2. Jesús, en un día en que estaba rodeado por sus
discípulos, no sólo los doce apóstoles, sino otros varios
que le seguían muchas veces para aprender mejor
sus
enseñanzas,
quiso
profundizar
en que su
doctrina era
para todos,
no sólo para
los judíos.
3. Eran las últimas
semanas de la vida
de Jesús. Jesús
tenía interés en
profundizar en
temas que les
costaba más captar
a los discípulos
sobre “el Reino de
Dios”. Y algo que les
costaba entender es
que ese Reino no
era sólo para el
pueblo de Israel,
sino para todos, de
todas las regiones.
4. Y por lo tanto, que habrá gentes de regiones lejanas que,
habiendo conocido este reino de Dios tardíamente,
tendrán el mismo mérito y las mismas oportunidades.
Esto les costó mucho enterderlo a varios de la primitiva
cristiandad.
5. Y esto les
costaba
entenderlo
porque siempre
oían a los
sacerdotes judíos
y a los fariseos
criticando a
Jesús porque
trataba con igual
o más
benevolencia a
publicanos y
pecadores.
Ellos, los judíos de raza y formación, se creían
ser los únicos depositarios de los bienes de Dios, y, por eso
tampoco estaban de acuerdo con Jesús cuando trataba igual
a los paganos que iban conociendo a Dios a última hora.
6. la justicia de Dios
de lo que llamamos
nosotros “justicia”.
Por eso les
presentó una
parábola que tiene
frases algo difíciles
de comprender a
simple vista, pero
importantes para
conocer la mente
de Dios.
Y juntamente con ello, Jesús trataba de explicar que los
planes de Dios no son como los nuestros; como es diferente
Dice así el
evangelio de hoy,
Mt 20, 1-16:
7. En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos esta parábola: "El reino de los
cielos se parece a un propietario que al amanecer salió a contratar
jornaleros para su viña. Después de ajustarse con ellos en un denario por
jornada, los mandó a la viña. Salió otra vez a media mañana, vio a otros que
estaban en la plaza sin trabajo, y les dijo: "Id también vosotros a mi viña, y
os pagaré lo debido." Ellos fueron. Salió de nuevo hacia mediodía y a media
tarde e hizo lo mismo. Salió al caer la tarde y encontró a otros, parados, y les
dijo: "¿Cómo es que estáis aquí el día entero sin trabajar?" Le respondieron:
"Nadie nos ha contratado." Él les dijo: "Id también vosotros a mi viña."
Cuando oscureció, el dueño de la viña dijo al capataz: "Llama a los
jornaleros y págales el jornal, empezando por los últimos y acabando por los
primeros." Vinieron los del atardecer y recibieron un denario cada uno.
Cuando llegaron los primeros, pensaban que recibirían más, pero ellos
también recibieron un denario cada uno. Entonces se pusieron a protestar
contra el amo: "Estos últimos han trabajado sólo una hora, y los has tratado
igual que a nosotros, que hemos aguantado el peso del día y el bochorno."
Él replicó a uno de ellos: "Amigo, no te hago ninguna injusticia. ¿No nos
ajustamos en un denario? Toma lo tuyo y vete. Quiero darle a este último
igual que a ti. ¿Es que no tengo libertad para hacer lo que quiera en mis
asuntos? ¿O vas a tener tú envidia por que yo soy bueno?" Así, los últimos
serán los primeros y los primeros los últimos."
8. Quizá, cuando escribía
esto san Mateo tenía
muy en cuenta
algunas disputas que
había entre los
judeocristianos y los
paganos recién
convertidos. A algunos
judíos convertidos no
les parecía bien que se
tratase igual a los
paganos recién
convertidos. Sobre
esto tuvo que hablar y
escribir bastante san
Pablo.
9. También la parábola se
refiere a las diferentes
llamadas de Dios en las
diferentes edades de la
vida. A unos les llama
Dios a una entrega
profunda cuando aún
están en la niñez o en la
juventud, a otros en la
edad adulta o en la
vejez. Lo normal es que
Dios llama
continuamente; pero las
respuestas pueden ser
de forma parecida o
diversa.
10. La parábola trata directamente del premio que nosotros
pensamos nos ha de dar Dios a la respuesta a su
llamada. Pensamos que Dios nos ha de pagar según
nuestra justicia;
pero Dios
tiene otra
regla de
justicia, que
es sobre todo
su amor.
Oigamos lo
principal de la
parábola para
centrarnos
mejor.
23. Muchos de los que solían escuchar a Jesús, especialmente
los fariseos, estaban demasiado acostumbrados a mirar
hacia sí para poner el ejemplo de lo que debía ser un
servidor de Dios: Ellos creían que cuantas más leyes o
preceptos pequeños cumplieran, más agradaban a Dios.
Pero hay otra
regla interna
que Dios
aprecia más:
el amar
mientras se
están
cumpliendo
esos
preceptos,
sean grandes
o pequeños.
24. Estamos demasiado acostumbrados a la justicia
distributiva. Hay quienes sólo hacen esta clase de tratos:
“te doy para que me des”. Y normalmente somos muy
mezquinos y egoístas.
A veces queremos que Dios
nos trate según nuestra
justicia. ¡Pobres de nosotros,
si Dios nos tratase según
merecemos!
Por encima de nuestros
méritos está la bondad y el
amor de Dios. Como aquel
padre hizo con el hijo pródigo.
25. Jesús no está
hablando de
relaciones
económicas o
sociales. Jesús nos
habla hoy de la
grandeza del
corazón de Dios.
Nosotros tenemos
un concepto de
justicia que no es el
concepto que tiene
Dios.
26. Hoy nos dice
Jesús que nos
llama a todos, y
que está
dispuesto a
darnos su gracia
y la felicidad
eterna a todos, si
le abrimos el
corazón.
27. Recordemos
que Dios no
nos paga por
las horas de
trabajo, sino
por el amor y
la actitud
puestos en ese
trabajo.
Quien trabaja sólo por el salario, nunca se
dará cuenta del tesoro que es trabajar por
el amor de Dios.
28. Así que de nuestra parte
nos corresponde creer
en el amor de Dios,
sentirle lo más posible y
corresponderle con
todo el amor posible. A
veces es difícil ver el
amor de Dios. Hace falta
fe, la cual también nos
dará méritos. Pero ahí
está Dios con nosotros.
Nos va llenando de
bienes y nos corona de
amor.
29. Dios siempre busca el
bien; pero nuestro
egoísmo es como un
impedimento que nos
priva de ver la bondad de
Dios. Debemos
comprender que los
planes de Dios no son
como los nuestros, que
suelen ser raquíticos. Los
planes de Dios son
magnánimos con todos
los que quieren recibirle..
30. No solemos
comprender los planes
de Dios, que no son
como los nuestros.
Solemos
empequeñecer a
Dios, porque
queremos ponerle a
nuestra altura. Le
queremos hacer
como somos
nosotros.
31. Es muy hermosa
hoy la primera
lectura del profeta
Isaías.
Is 55, 6-9
Nos dice que los
caminos de Dios no
son nuestros caminos
y los planes de Dios
son más altos que
nuestros planes.
32. Buscad al Señor mientras se le
encuentra, invocadlo mientras está
cerca; que el malvado abandone su
camino, y el criminal sus planes; que
regrese al Señor, y él tendrá piedad, a
nuestro Dios, que es rico en perdón. Mis
planes no son vuestros planes,
vuestros caminos no son mis caminos -
oráculo del Señor-. Como el cielo es
más alto que la tierra, mis caminos son
más altos que los vuestros, mis planes,
que vuestros planes.
33. Muchas veces nos
empeñamos en creer que
los planes de Dios son
como los nuestros. Y por
eso muchas veces
empequeñecemos a Dios.
¡Pobres de nosotros si
Dios nos juzgase con la
justicia según nosotros la
entendemos! Pero
gracias que Dios es
mucho más Padre que
juez.
34. ¿Qué premio se nos dará a nosotros que lo hemos
dejado todo? Queremos comprar los dones de Dios. Y le
queremos pasar contabilidad de nuestros méritos. No
nos damos cuenta que Dios desea más nuestra felicidad
que nosotros mismos.
A veces
pensamos en
los premios
que Dios nos
debe dar,
como cuando
san Pedro le
dijo a Jesús:
35. No tenemos porqué
tener envidia a nadie,
sino amar mucho a
Jesús y seguir con esa
actitud de ser bueno y
misericordioso como
el Señor. Así nos lo
recuerda el salmo
responsorial, que nos
dice que el Señor es
rico y misericordioso,
lento a la cólera y rico
en piedad. Por eso nos
invita a ensalzar y
bendecir a Dios.
46. “¿Vas a tener tu envidia porque yo soy bueno?”. Pasa
con frecuencia que una persona está tranquila y contenta
con el salario que tiene, hasta que se entera que otra
persona, de nuestra propia categoría, gana algo más.
Hoy termina el
evangelio con
una
advertencia
de Jesús para
los que
tenemos
envidia hasta
de la bondad
de Dios:
47. En ese momento comienza la desazón y los deseos de
reivindicación. ¿Por qué nos cuesta tanto alegrarnos del
bien ajeno? Y sin embargo es un signo claro de la
caridad, del amor:
Alegrarnos
del bien del
otro
aunque
sepamos
que no nos
va a dar
nada.
48. Jesús suele hablar
de forma
sorprendente para
que se capte mejor
el mensaje que
quiere dejar para
considerar.
49. A veces hasta nos
puede molestar que
Dios tenga
misericordia con los
otros. Nos puede
pasar como al profeta
Jonás que se
enfadaba con Dios
porque había tenido
misericordia con
aquella ciudad donde
el profeta había
anunciado el castigo
de Dios. La ciudad se
arrepintió y Dios la
perdonó.
50. Es la envidia y mezquindad que Jesús había lamentado: la
del hermano mayor del “hijo pródigo”, la de Judas ante el
“despilfarro” de María, la hermana de Lázaro, o el fariseo
Simón cuando ve a Jesús perdonar a la pecadora,
51. Nosotros calculamos demasiado para las
acciones religiosas. Dios no hace cálculos, sino
que ama, como quiere que hagamos nosotros.
Quizá nos ha llamado a primera hora y llevamos
muchos años “al servicio” de Dios; pero es
posible que hayamos trabajado sólo “a medio
gas”.
Uno que
“aprovechó” bien
el poco tiempo que
tenía fue el buen
ladrón. Y obtuvo el
paraíso.
52. Todos los santos, canonizados o no
canonizados, han procurado
aprovechar lo mejor posible el
tiempo del que han dispuesto.
Y aprovechar el tiempo
significa hacer todo en la
mayor unión posible con
Jesucristo.
Hoy en la 2ª lectura nos habla hermosamente
san Pablo de este vivir unidos con Cristo Jesús.
Flp 1, 20c-24.27a
53. No tenemos porqué
tener envidia de nadie
porque tenga más
intimidad con Dios. Lo
único debe sentirnos
como estímulo para el
camino del bien. Sería
ridículo tener envidia
de la Virgen María,
porque Dios le ha
dado más gracias. A
nosotros nos ha dado
suficientes para poder
ser felices para
siempre.
54. No juzguemos
demasiado a las
personas en el
sentido de nuestra
justicia, tengamos un
corazón amplio o
magnánimo.
Busquemos trabajar
más según el amor de
Dios y estemos
ciertos que Dios nos
dará más de lo que
pensamos.
Y recordemos que un acto de caridad es alegrarse con
el que está alegre.
55. Todo esto es muy
difícil de conseguir.
Debemos tener una
vida con Cristo; o una
vida “digna del
Evangelio de Cristo”,
como nos dice san
Pablo hoy en la 2ª
lectura. “Vivir la vida
de Cristo” parece algo
muy fantástico y
teórico; pero en la vida
real es pensar y actuar
como Cristo Jesús.
56. Hermanos: Cristo será glorificado abiertamente
en mi cuerpo, sea por mi vida o por mi muerte.
Para mí la vida es Cristo, y una ganancia el
morir. Pero, si el vivir esta vida mortal me
supone trabajo fructífero, no sé qué escoger.
Me encuentro en ese dilema: por un lado, deseo
partir para estar con Cristo, que es con mucho
lo mejor; pero, por otro, quedarme en esta vida
veo que es más necesario para vosotros. Lo
importante es que vosotros llevéis una vida
digna del Evangelio de Cristo.
Flp 1,20c-24.27a
57. Cuando uno procura tener la vida de Cristo, nuestros
cálculos son diferentes: No es cuestión de méritos por la
cantidad de trabajo o por el tiempo dedicado o por la
antigüedad de trabajo, como se piensa en una empresa
material.
La recompensa
se deja
tranquilamente
en manos de
Dios que juzga
sobre todo la
actitud de
amor.
58. Si es grande nuestra
unión con Cristo, no
temamos. ¡Levantemos
el corazón! Nos dará el
premio de sentir su
amor y además una
eternidad feliz.