2. El hombre es el destinatario de la revelación y la
salvación para descubrir la verdadera vocación del ser
humano.
Sólo a la luz de la salvación que Cristo nos trae
descubrimos a qué estamos llamados y, por
consiguiente, quiénes somos. Y a partir de la
revelación el cristianismo puede y debe revindicar una
noción propia del hombre, y aunque puede dar
aportaciones ofrecidas por la filosofía y las ciencias
humanas poseerá siempre una irrenunciable
originalidad.
3. Creación del hombre a imagen
y semejanza de Dios
Primacía del hombre sobre el
resto de la creación
El ser humano ha sido creado
para existir en relación con
Dios, para vivir en comunión
con él.
4. El hombre no es
estrictamente "imagen",
sino que ha sido hecho
"según la imagen", de
Dios
el hombre es capaz de
entrar en relación
personal con Dios.
5. La antropología
cristiana afirma que no
hay más que una
perfección del hombre:
la plena conformación
con Jesús, que es el
hombre perfecto.
El Hijo unigénito de
Dios se hace el
primogénito entre
muchos hermanos.
6. "gracia", esencial a la visión
cristiana del hombre.
Dios se auto comunica
libremente en su Hijo y en
su Espíritu, y es igualmente
don de Dios y nunca mérito
del hombre la incorporación
personal a la salvación .
7. La fe cristiana a lo largo
de los siglos se ha
preocupado no sólo de
exponer el sentido de la
salvación, sino también
de insistir en la
naturaleza del hombre.
el hombre es "cuerpo"
por su dimensión
material, que lo hace un
ser cósmico.
8. El hombre es también
"psique", vida, alma;
es sujeto de sentimientos.
Por último el hombre tiene
también la "capacidad de
lo divino", está en relación
con Dios.
La antropología moderna
prefiere no tanto hablar de
que el hombre tiene un
alma y un cuerpo, sino de
que es alma y cuerpo.
9. El ser humano no es un
objeto más en el mundo; es
un sujeto irrepetible.
A la condición del hombre
persona y sujeto irrepetible
va unida necesariamente su
libertad.
En su revelación Dios
quiere establecer un
diálogo con nosotros y nos
llama a la comunión de vida
con él.
10. El hombre necesita del
mundo que le rodea para
su propia subsistencia.
La revelación cristiana
nos ofrece, según hemos
visto, una imagen del
hombre centrada ante
todo en Jesús, el hombre
perfecto, en quien somos
hijos de Dios.