3. • “ La salud se ha convertido en mercancía, tiene un precio y un
mercado, un sistema que la produce y un público que la
demanda, un instrumental que la obtiene y una publicidad
que asegura su consumo. El paciente ha desarrollado
actitudes propias del consumidor y el médico las del
intermediario, que asegura la adecuación entre un aparato
productor de medicamentos, los servicios y una demanda”
(Dr. Pablo Latapí)
4. • Inicialmente la medicina era mágica, posteriormente se
transformó en arte y después en ciencia, sin perder una parte
importante de arte y conjuntamente con tecnología, la
medicina como ciencia, logra el balance ideal para ejercer
profesionalmente.
• El cambio de arte a ciencia se da a partir de los principios
griegos definidos como Juramento y Ley de Hipócrates. En el
primero se indican las normas éticas que debe guardar el
médico durante el ejercicio de su profesión. En la Ley de
Hipócrates, menos conocida, define a la profesión médica, su
prestigio y condiciones que debe reunir el que se dedique a la
práctica de la medicina.
5. LEY DE HIPÓCRATES
• “La medicina es la más noble de todas las profesiones; y sin embargo, por
la ignorancia de los que la ejercen y de los que juzgan de ella con
ligereza, ha venido a ser colocada en último término. Me parece ser la
causa principal de tan falso juicio el no tener la medicina, en los
pueblos, otro castigo que la falta de consideración, la cual no acepta a los
sujetos que de ella hacen un medio de vivir; se parecen éstos, en mucho, a
los personajes de las tragedias, pues así como los actores usan el traje y la
figura de aquellos a quienes representan, sin ser lo que ellos; de igual
manera entre los médicos hay los que lo son de nombre y no por los
hechos. El que se dedica a la medicina necesita reunir las condiciones
siguientes: disposición natural, enseñanza, sitio apropiado, instrucción
desde la niñez, amor al trabajo y mucha aplicación”.
6. • “El médico para saber, debe ser estudioso; en el prescribir
cauto y ordenado; en sus respuestas circunspecto y prudente;
ambiguo en sus pronósticos; fiel a sus promesas, pero no
asegurarse la salud, porque ello sería usurpar el poder de Dios
y ofenderlo; prometa circunstancia y diligencia; en las visitas
sea discreto; en el hablar comedido; en sus afectos moderado
y benévolo con el paciente.” ( Arnoldo de Vilanova, médico
español del siglo XIII)
7. • La aplicación de las siguientes condiciones que debe reunir el
médico es el llamado perfil del médico, esto es, las cualidades
ideales que debe tener para lograr óptimo desempeño de su
profesión y lograr la imagen que la sociedad espera de él.
Éstas generalmente se acuñan; esto es, son vivencias
inculcadas en el seno familiar y forman parte del bagaje
cultural de cada individuo. Las vivencias
posteriores, raciales, ambientales, sociales, pueden
relativamente influir en la aplicación individual, personalidad
y comportamiento ante estas ideales cualidades.
8.
9. • Abnegación al enfermo, a la sociedad, a la humanidad, puesto
que el médico debe entregarse incondicionalmente al servicio
de su profesión todos los días y horas del año, y debe darse
sin egoísmo. Conforme avanza en la profesión y edad, el
desgaste intelectual del médico suele ser superior al físico; el
joven requiere de mayor vigor porque su labor operativa es
más intensa; debe mantenerse en condiciones saludables y
saber reconocer cuando se presenta la fatiga que puede
impedirle actuar con eficiencia. Esta abnegación debe llevarle
a ser cada día mejor, adquirir y mantener
habilidades, conocimientos médicos y de cultura general para
sobresalir siempre en su profesión.
10. • Adaptabilidad al carácter, personalidad, nivel social, cultural y
económico del paciente y sus familiares, a sus expectativas y
demandas. También debe adaptarse a sus compañeros de
trabajo y al nivel profesional que desempeña, tanto en la
práctica privada como en la institucional. Adaptabilidad en su
trato con pacientes, familiares, compañeros y alumnos. Es
imposible lograr alivio, consuelo, confianza y estima del
paciente sin trato afable y cortés. El despotismo cierra las
puertas a toda buena relación inter-personal, especialmente a
la del médico con el paciente.
11. • Altruismo no es regalar los servicios. El médico debe cobrar
justamente sus honorarios, sin comercializar con el dolor
humano. En caso de considerarlo conveniente y a su libre
albedrío puede obsequiar su trabajo; pero es erróneo pensar
que el profesionista de la medicina, no tenga que ser
retribuido económicamente de acuerdo a las posibilidades del
paciente y muy especialmente de las instituciones que lo
contratan. El médico en el desempeño honesto de su
profesión debe recibir ingresos económicos que le permitan
una vida decorosa, acorde con el nivel social que le
corresponde.
12. Amor a la humanidad y a su profesión. Decía
Paracelso: “El más hondo fundamento de la
medicina es el amor... si nuestro amor es
grande, grande será el fruto que de él
obtenga la medicina; si es menguado,
menguados también serán nuestros frutos,
pues el amor es el que nos hace aprender el
arte y fuera de él, no nacerá ningún médico”.
13.
14. • Apostolado el llamado apostolado de la medicina no implica
servicios gratuitos, el médico también tiene necesidades que
satisfacer y metas que alcanzar. El apostolado, si acaso, debe
entenderse como entrega total e impecable ejercicio de la
medicina. Jamás confundirlo con vida de penurias económicas
por no cobrar honorarios.
15. • Atención esmerada y acuciosa durante el
interrogatorio, exploración y en la interpretación de síntomas
y signos, estudios de laboratorio y gabinete, para dar
confianza al paciente y demostrarle interés por conocer y
resolver el problema médico o social que afecta su salud.
Debe además, estar atento en todas sus acciones, sin perder
su concentración durante el trabajo médico y especialmente
quirúrgico.
16. • Autocrítica para conocer sus propios alcances, valías, aciertos
y errores, e incluso increparse a sí mismo; “Grave es el peso
de la propia conciencia”. Cicerón: De natura Deotum, III, 35.
• Autoestima es importante para valorarse a sí mismo, sin
egoísmo ofuscador; “Es propio de los necios ver los vicios
ajenos y olvidar los propios”. Cicerón: Tusculanos, III, 30. Lo
mismo asevera el refrán popular: “Ver la paja en el ojo ajeno y
no ver la viga en el propio”.
17. • Calma en momentos de urgencias médicas, quirúrgicas, o
ambas, dadas las consecuencias mortales que acarrearía su
falta de ecuanimidad; el nerviosismo impide actuar con
precisión y prontitud para resolver situaciones críticas. Debe
demostrar calma para tranquilizar la angustia propia del
enfermo y lograr ser paciente y comprensivo con él y sus
familiares.
18. • Capacidad en el trabajo, para laborar intensamente, lo cual
implica vigor físico e intelectual con objeto de estar siempre
disponible, sin horarios ni descanso; nunca se sabe cuando se
requieran sus servicios. Capacidad de meditación sobre lo que
está haciendo, de discernimiento, de autovaluación, de
reconocer errores, fracasos y éxitos. Capacidad de trabajar en
equipo, dominando los celos profesionales que
corrompen, reconociendo las propias capacidades y las
ajenas; así como el papel que desempeña cada uno dentro
del grupo de trabajo.
19. • Capacitación para poder practicar la medicina con honestidad. El médico
que no se capacita, que no adquiere conocimientos al máximo de su
potencial intelectual, es un fraude. La velocidad con que avanza la ciencia
actual es de tal magnitud que “puede asegurarse, sin temor a
exagerar, que el médico que se gradúa hoy y deja de estudiar
mañana, estará atrasado pasado mañana”. Es imprescindible capacitarse
continuamente, estar actualizado para que los adelantos científicos y
tecnológicos no rebasen los conocimientos necesarios para la óptima
práctica médica. De otro modo, los servicios ofrecidos no son los mejores
y en lugar de ser útil a la sociedad, el médico se convierte en un peligro
para ella. Además, debe ampliar otros campos del saber humano en
íntima relación con su profesión, que permitan situarlo como individuo
integrante de un núcleo familiar, grupo de
trabajo, sociedad, comunidad, país, etc. El Dr. Félix Martí Ibáñez dijo al
respecto: “En la noble carrera de la medicina no hay cabida para
aficionados; todos en ella se debe aspirar a ser maestros de lo que se
hace, pues los errores de los carpinteros, de la medicina y de los aprendices
de recetadores son gravísimos”. El maestro Dr. Ignacio Chávez sentenció:
“Uno debe ser el artífice de su propia formación intelectual”.
20. • Carácter optimista, entendido como la convicción de lograr alcanzar el
mejor resultado posible en cualquier situación, siempre y cuando esté
deseoso y decidido a trabajar intensamente para lograrlo. Refiere el Dr.
Horacio Jinich “Sólo el optimista puede ser médico; el pesimista no lucharía
con la muerte hasta el final, hasta el último aliento y todavía después de
ello, intentando y acaso logrando, resucitar al paciente”. Para lograr
credibilidad del enfermo y que se ponga en sus manos, el médico, como
parte de su carácter, debe ser veraz, explícito, realista y congruente en sus
diagnósticos, prescripciones y recomendaciones. Solamente con
objetividad logrará confianza. El médico debe tener buen carácter, que
implica cualidades como: sentido del
humor, jovialidad, paciencia, comprensión, ecuanimidad, y que inspire
confianza y sapiencia para propiciar empatía con el paciente.
21. • Colaboración con todos los miembros del equipo de salud:
médicos, enfermeras, paramédicos, personal auxiliar, administrativo y
directivo, para lograr armonía, satisfacción y eficiencia en el trabajo.
• Compañerismo implica apoyo mutuo en labores y conocimientos. Sin
servilismo ni adulaciones, sin cohecho ni presiones, sin cariño ni odios, sin
solapamientos ni acusaciones infundadas, sino con ayuda
multidisciplinaria para óptimos resultados laborales. Desgraciadamente
existen charlatanes de la medicina (hasta con título) que tratando de
desprestigiar hablan mal de sus colegas y espantando a los pacientes con
diagnósticos rimbombantes y graves pronósticos pretenden adquirir
prestigio al aparentar ser la salvación del paciente.
22. • Comprensión para los que sufren, dedicando el tiempo suficiente para que
exista entendimiento al real problema del paciente. Los clientes deben
recurrir al médico no para recibir una receta, sino comprensión para lograr
alivio y consuelo a su padecimiento. Refiere el Dr. Eduardo Cesarman: “Los
problemas fundamentales de la existencia del ser humano no son los
microbios, el cáncer, la arteriosclerosis, etc., sus problemas básicos son la
necesidad, la mezquindad, la pequeñez de espíritu; nada de ellos será
remediado solamente con sofisticados procedimientos de
diagnóstico, costosas e innumerables medicinas, equipos electrónicos o
hábiles manos de cirujanos; seamos médicos, ocupémonos de la mente
comprendiendo al paciente y podremos curar el cuerpo o cuando menos
lograr la aceptación de la enfermedad.”
23. • Conducta ejemplar debe mantener el médico en todas sus
actividades, no solamente cuando ejerce la profesión. “Son
raros, en efecto, los que blasfeman con la lengua, pero son
muchos los que blasfeman con la propia conducta”. San
Agustín: In ioannis Evangelitium Tratatus, 27, 11 (PL 35,1621).
El médico debe tener siempre una actitud
prudente, cauteloso, comedido, como aseguraba Bias, uno de
los siete sabios de Grecia: “nada en demasía” y “la mayor
riqueza es no desear nada”.
24.
25. • Cumplimiento en el deber; de nada servirá acumular
conocimientos y no aplicarlos a los pacientes, quienes deben
ser el principio y el fin de su motivación como médico y la
verdadera razón de su existencia profesional. Reza un
anónimo “puede tolerarse la ignorancia, pero jamás
perdonarse la negligencia”. El médico debe dejar de lado toda
desgana en el cumplimiento de su deber; tiene que sentir el
dramatismo de la lucha entre salud y enfermedad. Dice el Dr.
Julio Roldán “El médico debe ser fiel al deber, a todo su
deber, porque es su deber” y tiene que realizarlo en forma
servicial, cortés, amable y humilde. Un proverbio popular dice
“La ignorancia puede ser no ética o inmoral; la negligencia o
la omisión por apatía es delito”.
26. • Decisión en sus acciones, los titubeos siempre son malos, pero en medicina
pueden ser mortales. Una actitud indecisa hace perder tiempo preciso en el actuar
terapéutico, especialmente en casos urgentes o cuando menos deteriora la
imagen. “Si el médico titubea en su proceder, el paciente dudará de su
conocer”, proverbio popular. Debe entenderse la decisión, como la capacidad para
tomar una determinación entre varias alternativas y hacerlo en el momento
adecuado, sin precipitación, sino que se actúe con el propósito firme de realizar lo
que se desea una vez que se poseen los elementos de juicio necesarios y no
esperar tibiamente que los problemas se resuelvan por sí solos. La decisión para
realizar una acción médica puede tardar segundos en caso de urgencia o largo
tiempo cuando se requieren estudios de apoyo diagnóstico; pero, una vez tomada
la decisión, debe ponerse de inmediato en acción, con determinación y
firmeza, supervisando su aplicación y resultados. El filósofo Ortega y Gasset dijo:
“Es inmoral pretender que una cosa deseada se realice mágicamente, simplemente
porque lo deseamos. Sólo es moral el deseo que acompaña la verdadera voluntad
de aprontar los medios para su ejecución”. La decisión debe ser imparcial, jamás
anteponer prejuicios; los intereses en ningún caso deben ser factor decisivo en el
curso de un acto médico. Cuando el médico se enfrente a una decisión
justa, aunque sea desagradable, debe actuar tesoneramente y con habilidad según
sus más profundas convicciones o enfrentarse con igual valor a las consecuencias.
27. • Decoro es la dignidad social; el respeto, honor y deferencia
que debe tener y presentar el médico durante el ejercicio de
su profesión.
• Destreza y habilidad manual suficiente para realizar la
exploración clínica necesaria e integrar un diagnóstico. En
caso que su actividad profesional tenga relación con actos
quirúrgicos, su capacidad manual debe rayar en el arte, y
como todos los artífices debe adiestrarse continuamente. Para
el cirujano mantener sus manos hábiles es como la
actualización y estudio para el internista.
28. • Dignidad profesional cuidada al máximo. Incluye la dignidad
personal, un respeto a sí mismo, evitando dar mala
impresión, alejando cualquier sospecha de vida escandalosa
(mujeres, vino, juego, fraudes, abusos, mentiras, etc.). La vida
intachable del médico le ayudará a cimentar su fama profesional.
Ser digno es predicar con el ejemplo. Jamás defraudar a los
pacientes para no perder su confianza, no prestarse a situaciones
comprometedoras que pongan en entredicho su integridad y buena
imagen. El trato con los pacientes debe ser igual, sean amigos o
enemigos, ricos o pobres....y de dar preferencia, que sea al
menesteroso. La dignidad en el ejercicio profesional implica la
aplicación de los principios éticos hasta sus últimas consecuencias.
El prestigio de la profesión es el resultado de la suma y resta de los
prestigios individuales y cualquier falta de uno de ellos perjudica a
toda la clase médica. ¡El médico debe ser digno de tan sublime
profesión!
29.
30. • Ecuanimidad para no involucrarse psicológica y sentimentalmente con sus
pacientes. Ocasionalmente se necesita mucha fuerza de voluntad y
mesura para eludir estas acciones.
• Educación esmerada desde la primera infancia; se acuña, se adquiere de
consejos y ejemplos de los padres durante la crianza, es el proceso de
socialización en el hogar; posteriormente en las escuelas y facultades se
enseñan técnicas, artes, oficios, ciencias y letras, pero jamás educación. El
médico debe ser amable, cortés, condescendiente, prudente, respetuoso
de las ideas de pacientes y amigos, en una palabra, debe ser bien
educado. ¡Esto hace la diferencia entre un patán de la medicina y un
verdadero médico!
31. • Habilidad en el ejercicio profesional para aplicar los principios
conocidos a los casos particulares que se presenten; para
conjuntar un diagnóstico entre síntomas, signos, datos de
laboratorio y gabinete; para seleccionar el tratamiento
adecuado y convencer al paciente de seguir las indicaciones
terapéuticas, higiénicas y dietéticas; para formular un
pronóstico y en caso de que éste sea mortal, tener la
habilidad para confortar al paciente y a sus familiares. La
medicina es ciencia y arte, la ciencia se adquiere con el
estudio, pero es menester tener la habilidad adecuada para
ser artífice de la medicina.
32. • Honestidad para autoanalizarse y lograr mejor conocimiento de sí
mismo, reconocer fallas, nada se puede hacer si se esconden o ignoran. Es
muy conocida la frase “Se puede engañar con cierta facilidad a muchas
gentes, es más difícil engañar a pocas gentes, pero es imposible engañarse
a uno mismo”. El médico está obligado a responder con honestidad a la
confianza que el paciente le deposita. No es justo engañarle. Todavía la
profesión médica goza de cierto prestigio y estima, esto compromete a
actuar con honestidad. El médico debe dar lo mejor de sí mismo a las
personas que buscan su guía al atravesar por enfermedades u otras
penurias físicas, mentales o sociales. Este dar debe ser total, al límite del
esfuerzo físico y mental; se trata de la salud de un ser humano y acaso su
vida. El Dr. Jaime Wooldrich dice con justificada razón refiriéndose a la
profesión médica: “Debe reconocerse y casi proclamarse que la medicina
es uno de los últimos reductos, quizás el último, de la honestidad y
cumplimiento del deber; es decir, de lo que queda en la práctica de los
conceptos de la ética o la deontología”.
33. • Humanitarismo en todas las acciones médicas por tratarse de
personas con sufrimiento, que necesitan atención, comprensión,
amabilidad, cariño, consuelo; esto es, trato adecuado a su calidad
de humanos. ¡El no actuar así colocaría al médico a la altura y
categoría de cualquier burócrata! ¡El humanitarismo es amor al
paciente y su expresión! El paciente es algo más que órganos y
tejidos, es un ser humano, con ilusiones, aspiraciones, metas,
obligaciones propias, familiares, laborales y sociales, que en ese
momento se ven frustradas por la enfermedad. Durante su
padecimiento atraviesa por una serie de dificultades físicas,
psíquicas y sociales que repercuten en su conducta: se torna
aprensivo, dependiente, exigente y agresivo, por lo que el cuidado
de los enfermos exige una vocación especial: dedicada, generosa y
humanitaria. El Dr. Romeo González Constandse refiere: “Los
médicos siempre estaremos a la vanguardia de quienes buscan el
camino hacia un futuro mejor para el hombre”.
34.
35. • Humildad sin sumisión, pero sin altanería, debe ser patrimonio del
carácter y trato del médico hacia sus pacientes. Al propósito, el Dr. Félix
Martí Ibáñez en una recepción de médicos indicaba: “Recordar que lo
importante en la vida es ser grande, no enorme. Lo importante no es tratar
de ser un hombre poderoso, sino un gran hombre. Que vuestras acciones
sean grandes, sin que por ello perdáis vuestra humildad y modestia
personal”. El médico fue tradicionalmente trabajador
individualista, algunos hasta la soberbia; la medicina
moderna, integral, socializada o no, requiere de trabajo en equipo
multidisciplinario, y el médico debe tener la humildad de reconocer sus
limitaciones, estar consciente de que en infinidad de ocasiones el
individuo aislado poco o nada puede hacer; que un grupo de personas que
unen sus esfuerzos con la mejor voluntad, tienen más posibilidades de
éxito; que existe personal experto en ciertos parámetros de la
medicina, los especialistas, que dominan su reducido campo de acción y
que los médicos deben utilizar todos los recursos disponibles a su alcance
para el bien de los pacientes, sin celos profesionales que los cieguen. Esta
es la única forma de trabajar en equipo.
36. • Integridad en todos los actos y especialmente durante el ejercicio de la medicina.
Decía Gerald Austen: “Integridad es la honestidad vuelta hacia dentro” y definía al
hombre íntegro como “el que reconoce en forma realista, tanto sus talentos como
sus limitaciones; el que se conoce, acepta, comprende y confía en sí mismo; cuyas
acciones nunca están en contradicción con sus convicciones; que vive en armonía
consigo mismo y que es, por tanto, capaz de vivir en armonía con el mundo”;
agregaba además, “la integridad debe atemperarse con el tacto, la humildad, la
compasión y el respeto genuino a los demás...”.
• El médico a su vez, debe respetar la integridad de su
paciente, salvaguardarla, plantear los hechos clínicos y terapéuticos, ponderar los
riesgos y beneficios, sin explotar los temores o ansiedades del enfermo, sin usar su
poder de convicción para forzarlo a conductas que él desea. El médico debe estar
consciente del estado de dependencia que puede crear, dada la vulnerabilidad del
individuo enfermo y debe ser responsable del respeto a su integridad personal.
Por tanto, el determinante en última instancia de la decisión terapéutica no debe
ser solamente el médico, el paciente o la comunidad, lo ético es la determinación
conjunta con el paciente, sin presiones, con respeto a la integridad de ambos. Así
pues, el médico toma la decisión con y por el paciente, velando por sus intereses;
esta formulación preserva el derecho legal de la autodeterminación y el derecho
ético de la integridad de las personas.
37. • Lealtad es una de las cualidades más estimables en el hombre
y debe reflejarse en el propio individuo, en este caso del
médico hacia el paciente, sus familiares, la profesión médica y
la humanidad. Refiriéndose a la lealtad alguien dijo “es la
piedra miliar del éxito, porque quien entrega su lealtad a otro
la ve regresar multiplicada 100 veces en el mismo número de
diferentes formas, principalmente como
reputación, confiabilidad y honradez”.
• La lealtad en el propio individuo es similar a la integridad, esto
es, “actuar conforme a convicciones y no de acuerdo a
convencionalismos”.
38. • Madurez en el carácter para toma de decisiones
adecuadas, realizando evaluaciones objetivas, perfectamente
sensatas, que generen respuestas acordes a principios ético-
médico sociales. Madurez en las relaciones humanas, no
dejándose llevar por impulsos o exabruptos correspondientes
a personalidad inmadura o pueril, lograrán que se alcance la
confianza y respeto de pacientes, colegas y sociedad.
39. • Memoria para recordar los conocimientos adquiridos y
capacidad para ejercitarla. A pesar de considerar a la memoria
como la inteligencia de los tontos, es menester cultivarla para
retener en la mente toda la teoría estudiada. No se concibe
un buen médico sin una buena memoria.
40. • Observación de los fenómenos naturales y patológicos para poder
discernir entre ellos. El médico debe tener espíritu de observación para
percibir las cosas tal y como se presentan y distinguir los elementos
principales de los datos a observar, clasificándolos de acuerdo a su
importancia y valor, compararlos y relacionarlos entre sí para llegar a una
conclusión diagnóstica real y objetiva. En presencia de un enfermo, el
médico debe por observación, percibir los fenómenos que presenta el
individuo enfermo (y su diferencia con el sano) para encontrar las causas
etiológicas de estas variaciones y su relación con elementos
anatomofisiopatológicos y formular un diagnóstico correcto. La
observación incluye datos de interrogatorio, exploración e interpretación
de datos de laboratorio y gabinete. El poder de observación debe estar
desarrollado al máximo en el médico internista, investigador y el cirujano.
41. • Personalidad propia, sin estereotipos ni
pretensiones, adecuada siempre a las circunstancias y sobre
todo al paciente en su situación social, económica y cultural.
De su personalidad dependerá la cualidad y calidad de la
relación con su paciente. Debe lograrse empatía sin
esfuerzo, sin tratar de cambiar, darse en su forma normal de
ser, sin tratar de parecer agradable o desagradable, simpático
o antipático, bueno o malo. El médico siempre debe pensar
que representa una profesión, la más digna de todas y que
debe comportarse con propiedad y prestancia. ¡Ser y vivir
como médico!
42. • Prestigio logrado con esfuerzo de generaciones médicas que lo precedieron en el
ejercicio de la profesión y que debe mantener a pesar de la degradación de valores
que se vive actualmente. También ha menguado el respeto a la autoridad, sea
paterna, magisterial, ministerial o legal; a la mujer, niños y ancianos; a las normas
sociales establecidas, tradiciones o patria; y a pesar de ello todavía el médico
mantiene un cierto prestigio social, respeto y afecto de sus pacientes, incluso hasta
admiración. Todavía con agradecimiento recibe ocasionalmente obsequiosas
palabras de aliento y gratificación de los pacientes o familiares; en algunos
pequeños pueblos de provincia existen todavía tres personalidades de prestigio:
médico, cura y presidente municipal. Dentro de las profesiones, la medicina tiene
situación privilegiada, no alcanzada jamás por ninguna otra y para sostener este
prestigio, por cierto precario, el médico debe actuar como tal, en el más amplio
sentido de la palabra: dispuesto a servir con todos los atributos listados y
especialmente cuidar del prestigio de la profesión: evitando intrigas entre
médicos, no revelando errores de otros compañeros o imputándoles faltas que
quizá nunca cometieron o intenciones que jamás tuvieron; es muy fácil criticar a
posteriori. Parece ser que ¡el peor enemigo de la profesión es el propio médico! El
prestigio de la profesión es la suma de todos y el médico que se desprestigia con
actos denigrantes (pocos por suerte, pero cualquier mal acto médico es gran
noticia) o que difama a otro compañero, además de quedar pésimamente ante sí y
la comunidad, ¡traiciona a su profesión!
43. • Respeto especial que el médico debe a la dignidad humana y
secundariamente a la protección del bienestar ajeno y
derechos que tengan como hombres y como enfermos. El
concepto de respeto a esta dignidad de hombre, va más allá
de lo que se pueda adquirir con la preparación académica del
médico. Depende mas bien de la estructura sociocultural del
médico (desde su niñez) que de su formación profesional. No
respetar la dignidad humana es grave falta a la ética médica y
demuestra al mismo tiempo, poca calidad humana del
irrespetuoso.
44. • Responsabilidad es aceptar y responder por la imputabilidad de sus
propios actos y se define como la obligación de rendir cuenta ante
la propia conciencia (responsabilidad moral o ética) o ante la
sociedad (responsabilidad civil o penal). La responsabilidad
profesional siempre será patrimonio de la ética o moral; aunque
ciertos actos pueden caer bajo el dominio legal, sin que esto
excluya la responsabilidad estrictamente personal y profesional
exige una actitud de apertura al estudio e investigación que
conduzca al médico a mayor perfección en su trabajo: ser cuidadoso
de su información técnica y humanística, a la que debe acompañar
un relieve ético y perfil bien definido, capaz de interpretar las
distintas situaciones presentadas en el quehacer laboral, para saber
elegir la correcta. La responsabilidad profesional está determinada
por: la acuciosidad en el trabajo; la lucha sin descanso; mantener
un sitio como servidor incansable de la salud, sin
claudicaciones, ¡con entrega total!
45. • Remuneración que el médico debe justamente percibir, para
satisfacer necesidades y alcanzar metas. Los emolumentos
que recibe por sus servicios, se llaman honorarios porque
honra a quien los proporciona y demuestra el honor que el
médico merece. No hay equivalencia entre el bien producido
por el médico al enfermo y el valor del dinero. ¡La vida y la
salud no tienen precio!, por tanto no cuesta. Como todo
profesionista, el médico beneficia a los que requieren sus
servicios y tiene derecho a recibir lo necesario para su
subsistencia, progreso, desarrollo científico, económico y
social, en aras de un bien propio y de su familia.
Generalmente el monto de los honorarios varía de acuerdo al
prestigio, especialidad, tipo de atención prestada y a la
situación económica del paciente.
46. • Seguridad en sí mismo y en sus conocimientos, le permiten
desenvolverse sin temor ni dudas ante los retos planteados
por enfermedades y muerte. El médico transmite esta
seguridad durante su proceder y diálogo con enfermos y
familiares, influyendo confianza. La falta de seguridad en el
médico puede crearle una personalidad estereotipada que
pone de manifiesto con palabras rebuscadas, diagnósticos
ininteligibles, actitud distante y evasiva. Dice un dicho
popular: ¡“Un médico inseguro es un apuro”!
47. • Servicial, más no servil con los pacientes; esto es, pronta
atención, conjuntando todos los esfuerzos para óptima
atención, pasando por alto cualquier interés o
formulismo, logrando atención oportuna, de alta calidad y con
sentido humano.
48. • Vocación para la profesión elegida. Es difícil, casi imposible
ser médico cuando se carece de la mística necesaria para
servir al prójimo, procurar hacer el bien y amar a la
humanidad. Vivir entre enfermedad y muerte no es grato,
solamente con verdadera vocación se logra superar la tragedia
del dolor humano. La vocación es un llamado interior, y aquel
que no sienta este deseo nunca llegará a ejercer cabalmente
ninguna profesión; mucho menos entregarse a la medicina,
que representa sacrificios, privaciones y dolor.
49. • Si alguna de las cualidades, disciplinas o
virtudes anteriormente listadas, que debe
reunir o guardar el médico ideal durante el
ejercicio en cualquier rama de su profesión
produce (especialmente en el lector médico)
un cambio de aptitud y en consecuencia
modifica, aunque sea cambio mínimo su
actitud frente al paciente, esta larga lista
habrá logrado su objetivo.
50. • BIBLIOGRAFÍA.
• CRUELLS, JORGE; CONCEPTOS DE BIOÉTICA Y
RESPONSABILIDAD MÉDICA, MANUAL MODERNO, TERCERA
EDICIÓN, 2005