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Lectura doble de una carroza
Crónica
Por Giovanny Castro
Cuando Segundo Moisés Melo se ingenió la forma de convertir sus esculturas
de cementerio en monigotes para carrozas del incipiente carnaval de blancos y
negros en Samaniego, Nariño, jamás se imaginó que su hijo, décadas después,
terminaría conjurando espantos de historia y literatura, siguiéndole el arte en el
carnaval matriz de Pasto. Su rostro se ha tallado en una de las figuras laterales de la
carroza que el hijo menor, Franklyn Melo Chávez, fuerte de estampa y algo taciturno
al habla, prepara para el desfile de este 2015 que se viene con prisas. El motivo de la
carroza fue ocasión de una polémica fatal en esta misma ciudad en 1966, aún más
parroquiana y conservadora en ese entonces, tiempo alrededor del cual don
Segundo todavía ejercía su arte de mausoleos, antes que esa tradición decayera con
la moda de los jardines de reposo eterno y las bóvedas de simple lápida. El hijo se ha
asegurado que la carroza actual sea una burla lo bastante moderada como para
2
superar esta vez la censura. Una de las dos carrozas es una mentira. Y la otra nunca
hubiera podido ocurrir sin esa mentira.
Pasto es una inmensa burla. El taller donde trabaja el equipo que dirige
Franklyn está en el solar que fuera una casona de tapia, en el barrio de Santiago,
justo al lado del parque por donde siguieron del Colorado abajo los siniestros
soldados del Rifles que harían el famoso estrago de la navidad de 1822. La figura
central de la carroza es un Bolívar subido a un jeep con garras, con una corneta en la
mano, que persigue a una mujer. En realidad, se trata del gamonal Furibundo Pita,
uno de los hombres más ricos de Pasto, que tenía por costumbre perseguir a su
mujer a la salida de la iglesia de Maridiaz, dándole escarnio acelerando el carro y
pitando hasta que la acorralaba a la puerta de su casa en el barrio las Cuadras, unas
buenas diez cuadras de burla para todo el que lo quisiera ver. Franklyn le sigue los
pasos al maestro Tulio Abril, que intentó representar la escena de tragicomedia en
una carroza, luego tuvo que componer el motivo bajo la furia arrevolverada del
gamonal y la persuasión del doctor Justo Pastor Proceso, quien estaba obsesionado
secretamente con develar la figura vergonzosa de Bolívar, y como uno y otro se
parecían como gemelos idénticos – algo había que hacer con la escultura efímera ya
lista -, pues la carroza cambió a ser una alegoría de lo más ruin de Bolívar. Las
figuras de unas niñas – ninfas huirían de su concupiscencia.
El taller huele a químicos y el piso de tierra está a la espera de una carpa
adicional prometida por Corpocarnaval o de un buen aguacero para volverse barro,
lo primero que suceda. Sobre mesas bastas de carpintería, las figuras van cobrando
forma, y las deudas que todo el proyecto acumula, también se van a cobrar. El
anticipo de la financiación oficial recién llegó esta semana. La ferretería no fía
cauchola. El material hay que comprarlo al por mayor y en efectivo. Franklyn se ve
un poco en la coyuntura que lo decidió al fin por las artes, cuando después de
animarse haciendo un año viejo para el desfile del 31 de diciembre en la empresa
que trabajaba, decidió que renunciaba a ese trabajo para ingresar a estudiar artes
plásticas en la Universidad de Nariño. Esta puede ser su primera y última carroza, o
tiene por seguro que se va a retirar por un tiempo, pues su mujer está esperando
3
gemelos y el costo de una aventura carnavalera más será insostenible el año que
viene. A diferencia de las amenazas de abandono que recibía de su esposa el
maestro Tulio Abril, de los reveses domésticos sin consecuencia pues al fin ninguno
terminaba interesando en otra cosa que competir en el desfile del 6 de enero, el
apoyo de la esposa del maestro Franklyn fue fundamental para ingresar y
mantenerse en la carrera universitaria, y ahora en el trabajo diario. El vientre de
Sonia todavía no se anuncia, y la pareja que ahí dentro crece no sabe de la burla
infinita que es este taller en el que se mueven.
Unas gradas truncas se pegan a la tapia del fondo. Salen del piso y terminan a
media altura, sin propósito. Este detalle, y la continuidad rota de la tapia de la
fachada, que viene del predio de al lado, evidencian que se trataba de una misma
casona, dividida y demolida a medias con el paso del tiempo y las sucesiones. Un
vestigio, igual que el caserón señorial de tres pisos que todavía se sostiene a media
cuadra de ahí, sobre el parque y justo enfrente de la iglesia de Santiago, que sirve de
escenario a uno de los testimonios de crueldad en los que se basó la carroza del
carnaval de 1966.
4
En la historia de ese año, los ambientes, las casas, los barrios de la ciudad,
tienen una materialidad tan firme como el estado actual de esa casona de Santiago,
tan real que se desmorona a la vista. Los personajes tienen el acabado grotesco que
dan las pinticas del juego durante los días del carnaval, cosmético negro o talco
blanco, y el carácter de esperpento del ser íntimo revelado a golpe de aguardiente.
La tal carroza de 1966 es una invención que además nunca logró salir en el desfile,
ni en cuento ni en cierto, pero su influencia es definitiva para esta otra
interpretación actual que sí se materializó, si es posible decir así al referirse a la
efímera realidad de un día en medio del caos.
El artista Franklyn Melo halló razonables los motivos que su colega, Danilo
Ramírez, propuso para el tema de la carroza, cuando estaban en el momento álgido
de tomar estas decisiones - que iban a marcar el resto del trabajo hasta la ruleta
definitiva del 6 de enero –. El escritor Evelio Rosero había publicado la novela “La
carroza de Bolívar” en Tusquets en 2012, y había ganado el Premio Nacional de
Novela otorgado por el Ministerio de Cultura en 2014. La audacia narrativa de su
obra triunfó sobre cuatro finalistas notables. La distancia que va de un “Temporal”
situada en una playa sucreña, nada menos que en el azul profundo del golfo de
Morrosquillo, a la comedia poblada de debutantes de Rosero, en la tierra herida de
los Andes recorrida a puro sexo furtivo en los días del carnaval. Lo que va de un
Tomás González a la incógnita personal que siempre es Evelio Rosero. Algo así como
lo que es la diversidad del país de las regiones.
También, decidieron que no se meterían con el tema espinoso de Bolívar, como
lo hace Rosero en su novela, sino que harían su lectura propia, por el lado de lo que
en sí misma cuenta. Por eso las figuras que planearon hacer para la carroza, y que
estaban en su maqueta dentro de una urna de vidrio, visible a cualquier visitante del
taller, eran los personajes del libro: adelante, tirando de la carroza o huyendo de su
marido, como se quiera ver, la esposa de Furibundo Pita, quien a su vez está subido
en un jeep con garras en lugar de ruedas; más atrás, la danzarina Primavera, de
ñapanga, mujer del doctor Justo Pastor Proceso, quien va en disfraz de gorila, la
cabeza descubierta y la máscara del animal en una mano. La configuración completa
5
forma la historia núcleo de la novela, esa relación disfuncional y absurda que se ha
tejido entre el ginecólogo y Primavera, bellísima y terrible, quien lleva 15 amantes
en sus cuentas. El parecido entre el personaje del gamonal y el Bolívar histórico, con
la anécdota de su persecución vergonzosa a la mujer, que ha dado pie al desatino
inicial de la ficticia carroza de 1966 intentada por el maestro Abril, forma la otra
llave de apertura narrativa, y hasta ahí quisieron plasmar en figuras los artistas
actuales. Por supuesto, la historia es más compleja, con personajes y situaciones
auxiliares que se cruzan en intersecciones fluidas. El visitante al taller del maestro
Franklyn, si se mantenía en ser un poco frecuente, podía ver formarse desde el
icopor ese entramado, con cada figura en sus etapas progresivas de trabajo, hasta el
montaje final sobre la plataforma de madera del camión. Más o menos como leerse
un libro e irse formando opinión del carácter de cada personaje.
Daniela, la hija de Franklyn, algo ha leído de la novela. Está en el colegio y
desde hace varios años ayuda al papá en sus emprendimientos de carnaval. Al
preguntarle si a sus compañeros les daba curiosidad cómo era ese trabajo, dice que
ellos se imaginaban que era aburrido, pero que trata de desengañarlos: ningún día
en el taller es igual, y entre todos ahí, se ríen mucho de burlarse entre sí, también
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pasan malos ratos y se enojan, pero entre todo se entretienen, además, el trabajo en
sí necesita paciencia, concentración, una técnica repetitiva que se escala desde la
figura más pequeña hasta las más enormes. Buena parte del trabajo consiste en el
encolado: retazos de papel periódico se mojan en engrudo y se aplican sobre la base
de icopor. Deben ser muy pequeños porque de lo contrario al secarse la superficie se
embomba, queda muy basta y se vuelve reacia al pulido, así que ya podemos
imaginar cuántos pequeños trozos hay que pegar en cualquiera de las figuras.
Los ayudantes del taller se sienten aliviados de usar engrudo en vez de cola
para este proceso. La razón es que la cola apesta. Una de las mujeres dice que eso
huele a pecueca, y en seguida le pregunta a uno de los otros, ¿a usted a qué le huele
la cola? El joven responde que no, la cola huele peor que eso.
Es un olor que se impregna y no sale aunque uno se bañe todo y se restriegue.
En los últimos años, algunos hijos de los maestros que trabajan en el carnaval han
entrado a estudiar artes en la universidad. Sus compañeros de clase quedan
espantados por la forma en que llegan oliendo, así que uno de los maestros tuvo que
invitar a su taller a los estudiantes, para que se dieran cuenta con qué estaban
lidiando, y dejaran de hacerle el feo al hijo. En general, un aprendiz de este tipo de
talleres que ingrese a la facultad, cuenta con mayor experiencia y destreza técnica -
iniciando por el manejo del volumen y la escultura – que sus colegas, quienes a su
vez quizá cuenten con otro acercamiento al arte, así que en conjunto el aprendizaje
se complementa y todos terminan embarrados.
Un personaje que se queda fuera de la carroza, de entre tantas líneas de
historia, representaría un modo de ser.
El poeta oculto, Rodolfo Puelles. O secreto. Llevada la poesía debajo del
sobaco: es la ambigüedad del pastuso, tener una convicción muy seria pero de
incógnito, pues la siente un poco vergonzante. Así, el doctor Proceso es oculto
investigador de un par de vejámenes sexuales de Bolívar, hasta que se destapa con
la locura de financiar una carroza sobre el tema.
7
Llega el momento de cerrar la calle y tener listo afuera el camión para empezar
el montaje de la carroza. El maestro Franklyn contrató para esto a un par de
trabajadores que llegaron desde el municipio de Ancuya desde el 28 de diciembre,
se encargan de las cuestiones mecánicas y la carpintería del montaje. De allá
también cuadraron que viniera el camión, con una plataforma ya de descarte sobre
la cual pueden clavar, taladrar, soldar y lo que haga falta, sin tener que preocuparse
de qué tan afectada quede la madera. Al fin, sobre el taller se eleva una carpa blanca
que se distingue por las poleas diferenciales arriba de las columnas de hierro, como
las que se usan en espectáculos. Es fácil imaginarse que en cada calle donde por esos
días asoma una carpa así, es porque preparan dar un concierto. La circulación de
carros ha quedado cortada si se viene desde el norte de la ciudad a la entrada al
centro que permite la bajada de la calle del Colorado, zona que estuvo
congestionada por el montaje de iluminación navideña en el parque de Santiago,
aunque ahora, pasado el 24 de diciembre, ya bajó el entusiasmo de visitar el lugar.
El bendito camión debió cargar mucha panela en su juventud, desde ese
municipio del guaico – hondonada occidental nariñense cruzada por el Guáitara -.
8
Después de este paseíllo de carnavales, lo van a chatarrizar. La gente debería saber
mejor sobre qué camión hace sus carrozas. El enjambre de maquinaciones de Evelio
Rosero es capaz hasta de meter la leyenda del carro de la otra vida en su libro,
atestiguado su paso por el poeta oculto Rodolfo Puelles, en medio de la borrachera.
En Ancuya, hay quien guarde memoria del Austin, un camión modelo 65 o 67, de
fabricación inglesa, cabinado, la última novedad, que a la primera semana de trepar
esas carreteras del guaico se le fundió el motor. Luego se dañó el radiador, y a cada
nuevo arreglo se fue comiendo la ganancia de los otro cuatro camiones escalera que
formaban la pequeña flota de transporte vital hasta la ciudad de Pasto. Un camión
salado, todo se terminó perdiendo en el hueco de deudas de ese Austin. Al venderlo,
se fue a despeñar en cualquier curva, matando a un poco de gente junto a su nuevo
dueño. La gente debería saber mejor sobre qué camión hace sus carrozas.
Una gran dificultad en volver al tema del rastro sangriento de Bolívar en el
suroccidente colombiano es que la obra del historiador pastuso Rafael Sañudo es
contundente, cualquier intento de abordarlo no la puede superar, y entonces se
repiten las mismas fuentes tantas veces citadas. El doctor Justo Pastor Proceso
reconoce que nada superior a eso puede añadir a su trabajo suspenso, con el que
acumula años de embeleco. Evelio Rosero también cae en la trampa de esas fuentes.
El giro de la convergencia entre esa otra historia patria y el carnaval es la genialidad
de su aporte a los estudios de Bolívar. Los jurados del Premio Nacional de Novela
destacan que la descripción del carnaval es magistral, y en realidad que es fiel a ese
desmadre. El sarcasmo define el lenguaje y las situaciones enrevesadas que se
tranzan, donde la pulsión del sexo y el parrandeo desaforado, entre la neblina
confusa del ambiente recargado, definen el tremendo movimiento de los personajes,
la ciudad vuelta una pista laberinto de patinaje sobre alcohol, con la música de la
costumbrista Ronda Lírica de fondo.
Llega finalmente el 6 de enero.
Los que se montan en una carroza van atrapados en su alegoría móvil, y de las
situaciones que se arremolinan entre la multitud abajo poco llegan a saber. En el
9
sitio de concentración de inicio del desfile, una gran expectativa se fermenta con la
larga espera para que llegue el turno de salida de la carroza de Franklyn, bajo un sol
ardiente de alturas andinas. “Qué locura, fiesta y literatura” arranca de penúltima,
los jugadores subidos y listos hace rato con su vestuario colorido que remata un
tocado bien particular, el rostro de un gorila alado, con el símbolo del sol de los
pastos en medio de las fauces. Entre quienes vienen sobre las carrozas que van
pasando se intercambian miradas y despedidas, brindis volados, dulces,
serpentinas… inevitable que las miradas contengan evaluaciones al paso sobre la
calidad del contrario, al fin, este cruce a la salida será la única oportunidad que las
singulares tripulaciones tengan para verse en pleno despliegue de ánimo y colorido.
Un grupo de jóvenes que se acomoda en primera fila detrás del bastidor lateral de
esta carroza de locura y literatura circula aguardiente a pico de botella, pero la
provisión que traen no aguanta toda esa espera, hay que bajarse por más antes que
nada. Uno de los guaicosos contratados, que se supone estaría pendiente del
funcionamiento de la carroza, por ejemplo del movimiento de las figuras, antes de
salir ya está borracho perdido. A su paisano le toca endurar y encargarse de lo que
correspondería a ambos. El equipo de trabajo acumula varias jornadas de trasnocho,
han pasado derecho desde el día anterior, y con todo les quedan fuerzas para este
despliegue definitivo.
Desfilar entre esos mares de gente es impresionante. Desde arriba se ve como
un ondular indescifrable entre nubes de talco, o sorprende hasta dónde son capaces
de treparse las personas con tal de ver el desfile. Breves cornisas, balcones
improvisados con guadua, tapias viejas, árboles, o una franja de terreno elevado
entre ramas de maleza. Se aprovecha cualquier trozo de elevación capaz de sostener
el pie.
La aspereza del recorrido no da tregua a la integridad de la carroza. Además, el
conductor del armatoste no ve al frente sino lo que le digan, y a los lados las vallas
de contención. La maraña de cables deja mocha de un brazo a una de las figuras
apenas en la primera avenida, y entran los afanes de los ayudantes tratando en vano
de hacer un reimplante quirúrgico; más adelante se pierde el otro brazo, y como ya
10
nadie le presta atención, alguien lo deja en medio de las piernas del gorila Pastor
Proceso, doctor jumento. Le queda como un enorme pene, y ahí se está tieso hasta el
final.
El gorila tiene un mecanismo operado a fuerza de hombre que lo eleva y lo
hace girar en su eje, y cuando se mueve los ocupantes de la plataforma tienen que
cuidar sus cabezas, o de una vez sentarse a esperar que se le gasten las fuerzas al
operario, lo cual, bajo ese sol, es sorprendente que no sea más seguido. Poner a
bailar a la ñapanga Primavera es otro lío. Delante de la carroza una banda papayera
y otro grupo de jugadores en sus disfraces, van liderados por el animador que en
todas las horas del desfile mantuvo su voz resonando por la amplificación sin
descanso. El humo de la planta eléctrica que sostiene ese estruendo provoca un
estado medio miserable de mareo y confusión, que acentúa los visajes grotescos
entre el alarido de colores y blancos neblinosos con que se carga el paisaje.
A esas alturas del velorio, la entrada por el obelisco a la Avenida de los
Estudiantes es una suerte de alivio triunfal. Pensar que de ahí partió hecho una furia
el Furibundo Pita en su jeep, haciendo subir a su vecino el doctor Proceso, a quien
encuentra ahí de casualidad entre el desorden del 28 de diciembre, cuando la gente
se moja entre sí sin piedad. El jeep se dirige a la vereda del maestro Tulio Abril,
donde en su taller está haciendo esa burla de carroza, y ahí se conjura el desastre.
11
El recorrido de este tramo final tiene algo de paradoja: por un lado, el carnaval
está en plena efervescencia, y por otro, ya se divisa su disolución, señalado por los
remolinos de gente que se van dispersando a los lados de la senda, pues al desfile
magno sólo le faltan estas dos carrozas para terminar. Es momento de subirse al
puente o balcón frontal para tomar la última impresión del ambiente. A un lado de la
carroza va caminando Franklyn con una escalera al hombro, como un san José de
Arimatea dispuesto a bajar de este baile profano a los jugadores, magullados de sol y
aguardiente. Al dar el giro final y detenerse la carroza, una de las mujeres que ya
está abajo y quien trabajó en todo el proceso se aparta sola y llora de la emoción.
Una vez todos han bajado, los jugadores se mantienen en pequeños grupos sin
animarse a dejar del todo el emblema de su aguante, las figuras y colores con que se
asimilan. Así mismo sucede en las carrozas que ya se han parqueado adelante. Hay
quienes están más borrosos que otros. Nueva ronda de botellas, ya sin la
preocupación de desgualangarse desde tan alto o no poder bajarse al baño. Aparece
un primo de Evelio Rosero y la conversación se trenza sobre esa particular
interpretación de su libro, a la vista de las figuras y luego junto a los retratos de
Evelio y del historiador Sañudo, que en alegoría de medallón antiguo se ubican en el
12
bastidor trasero. Cuando los artistas estaban en el planteamiento de la carroza,
invitaron al autor a que viniera y se subiera en el desfile, pero no estuvo de acuerdo
con la versión inofensiva que planeaban. Parece que hubiera querido ver tal cual la
del maestro Abril, con los motivos de los bastidores laterales como el asesinato del
general negro Piar, acusado de querer imponer una pardocracia en la Nueva
Granada; la traición contra Miranda, entregado alevosamente a los españoles; la
masacre en que se convirtió la batalla de Ibarra contra los pastusos. Las ninfas
perseguidas por Bolívar enfrente. Tema espinoso. Así es como el doctor Proceso se
echa encima a la célula de guerrilleros en ciernes de la que hacía parte el poeta
oculto Rodolfo Puelles, acusado de reaccionario. En cambio aquí en la carroza de
Franklyn, un motivo clave en un bastidor lateral, para quien sepa leerlo, es un par de
personajes en disfraz de burro, de aquellos en el que uno se pone la cabeza y el otro
la cola, uniéndose para formar el animal entero a cuatro patas, capaz de bailoteos y
coces.
De 1966 a 2015 hay el buen trecho de las formalidades, los reglamentos, la
salvaguarda del patrimonio cultural de la humanidad. La competencia por
categorías de evaluación y con puntajes. Aunque la mayoría de carrozas de este
carnaval eran sobresalientes en su arte y concepto, volviendo muy reñida la
calificación, y la expectativa del público por conocer los finalistas y la carroza
ganadora estuvo en general satisfecha con los resultados, ésta del maestro Franklyn
no quedó en el competido listado de premios. Diez minutos de retraso en la llegada
al punto de partida en la mañana penalizaron el puntaje, y fue la razón para la
ubicación tan atrás en el desfile. Al preguntarle sobre las cuentas finales del
emprendimiento, Sonia, la esposa de Franklyn, responde directo que el balance es
una quiebra. Algo han compensado, sin embargo, con un criterio salvador que ha
ubicado la carroza en montaje pleno en el Museo del Carnaval del Centro Cultural
Pandiaco, próximo a reabrir al público. Estamos ya a fines de enero y Franklyn anda
en el carnaval de Guaranda, Ecuador, ocupado en esculpir doscientos colibríes de
dos metros de altura. Lo esperan de vuelta para que retome las clases de escultura
13
de carnaval que da en algunas escuelas públicas del municipio de Pasto, ciudad que
reposa plácida, muy seria para burlas en estos meses insulsos que llenan el año.

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Lectura doble de una carroza

  • 1. 1 Lectura doble de una carroza Crónica Por Giovanny Castro Cuando Segundo Moisés Melo se ingenió la forma de convertir sus esculturas de cementerio en monigotes para carrozas del incipiente carnaval de blancos y negros en Samaniego, Nariño, jamás se imaginó que su hijo, décadas después, terminaría conjurando espantos de historia y literatura, siguiéndole el arte en el carnaval matriz de Pasto. Su rostro se ha tallado en una de las figuras laterales de la carroza que el hijo menor, Franklyn Melo Chávez, fuerte de estampa y algo taciturno al habla, prepara para el desfile de este 2015 que se viene con prisas. El motivo de la carroza fue ocasión de una polémica fatal en esta misma ciudad en 1966, aún más parroquiana y conservadora en ese entonces, tiempo alrededor del cual don Segundo todavía ejercía su arte de mausoleos, antes que esa tradición decayera con la moda de los jardines de reposo eterno y las bóvedas de simple lápida. El hijo se ha asegurado que la carroza actual sea una burla lo bastante moderada como para
  • 2. 2 superar esta vez la censura. Una de las dos carrozas es una mentira. Y la otra nunca hubiera podido ocurrir sin esa mentira. Pasto es una inmensa burla. El taller donde trabaja el equipo que dirige Franklyn está en el solar que fuera una casona de tapia, en el barrio de Santiago, justo al lado del parque por donde siguieron del Colorado abajo los siniestros soldados del Rifles que harían el famoso estrago de la navidad de 1822. La figura central de la carroza es un Bolívar subido a un jeep con garras, con una corneta en la mano, que persigue a una mujer. En realidad, se trata del gamonal Furibundo Pita, uno de los hombres más ricos de Pasto, que tenía por costumbre perseguir a su mujer a la salida de la iglesia de Maridiaz, dándole escarnio acelerando el carro y pitando hasta que la acorralaba a la puerta de su casa en el barrio las Cuadras, unas buenas diez cuadras de burla para todo el que lo quisiera ver. Franklyn le sigue los pasos al maestro Tulio Abril, que intentó representar la escena de tragicomedia en una carroza, luego tuvo que componer el motivo bajo la furia arrevolverada del gamonal y la persuasión del doctor Justo Pastor Proceso, quien estaba obsesionado secretamente con develar la figura vergonzosa de Bolívar, y como uno y otro se parecían como gemelos idénticos – algo había que hacer con la escultura efímera ya lista -, pues la carroza cambió a ser una alegoría de lo más ruin de Bolívar. Las figuras de unas niñas – ninfas huirían de su concupiscencia. El taller huele a químicos y el piso de tierra está a la espera de una carpa adicional prometida por Corpocarnaval o de un buen aguacero para volverse barro, lo primero que suceda. Sobre mesas bastas de carpintería, las figuras van cobrando forma, y las deudas que todo el proyecto acumula, también se van a cobrar. El anticipo de la financiación oficial recién llegó esta semana. La ferretería no fía cauchola. El material hay que comprarlo al por mayor y en efectivo. Franklyn se ve un poco en la coyuntura que lo decidió al fin por las artes, cuando después de animarse haciendo un año viejo para el desfile del 31 de diciembre en la empresa que trabajaba, decidió que renunciaba a ese trabajo para ingresar a estudiar artes plásticas en la Universidad de Nariño. Esta puede ser su primera y última carroza, o tiene por seguro que se va a retirar por un tiempo, pues su mujer está esperando
  • 3. 3 gemelos y el costo de una aventura carnavalera más será insostenible el año que viene. A diferencia de las amenazas de abandono que recibía de su esposa el maestro Tulio Abril, de los reveses domésticos sin consecuencia pues al fin ninguno terminaba interesando en otra cosa que competir en el desfile del 6 de enero, el apoyo de la esposa del maestro Franklyn fue fundamental para ingresar y mantenerse en la carrera universitaria, y ahora en el trabajo diario. El vientre de Sonia todavía no se anuncia, y la pareja que ahí dentro crece no sabe de la burla infinita que es este taller en el que se mueven. Unas gradas truncas se pegan a la tapia del fondo. Salen del piso y terminan a media altura, sin propósito. Este detalle, y la continuidad rota de la tapia de la fachada, que viene del predio de al lado, evidencian que se trataba de una misma casona, dividida y demolida a medias con el paso del tiempo y las sucesiones. Un vestigio, igual que el caserón señorial de tres pisos que todavía se sostiene a media cuadra de ahí, sobre el parque y justo enfrente de la iglesia de Santiago, que sirve de escenario a uno de los testimonios de crueldad en los que se basó la carroza del carnaval de 1966.
  • 4. 4 En la historia de ese año, los ambientes, las casas, los barrios de la ciudad, tienen una materialidad tan firme como el estado actual de esa casona de Santiago, tan real que se desmorona a la vista. Los personajes tienen el acabado grotesco que dan las pinticas del juego durante los días del carnaval, cosmético negro o talco blanco, y el carácter de esperpento del ser íntimo revelado a golpe de aguardiente. La tal carroza de 1966 es una invención que además nunca logró salir en el desfile, ni en cuento ni en cierto, pero su influencia es definitiva para esta otra interpretación actual que sí se materializó, si es posible decir así al referirse a la efímera realidad de un día en medio del caos. El artista Franklyn Melo halló razonables los motivos que su colega, Danilo Ramírez, propuso para el tema de la carroza, cuando estaban en el momento álgido de tomar estas decisiones - que iban a marcar el resto del trabajo hasta la ruleta definitiva del 6 de enero –. El escritor Evelio Rosero había publicado la novela “La carroza de Bolívar” en Tusquets en 2012, y había ganado el Premio Nacional de Novela otorgado por el Ministerio de Cultura en 2014. La audacia narrativa de su obra triunfó sobre cuatro finalistas notables. La distancia que va de un “Temporal” situada en una playa sucreña, nada menos que en el azul profundo del golfo de Morrosquillo, a la comedia poblada de debutantes de Rosero, en la tierra herida de los Andes recorrida a puro sexo furtivo en los días del carnaval. Lo que va de un Tomás González a la incógnita personal que siempre es Evelio Rosero. Algo así como lo que es la diversidad del país de las regiones. También, decidieron que no se meterían con el tema espinoso de Bolívar, como lo hace Rosero en su novela, sino que harían su lectura propia, por el lado de lo que en sí misma cuenta. Por eso las figuras que planearon hacer para la carroza, y que estaban en su maqueta dentro de una urna de vidrio, visible a cualquier visitante del taller, eran los personajes del libro: adelante, tirando de la carroza o huyendo de su marido, como se quiera ver, la esposa de Furibundo Pita, quien a su vez está subido en un jeep con garras en lugar de ruedas; más atrás, la danzarina Primavera, de ñapanga, mujer del doctor Justo Pastor Proceso, quien va en disfraz de gorila, la cabeza descubierta y la máscara del animal en una mano. La configuración completa
  • 5. 5 forma la historia núcleo de la novela, esa relación disfuncional y absurda que se ha tejido entre el ginecólogo y Primavera, bellísima y terrible, quien lleva 15 amantes en sus cuentas. El parecido entre el personaje del gamonal y el Bolívar histórico, con la anécdota de su persecución vergonzosa a la mujer, que ha dado pie al desatino inicial de la ficticia carroza de 1966 intentada por el maestro Abril, forma la otra llave de apertura narrativa, y hasta ahí quisieron plasmar en figuras los artistas actuales. Por supuesto, la historia es más compleja, con personajes y situaciones auxiliares que se cruzan en intersecciones fluidas. El visitante al taller del maestro Franklyn, si se mantenía en ser un poco frecuente, podía ver formarse desde el icopor ese entramado, con cada figura en sus etapas progresivas de trabajo, hasta el montaje final sobre la plataforma de madera del camión. Más o menos como leerse un libro e irse formando opinión del carácter de cada personaje. Daniela, la hija de Franklyn, algo ha leído de la novela. Está en el colegio y desde hace varios años ayuda al papá en sus emprendimientos de carnaval. Al preguntarle si a sus compañeros les daba curiosidad cómo era ese trabajo, dice que ellos se imaginaban que era aburrido, pero que trata de desengañarlos: ningún día en el taller es igual, y entre todos ahí, se ríen mucho de burlarse entre sí, también
  • 6. 6 pasan malos ratos y se enojan, pero entre todo se entretienen, además, el trabajo en sí necesita paciencia, concentración, una técnica repetitiva que se escala desde la figura más pequeña hasta las más enormes. Buena parte del trabajo consiste en el encolado: retazos de papel periódico se mojan en engrudo y se aplican sobre la base de icopor. Deben ser muy pequeños porque de lo contrario al secarse la superficie se embomba, queda muy basta y se vuelve reacia al pulido, así que ya podemos imaginar cuántos pequeños trozos hay que pegar en cualquiera de las figuras. Los ayudantes del taller se sienten aliviados de usar engrudo en vez de cola para este proceso. La razón es que la cola apesta. Una de las mujeres dice que eso huele a pecueca, y en seguida le pregunta a uno de los otros, ¿a usted a qué le huele la cola? El joven responde que no, la cola huele peor que eso. Es un olor que se impregna y no sale aunque uno se bañe todo y se restriegue. En los últimos años, algunos hijos de los maestros que trabajan en el carnaval han entrado a estudiar artes en la universidad. Sus compañeros de clase quedan espantados por la forma en que llegan oliendo, así que uno de los maestros tuvo que invitar a su taller a los estudiantes, para que se dieran cuenta con qué estaban lidiando, y dejaran de hacerle el feo al hijo. En general, un aprendiz de este tipo de talleres que ingrese a la facultad, cuenta con mayor experiencia y destreza técnica - iniciando por el manejo del volumen y la escultura – que sus colegas, quienes a su vez quizá cuenten con otro acercamiento al arte, así que en conjunto el aprendizaje se complementa y todos terminan embarrados. Un personaje que se queda fuera de la carroza, de entre tantas líneas de historia, representaría un modo de ser. El poeta oculto, Rodolfo Puelles. O secreto. Llevada la poesía debajo del sobaco: es la ambigüedad del pastuso, tener una convicción muy seria pero de incógnito, pues la siente un poco vergonzante. Así, el doctor Proceso es oculto investigador de un par de vejámenes sexuales de Bolívar, hasta que se destapa con la locura de financiar una carroza sobre el tema.
  • 7. 7 Llega el momento de cerrar la calle y tener listo afuera el camión para empezar el montaje de la carroza. El maestro Franklyn contrató para esto a un par de trabajadores que llegaron desde el municipio de Ancuya desde el 28 de diciembre, se encargan de las cuestiones mecánicas y la carpintería del montaje. De allá también cuadraron que viniera el camión, con una plataforma ya de descarte sobre la cual pueden clavar, taladrar, soldar y lo que haga falta, sin tener que preocuparse de qué tan afectada quede la madera. Al fin, sobre el taller se eleva una carpa blanca que se distingue por las poleas diferenciales arriba de las columnas de hierro, como las que se usan en espectáculos. Es fácil imaginarse que en cada calle donde por esos días asoma una carpa así, es porque preparan dar un concierto. La circulación de carros ha quedado cortada si se viene desde el norte de la ciudad a la entrada al centro que permite la bajada de la calle del Colorado, zona que estuvo congestionada por el montaje de iluminación navideña en el parque de Santiago, aunque ahora, pasado el 24 de diciembre, ya bajó el entusiasmo de visitar el lugar. El bendito camión debió cargar mucha panela en su juventud, desde ese municipio del guaico – hondonada occidental nariñense cruzada por el Guáitara -.
  • 8. 8 Después de este paseíllo de carnavales, lo van a chatarrizar. La gente debería saber mejor sobre qué camión hace sus carrozas. El enjambre de maquinaciones de Evelio Rosero es capaz hasta de meter la leyenda del carro de la otra vida en su libro, atestiguado su paso por el poeta oculto Rodolfo Puelles, en medio de la borrachera. En Ancuya, hay quien guarde memoria del Austin, un camión modelo 65 o 67, de fabricación inglesa, cabinado, la última novedad, que a la primera semana de trepar esas carreteras del guaico se le fundió el motor. Luego se dañó el radiador, y a cada nuevo arreglo se fue comiendo la ganancia de los otro cuatro camiones escalera que formaban la pequeña flota de transporte vital hasta la ciudad de Pasto. Un camión salado, todo se terminó perdiendo en el hueco de deudas de ese Austin. Al venderlo, se fue a despeñar en cualquier curva, matando a un poco de gente junto a su nuevo dueño. La gente debería saber mejor sobre qué camión hace sus carrozas. Una gran dificultad en volver al tema del rastro sangriento de Bolívar en el suroccidente colombiano es que la obra del historiador pastuso Rafael Sañudo es contundente, cualquier intento de abordarlo no la puede superar, y entonces se repiten las mismas fuentes tantas veces citadas. El doctor Justo Pastor Proceso reconoce que nada superior a eso puede añadir a su trabajo suspenso, con el que acumula años de embeleco. Evelio Rosero también cae en la trampa de esas fuentes. El giro de la convergencia entre esa otra historia patria y el carnaval es la genialidad de su aporte a los estudios de Bolívar. Los jurados del Premio Nacional de Novela destacan que la descripción del carnaval es magistral, y en realidad que es fiel a ese desmadre. El sarcasmo define el lenguaje y las situaciones enrevesadas que se tranzan, donde la pulsión del sexo y el parrandeo desaforado, entre la neblina confusa del ambiente recargado, definen el tremendo movimiento de los personajes, la ciudad vuelta una pista laberinto de patinaje sobre alcohol, con la música de la costumbrista Ronda Lírica de fondo. Llega finalmente el 6 de enero. Los que se montan en una carroza van atrapados en su alegoría móvil, y de las situaciones que se arremolinan entre la multitud abajo poco llegan a saber. En el
  • 9. 9 sitio de concentración de inicio del desfile, una gran expectativa se fermenta con la larga espera para que llegue el turno de salida de la carroza de Franklyn, bajo un sol ardiente de alturas andinas. “Qué locura, fiesta y literatura” arranca de penúltima, los jugadores subidos y listos hace rato con su vestuario colorido que remata un tocado bien particular, el rostro de un gorila alado, con el símbolo del sol de los pastos en medio de las fauces. Entre quienes vienen sobre las carrozas que van pasando se intercambian miradas y despedidas, brindis volados, dulces, serpentinas… inevitable que las miradas contengan evaluaciones al paso sobre la calidad del contrario, al fin, este cruce a la salida será la única oportunidad que las singulares tripulaciones tengan para verse en pleno despliegue de ánimo y colorido. Un grupo de jóvenes que se acomoda en primera fila detrás del bastidor lateral de esta carroza de locura y literatura circula aguardiente a pico de botella, pero la provisión que traen no aguanta toda esa espera, hay que bajarse por más antes que nada. Uno de los guaicosos contratados, que se supone estaría pendiente del funcionamiento de la carroza, por ejemplo del movimiento de las figuras, antes de salir ya está borracho perdido. A su paisano le toca endurar y encargarse de lo que correspondería a ambos. El equipo de trabajo acumula varias jornadas de trasnocho, han pasado derecho desde el día anterior, y con todo les quedan fuerzas para este despliegue definitivo. Desfilar entre esos mares de gente es impresionante. Desde arriba se ve como un ondular indescifrable entre nubes de talco, o sorprende hasta dónde son capaces de treparse las personas con tal de ver el desfile. Breves cornisas, balcones improvisados con guadua, tapias viejas, árboles, o una franja de terreno elevado entre ramas de maleza. Se aprovecha cualquier trozo de elevación capaz de sostener el pie. La aspereza del recorrido no da tregua a la integridad de la carroza. Además, el conductor del armatoste no ve al frente sino lo que le digan, y a los lados las vallas de contención. La maraña de cables deja mocha de un brazo a una de las figuras apenas en la primera avenida, y entran los afanes de los ayudantes tratando en vano de hacer un reimplante quirúrgico; más adelante se pierde el otro brazo, y como ya
  • 10. 10 nadie le presta atención, alguien lo deja en medio de las piernas del gorila Pastor Proceso, doctor jumento. Le queda como un enorme pene, y ahí se está tieso hasta el final. El gorila tiene un mecanismo operado a fuerza de hombre que lo eleva y lo hace girar en su eje, y cuando se mueve los ocupantes de la plataforma tienen que cuidar sus cabezas, o de una vez sentarse a esperar que se le gasten las fuerzas al operario, lo cual, bajo ese sol, es sorprendente que no sea más seguido. Poner a bailar a la ñapanga Primavera es otro lío. Delante de la carroza una banda papayera y otro grupo de jugadores en sus disfraces, van liderados por el animador que en todas las horas del desfile mantuvo su voz resonando por la amplificación sin descanso. El humo de la planta eléctrica que sostiene ese estruendo provoca un estado medio miserable de mareo y confusión, que acentúa los visajes grotescos entre el alarido de colores y blancos neblinosos con que se carga el paisaje. A esas alturas del velorio, la entrada por el obelisco a la Avenida de los Estudiantes es una suerte de alivio triunfal. Pensar que de ahí partió hecho una furia el Furibundo Pita en su jeep, haciendo subir a su vecino el doctor Proceso, a quien encuentra ahí de casualidad entre el desorden del 28 de diciembre, cuando la gente se moja entre sí sin piedad. El jeep se dirige a la vereda del maestro Tulio Abril, donde en su taller está haciendo esa burla de carroza, y ahí se conjura el desastre.
  • 11. 11 El recorrido de este tramo final tiene algo de paradoja: por un lado, el carnaval está en plena efervescencia, y por otro, ya se divisa su disolución, señalado por los remolinos de gente que se van dispersando a los lados de la senda, pues al desfile magno sólo le faltan estas dos carrozas para terminar. Es momento de subirse al puente o balcón frontal para tomar la última impresión del ambiente. A un lado de la carroza va caminando Franklyn con una escalera al hombro, como un san José de Arimatea dispuesto a bajar de este baile profano a los jugadores, magullados de sol y aguardiente. Al dar el giro final y detenerse la carroza, una de las mujeres que ya está abajo y quien trabajó en todo el proceso se aparta sola y llora de la emoción. Una vez todos han bajado, los jugadores se mantienen en pequeños grupos sin animarse a dejar del todo el emblema de su aguante, las figuras y colores con que se asimilan. Así mismo sucede en las carrozas que ya se han parqueado adelante. Hay quienes están más borrosos que otros. Nueva ronda de botellas, ya sin la preocupación de desgualangarse desde tan alto o no poder bajarse al baño. Aparece un primo de Evelio Rosero y la conversación se trenza sobre esa particular interpretación de su libro, a la vista de las figuras y luego junto a los retratos de Evelio y del historiador Sañudo, que en alegoría de medallón antiguo se ubican en el
  • 12. 12 bastidor trasero. Cuando los artistas estaban en el planteamiento de la carroza, invitaron al autor a que viniera y se subiera en el desfile, pero no estuvo de acuerdo con la versión inofensiva que planeaban. Parece que hubiera querido ver tal cual la del maestro Abril, con los motivos de los bastidores laterales como el asesinato del general negro Piar, acusado de querer imponer una pardocracia en la Nueva Granada; la traición contra Miranda, entregado alevosamente a los españoles; la masacre en que se convirtió la batalla de Ibarra contra los pastusos. Las ninfas perseguidas por Bolívar enfrente. Tema espinoso. Así es como el doctor Proceso se echa encima a la célula de guerrilleros en ciernes de la que hacía parte el poeta oculto Rodolfo Puelles, acusado de reaccionario. En cambio aquí en la carroza de Franklyn, un motivo clave en un bastidor lateral, para quien sepa leerlo, es un par de personajes en disfraz de burro, de aquellos en el que uno se pone la cabeza y el otro la cola, uniéndose para formar el animal entero a cuatro patas, capaz de bailoteos y coces. De 1966 a 2015 hay el buen trecho de las formalidades, los reglamentos, la salvaguarda del patrimonio cultural de la humanidad. La competencia por categorías de evaluación y con puntajes. Aunque la mayoría de carrozas de este carnaval eran sobresalientes en su arte y concepto, volviendo muy reñida la calificación, y la expectativa del público por conocer los finalistas y la carroza ganadora estuvo en general satisfecha con los resultados, ésta del maestro Franklyn no quedó en el competido listado de premios. Diez minutos de retraso en la llegada al punto de partida en la mañana penalizaron el puntaje, y fue la razón para la ubicación tan atrás en el desfile. Al preguntarle sobre las cuentas finales del emprendimiento, Sonia, la esposa de Franklyn, responde directo que el balance es una quiebra. Algo han compensado, sin embargo, con un criterio salvador que ha ubicado la carroza en montaje pleno en el Museo del Carnaval del Centro Cultural Pandiaco, próximo a reabrir al público. Estamos ya a fines de enero y Franklyn anda en el carnaval de Guaranda, Ecuador, ocupado en esculpir doscientos colibríes de dos metros de altura. Lo esperan de vuelta para que retome las clases de escultura
  • 13. 13 de carnaval que da en algunas escuelas públicas del municipio de Pasto, ciudad que reposa plácida, muy seria para burlas en estos meses insulsos que llenan el año.