1. JUAN RAMÓN JIMÉNEZ
Y yo me iré. Y se quedarán los pájaros Tomado de «Jardines galantes», en Jardines
cantando; lejanos, 1903-1904.
y se quedará mi huerto, con su verde árbol,
y con su pozo blanco.
Todas las tardes, el cielo será azul y plácido;
y tocarán, como esta tarde están tocando, CREÍMOS que todo estaba
las campanas del campanario. roto, perdido, manchado…
—Pero, dentro, sonreía
Se morirán aquellos que me amaron; lo verdadero, esperando—.
y el pueblo se hará nuevo cada año;
y en el rincón aquel de mi huerto florido y ¡Lágrimas rojas, calientes,
encalado, en los cristales helados...!
mi espíritu errará nostáljico… —Pero, dentro, sonreía
lo verdadero, esperando—.
Y yo me iré; y estaré solo, sin hogar, sin
árbol Se acababa el día negro,
verde, sin pozo blanco, revuelto en frío mojado…
sin cielo azul y plácido… —Pero, dentro, sonreía
Y se quedarán los pájaros cantando. lo verdadero, esperando—.
Tomado de «Corazón en el viento», en
Poemas agrestes, 1910-1911. Tomado de «Rosas de setiembre», en
Olvidanzas, 1906-1907.
Sé que mi Obra es lo mismo Ayer tarde
que una pintura en el aire; volvía yo con las nubes
que quedará sólo de ella que entraban bajo rosales
—si arruinado en noes— (grande ternura redonda)
al gran silencio solar, entre los troncos constantes.
la ignorancia de la luna.
—No, no; ella, un día, será
(borrada) existencia inmensa, La soledad era eterna
desveladora virtud, y el silencio inacabable.
que el vendaval de los tiempos Me detuve como un árbol
la borrará toda, como y oí hablar a los árboles.
si fuese perfume o música;
será como el antesol, El pájaro solo huía
imposible norma bella; de tan secreto paraje,
sinfín de angustioso afán, solo yo podía estar
mina de escelso secreto…— entre las rosas finales.
¡Mortal flor mía inmortal
reina del aire de hoy! Yo no quería volver
en mí, por miedo de darles
Tomado de Belleza, 1917-1923. disgusto de árbol distinto
a los árboles iguales.
BAJO al jardín. ¡Son mujeres!
¡Espera, espera...! Mi amor Los árboles se olvidaron
coje un brazo. ¡Ven! ¿Quién eres? de mi forma de hombre errante,
¡Y miro que es una flor! y, con mi forma olvidada,
¡Por la fuente; sí, son ellas! oía hablar a los árboles.
¡Espera, espera, mujer!
… Cojo el agua. ¡Son estrellas, Me retardé hasta la estrella.
que no se pueden cojer! En vuelo de luz suave
fui saliéndome a la orilla,
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2. con la luna ya en el aire.
Cuando yo ya me salía
vi a los árboles mirarme,
se daban cuenta de todo,
y me apenaba dejarles.
Y yo los oía hablar,
entre el nublado de nácares,
con blando rumor, de mí.
Y ¿cómo desengañarles?
¿Cómo decirles que no,
que yo era sólo el pasante,
que no me hablaran a mí?
No quería traicionarles.
Y ya muy tarde, muy tarde,
oí hablarme a los árboles.
Tomado de «Romances de Coral Gables»,
en En el otro costado, 1936-1942.
COMO en el ala el infinito vuelo,
cual en la flor está la esencia errante,
lo mismo que en la llama el caminante
fulgor, y en el azul el solo cielo;
como en la melodía está el consuelo,
y el frescor en el chorro, penetrante,
y la riqueza noble en el diamante,
así en mi carne está el total anhelo.
En ti, soneto, forma, esta ansia pura
copia, como en un agua remansada,
todas sus inmortales maravillas.
La claridad sin fin de su hermosura
es, cual cielo de fuente, ilimitada
en la limitación de tus orillas.
Tomado de «Amor», en Sonetos espirituales,
1914-1915.
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