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  1. Río Cuarto . Río Tercero . San Francisco . Villa María DEORILLAAORILLA LAANGUSTIA DELAPERFECCIÓN POR JORGE RODRÍGUEZ HIDALGO PÁG. 8 ENTREVISTA A MELISA GNESUTTA “APRENDÍ A LEER MIENTRAS JUGABAMOS CON MI HERMANA A LA MAESTRA” PORVERÓNICA DEMA PÁG. 4 Miércoles 09 de diciembre de 2020 . Año 21 Nº 933 El poeta Marcelo Fagiano hace una magnífica lectura de uno de los cuentos maestros de la literatura universal, en el marco del ciclo literario 10X10, organizado por el Área de Literatura y Pensamiento, de la delegación Río Cuarto de la Agencia Córdoba Cultura. PÁG. 2 y 3 ELCIEGO, DED.H.LAWRENCE LA COLUMNA LITERATURA GÓNGORAY LA GENERACIÓN DEL 27 POR ISABEL REZMO PÁG. 6
  2. El Corredor Mediterráneo / Página 2 ELCIEGO,DE D.H.LAWRENCE (1ªparte) Por Marcelo Fagiano “Isabel Pervin estaba atenta a dos sonidos: el sonido de ruedas afue- ra en la explanada y el ruido de los pasos del esposo en el vestíbulo. Su más querido y viejo amigo, un hom- bre que parecía casi indispensable para su vida, llegaría en el crepús- culo lluvioso de ese día de fines de noviembre. El carruaje había ido a buscarlo a la estación. Y su esposo, que había sido cegado en Flandes y tenía una marca que le desfigura- ba la frente, entraría proveniente de las dependencias accesorias. Hacía un año que él estaba en casa. Esta- ba completamente ciego. Con todo, habían sido muy felices.” Así comienza “El ciego” , cuento publicado por primera vez en 1920, de D.H. Lawrence, artista británico que se expresó a través de casi to- dos los géneros literarios, autor de novelas, cuentos, poemas, obras de teatro, ensayos, libros de viaje, tra- ducciones y crítica literaria; cultivó también la pintura realizando una serie de obras eróticas que fueron censuradas al igual que gran parte de su producción literaria: los mo- ralistas de la época la consideraron obscenas. Una de las maneras que él encontró para manifestarse en una sociedad en la que no se sen- tía a gusto y, a la cual se revelaba, fue abordar en sus obras el tema del sexo con el objeto de resaltar lo ins- tintivo frente a lo racional, lo erótico sobre lo intelectual, en un momento histórico en donde los avances cien- tíficos y tecnológicos generaban una profunda transformación de las sociedades durante la Segunda Re- volución Industrial. Lawrence con- sideraba a la vida sexual de sus per- sonajes como un auténtico recurso para el conocimiento inmediato e instintivo de la realidad. Dice Lawrence en un poema: Mien- tras vivimos somos transmisores de vida. / Y cuando no logramos trans- mitir vida, la vida / ya no logra fluir a través de nosotros. / Es parte del mis- terio del sexo, es un flujo que avan- za. / Las gentes asexuadas jamás transmiten nada (de Pensamientos, 1929, su penúltimo libro publicado en vida). Su novela “El amante de Lady Chat- therley” (1928), recién pudo ser pu- blicada en Inglaterra en su versión original en 1960, vendiéndose un millón de ejemplares en la primera semana de su publicación, eso ocu- rrió, pequeño detalle, a 30 años de la muerte del autor. El tema de la no- vela no era nada inocente, la esposa de un aristócrata que ha quedado inválido e incapaz de satisfacerla sexualmente se convierte en aman- te del guardabosque, la esposa de un aristócrata amante de un obrero; ellos hacen el amor en furtivos en- cuentros, no ya en acogedores apo- sentos sino en el bosque, en escenas eróticas que Lawrence describe de- talladamente. Con esos ingredientes la condena por obscenidad de la sociedad de la época trasciende el campo de lo sexual y se escandali- za al pensar que una mujer de bien pueda buscar y encontrar placer en un hombre que no está a la altura de su clase. Otra novela, “El arcoí- ris” (1915), fue prohibida por la Iglesia Católica a través del Index Li- brorum Prohibitorum, un listado de libros y publicaciones que la iglesia católica no permitía leer a sus fieles y, si se desobedecía ese anti-canon celestial, corrían el riesgo de ser ex- comulgados. Este Index fue creado en tiempos de la inquisición (1552) y estuvo vigente hasta el año 1966. Su objetivo fue la de salvaguardar la precaria decencia de las personas y mantenerlas a salvo de desviacio- nes que pudieran ofender la moral cristiana. Prohibir para proteger la única verdad que emana del reino de los cielos, no vaya a ocurrir que alguien descubra que la vida en la tierra puede albergar múltiples ver- dades y, que en la riqueza y diver- sidad de ellas, radica la posibilidad para un crecimiento sin fronteras del pensamiento y sentir humanos. “Mujeres enamoradas” (1920), es la continuación de “El Arcoíris” y tuvo que publicarse en América, en ediciones privadas y sólo para suscriptores. Estamos ante la obra de un hombre censurado por la so- ciedad de su época. Es por eso que es muy significativo, como lectores, analizar, aunque sea someramente,
  3. El Corredor Mediterráneo / Página 3 el lugar y el tiempo en el que surge una obra, ese contexto nos hablará de las circunstancias en que un ar- tista, en este caso, realizó una crea- ción con determinados valores que la hicieran perdurar en el tiempo. Lawrence, nació en Inglaterra, 11 de septiembre de 1885 y murió en Francia, el 2 de marzo de 1930. A este hombre que vivió hasta los 44 años de edad no le hizo falta más tiempo para pasar a la inmortalidad. Su vida fue truncada por una de las enfermedades más antiguas de la humanidad: la tuberculosis. Desde la antigüedad también recae sobre nuestra especie la necesidad de contar historias y recrearlas, pri- mero, en la invención de la oralidad y luego en la creativa multiplicación de la escritura. Cada vez que una voz se pone en marcha para descri- bir un suceso real o imaginario se captura la atención de alguna sensi- bilidad y, ya dentro de la estructura narrativa, sumergidos en el caudal del vocabulario que busca su propia corriente de significado, el valor de la palabra, la riqueza que encierra un texto como un espejo multico- lor que refleja la realidad, la fuerza de la palabra como motor del pen- samiento se convierte, entones, en combustible neuronal que enciende la mecha de la inquietud. Tramas y estructuras que desafían el sentido común de la cotidianeidad que, al representarlas, recrean universos que convergen y estallan en nuestra mente: humildes mortales liberados del tejido de la eternidad. Allí el lenguaje siembra crías de libertad, pone huevos en el silencio de la lectura, depositados en la incuba- dora del cerebro para que desde allí nazcan nuevas formas de observar y vivir la realidad. Dice Paulo Freire en la Pedagogía de la esperanza: “… la cuestión fun- damental de la lectura de la palabra, siempre precedida por la lectura del mundo. La lectura y la escritura de la palabra implican una re-lectura más crítica del mundo como “camino” para “re-escribirlo”, es decir para transformarlo.” Toda lectura al fin, en un marco de sentido, trasciende el mero entretenimiento, y nos sitúa en las antípodas de la somnolencia humana, nos mantiene a salvo de la abrasiva rutina que desgasta al suje- to cotidiano que cada uno de noso- tros encarna. Una sociedad despier- ta necesita individuos libres. Miremos ahora qué es lo que hace Lawrence con el lenguaje en el cuento “El ciego”, cómo narra este escritor, cómo aborda el lenguaje, la forma expresiva que adopta para crear, representar e interpretar artís- ticamente el mundo en donde vive. Al leerlo iremos construyendo, len- tamente, el ambiente en donde se moverán los personajes principales. Ellos tomarán vida en un espacio que cada uno construirá de manera singular en su mente: allí reside el poder del lenguaje creador de mun- dos y realidades. ______________ Este cuento inspira el relato de “Catedral”, el conocido cuento de Raymond Carver. Síntesis para los lectores de ECM de la conferencia dada en Sampacho, el 30 de septiembre de 2014, sobre uno de los cuentos magistrales de la literatura inglesa en el que la historia narrada se potencia gracias a su lenguaje poético.
  4. El Corredor Mediterráneo / Página 4 Melisa Gnesutta nació en Río Cuar- to (Córdoba) en 1984. Es profesora de Lengua y Literatura y trabaja como do- cente en distintas instituciones públicas de esta ciudad. Algunos de sus poemas fueron publicados en la plaqueta (M) araña de Recortes (UniRío Editora) y en VersoRaíz, hojas de poesía (Elena Be- rruti y José Luis Ammann editores). Ha participado de diferentes ciclos y festi- vales de poesía (AltaVoz, Aguante Poe- sía y Festival Internacional de Poesía de Córdoba). Melisa Gnesutta recuerda que empe- zó a leer y a escribir con el impulso de lo lúdico y lo afectivo. “Aprendí a leer mientras jugábamos con mi herma- na a la maestra”, dice. Sintió y siente ese aprendizaje como un poder. No lo soltaría jamás. Y su infancia transcurrió haciendo uso de esa potencia, leyendo y escribiendo muy estimulada por sus maestras. Y los patios de su casa de la infancia, el de su abuela, pero también el de sus amistades fueron escenarios “lumino- sos” de lectura, juego, deseo. “El patio es un espacio de juego, de contacto con la naturaleza, de disfrute. A la vez tiene su propio pulso dentro del universo de lo doméstico”, dice. “Eran de nuestra soberanía, en cierta forma un espacio libre del deber y más cerca del goce”. Su primer libro, un poemario titulado Patios de verano, es como si recuperara un halo de aquel espíritu de la niñez, la naturaleza, el juego. Pero, a la vez, con la pulsión madura de quien ha explo- rado su decir poético hasta dar con su propia voz. “La escritura de este libro significó una forma singular de habitar el lenguaje, como ingresar a una conversación más extendida entre ciertas experiencias do- mésticas, pequeñas, como la del patio, y una pulsión más ligada a lo natural, lo universal y lo ancestral”, reflexiona Gnesutta. “En ese punto los poemas co- menzaron a convocar con insistencia a las mujeres, sobre todo, desde la expe- riencia de ‘las madres’. Creo que ahí se completó el ciclo”. -Cuál es su recorrido, su acercamiento a la lectura y la escritura? -Es muy nítido para mí ese momento y la experiencia completa de encontrar- me con la lectura y la escritura. Fue un universo que me alcanzó con su fuerza más lúdica y afectiva porque aprendí a leer mientras jugábamos con mi her- mana a la maestra. Yo tenía casi cuatro años y me acuerdo de que comprender, decodificar por primera vez una pala- bra me abrió a un asombro tan grande que, en cierto modo, sentía que tenía una especie de poder. En mi infancia era muy lectora, leía todo lo que tenía a mano, gracias al esfuerzo de mis viejos que compraban colecciones de libros en el canillita del barrio. También mis maestras me alen- taron mucho a la lectura y la escritura: siempre me veían escribiendo mis cua- dernos con historias y poemas a mi gata (que vivió veinte años, así que recibió muchas dedicatorias), así que me ani- maban a seguir haciéndolo de distintas formas. Cuando tenía ocho años tuvi- mos que alquilar nuestra casa e irnos a vivir a la casa de mis abuelos, también en barrio Alberdi, pero muy cerca de la Biblioteca Popular Faustino Sarmiento. La difícil situación económica que atra- vesábamos y el hecho de haber tenido que dejar mi casa y mis amigos, me llevaron, en cierta forma, a refugiarme en la lectura. Me hice socia de la Bi- blio y ahí empecé a leer los libros de la colección Robin Hood, que tenían una propuesta editorial bellísima. Louisa May Alcott fue, sin duda, la autora de mi infancia. Me fascinó y me leí sin pa- rar todos sus títulos publicados en esta colección. En mi adolescencia, y gracias a una Profe de Lengua y Literatura, comen- cé a leer poesía, sobre todo modernis- mo latinoamericano. En esa época me compré mi primer libro con mis aho- rros, que era una selección de poemas de Alfonsina Storni. Después abandoné un poco la poesía y me interesé más por la narrativa argentina, también por la influencia de otra profe.Ya en la Uni- versidad, en el profesorado de Letras, volví a reencontrarme con la poesía, siempre de la mano de mis docentes (como Elena Berruti). Ahora que voy armando este recorrido como lectora, y también como escrito- ra, descubro con agradecimiento que la literatura me ha salido al cruce a través de grandes maestras, que he sido muy acompañada en este camino. Por eso creo que es clave la mediación, el po- der acercar siempre a las niñas y los ni- ños y jóvenes (y no tan jóvenes) a la lec- tura y acompañar en esas búsquedas. -¿Cómo va tramando su vida profesio- nal, su familia, la escritura? ¿Puede te- ner rutinas para escribir? -Es bastante complicado porque suelo hacer muchas cosas a la vez y eso no siempre me sale bien. Actualmente, por todo lo que estamos viviendo y esta so- bredosis de virtualidad es muy difícil organizarme en lo profesional, con mi familia, en un mismo espacio y tiem- po. Es como si los límites se diluyeran porque todo transcurre en el espacio doméstico. A veces, al límite lo pone el propio cuerpo y tengo que bajar. La verdad es que no tengo rutinas para la escritura (a lo mejor debería tenerlas), pero trato siempre de estar conectada con la experiencia del taller para man- tener activa la escritura y la lectura por fuera de lo laboral. -¿Qué valor le da al taller de escritura? Sé que formó parte de uno coordinado por Elena Berruti -Sí, participé y participo de Verso Raíz (VR), este taller de lectura y escritura que coordina Elena desde 2017. Antes nos reuníamos en el quincho de su casa y ahora lo hacemos de manera virtual. Pero creo que además de la dinámica del taller, el espacio se ha constituido en una comunidad: leemos y escribi- mos juntas. Verso Raíz se sostiene des- de esta impronta tan valiosa que Elena ha sabido construir, que es lo colectivo. Esta dimensión me parece fundamen- tal porque la palabra nunca es sola, sino que forma parte de una constela- ción, una red. En ese sentido creo que nunca escribo ni leo sola, sino que lo hago siempre con otras, con otros y con otres. He participado de varios talleres, lo sigo haciendo. Es un espacio que me reconecta con lo lúdico de la escritura, que me desafía en mis formas más na- turalizadas del decir poético. Para mí el taller nos permite alimentar la vitalidad de nuestro lenguaje y reconocer la sin- gularidad de cada quien, la propia voz. -¿Cómo surgió “Patios de verano” (1)? Tengo entendido que es un trabajo de años… -Sí, Patios de verano se fue haciendo en ENTREVISTAA MELISA GNESUTTA “APRENDÍA LEER MIENTRAS JUGÁBAMOS CON MI HERMANAA LA MAESTRA” Por Verónica Dema
  5. El Corredor Mediterráneo / Página 5 etapas, digamos. Nace en unas vacacio- nes con mi familia en Traslasierras. Ahí se comenzó a gestar, a partir de ingresar a un pulso y a una temperatura, como las del verano, que me llegaban a tra- vés de la naturaleza, de la observación sensible de ciertas escenas y de sen- tirme convocada por un lenguaje más autóctono. En esa oportunidad escribí un puñado de poemas. Luego fueron ingresando otras “fuerzas”, ligadas a lo animal y a los cuerpos, que traían un tono y una atmósfera más cercana a lo ritual. Creo que recién en este momen- to de la escritura empecé a considerar que esos poemas se atraían y podían llegar a ser un libro, porque hasta ahora nunca lo había hecho. Para mí escribir siempre había sido una experiencia de redención, digamos, es- cribía un poema y, si me gustaba, listo, ya “había salvado mi día”, no tenía la intención de publicar. Pero la escritura de este libro significó una forma singu- lar de habitar el lenguaje, como ingre- sar a una conversación más extendida entre ciertas experiencias domésticas, pequeñas, como la del patio, y una pul- sión más ligada a lo natural, lo universal y lo ancestral. En ese punto los poemas comenzaron a convocar con insistencia a las mujeres, sobre todo, desde la ex- periencia de “las madres”. Creo que ahí se completó el ciclo. -¿Qué fueron/son los patios para usted? Siento que es una palabra que abre un mundo narrativo y emotivo inmenso -Sí, es así, creo que los patios están vin- culados a momentos luminosos, como la infancia, y muy íntimos. El patio es un espacio de juego, de contacto con la naturaleza, de disfrute. A la vez tie- ne su propio pulso dentro del universo de lo doméstico: la forma en la que percibimos el tiempo, incluso nuestro propio cuerpo, es diferente en el patio. Nos convoca a habitarlo de una mane- ra distinta al resto de los espacios de la casa porque allí creamos nuestras propias reglas; es como que hacemos nuestro propio pacto con el patio. Yo tuve el privilegio de tener varios patios, el de mi casa, el de la casa de mi abue- la, también los patios de mis amigas y amigos de la infancia, y eran de nuestra soberanía, en cierta forma un espacio libre del “deber” y más cerca del goce y el deseo. -¿Qué significa para usted este primer libro? ¿En qué circunstancias siente que llega? -Creo que Patios de verano llega en el momento menos esperado, por el con- texto que estamos viviendo y el gran esfuerzo que deben hacer las editoria- les independientes, como Cartografías, para publicar, sobre todo a autores in- éditos, como es mi caso. En este sentido lo vivo con mucho agradecimiento y, volviendo a la construcción de lo co- lectivo que te comentaba recién, creo que el libro está muy apuntalado por una red amorosa que desde ya reciben y hacen circular la voz de estos poemas. Para mí Patios es el inicio de una con- versación, es poder decir: “En este mo- mento elijo este lenguaje para hablar de una experiencia”: mi primer lenguaje está en lo minúsculo, pero también en lo universal o lo compartido. -¿Cómo juega lo intergeneracional en su voz de narradora? -Es muy importante porque esa varia- ción hace que el yo poético esté en mo- vimiento, a veces más cerca de la infan- cia, a veces más cerca de lo materno, o de la marcha histórica de las mujeres. En el proceso de escritura he tenido momentos en los que intenté auscultar ciertas experiencias que me antecedie- ron, de mujeres que me antecedieron y que me convocan de manera particular, ya sea por el vínculo familiar o por su decir poético. Y también hice lo pro- pio hacia adelante, desde este lugar de acompañar las infancias de mis hijas, que me interpela y me desafía de ma- nera permanente a hacer juntas nuestro propio camino. -Siento que a sus poemas los cruza la perspectiva de género: ¿trabajó en par- ticular para que tuvieran esa mirada? -Sin duda sí hay una perspectiva de gé- nero, pero no creo eso haya formado parte de una decisión inicial, sino que la escritura fue encontrando su cauce en la mujer, en una maternidad y un cuerpo que son políticos, y que a la vez están muy cerca de la naturaleza. Como dos linajes, ¿no?: la mujer y la tierra. Son dos genealogías femeninas que se despliegan en casi todos los poe- mas. -¿Por qué le interesó traer voces como Glauce Baldovin, Sharon Olds, María Negroni, Mirta Rosenberg, Adelia Pra- do? ¿Son referentes en su lectura, en su escritura? -Son autoras muy importantes para mí. Sobre todo, en estos últimos siete años me siento convocada de manera espe- cial por su poesía, aunque son poéticas diferentes. A cada una de ellas las fui conociendo en distintos momentos de mi vida y la energía subjetiva de sus poemas me movilizó de una manera arrasadora. Para este libro en particular las he llamado a todas a través de epí- grafes y siento que me han acompaña- do muchísimo en el proceso de com- prender a través del lenguaje algunas experiencias. Un hecho curioso que descubrí es que todas ellas publicaron por primera vez después de los treinta años; si bien es algo “anecdótico”, si se quiere, me pareció llamativo para pen- sar mi propio vínculo con la escritura. -Son tiempos tristes de quema de bos- ques en varias provincias del país, en Córdoba en particular: ¿Tiene alguna reflexión sobre esto? -Gracias por esta pregunta, porque creo que tenemos una gran responsabilidad en acercar el lenguaje al bosque, al monte. No sólo el lenguaje, claro, pero esto es urgente. Nuestro imaginario no puede desapegarse de la naturaleza. Lo que hemos vivido estos días es muy de- solador, sobre todo teniendo en cuenta lo sistemático de las quemas y los inte- reses inmobiliarios que hay detrás. Pero también es esperanzador ver la sensi- bilidad y el compromiso que toda una generación está asumiendo con el me- dio ambiente. Cuando comenzaron los incendios enTraslasierras, Maxi Ibáñez, un poeta cordobés, publicó un poema terriblemente hermoso que se viralizó en las redes. El poema se llama “Hablar los bosques” y recupera este llamado a traerlos a nuestra conversación, a nues- tro día a día, sustraerlos del olvido a tra- vés del lenguaje. Es tiempo, me parece, como dice Ibáñez, de regresar la pala- bra al follaje. 1. Patios de verano, Melisa J. Gnesutta, Editorial Cartografías, Río Cuarto, 2020.
  6. El Corredor Mediterráneo / Página 6 LITERATURA Paralelos a la Generación del 27, los movimientos vanguardistas buscaban restablecer lo auténticamente lírico y salvar la poesía: el ultraísmo, el dadaís- mo, el cubismo y el futurismo. El ultraísmo: El ultraísmo nace en el 1919 y muere prácticamente ya cuatro años más tarde. Desde 1915, el movi- miento modernista quedó liquidado. Juan Ramón Jiménez y algunos poetas menores intentan buscar nuevos cami- nos que fueran “más allá” (en latín “ul- tra”) del modernismo. La terminación de la Primera Guerra Mundial aceleró el proceso. El impacto de la guerra del 14 dio lugar en Europa a un intento de ruptura con la cultura que parecía ago- tada y al nacimiento de una serie de grupos llamados de “vanguardia” (del antiguo avanguardia, y este de aván, por avante = ‘adelante’, y guardia: avanzada de un grupo o movimiento ideológico, político, literario, artístico). El común denominador de la vanguar- dia fue: Afán revolucionario por acabar con la tradición, creando un arte comple- tamente inédito. Característica de este nuevo arte sería la completa y absoluta libertad en el terreno de la forma y – paradójicamente a las circunstancias históricas del momento– un despreo- cupado optimismo. El creacionismo: Fue una corriente sur- gida al lado del ultraísmo. Su portavoz fue el chileno Vicente Huidobro Fer- nández (1893-1948), escritor vanguar- dista chileno, defensor entusiasta de la experimentación artística durante el periodo de entreguerras. El manifiesto del creacionismo: Nada de acción ni de descripción. El senti- miento tiene que salir solamente de la fuerza creadora. Hay que hacer una poesía como la naturaleza hace un ár- bol. El poeta crea un mundo fuera del existente, un mundo que no existe, pero debería existir. Por ejemplo, si el poeta dice “el pájaro que anida en el arco iris”, presenta el poeta un fenóme- no que no existe, que nadie ha visto, pero que todos desearían ver. “En vez de cantar la rosa, hazla florecer en el poema” (Huidobro). El dadaísmo: Dada es una palabra fran- cesa que significa ‘caballito de juguete’ y fue elegida por el poeta y editor ru- mano Tristan Tzara al abrir al azar un diccionario en una de las reuniones que el grupo celebraba en el cabaret Voltaire de Zurich. Fue un movimiento vanguardista litera- rio y artístico surgido en 1916, durante la Primera Guerra Mundial, caracteri- zado por su negación de los cánones estéticos establecidos, y que abrió ca- mino a formas de expresión de la irra- cionalidad. Abarca todos los géneros artísticos y es la expresión de una pro- testa nihilista contra la totalidad de los aspectos de la cultura occidental, en especial contra el militarismo existente durante la I Guerra Mundial e inmedia- tamente después. Aunque los dadaístas utilizaron técni- cas revolucionarias, sus ideas contra las normas se basaban en una profunda creencia, derivada de la tradición ro- mántica, en la bondad intrínseca de la humanidad cuando no ha sido corrom- pida por la sociedad. Como movimiento, el Dadá decayó en la década de 1920 y algunos de sus miembros se convirtieron en figu- ras destacadas de otros movimientos artísticos modernos, especialmente del surrealismo. En París inspiraría más tar- de el surrealismo. En 1922 el grupo de París se desintegró. El surrealismo: El francés surréalisme, término que designa una tendencia ar- tística, fue mal traducido al español en forma de surrealismo. El prefijo francés sur- corresponde al español super- o sobre-, y la traducción adecuada sería superrealismo o sobrerrealismo. Anto- nio Machado prefirió suprarealismo. La Real Academia admite que superrea- lismo, sobrerealismo o suprarrealismo son formalmente los nombres más ade- cuados, pero que el nombre surrealis- mo se ha impuesto en todo el ámbito hispano y, por ello, es el más recomen- dable, lo que también vale para el ad- jetivo surrealista, frente a sobrerrealista, superrealista y suprarrealista. El movimiento artístico y literario surge en Francia a comienzos del siglo xx y caracterizado por dar primacía al in- consciente y a lo irracional. La palabra francesa está formada con el prefijo sur- , cuyos equivalentes en español son los prefijos sobre-, super- o supra-; de ahí otros nombres como sobrerrealismo, su- perrealismo o suprarrealismo, que, aun- que formalmente más adecuados, no han conseguido desplazar a surrealismo, denominación que se ha impuesto con claridad en todo el ámbito hispánico y resulta, por ello, la más recomendable. Lo mismo ocurre con surrealista, frente a las alternativas sobrerrealista, superrea- lista y suprarrealista.» [RAE: Diccionario panhispánico de dudas. Madrid: Santi- llana, 2005, p. 621] De “una costilla del dadaísmo” surge en Francia el Surrealismo. En España surgió de los movimientos anteriores hacia 1925 y alcanza su punto culmi- nante hacia 1928. Se busca el “auto- matismo síquico puro”, la asociación libre de ideas o imágenes, fuera to- talmente de la lógica, de la razón. La influencia del sicoanálisis y la “asocia- ción libre” como técnica terapéutica es patente. Se atiende solamente a la pre- sentación del “mundo subconsciente”, de ahí la incoherencia irracional de las relaciones metafóricas, la importancia que adquieren los elementos oníricos y el tono turbulento y angustioso de las alucinadas visiones. Para los surrealis- tas, el sueño (influencia freudiana) es una fuente de inspiración poética. El poeta trabaja durante la etapa del sue- ño. El misterio de toda creación está en las fuerzas inconscientes de la per- sona creadora. Sueño y la realidad no son contradictorios, sino que se deben fusionar y dar así una “superrealidad”. De ahí que en España se diera a este movimiento el nombre de superrea- lismo. Los surrealistas o superrealistas rechazan toda actividad consciente y lógica y buscan la expresión de lo irra- cional, de las fuerzas elementales del alma humana. El primer poeta español que escribió poesías surrealistas fue Rafael Alber- ti (1902-1999) en Sobre los ángeles (1930). Vicente Aleixandre (1898- 1984), Federico García Lorca (1898- 1936) y Gerardo Diego (1896-1987) pertenecieron a este movimiento poco tiempo. Destacan, por su clara filiación surrea- lista: José María Hinojosa (1904-1936) GÓNGORAY LAGENERACIÓN DEL27 (2ªparte) Por Isabel Rezmo
  7. El Corredor Mediterráneo / Página 7 La flor de California (1926) y La san- gre en libertad (1931); Rafael Alberti (1902-1999), Sobre los ángeles (1929); Luis Cernuda (1902-1963), Los place- res prohibidos (1931), y Federico Gar- cía Lorca (1898-1936): Poeta en Nueva York (1929-1930). Esta obra de Lorca, así como sus piezas teatrales El público y Comedia sin título, y el guion cine- matográficoViaje a la luna, revelan una afinidad con las búsquedas estéticas de Luis Buñuel y de Salvador Dalí, cuyos cortometrajes Un chien andalou (Un perro andaluz) y L’âge d’or (La edad de oro), con guion sólo de Buñuel, son ex- ponentes del surrealismo en el cine. Con el surrealismo –originado en Espa- ña como superrealismo independiente- mente del francés– la poesía ganó un nuevo contenido dramático, después de algunos años de “deshumanización del arte” (Ortega). El tono europeo y antitradicional de los primeros momen- tos fue sustituido por la integración de la mejor tradición española: Garcilaso de la Vega (1501-1536), San Juan de la Cruz (1542-1591), Francisco de Que- vedo (1580-1645), Luis de Góngora y Argote (1561-1627) y Gustavo Adolfo Bécquer (1836-1870). Esta integración fue fruto de la nueva valoración de la tradición española llevada a cabo por los “poetas universitarios” (Pedro Sali- nas, Jorge Guillén, Dámaso Alonso y Gerardo Diego). Evolución posterior En palabras de Dámaso Alonso: “Esta generación no se alza contra nadie ni contra nada, ni en lo político ni en lo li- terario” a diferencia del modernismo y del 98. Se admira a los valores y maes- tros anteriores y a los grandes valores de la lírica nacional, pero se evolucio- na manteniendo ciertos valores ultraís- tas: Libre uso de la metáfora, uno de los elementos capitales del poema, estili- zación poética de la realidad y subs- titución de lo sentimental, decadente y noble del modernismo por un tono juvenil y optimista, a veces irónico, y escasamente emotivo. Es el momento de la estilización de lo popular (Lorca y Alberti) y de la poesía pura (Salinas y Guillén). Ambas direc- ciones entroncan con aspectos de Juan Ramón Jiménez (1881-1958), quien es maestro común y admitido. La vuelta a lo popular no sólo afecta a los temas, sino también a la métrica. Lorca, por ejemplo, usará la copla tradicional po- pular y Alberti la del cancionero me- dieval. El mismo Dámaso Alonso en los frag- mentos entresacados de «Góngora en- tre dos centenarios» (1962) nos indica lo que significó el centenario del poeta barroco para sus compañeros de grupo: “Todos los poetas del grupo, en nues- tras reuniones en cafés o en casa de algún amigo, hablábamos de Góngora, discutíamos pasajes. Queríamos tam- bién preparar la defensa contra los fe- roces enemigos: estábamos indignados porque la Academia no había querido celebrar el centenario del poeta. Queríamos organizar actos para la ce- lebración del centenario. Escribimos cartas -firmadas por todos nosotros- a varios de los maestros literarios de en- tonces. Las contestaciones a esas cartas fueron casi todas negativas. Quisimos hacer una biblioteca del centenario en la que se publicaran las obras de Gón- gora y otras en su honor. Yo preparé la edicióndelasSoledades,ymilibrotuvo un éxito mundial (con muchas reseñas en España, Europa y América); Gerar- do Diego reunió su preciosa Antología Poética en honor de Góngora, que es un excelente índice del influjo del poe- ta a través de siglos de poesía española; Cossío publicó una pulcra edición de los romances; Salinas, Guillén y Alfon- so Reyes se comprometieron a editar los sonetos, las octavas y las letrillas del poeta, pero no lo hicieron [...] El centenario de Góngora, en 1927, fue una explosión de entusiasmo juvenil. Los jóvenes de entonces nos sentíamos cerca de algunos de los problemas es- téticos que habían ocupado a Góngora. Estaba en el ambiente europeo la cues- tión de la pureza literaria: se trataba de eliminar del poema toda ganga, todo elemento no poético. Nos preocupaba también la imagen: en la imagen íba- mos detrás del movimiento ultraísta -en el que alguno, Gerardo Diego, había participado ya-. Ese movimiento había sido estridentista. Y ahora, en los años inmediatamente anteriores a 1927, nada de estridentismo: se trataba de tra- bajar perfectamente, en pureza y fervor, de eliminar del poema elementos rea- les y dejar todos los metafóricos, pero de tal modo que éstos satisficieran a la inteligencia con el sello de lo logrado”. Poéticamente se pueden distinguir tres etapas en la poesía de la Generación del 27: Primera etapa: Etapa de tanteo, en la que conviven las influencias del ro- manticismo con las de la vanguardia, especialmente el Ultraísmo de Gómez de la Serna y el Creacionismo deVicen- te Huidobro y Gerardo Diego. Lectura de los clásicos españoles, admirados y asimilados por toda la generación. Segunda etapa: La celebración en 1927 del tricentenario gongorino es la cul- minación de todo lo anterior, tanto del vanguardismo español como del amor por los clásicos, así como de la rebel- día romántica que los lleva a oponer- se, tanto a la frivolidad un tanto huera de la vanguardia, como a los últimos restos del realismo decimonónico. Sin embargo, esta etapa esteticista no du- rará mucho. Tercera etapa: La situación mundial y española, unida al impacto que causó el surrealismo con su rechazo de la pu- reza poética, llevarán a los poetas una “rehumanización” de la poesía que en algunos casos (Alberti y Altolaguirre so- bre todo) se traducirá en un auténtico compromiso político. La Generación del 27 y su producción literaria es considerada como la Nueva Edad de Oro de la lírica española. La mayoría de los representantes de esta generación, comprometidos con la II República (1930-1936), tuvieron que escoger el exilio al sobrevenir la GuerraCivil(1936-1939),otros,como Lorca o José María Hinojosa, fueron víctimas de la contienda fratricida.
  8. El Corredor Mediterráneo / Página 8 DE ORILLA A ORILLA LA ANGUSTIA DE LA PERFECCIÓN Por Jorge Rodríguez Hidalgo ¿Qué pensaría el secretario personal de Gottfried Leibniz (Ale- mania, 1646-1716) mientras seguía -miembro único de la comitiva fúnebre- los restos mortales del filósofo racionalista alemán? ¿Qué hubiera podido pensar el polímata de Leipzig de su propia muerte, pero sobre todo de su vida de estudio y sabiduría, a la vista de la soledad en que era conducido hasta una tumba sin nombre con la evidente intención de que fuera olvidado? Convencido de que nuestro mundo era “el mejor de los posibles” (“Ensayos de Teodicea sobre la bondad de Dios, la libertad del hombre y el Origen del mal”, 1710), pensador con los pies en la tierra, pero con la mente exploradora en permanente movimiento, fue su afán ver siempre el lado op- timista de las cosas, que no quiere decir, precisamente, ama- ble, sino posible, conquistable. Apenas contaba cinco años cuando, ante el caso omiso de sus padres a su petición de esa enseñanza, se inició de forma autodidacta en el aprendizaje del latín. Interesado por todas las disciplinas del saber, no se asomó a ellas como un mero diletante, sino que profundizó en su conocimiento hasta tal punto que hoy son lo que son mer- ced a sus logros. “La cuadratura del círculo” o los rudimentos de lo que siglos después de Blaise Pascal (Francia, 1623-1662) daría en la actual calculadora son solamente dos ejemplos de sus felices investigaciones. Pero, sin duda, la invención del cál- culo diferencial o infinitesimal sería a la postre lo que marcaría tanto su suerte como su infortunio. En efecto, Isaac Newton (Inglaterra, 1643-1727), que se había arrogado a la sazón la paternidad del invento, negó desde el principio la honestidad de Leibniz, a quien los dis- cípulos del británico condujeron al descrédito y la margina- ción en todos los ámbitos de la vida. Solamente el newtoniano Samuel Clarke (Inglaterra, 1675-1729) consideró a Leibniz, si bien tras la muerte de éste. Y lo hizo, no litigando acerca de quién fue el primero en la invención, sino intercambiando conocimiento sobre el mismo objeto de estudio. Porque, al decir de Víctor Gómez Pin (“El honor de los filósofos”, Barce- lona, 2020), “desgraciadamente, los newtonianos no discutían con Leibniz de filosofía… sino casi de registro de patentes”. Es decir, tanto Newton como sus discípulos no relacionaban de forma expresa la matemática y la ciencia en general con la filosofía, lo que para Leibniz constituía una renuncia a un saber que “busca siempre la razón y la divina sabiduría que la inspira”. Estamos, por tanto, ante la figura de un hombre que as- pira a saber ad infinitum, en estéril pero corajuda busca, muy probablemente, de la perfección a que el conocimiento de las cosas impele. Parémonos aquí. ¿Es posible la perfección? ¿Es posible pensar, obrar de forma perfecta? ¿No es la perfección más un camino a recorrer que un destino conocido? ¿La per- fección es una aventura que se acomete con la ayuda de guías e instrumentos imperfectos? ¿Puede la imperfección alcanzar lo que no está en su naturaleza; esto es, negarse a sí misma, mejorarse hasta su imposible objeción? Todas estas pregun- tas me asaltan cuando pienso en el arte, en la vida. Las obras consideradas “perfectas”, esas que llamamos “maestras” para apartar de la consideración, si no libre, sí diferente, a quienes se salen del rebaño de las opiniones establecidas, ¿no son, en realidad, obras “muertas”? Si la perfección fuera alcanzable, ¿es cima de nada la que lograse el arte imitatoria de la vida, cuya imperfección es condición sine qua non de su humani- dad? La Columna Precisamente, la humanidad, el anhelo de la misma, es lo que mueve al robot NDR “Andrew” de la película “Bicen- tennial Man” (1999) [“El hombre bicentenario”, en España], basada en el cuento y la novela homónimos de Isaac Asimov. El autómata, un ingenio que podría calificarse de perfecto, si por tal podemos entender su imperecedera existencia, deci- de perder tal condición para reconocerse entre los mortales hombres, los dolientes y falibles hombres. El deseo de imper- fección oculta en verdad la suprema perfección: quiere morir, cerrar el círculo, invertir el sentido de la idea de que cuanto más lejos se está del hombre (la humanidad) mayor es la per- fección (la máquina, la tecnología son creaciones humanas, sin embargo). Hay una clara referencia al “superhombre” niet- zschiano, que resulta de la muerte del hombre. Es el propio pensador vitalista alemán (1844-1900) quien en el capítulo “Del árbol de la montaña”, en “Así habló Zaratustra”, afirma, de forma dramática, casi angustiosa: “Todavía no eres libre, todavía ‘buscas’ la libertad”.
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