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       La muerte de Gaitán: Sinopsis histórica

       Por: Edgar Perdomo Arzola | Lunes, 07/04/2008 08:31 PM |




       “las esperanzas de una sociedad más justa terminaron con la muerte del líder que
encarnaba las esperanzas de los más pobres el 9 de abril de 1948”.
       Jorge Eliécer Gaitan: Político y abogado colombiano, alcalde, ministro y congresista y
para ese momento el popular candidato del Partido Liberal a la presidencia de la Republica
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para el periodo1950/1959, con altas probabilidades de triunfo de ser presidente en los
comicios de 1949 debido a su gran apoyo popular; en particular en los sectores bajos y de
clase media, su asesinato en Bogotá produjo enormes protestas populares conocidas como
El Bogotazo, y posteriormente la violencia se extendió por toda Colombia hasta el día de
hoy,60 años han pasado.




        Sobre el nueve de abril de 1948 se han escrito muchas cosas, pero sin lugar a dudas
los tres balazos que segaron la vida de Jorge Eliécer Gaitán fue el detonante que partió en
dos la historia del siglo XX en Colombia
        Pero, ¿qué significaba Gaitan para el pueblo colombiano para que reaccionara de la
manera que lo hizo Ante su asesinato? Venido al mundo en Manta –Cundinamarca-, Gaitán
llegó a ser uno de los mejores políticos y abogado penalista de la época. Curso estudios en
la facultad de derecho de la Universidad Nacional. Egresando magna cum laude, en derecho
penal en la Universidad de Roma.
        Su astucia y habilidad política hicieron de Gaitán un verdadero líder que despertó
admiración y se entronizó en el corazón se su pueblo. Fue el conductor del “país nacional”
que se enfrentó valerosamente al “mafioso país político”, señalando la politiquería, la
corrupción, el fraude y el engaño como las plagas que carcomían a la nación, oprimían al
pueblo y no permitían el progreso.
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            Esta labor no solo la realizaba en el Congreso Nacional sino también en su bufete de
abogados, lugar donde sucedió el magnicidio. En la mañana de ese día, Juan Roa Sierra, un
joven esquizofrénico que vivía en el barrio Ricaurte, salió de su casa sin bañarse ni afeitarse.
Vistiendo un roído traje carmelita de paño rayado, zapatos amarillos rotos y un sucio
sombrero de fieltro. Se dirigió al centro de la ciudad, al famoso café Gato Negro, popular sitio
de reunión de intelectuales, políticos, periodistas, poetas y bohemios, localizado a pocos
metros del edificio Agustín Nieto, donde Gaitan tenía su bufete de abogado.
            A eso de la 9 de la mañana el líder llegó a su oficina. Al mediodía Roa Sierra se
dirigió a la oficina del abogado. La secretaria, atendió la inesperada visita del extraño que
solicitaba una consulta urgente con el jefe liberal. Al no ser atendido su solicitud Roa Sierra
abandonó la oficina muy molesto, y se ubicó en la séptima carrera, cerca de la puerta del
edificio.
            A la una de la tarde arribaron al bufete Jorge Padilla, Alejandro Vallejo, Pedro Eliseo
Cruz y Plinio Mendoza Neira, amigos personales de Gaitán. Invitándolos Mendoza Neira a
almorzar al Hotel Continental: “Acepto Plinio, pero te advierto que yo cuesto caro”, le
contesto Gaitán. Al salir del ascensor Plinio Mendoza tomó del brazo a Gaitán, quien de
inmediato se desprendió de Plinio y trató de regresar al edificio.
            En ese momento el asesino disparó tres veces sobre la humanidad del Dr. Gaitán.
Estupefactos, los transeúntes, buhoneros y limpiabotas del sector empezaron a gritar:
“¡Mataron al doctor Gaitán!,¡mataron al doctor Gaitán, ¡agarren al asesino!”.
            Un policía capturó a Roa Sierra, lo golpeó y lo desarmó y lo introdujo a la droguería
Granada cerrando la reja para proteger la vida del asesino. Cuando se le interrogo por el

hecho él respondió: “No           puedo, son cosas poderosas que no
puedo revelar”.

            Luego la turba enfurecida que se había formado tumbo la reja ingresando una
poblada, un limpiabotas lo golpeó con la caja de limpiar en la cabeza. Roa Sierra cayó al
piso. Lo sacaron de la droguería y sobre el andén lo masacraron.
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        La noticia de la muerte del líder liberal se difundió a todo el país. Saliendo soldados
del Batallón de la Guardia Presidencial, procediendo a dispersar a los manifestantes, quienes
abandonaron el lugar replegándose hacia la plaza Bolívar.
       Algunos grupos de manifestantes se congregaron en las esquinas y bordes de la
Plaza Bolívar. Comenzaron los incendios en el sector, primero ardió el Palacio San Carlos,
luego la nunciatura apostólica, los conventos de las Dominicanas y de Santa Inés, la
Procuraduría General de la Nación, el Instituto de la Salle, el Ministerio de Educación, la
Gobernación de Cundinamarca, el Palacio de Justicia y los tranvías.
       A la par de los incendios se iniciaron los saqueos a los almacenes, joyerías y
platerías. Saliendo luego el Grupo de Caballería Mecanizada Rincón Quiñones, tanques de
guerra, carros blindados al mando del capitán Mario Serpa rumbo a la Plaza Bolívar, para
darle alguna dirección al movimiento insurgente y tumbar al gobierno de Ospina Pérez en
ese momento tres balazos hirieron mortalmente al capitán.
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        A las 6 de la tarde llegaron al Palacio de Gobierno, Darío Echandia, Carlos Lleras,
Plinio Mendoza y Luís Cano. El presidente los recibió con sorpresa, pues el no los había
invitados.
        Los dirigentes le sugirieron que la solución era su renuncia. Ha quedado demostrado
que la oligarquía no renuncia a sus privilegios, mata. Pues han pasado 60 años y la paz no
ha vuelto a Colombia…….




Percasita11@yahoo.es
El Tigre, marzo del 2008.
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Red Voltaire

Voltaire, edición Internacional



¡A la carga!

Jorge Eliécer Gaitán
por Francisco Trujillo

¿Vale la pena “resucitar” a Gaitán? Indudablemente. Sus ideas centrales describen la
situación de nuestro país, acrecentada hoy por las consecuencias del narcotráfico y su estela
de corrupción, “se les ve la chequera corrompida en la chequera del saco”, sentenció el líder
popular. Y sintiéndose representante de las multitudes dijo “yo no soy un hombre, soy un
pueblo”. Definió con claridad su propia actividad: “La más noble de las expresiones de los
hombres que viven en relación social es la política”

Archivos | Bogotá (Colombia) | 25 de marzo de 2005
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Era un hombre bajito, fuerte, moreno. “El negro Gaitán”, lo llamaban despectivamente los
señores de la oligarquía, palabra que el pueblo desconocía, pero que, comprendiéndola, hizo
suya a partir de entonces. La lanzó en sus conferencias de los viernes en el teatro Municipal.
Aprovechó la simpatía que producían los actos culturales de ese día y de ahí se desprendió
el “viernes cultural” que el pueblo celebraba con abundantes libaciones, las mismas que
siguieron a su asesinato el viernes 9 de abril de 1948, cuando salía de su oficina en el
edificio Agustín Nieto, carrera 7, calle 14 y avenida Jiménez, con un grupo de amigos. Tres
disparos a quemarropa lo hirieron de muerte.

Es importante conocer como lo veían los diplomáticos en Bogotá: “El doctor Gaitán es un
maestro de la agitación fascista. Se jacta del dominio que tiene sobre las calles de la
capital...tiene veleidades de conspirador...los gaitanistas habrían organizado el asesinato de
Turbay si este hubiera sido elegido...” (Embajada de Estados Unidos).


¿Quién mató a Gaitán? La CIA, comenzó a decirse desde
entonces, y se sabe de muchos asesinatos suyos en todo
el mundo. Como el del presidente chileno Salvador
Allende en 1973.            Juan Roa Sierra fue el autor material de su asesinato. Pero,

¿quién armó su mano? Y, ¿quiénes organizaron su muerte posterior? Esto aún no está claro.
El escritor y librero Carlos H. Pareja en su libro “El monstruo” afirma haber visto a un falso
lustrabotas que con su caja golpeó en la cabeza a Roa Sierra. El autor del presente recuerdo
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llegó al lugar de los hechos cuando un suboficial de la policía introducía a alguien en la
droguería Granada, calle 14 carrera 7, costado suroriental, bajando la cortina metálica para
protegerlo. Un grupo de personas encabezadas por un hombre alto logró abrir la puerta,
sacar a esa persona y golpearla entre todos, hasta su muerte. Se supo luego que era Roa
Sierra y el suboficial se apellidaba Jiménez. (sus jefes lo sancionaron por haber “permitido” la
muerte del asesino).

Y ese asesinato ¿tendrá relación con la carta que Roa Sierra escribió dos días antes al
Presidente Ospina Pérez pidiéndole una entrevista? “Es y ha sido el anhelo constante de mi
alma serle útil a mi patria, me he atrevido a dirigirle este breve mensaje, en la seguridad y
confianza de que su excelencia no me negará una entrevista breve...”. La entrevista le fue
negada, pero surge una inquietud: ¿Podría Roa Sierra redactar una carta tan breve y clara?

Y aquí un hecho anecdótico poco conocido. En Cuba el joven Fidel Castro Ruz era militante
del partido Ortodoxo y un militante suyo de apellido Chivas, tenía un encendido lenguaje
popular similar al de Gaitán. Fidel vino a Bogotá en una delegación estudiantil cubana que se
unía a la protesta contra la conferencia pro norteamericana que se realizaba en Bogotá.
Quiso conocer a Gaitán y el 8 de abril estuvo en su oficina, siendo citado para el día
siguiente a la 1,30 p.m. Como se sabe Gaitán fue asesinado a la 1,05 p.m. Fidel indignado se
sumó a la multitud enfurecida.

Esa noche la delegación cubana fue expulsada y por años la derecha que ha impuesto la
violencia en el país siguió acusando a fuerzas foráneas del asesinato para desviar la
atención. El Presidente Ospina Pérez acusó a los “moscovitas” y ese 9 de abril rompió
relaciones con la Unión Soviética. Aún en 1974, antes de su muerte, este expresidente
“progresista” que le abrió el camino a Laureano Gómez, seguía insistiendo en que la
“izquierda” había asesinado a Gaitán. (Ospina tenía “mano firme” contra la democracia y
“corazón abierto” en favor de la Federación Nacional de Cafeteros y los nacientes
industriales).

Gaitán era pacifista. Poco antes en discurso fogoso y reflexivo pronunció la “Oración
por la paz”, dirigida al Presidente. Dijo: “Señor Presidente Ospina Pérez: bajo el peso
de una onda emoción me dirijo a vuestra excelencia, interpretando el querer y la
voluntad de esta inmensa muchedumbre que esconde su ardiente corazón lacerado
por tanta injusticia bajo un silencio clamoroso para pedir que haya paz y piedad para
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la patria”. Y luego en Bogotá organizó la marcha nocturna del silencio, en la que
50.000 personas portaron antorchas iluminado la ciudad. Luego visitó al Presidente
para reafirmar sus palabras y convicciones pacíficas, brindando por la unión nacional
y un gobierno compartido entre liberales y conservadores, que se hizo efectivo, lo que
no impidió ni su asesinato ni la extensión y profundización de la violencia.

Su consigna fue la de la reconquista del poder por el partido liberal que lo había perdido por
su división entre Gabriel Turbay candidato del oficialismo liberal y Gaitán candidato popular.
¡A la carga! Fue su grito de movilización.

En su periódico el Siglo y para desprestigiarlo, Laureano Gómez apoyó a Gaitán. Por entre la
división llegaron al poder Ospina y Laureano. Gabriel Turbay, hombre culto, marxista en
1928, apesadumbrado se refugió en Paris en donde murió en 1950.

Gaitán estudió derecho penal en Italia en los años 1926-28. Fue elogiado y apreciado por
Enrique Ferri, el más prestigioso tratadista penal europeo en aquellos años. Denominó su
tesis “Las ideas socialistas en Colombia”. Miró de lejos el fascismo pero se entusiasmó con la
oratoria de Mussolini, con su gesto y movilizaciones de antorchas, que reprodujo en Bogotá.
De regreso a Colombia fundó la Unión izquierdista revolucionaria Unir, nacionalista. Pero la
liquidó al ser conquistado por el “dueño del país” Eduardo Santos, propietario del periódico El
Tiempo. Sus partidarios uniristas lo llamaron traidor. Inició una larga y brillante carrera
política: alcalde de Bogotá, representante, senador, ministro de estado. Además fue defensor
penal en juicios celebres en Bogotá. Educó su voz para la oratoria y su gesto fue vehemente.
En la plaza pública su discurso estuvo al nivel de las gentes sencillas que lo seguían.

Cuando en 1928 regresó a Colombia rechazó la invitación del periodista Luis Tejada de
adherirse al partido socialista manifestando que sólo desde las filas del partido liberal podría
llegar al poder. En 1929 condenó la masacre de las bananeras y a los gobernantes que
tenían la rodilla al suelo sirviendo al amo extranjero.

En 1935 los actos externos del fascismo le jugaron una mala pasada: siendo alcalde de
Bogotá (300 mil habitantes; en 1948 500 mil) ordenó uniformarse a todos los conductores de
taxis. Estos se declararon en paro y Gaitán tuvo que renunciar. Su asesinato produjo el
“Bogotazo” y el “colombianazo”. Los destrozos de la furia popular en la capital fueron
enormes, igual en otras partes del país. Se formaron gobiernos “gaitanistas” en varias
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regiones, con particular vehemencia en el Valle, Santander, Antioquia y Atlántico. Militantes
comunistas hicieron suya esta causa, en contra de su dirección política que se oponía a
Gaitán calificándolo de demagogo que engatusaba al pueblo con aquello de la oligarquía,
que en Colombia no existía, según ella.

Había algún entusiasmo proindustrial de la dirección comunista. Las asociaciones
industriales denunciaban un tratado librecambista con los Estados Unidos y pedían
protección arancelaria. Gaitán en cambio, pedía poner límite a las ganancias de los ricos y
planteaba la defensa del consumidor y del campesino productor de materias primas. Buena
parte de su visión político económica se la había suministrado su asesor, profesor Antonio
García, economista y socialista. (Poco tiempo después, durante una cirugía del apéndice, el
profesor García murió. Sus seguidores hablaron de asesinato).

A Gaitán no se le pudo hacer funeral adecuado. Se obligó a sus familiares a sepultarlo en su
propia casa en donde hoy reposan sus restos, Casa Gaitán, calles 48 y 49, carreras 15 y 16.
En los dos años siguientes algunos de sus más enconados enemigos liberales eran
“gaitanistas”. (A propósito: ¿dónde está el cuerpo del sacerdote Camilo Torres Restrepo?)

Francisco Trujillo




Red Voltaire | 9 de marzo de 2013 Disparatadas propuestas

El pueblo, con la muerte del doctor Gaitán, debió sentir sobre sus hombros el peso de un
hermoso sueño derrumbado. Quedó sin guía en medio de la frustración de sus esperanzas.

Al llegar el doctor Carlos Lleras Restrepo a la plazuela de San Francisco crecían las llamas
en la Gobernación de Cundinamarca: "Había un verdadero espectáculo de locura. Los
rostros de todas las personas que rodeaban mi coche reflejaban el dolor y la cólera y se
veían ya muchas armas en las manos del pueblo". El doctor Lleras Restrepo bajó de su
automóvil y, en compañía del escritor Pedro Gómez Valderrama, se dirigió a la Clínica
Central seguido de una enardecida muchedumbre. "En la clínica encontré ya al doctor
Echandía, al doctor Plinio Mendoza Neira, al doctor Alfonso Araujo y a otras personas de
todos los matices liberales. La exacerbación crecía por momentos ante la noticia ya conocida
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de que el doctor Gaitán acababa de expirar. Naturalmente se hacían las más disparatadas
propuestas y de todos los sectores de la ciudad llegaban noticias de choques y violencias".

Afloró la confusión con el más ciego y frenético deseo de venganza.

Echandía, jefe del partido liberal

Los líderes liberales reunidos en la Clínica buscaban una salida para la grave situación. El
público presionaba con sus gritos de rabia. El doctor Darío Echandía fue escogido como jefe
del partido liberal, en reemplazo del doctor Gaitán. En esa condición apareció en un balcón
para solicitar prudencia.

Desde luego, a pesar del prestigio moral y político del doctor Echandía, sus palabras no
tuvieron eco. Cerca de la Clínica ardía el Ministerio de Gobierno y ya se hallaba abrasado por
el fuego el edificio del diario "El Siglo".

Sonambulismo heroico

¡A Palacio!¡A Palacio!... y la orden anónima desborde la desesperación colectiva. La
resolución de vindicta subió como la espuma. En un acto de sonambulismo heroico, el pueblo
se encaminó a Palacio.

En la calle novena con carrera séptima se da de cara con una patrulla del ejército, y caen las
primeras víctimas. Fallan diversos intentos contra la casa presidencial.

Nada podrá detener la catástrofe.
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Garlanchas y fusiles

La protesta adquiere características de revuelta. El pueblo consigue apertrecharse en las
ferreterías de San Victorino con machetes, serruchos, barras de acero, hachuelas, rastrillos,
tridentes, garlanchas, tubos.

La policía unida al levantamiento tiene los fusiles. Los agentes, con escarapelas rojas en los
kepis, se confunden con los paisanos... "Me fui hasta la Octava División -relata el doctor Julio
Ortiz Márquez -, que quedaba en la carrera sexta cerca de la Universidad Libre, a ver que
había. Encontré el desorden, los policías armados: "¿Ustedes que han pensado?", "No, aquí
esperando órdenes", "¿De quién? ¿Ustedes tienen algún movimiento coordinado con la
Séptima división?", "No, no tenemos nada". Eso era el desbarajuste, y además los policías
borrachos y armados, muy difícil, muy difícil que la acción armada tuviera éxito".




La insurrección de la policía le dio confianza al pueblo. Por táctica, los diferentes cuerpos
rebeldes se concentraron en la Quinta División situada en la carrera 4 con calle 24 en la
parte alta de la ciudad. Bajo el comando del Capitán Tito Orozco, las fuerzas permanecieron
acuarteladas en espera de órdenes.
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Un fusil y diez y seis balas

La Tercera División de Policía, a tres cuadras de la Clínica Central, comandada por el
abogado y mayor Benicio Arce Vera, seguía a la expectativa. A este cuartel pertenecía el
dragoneante Carlos Alberto Jiménez, quien llegó a dar parte de los hechos y le entregó el
arma homicida al Comandante.

Cerca de las tres de la tarde, un alud de pueblo, abrumado de ira y llanto, y encabezado por
agentes ebrios, cayó sobre la División. Venía del frustrado ataque a Palacio. Antes de que
entrara la multitud, el Mayor Arce Vera, despojándose de la pistola que tenía al cinto, dio la
orden de no disparar. Salió al portón con el propósito de contener la poblada. Le resultó
imposible. Como muchos conocían su filiación política al ser arrollado lo alzaron en hombros.
Los policías revoltosos pasaron al arsenal. De un empujón abrieron las puertas para que
cada quien agarrara el arma que deseara. Entre estas gentes resueltas "estaba un estudiante
cubano de 21 años de edad llamado Fidel Castro".

Fidel cogió un fusil de gases lacrimógenos y una buena carga de bombas. Como esa no era
su arma por el desconocimiento para manejarla, subió al segundo piso en busca de un
mauser. No pasaría un cuarto de hora, cuando Fidel bajó al patio ante el ruido de la fusilería.
Los improvisados milicianos disparaban al aire, después tuvieron como blanco la Torre de la
Iglesia de La Candelaria. Al formarse un desordenado pelotón el joven cubano hizo parte de
él con el lanzador de gases. "- ¿Qué va a hacer usted con eso?", le preguntó un oficial, y sin
esperar contestación se lo quitó sin la protesta de Fidel: "- Lo mejor que puede hacer es
darme eso y tomar este fusil", y se lo entregó con diez y seis balas de municiones.

La turba energúmena salió de la Tercera División a repetir la toma del Palacio Presidencial.
Ahora las armas no serían machetes, piedras, tubos de acero, expresiones soeces sino tiros.
Entre los últimos del tumulto caminaba un muchacho que le llamó la atención al Comandante
por su desenfado. El Mayor Arce Vera recuerda en 1978 la impresión suya a un reportero de
la revista "Bohemia" (La Habana, 21 de abril, número 16).
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"Entre los que salían de la División había un joven alto, trigueño con una boina vasca. Lo
llamé y le pregunté quien era, pues su aspecto era distinto, no se... Entonces me contestó
con un acento costeño: -"Nosotros (a su lado iba Rafael del Pino) somos cubanos y vamos a
combatir por la muerte del líder de la democracia". Esas fueron sus palabras. Y aquello me
impresionó. Por eso, entre tantos recuerdos de aquellos momentos este se me grabó,
aunque no podía decir de quién se trataba. Días después Laureano Gómez fue quien habló
de la presencia del cubano Fidel Castro en Colombia y que había venido a sabotear la
Conferencia Panamericana. Entonces lo relacioné con aquel muchacho armado con su fusil,
saliendo con la muchedumbre, tomando por la carrera Tercera, hacia la calle Once, con
rumbo a Palacio, hasta que ya no lo vi...".

Viaje al fin de la noche

Los dirigentes liberales permanecieron en la Clínica, al lado de la sala en donde yacía el
cadáver del doctor Gaitán. Deliberaban sobre el fenómeno anárquico, sin llegar a ningún
acuerdo para actuar con un pueblo convulsionado que no escuchaba fórmulas diferentes a
las de la violencia.

Alrededor de las tres y media de la tarde entró una llamada telefónica. El doctor Camilo de
Brigard Silva solicitaba al ex ministro Alfonso Araujo. De Brigard Silva inició la charla
preguntando los nombres de las personas que acompañaban a Araujo y al informarse,
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después de algún rodeo sobre la gravedad de la situación, le propuso: "¿Por qué no vienen a
Palacio a ver que se hace, cómo se llega a un entendimiento?". La solicitud, bien recibida por
Araujo, necesitaba un aval... el del Presidente de la República. Y el Secretario de la IX
Conferencia Internacional de Estados Americanos aseguró que estaba facultado por el
primer mandatario para hacer la invitación. La aseveración enfática la escuchó el doctor
Carlos Lleras Restrepo. Sin embargo, en 1973 De Brigard Silva le manifestó al periodista
Arturo Abello como aparece en la publicación "Así fue el 9 de abril", que "Araujo me preguntó
si yo estaba autorizado por el Presidente Ospina. Le di mi respuesta evasiva...".




Para los jefes liberales se prendió una luz verde. Si el pueblo no los escuchaba, tenían que
entrar en contacto con el gobierno para evitar el naufragio nacional. Sin consideraciones
personales de ninguna índole partieron de la Clínica bajo una tremenda tempestad,
expuestos a las balas de los francotiradores y a las de los soldados. Resultó un viaje hasta el
fin de la noche. Con patriotismo y coraje expusieron sus vidas. Al llegar a la carrera séptima,
el expresidente Echandía ordenó entrar al Teatro Nuevo para acordar los términos de la
entrevista con el Presidente. El huracán popular impidió el propósito del nuevo jefe y apagó
su voz. Como era imprescindible alguna serenidad, el doctor Carlos Lleras insistió en dirigirse
al público desde los balcones de una sastrería vecina al Teatro, pero tampoco fue
escuchado.
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En fila india, pegados a las paredes, los dirigentes liberales marcharon a Palacio. El doctor
Alfonso Araujo, asido del brazo por una señora, y el escritor Pedro Gómez Valderrama se
adelantaron, seguidos por un centenar de personas. En la esquina de la Plaza de Bolívar el
ejército los recibió con una descarga cerrada, que los hizo tirarse al suelo. Araujo quedó con
el cadáver de la desconocida señora al lado. Gómez Valderrama, levemente herido, tenía el
rostro cubierto de sangre. Seguir adelante era una insensatez.

Los dirigentes regresaron al Teatro Nuevo y, por una puerta secreta que daba al Teatro
Atenas, en la calle 12, salieron otra vez a la calle. Dejaron la peligrosa carrera séptima para
continuar por la sexta hacia la casa presidencial. En la ruta encontraron al patricio liberal y
Director de "El Espectador", don Luis Cano, quien, apoyado en los brazos de Jorge Padilla y
Alejandro Vallejo, hacía un esfuerzo sobrehumano para caminar. El viejo y brillante
periodista, sin la representación de nadie, resolvió entrevistarse con su amigo y paisano el
Presidente Ospina Pérez. "El doctor Echandía se detuvo para exigirle a los seguidores
anónimos que lo dejaran seguir solo con el grupo de compañeros, porque no debía de ser un
mitin el que iba a Palacio. Ese grupo del pueblo le obedeció, pero de allí salió un grito que le
exigía: "Pida el retiro de Ospina".

Con lentitud avanzó el grupo, detenido a cada momento por patrullas militares notoriamente
tensas y nerviosas. El capitán Israel Hurtado dirigió la marcha, dando la orden de no
disparar. Bajaron hacia la séptima. El de Palacio estaba lleno de cadáveres. A las seis de la
tarde llegó el grupo a la casa presidencial. Había recorrido cinco cuadras en tres horas,
caminando por el filo de la navaja. Al presidente tuvieron acceso don Luis Cano y los
doctores Darío Echandía, Carlos Lleras Restrepo, Plinio Mendoza Neira y Alfonso Araujo.

Ospina Pérez quedó sorprendido con la presencia de los dirigentes liberales en Palacio.
Creyó que alguno de éstos le había pedido audiencia y, antes de recibirlos, consultó con los
colaboradores más allegados sobre las posibles incidencias del diálogo.

La batalla política principiaba con un engaño, y no terminaría sino al amanecer.
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El demonio se enloquece




Los cocteles Molotov causaban estragos en los edificios que el pueblo consideraba como
centros del poder oligárquico. La caza de estos objetivos se hizo en desorden, por grupos sin
coordinación. El fuerte aguacero que caía sobre la ciudad no pudo contener el furor de las
llamas, que saltaban a las casas vecinas arrasando caso todo el centro de Bogotá.

Las teas de la gobernación de Cundinamarca, del Ministerio de Gobierno, de "El Siglo", del
histórico Palacio de San Carlos que sucumbió con la pérdida irreparable del retrato de
Bolívar pintado por Gill en Londres (1810); la Nunciatura Apostólica, el Palacio de Justicia, la
Universidad Femenina de los Jesuitas, los conventos de las Dominicanas y el de Santa Inés,
la Procuraduría General de la Nación, el Ministerio de Justicia, el Hotel Regina, la Casa Cural
de la Iglesia de Veracruz, el Hospicio con su vieja iglesia construida en 1604 propagaron la
quemazón. En los cerros del barrio Egipto apareció la llamarada del Colegio de la Salle de
los Hermanos Cristianos, como hacia la Sabana la del Colegio San Facón.

La tarde gris se iluminó. Con una vehemencia fantástica, el fuego parecía un demonio
enloquecido. La realidad superaba a la imaginación. Esa catástrofe del "bogotazo" sólo era
comparable a las escenas de Conventry bajo los bombardeos nazis, que se habían visto en
los noticieros cinematográficos, o a la Entrada del Infierno dibujada por el pincel delirante de
Jerónimo Bosco en "El jardín de las Delicias".
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Toque demencial




El alcohol y el saqueo le imprimieron a la revuelta un toque demencial. La ira terminó en
barbarie y la venganza en rapiña. Todo estaba permitido. Las cárceles fueron abiertas por los
guardianes. Se olvidó el motivo de la sedición para darle paso a instintos primarios y
brutales. La avidez se despertó con una hambre de siglos. Los saqueos de los almacenes de
la calle Real, de la Avenida de la República y de las platerías de la calle 12 se ejecutaron con
frenesí. Una extraña obsesión dirigía a las pandillas al robo de pieles y joyas. Los
saqueadores entraban en lucha a muerte por un manguito de ming o un broche de
diamantes.

Los bultos de mercancías los trasladaban a los cerros para guardarlos en casuchas del
lumpen. Desfilaban los más singulares objetos: pianos, refrigeradores, lámparas de baccarat,
bicicletas, sofás, mesas de mármol, cuadros, alfombras. "Los amotinados - registra la revista
"Semana", No. 78 del 24 de abril de 1948 - llevaban sobre sus espaldas los pesados fardos
que contenía el fruto de los asaltos. Los había demasiado grandes y quienes los portaban
resolvían ofrecerles en venta y por mitad de precios ridículos: botellas de champaña a dos
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pesos, docena de medias de nylon a tres; abrigos de pieles a treinta; ternos para hombres a
diez; zapatos a dos; joyas; relojes; artículos de arte, se cambiaban por comida o por trago".

En los días siguientes abrieron una especie de remate del pillaje en los extramuros, que el
negro humor bogotano calificó de "feria panamericana".

Todo fue excesivo. Las borracheras obnubilantes traspasaron los límites de las conciencias.
Los corchos de las botellas de Clicoot volaban presionadas con la punta de machetes o
tijeras de jardinería. El coñac corrió a rodo por las gargantas acostumbradas al aguardiente y
a la chicha. Quienes probaban por primera vez los fuertes licores nórdicos astillaban los
envases contra el pavimento.

Los ebrios caían fulminados. Como muertos los recogieron los camiones del ejército y
llevados al Cementerio Central en sus pasillos se despertaron rodeados de cadáveres.

Paradójicamente, el alcohol desempeñó una función salvadora para el Gobierno, que pudo
dominar la situación a sangre y fuego en la misma noche. El destino de la revuelta habría
sido otro, puesto que la policía estaba al lado del pueblo.

La junta revolucionaria

El vacío de dirigencia popular trajo como resultado el desorden que imperó en la ciudad. Sin
orientación de ninguna clase, el pueblo cayó en el motín.

Cerca de las 8 de la noche, el doctor Adán Arriaga Andrade, ex ministro y decano de la
Facultad de Derecho de la Universidad Nacional, llegó a "Ultimas Noticias", preocupado por
el cambio que había dado el movimiento popular hacia el incendio y el robo. "A ver ¿qué
hacemos?, preguntó al corrillo que se formó en el segundo piso de la emisora con Gerardo
Molina, Diego Montaña Cuellar, Carlos Restrepo Piedrahita, Jorge Zalamea, Jorge Uribe
Márquez, José Mar y otros. Y sin demora acordaron frenar el saqueo, e inmediatamente
entraron en acción. Llamaron por teléfono a "El Tiempo" para indagar por las conclusiones de
las conferencias en Palacio, sin ningún resultado positivo. "Constituyamos una Junta
Revolucionaria -decidieron- para que haya alguna dirección, porque no sabemos quién es el
jefe, si Echandía o Carlos Lleras o Luis Cano o Araujo".
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Al informar a "Ultimas Noticias" la creación de la Junta Revolucionaria, Arriaga Andrade pasó
el micrófono para dar la primera consigna: "La Junta Revolucionaria anuncia que... a quien se
capture con atados en la cabeza, asaltando o robando, será llevado a la Quinta División,
cerca del Panóptico, para inmediatamente seguirle Consejo Revolucionario".

El gobierno, una vez rechazados los ataques a Palacio, en ningún momento se interesó por
evitar el pillaje. Dejó a la ciudad sin protección. En manos de los maleantes, a quienes los
guardianes de los presidios soltaron en masa, sin razón conocida hasta ahora. ¿Cómo se
produjo la orden? Este es uno de los misterios del 9 de abril.

El insólito desarrollo de los acontecimientos creó la necesidad de la "ficción de autoridad"
que representaba la Junta Revolucionaria. El poeta y ex embajador Jorge Zalamea preparó
los comunicados que condenaban el saqueo y anunciaban las sanciones para los delitos
contra las personas o las propiedades, para transmitirlos por "Ultimas Noticias". "Como allí
mismo algunos miembros de la policía - comentaba Zalamea - nos manifestaron que ésta
estaba a nuestras órdenes, discutimos la conveniencia de aprovechar esas fuerzas para
establecer el orden en el centro de la ciudad que había sido abandonado por el gobierno.
Propuse yo entonces que se hiciese una concentración de policía en la Plaza de San
Francisco para desde ella establecer los destacamentos que controlaran el sector más
importante de la ciudad. Pero se me dijo que por razones tácticas la concentración no debía
hacerse en San Francisco sino en San Diego... quedando todos citados para las nueve de la
noche...".

Tregua hasta el amanecer

La lluvia, que caía desde el mediodía, arreciaba. Para acallar "Ultimas Noticias", el gobierno
dejó una zona sin corriente eléctrica. Poco después una patrulla del ejército allanó la
emisora.

Los miembros de la Junta Revolucionaria habían partido por diferentes rutas con dirección a
la Quinta División. Zalaméa pasó por "El Liberal", situado en la calle 16 con carrera 15, para
intentar comunicarse con Echandía o Carlos Lleras. Desafiando el tiroteo, los otros llegaron
al cuartel en pie de guerra, que recibía continuas descargas provenientes de la Escuela
Militar y del parque de la Independencia, invadido por tropas parapetadas en los árboles. En
el ambiente de la División encontraron el plan de avanzar sobre Palacio. Sólo esperaban
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órdenes. La Junta Revolucionaria exigió una tregua para saber qué ocurría en la Presidencia.
Incluso, un destacamento ocupó la Central de Teléfonos en Las Nieves, para mantener línea
directa con los dirigentes liberales.

Las horas transcurrían en un desasosegado suspenso. Con los más connotados jefes
liberales casi como rehenes, nadie asumió la responsabilidad de disponer el avance contra la
casa presidencial, no obstante que la Junta se obstinaba con ansiedad en alguna definición
para actuar. Carlos Lleras recuerda "que a una de esas llamadas, hechas ya bien entrada la
madrugada del diez, respondí yo informando que todavía no había solución de ninguna
clase, que nosotros insistíamos en buscar la que juzgábamos adecuada; pero que no
queríamos en manera alguna que pudiera decirse más tarde que por consideración a
nosotros el pueblo de Bogotá había quedado inmovilizado en la acción; que si afuera
estimaban que debían asumir una conducta distinta a la expectativa que nosotros
aconsejábamos no tenían por que tomar en cuenta los peligros que nosotros pudiéramos
correr por encontrarnos en Palacio".

El oprobioso amanecer

Los diarios "El Tiempo" y "El Liberal", sirvieron como sedes oficiales del pueblo. En sus
oficinas se efectuó el enlace de los diferentes grupos que libraban la batalla política. La
inquina gaitanista contra "El Tiempo" había desaparecido al serle reconocida por el doctor
Eduardo Santos la jefatura única del liberalismo al doctor Gaitán. Por ello, nadie extrañó que
allí acudieran gaitanistas de la clase A, los denominados liberales oligárquicos, veteranos de
las guerras civiles, elementos sindicalistas, líderes de barrios socialistas identificados con las
tesis del caudillo desaparecido, estudiantes, jefes comunistas desconcertados con la
convulsión. La gente entraba y salía a su gusto. Los servicios y dependencias de esos
periódicos permanecían a disposición de la protesta.

Los teléfonos nunca descansaron. La vinculación con los dirigentes liberales, de quienes el
país entero estaba pendiente, y con la Junta Revolucionaria, jamás se perdió. La Junta
Revolucionaria, jamás se perdió. Los informes del doctor Eduardo Santos, primer designado
a la Presidencia de la República, enviados a Nueva York se repetían intermitentemente.

En las instalaciones colmadas y en plena actividad, la noche pasó tensa con el telón de
fondo de los incendios, los constantes tiroteos y las inciertas conversaciones de los
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directores del liberalismo y el Presidente de la República. Todos en espera de noticias,
mientras el ejército dominaba la ciudad con el refuerzo del contingente de soldados que llegó
de Tunja.

Bastaba asomarse a los balcones de "El Tiempo" para apreciar el oprobioso amanecer.
Tanto al norte como al sur la devastación impresionaba. Las ruinas de la batahola anárquica
evidenciaban la acción de la turba. De las 2 a las 6 de la tarde, en cuatro horas vesánicas,
sucumbió la falsa tradición del "aquí no pasa nada". Total: 136 edificios incendiados, 640
almacenes saqueados, cerca de 3 mil muertos y más de 500 heridos.

Desafiando el cansancio

Como a las 8 de la mañana se divisó desde "El Tiempo" a un grupo de ciudadanos que se
encaminaban por la desolada Calle Real, llena de escombros humeantes. Los dirigentes
liberales, con el rostro desencajado, se acercaban al periódico con una escolta militar. Al
entrar a "El Tiempo" recibieron un efusivo aplauso. Retando el cansancio, explicaron las
difíciles conversaciones con el gobierno, en las que discutieron las más diversas fórmulas:
desde la separación del doctor Ospina Pérez de la Presidencia, el traslado del gobierno a
Medellín y hasta la formación de una Junta Militar, propuesta por el doctor Laureano Gómez,
aún canciller, refugiado en el Ministerio de Guerra.

Serenamente los dirigentes afirmaron su posición civilista, la determinación de salvar la
estructura democrática del país y el régimen constitucional. El liberalismo representado en
ellos, no compartía el aventurerismo, ni las depredaciones.

Al doctor Darío Echandía se le había ofrecido el Ministerio de Gobierno en un gabinete de
Unión Nacional, pero la aceptación dependería de la forma como se integrara la nómina de
sus colegas conservadores y del respaldo liberal.

- Muy bien se -dijo Echandía - que mi aceptación ha de incidir en mi carrera pública. Mañana
me echarán piedras en la calle. Pero eso no puede contar o no cuenta. Si ustedes creen que
la solución es esa, yo acepto lo que ustedes digan.

La colaboración no tuvo objeciones.
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A las once de la mañana, el doctor Echandía sentado en el escritorio del doctor Eduardo
Santos, habló con el Presidente de la República. Escribe en un papel la composición del
nuevo gabinete: ni Laureano Gómez, ni José Antonio Montalvo, ni Joaquín Estrada
Monsalve, nombres vetados por los dirigentes liberales, aparecen en la lista ministerial. En
seguida, Echandía abogó por los revoltosos de la Quinta División en solicitud de amnistía y,
con el rostro erguido, dio su aceptación y anunció su disposición de encargarse
inmediatamente del Despacho.

En el término de quince o veinte minutos, llegó un carro blindado en busca del nuevo
Premier. De "El Tiempo" partió el doctor Darío Echandía a posesionarse del Ministerio de
Gobierno.




Arenga a los venezolanos

¡Mentira la inferioridad de nuestros pueblos; mentira la inferioridad de nuestros
países; mentira la debilidad de nuestras razas mestizas!




Hombres y mujeres de Venezuela:

Yo, que pertenezco a un gran país cuyo pueblo es superior a sus dirigentes, al ver la
muchedumbre de rostros morenos que están reunidos en esta plaza, he experimentado hoy
una emoción que hace contraste con la sensación de angustia que siendo estudiante
experimentara ayer, ante el dolor y la tragedia que se agolpaban sobre el alma grande de los
herederos de Bolívar.

Hasta ayer yo sabía que las dolientes masas venezolanas, vuestros abuelos, vuestros
padres y vuestros hermanos, rumiaban su dolor en las mazmorras que eran deshonra de
América y que existía en esta tierra admirable una pequeña minoría oligárquica que disponía
abusivamente de los destinos de esta patria del Libertador, a espaldas del pueblo, contra el
pueblo y sin el querer del pueblo.
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Pero yo, capitán de multitudes de Colombia, vengo a contemplaros vibrantes y plenos,
hombres y mujeres, jóvenes y ancianos, irrumpiendo en esta plaza; y a decir desde esta
tribuna a todas las gentes de Venezuela que de ¡hora en adelante sólo habrá una voz que
mande sobre esta tierra sagrada: ¡la voz del pueblo, por el pueblo y para el pueblo!

Estáis en la primera etapa de vuestro recorrido inexorable. Habéis comenzado a conquistar
vuestra libertad política, la cual apenas será formal si en posteriores épocas no llegáis a la
conquista de la libertad económica y social. Pero esta primera etapa la tenéis que defender,
modelar y terminar con bravura, con tenacidad, con coraje, y sin vacilaciones ni desmayos.
Afortunadamente tenéis a la cabeza capitanes y gonfaloneros que jamás, estoy seguro,
traicionarán vuestro interés ni vuestros anhelos.

Hacéis bien en defender corajudamente esa obra; en conquistar previamente esa libertad
política formal que nosotros, los colombianos ya conquistamos, y que os preparéis para una
nueva etapa de las realizaciones por venir. Ya nadie -de ello estoy cierto y esa la razón de mi
emoción profunda- podrá poner al margen de su destino al pueblo de Venezuela. Ahora va a
ser él, como los demás pueblos de nuestra América, de nuestra América morena, quien va a
darse libremente su propio gobierno.

Nosotros hemos aprendido a reírnos de esas generaciones decadentes que ven a las
muchedumbres de nuestro trópico como a seres de raza inferior. Inferiores son ellos que
carecen de personalidad propia y se dejan llevar por algunas mentes esclavas de la cultura
europea. ¡Mentira la inferioridad de nuestros pueblos; mentira la inferioridad de nuestros
países; mentira la debilidad de nuestras razas mestizas!

Yo le pidiera a las más antiguas y grandes razas de la tierra que vinieran a esta América; que
se adentraran como nuestros mulatos en las selvas del trópico; que trabajaran como lo hacen
los hombres nuestros 12 y más horas, casi sin salario y siempre desnutridos; que sufrieran
los dolores de nuestro pueblo; sintieran a la selva envolviéndolos; supieran lo que son los
niños sin escuela y sin cultura; lo que es la muchedumbre sin defensa en el campo, sin poder
satisfacer el apetito de la belleza y del amor que se les niegan y saborean tan sólo el dolor y
la angustia permanentes. Que vengan los europeos a presenciar el drama de esta masa
enorme de América devorada por el paludismo, con gobiernos que le han vuelto la espalda a
su gente para enriquecerse en provecho propio; que vengan a contemplar las inclemencias
perpetuas que vivimos los habitantes del trópico, y entonces tendrán que comprender cuán
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brava es la gente nuestra, qué brava gente sois vosotros, y reconocer la falsedad de su
concepto sobre la inferioridad de las masas americanas. Porque aquí y en el Perú y en todas
nuestras naciones sucede lo que yo afirmo que pasa en Colombia: "El pueblo es superior a
sus dirigentes".

Estos pueblos hermanos conservan sus peculiares notas, sus realidades diversas, pero cada
día se acercan más los unos a los otros. Y esas distintas realidades pueden condensarse en
una sola afirmación que hace temblar el criterio feudal de las castas minoritarias que todavía
en América imperan; pueden sintetizarse en el deseo que todos anhelamos y que todos
impondremos: i queremos que los amos sean menos amos para que los siervos sean menos
siervos; queremos que los poderosos sean menos poderosos para que los humildes sean
menos humildes y queremos que los ricos sientan que deben ser menos ricos! ¡para que los
pobres reciban mejor remuneración por su trabajo!

Pueblo: Ni un paso atrás en esta maravillosa obra que estáis realizando con un gobierno
comprensivo y sin una vacilación, porque el ritmo de vuestros corazones es el mismo ritmo
del corazón de todos los hombres de América.

El hombre vale por su tenacidad. El hombre vale por la rotundidad que ponga en el amor a
sus ideas. Nada puede detener al pueblo ni hacerlo vacilar y si un solo varón quedara en
Venezuela de todos los que aspiran a ser libres; que ese hombre solo se sienta obligado a la
batalla, porque yo diría que ¡vale más una bandera solitaria sobre una cumbre limpia que
cien banderas tendidas sobre el lodo!

Jorge Eliécer Gaitán



18 de octubre de 1946 en Caracas
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In memoriam de un valiente que no dudó en denunciar a
los poderosos hegemonistas. El fallecido presidente
venezolano Hugo Chávez nunca dudó en denunciar los
atropellos            y       abusos              de        los       poderosos.
En este video Hugo Chávez hace un fiel retrato del
entonces presidente de Estados Unidos, George W. Bush
Bush. Respecto a la invasión y genocidio de Irak.
Respecto al pasado alcohólico y drogadicto de George W.
Bush.


Hugo Chávez, el niño pobre de Sabaneta
por Luis Hernández Navarro

Red   Voltaire   |   Ciudad   de   México    (México)   |   8   de   marzo   de   2013
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Hugo Chávez fue un personaje de carne y hueso sacado de la más fantasiosa novela de
Gabriel García Márquez. Niño pobre de Sabaneta (capital del estado de Barinas) que juró no
traicionar su infancia de escasez y precariedad, aprendió desde muy pronto a sembrar y
vender golosinas. Hijo de maestros de primaria que creció con su abuela Rosa Inés y otros
dos de sus hermanos, vivió en una casa de palma, con pared y piso de tierra, que se
inundaba con la lluvia. Menor que soñaba con ser pintor y que traía en el alma la fantasía de
jugar beisbol en las Grandes Ligas, se nutrió toda su vida de sus orígenes humildes.

De la mano de su abuela, a la que llamaba Mamá Rosa, aprendió a leer y escribir antes de
entrar a primer grado. Al lado de ella supo de las injusticias de este mundo y conoció la
estrechez económica y el dolor, pero también la solidaridad. De los labios de ella,
extraordinaria narradora, recibió sus primeras lecciones de historia patria, mezclada con
leyendas familiares.

El niño Hugo Chávez viajó por el mundo a través de las ilustraciones y las historias que leyó
en cuatro tomos grandes y gruesos de la Enciclopedia Autodidacta Quillet, obsequio de su
padre. En sexto grado fue escogido para dar un discurso al obispo González Ramírez, el
primero en llegar a su pueblo. Desde entonces le encontró el gusto a hablar en público y a
los demás el interés por escucharlo.

Su ídolo fue Isaías Látigo Chávez, pítcher en las Grandes Ligas. Nunca lo vio, pero lo
imaginaba al escuchar los partidos en la radio. El día que su héroe murió en un accidente de
aviación, al joven Hugo, de 14 años de edad, se le vino el mundo encima.

Para ser como el Látigo, el muchacho de monte entró al ejército. Gracias a sus cualidades de
pelotero se le abrieron las puertas de la Academia Militar en 1971. Cuatro años después se
graduó como subteniente y licenciado en ciencias y artes militares, con un diploma en
contrainsurgencia, con una brújula que marcaba como su norte el rumbo del camino
revolucionario.

Su toma de conciencia fue un proceso largo y complejo, en el que se combinaron lecturas,
conocimiento de personajes claves y acontecimientos políticos en América Latina. En uno
más de los episodios de realismo mágico que marcaron su vida, en 1975, en un operativo el
subteniente Chávez encontró en la Marqueseña, Barinas, un Mercedes Benz negro
Página 28 de 29


escondido en el monte. Al abrir el maletero con un destornillador se topó con un arsenal
subversivo compuesto por libros de Carlos Marx y Valdimir Ilich Lenin, que comenzó a leer.

En la forja de sus actitudes políticas influyó, decisivamente, su hermano mayor Adán,
militante del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR). También su participación en un
experimento educativo de las fuerzas armadas llamado Plan Andrés Bello, preocupado por
brindar a los militares una formación humanista. De la misma manera, fue clave en su
formación política el descubrimiento de Simón Bolívar y la voracidad intelectual de Chávez,
que lo condujo a leer cuanto documento encontró sobre la biografía y el pensamiento del
prócer. Más adelante sería definitiva en él la influencia de Fidel Castro, a quien trató como si
fuera su padre.

El derrocamiento de Salvador Allende en 1973 le provocó un gran desprecio hacia los
militares de la cuña de Augusto Pinochet, tan extendidos en América Latina. Por el contrario,
el conocimiento de la obra del panameño Omar Torrijos y del peruano Juan Velasco Alvarado
le mostró la existencia de otro tipo de fuerzas armadas de vocación nacionalista y popular,
tan diferentes de los gorilas formadas en la Escuela de las Américas.

Rebelde ante el atropello, descubrió en servicio los abusos y la corrupción de sus mandos, y
como pudo los enfrentó. “Yo vine a Palacio por primera vez –contaba Chávez– a buscar una
caja de whisky para la fiesta de un oficial”. Para removerlos, en el aniversario de la muerte de
Simón Bolívar en 1982, un pequeño grupo de oficiales del cuerpo castrense, entre los que se
encontraba Chávez, hizo el juramento de Samán de Güere, en el que fundaron el Movimiento
Bolivariano Revolucionario 200 (MBR200).

Casi siete años más tarde se produjo un levantamiento espontáneo de los barrios pobres de
Caracas en contra de las medidas de austeridad del gobierno de Carlos Andrés Pérez. El
caracazo fue sofocado a sangre y fuego. La rebelión popular dio un gran impulso al
movimiento de los militares bolivarianos.

En 1992, Chávez y sus compañeros se levantaron en armas. La asonada fracasó y Chávez
fue a prisión. Frente a los medios de comunicación asumió la responsabilidad. Su
popularidad y ascendencia política a partir de entonces fueron en ascenso. Al salir libre su
presencia política creció aceleradamente ante el colapso del sistema político tradicional. En
las elecciones presidenciales de 1998 triunfó con votación de 56 por ciento. A partir de ese
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momento nadie lo pudo parar. Una y otra vez ganó casi todos los comicios y referendos en
los que participó, al tiempo que sobrevivió milagrosamente a un golpe de Estado y un paro
petrolero.

A lo largo de los casi 20 años que condujo el Estado venezolano, el teniente coronel refundó
su país, lo descolonizó, hizo visibles a los invisibles, redistribuyó la renta petrolera, abatió el
analfabetismo y la pobreza, elevó increíblemente los índices de sanidad, incrementó el
salario mínimo e hizo crecer la economía. Al mismo tiempo, y en la pista internacional,
fortaleció el polo de los países petroleros por sobre las grandes compañías privadas,
descarriló el proyecto de un área de libre comercio para las Américas impulsado desde
Washington, creó un proyecto alternativo de integración continental y sentó las bases para un
socialismo acorde al nuevo siglo.

Hugo Chávez fue un formidable comunicador, un incansable contador de historias, un
educador popular. Sus relatos, herencia de los cuentos que Mamá Rosa le obsequiaba en su
infancia, mezclaban historia patria, lecturas teóricas, anécdotas personales, con frecuencia
en tiempo presente. En todas ellas el sentido del humor estaba presente. “Si tu mujer te pide
que te eches por la ventana –jugaba jocoso– es hora de que te mudes a la planta baja...”

Sus narraciones seguían el modelo clásico de las sonatas musicales, en el que dos temas
contrastantes se desarrollan en tonalidades vecinas. En sus discursos echaba mano por
igual de la poesía y el canto. “Yo canto muy mal –se justificaba–, pero, como dijo aquel
llanero, Chávez canta mal, pero canta bonito”, para, a continuación, interpretar una canción
ranchera o una balada.

Antimperialista, antineoliberal, comenzó a hacer el milagro de construir los cimientos de la
utopía en un país que imaginariamente estaba más cerca de Miami que de La Habana.
Llanero de pura cepa, fabulador incansable, Chávez soñó revivir el ideal socialista cuando
muy pocos querían hablar de él. Y lo hizo, para no traicionar nunca su infancia de niño pobre
de Sabaneta.

Luis Hernández Navarro

Fuente
La Jornada (México)

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La muerte de Gaitán: detonante de la violencia en Colombia

  • 1. Página 1 de 29 La muerte de Gaitán: Sinopsis histórica Por: Edgar Perdomo Arzola | Lunes, 07/04/2008 08:31 PM | “las esperanzas de una sociedad más justa terminaron con la muerte del líder que encarnaba las esperanzas de los más pobres el 9 de abril de 1948”. Jorge Eliécer Gaitan: Político y abogado colombiano, alcalde, ministro y congresista y para ese momento el popular candidato del Partido Liberal a la presidencia de la Republica
  • 2. Página 2 de 29 para el periodo1950/1959, con altas probabilidades de triunfo de ser presidente en los comicios de 1949 debido a su gran apoyo popular; en particular en los sectores bajos y de clase media, su asesinato en Bogotá produjo enormes protestas populares conocidas como El Bogotazo, y posteriormente la violencia se extendió por toda Colombia hasta el día de hoy,60 años han pasado. Sobre el nueve de abril de 1948 se han escrito muchas cosas, pero sin lugar a dudas los tres balazos que segaron la vida de Jorge Eliécer Gaitán fue el detonante que partió en dos la historia del siglo XX en Colombia Pero, ¿qué significaba Gaitan para el pueblo colombiano para que reaccionara de la manera que lo hizo Ante su asesinato? Venido al mundo en Manta –Cundinamarca-, Gaitán llegó a ser uno de los mejores políticos y abogado penalista de la época. Curso estudios en la facultad de derecho de la Universidad Nacional. Egresando magna cum laude, en derecho penal en la Universidad de Roma. Su astucia y habilidad política hicieron de Gaitán un verdadero líder que despertó admiración y se entronizó en el corazón se su pueblo. Fue el conductor del “país nacional” que se enfrentó valerosamente al “mafioso país político”, señalando la politiquería, la corrupción, el fraude y el engaño como las plagas que carcomían a la nación, oprimían al pueblo y no permitían el progreso.
  • 3. Página 3 de 29 Esta labor no solo la realizaba en el Congreso Nacional sino también en su bufete de abogados, lugar donde sucedió el magnicidio. En la mañana de ese día, Juan Roa Sierra, un joven esquizofrénico que vivía en el barrio Ricaurte, salió de su casa sin bañarse ni afeitarse. Vistiendo un roído traje carmelita de paño rayado, zapatos amarillos rotos y un sucio sombrero de fieltro. Se dirigió al centro de la ciudad, al famoso café Gato Negro, popular sitio de reunión de intelectuales, políticos, periodistas, poetas y bohemios, localizado a pocos metros del edificio Agustín Nieto, donde Gaitan tenía su bufete de abogado. A eso de la 9 de la mañana el líder llegó a su oficina. Al mediodía Roa Sierra se dirigió a la oficina del abogado. La secretaria, atendió la inesperada visita del extraño que solicitaba una consulta urgente con el jefe liberal. Al no ser atendido su solicitud Roa Sierra abandonó la oficina muy molesto, y se ubicó en la séptima carrera, cerca de la puerta del edificio. A la una de la tarde arribaron al bufete Jorge Padilla, Alejandro Vallejo, Pedro Eliseo Cruz y Plinio Mendoza Neira, amigos personales de Gaitán. Invitándolos Mendoza Neira a almorzar al Hotel Continental: “Acepto Plinio, pero te advierto que yo cuesto caro”, le contesto Gaitán. Al salir del ascensor Plinio Mendoza tomó del brazo a Gaitán, quien de inmediato se desprendió de Plinio y trató de regresar al edificio. En ese momento el asesino disparó tres veces sobre la humanidad del Dr. Gaitán. Estupefactos, los transeúntes, buhoneros y limpiabotas del sector empezaron a gritar: “¡Mataron al doctor Gaitán!,¡mataron al doctor Gaitán, ¡agarren al asesino!”. Un policía capturó a Roa Sierra, lo golpeó y lo desarmó y lo introdujo a la droguería Granada cerrando la reja para proteger la vida del asesino. Cuando se le interrogo por el hecho él respondió: “No puedo, son cosas poderosas que no puedo revelar”. Luego la turba enfurecida que se había formado tumbo la reja ingresando una poblada, un limpiabotas lo golpeó con la caja de limpiar en la cabeza. Roa Sierra cayó al piso. Lo sacaron de la droguería y sobre el andén lo masacraron.
  • 4. Página 4 de 29 La noticia de la muerte del líder liberal se difundió a todo el país. Saliendo soldados del Batallón de la Guardia Presidencial, procediendo a dispersar a los manifestantes, quienes abandonaron el lugar replegándose hacia la plaza Bolívar. Algunos grupos de manifestantes se congregaron en las esquinas y bordes de la Plaza Bolívar. Comenzaron los incendios en el sector, primero ardió el Palacio San Carlos, luego la nunciatura apostólica, los conventos de las Dominicanas y de Santa Inés, la Procuraduría General de la Nación, el Instituto de la Salle, el Ministerio de Educación, la Gobernación de Cundinamarca, el Palacio de Justicia y los tranvías. A la par de los incendios se iniciaron los saqueos a los almacenes, joyerías y platerías. Saliendo luego el Grupo de Caballería Mecanizada Rincón Quiñones, tanques de guerra, carros blindados al mando del capitán Mario Serpa rumbo a la Plaza Bolívar, para darle alguna dirección al movimiento insurgente y tumbar al gobierno de Ospina Pérez en ese momento tres balazos hirieron mortalmente al capitán.
  • 5. Página 5 de 29 A las 6 de la tarde llegaron al Palacio de Gobierno, Darío Echandia, Carlos Lleras, Plinio Mendoza y Luís Cano. El presidente los recibió con sorpresa, pues el no los había invitados. Los dirigentes le sugirieron que la solución era su renuncia. Ha quedado demostrado que la oligarquía no renuncia a sus privilegios, mata. Pues han pasado 60 años y la paz no ha vuelto a Colombia……. Percasita11@yahoo.es El Tigre, marzo del 2008.
  • 6. Página 6 de 29 français English Español italiano Português ‫ عرب ي‬русский Deutsch www.voltairenet.org Red Voltaire Voltaire, edición Internacional ¡A la carga! Jorge Eliécer Gaitán por Francisco Trujillo ¿Vale la pena “resucitar” a Gaitán? Indudablemente. Sus ideas centrales describen la situación de nuestro país, acrecentada hoy por las consecuencias del narcotráfico y su estela de corrupción, “se les ve la chequera corrompida en la chequera del saco”, sentenció el líder popular. Y sintiéndose representante de las multitudes dijo “yo no soy un hombre, soy un pueblo”. Definió con claridad su propia actividad: “La más noble de las expresiones de los hombres que viven en relación social es la política” Archivos | Bogotá (Colombia) | 25 de marzo de 2005
  • 7. Página 7 de 29 Era un hombre bajito, fuerte, moreno. “El negro Gaitán”, lo llamaban despectivamente los señores de la oligarquía, palabra que el pueblo desconocía, pero que, comprendiéndola, hizo suya a partir de entonces. La lanzó en sus conferencias de los viernes en el teatro Municipal. Aprovechó la simpatía que producían los actos culturales de ese día y de ahí se desprendió el “viernes cultural” que el pueblo celebraba con abundantes libaciones, las mismas que siguieron a su asesinato el viernes 9 de abril de 1948, cuando salía de su oficina en el edificio Agustín Nieto, carrera 7, calle 14 y avenida Jiménez, con un grupo de amigos. Tres disparos a quemarropa lo hirieron de muerte. Es importante conocer como lo veían los diplomáticos en Bogotá: “El doctor Gaitán es un maestro de la agitación fascista. Se jacta del dominio que tiene sobre las calles de la capital...tiene veleidades de conspirador...los gaitanistas habrían organizado el asesinato de Turbay si este hubiera sido elegido...” (Embajada de Estados Unidos). ¿Quién mató a Gaitán? La CIA, comenzó a decirse desde entonces, y se sabe de muchos asesinatos suyos en todo el mundo. Como el del presidente chileno Salvador Allende en 1973. Juan Roa Sierra fue el autor material de su asesinato. Pero, ¿quién armó su mano? Y, ¿quiénes organizaron su muerte posterior? Esto aún no está claro. El escritor y librero Carlos H. Pareja en su libro “El monstruo” afirma haber visto a un falso lustrabotas que con su caja golpeó en la cabeza a Roa Sierra. El autor del presente recuerdo
  • 8. Página 8 de 29 llegó al lugar de los hechos cuando un suboficial de la policía introducía a alguien en la droguería Granada, calle 14 carrera 7, costado suroriental, bajando la cortina metálica para protegerlo. Un grupo de personas encabezadas por un hombre alto logró abrir la puerta, sacar a esa persona y golpearla entre todos, hasta su muerte. Se supo luego que era Roa Sierra y el suboficial se apellidaba Jiménez. (sus jefes lo sancionaron por haber “permitido” la muerte del asesino). Y ese asesinato ¿tendrá relación con la carta que Roa Sierra escribió dos días antes al Presidente Ospina Pérez pidiéndole una entrevista? “Es y ha sido el anhelo constante de mi alma serle útil a mi patria, me he atrevido a dirigirle este breve mensaje, en la seguridad y confianza de que su excelencia no me negará una entrevista breve...”. La entrevista le fue negada, pero surge una inquietud: ¿Podría Roa Sierra redactar una carta tan breve y clara? Y aquí un hecho anecdótico poco conocido. En Cuba el joven Fidel Castro Ruz era militante del partido Ortodoxo y un militante suyo de apellido Chivas, tenía un encendido lenguaje popular similar al de Gaitán. Fidel vino a Bogotá en una delegación estudiantil cubana que se unía a la protesta contra la conferencia pro norteamericana que se realizaba en Bogotá. Quiso conocer a Gaitán y el 8 de abril estuvo en su oficina, siendo citado para el día siguiente a la 1,30 p.m. Como se sabe Gaitán fue asesinado a la 1,05 p.m. Fidel indignado se sumó a la multitud enfurecida. Esa noche la delegación cubana fue expulsada y por años la derecha que ha impuesto la violencia en el país siguió acusando a fuerzas foráneas del asesinato para desviar la atención. El Presidente Ospina Pérez acusó a los “moscovitas” y ese 9 de abril rompió relaciones con la Unión Soviética. Aún en 1974, antes de su muerte, este expresidente “progresista” que le abrió el camino a Laureano Gómez, seguía insistiendo en que la “izquierda” había asesinado a Gaitán. (Ospina tenía “mano firme” contra la democracia y “corazón abierto” en favor de la Federación Nacional de Cafeteros y los nacientes industriales). Gaitán era pacifista. Poco antes en discurso fogoso y reflexivo pronunció la “Oración por la paz”, dirigida al Presidente. Dijo: “Señor Presidente Ospina Pérez: bajo el peso de una onda emoción me dirijo a vuestra excelencia, interpretando el querer y la voluntad de esta inmensa muchedumbre que esconde su ardiente corazón lacerado por tanta injusticia bajo un silencio clamoroso para pedir que haya paz y piedad para
  • 9. Página 9 de 29 la patria”. Y luego en Bogotá organizó la marcha nocturna del silencio, en la que 50.000 personas portaron antorchas iluminado la ciudad. Luego visitó al Presidente para reafirmar sus palabras y convicciones pacíficas, brindando por la unión nacional y un gobierno compartido entre liberales y conservadores, que se hizo efectivo, lo que no impidió ni su asesinato ni la extensión y profundización de la violencia. Su consigna fue la de la reconquista del poder por el partido liberal que lo había perdido por su división entre Gabriel Turbay candidato del oficialismo liberal y Gaitán candidato popular. ¡A la carga! Fue su grito de movilización. En su periódico el Siglo y para desprestigiarlo, Laureano Gómez apoyó a Gaitán. Por entre la división llegaron al poder Ospina y Laureano. Gabriel Turbay, hombre culto, marxista en 1928, apesadumbrado se refugió en Paris en donde murió en 1950. Gaitán estudió derecho penal en Italia en los años 1926-28. Fue elogiado y apreciado por Enrique Ferri, el más prestigioso tratadista penal europeo en aquellos años. Denominó su tesis “Las ideas socialistas en Colombia”. Miró de lejos el fascismo pero se entusiasmó con la oratoria de Mussolini, con su gesto y movilizaciones de antorchas, que reprodujo en Bogotá. De regreso a Colombia fundó la Unión izquierdista revolucionaria Unir, nacionalista. Pero la liquidó al ser conquistado por el “dueño del país” Eduardo Santos, propietario del periódico El Tiempo. Sus partidarios uniristas lo llamaron traidor. Inició una larga y brillante carrera política: alcalde de Bogotá, representante, senador, ministro de estado. Además fue defensor penal en juicios celebres en Bogotá. Educó su voz para la oratoria y su gesto fue vehemente. En la plaza pública su discurso estuvo al nivel de las gentes sencillas que lo seguían. Cuando en 1928 regresó a Colombia rechazó la invitación del periodista Luis Tejada de adherirse al partido socialista manifestando que sólo desde las filas del partido liberal podría llegar al poder. En 1929 condenó la masacre de las bananeras y a los gobernantes que tenían la rodilla al suelo sirviendo al amo extranjero. En 1935 los actos externos del fascismo le jugaron una mala pasada: siendo alcalde de Bogotá (300 mil habitantes; en 1948 500 mil) ordenó uniformarse a todos los conductores de taxis. Estos se declararon en paro y Gaitán tuvo que renunciar. Su asesinato produjo el “Bogotazo” y el “colombianazo”. Los destrozos de la furia popular en la capital fueron enormes, igual en otras partes del país. Se formaron gobiernos “gaitanistas” en varias
  • 10. Página 10 de 29 regiones, con particular vehemencia en el Valle, Santander, Antioquia y Atlántico. Militantes comunistas hicieron suya esta causa, en contra de su dirección política que se oponía a Gaitán calificándolo de demagogo que engatusaba al pueblo con aquello de la oligarquía, que en Colombia no existía, según ella. Había algún entusiasmo proindustrial de la dirección comunista. Las asociaciones industriales denunciaban un tratado librecambista con los Estados Unidos y pedían protección arancelaria. Gaitán en cambio, pedía poner límite a las ganancias de los ricos y planteaba la defensa del consumidor y del campesino productor de materias primas. Buena parte de su visión político económica se la había suministrado su asesor, profesor Antonio García, economista y socialista. (Poco tiempo después, durante una cirugía del apéndice, el profesor García murió. Sus seguidores hablaron de asesinato). A Gaitán no se le pudo hacer funeral adecuado. Se obligó a sus familiares a sepultarlo en su propia casa en donde hoy reposan sus restos, Casa Gaitán, calles 48 y 49, carreras 15 y 16. En los dos años siguientes algunos de sus más enconados enemigos liberales eran “gaitanistas”. (A propósito: ¿dónde está el cuerpo del sacerdote Camilo Torres Restrepo?) Francisco Trujillo Red Voltaire | 9 de marzo de 2013 Disparatadas propuestas El pueblo, con la muerte del doctor Gaitán, debió sentir sobre sus hombros el peso de un hermoso sueño derrumbado. Quedó sin guía en medio de la frustración de sus esperanzas. Al llegar el doctor Carlos Lleras Restrepo a la plazuela de San Francisco crecían las llamas en la Gobernación de Cundinamarca: "Había un verdadero espectáculo de locura. Los rostros de todas las personas que rodeaban mi coche reflejaban el dolor y la cólera y se veían ya muchas armas en las manos del pueblo". El doctor Lleras Restrepo bajó de su automóvil y, en compañía del escritor Pedro Gómez Valderrama, se dirigió a la Clínica Central seguido de una enardecida muchedumbre. "En la clínica encontré ya al doctor Echandía, al doctor Plinio Mendoza Neira, al doctor Alfonso Araujo y a otras personas de todos los matices liberales. La exacerbación crecía por momentos ante la noticia ya conocida
  • 11. Página 11 de 29 de que el doctor Gaitán acababa de expirar. Naturalmente se hacían las más disparatadas propuestas y de todos los sectores de la ciudad llegaban noticias de choques y violencias". Afloró la confusión con el más ciego y frenético deseo de venganza. Echandía, jefe del partido liberal Los líderes liberales reunidos en la Clínica buscaban una salida para la grave situación. El público presionaba con sus gritos de rabia. El doctor Darío Echandía fue escogido como jefe del partido liberal, en reemplazo del doctor Gaitán. En esa condición apareció en un balcón para solicitar prudencia. Desde luego, a pesar del prestigio moral y político del doctor Echandía, sus palabras no tuvieron eco. Cerca de la Clínica ardía el Ministerio de Gobierno y ya se hallaba abrasado por el fuego el edificio del diario "El Siglo". Sonambulismo heroico ¡A Palacio!¡A Palacio!... y la orden anónima desborde la desesperación colectiva. La resolución de vindicta subió como la espuma. En un acto de sonambulismo heroico, el pueblo se encaminó a Palacio. En la calle novena con carrera séptima se da de cara con una patrulla del ejército, y caen las primeras víctimas. Fallan diversos intentos contra la casa presidencial. Nada podrá detener la catástrofe.
  • 12. Página 12 de 29 Garlanchas y fusiles La protesta adquiere características de revuelta. El pueblo consigue apertrecharse en las ferreterías de San Victorino con machetes, serruchos, barras de acero, hachuelas, rastrillos, tridentes, garlanchas, tubos. La policía unida al levantamiento tiene los fusiles. Los agentes, con escarapelas rojas en los kepis, se confunden con los paisanos... "Me fui hasta la Octava División -relata el doctor Julio Ortiz Márquez -, que quedaba en la carrera sexta cerca de la Universidad Libre, a ver que había. Encontré el desorden, los policías armados: "¿Ustedes que han pensado?", "No, aquí esperando órdenes", "¿De quién? ¿Ustedes tienen algún movimiento coordinado con la Séptima división?", "No, no tenemos nada". Eso era el desbarajuste, y además los policías borrachos y armados, muy difícil, muy difícil que la acción armada tuviera éxito". La insurrección de la policía le dio confianza al pueblo. Por táctica, los diferentes cuerpos rebeldes se concentraron en la Quinta División situada en la carrera 4 con calle 24 en la parte alta de la ciudad. Bajo el comando del Capitán Tito Orozco, las fuerzas permanecieron acuarteladas en espera de órdenes.
  • 13. Página 13 de 29 Un fusil y diez y seis balas La Tercera División de Policía, a tres cuadras de la Clínica Central, comandada por el abogado y mayor Benicio Arce Vera, seguía a la expectativa. A este cuartel pertenecía el dragoneante Carlos Alberto Jiménez, quien llegó a dar parte de los hechos y le entregó el arma homicida al Comandante. Cerca de las tres de la tarde, un alud de pueblo, abrumado de ira y llanto, y encabezado por agentes ebrios, cayó sobre la División. Venía del frustrado ataque a Palacio. Antes de que entrara la multitud, el Mayor Arce Vera, despojándose de la pistola que tenía al cinto, dio la orden de no disparar. Salió al portón con el propósito de contener la poblada. Le resultó imposible. Como muchos conocían su filiación política al ser arrollado lo alzaron en hombros. Los policías revoltosos pasaron al arsenal. De un empujón abrieron las puertas para que cada quien agarrara el arma que deseara. Entre estas gentes resueltas "estaba un estudiante cubano de 21 años de edad llamado Fidel Castro". Fidel cogió un fusil de gases lacrimógenos y una buena carga de bombas. Como esa no era su arma por el desconocimiento para manejarla, subió al segundo piso en busca de un mauser. No pasaría un cuarto de hora, cuando Fidel bajó al patio ante el ruido de la fusilería. Los improvisados milicianos disparaban al aire, después tuvieron como blanco la Torre de la Iglesia de La Candelaria. Al formarse un desordenado pelotón el joven cubano hizo parte de él con el lanzador de gases. "- ¿Qué va a hacer usted con eso?", le preguntó un oficial, y sin esperar contestación se lo quitó sin la protesta de Fidel: "- Lo mejor que puede hacer es darme eso y tomar este fusil", y se lo entregó con diez y seis balas de municiones. La turba energúmena salió de la Tercera División a repetir la toma del Palacio Presidencial. Ahora las armas no serían machetes, piedras, tubos de acero, expresiones soeces sino tiros. Entre los últimos del tumulto caminaba un muchacho que le llamó la atención al Comandante por su desenfado. El Mayor Arce Vera recuerda en 1978 la impresión suya a un reportero de la revista "Bohemia" (La Habana, 21 de abril, número 16).
  • 14. Página 14 de 29 "Entre los que salían de la División había un joven alto, trigueño con una boina vasca. Lo llamé y le pregunté quien era, pues su aspecto era distinto, no se... Entonces me contestó con un acento costeño: -"Nosotros (a su lado iba Rafael del Pino) somos cubanos y vamos a combatir por la muerte del líder de la democracia". Esas fueron sus palabras. Y aquello me impresionó. Por eso, entre tantos recuerdos de aquellos momentos este se me grabó, aunque no podía decir de quién se trataba. Días después Laureano Gómez fue quien habló de la presencia del cubano Fidel Castro en Colombia y que había venido a sabotear la Conferencia Panamericana. Entonces lo relacioné con aquel muchacho armado con su fusil, saliendo con la muchedumbre, tomando por la carrera Tercera, hacia la calle Once, con rumbo a Palacio, hasta que ya no lo vi...". Viaje al fin de la noche Los dirigentes liberales permanecieron en la Clínica, al lado de la sala en donde yacía el cadáver del doctor Gaitán. Deliberaban sobre el fenómeno anárquico, sin llegar a ningún acuerdo para actuar con un pueblo convulsionado que no escuchaba fórmulas diferentes a las de la violencia. Alrededor de las tres y media de la tarde entró una llamada telefónica. El doctor Camilo de Brigard Silva solicitaba al ex ministro Alfonso Araujo. De Brigard Silva inició la charla preguntando los nombres de las personas que acompañaban a Araujo y al informarse,
  • 15. Página 15 de 29 después de algún rodeo sobre la gravedad de la situación, le propuso: "¿Por qué no vienen a Palacio a ver que se hace, cómo se llega a un entendimiento?". La solicitud, bien recibida por Araujo, necesitaba un aval... el del Presidente de la República. Y el Secretario de la IX Conferencia Internacional de Estados Americanos aseguró que estaba facultado por el primer mandatario para hacer la invitación. La aseveración enfática la escuchó el doctor Carlos Lleras Restrepo. Sin embargo, en 1973 De Brigard Silva le manifestó al periodista Arturo Abello como aparece en la publicación "Así fue el 9 de abril", que "Araujo me preguntó si yo estaba autorizado por el Presidente Ospina. Le di mi respuesta evasiva...". Para los jefes liberales se prendió una luz verde. Si el pueblo no los escuchaba, tenían que entrar en contacto con el gobierno para evitar el naufragio nacional. Sin consideraciones personales de ninguna índole partieron de la Clínica bajo una tremenda tempestad, expuestos a las balas de los francotiradores y a las de los soldados. Resultó un viaje hasta el fin de la noche. Con patriotismo y coraje expusieron sus vidas. Al llegar a la carrera séptima, el expresidente Echandía ordenó entrar al Teatro Nuevo para acordar los términos de la entrevista con el Presidente. El huracán popular impidió el propósito del nuevo jefe y apagó su voz. Como era imprescindible alguna serenidad, el doctor Carlos Lleras insistió en dirigirse al público desde los balcones de una sastrería vecina al Teatro, pero tampoco fue escuchado.
  • 16. Página 16 de 29 En fila india, pegados a las paredes, los dirigentes liberales marcharon a Palacio. El doctor Alfonso Araujo, asido del brazo por una señora, y el escritor Pedro Gómez Valderrama se adelantaron, seguidos por un centenar de personas. En la esquina de la Plaza de Bolívar el ejército los recibió con una descarga cerrada, que los hizo tirarse al suelo. Araujo quedó con el cadáver de la desconocida señora al lado. Gómez Valderrama, levemente herido, tenía el rostro cubierto de sangre. Seguir adelante era una insensatez. Los dirigentes regresaron al Teatro Nuevo y, por una puerta secreta que daba al Teatro Atenas, en la calle 12, salieron otra vez a la calle. Dejaron la peligrosa carrera séptima para continuar por la sexta hacia la casa presidencial. En la ruta encontraron al patricio liberal y Director de "El Espectador", don Luis Cano, quien, apoyado en los brazos de Jorge Padilla y Alejandro Vallejo, hacía un esfuerzo sobrehumano para caminar. El viejo y brillante periodista, sin la representación de nadie, resolvió entrevistarse con su amigo y paisano el Presidente Ospina Pérez. "El doctor Echandía se detuvo para exigirle a los seguidores anónimos que lo dejaran seguir solo con el grupo de compañeros, porque no debía de ser un mitin el que iba a Palacio. Ese grupo del pueblo le obedeció, pero de allí salió un grito que le exigía: "Pida el retiro de Ospina". Con lentitud avanzó el grupo, detenido a cada momento por patrullas militares notoriamente tensas y nerviosas. El capitán Israel Hurtado dirigió la marcha, dando la orden de no disparar. Bajaron hacia la séptima. El de Palacio estaba lleno de cadáveres. A las seis de la tarde llegó el grupo a la casa presidencial. Había recorrido cinco cuadras en tres horas, caminando por el filo de la navaja. Al presidente tuvieron acceso don Luis Cano y los doctores Darío Echandía, Carlos Lleras Restrepo, Plinio Mendoza Neira y Alfonso Araujo. Ospina Pérez quedó sorprendido con la presencia de los dirigentes liberales en Palacio. Creyó que alguno de éstos le había pedido audiencia y, antes de recibirlos, consultó con los colaboradores más allegados sobre las posibles incidencias del diálogo. La batalla política principiaba con un engaño, y no terminaría sino al amanecer.
  • 17. Página 17 de 29 El demonio se enloquece Los cocteles Molotov causaban estragos en los edificios que el pueblo consideraba como centros del poder oligárquico. La caza de estos objetivos se hizo en desorden, por grupos sin coordinación. El fuerte aguacero que caía sobre la ciudad no pudo contener el furor de las llamas, que saltaban a las casas vecinas arrasando caso todo el centro de Bogotá. Las teas de la gobernación de Cundinamarca, del Ministerio de Gobierno, de "El Siglo", del histórico Palacio de San Carlos que sucumbió con la pérdida irreparable del retrato de Bolívar pintado por Gill en Londres (1810); la Nunciatura Apostólica, el Palacio de Justicia, la Universidad Femenina de los Jesuitas, los conventos de las Dominicanas y el de Santa Inés, la Procuraduría General de la Nación, el Ministerio de Justicia, el Hotel Regina, la Casa Cural de la Iglesia de Veracruz, el Hospicio con su vieja iglesia construida en 1604 propagaron la quemazón. En los cerros del barrio Egipto apareció la llamarada del Colegio de la Salle de los Hermanos Cristianos, como hacia la Sabana la del Colegio San Facón. La tarde gris se iluminó. Con una vehemencia fantástica, el fuego parecía un demonio enloquecido. La realidad superaba a la imaginación. Esa catástrofe del "bogotazo" sólo era comparable a las escenas de Conventry bajo los bombardeos nazis, que se habían visto en los noticieros cinematográficos, o a la Entrada del Infierno dibujada por el pincel delirante de Jerónimo Bosco en "El jardín de las Delicias".
  • 18. Página 18 de 29 Toque demencial El alcohol y el saqueo le imprimieron a la revuelta un toque demencial. La ira terminó en barbarie y la venganza en rapiña. Todo estaba permitido. Las cárceles fueron abiertas por los guardianes. Se olvidó el motivo de la sedición para darle paso a instintos primarios y brutales. La avidez se despertó con una hambre de siglos. Los saqueos de los almacenes de la calle Real, de la Avenida de la República y de las platerías de la calle 12 se ejecutaron con frenesí. Una extraña obsesión dirigía a las pandillas al robo de pieles y joyas. Los saqueadores entraban en lucha a muerte por un manguito de ming o un broche de diamantes. Los bultos de mercancías los trasladaban a los cerros para guardarlos en casuchas del lumpen. Desfilaban los más singulares objetos: pianos, refrigeradores, lámparas de baccarat, bicicletas, sofás, mesas de mármol, cuadros, alfombras. "Los amotinados - registra la revista "Semana", No. 78 del 24 de abril de 1948 - llevaban sobre sus espaldas los pesados fardos que contenía el fruto de los asaltos. Los había demasiado grandes y quienes los portaban resolvían ofrecerles en venta y por mitad de precios ridículos: botellas de champaña a dos
  • 19. Página 19 de 29 pesos, docena de medias de nylon a tres; abrigos de pieles a treinta; ternos para hombres a diez; zapatos a dos; joyas; relojes; artículos de arte, se cambiaban por comida o por trago". En los días siguientes abrieron una especie de remate del pillaje en los extramuros, que el negro humor bogotano calificó de "feria panamericana". Todo fue excesivo. Las borracheras obnubilantes traspasaron los límites de las conciencias. Los corchos de las botellas de Clicoot volaban presionadas con la punta de machetes o tijeras de jardinería. El coñac corrió a rodo por las gargantas acostumbradas al aguardiente y a la chicha. Quienes probaban por primera vez los fuertes licores nórdicos astillaban los envases contra el pavimento. Los ebrios caían fulminados. Como muertos los recogieron los camiones del ejército y llevados al Cementerio Central en sus pasillos se despertaron rodeados de cadáveres. Paradójicamente, el alcohol desempeñó una función salvadora para el Gobierno, que pudo dominar la situación a sangre y fuego en la misma noche. El destino de la revuelta habría sido otro, puesto que la policía estaba al lado del pueblo. La junta revolucionaria El vacío de dirigencia popular trajo como resultado el desorden que imperó en la ciudad. Sin orientación de ninguna clase, el pueblo cayó en el motín. Cerca de las 8 de la noche, el doctor Adán Arriaga Andrade, ex ministro y decano de la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional, llegó a "Ultimas Noticias", preocupado por el cambio que había dado el movimiento popular hacia el incendio y el robo. "A ver ¿qué hacemos?, preguntó al corrillo que se formó en el segundo piso de la emisora con Gerardo Molina, Diego Montaña Cuellar, Carlos Restrepo Piedrahita, Jorge Zalamea, Jorge Uribe Márquez, José Mar y otros. Y sin demora acordaron frenar el saqueo, e inmediatamente entraron en acción. Llamaron por teléfono a "El Tiempo" para indagar por las conclusiones de las conferencias en Palacio, sin ningún resultado positivo. "Constituyamos una Junta Revolucionaria -decidieron- para que haya alguna dirección, porque no sabemos quién es el jefe, si Echandía o Carlos Lleras o Luis Cano o Araujo".
  • 20. Página 20 de 29 Al informar a "Ultimas Noticias" la creación de la Junta Revolucionaria, Arriaga Andrade pasó el micrófono para dar la primera consigna: "La Junta Revolucionaria anuncia que... a quien se capture con atados en la cabeza, asaltando o robando, será llevado a la Quinta División, cerca del Panóptico, para inmediatamente seguirle Consejo Revolucionario". El gobierno, una vez rechazados los ataques a Palacio, en ningún momento se interesó por evitar el pillaje. Dejó a la ciudad sin protección. En manos de los maleantes, a quienes los guardianes de los presidios soltaron en masa, sin razón conocida hasta ahora. ¿Cómo se produjo la orden? Este es uno de los misterios del 9 de abril. El insólito desarrollo de los acontecimientos creó la necesidad de la "ficción de autoridad" que representaba la Junta Revolucionaria. El poeta y ex embajador Jorge Zalamea preparó los comunicados que condenaban el saqueo y anunciaban las sanciones para los delitos contra las personas o las propiedades, para transmitirlos por "Ultimas Noticias". "Como allí mismo algunos miembros de la policía - comentaba Zalamea - nos manifestaron que ésta estaba a nuestras órdenes, discutimos la conveniencia de aprovechar esas fuerzas para establecer el orden en el centro de la ciudad que había sido abandonado por el gobierno. Propuse yo entonces que se hiciese una concentración de policía en la Plaza de San Francisco para desde ella establecer los destacamentos que controlaran el sector más importante de la ciudad. Pero se me dijo que por razones tácticas la concentración no debía hacerse en San Francisco sino en San Diego... quedando todos citados para las nueve de la noche...". Tregua hasta el amanecer La lluvia, que caía desde el mediodía, arreciaba. Para acallar "Ultimas Noticias", el gobierno dejó una zona sin corriente eléctrica. Poco después una patrulla del ejército allanó la emisora. Los miembros de la Junta Revolucionaria habían partido por diferentes rutas con dirección a la Quinta División. Zalaméa pasó por "El Liberal", situado en la calle 16 con carrera 15, para intentar comunicarse con Echandía o Carlos Lleras. Desafiando el tiroteo, los otros llegaron al cuartel en pie de guerra, que recibía continuas descargas provenientes de la Escuela Militar y del parque de la Independencia, invadido por tropas parapetadas en los árboles. En el ambiente de la División encontraron el plan de avanzar sobre Palacio. Sólo esperaban
  • 21. Página 21 de 29 órdenes. La Junta Revolucionaria exigió una tregua para saber qué ocurría en la Presidencia. Incluso, un destacamento ocupó la Central de Teléfonos en Las Nieves, para mantener línea directa con los dirigentes liberales. Las horas transcurrían en un desasosegado suspenso. Con los más connotados jefes liberales casi como rehenes, nadie asumió la responsabilidad de disponer el avance contra la casa presidencial, no obstante que la Junta se obstinaba con ansiedad en alguna definición para actuar. Carlos Lleras recuerda "que a una de esas llamadas, hechas ya bien entrada la madrugada del diez, respondí yo informando que todavía no había solución de ninguna clase, que nosotros insistíamos en buscar la que juzgábamos adecuada; pero que no queríamos en manera alguna que pudiera decirse más tarde que por consideración a nosotros el pueblo de Bogotá había quedado inmovilizado en la acción; que si afuera estimaban que debían asumir una conducta distinta a la expectativa que nosotros aconsejábamos no tenían por que tomar en cuenta los peligros que nosotros pudiéramos correr por encontrarnos en Palacio". El oprobioso amanecer Los diarios "El Tiempo" y "El Liberal", sirvieron como sedes oficiales del pueblo. En sus oficinas se efectuó el enlace de los diferentes grupos que libraban la batalla política. La inquina gaitanista contra "El Tiempo" había desaparecido al serle reconocida por el doctor Eduardo Santos la jefatura única del liberalismo al doctor Gaitán. Por ello, nadie extrañó que allí acudieran gaitanistas de la clase A, los denominados liberales oligárquicos, veteranos de las guerras civiles, elementos sindicalistas, líderes de barrios socialistas identificados con las tesis del caudillo desaparecido, estudiantes, jefes comunistas desconcertados con la convulsión. La gente entraba y salía a su gusto. Los servicios y dependencias de esos periódicos permanecían a disposición de la protesta. Los teléfonos nunca descansaron. La vinculación con los dirigentes liberales, de quienes el país entero estaba pendiente, y con la Junta Revolucionaria, jamás se perdió. La Junta Revolucionaria, jamás se perdió. Los informes del doctor Eduardo Santos, primer designado a la Presidencia de la República, enviados a Nueva York se repetían intermitentemente. En las instalaciones colmadas y en plena actividad, la noche pasó tensa con el telón de fondo de los incendios, los constantes tiroteos y las inciertas conversaciones de los
  • 22. Página 22 de 29 directores del liberalismo y el Presidente de la República. Todos en espera de noticias, mientras el ejército dominaba la ciudad con el refuerzo del contingente de soldados que llegó de Tunja. Bastaba asomarse a los balcones de "El Tiempo" para apreciar el oprobioso amanecer. Tanto al norte como al sur la devastación impresionaba. Las ruinas de la batahola anárquica evidenciaban la acción de la turba. De las 2 a las 6 de la tarde, en cuatro horas vesánicas, sucumbió la falsa tradición del "aquí no pasa nada". Total: 136 edificios incendiados, 640 almacenes saqueados, cerca de 3 mil muertos y más de 500 heridos. Desafiando el cansancio Como a las 8 de la mañana se divisó desde "El Tiempo" a un grupo de ciudadanos que se encaminaban por la desolada Calle Real, llena de escombros humeantes. Los dirigentes liberales, con el rostro desencajado, se acercaban al periódico con una escolta militar. Al entrar a "El Tiempo" recibieron un efusivo aplauso. Retando el cansancio, explicaron las difíciles conversaciones con el gobierno, en las que discutieron las más diversas fórmulas: desde la separación del doctor Ospina Pérez de la Presidencia, el traslado del gobierno a Medellín y hasta la formación de una Junta Militar, propuesta por el doctor Laureano Gómez, aún canciller, refugiado en el Ministerio de Guerra. Serenamente los dirigentes afirmaron su posición civilista, la determinación de salvar la estructura democrática del país y el régimen constitucional. El liberalismo representado en ellos, no compartía el aventurerismo, ni las depredaciones. Al doctor Darío Echandía se le había ofrecido el Ministerio de Gobierno en un gabinete de Unión Nacional, pero la aceptación dependería de la forma como se integrara la nómina de sus colegas conservadores y del respaldo liberal. - Muy bien se -dijo Echandía - que mi aceptación ha de incidir en mi carrera pública. Mañana me echarán piedras en la calle. Pero eso no puede contar o no cuenta. Si ustedes creen que la solución es esa, yo acepto lo que ustedes digan. La colaboración no tuvo objeciones.
  • 23. Página 23 de 29 A las once de la mañana, el doctor Echandía sentado en el escritorio del doctor Eduardo Santos, habló con el Presidente de la República. Escribe en un papel la composición del nuevo gabinete: ni Laureano Gómez, ni José Antonio Montalvo, ni Joaquín Estrada Monsalve, nombres vetados por los dirigentes liberales, aparecen en la lista ministerial. En seguida, Echandía abogó por los revoltosos de la Quinta División en solicitud de amnistía y, con el rostro erguido, dio su aceptación y anunció su disposición de encargarse inmediatamente del Despacho. En el término de quince o veinte minutos, llegó un carro blindado en busca del nuevo Premier. De "El Tiempo" partió el doctor Darío Echandía a posesionarse del Ministerio de Gobierno. Arenga a los venezolanos ¡Mentira la inferioridad de nuestros pueblos; mentira la inferioridad de nuestros países; mentira la debilidad de nuestras razas mestizas! Hombres y mujeres de Venezuela: Yo, que pertenezco a un gran país cuyo pueblo es superior a sus dirigentes, al ver la muchedumbre de rostros morenos que están reunidos en esta plaza, he experimentado hoy una emoción que hace contraste con la sensación de angustia que siendo estudiante experimentara ayer, ante el dolor y la tragedia que se agolpaban sobre el alma grande de los herederos de Bolívar. Hasta ayer yo sabía que las dolientes masas venezolanas, vuestros abuelos, vuestros padres y vuestros hermanos, rumiaban su dolor en las mazmorras que eran deshonra de América y que existía en esta tierra admirable una pequeña minoría oligárquica que disponía abusivamente de los destinos de esta patria del Libertador, a espaldas del pueblo, contra el pueblo y sin el querer del pueblo.
  • 24. Página 24 de 29 Pero yo, capitán de multitudes de Colombia, vengo a contemplaros vibrantes y plenos, hombres y mujeres, jóvenes y ancianos, irrumpiendo en esta plaza; y a decir desde esta tribuna a todas las gentes de Venezuela que de ¡hora en adelante sólo habrá una voz que mande sobre esta tierra sagrada: ¡la voz del pueblo, por el pueblo y para el pueblo! Estáis en la primera etapa de vuestro recorrido inexorable. Habéis comenzado a conquistar vuestra libertad política, la cual apenas será formal si en posteriores épocas no llegáis a la conquista de la libertad económica y social. Pero esta primera etapa la tenéis que defender, modelar y terminar con bravura, con tenacidad, con coraje, y sin vacilaciones ni desmayos. Afortunadamente tenéis a la cabeza capitanes y gonfaloneros que jamás, estoy seguro, traicionarán vuestro interés ni vuestros anhelos. Hacéis bien en defender corajudamente esa obra; en conquistar previamente esa libertad política formal que nosotros, los colombianos ya conquistamos, y que os preparéis para una nueva etapa de las realizaciones por venir. Ya nadie -de ello estoy cierto y esa la razón de mi emoción profunda- podrá poner al margen de su destino al pueblo de Venezuela. Ahora va a ser él, como los demás pueblos de nuestra América, de nuestra América morena, quien va a darse libremente su propio gobierno. Nosotros hemos aprendido a reírnos de esas generaciones decadentes que ven a las muchedumbres de nuestro trópico como a seres de raza inferior. Inferiores son ellos que carecen de personalidad propia y se dejan llevar por algunas mentes esclavas de la cultura europea. ¡Mentira la inferioridad de nuestros pueblos; mentira la inferioridad de nuestros países; mentira la debilidad de nuestras razas mestizas! Yo le pidiera a las más antiguas y grandes razas de la tierra que vinieran a esta América; que se adentraran como nuestros mulatos en las selvas del trópico; que trabajaran como lo hacen los hombres nuestros 12 y más horas, casi sin salario y siempre desnutridos; que sufrieran los dolores de nuestro pueblo; sintieran a la selva envolviéndolos; supieran lo que son los niños sin escuela y sin cultura; lo que es la muchedumbre sin defensa en el campo, sin poder satisfacer el apetito de la belleza y del amor que se les niegan y saborean tan sólo el dolor y la angustia permanentes. Que vengan los europeos a presenciar el drama de esta masa enorme de América devorada por el paludismo, con gobiernos que le han vuelto la espalda a su gente para enriquecerse en provecho propio; que vengan a contemplar las inclemencias perpetuas que vivimos los habitantes del trópico, y entonces tendrán que comprender cuán
  • 25. Página 25 de 29 brava es la gente nuestra, qué brava gente sois vosotros, y reconocer la falsedad de su concepto sobre la inferioridad de las masas americanas. Porque aquí y en el Perú y en todas nuestras naciones sucede lo que yo afirmo que pasa en Colombia: "El pueblo es superior a sus dirigentes". Estos pueblos hermanos conservan sus peculiares notas, sus realidades diversas, pero cada día se acercan más los unos a los otros. Y esas distintas realidades pueden condensarse en una sola afirmación que hace temblar el criterio feudal de las castas minoritarias que todavía en América imperan; pueden sintetizarse en el deseo que todos anhelamos y que todos impondremos: i queremos que los amos sean menos amos para que los siervos sean menos siervos; queremos que los poderosos sean menos poderosos para que los humildes sean menos humildes y queremos que los ricos sientan que deben ser menos ricos! ¡para que los pobres reciban mejor remuneración por su trabajo! Pueblo: Ni un paso atrás en esta maravillosa obra que estáis realizando con un gobierno comprensivo y sin una vacilación, porque el ritmo de vuestros corazones es el mismo ritmo del corazón de todos los hombres de América. El hombre vale por su tenacidad. El hombre vale por la rotundidad que ponga en el amor a sus ideas. Nada puede detener al pueblo ni hacerlo vacilar y si un solo varón quedara en Venezuela de todos los que aspiran a ser libres; que ese hombre solo se sienta obligado a la batalla, porque yo diría que ¡vale más una bandera solitaria sobre una cumbre limpia que cien banderas tendidas sobre el lodo! Jorge Eliécer Gaitán 18 de octubre de 1946 en Caracas
  • 26. Página 26 de 29 In memoriam de un valiente que no dudó en denunciar a los poderosos hegemonistas. El fallecido presidente venezolano Hugo Chávez nunca dudó en denunciar los atropellos y abusos de los poderosos. En este video Hugo Chávez hace un fiel retrato del entonces presidente de Estados Unidos, George W. Bush Bush. Respecto a la invasión y genocidio de Irak. Respecto al pasado alcohólico y drogadicto de George W. Bush. Hugo Chávez, el niño pobre de Sabaneta por Luis Hernández Navarro Red Voltaire | Ciudad de México (México) | 8 de marzo de 2013
  • 27. Página 27 de 29 Hugo Chávez fue un personaje de carne y hueso sacado de la más fantasiosa novela de Gabriel García Márquez. Niño pobre de Sabaneta (capital del estado de Barinas) que juró no traicionar su infancia de escasez y precariedad, aprendió desde muy pronto a sembrar y vender golosinas. Hijo de maestros de primaria que creció con su abuela Rosa Inés y otros dos de sus hermanos, vivió en una casa de palma, con pared y piso de tierra, que se inundaba con la lluvia. Menor que soñaba con ser pintor y que traía en el alma la fantasía de jugar beisbol en las Grandes Ligas, se nutrió toda su vida de sus orígenes humildes. De la mano de su abuela, a la que llamaba Mamá Rosa, aprendió a leer y escribir antes de entrar a primer grado. Al lado de ella supo de las injusticias de este mundo y conoció la estrechez económica y el dolor, pero también la solidaridad. De los labios de ella, extraordinaria narradora, recibió sus primeras lecciones de historia patria, mezclada con leyendas familiares. El niño Hugo Chávez viajó por el mundo a través de las ilustraciones y las historias que leyó en cuatro tomos grandes y gruesos de la Enciclopedia Autodidacta Quillet, obsequio de su padre. En sexto grado fue escogido para dar un discurso al obispo González Ramírez, el primero en llegar a su pueblo. Desde entonces le encontró el gusto a hablar en público y a los demás el interés por escucharlo. Su ídolo fue Isaías Látigo Chávez, pítcher en las Grandes Ligas. Nunca lo vio, pero lo imaginaba al escuchar los partidos en la radio. El día que su héroe murió en un accidente de aviación, al joven Hugo, de 14 años de edad, se le vino el mundo encima. Para ser como el Látigo, el muchacho de monte entró al ejército. Gracias a sus cualidades de pelotero se le abrieron las puertas de la Academia Militar en 1971. Cuatro años después se graduó como subteniente y licenciado en ciencias y artes militares, con un diploma en contrainsurgencia, con una brújula que marcaba como su norte el rumbo del camino revolucionario. Su toma de conciencia fue un proceso largo y complejo, en el que se combinaron lecturas, conocimiento de personajes claves y acontecimientos políticos en América Latina. En uno más de los episodios de realismo mágico que marcaron su vida, en 1975, en un operativo el subteniente Chávez encontró en la Marqueseña, Barinas, un Mercedes Benz negro
  • 28. Página 28 de 29 escondido en el monte. Al abrir el maletero con un destornillador se topó con un arsenal subversivo compuesto por libros de Carlos Marx y Valdimir Ilich Lenin, que comenzó a leer. En la forja de sus actitudes políticas influyó, decisivamente, su hermano mayor Adán, militante del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR). También su participación en un experimento educativo de las fuerzas armadas llamado Plan Andrés Bello, preocupado por brindar a los militares una formación humanista. De la misma manera, fue clave en su formación política el descubrimiento de Simón Bolívar y la voracidad intelectual de Chávez, que lo condujo a leer cuanto documento encontró sobre la biografía y el pensamiento del prócer. Más adelante sería definitiva en él la influencia de Fidel Castro, a quien trató como si fuera su padre. El derrocamiento de Salvador Allende en 1973 le provocó un gran desprecio hacia los militares de la cuña de Augusto Pinochet, tan extendidos en América Latina. Por el contrario, el conocimiento de la obra del panameño Omar Torrijos y del peruano Juan Velasco Alvarado le mostró la existencia de otro tipo de fuerzas armadas de vocación nacionalista y popular, tan diferentes de los gorilas formadas en la Escuela de las Américas. Rebelde ante el atropello, descubrió en servicio los abusos y la corrupción de sus mandos, y como pudo los enfrentó. “Yo vine a Palacio por primera vez –contaba Chávez– a buscar una caja de whisky para la fiesta de un oficial”. Para removerlos, en el aniversario de la muerte de Simón Bolívar en 1982, un pequeño grupo de oficiales del cuerpo castrense, entre los que se encontraba Chávez, hizo el juramento de Samán de Güere, en el que fundaron el Movimiento Bolivariano Revolucionario 200 (MBR200). Casi siete años más tarde se produjo un levantamiento espontáneo de los barrios pobres de Caracas en contra de las medidas de austeridad del gobierno de Carlos Andrés Pérez. El caracazo fue sofocado a sangre y fuego. La rebelión popular dio un gran impulso al movimiento de los militares bolivarianos. En 1992, Chávez y sus compañeros se levantaron en armas. La asonada fracasó y Chávez fue a prisión. Frente a los medios de comunicación asumió la responsabilidad. Su popularidad y ascendencia política a partir de entonces fueron en ascenso. Al salir libre su presencia política creció aceleradamente ante el colapso del sistema político tradicional. En las elecciones presidenciales de 1998 triunfó con votación de 56 por ciento. A partir de ese
  • 29. Página 29 de 29 momento nadie lo pudo parar. Una y otra vez ganó casi todos los comicios y referendos en los que participó, al tiempo que sobrevivió milagrosamente a un golpe de Estado y un paro petrolero. A lo largo de los casi 20 años que condujo el Estado venezolano, el teniente coronel refundó su país, lo descolonizó, hizo visibles a los invisibles, redistribuyó la renta petrolera, abatió el analfabetismo y la pobreza, elevó increíblemente los índices de sanidad, incrementó el salario mínimo e hizo crecer la economía. Al mismo tiempo, y en la pista internacional, fortaleció el polo de los países petroleros por sobre las grandes compañías privadas, descarriló el proyecto de un área de libre comercio para las Américas impulsado desde Washington, creó un proyecto alternativo de integración continental y sentó las bases para un socialismo acorde al nuevo siglo. Hugo Chávez fue un formidable comunicador, un incansable contador de historias, un educador popular. Sus relatos, herencia de los cuentos que Mamá Rosa le obsequiaba en su infancia, mezclaban historia patria, lecturas teóricas, anécdotas personales, con frecuencia en tiempo presente. En todas ellas el sentido del humor estaba presente. “Si tu mujer te pide que te eches por la ventana –jugaba jocoso– es hora de que te mudes a la planta baja...” Sus narraciones seguían el modelo clásico de las sonatas musicales, en el que dos temas contrastantes se desarrollan en tonalidades vecinas. En sus discursos echaba mano por igual de la poesía y el canto. “Yo canto muy mal –se justificaba–, pero, como dijo aquel llanero, Chávez canta mal, pero canta bonito”, para, a continuación, interpretar una canción ranchera o una balada. Antimperialista, antineoliberal, comenzó a hacer el milagro de construir los cimientos de la utopía en un país que imaginariamente estaba más cerca de Miami que de La Habana. Llanero de pura cepa, fabulador incansable, Chávez soñó revivir el ideal socialista cuando muy pocos querían hablar de él. Y lo hizo, para no traicionar nunca su infancia de niño pobre de Sabaneta. Luis Hernández Navarro Fuente La Jornada (México)