janeiro (UFRJ) y del CBPF. Murió víctima de un accidente
automovilístico el 21 de octubre de 1988, en Río de Janeiro, en momentos en que CIENCIA HOY
elaboraba el material que sigue. La entrevista se complementa con el testimonio de uno de sus
discípulos argentinos, Arturo López Dávalos.
Entrevista realizada por Alzira A. de Abren (Centro de Investigaciones y Documentación en Historia
Contemporánea del Brasil-Fundación Getúlio Vargas) y Ennio Candotti (Ciencia Hoy).
Profesor Beck, usted pertenece a la generación de físicos que en los años '20 fue responsable del gran
impulso dado a los estudios teóricos de física, revolucionando así el conocimiento. ¿Podría trazar un
cuadro general de la formación de los científicos en ese período?
En aquel tiempo la investigación científica se concentraba en las universidades, cuyo principal papel
era la enseñanza. Considero que las condiciones de los diversos países europeos eran diferentes. Los
físicos que se formaron en Austria, por ejemplo, tuvieron una situación distinta a la de los formados
en Inglaterra, Francia o Rusia. Después de la guerra de 1914, con los tratados de 1919?20 que
desmembraron el Imperio Austro-húngaro, los austríacos asistieron a la destrucción del sistema
universitario que allí existía. Los nuevos estados que surgieron (Checoslovaquia, Rumania, Polonia,
Yugoeslavia) preferían dar énfasis, en sus universidades, a los estudios de literatura e historia con la
intención de fortalecer las nuevas nacionalidades. Así, los jóvenes que hacían ciencia se desplazaron
hacia la pequeña Austria, pero la Universidad de Viena no reunía las condiciones para absorberlos a
todos. Muchos se fueron a Alemania, que tenía importantes centros de estudio en Berlín, Munich,
Göttingen y otras ciudades. Alemania se benefició con esta situación y se convirtió en una gran
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potencia en el campo científico. Lo mismo sucedió más tarde, cuando comenzaron las persecuciones
políticas y raciales en la Alemania nazi y en la Europa ocupada: muchos científicos emigraron a los
Estados Unidos, ayudando a ese país a convertirse en uno de los mayores centros de investigación del
mundo.
¿El ambiente en Europa era, en general, favorable al estudio de las ciencias naturales?
No, no era nada favorable. Recuerdo haber sentido esto por primera vez cuando tenía 14 años, en
1917, en mi gimnasio, en Zurich. Debíamos escoger si íbamos a estudiar humanidades o no. En el
primer caso aprenderíamos griego y latín, en el segundo, apenas latín, además de matemática y física.
El profesor nos explicó que la elite de los estudiantes aprendería griego porque era indispensable para
que una persona culta se moviera en el ambiente intelectual. Pero había un consuelo para los otros:
una persona honesta y trabajadora también podría tener, eventualmente, éxito en la vida aun cuando
no hubiera aprendido griego.
¿Y cómo se transmitía el conocimiento científico?
El sistema de estudios variaba, pero la física de un modo general se distinguía de la química, que
preparaba profesionales para la industria. Había un gran número de estudiantes de química, mientras
que poquísimos se dedicaban a la física. Los estudiantes de química eran dirigidos por profesores y
asistentes y tenían que dar un cierto número de exámenes. Los físicos, matemáticos y astrónomos
pasaban el día entero en la universidad, estudiando en la biblioteca, sin mucho control de los
profesores. Asistían a algunos cursos básicos en los dos primeros años y en los dos siguientes
trabajaban solos, discutiendo con los colegas y los profesores. Como resultado de esas discusiones, al
final del curso presentaban una tesis.
La relación alumnoprofesor y los sistemas de transmisión de conocimientos eran bastante diferentes
de los que conocemos hoy...
No se puede comparar la situación actual con la de mi generación. El número de estudiantes es hoy
mucho mayor, y están distantes unos de otros, sea espacialmente, sea en lo que se refiere al contacto
con los profesores. Por otra parte, el campo de la física se amplió enormemente, lo que también
obligó a ampliar el numero de años necesarios para la formación de un físico y llevó a una mayor
especialización dentro de la propia física. Un especialista en partículas no siempre acompaña los
progresos de la física del sólido o incluso de la física nuclear...
Cuando terminó la universidad en Viena usted fue a trabajar a Berna, Suiza. ¿Nos podría hablar de los
primeros años que siguieron a su formación?
La Universidad de Viena era el centro más importante de estudios de física, pero no había trabajo
para todos los jóvenes que se formaban allí. Por esto, busqué un empleo en Berna, donde las
condiciones de trabajo eran buenas. Allí tenía que supervisar a los estudiantes en los trabajos de
laboratorio. Fue en Berna donde conocí a Einstein. Yo discutía mucho de física y teoría de la
relatividad con Michele Besso, gran amigo de Einstein, y éste siempre lo visitaba cuando venía a
Berna. Trabajaban juntos en el escritorio de patentes de Berna en la época en que Einstein escribió su
primer trabajo sobre la relatividad y éste cuenta en sus cartas que Besso lo obligó a ser muy claro en
la explicación de la teoría porque decía que de otro modo nadie creería en ella.
Einstein y la relatividad ejercieron gran influencia en su formación y en el comienzo de su carrera
científica.
De hecho, mi interés por la física se despertó durante mis estudios secundarios leyendo un libro de
divulgación de la teoría de la relatividad escrito por el propio Einstein. Mi trabajo de tesis, aprobado
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por H. Thirring en 1925, también fue sobre la teoría de la relatividad.
Su artículo para el volumen IV del Handbuch der Physik, dedicado a la teoría de la relatividad es de
1929. En esa época usted estaba en Leipzig. ¿Cómo era el ambiente y quién más estaba allí?
Heisenberg, Debaye, Wentzel, Hund, Bloch, PeierIs, Teller, Landau. Era una gran familia.
Trabajábamos el día entero, muchas veces desde la madrugada hasta tarde en la noche. En aquella
época fueron desarrolladas teorías importantes: la teoría de los electrones en cristales, la teoría del
magnetismo, el origen de las fuerzas químicas y la electrodinámica cuántica. Heisenberg iba muchas
veces a Copenhague a visitar a Bohr, que era nuestro gran maestro. Bohr había recibido el premio
Nobel en 1922 por su teoría sobre la estructura del átomo, y tenía gran influencia sobre todos
nosotros. Heisenberg siempre volvía de estos viajes con nuevas ideas y nuevas dudas que nos
ayudaban mucho a avanzar en nuestro trabajo. Semestralmente, Bohr organizaba un encuentro e
íbamos todos. Al principio éramos unos veinte, después nuestro número comenzó a crecer.
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¿Es verdad que Bohr se resistió mucho a la idea del electrón positivo?
En aquella época no se entendía la teoría de Dirac que preveía la existencia de partículas con energía
negativa, los "agujeros". El mismo Dirac creía al principio que esas partículas deberían ser protones,
y sólo más tarde advirtió que la masa correspondía a electrones con carga positiva, los positrones.
Antes de que esta teoría fuera confirmada por los experimentos, Bohr se resistió mucho a aceptarla.
No se entendía cómo un electrón podía desaparecer espontáneamente, emitir luz e ir a energías
negativas; cómo sería posible fabricar partículas a partir de dos signos, más y menos, del valor de una
raíz cuadrada, que era, o que en esencia derivaba de la ecuación propuesta por Dirac. Sin embargo,
luego que los experimentos confirmaron esta hipótesis, Bohr hizo su mea culpa.
Usted dejó Viena y fue a Berna. Después vivió en Leipzig, Copenhague, Inglaterra, Praga, Estados
Unidos, la Unión Soviética, Francia, Portugal, Argentina y Brasil. ¿Por qué viajó tanto?
En verdad, yo no viajé, fui viajado... En primer lugar, formaba parte de la carrera del profesor
universitario o del investigador comenzar trabajando en un centro pequeño y, a medida que maduraba
intelectualmente, ser invitado a sitios más importantes como asistente hasta llegar a profesor titular por
lo general en centros mayores. Esta era una característica de la carrera universitaria, pero no fue sólo
por eso que yo viajé; se dio también el problema de las persecuciones raciales y políticas en Europa.
En 1930 yo ya había hecho varios trabajos y me establecí en Leipzig hasta 1932. Entonces me fui a
Copenhague, uno de los centros de la física mejor conceptuados en la época. Permanecí poco tiempo
porque fui invitado a trabajar en Praga y fue entonces que comenzaron los problemas políticos. Praga
había sido uno de los lugares tradicionales de la física, pero ya dejaba de serlo y comenzaron las
persecuciones. Me fui entonces a los Estados Unidos, a Kansas, invitado como profesor visitante. Al
terminar el contrato ya tenía una invitación para ir a Rusia.
¿Dónde residió en la Unión Soviética?
En Odesa. Cuando llegué en 1935 las condiciones de vida eran pésimas, pero había un gran
entusiasmo entre los jóvenes universitarios. Esto me encantó. Los cursos eran desorganizados y ellos
pagaban por hora, por grupo al que se le daba clase. Yo tenía 150 alumnos y me aconsejaron
dividirlos en grupos de 10, 20 ó 30 y repetir la misma clase para cada uno, así ganaría más dinero.
Pero no acepté y exigí un aumento de sueldo: me lo dieron. Otro problema era que la universidad no
recibía ni libros ni revistas extranjeras. Hice mucho ruido en el ministerio y ellos decidieron
comprarlos. Seleccioné en un año cuatro jóvenes para formar en física teórica. Hasta hoy siguen
trabajando allá. Pero tuve que dejar Rusia en 1937, cuando la presencia de extranjeros se fue
haciendo cada vez más sospechosa para el gobierno de Stalin.
Usted demuestra una preocupación permanente por la formación de los jóvenes científicos. Esto ha
ocurrido en todos los lugares donde estuvo...
Es verdad, durante toda mi vida procuré mantener una estrecha relación con los estudiantes y con la
enseñanza. Porque, donde están los jóvenes está la posibilidad de renovación. En Rusia, al principio,
fueron creados no se cuantos institutos para la "investigación pura" porque se decía que, desvinculada
de la universidad, la investigación daría mejores resultados. Fue un fracaso y no consiguieron atraer
buenos investigadores. ¿Cómo se descubrirían nuevos valores si no se estuviera en contacto con los
jóvenes? Los viejos tienen que ser reemplazados por los jóvenes.
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estableciera un sistema de colaboración internacional para el uso pacífico de la energía nuclear. La
propuesta fue rechazada por los americanos y por Churchill, quien trató a Bohr muy mal. Bohr, que
conocía a los físicos rusos ?Kapitza, Landau y otros? sabía que eran capaces de aprovechar los
nuevos conocimientos de física nuclear y, de hecho, la tensión mundial aumentó.
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¿Cómo viajó para América del Sur y cómo era el ambiente científico que encontró aquí?
Bueno, después que dejé Rusia fui a Copenhague y enseguida a Francia. Vino la guerra y como yo era
austríaco me internaron primero en un campo, pero enseguida permitieron que volviera a trabajar en el instituto.
Entonces yo intentaba organizar en Lyon el trabajo de los físicos refugiados, inclusive el de los físicos del norte de
Francia. De inmediato me empeñé en ayudar a aquellos que quisieran ir a los Estados Unidos y abandonar el país.
Pero después de la derrota de Francia ya no tenía ninguna seguridad y resolví marcharme a Portugal, donde trabajé
en la Universidad de Coimbra y en Oporto. En 1943 llegué a la Argentina invitado por el profesor Gaviola para trabajar
en Córdoba. En 1947 fui invitado por los profesores Leite Lopes y Costa Ribeiro para dar un curso de física en Río de
Janeiro, en la antigua Facultad de Filosofía. En 1948 di un curso en San Pablo, en la USP, invitado por Gleb
Wataghin, y en 1951 fui al Centro Brasileiro de Pesquisas Físicas, el CBPF.
¿Los alumnos se interesaban más por la física teórica o por la física experimental?
En todos los países siempre hay más gente trabajando en física experimental. Pero para comenzar un trabajo
en física teórica es suficiente un profesor, un alumno, lápiz y papel; para la física experimental se necesita un
laboratorio instalado que depende de la cooperación de un gran número de personas y de recursos a veces
considerables, difíciles de obtener en un ambiente nuevo. Es lógico que en un centro todavía incipiente, como era el
CBPF, fuera preferible comenzar con la física teórica y pasar más tarde a trabajar en física experimental.
Curiosamente, los jóvenes tenían una formación deficiente en cuanto a conceptos teóricos de física a pesar de tener
una base matemática sólida. Nunca tuve dificultades para trabajar con los estudiantes en matemática, que es sazón
de la física teórica. Cuando enseñábamos, aprendían rápidamente. La dificultad que se les presentaba era que no
estaban acostumbrados a usar conceptos y criterios físicos.
Participantes de la octava reunión de la Asociación Física Argentina realizada en Córdoba del 19 al 22 de septiembre de 1946.
E. Galloni (2), G. Dawson (3), A. Maiztegui (5), J. Sahade (6), C. Mossin Kotin (7), A. Valson (S), L. Acosta (10), D. Kowalewski
(11), J.A. Baiseiro (12), W. Luyten (13), D. Canals Frau (14), E. Cardoso (15), W. Kowalewski(16), E. Mazzoli de Mathov (17),
N. Golloni (18), M. Schenberg (19), J. Bobone (21), B. Levi (22), M. Martínez (23), C. Repetto (24), M. Dartayet (25), F. Alsina
(26), J. Iribarne (27), E. Gaviola (28), R. Othaz (29), C. Paglialunga (31), B. Dawson (32), M. Gutiérrez Burzaco (35), W. Scheuer
(36), J. Ubiría (38), A. Wurschmidt (39), A. Battig (40), G. Beck (41), M. Goldschwartz (42), J. Wurschmidt (44), J. Goldschwartz
(45), J. Jagsig (46). 1,4,9,20,30,33,34,37,43 no identificados.
Para terminar, ¿podría usted hablarnos de la situación actual de la física?
La física marcó profundamente la vida de todo el mundo, pero desde el punto de vista científico está hoy
estancada, los problemas básicos no han avanzado. La física experimental progresó más; la física teórica lo hizo
muy poco desde 1933. Hoy, la física está más difundida y es más respetada que en los años 20; el interés general
del gran público se despertó al final de la Segunda Guerra, después, desdichadamente, de la bomba atómica y
después de las aplicaciones tecnológicas de la física del estado sólido. Fue sólo entonces que el trabajo de los
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investigadores resultó más cómodo y mejor pago, pero menos eficiente si se calcula per capita.
Yo considero que una teoría física no es más que un caso particular de descripción. Sabemos que, en arte, una
descripción (por ejemplo una pintura, un poema, una obra dramática) para ser satisfactoria, debe cumplir ciertas
condiciones estéticas bien determinadas y conocidas desde hace mucho tiempo. En el caso de las artes dramáticas,
esas condiciones fueron formuladas cien años antes de Einstein por G. E. Lessing; exigen que una obra de teatro
obedezca a tres reglas: unidad de tiempo, unidad de espacio, y unidad de acción. Ahora bien, incluso la forma de
estas condiciones recuerda la covariancia relativista. Si las aplicamos a la mecánica de Newton, a la teoría de
MaxweIl o a la teoría de la gravitación de Einstein, veremos que se cumplen. No se cumplen, por el contrario, si las
aplicamos a la actual teoría cuántica.
Siempre consideré, por ejemplo, a la teoría de Maxwell del campo electromagnético como algo semejante a una
obra de teatro que representa, en una cierta aproximación, el conjunto de fenómenos electromagnéticos. Hace poco
tiempo leí un análisis donde el autor (ahora no recuerdo su nombre) afirma, basándose en la teoría cuántica, que la
física teórica no es como una pieza de teatro: obedece a otras reglas. ¿Pero cuáles son esas reglas? En opinión de
Niels Bohr, estas reglas se limitan al postulado de concordancia con los experimentos; luego, son reglas más débiles
que las de Lessing.
Se trata aquí, por lo tanto, de dos definiciones diferentes de lo que debe ser la física teórica. La elección entre
las dos definiciones es, evidentemente, de importancia fundamental para el futuro de la física. Los argumentos que se
pueden presentar en favor del punto de vista de Einstein se refieren a las constantes físicas fundamentales.
¿Y cuál es la importancia de esas constantes para la teoría cuántica?
En la actual teoría de los quanta se introducen, además de la masa m del electrón y de la velocidad c de la luz,
dos constantes independientes. La carga de un sistema debe ser un múltiplo entero de la carga electrónica e y el
impulso angular del sistema debe ser un múltiplo entero o semientero de la constante h de Planck. Cuantificamos, por
consiguiente, dos veces. Por otra parte, la combinación e2 / hc = 1/ 137 es una constante numérica
experimentalmente muy bien determinada y significa que las dos cuantificaciones no son independientes; que la
cuantificación del impulso angular ya determina la carga del electrón y viceversa. En cuanto tenemos que introducir
dos constantes independientes sin comprender cómo están vinculadas entre sí, estamos introduciendo un concepto
básico redundante en la teoría, dando, por así decir, dos nombres diferentes a un mismo hecho físico. Esto es lo que
viola las reglas de Lessing.
Sabemos también, por la historia de la física, que la imagen de una teoría cambia radicalmente cuando
logramos eliminar un concepto básico redundante. Esto ocurrió en la transición de la termodinámica fenomenológica a
la teoría estadística, sustituyendo el concepto redundante de temperatura por la energía cinética media por grado de
libertad. Con conceptos redundantes, la teoría permanece abstracta, no intuitiva. Eliminando los conceptos
redundantes aparece una imagen simple y visualizable.
Recuerdos de un discípulo
En mayo de 1943 desembarcó en el puerto de Buenos Aires el profesor Guido Beck. Comenzaba así un
nuevo período de su vida. Comenzaba, también, una nueva etapa de la física en la Argentina. Beck había sido
invitado por Enrique Gaviola para incorporarse al Observatorio Astronómico de Córdoba como investigador en física
teórica. Desde entonces y en diferentes épocas, reunió allí a estudiantes de doctorado como Mario Bunge, Estrella
Mathov, José Balseiro, Fidel Alsina, Damián Canals Frau, Cecilia Mossin Kotin, Augusto Battig y Ernesto Sabato.
Con estos jóvenes de entonces, a los que llamaba "mis chicos", inició la primera actividad importante del país en
el campo de la física teórica encarando temas actuales e inaugurando un estilo de amistad y confraternidad entre
profesor y discípulos que los llevaba a compartir largas noches de discusión y trabajo. Seguramente se mostraba
por primera vez en la Argentina que el trabajo serio no requiere un ambiente formal. En el hotel "El Cóndor" de l a
Pampa de Achala, en una atmósfera cálida, fue el iniciador de los cursos de verano. Allí, con el "niño" Balseiro, el
"pibe" Canals Frau y otros, demostró que pasear a caballo, dormir hasta tarde y trabajar hasta las tres o cuatro de
la mañana no son imcompatibles con una gran actividad científica. Los resultados más importantes de esta física
de la Pampa de Achala son quizá el estudio de las fluctuaciones de paquetes de fotones y una descripción de
campos cuánticos de radiación que precedió desarrollos posteriores en la teoría de los láseres.
En agosto de 1944 Guido Beck y un grupo de 25 investigadores argentinos fundaron, en una confitería de La
Plata, la Asociación Física Argentina, primera sociedad científica latinoamericana en el área de esta disciplina. Es
interesante notar que, de ese grupo inicial, 14 eran estudiantes, lo que aseguró la vitalidad de la empresa. La
mayoría de estos jóvenes eran alumnos y discípulos de Gaviola y Beck.
Después de ocho años en la Argentina. en 1951 Guido Beck partió a Brasil donde permaneció hasta 1963,
año en que regresó a nuestro país para continuar la dirección de trabajos que quedaban inconclusos por la
temparana muerte de su discípulo José A. Balseiro. La actividad del profesor Beck en los años que siguieron fue
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esencial para consolidar el Instituto de Física Bariloche luego Instituto Balseiro cuya situación era crítica tras la
pérdida de su principal motor. Los nuevos jóvenes que se reunieron a su alrededor éramos Jorge Agudín, Leonel
Menegozzi, Leonardo ascheroni y quien ahora escribe. Para nosotros, su conversación tenía el encanto de los
relatos de primera mano sobre los jóvenes que hicieron la revolución cuántica, muchos de los cuales tenían, según
sus propias palabras, "la edad cuántica', ya que habían nacido a principios de siglo. En Bariloche no sólo dirigió
trabajos, sino que dictó clases regulares de Mecánica cuántica, Electromagnetismo, Teoría cuántica de la
radiación y Mecánica estadística. Creó un ambient cálido y amistoso en las aulas y sobre todo durante los
exámenes, que eran con masas o con tortas según la dificultad del tema.
Pero no sólo sus alumnos argentinos
recordamos este rasgo sobresaliente de su
personalidad. H. M. Nussenzveig, alumno y amigo
brasileño, lo ha remarcado en palabras emocionadas
de homenaje y ha rescatado también el recuerdo de
científicos rusos que 40 años después de haber sido
sus discípulos recordaban el clima afectuoso, la
atmósfera cordial que enmarcaba las clases y las
discusiones científicas sobre los más interesantes y
novedosos temas de entonces, discusiones que
culminaban a altas horas de la noche en la casa del
maestro, en los suburbios de Odesa.
Sé que una biografía y una entrevista forman
parte de estas páginas dedicadas a Guido Beck. Yo
he querido rescatar un aspecto encomiable de su
personalidad que signaba a sus discípulos. Diré,
finalmente, sobre él, que asistió al nacimiento de las
ideas más importantes de la física de este siglo que originaron una verdadera revolución filosófica y científica; que
fue testigo y actor de esos acontecimientos en una Europa convulsionada y que trajo luego hasta nosotros no sólo
sus conocimientos dino la sabiduría y la experiencia del hombre bueno forjado en esas difíciles circunstancias.
Don Guido, como o llamábamos cariñosamente en la Argentina, desarrolló su labor científica teniendo presente que
la ciencia es sobre todo un valor cultural, una actividad creativa en la que los protagonistas son tanto o más
importantes que los resultados. En su peregrinar por el mundo transmitiendo su saber y su experiencia nunca
perdió de vista la dimensión humana de su labor. Fue un maestro: enseño, sobre todo, con el ejemplo.
Arturo López Dávalos
Centro Atómico Bariloche.
Travesuras de
Don Guido
A fines de 1930 la revista alemana Die Naturwissenschaften publicó un artículo firmado por los físicos G.
Beck, H. Bethe y W. Riezler, cuya traducción castellana es la siguiente:
Comentario sobre la Teoría Cuántica del Cero Absoluto
Consideremos un cristal hexagonal. El cero absoluto de temperatura del mismo está caracterizado por el
hecho de que todos los grados de libertad del sistema están congelados, es decir que todos los movimientos
internos de la red han cesado. Naturalmente que de esto está exceptuado el movimiento del electrón en su órbita
de Bohr. Cada electrón posee, según Eddington, 1/a grados de libertad siendo a la constante de Sommerfeld de
la estructura fina. Además de los electrones nuestro cristal contiene también los protones, para los cuales
evidentemente el número de grados de libertad es el mismo ya que, según Dirac, un protón puede ser visto como
un agujero en un gas de electrones. Por lo tanto para llegar al cero absoluto debernos extraer de una sustancia
2/a 1 grados de libertad por neutrón (= 1 electrón + 1 protón; nuestro cristal debe ser eléctricamente neutro en
conjunto) ya que el grado de libertad debido al movimiento orbital debe mantenerse. Obtenemos por lo tanto para
la temperatura del cero absoluto T0 = (2/a 1) grados.
Si ponemos aquí T0 = 273º obtenemos para 1/a el valor 137, que coincide, dentro de los límites de error,
con el valor determinado por métodos totalmente independientes. Es fácil convencerse de que nuestro resultado
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es independiente de la elección particular de la
estructura cristalina.
Cambridge, 10 de diciembre de 1930
G. Beck H..Bethe W.Riezler
Poco después de recibir el premio Nobel
(1967) por su contribución a la explicación del
ciclo de combustión nuclear en el sol, H. Bethe
recibió un llamado telefónico. La celosa
secretaria sólo dio curso al mensaje cuando
quien llamaba se identificó como el coautor del
trabajo más importante de Bethe, Guido Beck.
Poco después, ambos recordaban las
circunstancias que dieron lugar al artículo
reproducido en esta página.
Su redacción data de 1930. En esa
época, A. Eddington era uno de los físicos
más importantes de Gran Bretaña. Había
dirigido
trabajos
que
verificaron
experimentalmente la validez de la teoría de la
relatividad general de Einstein. (Se cuenta que,
poco después de publicada la teoría, un
periodista le preguntó si era verdad que sólo
tres personas la comprendían, a lo cual
Eddington comentó que ignoraba cuál pudiese
ser la tercera.) Posteriormente el físico
británico intentó vincular entre sí las
constantes fundamentales del universo
(constante de Planck, carga y masa del
electrón, velocidad de la luz, etc.) mediante
relaciones numerológicas. Los entonces
jóvenes investigadores Beck, Bethe y W.
Riezler se hallaban cierta vez discutiendo la
física de Eddington (o más bien la ausencia de
la misma en sus ideas) y entonces concibieron
el proyecto de escribir una parodia basada en
la confusión entre "grados de libertad" y
'"grados de temperatura" de un sistema. Ello ocurrió, recordaba Beck, en una helada pensión inglesa.
Prácticamente todos los pasos que se presentan en el artículo constituyen un non sequitur. Por ejemplo,
los autores inician su argumentación considerando un cristal hexagonal, pero nunca hacen referencia a tal
estructura en su "demostración". A pesar de ello, el artículo fue publicado por la revista especializada Die
Naturwíssenschaften. Para comprender las consecuencias de esta publicación el lector debe rememorar las
características de una cultura académica basada en el respeto reverencial por el Herr Professor... No solamente
Eddington se enojó. Un importante físico alemán, en estado de furia, escribió al editor una carta en la cual se
quejaba por haber perdido una semana tratando de comprender la estupidez que se había publicado. Ante el giro
de los acontecimientos, el editor exigió de los autores un pedido de disculpas. Beck, Bethe y Riezler
manifestaron rápidamente su pesar, aduciendo en su descargo que no creían que nadie fuese tan tonto como
para haber dedicado una semana a analizar el artículo. Obviamente esta respuesta nunca fue publicada.
El episodio tuvo otra trascendencia fuera del ámbito de la física, según narra H. M. Nussenzveig. Entró en
juego la indignación pública de cierta prensa alemana, muy susceptible en esa época a la mención de "grados de
libertad " o cualquier otra referencia a la libertad.
Daniel R. Bes
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