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EL SINUOSO AVANCE HACIA UNA UNION BANCARIA EUROPEA.
Manfred Nolte
Al igual que los malos estudiantes que se dan el atracón horas antes de la
celebración del examen, los ministros de finanzas y jefes de Estado de la
Eurozona hicieron lo propio en la madrugada del pasado día 20 de marzo, tras
una maratoniana reunión de más de 17 horas: superar un crítico parcial del
examen de la Unión bancaria(UB) –el Mecanismo único de resolución(MUR)-
con un aprobado raspado. Se ha consensuado la segunda gran columna de la
asignatura titulada ‘sistema bancario paneuropeo’ y eso proporciona una
indisimulada satisfacción. Pero lo ramplona de la calificación siempre lastrada
por las reticencias alemanas provoca la comprensible decepción al comparar lo
que el proyecto anunció ser y la realidad aprobada. Los Estados miembros lo
asumirán el 26 de marzo y el Parlamento lo someterá a votación el 15 de Abril.
El texto final que reviste la forma de un ‘acuerdo intergubernamental’ se
presentará en los próximos días. Todo ello tiene sus consecuencias para la
recuperación en curso de la economía española.
Cuatro son los pilares de una unión bancaria. Una normativa única, cuya
confección avanza a buen ritmo, con importantes consensos en requisitos de
capital, recuperación, resolución y esquemas de garantías de depósitos. Una
supervisión única, igualmente en marcha, en la que el Banco Central Europeo
asumirá el control de los 128 bancos más importantes de Europa –
representando el 80% del Balance bancario de la eurozona - a partir de
noviembre de este año. Un fondo de garantía de depósitos común que
constituya una red de seguridad para los depositantes de un país con
independencia de la salud de las finanzas públicas del país en cuestión, capítulo
que se relega para una etapa posterior. El cuarto y último pilar lo constituye el
mecanismo único de resolución (MUR), eslabón crítico para determinar quien
‘resuelve’, esto es, quien es competente para determinar la disolución o
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salvamento de una entidad financiera en crisis, y como se cubrirán, en su caso,
los costes de la referida disolución.
Es sobre este capítulo sobre el que se han alcanzado acuerdos decisivos el jueves
de la semana pesada.
Hay que recordar aquí, por suponer un cambio radical respecto de los
procedimientos de rescate (‘Bail-out’) adoptados por Bruselas hasta la fecha,
que la reciente ‘Directiva de Recuperación y Resolución’ establece –como ya se
inició en el caso chipriota- la contribución de los acreedores de la entidad a la
cobertura de las insolvencias de la misma, al menos hasta un 8% de los pasivos
exigibles . Con la excepción de los depósitos inferiores a 100.000 euros, el resto
de pasivos bancarios están sometidos a quitas parciales o totales siguiendo una
determinada prelación concursal(‘Bail-in’). Capitales híbridos –preferentes y
subordinadas- deuda ‘senior’ y depósitos superiores a 100.000 euros
constituyen por dicho orden los conceptos de ‘quitas’ hasta el equilibrio o
disolución de la entidad afectada. Este drástico cambio de rumbo debe alertar a
la ciudadanía que en el futuro deberá seleccionar muy atentamente el producto
en el que materialice sus ahorros y de ser un depósito, la cuantía del mismo y
especialmente la solvencia y reputación del Banco al que decida confiarlos.
La divergencia clave y fuente de la mayor o menor decepción según las
expectativas forjadas para gobernantes y gobernados, muy en especial en los
llamados países periféricos, surge en el grado de ‘mutualización’ o
‘colectivización’ de los fondos que se asignen a la resolución: quien y cómo se
cubrirán los costes del cierre y disolución de una entidad financiera. Los países
endeudados suspiran por un fondo común, probablemente el Mecanismo
Europeo de Estabilidad’ que acuda directamente –sin intermediación de los
Estados- a financiar los déficits de un siniestro bancario, o en su caso su
recapitalización. Una unión bancaria constituida en una unión de transferencias
financiada por todos los contribuyentes de la Unión Europea y no por los del
país en los que resida en Banco Insolvente. Así se entendió en el climax de la
crisis del euro en el verano de 2012, cuando en el Consejo del 29 de junio la
Canciller Angela Merkel aceptó la recapitalización directa de los bancos –
fundamentalmente la de los españoles- con cargo a los mecanismos europeos de
rescate. Pero aquello fue flor de un día y el recelo de los países acreedores fue
haciéndose fuerte a medida que cedía la virulencia de la crisis soberana. Herida
en su amor propio, Alemania nunca aceptaría una unión fiscal que se colara por
la puerta trasera de la construcción europea.
El consenso ahora alcanzado establece que serán los propios bancos europeos
los que alimenten un fondo de resolución de crisis bancarias de hasta 55.000
millones de euros. Pero la buena noticia, después de las decepciones narradas,
es que a partir de 2024 dicho fondo no tendrá una consideración nacional sino
que saldrá al rescate de cualquier banco en dificultades de la eurozona. En ese
momento no habrá bancos de tal o cual país sino bancos europeos y la
lamentable fragmentación de los mercados, así como el infernal circulo entre
Bancos y Estados, serán cosas del pasado. Una Unión Bancaria completada
podrá fin a los rescates masivos, contribuirá al retorno de la estabilidad
financiera y creará las condiciones para resucitar la actividad crediticia,
elemento esencial para consolidar la recuperación y crear puestos de trabajo.