La historia trata sobre una niña llamada Fuensanta que visita a sus abuelos en la huerta de Murcia. Allí, varios árboles y animales le cuentan que la huerta está desapareciendo debido a la construcción. Fuensanta intenta detener a unos trabajadores que están talando árboles. Habla con el encargado y le muestra la belleza y la importancia de la huerta. El encargado entiende el valor de la huerta y decide dejar de tala los árboles para conservarla.
2. Había una vez una niña
llamada Fuensanta que
vivía en la ciudad de
Murcia. Todos los fines
de semana le hacía
visitas a sus abuelos que
vivían en la huerta de La
Ñora. La casa de los
abuelos era blanca, con
el tejado marrón y
grandes ventanas de las
que trepaban bonitas
enredaderas.
3. Junto a ella se
encontraba una cuadra
con muchos animales y
un enorme patio rodeado
de grandes macetas con
un pozo desde el cual,
los abuelos de Fuensanta
sacaban agua cada
mañana para dar de
beber a los animales y
regar las hermosas
macetas. Entre ellas
destacaba el jazminero,
la planta favorita de
Fuensanta, que con su
dulce olor hacia de la
casa un lugar especial.
4. En la parte trasera había
un bancal repleto de
moreras, higueras,
limoneros y naranjos. A
Fuensanta le encantaba
coger su cesta e ir con sus
abuelos a recoger los frutos
que éstos árboles daban.
Además, cerca del bancal
había un pequeño terreno
para cultivar coliflores,
acelgas, lentejas, lechugas
y tomates. Fuensanta
disfrutaba ayudando a su
abuela a plantar estos
alimentos y a cocinarlos
para hacer ricas comidas.
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9. Un fin de semana en el
que Fuensanta fue a la
casa de la huerta, su
abuelo le regaló una caja
con muchos agujeros. La
niña muy sorprendida la
abrió para ver lo que
había en su interior y
encontró seis pequeños
gusanos blancos. El
abuelo le explicó que
eran gusanos de seda,
muy típicos de la huerta
de Murcia y que se
alimentaban de las hojas
de la morera.
10. Fuensanta, muy contenta, decidió ir al
bancal a buscar hojas de morera para sus
gusanos. Cuando llegó allí, se puso a buscar
entre los árboles. Cuando encontró la
morera cogió hojas de ésta y de repente
oyó:
¡Ay! ¡Me haces daño niña!
¿Quién habla?- preguntó Fuensanta
Soy yo, la Morera que buscabas, sólo que
ahora es más difícil encontrarnos porque
cada vez somos menos las de mi especie…
¿Más difícil? ¿por qué? - Preguntó la niña
con curiosidad.
Verás, la ciudad de Murcia se está haciendo
muy grande y muchas cosas están
desapareciendo. Una de ellas es la Huerta,
¡Y están acabando con todos nosotros!Exclamó indignada la morera.
¡Oh vaya! Es verdad, antes era muy
diferente… el bancal estaba repleto de
árboles y ahora… - dijo Fuensanta
entristecida - ¿cómo puedo ayudaros para
que esto no acurra?
En ese momento apareció por detrás de la
morera un limonero cascarrabias que
repetía:
¡Tú nada niña! Nunca nadie podrá
ayudarnos ¡Ya no hay solución!
11. Fuensanta cabizbaja cogió su caja
con los gusanos de seda y se fue
pensando en lo que había dicho el
limonero.
Paseó durante un largo tiempo
junto al borde de la acequia.
Mientras caminaba, meditaba
sobre cómo era antes la huerta de
Murcia. Recordó que hace años la
huerta era más grande, rica y daba
mejores cosechas. También había
más naranjos, más granados, más
almendros…
Al final de la acequia se encontraba
una gran noria que elevaba el agua
para así poder regar las zonas más
altas de la huerta. Éste era el lugar
preferido de Fuensanta ya que le
gustaba ver cómo la noria daba
vueltas y escuchar el sonido del
agua al caer.
12. De repente, vio un pájaro bebiendo
agua junto a la noria y Fuensanta le
preguntó:
-Nunca te he visto por aquí, ¿cómo
te llamas?
-¿No me conoces? Mi nombre es
jilguero, soy un pájaro típico de la
Huerta de Murcia. Ya no vengo
mucho por aquí porque están
desapareciendo casi todos los
árboles y ya no tenemos sitios para
hacer nuestros nidos.
-¡Qué casualidad! Vengo del huerto
y la Morera y el Limonero me han
dicho lo mismo que tú. ¡Esto no
puede seguir así! ¡Tenemos que
hacer algo!- dijo la niña enfadada.
-Tienes razón. Pero, ¿qué haremos?
¡Cada día están desapareciendo más
Huertas de Murcia! Me contó la
morera que todas las tardes viene
un grupo de hombres con máquinas
y cortan los árboles casas muy
grandes.Dijo el Jilguero
-Hay que hablar con esos hombres,
¡tenemos que detenerlos! – dijo
Fuensanta asustada.
13. Comenzaba a anochecer y Fuensanta
se despidió del Jilguero y regresó a
casa de sus abuelos.
Durante esa noche y a la mañana
siguiente Fuensanta no podía olvidar
que iba a desaparecer aquel lugar en
el que sus abuelos habían empleado
tanto cuidado y esfuerzo día tras día.
La niña pensaba que todas las
personas debían tener la oportunidad
de conocer y apreciar la Huerta de
Murcia porque es única en sus
paisajes, tiene ricas frutas y verduras
y es parte de nuestra cultura.
Esa misma tarde Fuensanta fue a la
casa de sus abuelos y se dirigió
rápidamente a la huerta. Allí pudo
ver al jefe de obras y a otros hombres
que estaban con máquinas tirando a
todos los árboles del bancal.
La niña, al ver lo que sucedía se
acercó a hablar con el encargado de
todo eso:
14. ¡Qué estáis haciendo! ¡No derribéis los árboles
por favor! – dijo Fuensanta llevándose las
manos a la cabeza.
El encargado no hizo caso a Fuensanta y dijo:
-¿Por qué no? ¿Para qué queremos la huerta?
Aquí haremos casas que serán mucho más
bonitas que estos árboles ¡qué no sirven para
nada!
-¿Cómo puedes decir eso? – dijo Fuensanta
asombrada – ¡Si todo el mundo pensara como
tú la huerta de Murcia desaparecería! .
El encargado fue con la niña y Fuensanta le
llevó hasta la noria. Allí habían higueras con
higos, palmeras con dátiles y naranjos.
-¿Has visto que bien huele todo? , ¿Ves todos
estos frutos? si derribas los árboles ¿de qué
nos alimentaremos? – dijo Fuensanta
El encargado pensó en lo que había dicho
Fuensanta. Juntos se sentaron en silencio y
observaron el paisaje.
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16. El encargado, después de haber visto todo aquello entendió que la Huerta de Murcia no podía
ser destruida para construir casas porque la huerta era mucho más importante y todos deben
cuidarla.
Al final, todos los trabajadores que antes tiraban los árboles decidieron dejar de hacerlo porque la
huerta de Murcia tenia que conservarse para poder disfrutar de todas sus riquezas y maravillas.