Iar e vílchez chiroque fiorella-pintura-las meninas
Es la obra maestra del
pintor del siglo de oro
español Diego Velázquez.
El tema central es el
retrato de la infanta
Margarita de Austria,
colocada en primer plano,
rodeada por sus sirvientes,
«las meninas», aunque la
pintura representa también
otros personajes. En el
lado izquierdo se observa
parte de un gran lienzo, y
detrás de éste el propio
Velázquez se autorretrata
trabajando en él.
El artista resolvió con gran
habilidad todos los problemas
de composición del espacio,
gracias al dominio que tenía
del color y a la gran facilidad
para caracterizar a los
personajes. El punto de fuga
de la composición se
encuentra cerca del personaje
que aparece al fondo
abriendo una puerta, donde la
colocación de un foco de luz
demuestra, de nuevo, la
maestría del pintor, que
consigue hacer recorrer la
vista de los espectadores por
toda su representación. Un
espejo colocado al fondo
refleja las imágenes del rey
Felipe IV y su esposa Mariana
de Austria.
Técnicamente el cuadro es
insuperable. El conjunto de
perspectivas utilizadas es único
y produce un efecto
“atmosférico” en el ambiente
representado, como si el pintor
hubiese pintado el aire entre las
figuras.
Se presentan dos perspectivas:
aérea (la difuminación
progresiva de los contornos y la
degradación de las gamas
tonales con el aumento de la
distancia y el alejamiento) y
lineal (diversas líneas
imaginarias o no: línea del
techo-pared; cuadros colgados,
el suelo, que guían nuestra vista
hacia el fondo y nos hacen creer
en una fuerte
tridimensionalidad) es lo que ha
fascinado a todos, expertos o
no, desde el siglo XVII.
La gama cromática empleada por Velázquez en esta obra
es limitada y contenida, predominan los grises y los ocres,
no obstante, aplica colores fuertes como el rojo fuego en
pequeños detalles de la vestimenta de las niñas como
lacitos, pasadores de pelo y adornos florales. De este
modo rompe la monotonía de colores y atrae nuestra
atención. La calidad de representación de las sedas
brillantes con grises y blancos muy luminosos resultan de
una belleza deslumbrante.
En esta pintura prima el
realismo visual sobre los
efectos del dibujo.
Se trata de un retrato cuya
protagonista, según las
primeras descripciones que del
cuadro han llegado, es la
infanta Margarita con algunos
miembros de su séquito. Pero
no se trata de un retrato de
grupo convencional, pues en él
parece estar ocurriendo algo
que sólo queda sugerido por la
dirección de las miradas de
seis de los nueve personajes
hacia fuera del cuadro, es
decir, hacia el lugar donde se
encuentra el espectador.
Para Thomas Glen la secuencia
de hechos es ligeramente
distinta: los reyes han
permanecido durante un tiempo
sentados, posando ante el pintor
que los retrata en presencia de
la infanta cuando deciden dar
por terminada la sesión. En ese
momento las miradas se dirigen
hacia ellos, Velázquez
interrumpe su labor y Pertusato
despierta al perro que ha de
acompañar a su ama. El
aposentador de la reina,
abriendo la puerta del fondo en
cumplimiento de sus funciones
palaciegas, indica que las
personas reales se disponen a
cruzar el espacio representado.
Sobre esta obra se han dicho
los calificativos más elogiosos
, Luca Giordano, pintor de
Carlos II, la llamó “la teología
de la pintura” por reunir de un
solo golpe todas las virtudes
posibles en el arte pictórico.
Carl Justi dijo “no hay cuadro
alguno que nos haga olvidar
éste”. O Teophìle Gautier, que
cuando se lo enseñaron, se
quedó tan maravillado por la
naturalidad y realismo de lo
representado que exclamó :
pero... ¿dónde está el
cuadro?.
Sencillamente, es una de las
cumbres de la pintura
universal, muy imitada
posteriormente y admirada
por todos.
Velásquez
consideraba la pintura
como una actividad
intelectual superior,
cuyo momento
importante no era el
acto de pintar sino la
idea, el concepto y el
pensamiento previos
al hecho mecánico de
aplicar el óleo sobre el
lienzo.
Hasta 1800, Las Meninas estimuló la creación de importantes
obras de arte y generó un destacado debate crítico en el ámbito
español, pero durante el s. XIX toda esa actividad trascendió a
otros países y el lienzo de Velázquez se convirtió en verdadera
fuente de inspiración para artistas europeos y americanos.