Las viejas concepciones de la criminología buscaban identificar a los ‘delincuentes natos’ a través de complejos sistemas de medición de cráneos, conteo de lunares y tatuajes, y aún el 1895 adjudicaban a las mujeres “las cualidades de la criminalidad masculina y las peores características de la feminidad: la astucia, el rencor y la falsedad”. Así lo explicaban hace algo más de cien años los biólogos criminalistas Lombroso y Ferrero. Lejos de presupuestos como los anteriores, o de otros como los que postularon la importancia de centros de reclusión depositarios de seres humanos – al mejor estilo Papillón en su isla-, fue creado también hace poco más de cien años el Establecimiento Correccional y de Detención para Mujeres que hoy funciona en la calle Cabildo y Miguelete. Diferenciándose en su accionar de lo que tradicionalmente se conoce como centros de reclusión o cárcel, el enfoque criminológico de este establecimiento busca la reinserción social a través del fortalecimiento de las reclusas con su entorno familiar, sobre todo en lo concerniente a la relación madre- hijo y la afectividad en la pareja. La vida cotidiana de las 115 mujeres recluidas y casi cuarenta niños bajo estos presupuestos, retratada durante cuatro semanas en este reportaje fotográfico y vivencial, conforman un testimonio de la eficacia y las debilidades no sólo del modelo aplicado, sino de los confusos caminos que encuentra la libertad.