Presentación contribuciones socioeconómicas del SUPV 2023
Cuentos para Peques
1. Lío en la clase de ciencias
El profesor de ciencias, Don Estudiete, había pedido a sus alumnos que
estudiaran algún animal, hicieran una pequeña redacción, y contaran sus
conclusiones al resto de la clase. Unos hablaron de los perros, otros de los
caballos o los peces, pero el descubrimiento más interesante fue el de la pequeña
Sofía:
- He descubierto que las moscas son unas gruñonas
histéricas - dijo segurísima.
Todos sonrieron, esperando que continuara. Entonces
Sofía siguió contando:
- Estuve observado una mosca en mi casa durante
dos horas. Cuando volaba tranquilamente, todo iba
bien, pero en cuanto encontraba algún cristal, la
mosca empezaba a zumbar. Siempre había creído que
ese ruido lo hacían con las alas, pero no. Con los prismáticos de mi papá miré de
cerca y vi que lo que hacía era gruñir y protestar: se ponía tan histérica, que era
incapaz de cruzar una ventana, y se daba de golpes una y otra vez: ¡pom!,
¡pom!, ¡pom! Si sólo hubiera mirado a la mariposa que pasaba a su lado, habría
visto que había un hueco en la ventana... la mariposa incluso trató de hablarle y
ayudarle, pero nada, allí seguía protestando y gruñendo.
Don Estudiete les explicó divertido que aquella forma de actuar no tenía tanto
que ver con los enfados, sino que era un ejemplo de los distintos niveles de
inteligencia y reflexión que tenían los animales, y acordaron llevar al día siguiente
una lista con los animales ordenados por su nivel de inteligencia...
Y así fue como se armó el gran lío de la clase de ciencias, cuando un montón de
papás protestaron porque sus hijos... ¡¡les habían puesto entre los menos
inteligentes de los animales!! Según los niños, porque no hacían más que
protestar, y no escuchaban a nadie.
Y aunque Don Estudiete tuvo que hacer muchas aclaraciones y calmar unos
cuantos padres, aquello sirvió para que algunos se dieran cuenta de que por muy
listos que fueran, muchas veces se comportaban de forma bastante poco
inteligente
Y aprendida la lección, siguió siendo una nube pequeña y modesta, pero dejaba
lluvias tan generosas y cuidadas, que aquel país se convirtió en el más verde,
más bonito y con más arcoíris del mundo.
Estos cuentos fueron escritos por Pedro Pablo Sacristán , un escritor español, que comenzó a publicar los cuentos que
inventaba cada día para sus propios hijos antes de irse a la cama, animando a otros padres y maestros a hacer lo
mismo. Transmite valores a partir de cuentos cortos.
Agrupamento de Escolas Frei Heitor Pinto
Escola Básica 2/3 de Tortosendo
Semana da Leitura – O prazer de Ler
28 a 31 de março de 2017
Ano Letivo 2016/2017
2. Las palabras viajeras
La primera palabra que existió no sabía viajar. La pobre
vivía sola, encerrada en una cabecita. Aparecieron más
palabras, y tampoco sabían viajar. Hasta que un día
conocieron una boca y le pidieron ayuda. La boca escogió
a una y sopló con gran fuerza. Y aquel fue el primer viaje
de una palabra, y la elegida fue “mamá”.
Muchas otras palabras aprendieron a viajar así. Saltaban felices de las bocas a las
orejas volando a través del aire. Pero pronto se dieron cuenta de que nunca
llegaban muy lejos. Como mucho, con el mayor de los gritos y el viento a favor,
algunos cientos de metros ¿Cómo iban a conocer así el mundo con lo grande que
es?
Pasaron años y años antes de que conocieran a unas chicas increíbles. Eran 27
amigas que se hacían llamar Letras, y se ofrecieron a vestir a cada palabra de
forma distinta, para que al viajar se las reconociera fácilmente. Ellas no sabían
volar por el aire, pero conocían al señor Lápiz, capaz de pintar cualquier cosa en
cualquier sitio. Sin embargo, Lápiz nunca encontraba buenos lugares para que las
palabras viajaran, y a menudo escribía sobre rocas y árboles que nadie podía
mover, dejando a las palabras allí atrapadas para siempre.
Y entonces, cuando las palabras estaban a punto de rendirse y aceptar que nunca
podrían viajar lejos, conocieron al señor Papel. Era ligero y se movía rápido, pero
aguantaba firme mucho más que el aire. Era la forma perfecta de viajar.
Y así en el papel el lápiz escribió letras, que formaron palabras, que pudieron
viajar al otro lado del mundo sin perderse. Y lo que en un principio solo había en
la cabeza de unas personas pudo llegar a muchas otras a las que ni siquiera
conocían, inventando una maravillosa forma de hacer viajar las palabras que
cambiaría el mundo para siempre: la lectura.
La cara perfecta
Había una vez un muñeco de papel que no tenía cara. Estaba
perfectamente recortado y pintado por todo el cuerpo, excepto por la cara. Pero
tenía un lápiz en su mano, así que podía elegir qué tipo de cara iba a tener
¡Menuda suerte! Por eso pasaba el día preguntando a quien se encontraba:
- ¿Cómo es una cara perfecta?
- Una que tenga un gran pico - respondieron los pájaros.
- No. No, que no tenga pico -dijeron los árboles-. La cara perfecta está llena de
hojas.
- Olvida el pico y las hojas -interrumpieron las flores- Si quieres una cara
perfecta, tú llénala de colores.
Y así, todos los que encontró, fueran animales, ríos o montañas, le animaron a
llenar su cara con sus propias formas y colores. Pero cuando el muñeco se dibujó
pico, hojas, colores, pelo, arena y mil cosas más, resultó que a ninguno le gustó
aquella cara ¡Y ya no podía borrarla!
Y pensando en la oportunidad que había perdido de tener una cara perfecta, el
muñeco pasaba los días llorando.
- Yo solo quería una cara que le gustara a todo el mundo-
decía-. Y mira qué desastre.
Un día, una nubecilla escuchó sus quejas y se acercó a
hablar con él:
- ¡Hola, muñeco! Creo que puedo ayudarte. Como soy una nube y no tengo
forma, puedo poner la cara que quieras ¿Qué te parece si voy cambiando de cara
hasta encontrar una que te guste? Seguro que podemos arreglarte un poco.
Al muñeco le encantó la idea, y la nube hizo para él todo tipo de caras. Pero
ninguna era lo suficientemente perfecta.
- No importa- dijo el muñeco al despedirse- has sido una amiga estupenda.
Y le dio un abrazo tan grande, que la nube sonrió de extremo a extremo, feliz por
haber ayudado. Entonces, en ese mismo momento, el muñeco dijo:
- ¡Esa! ¡Esa es la cara que quiero! ¡Es una cara perfecta!
- ¿Cuál dices? - preguntó la nube extrañada
- Pero si ahora no he hecho nada...
- Que sí, que sí. Es esa que pones cuando te doy un abrazo... ¡O te hago
cosquillas! ¡Mira!
La nube se dio por fin cuenta de que se refería a su gran sonrisa. Y juntos
tomaron el lápiz para dibujar al muñeco de papel una sonrisa enorme que pasara
diez veces por encima de picos, pelos, colores y hojas.
Y, efectivamente, aquella cara era la única que gustaba a todo el mundo, porque
tenía el ingrediente secreto de las caras perfectas: una gran sonrisa que no se
borraba jamás.