Mo Yan es un escritor chino que ganó el Premio Nobel de Literatura y suele no dar entrevistas. En una reciente entrevista, Mo Yan reflexiona sobre su participación en la Revolución Cultural cuando era niño y cómo instó a su esposa a abortar por su propio futuro, reconociendo su culpabilidad. También critica la política de un solo hijo en China y la violencia usada para impedir que las personas tengan hijos. Mo Yan demuestra que es difícil juzgar desde la inocencia y que todos podemos ser culpables de dañar a otros.
1. Mo Yan en chino significa “No hables”. Mo Yan es el nombre artístico del escritor chino que ganó el
último Nobel de Literatura. Mo Yan suele no dar entrevistas, es reservado, acostumbra hablar con
su literatura, escribiendo. Desde que ganó el Nobel no había conversado con periodistas. Un par de
semanas atrás aceptó ser entrevistado por el alemán BernhardZand.
Empecé a leer con recelo la conversación, publicada por El País de España. Me habían caído muy
mal un par de frases suyas a propósito de la censura ejercida por el régimen comunista chino, como
por ejemplo que era “un mal necesario”. Toda la prensa occidental lo presentó -desde que ganó el
Nobel- como un escritor oficial y oficialista. Militante del PC desde que tiene 24 años y ahora
vicepresidente de la Asociación de Escritores del partido, cabía esperar de él una importante dosis
de autocensura o cierta desagradable ortodoxia. Pero leer esta conversación con Mo Yan me hizo
pensar que cualquiera de nosotros puede ser más ortodoxo que él, y que las etiquetas son casi
siempre una trampa que no deja argumentar de buen modo.
Cuando habla de su libro Rana, de 2009, donde se refiere a las consecuencias de la política de hijo
único en China, en especial la importante cantidad de abortos que esa ley provoca, Mo Yan
reflexiona sobre los distintos grados de culpa que todos podemos cargar: “Como padre pienso que
uno debería tener tantos hijos como quiera. Pero como oficial tuve que atenerme a la norma
aplicable a todos los funcionarios del Estado: un hijo y no más. No resulta sencillo solucionar el
problema de la población en China. Solo hay una cosa de la que estoy completamente seguro: a
nadie se le debe impedir tener un hijo por medio de la violencia. En las últimas décadas, China ha
vivido cambios radicales tan profundos que casi todos nos sentimos víctimas. Pero casi nadie se
pregunta si él mismo ha sido culpable, si le ha hecho daño a alguien. Yo, por ejemplo, puede que
tuviera solo 11 años, pero en la época de la Revolución Cultural fui miembro de la Guardia Roja y fui
partícipe de la crítica pública a mis profesores. Estaba celoso de los resultados de otras personas, de
su talento, de la suerte que tenían. Y en aras de mi propio futuro, insté a mi mujer a que abortara.
Yo soy culpable”.
Esa superioridad moral que tantas veces nos ocupa, con la que emitimos juicios fáciles y sentencias
rápidas y en algunos casos lapidarias, es demolida por Mo Yan de manera notable. ¿Hablamos
desde la inocencia? ¿Desde un extraño limbo donde no le hacemos daño a nadie, donde no
cargamos culpas? En el juego político esto es pan de cada día. En la industria de los medios de
comunicación de masas, ni hablar.
2. A lo largo de la conversación, Mo Yan acaba precisando que no escribe desde la derecha o la
izquierda, sino en nombre de las personas. No es un mal punto de partida.