2. Después de la Epifanía o manifestación de Jesús a los
magos, símbolo de la manifestación de la Navidad al
mundo,
3. y después de la manifestación de Jesús, interna pero
más grandiosa, de Jesús a san Juan Bautista, al ser
bautizado en el Jordán,
4. Jn 1, 29-34
hoy la Iglesia nos presenta otra manifestación de la
personalidad de Jesús, por medio del Bautista, cuando
expresa ante algunos discípulos, al ver venir a Jesús:
«Este es el Cordero de Dios que quita el pecado del
mundo».
Veamos lo
que nos
dice el
evangelio
de este día
según el
evangelista
san Juan:
5. En aquel tiempo, al ver Juan a Jesús que venía hacia él,
exclamó: "Éste es el Cordero de Dios, que quita el
pecado del mundo. Éste es aquel de quien yo dije: "Tras
de mí viene un hombre que está por delante de mí,
porque existía antes que yo." Yo no lo conocía, pero he
salido a bautizar con agua, para que sea manifestado a
Israel."
Y Juan dio testimonio diciendo: "He contemplado al
Espíritu que bajaba del cielo como una paloma, y se
posó sobre él. Yo no lo conocía, pero el que me envió a
bautizar con agua me dijo: "Aquél sobre quien veas bajar
el Espíritu y posarse sobre él, ése es el que ha de
bautizar con Espíritu Santo." Y yo lo he visto, y he dado
testimonio de que éste es el Hijo de Dios."
6. Hoy se nos invita de
una manera especial a
conocer a Jesucristo,
ya que es lo que más
nos interesa. Jesús es
el centro de nuestra
religión. Y nada se
ama si no se conoce.
Y nada se ama
profundamente si no
se conoce
profundamente.
Conocemos algo
sobre Jesús, pero
debemos conocerle
mucho más.
7. Para conocer más a
Jesús, lo primero es
tener ansias de
conocerlo, que
significa tener ansias
de amarle. Hoy en el
evangelio nos dice
Juan el Bautista que
él no le conocía. Le
conoció más en
profundidad cuando
siguió la voz de Dios
para bautizar a Jesús.
8. Nosotros a veces decimos que conocemos a Jesús; pero
quizá nos pueda decir, como les dijo a los apóstoles en la
“Ultima Cena”: Tanto tiempo estoy con vosotros ¿Y no
me conocéis?”
9. Los que llevamos
muchos años de vida
cristiana creemos que
conocemos a Jesús.
Pero ¡Qué diferente es
cuando hay una
experiencia entrañable!
Son golpes de gracia
que pueden hacer
cambiar la vida. Es una
experiencia de luz, que
puede ser en el dolor,
pero siempre en el amor.
10. Necesitamos
conocer a Jesús
profundamente,
en la vivencia de
los sucesos de
cada día, porque
lo sentimos en el
corazón. En este
mundo nunca
llegaremos a
conocerle
totalmente. Para
ello tiene que ser
por el Padre en el
Espíritu. Pero
siempre se puede
ir progresando.
11. Cuando uno busca
conocer a Jesucristo
a través de las
vivencias de cada
día, en nuestro
corazón llegaremos a
sentir que Jesús es
«el mejor amigo». Y
es quien nos
enseñará el camino
del bien y de la vida,
porque Él es «el
camino, la verdad y
la vida».
18. Jesús es el camino, la vida y la verdad.
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19. Entre las características que hoy nos señala el Bautista
sobre Jesús, dice que es Redentor. Eso es lo que
significa: “el Cordero de Dios que quita el pecado del
mundo”. La imagen del cordero era muy significativa para
los israelitas. Era un sacrificio que creían ser muy
agradable a Dios. El cordero es paciente, se deja llevar.
Y, si está
limpio y
puro,
significa
que Dios le
acepta
como
expiación
de los
pecados.
20. Los judíos estaban acostumbrados a oír
hablar de corderos con relación a la religión,
pues continuamente ofrecían corderos a
Dios, como sacrificios para quedar bien.
Pero estos
corderos nunca
podían
perdonar
pecados. Era
sólo una
representación.
21. Para la religión
judía el sacrificio
del cordero tenía y
tiene una impor-
tancia especial en
la Pascua.
Este sacrificio les
recuerda el acto
más importante de
liberación: la salida
de Egipto en
tiempos de Moisés.
22. Como signo de
liberación, Moisés
mandó a los israelitas
ungir las jambas de
sus puertas. El ángel
exterminador pasaría
de largo.
Como símbolo para
ellos, la sangre del
cordero “inocente”
limpiaba al pueblo
de sus maldades.
23. Desde Moisés, en la
religión judía, el
sacrificio del
cordero no sólo era
símbolo de
reparación de las
ofensas, sino que
después, al comer
de la carne de ese
cordero, se ganaba
el valor del
sacrificio.
25. San Pablo (I
Cor 5, 6-7)
dirá de
Cristo que
es nuestro
Cordero
Pascual
inmolado.
26. En el Apocalipsis aparece el Cordero
inmolado, que es aclamado por la multitud.
27. Jesús sí es el
verdadero
Cordero
que quita
los pecados.
Su muerte sí fue
un sacrificio
verdaderamente
agradable a Dios.
28. Él se entregó para alimentarnos a nosotros. Se entregó
no por algunos, sino por la humanidad. Jesús llevaba
nuestras dolencias a la muerte, de una manera mansa,
como un cordero que le llevan a morir para alimentar.
29. Esto lo hace
continuamente en la
Eucaristía, que es una
actualización del
sacrificio redentor. Por
eso en la misa también
decimos o cantamos:
“Cordero de Dios, que
quitas el pecado del
mundo, ten piedad de
nosotros”.
40. Que nosotros le invoquemos con fe a Él, que
es Cordero de Dios y quita los pecados del
mundo, para que tenga piedad de nosotros.
41. Otra cualidad importante que dice san Juan Bautista
sobre Jesús es que: bautiza con Espíritu Santo o bautiza
en el Espíritu Santo. Bautizar en el Espíritu es bautizar
sin medida, es comunicarnos su Espíritu, es
fortalecernos con su gracia.
42. Este bautizarse en el
Espíritu es hacer de
dicho rito algo
totalmente nuevo.
Todo ello por medio
de la gracia de Dios,
que nos eleva por
encima de la vida
natural. Claro en
esto hay casi
infinitos grados,
dependiendo de
nuestra entrega y
disposición.
43. Es posible que sea una expresión espontánea del
Evangelista Juan dirigida muchos años después a sus
propios discípulos, como una enseñanza catequística. Lo
es también para nosotros.
Y termina
hoy la parte
del
evangelio
con otra
expresión
que indica lo
principal de
Jesús: “Es
el Hijo de
Dios”.
44. Recordemos que, según decía san Pablo, nadie puede
decir que Jesús es el Señor, sin la fuerza del Espíritu. Con
más razón decir que es Hijo de Dios y reconocerlo como
tal. Estamos en el terreno de la fe. Hemos aceptado que
Jesús es el Salvador.
Ahora
estamos en
paz y en
esperanza
porque ese
Salvador es
Hijo de Dios.
45. La 1ª lectura suele tener una
relación con el evangelio.
Hoy el profeta Isaías habla
de un Salvador para el
mundo. Pero antes de fijarse
expresamente en el Mesías,
nos dice que el pueblo de
Israel debe ser salvador o luz
para el mundo. Dice así esta
1ª lectura:
Isaías 49,3.5-6
46. El Señor me dijo: "Tú eres mi siervo, de
quien estoy orgulloso." Y ahora habla el
Señor, que desde el vientre me formó
siervo suyo, para que le trajese a Jacob,
para que le reuniese a Israel (tanto me
honró el Señor, y mi Dios fue mi fuerza):
"Es poco que seas mi siervo y
restablezcas las tribus de Jacob y
conviertas a los supervivientes de Israel;
te hago luz de las naciones, para que mi
salvación alcance hasta el confín de la
tierra."
47. El pueblo de Israel,
según el profeta,
debería ser luz para
las naciones; pero
tenía un pecado que
se encerró en sí
mismo y dejó esta
labor
exclusivamente al
Mesías, que iba a
ser como el centro,
el símbolo y la
realidad de esa
salvación.
48. Jesús dirá un día: “Yo soy la luz del mundo” y “Quien me
sigue no anda en tinieblas, sino que tendrá la luz de la
vida”. Nosotros sabemos que siendo Él Hijo de Dios,
puede potenciar nuestra existencia humana con una vida
superior, la vida de la gracia.
49. Para ser cristianos,
discípulos de Jesús,
abramos los ojos de la
fe para ver y
comprender más la
riqueza de la vida en
Jesús. Es el hombre
ideal, modelo para la
humanidad, es Redentor
que quita el pecado del
mundo, es el que
bautiza en el Espíritu de
amor, es el Hijo de Dios
que nos regala la gracia
y la vida eterna.
50. Nosotros tengamos encendida la luz de la gracia y de la
fe, de modo que vayamos almacenando más luz por
tantos que van por la vida con las lámparas sin aceite.
No tienen
luz ni
para ver
el sentido
de su
vida ni un
ideal más
allá de lo
material.
51. En esa profecía de
Isaías el Mesías, el
Salvador, es también el
siervo de Dios. El
salmo responsorial,
que es meditación de
esa lectura, nos
presenta el salmo 39,
palabras de
ofrecimiento y de
entrega a la voluntad
de Dios.
52. Hoy terminamos
con el salmo
responsorial
diciendo, con toda
nuestra fe, con todo
nuestro amor y con
toda nuestra
alegría: “Aquí estoy,
Señor, para hacer tu
voluntad”.