2. “Feliz el hombre que soporta la
tentación; porque al superar la
prueba, recibirá la corona de la vida,
que Dios ha prometido a los que lo
aman”
Santiago 1:12
3. 1. Comprender la base bíblica de la realidad del pecado y del
don salvífico de Dios.
2. Sentir La necesidad de buscar al Señor mediante la oración y
la lectura de su Palabra.
3. Vivir de acuerdo con la Palabra del Señor y mantenerse
apartado de los malos pensamientos que nos pueden
conducir a caer en pecado.
4. Tenemos una naturaleza pecaminosa, pero eso no es
pecado. Toda persona que peca lo hace por su propia
decisión porque ni siquiera el diablo puede hacernos caer
si no se lo permitimos en Cristo. El gran problema es cómo
reaccionamos a la tentación.
6. «Bienaventurado el varón que soporta la
tentación; porque cuando haya resistido la
prueba, recibirá la corona de vida, que
Dios ha prometido a los que le aman»
(Santiago 1:12)
1. Santiago 1:13-14.
• El origen de la tentación.
2. Santiago 1:15.
• La tentación y el pecado.
3. Santiago 1:16-18.
• La tentación y el nuevo nacimiento.
4. Santiago 1:19-20.
• La tentación, las palabras y la ira.
5. Santiago 1:21.
• ¿Cómo resistir la tentación?
7. En primer lugar, Santiago nos muestra que Dios NO ES
el origen de la tentación. Santiago absuelve en forma
terminante a Dios de ser el originador de cualquier
insinuación para que alguno peque.
A continuación, nos muestra el verdadero origen
de la tentación: el pecado que habita en nosotros,
nuestros propios malos deseos (concupiscencias)
Como lo hizo Jesús: «Escrito está» [tomando «la espada
del Espíritu, que es la palabra de Dios» (Efesios 6:17)]
¿Cómo podemos
hacer frente a esta
tentación?
«Cuando alguno es tentado, no diga que es tentado de parte
de Dios; porque Dios no puede ser tentado por el mal, ni él
tienta a nadie; sino que cada uno es tentado, cuando de su
propia concupiscencia es atraído y seducido» (Santiago 1:13-14)
8. Manteniendo nuestra mente conectada con
Dios a través de la oración y el estudio de su
Palabra.
No alimentando pensamientos
pecaminosos, porque a través de los
pensamientos sostenemos los
pensamientos pecaminosos, y con ello
generamos actos pecaminosos.
Estamos condenados a muerte, no cuando
somos tentados, sino cuando cedemos a
la tentación. Entonces, ¿cómo podemos
vencer a la tentación?
LA RAÍZ DE LA TENTACIÓN
9. «Entonces la concupiscencia, después que ha
concebido, da a luz el pecado; y el pecado,
siendo consumado, da a luz la muerte»
(Santiago 1:15)
Somos
tentados
Nuestro
deseo
genera el
pecado
El pecado es
consumado
Estamos
condenados
a muerte
La tentación nos vence porque
deseamos pecar. El pecado nace
en nuestra mente y se consuma
en actos pecaminosos.
10. La mente nunca se mantendrá neutra.
Cuando no esté cimentada en los buenos
principios se volverá hacia el mal. Es algo
natural para el corazón concebir malos
deseos.
Nuestros sentidos son los medios por los
cuales somos tentados. Lo que vemos,
oímos y sentimos son determinantes para
vencer o no a la tentación.
La más fuerte de las tentaciones no es
una excusa para caer en pecado.
Entonces, ¿por qué razón muchos caen
tan fácilmente?
CUANDO LA CONCUPISCENCIA CONCIBE
Soportar la
tentación
11. «Tenemos, sin embargo, algo que hacer para resistir a la
tentación. Los que no quieren ser víctimas de los ardides de
Satanás deben custodiar cuidadosamente las avenidas del
alma; deben abstenerse de leer, ver u oír cuanto sugiera
pensamientos impuros. No se debe dejar que la mente se
espacie al azar en todos los temas que sugiera el adversario
de las almas… Pablo dice: “Todo lo que es verdadero, todo lo
honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo
que es de buen nombre; si hay alguna virtud, si alguna
alabanza, en esto pensad”. Filipenses 4:8. Esto requerirá
ferviente oración y vigilancia incesante. Habrá de ayudarnos
la influencia permanente del Espíritu Santo, que atraerá la
mente hacia arriba y la habituará a pensar solamente en
cosas santas y puras. Debemos estudiar diligentemente la
Palabra de Dios. “¿Con qué limpiará el joven su camino? Con
guardar tu palabra”, dice el salmista y añade: “En mi
corazón he guardado tus dichos, para no pecar contra ti”.
Salmos 119:9, 11»
Elena G. de White, Patriarcas y profetas, cap. 41, p. 436
12. «Amados hermanos míos, no erréis. Toda buena dádiva y todo don
perfecto desciende de lo alto, del Padre de las luces, en el cual no hay
mudanza, ni sombra de variación. Él, de su voluntad, nos hizo nacer por
la palabra de verdad, para que seamos primicias de sus criaturas»
(Santiago 1:16-18)
Ante la perspectiva de pensar en Dios como
tentador, o ante la idea de sucumbir ante el
pecado, Santiago nos dirige hacia la
esperanza.
El Padre de las luces es plenamente
confiable porque no cambia. Él tiene el
poder de hacernos nuevas criaturas a través
de su palabra, transformando nuestros
pensamientos y nuestros deseos.
Dios nos ama tanto que, aun sin merecerlo,
nos da «toda buena dádiva y todo don
perfecto»; incluyendo al mejor de los
dones, Jesús, y el nuevo nacimiento.
13. Recibir a Jesús en nuestro corazón, lo que
nos habilita para ser transformados por
Él, para nuestra propia salvación eterna.
Estudiar permanentemente su Palabra,
porque en ella encontramos fuerzas para
mantenernos apartados del mal.
Jesús es el Único que puede concedernos
el nuevo nacimiento. ¿Cuál es nuestro rol
al experimentar el nuevo nacimiento?
TODA BUENA DÁDIVA Y TODO DON PERFECTOSoportar la
tentación
14. «Por esto, mis amados hermanos, todo hombre sea pronto
para oír, tardo para hablar, tardo para airarse; porque la
ira del hombre no obra la justicia de Dios» (Santiago 1:19-20)
Naturaleza
humana
• Tardo para oír
• Pronto para hablar
• Pronto para airarse
Nueva
naturaleza
• Pronto para oír
• Tardo para hablar
• Tardo para airarse
«Trabajad desinteresada,
amante y pacientemente por
todos aquellos con quienes
os relacionáis. No mostréis
impaciencia. No profiráis ni
una palabra que no sea
amable. Permitid que el
amor de Cristo habite en
vuestros corazones, la ley de
bondad en vuestros labios»
Elena G. de White, Servicio cristiano, p. 285
Evitamos caer en la tentación al
dedicar tiempo para oír la Palabra de
Dios, cuidar nuestras palabras, y
evitar el enojo (Lucas 8:8; Pr. 10:19; Job
5:2)
15. No podemos volver atrás cuando
hablamos. Por ello siempre debemos usar
palabras para el bien, y para bendecir a
las personas con las que nos contactamos.
Debemos estar listos para escuchar la voz
de Dios, mediante el estudio de la Biblia, y
hablar menos, para que las
transformaciones se concreten en
nosotros.
Las discusiones, la ira descontrolada, las
discordias inútiles, nunca representarán la
justicia divina.
¿Qué podemos aprender acerca de
nuestras palabras?
TARDO PARA HABLAR
Soportar la
tentación
16. «Por lo cual, desechando toda inmundicia y abundancia de
malicia, recibid con mansedumbre la palabra implantada,
la cual puede salvar vuestras almas» (Santiago 1:21)
1. Desechar toda inmundicia.
Dejarnos quitar nuestras
ropas viles y vestirnos de
Cristo (Zacarías 3:3-4)
2. Desechar la malicia.
Toda forma de mal sobra en la
vida cristiana (1 Pedro 2:1)
3. Recibir con mansedumbre la
palabra implantada.
Como la semilla muere al ser
plantada y germinar, debemos
entregarnos completamente a
Jesús, eligiendo morir a nuestros
caminos pecaminosos y
permitirle crearnos a su imagen.
17. La Palabra implantada en nosotros es
poderosa para salvarnos del pecado.
La palabra puede retirar toda la impureza y
acumulación de maldad que nuestro
corazón puede albergar.
Con el estudio de la Palabra podemos
afianzar nuevos hábitos y tener una vida
transformada experimentando un nuevo
nacimiento en Cristo.
¿Qué puede hacer en nosotros la Palabra de
Dios?
SALVADOS POR RECIBIR
Soportar la
tentación
18. 1. Debemos recibir a Jesús en nuestro corazón para un
cambio de vida.
2. Debemos reprimir los malos pensamientos, estando
conectados a Dios a través del estudio de su
Palabra.
3. Debemos evitar toda clase de discusiones y
discordias porque eso no representa la justicia
divina.
4. Debemos combatir toda tentación valiéndonos de
las Escrituras, porque nadie vence a la tentación sin
el auxilio divino.
CONCLUSIONES
19. «Dios invita a aquellos que
conocen su voluntad a ser
hacedores de su palabra. La
debilidad, la tibieza y la
indecisión provocan los asaltos de
Satanás; y los que permiten el
desarrollo de estos defectos serán
arrastrados, impotentes, por las
violentas olas de la tentación. De
cada uno de los que profesan el
nombre de Cristo se requiere que
crezca hasta la plena estatura de
Cristo, cabeza viviente
del cristiano»
Elena G. de White, Testimonios para la iglesia, tomo 5, p. 244
20. SANTIAGO,
EL HERMANO DEL SEÑOR
Te invito a bajar y
estudiar cada una de
las 13 lecciones que
tratan sobre el tema:
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