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Vanitas.pptx

21 de Mar de 2023
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  1. El vacío del ser humano.
  2. Esto es en vano…
  3. Vanitas. Vanitas vanitatis
  4. • Su nombre y su concepción se relacionan con un pasaje del Eclesiastés (Ec 1, 2): Vanitas vanitatum et omnia vanitas («vanidad de vanidades, todo es vanidad»)
  5. • La vanitas es un género dentro del género del bodegón o la naturaleza muerta, bien característico del Barroco. • Es la representación de lo efímero de la vida, lo pasajero, la insignificancia de las cosas materiales y los placeres terrenales. La fragilidad de la existencia. • La frase latina de donde proviene es “Vanitas vanitatum omnia vanitas”, que quiere decir que “todo es vanidad”. Vanidad en el sentido de vacío, insignificancia (de ahí que aún hoy tenemos la expresión “es en vano”). • El concepto de vanitas se ha utilizado con dos propósitos: para alentar a gozar el momento (el “carpe diem”, vive el día); o como reflexión para no “malgastar” la vida en cosas mundanas sin alimentar el alma, sin prepararse para el más allá.
  6. • Una vanitas por lo general está pintada con minucioso realismo (pensemos que la naturaleza muerta en general era adoptada por los artistas porque, al ser un modelo estático, permitía trabajar el detalle realista y los efectos de la luz). • Y los objetos que la componen son todos simbólicos. Representan, además de la muerte y la brevedad de la vida, todas las riquezas, la belleza, el conocimiento y demás placeres terrenales que pronto llegan a su fin. • Por eso encontraremos por lo general cráneos, velas apagándose, pompas de jabón, relojes, frutas pudriéndose, flores marchitándose, bebida, instrumentos musicales, libros, armas y joyas. • En este cuadro, Maria van Oosterwijk nos provoca con un contraste (recordemos que, justamente, el Barroco es un período de contrastes fuertes y es muy común representar en esa época el contraste vida-muerte): entre los objetos “muertos” pinta flores y una mariposa, llenas de vida y bellísimas, aunque evidentemente delicadas, momentáneas, fugaces.
  7. El Jardín de las Delicias. Jheronimus van Aken el Bosco Comenzamos este acercamiento a la representación del pecado y la muerte en el mundo del arte con una obra fascinante. El Jardín de las Delicias de El Bosco. En él el maestro holandés va desgranando la creación del mundo, desde el tercer día, cuando se separan el cielo y la tierra (imagen del tríptico cerrado). En las tres tablas interiores de la obra, El Bosco nos empuja a entender el mundo desde la Creación del hombre (tabla de la izquierda), a la inconsciente felicidad del Jardín de las delicias (tabla central) y al destino inevitable en el Infierno musical (tabla derecha). Hay mucho de vanitas en estas tablas enigmáticas y sarcásticas, pero en el recorrido por las etapas de la presencia del hombre en la tierra, son, la tabla central (el Jardín de las delicias) y la derecha (el Infierno), las que nos sirven para encabezar este recorrido por las vanitas. En el Jardín de las delicias El Bosco nos presenta una situación de la humanidad inmersa ya en el pecado, especialmente el de la lujuria, aunque toca otros como la avaricia, que lo llevan a la perdición. Escenas eróticas heterosesuales, homosexuales y onanistas llenan la tabla de personajes entregados al disfrute. Entre los numerosos desnudos aparecen muchos tipos de frutas, en clara alusión a los placeres sexuales. En la Edad Media "coger la fruta" significaba tener comercio carnal. Además las frutas son un símbolo de la fugacidad de la vida y del placer, por su rápido deterioro. Los animales que vemos en esta tabla se han interpretado como un símbolo de lujuria y los estanques de agua son símbolos de concupiscencia. Las mujeres que están en el interior del estanque van tocadas con cuervos e ibis, símbolos de vanidad, que veremos después en los bodegones de vanitas. En la parte inferior derecha de la tabla un personaje vestido, el único, que mira al espectador mientras señala a la culpable de toda la situación: Eva, la que trajo el pecado al mundo. El arte occidental ha dejado auténticas maravillas respecto al erotismo, en las que siempre aparece la mujer como provocadora de los pecados. Y como la humanidad ha caído en desgracia, sólo tiene un destino posible: el infierno. La tabla del infierno, conocida como "EL infierno musical" porque está llena de instrumentos musicales (no se sabe porqué El Bosco relaciona la música con el castigo eterno), es la más sombría de las tres y explica que los innumerables tormentos que esperan a la Humanidad serán el pago por sus desmanes. Personajes que defecan monedas, juegos de cartas y dados, en clara alusión a la avaricia, envuelto todo en un caos de torturas y confusión. Una sombría visión de las consecuencias de los pecados del hombre. Se necesitan muchas horas para transitar esta maravilla datada entre 1500 y 1505, que se puede ver en el Museo del Prado de Madrid. Siempre hay algo en ella por descubrir. Su influencia como obra moralizante ha sido enorme y muchos de los símbolos que en ella aparecen han inundado las obras de Vanitas del
  8. El triunfo de la muerte. Pieter Brueghel el Viejo Este cuadro que también se puede ver en el Museo del Prado de Madrid, lo realizó el maestro flamenco en 1562, un siglo antes de que nacieran los bodegones de Vanitas. Lo compró Isabel de Farnesio, la madre de Carlos III, en el siglo XVIII y pasó a la colección del Prado en 1827. Es una obra moralizante que te sitúa ante el triunfo de la muerte sobre las cosas mundanas. Ésta está simbolizada por un gran ejército de esqueletos que arrasan la Tierra. Y dentro de él ya podemos ver algunas Vanitas (miradas con la sátira de Brueghel). En la esquina derecha del cuadro encontramos un reloj de arena, marcando el final de la vida de un rey que tiene cerca unos barriles llenos de monedas (dos objetos muy utilizados en los bodegones de Vanitas). Al rey de nada le sirven ni el escudo, ni su apariencia lujosa, ni su alto rango para perecer como los demás. Justo en la esquina contraria una pareja de enamorados son incapaces de ver que el músico que deleita su arrobamiento no es otro que un soldado de la muerte. Influenciado por El Bosco, Brueghel inunda el cuadro de una desoladora realidad; la muerte es la vencedora inapelable ante la que es inútil resistirse. Entre los personajes desesperados, unos luchan contra lo evidente mientras otros se resignan a lo que les espera.
  9. Vanitas. Anónimo holandés En esta tabla datada en el siglo XVII, de la que se desconoce el autor, vemos una mirada sarcástica, típica de los maestros holandeses, al género de "Vanitas". El viejo avaro, sólo y rodeado de objetos que aparecen apiñados sin sentido decorativo, pura avaricia, mira asombrado al esqueleto que lleva colgado un bolso verde, ¿que llevará dentro?. Tocado con un sombrero de plumas, le dedica una canción antes de llevárselo. Hay un cuadro, a la izquierda de la composición, en el que se ve la advertencia que ya le hizo el tétrico músico en la juventud: "memento mori": recuerda que vas a morir. Los animales de las esquinas son también un divertido mensaje del anónimo autor. El lujurioso mono, que acaricia tranquilo la esfera terrestre mientras fuma (el tabaco como placer e indicio de mortalidad), parece expresar que con él no va la cosa, mientras el perro, símbolo de fidelidad, puede que se refiera aquí, a la interpretación iconográfica que utiliza a este animal para acompañar a los muertos en su tránsito por la laguna Estigia en su camino hacia el Hades, aunque en esta escena, el perrillo parece ladrar asustado ante el tétrico cantante.
  10. Leonard Kern. El infante dormido o la alegoría del tiempo. • Del escultor alemán Leonard Kern, que se llevó de su estancia en Roma el amor por el arte clásico, traemos este "Niño Dormido" que realizó en marfil en el siglo XVII. • Es una obra de "Vanitas", que representa una alegoría del tiempo. Se puede ver en el Departamento de Artes decorativas del Louvre de París. • Sus escasos treinta centímetros retratan con una maestría, podríamos decir que minimalista, la esencia de las "Vanitas". Apoyado el brazo, sobre el que descansa su laureada cabeza, en una calavera (memento mori), que corona un reloj de arena, utilizado como un pedestal, mientras mide el tiempo de la vida. • La antorcha invertida entre sus piernas reafirma la sentencia de la muerte. El laurel que provoca sueños premonitorios, corona la cabeza del niño, que dormido nos envía un mensaje inequívoco. •
  11. Clara Peeters. Alegoría de la Vanidad La pintora flamenca Clara Peeters nos dejó en este posible autorretrato del siglo XVI un bodegón Vanitas, que es una alegoría de la vanidad. La obra pertenece a una colección particular. En ella se muestra vestida de manera lujosa, con un espejo abierto en la mano y apoyada en una mesa repleta de objetos que no son otra cosa sino muestras simbólicas utilizadas en las Vanitas. Monedas, joyas, flores a punto de marchitarse, la bola de cristal que refleja lo que ha de venir y el generoso escote que deja ver sus pechos turgentes. Hay aquí mucha materia de la que vimos en el Jardín de las delicias.
  12. Michelangelo Caravaggio. San Jerónimo escribiendo Este "San Jerónimo escribiendo" fue una de las últimas obras de Caravaggio en su etapa romana, que se puede ver en la Galería Borguese de la ciudad eterna. En él el santo escritor de la Vulgata aparece pobremente vestido y acompañado de una calavera para no olvidar el "memento mori". Lejos de representarlo acompañado con el león, compañero iconográfico de este santo, reduce sus atributos al mínimo, lo representa en la pobreza más absoluta y absorto en su trabajo de escribir. Esta es una Vanitas moralizante, con un mensaje claro de cuál es la actitud a tomar si se quiere afrontar el momento de la muerte sin miedo al infierno. La austeridad que transmite San Jerónimo fue inspiradora de la Orden de clausura monástica que lleva su nombre, que ha llevado su voz a tantos rincones de Europa. En su nombre se han fundado monasterios por muchos lugares, pero como vimos en nuestro recorrido por el Monasterio de Los Jerónimos de Belem, o el extraordinario Monasterio del Escorial, la vanidad de sus creadores se alejó mucho del mensaje del santo ermitaño.
  13. Juan Valdés Leal. Las postrimerías de la vida El maestro del barroco sevillano de cuya obra se puede ver una amplia muestra en el Museo de Bellas Artes de su ciudad, dejó en la Capilla del Hospital de la Caridad dos cuadros de Vanitas, fechados hacia 1670 que son considerados como obras cumbres de este género, no sólo por la magnífica factura técnica de ambos, si no por el nivel intelectual que derrochan. Inspirado por "El discurso de la verdad" que escribió Don Miguel de Mañara, fundador del Hospital de la Caridad de Sevilla, Valdés Leal pintó dos lienzos conocidos como «Las postrimerías de la vida», que cuelgan en la Iglesia de San Jorge en el citado Hospital. El primero lo tituló: In ictu oculi (En un abrir y cerrar de ojos). La muerte, representada por un esqueleto que lleva un ataúd bajo el brazo, destroza con su guadaña la esfera celeste, mientras en un "abrir y cerrar de ojos" apaga la vela de la vida dejando sin sentido alguno los restos desordenados de todo lo que tiene poder en el mundo: una corona, una tiara, ricos vestidos y libros de eruditos científicos y de historia. Entre éstos hay uno abierto por un grabado de Theodor van Thulden sobre un dibujo de Rubens: es uno de los arcos triunfales con que fue recibido en Amberes el cardenal-infante don Fernando de Austria tras la batalla de Nördlingen. Entre los que aparecen cerrados se ve el nombre de Plinio (quizá su Historia Natural) y la primera parte de la Historia y la vida de Carlos V, de fray Prudencio de Sandoval. Pero las glorias del mundo acaban en el segundo cuadro: "Finis gloriae mundi" (El fin de la gloria del mundo), con dos cadáveres en descomposición en primer plano; un obispo y un caballero calatravo, como lo fue Mañara.
  14. La muerte, paso previo para el juicio del alma, aparece como un brazo, como en un rompimiento de gloria, cuya mano sostiene una balanza con las inscripciones: Ni más, Ni menos. En el platillo de la izquierda se pesan los pecados capitales. Sirviéndose de animales simbólicos, Valdés Leal pesa la soberbia, la gula, la avaricia o la pereza. No se necesita más para caer en pecado mortal. Mientras que en el de la derecha, representado por rosarios, libros y enseres de iglesia, explica que no se necesita menos que la oración para salir de él. Este "menos" enlaza con el discurso iconográfico desarrollado en la serie de cuadros de Murillo en la nave del templo. Todo el discurso artístico en esta iglesia lleva a la obra de Miguel de Mañara.
  15. Antonio Pereda. La vida es sueño Del vallisoletano Antonio Pereda traemos aquí un óleo fechado en 1650 que se puede ver en La Real Academia de las Artes de San Fernando de Madrid, titulado "El sueño del caballero". La obra describe cómo un ángel le muestra a este caballero, vestido elegantemente a la moda del siglo XVII, entregado en los brazos Morfeo, lo efímeros que son los placeres, las riquezas, la gloria y los honores. Una colección abigarrada de objetos, que hemos visto repetidos a lo largo de este artículo: joyas, monedas, una vela apagada, juegos, armas, un reloj, la onmipresente calavera y una careta que simboliza la hipocresía. Con ellos el autor va desgranando la advertencia del ángel, que le muestra un jeroglífico en el que una flecha vuela sobre el sol, con tanta velocidad como pasa el tiempo de nuestras vidas.
  16. Cézanne. Pirámide de calaveras Este óleo de Cézanne fechado en 1901, pertenece a una colección particular. Realizado cinco años antes de su muerte, la composición es un tétrico "memento mori" que tiene toda la fuerza de las pinceladas del maestro que sembró las bases del cubismo. No se sabe si Cézanne, el pintor de Aix-en-Provence, realizó estos cuadros como consecuencia de ver cerca su final (hizo varias "Vanitas" en sus últimos años), o simplemente como otro tipo de bodegones, pero cambiando sus famosas manzanas por estas calaveras.
  17. Terminamos este recorrido con una loa al "carpe diem" representado en este mosaico romano, hallado en la libertina ciudad de Pompeya, al que le dieron el nombre de "Scheletro copiere" (esqueleto copero). Se expone en el Museo Arqueológico de Nápoles. No es el único "carpe diem" encontrado en la ciudad de Pompeya representado en el viejo arte del mosaico. Formaban parte estas obras de los suelos del comedor de algunas casas insignes.
  18. En Europa, la Buena Muerte (explicado en el Ars moriendi escrito a principio del siglo XIII) se trata de cuando un difunto se enfrenta con serenidad a un instante de agonía, consciente de que llega el fin de su vida terrenal repleta de cosas superficiales, vanas y perecederas, en la cual se ha esforzado en preparar su alma para la vida eterna. Estuvo presente en Romances y Cantares de Gesta franceses de la Alta Edad Media[1], se convierte después un modelo muy divulgado en el arte de los siglos XII y XIII, pero no representa un sentir de la mayoría, únicamente de personas que quizá carecían de preocupaciones más importantes como las de la plebe. Ya en el siglo XIV, época de crisis con hambruna, guerras y la inminente amenaza de la Peste Negra (acabó con un tercio de la población europea), la muerte se transforma en una preocupación de carácter social. Presente en manifestaciones culturales de todo tipo, me ceñiré a lo que respecta al arte, en la que se puede ver a lo que popularmente conocemos ahora como la parca, guiando a los difuntos sujetando guadañas, relojes de arena… todos estos elementos son alegorías cuyo uso se irá prolongando a través de los siglos. Pero ¿por qué se realizan estas obras, que a ojos de un pueblo analfabeto parecen tan pesimistas? Pues porque desde la Iglesia Católica que era quien realizaba la mayor parte de encargos a artistas, junto con la realeza se pretende advertir al pueblo de las consecuencias de vivir lejos de los dogmas que marcan, que pueden suponer el castigo en la otra vida. La figura de Dios se torna vengativa y por esa razón realiza esa purga sobre la Tierra, y sentimientos de culpa y miedo serán patentes hasta en el Renacimiento (excepto en Italia, en la que el humanismo precipita lo que se extenderá después por el resto de Europa y el efecto negativo se vuelva
  19. Al otro lado del charco, sabemos que se rendía culto a la muerte representado por figuras esqueléticas, pero no concebían la muerte como en Europa. En época prehispánica la veneración hacia la muerte era interpretada como parte de un ciclo natural de la vida, necesario e inevitable, en donde la dualidad vida-muerte era indispensable para el sostén del ciclo de la naturaleza. Las antiguas culturas Azteca o Mexica, heredó de otros pueblos y desarrollo con mayor pujanza dicho culto. Las deidades del inframundo de esta cultura tenían una representación dual, Mictlantecutli y Mictecacíhuatl, señor y señora del Mictlán, la región de los muertos a donde iban los hombres y mujeres que morían de causas naturales.[4] La imagen que actualmente conocemos como la de la Santa Muerte o Niña Blanca muestra atributos traídos de Occidente que poco tienen que ver con los antecedentes prehispánicos. En México otro icono célebre es calavera garbancera, denominada también Catrina que recién cumplió un siglo de existencia. Es una figura creada por José Guadalupe Posada y bautizada por el muralista Diego Rivera que se llamó «garbancera» porque era así como se nombraba entonces a las personas que teniendo
  20. Aunque algunos historiadores relacionan estas obras con las religiones mistéricas orfico-dionisíacas, la interpretación más apoyada, a la que ayuda el lugar de la casa donde se encontraron, es que se trata de un claro "carpe diem". Una invitación a disfrutar de los placeres de la vida, en este caso los placeres de la mesa y más concretamente del buen vino: «mientras te quedas como yo, aprovecha y disfruta», parece ser el mensaje del viejo esqueleto compuesto con pequeñas teselas de piedra en blanco y negro, que ha llegado a nuestros días.
  21. Blues Dan
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