• El árbol generoso: Había una vez un árbol que amaba a un niño. El niño jugaba con el
árbol todos los días, trepaba por su tronco, se columpiaba en sus ramas y comía sus
manzanas. El árbol era feliz cuando el niño estaba con él. Pero el niño creció y dejó de
jugar con el árbol. Un día volvió al árbol y le dijo que quería dinero para comprar cosas.
El árbol le ofreció sus manzanas para que las vendiera y consiguiera dinero. El niño
cogió las manzanas y se fue sin darle las gracias al árbol. Pasaron muchos años hasta
que el niño volvió al árbol otra vez. Le dijo que quería una casa para vivir con su
familia. El árbol le ofreció sus ramas para que construyera una casa con ellas. El niño
cortó las ramas y se fue sin despedirse del árbol. Pasaron más años hasta que el niño
volvió al árbol de nuevo. Le dijo que quería un barco para viajar por el mundo. El árbol
le ofreció su tronco para que hiciera un barco con él. El niño taló el tronco y se fue sin
mirar atrás al árbol. Pasaron muchos más años hasta que el niño volvió al árbol por
última vez. Ya era un anciano cansado de la vida. Le dijo al árbol que solo quería un
lugar tranquilo para descansar. El árbol le dijo que solo le quedaba un tocón, pero que
podía sentarse en él si quería. El anciano se sentó en el tocón del árbol y se quedó
dormido. El árbol lo abrazó con lo poco que le quedaba y le susurró: “Te quiero”. La
enseñanza de este cuento es que hay que ser agradecidos y generosos con quienes
nos quieren y nos cuidan, pues no sabemos cuánto tiempo los tendremos.