3. Sachette por fin había
encontrado a su hija;
después de tantos
años de añoranzas y
sufrimientos, como
olvidar el rostro de una
hija y sus sollozos al
buscar un refugio en
los brazos de una
madre.
4. _¡Vamos mi niña!, nos iremos a Reims,
que es nuestra tierra.
Esmeralda al escuchar las palabras de
su madre, la abrazó tan fuerte y por
primera vez en su vida; se sintió
protegida, la paz reinó en su alma y se
acurrucó al lado de su madre.
5. Como describir con
palabras esos
momentos; los
segundos se
transformaron en
horas, la dureza
del suelo en
alfombra y el soplo
del viento, en una
cobija abrigadora.
6. Después de una serie
de peripecias vividas
en camino a Reims…
Sachette, se dirigió a
casa de su prima Lily.
Quién era una
anciana, que no tenía
descendencia, pero sí
muchas riquezas que
había heredado de su
esposo.
7. Cuando Sachette, se encontró
con su prima Lily; sintió que
ya no tenía fuerzas, para
seguir viviendo entonces
exclamó.
¡Cuídala, ella es mi hija!_
terminó de decir estas
palabras y su cuerpo se
desplomó.
La madre de esmeralda, había
muerto; cumpliendo su deber;
el proteger a su adorada hija.
8. Reims era, un lugar lejano de París.
Esmeralda, no corría ningún peligro.
Ella por su seguridad se cambió de
nombre; vivía protegida por Lily. Hasta
que la anciana murió.
9.
10. Tres años después… en el palacio de
Reims
Esmeralda se quedó
impresionada y sin
habla, no lo podía
creer. Volver a ver a
Gringoire; este había
cambiado de aspecto.
¡Esmeralda tan linda y
radiante como
siempre!_ Quedó
maravillado y le ofreció
una flor.
11. Y ¿Qué es de tu vida y de
París?_ Preguntó Esmeralda.
Bueno… ¿Te recuerdas de
Quasimodo?; cuentan que
mató a Claude Frollo, el
pensaba que te había
secuestrado y luego
asesinado. El pobre murió de
pena.
El Capitán Febo de
Chateaupers, se casó con
Flor de Lis; pero en una
revuelta de los truhanes,
estos le arrancaron los ojos.
12. Bueno, en cuanto a mí he
podido hacer realidad mis
sueños; mis obras de teatro se
representan con éxito en los
palacios y soy uno de los
hombres más ricos y
respetados de todo París. El
propio rey me alaba sin cesar.
_¿y qué fue de ti, dulce
Esmeralda?_ preguntó el
poeta.
A lo que Esmeralda respondió:
_Sólo te puedo decir que; «Los
atardeceres son aquí
tranquilos».