Desde siempre, las oficinas corporativas han reservado un espacio propio y privilegiado para sus directivos. Los despachos han tenido históricamente distintas funciones, la representatividad por un lado (cuantas peleas hemos vivido por tamaño el tamaño de despachos), la privacidad en busca de la confidencialidad debido a las conversaciones y la información sensible que trataba en ellos y finalmente la mejora de la concentración en el trabajo.