1. Teoría y Comportamiento Organizacional
Cátedra: Ricardo Piñeyro Prins
La Ética Organizacional
LA ETICA ORGANIZACIONAL
¿Qué es la ética?
La ética se interesa por las obligaciones morales, la responsabilidad y la justicia social. La palabra deriva de los términos griegos
"ethikos" y "ethos" que significan uso o costumbre. Según Aristóteles, el término incluye la idea de carácter y disposición. Así, la
ética refleja el carácter del individuo y, más contemporáneo quizás, el carácter de la organización, que es un grupo de individuos.
Hay muchas formas de definir la ética. Lo último que se ha dicho es que a través del estudio de la ética la persona entiende y se
guía según lo que está bien o mal moralmente. Aun así, la controversia todavía persiste debido a las diferencias de valores y
perspectivas. Lo que puede ser éticamente bueno para una persona, puede ser malo para otra. Debido a esto, la sociedad tiende a
definir a la ética en términos de comportamiento. Por ejemplo: una persona es considerada ética cuando procede de acuerdo con
renombrados principios morales basados en ideales tales como rectitud, justicia y verdad. Estos principios gobiernan la conducta
tanto en los niveles organizacionales como individuales, y pueden estar basados en valores, cultura, religión e inclusive legislación
o normas escritas.
Los estándares éticos, en consecuencia, pueden cambiar, o al menos ser influidos, por los cambios normativos o en los valores
sociales. A partir del momento en que es posible que los estándares éticos cambien, alguien puede preguntar por qué la sociedad
opera con ética. La respuesta no es simple. La ética es un elemento esencial de éxito en los niveles individuales y
organizacionales.
En la sociedad, valoramos la libertar personal. Sin embargo, si, en ejercicio de nuestra libertad, comprometemos nuestra ética,
dañamos a esa sociedad. De modo que la ética constituye el fundamento de la clase de persona que es y de la clase de
organización que representamos.
La reputación de una organización es un factor primario de todas sus relaciones sociales y comunitarias, tanto formales como
informales, publicidad, desarrollo de servicios comunitarios o cuestiones personales.
En las actuales realidades globales y domésticas, las prácticas de los integrantes de una organización afectarán la imagen de la
institución. Por ello, es importante una reputación de renombrada conducta ética, si queremos actuar exitosamente en la
comunidad.
La ética corporativa, organizacional, refleja no sólo el contenido de decisiones morales, (¿qué debería yo hacer?) sino también el
proceso de tomar decisiones, por ello esas decisiones deben estar comprometidas en tal grado, que la ética y los beneficios no se
excluyan mutuamente, ni en los principios ni en la práctica, ni en los hechos que producen, ni en los sentimientos que nos mueven
y provocan en cada individuo y en toda la organización.
Diferentes formas de entender la ética
Cuando se aplican reglas éticas a una actividad, hay muchas decisiones que tomar, empezando por las filosofías éticas. Estas
filosofías básicas podemos identificarlas en: utilitarismo, derechos individuales y justicia.
Utilitarismo
Filosofías básicas Derechos individuales
Justicia
El concepto de utilitarismo considera que la ética está mejor aplicada si se considera el bien mayor para el mayor número de
personas.
Los derechos individuales se centran en la protección de derechos tales como el de estar informado y al debido proceso.
La justicia acentúa la equidad social y la oportunidad para todos de tener un significado y felicidad en la vida.
Los investigadores han llegado a la conclusión de que tales filosofías precisamente representan las estructuras éticas normativas
de los individuos. De acuerdo con Fritzsche y Becker, la mayoría de los individuos se guían por alguna de ellas al tomar
decisiones, siendo la filosofía utilitaria la dominante entre los dirigentes y líderes.
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La Ética Organizacional
Existen dos tesis fundamentales de la ética, las cuales pueden ayudarnos a comprender los principios éticos que deben guiar al
directivo.
La primera es que la calificación moral de un acto depende en primer lugar de su finalidad. Por eso, entre las condiciones
requeridas para que un acto humano sea moralmente bueno, su subordinación a un fin legítimo supera a las demás.
La segunda tesis, frecuentemente olvidada pero igualmente importante, hace referencia al hecho de que para que un acto sea
moralmente bueno no basta con una buena intención, sino que requiere la elección de los medios adecuados. El acto será bueno
en tanto satisfaga plenamente las exigencias de la razón, tanto en su fin como en cada una de sus partes. No se puede poner en el
mismo rango dos actos cuya intención fuera igualmente buena, pero de los cuales uno se equivocara en la elección de los medios
o no lograra ponerlos por obra, mientras que el otro eligiera los medios más apropiados y asegura impecablemente su ejecución.
La moralidad de un acto humano a su vez, y como bien dijimos, es evaluada por la conciencia moral de cada sujeto que actúa, es
un juicio que determina si un acto está o no, y en qué grado, de acuerdo con las exigencias propias de la naturaleza humana.
La conciencia es una realidad interior inherente a dicha naturaleza, es una capacidad intelectual o espiritual del ser humano que le
permite conocer el bien y el mal. Y como la conciencia es una capacidad, requiere formación y educación.
Esta formación de la conciencia adquiere una especial importancia cuando reflexionamos que una persona ha de actuar siempre
de acuerdo con el dictamen de su conciencia. Antes de emitir un juicio, toda persona, ha de indagar a fondo poniendo en juego
toda su capacidad para conocer la verdad moral objetiva y actuar en consecuencia.
Puede darse el caso de quien no esta convencido de la verdad de la norma objetiva, aunque sepa que esta dictada por la
autoridad competente, y por lo tanto, en conciencia, no está dispuesto a respetarla. Aquí en realidad el conflicto se plantea en el
ámbito del conocimiento de la norma: o no la conoce bien y la interpreta mal, o su conocimiento está influido por prejuicios,
esquemas apriorísticos o caprichos. La solución es abrirse a la objetividad, instruirse y asesorarse convenientemente.
Cuando una persona actúa mal objetivamente, no le son imputables las consecuencias de su decisión si adolece de lo que se
llama ignorancia invencible, que es aquella ignorancia que no puede superar aún poniendo los medios razonables a su alcance. En
este supuesto, esa persona, formalmente, no obra mal, aún cuando hay que advertir que ese acto no le enriquece como persona,
y, objetivamente, ese acto puede causar daños graves e irreparables, a terceros y a sí mismo.
Pero hay que recordar que la ética no se limita a evitar el mal, sino que se extiende a la obligación positiva de hacer el bien, de
enriquecer, de perfeccionar la naturaleza del sujeto. Por eso la formación tiene que ser tal que le permita al sujeto juzgar
acertadamente, de forma habitual y con cierta facilidad en los casos comunes; en los dudosos, la virtud de la prudencia le indica la
conveniencia de pedir consejo a quienes estén capacitados para darlo por su competencia e imparcialidad.
Para poder, por lo tanto evaluar si una decisión es ética o no, presentamos el análisis al que habría que someter dicha decisión.
El fin no justifica los medios. No se pueden utilizar medios malos para conseguir fines buenos: la solución de un problema.
Como de casi todas las acciones se siguen consecuencias positivas y negativas, para que la decisión que se toma en la solución
de un problema sea éticamente correcta hay que tener en cuenta:
Que la intención este dirigida a las consecuencias positivas de la decisión (de lo contrario, las consecuencias positivas serían sólo
una excusa para las intenciones reales de la decisión)
Que haya proporción entre las consecuencias positivas que se procuran y las consecuencias negativas que se toleran: que las
consecuencias positivas sean más importantes que las negativas.
Como deber complementario, se debe hacer todo lo posible por maximizar las consecuencias positivas de la decisión y minimizar
todo lo posible las consecuencias negativas
La Ética en la Empresa
La ética de una empresa puede concebirse como la actitud y el comportamiento de una compañía hacia sus empleados, hacia sus
clientes, hacia la comunidad y hacia los accionistas, en una forma justa y honesta.
El compromiso de una empresa con relación a la ética de los negocios puede medirse a través de la tendencia de la institución y
de sus empleados a adherirse a aquellas leyes y reglamentos que se relacionen con factores tales como la seguridad y la calidad
del producto, las prácticas justas de contratación, las prácticas de comercialización y de venta, el uso de información confidencial
para beneficio personal, la participación dentro de la comunidad, el soborno y la realización de pagos ilegales a los gobiernos
extranjeros para hacer negocios.
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La Ética Organizacional
Beneficios de aplicar la Ética en la Empresa
El comportamiento ético produce un incremento en la rentabilidad porque dicha conducta:
Evita multas y gastos legales.
Contribuye a la confianza pública.
Atrae operaciones de negocios de aquellos clientes que aprecian y dan apoyo a sus políticas.
Atrae y mantiene a empleados de alto calibre.
Da apoyo a la viabilidad económica de las comunidades en las cuales opera.
Aún entendiendo las distintas filosofías éticas y sus beneficios al trabajar con la misma, queda la necesidad de llevarlas a la
práctica. Para hacerlo, son utilizados comúnmente términos como estructuración corporativa, credos, códigos de ética, programas
de entrenamiento ético, etc. Las prácticas organizacionales éticas se originan en las culturas corporativas. Así, en la
implementación de la ética la cuestión es:
¿qué enfoques estructurales alienta la toma de decisiones éticas?
Si la meta es hacer una organización ética, sus dirigentes deben introducir componentes estructurales que aumenten la
sensibilidad ética y apoyen las conductas éticas.
La ética empresarial, por lo tanto, es una forma de la ética aplicada, que consiste en el descubrimiento y la aplicación de los
valores y normas compartidos al ámbito de la empresa como modelo comunitario.
La ética empresarial se caracteriza por: una ética de responsabilidad por las consecuencias de las decisiones que se toman, donde
los miembros de la empresa son interlocutores válidos, los consumidores son interlocutores válidos, los miembros de la empresa
han de cumplir con sus obligaciones y corresponsabilizarse por los resultados, basados en la cooperación, la empresa ha de
atenerse a un marco de justicia no solo legal, sino ante todo moral.
La ética de las personas que componen la empresa, es en última instancia, el patrimonio moral que la misma posee. Comúnmente,
existe cierto escepticismo respeto de la posibilidad de llevar una conducta ética en el mundo de las empresas. Y esto es razonable
si se parte de la idea de la elaboración apriorística de códigos que de algún modo terminan por negar la legítima libertad de las
conciencias. Si hacemos base en la “alianza” entre libertad y responsabilidad para alcanzar una buena vida, donde se procure:
Vivir honestamente
No dañar a otro
Dar a cada uno lo suyo
Tendremos que reconocer que, dada la situación contingente de cada ser humano, dotado de una capacidad intelectual limitada, y
muy diversamente repartida, sujeta a presiones irracionales, y a la presencia de circunstancias ambientales sumamente complejas
y difíciles, sería utópico pedir al directivo que siempre acierte al enfrentar un problema ético. Lo que sí debe exigírsele, es que
rectitud de conciencia, con conocimiento de una ley moral común objetiva, trate siempre de acertar.
Código de ética y conducta
El "Código de Ética" probablemente sea el signo más visible de la filosofía ética de una organización. Los primeros códigos de
ética aparecieron alrededor del 1900 en respuesta a las reformas de fines del siglo XIX.
Estos códigos son herramientas usadas para unificar comportamientos a medida que las organizaciones se vuelven más grandes y
dispersas geográficamente.
Los códigos de ética, en general cumplen con las características enunciadas a continuación: Especificidad, Publicidad, Claridad,
Brevedad, Practicidad, Revisabilidad y Ejecutabilidad.
Los programas de capacitación y entrenamiento ético, los Comités de Ética, la Auditoría Socio-organizacional y otros métodos son
los que permiten llevar a la práctica la aplicación y el cuidado de las conductas éticas de los integrantes de una organización.
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En resumen: El análisis de un comportamiento ético en las organizaciones es un desafío complejo, multifacético con dimensiones
situacionales significativas. Sin embargo, el rol de los dirigentes es crítico para crear, implementar y sustentar el comportamiento
ético organizacional. La conducción efectiva de una conducta ética requiere que las organizaciones abracen a la ética, que
esperan una conducta ética de todos sus integrantes y establezcan estructuras de ejecución e implementación. Todo esto, sin
embargo, debe comenzar con un entendimiento básico del ABC de la ética organizacional, lo que incluye sus definiciones, sus
filosofías, sus esquemas de implementación y sus sistemas de control. Los dirigentes deben comprender a la ética y los valores
éticos para influir en los demás integrantes, el deseo de actuar de una manera ética.
Ética y Liderazgo
PODER Y AUTORIDAD
Poder significa la probabilidad de imponer su propia voluntad dentro de una relación. Toda relación de poder implica una relación
dialéctica de mando y obediencia.
Weber considera que la autoridad significa la probabilidad de que una orden sea obedecida. La autoridad representa el poder
institucionalizado y oficializado.
El grado de sumisión a la autoridad se presenta en las personas como un dilema ético a enfrentar.
Cuando el ejercicio del poder lleva a la persona que obedece a enfrentar su deber con sus límites éticos, se producirá en ella un
conflicto interno. Tendrá que tomar decisiones diferentes para poder salir del mismo.
Pero algunas personas no logran detenerse porque hacerlo sería reconocer que nunca debieron haber comenzado.
CONSIDERACIONES INICIALES
La mayoría de las definiciones, que existen sobre liderazgo, dicen fundamentalmente lo mismo: el liderazgo tiene que ver con una
persona que logra que otras hagan algo.
Donde las definiciones difieren es en cómo los líderes motivan a sus seguidores, y en quién tiene voz y voto para diseñar los
objetivos del grupo o de la organización. Por ejemplo, una definición de los años veinte dice que “el liderazgo consiste en la
habilidad de inculcar la voluntad del líder en aquéllos que son dirigidos y de inducir la obediencia, el respeto, la lealtad y la
cooperación”.
En los años noventa se ha definido el liderazgo como “una relación de influencia entre líderes y seguidores que desean cambios
reales, que al mismo tiempo son reflejo de sus objetivos mutuos”.
Todos podemos pensar en líderes que encajan en ambas descripciones. Algunos utilizan su poder para obligar a la gente a hacer
lo que quieren; otros trabajan con sus seguidores para conseguir lo que mutuamente consideran que es mejor para todos. La
diferencia entre las definiciones se reduce a una pregunta formal: “¿cómo deberían los líderes tratar a los seguidores, y cómo los
seguidores deberían tratar a los líderes?”.
El liderazgo está compuesto por dos dimensiones: una técnica y otra ética, o de “responsabilidad”.
técnica
Liderazgo
ética
Antiguamente se ha concentrado, el liderazgo en su dimensión técnica, y concretamente, en la racionalidad inserta en la toma de
decisiones, por lo que las cuestiones relativas a la categoría moral del líder quedaron arrinconadas.
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Actualmente se le ha otorgado tanta importancia a la segunda dimensión, la ética, que se ha llegado a manifestar que: “las
organizaciones perduran en proporción a la altura de la moralidad según la cual son gobernadas. Por lo que la fortaleza de una
organización depende de la calidad de su liderazgo; y esa calidad a su vez deriva de la categoría de la moralidad sobre la que se
apoya” (Barnard, 1968)
La pregunta “¿qué es un buen líder?” es, hoy en día, central en muchos debates públicos sobre el liderazgo. Y es que queremos
que nuestros líderes sean eficaces y éticos. No obstante, es más común decir que los líderes son buenos si son eficaces, pero no
éticos. Al sostener esta afirmación se corre el riesgo de no valorar las consecuencias que puede tener para la supervivencia de la
empresa el que a medio y a largo plazo se opte por la eficacia en detrimento de la ética.
La pregunta indiscutible sobre el liderazgo no es “¿cómo se define el liderazgo?”, sino “¿en qué consiste un buen liderazgo?”. El
uso del término bueno toma aquí dos sentidos: “moralmente bueno” (ético) y “técnicamente bueno” (eficaz). Si uno es buen líder en
ambos sentidos, entonces se forma una conjunción lógica. En otras palabras, para que la afirmación “ella es un buen líder” sea
verdad, tiene que ser cierto que ella es eficaz y ética.
¿Por qué es importante la ética en el liderazgo empresarial?
Las razones por las que la ética es fundamental para ejercer el liderazgo son las siguientes:
La primera razón se justifica en que los líderes tienen que cortejar la buena voluntad de los empleados para que éstos pongan sus
talentos al servicio de los objetivos de la organización. Esto no puede lograrse ejerciendo arbitrariamente el poder conferido por el
puesto, o simplemente repartiendo premios y castigos. Los empleados deben hacer suyas la misión y los valores de la compañía, y
por eso deben ser tratados con respeto.
La segunda razón de por qué la ética es importante para desarrollar con éxito un liderazgo empresarial a la altura de nuestro
tiempo es por la influencia que la ética de un líder empresarial ejerce en la ética de los empleados, de acuerdo con lo analizado por
el modelo de liderazgo relacional. En otras palabras, el ejemplo que proporcione el líder en sus seguidores deviene fundamental.
La tercera razón de por qué la ética es crucial en el liderazgo empresarial se justifica en que, por una parte, en las sociedades
post-industriales las personas ya no respetan a los demás simplemente por su cargo en el trabajo, y por otra, porque la sociedad
en general rechaza el uso coercitivo o manipulador del poder. Por el contrario, se acepta el poder ejercido con respeto y
responsabilidad. Un líder que es moralmente digno de respeto posee lo que Joanna Ciulla llama “poder referente”. La gente sigue
voluntariamente a los líderes que respetan. De este modo, el poder y la autoridad en el liderazgo empresarial proceden
fundamentalmente del respeto y la confianza. Los líderes tiene que ganarse la confianza y el respeto a través de sus acciones en
la empresa y de su trato con los stakeholders. Puesto que la habilidad de construir y mantener la confianza es central en el
liderazgo, las escuelas de negocios necesitan emplear más tiempo en dar formación ética a sus estudiantes.
La confianza y el respeto son difíciles de instaurar por los líderes en las organizaciones. Sin embargo, una vez que lo consiguen,
los resultados son asombrosos. En aquellas empresas que operan con un alto nivel de confianza y respeto hay más buena
voluntad, y menos necesidad de una vigilancia costosa.
Asimismo, las organizaciones que poseen niveles altos de confianza son potencialmente más innovadoras porque los empleados
no tienen miedo de asumir riesgos. Las personas también se adaptan mejor al cambio porque se sienten seguros. Francis
Fukuyama realizó observaciones similares sobre los beneficios de la confianza dentro de las culturas, y concluyó que el bienestar
de una nación y su competitividad están condicionados por el nivel de confianza existente en la sociedad. Las sociedades en
donde las personas operan con un alto nivel de confianza son social y económicamente mejores que las sociedades con bajas
cotas de confianza.
¿Qué cualidades debería poseer un líder ético?
Para tratar de responder a esta pregunta nos ha parecido oportuno incluir en un decálogo las cualidades que deberían caracterizar
el comportamiento de tal líder.
Tales cualidades podían ser las siguientes:
Exige resultados.
Concede un margen de maniobra a los seguidores.
Es ejemplar en todas sus actuaciones.
Delega tareas en sus colaboradores.
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Se preocupa de forma constante por el desarrollo humano de sus colaboradores.
Es veraz en todo lo que comunica.
Es humilde, pues nunca se ceba en el error de otro y no tiene problemas en asumir que se ha equivocado, si eso sucede.
Es leal, pues nunca habla mal de ninguna persona a sus espaldas.
Exige que cualquier conflicto interpersonal se solucione.
Se muestra a sus colaboradores en todo momento como prescindible, de tal forma que si se fuera ahora la estructura seguiría
siendo autosuficiente a corto plazo.
Para concluir recordaremos que la calidad ética de la empresa y de sus directivos, no depende del entorno, sino de cómo
reaccionan ante ese entorno.
Conductas exigibles a un líder Ético
Cumplir con la palabra dada.
Sinceridad.
Comprensión.
Flexibilidad hacia las personas y su circunstancia.
Delegación de responsabilidades.
Comunicación de criterios de actuación.
Comunicación horizontal entre dirigentes y subordinados.
Ponderación de la cualidad humana para atribuirle competencias.
¿Cómo pueden entonces, los líderes resolver los dilemas éticos?
Primero, los líderes deben tener, y estar dispuestos a guiarse por un sentido definido de estándares éticos. Es decir, tener una
conciencia ética formada que contendrá temas de cuidado (¿Qué piden nuestras organizaciones de nosotros?), de justicia (¿Cómo
podemos gobernar con justicia?) y de crítica (¿Cuándo no somos consecuentes con nuestros propios ideales?)
Segundo, los líderes pueden examinar dilemas de diferentes perspectivas: una es anticipar las consecuencias de cada elección e
intentar identificar cuáles serán afectadas y de qué manera. Otro enfoque es utilizar las reglas morales, suponiendo que el mundo
sería mejor si la gente siempre siguiera normas ampliamente aceptadas. La tercer perspectiva enfatiza el cuidado, que es
complementaria a la regla de oro: ¿Cómo nos gustaría que trataran bajo circunstancias similares?
Finalmente, los líderes deben tener el hábito de la reflexión de conciencia, donde quiera que esta los lleve.
Pero la ética nos complica precisamente cuando no estamos seguros de lo que corresponde hacer y no cuando los principios de
acción son concluyentes.
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