La manifestación del Ser a través de las formas materiales, en las condiciones más tangibles, se establece a partir de los cuatro elementos de la naturaleza: tierra, agua, aire y fuego. Del mismo modo, El Éter fundamental que da Origen a la Vida de toda entidad —Quinta Esencia—, se hace manifiesto a través de cuatro éteres naturales activos; ellos son los precursores de la consolidación de todo el Universo tangible. Nuestro microcosmos es un acumulador de energía etérea, que es fundamental para hacer posibles todos los procesos vitales; y el grado de acumulación de estos éteres naturales determinará la prolongación y la calidad de nuestro estado de vida natural. La energía etérea que disponemos —por naturaleza— sería suficiente para vivir en condiciones óptimas durante varios siglos, pero no sucede así por la manera irracional en que se drenan los éteres por la actividad compulsiva de la mente y por los despliegues de un centro emocional en desequilibrio. En apego a la Tierra, los cuatro éteres naturales constituyen el factor principal de arraigo con la vida natural; quien aspira a la Luz de la verdadera Vida, debe procurar la “Quinta Esencia” del Éter fundamental.