Desde luego, lo que hoy vivimos parece enteramente una de esas ficciones o
parábolas destinadas a la instrucción religiosa de los hombres: el encuentro que
tuvo lugar un día entre Dios y el Demonio... Y resulta que sí, que es verdad, que
al fin nos hemos encontrado.
Al fin, después de miles de siglos y de milenios, hablando en términos
humanos, nos hemos encontrado.
Tenía que ser precisamente aquí, en la tierra; en términos espaciales, tan
humanos, digamos que tú has descendido a la Tierra y que yo he tenido que
subir a la Tierra, para encontrarnos precisamente a la mitad del camino.
¡Oye!, ¿Qué no es acaso el hombre el punto equidistante entre Dios y el
Diablo?... Se trataría de una transcripción moral de aquel principio geométrico
según el cual todo cuerpo equidista de lo infinito y lo infinitesimal.
Los dos sabemos de sobra cómo son de frágiles, ruines y falaces estas
cosmovisiones humanas, y cómo resultan casi inservibles, por demasiado
toscas e inertes, las palabras creadas por los hombres.