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DE: JAIME DÍAZ PAGE (MEXICO)
NOVIEMBRE 2006
ESCRITO 42
EL AMOR A DIOS Y LA FE VIVIENTE
Amados hermanos estudiantes de la Revelación del Libro de Urantia, los saludo e invito a
considerar el Amor a Dios y la Fe Viviente, para el éxito de nuestra búsqueda espiritual de las
verdades divinas y eternas, que nos traerán la vida eterna para nuestra alma. Jesús nos enseña a
buscar la verdad en nuestro mundo espiritual interior.
Debemos saber que nuestro Padre en el cielo nunca deja que nosotros, sus hijos creados,
crezcamos al azar en lo que se refiere a la religión. Él desea que todos nosotros nos encontremos
en unidad con él; y para esta finalidad ha dispuesto que recibamos la enseñanza espiritual que
nos conduce a él, por medio de sus Hijos divinos o por la Revelación divina escrita. En ambos
casos recibimos “los conocimientos e instrucciones espirituales necesarios” para que
aplicándolos en nosotros, hagamos surgir la religión dinámica de la experiencia espiritual
personal en unidad con nuestro Ajustador residente, vinculándonos a él por toda eternidad.
La Revelación escrita nos dice que Jesús de Nazaret vino a Urantia para crear en nosotros
un nuevo espíritu y una nueva voluntad, para conferirnos una nueva capacidad para conocer
la verdad y experimentar la compasión, eligiendo la bondad, la voluntad de estar en armonía con
la voluntad de Dios, unida al impulso eterno de volvernos perfectos, así como el Padre en los
cielos es perfecto. Como podemos notar, el Señor nos guía e instruye amorosa y
cuidadosamente, llevándonos de la mano. 1583:6
Recordemos que la religión no es una técnica para alcanzar una paz dichosa y estática,
no, la religión debe ser un impulso que nos conduzca a organizar nuestra alma, alineando toda
nuestra personalidad para servir dinámicamente a Dios y a la humanidad. Esta organización
personal en cada uno de nosotros, fomenta la experiencia y el crecimiento de los valores y
significados divinos de la verdad, la belleza y la bondad. Todo esto, unificado por nosotros,
equivale a la experiencia de la conciencia de Dios. Al lograr este tipo de experiencia espiritual,
nos estaremos convirtiendo en sobrehumanos, nuestra alma se encontrará avanzando por el
camino correcto, y evolucionando hacia las esferas superiores y sorprendentes de los universos.
1096:6.
El acto supremo que podemos realizar en nuestra vida humana, es hacer crecer en
nosotros los valores de la verdad, la belleza y la bondad divinos, porque es de esta manera
que el Amor de Dios crece en nosotros mediante el culto adorador (oración-adoración) a
nuestra divinidad interior personal. Debemos recordar que la religión es la experiencia real y
no imaginaria de la divinidad en nuestra propia conciencia, en nuestra alma que se espiritualiza
por el acrecentamiento de los valores divinos recibidos en la experiencia espiritual, haciendo
surgir en nosotros el discernimiento espiritual. Este discernimiento religioso, tiene el poder de
transformar nuestras derrotas en deseos superiores y nuevas determinaciones, que nos permiten
seguir avanzando en nuestra vida espiritual y humana. El Amor es el mayor motivador que
tenemos para ascender en el universo; pero este amor no debe estar carente de los valores
divinos de la verdad, la belleza y la bondad, pues de esta manera nuestro amor sería un mero
sentimiento, una ilusión mental, un verdadero engaño espiritual. Es por el Amor y la Gracia
divinos que somos verdaderamente transformados desde lo humano hasta lo divino. 1097:3.
Dios responde a nuestras sinceras oraciones de fe, dándonos una mayor revelación de la
verdad, una enaltecida apreciación de la belleza y un concepto aumentado de la bondad.
Nuestra oración personal es el estímulo más poderoso para el crecimiento espiritual. La oración
nos pone en contacto con la divinidad en los niveles espirituales de nuestra experiencia religiosa
personal. 1002:3.
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La tarea de nuestra vida religiosa consiste en unificar los poderes de nuestra alma y
personalidad, mediante el dominio del AMOR, del amor que damos a nuestro Padre celestial y
el amor que recibimos de ÉL. La salud física, la salud mental y la felicidad, son el resultado de
la unificación de nuestros sistemas físicos, mentales y espirituales. Entendemos sobre la salud y
la cordura, pero comprendemos poco acerca de la felicidad. La felicidad más elevada está
perennemente vinculada al crecimiento espiritual, pues este crecimiento produce en nosotros un
deleite verdadero y duradero y una paz que está más allá de nuestra comprensión humana. En la
vida física, nuestros sentidos perciben la existencia de las cosas, nuestra mente descubre la
realidad de los significados, y la experiencia espiritual personal nos revela los verdaderos
valores de la vida. Podemos alcanzar los altos niveles de vida humana, en el amor supremo de
Dios, y en el amor altruista del hombre. 1097:7; 1098:1.
Jesús nos enseñó que Dios Padre vive en nuestro interior mental, que en verdad las
realidades divinas moran en nosotros, y que aunque Dios no es visible para nosotros, por medio
de la fe en la experiencia religiosa personal podemos confirmar diariamente su presencia dentro
de nosotros. Jesús dijo que la única batalla que tenemos que dar es contra la duda, contra la
incredulidad. Nos enseñó que muchos hombres mueren en el mundo buscando a Dios, sin
darse cuenta que Él vive dentro de ellos. Mediante el ejercicio dinámico de la fe, creyendo
vivamente con amor, conoceremos a Dios y su verdad divina en nuestro interior. Dios vive en
las mentes normales de todos los hombres. Dios Padre es alcanzable por nuestra fe viva.
1766:4.
Cuando Jesús decía: “El pan y el agua de la vida sólo se conceden a los que tienen
hambre por la verdad y sed de la rectitud de Dios”, hablaba en realidad de los valores y
significados divinos que por la fe encontramos en la experiencia espiritual personal, siendo
éstos los que realizan el crecimiento y la perspicacia espiritual en nosotros. Los valores divinos
son proyecciones espirituales de nuestro Ajustador del Pensamiento, y estos sólo podemos
discernirlos naciendo del espíritu y por medio del ojo de la fe viviente, que debemos poseer
como el instrumento espiritual que nos permite avanzar hacia arriba y hacia dentro, hasta el
Paraíso, hasta Dios. Cierta vez Jesús citó un viejo refrán hebreo que él aprobó y que está
directamente relacionado con sus enseñanzas, con los temas que estamos tratando aquí: “El que
no trabaja no come” 1579:4; esto debe entenderse en términos espirituales. 2054:3; 2078:7,8.
El crecimiento espiritual que obtenemos mediante los valores divinos de la experiencia
religiosa, no depende de nuestros abundantes conocimientos, sino más bien de: EL AMOR Y
LA FE VIVIENTE que ofrecemos con respeto, sinceridad, confianza y devoción de todo
corazón a nuestro Padre celestial; es la clave para el crecimiento y la sobrevivencia.
Para el éxito en nuestra experiencia espiritual, Jesús insistió mucho en la relación Padre-
hijo, para que como sus hijos pudiéramos ser conducidos con verdadera dicha a la adoración
libre, excelsa y sublime de un Dios Padre, amante, justo y misericordioso. El amor a Dios y el
amor de Dios unificados, nos conducen siempre a una adoración inteligente y sincera a nuestro
Padre celestial. Jesús nos entregó un nuevo y superior mandamiento: “Amad a Dios y
aprended a hacer su voluntad”. Jesús dijo que este era el privilegio más elevado de los hijos
de Dios liberados. Que como hijos de Dios, debemos desarrollar nuestro amor por el Padre
que está en el cielo, y que mora en nuestro interior mental y espiritual. 1675:3,5; 1676:1.
Jesús nos enseñó que debemos aprender a reverenciar a Dios como Creador, a honrarlo
como el Padre de nuestra juventud espiritual, a amarlo como un defensor misericordioso, y
finalmente a adorarlo como Padre amoroso y omnisapiente, en nuestra comprensión espiritual
más madura. Estas y otras cosas enseñó Jesús para enfatizar el valor de la sinceridad y la
perfecta confianza en el apoyo amante y la guía fiel de nuestro Padre Celestial. Por ello es
que Jesús se refirió con tanta frecuencia a los niños pequeños para ilustrar la actitud mental
que debemos tener para poder acceder a las realidades espirituales del reino del cielo. Que así
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como un niño pequeño cree y confía totalmente en su padre humano, de manera semejante
debemos acercarnos a venerar, honrar y adorar a nuestro Padre que está en el cielo. Nuestra
fe viviente hacia Dios debe estar imbuida de la simpleza espiritual de los niños pequeños que
creen fácilmente y que confían plenamente; no se refería Jesús a la inmadurez mental de los
niños sino más bien a la “ingenuidad espiritual” de los pequeños que creen y confían
plenamente. Debemos mostrar una actitud abierta y sin temor hacia Dios que es amor, sabiduría,
bondad y misericordia. Además, nos dijo Jesús que debemos entrar en al reino libres de
prejuicios e ideas preconcebidas; así como estar dispuestos a aprender las cosas espirituales
como niños no mimados, confiando en la sabiduría, asistencia y guía de nuestro Padre celestial
que mora en nosotros. ¡Tengamos buen ánimo! 1676:1, 2,5; 1732:5; 1861: 3.
Debemos saber que la presencia en nosotros del amor a Dios y la fe viviente, son
importantes e indispensables, 1- porque son la llave para acceder al reino de Dios durante
nuestra vida en la tierra; 2- porque el amor y la fe viviente nos abren la puerta al mundo de la
divinidad, a la experiencia espiritual autentica, verdadera; 3- porque nos introducen de
inmediato en el reino de Dios por nuestra sinceridad y deseo de vivir una vida recta,
esforzándonos por hacer la voluntad del Padre y asemejarnos a él; 4- porque nos permiten
experimentar la residencia-presencia de Dios en nuestro interior espiritual; 5- porque
permiten que Dios se revele en nuestra alma; 6- porque alimentan y mantienen nuestra
alma al orientarnos hacia Dios; 7- porque liberan los potenciales espirituales del Ajustador
del Pensamiento (chispa divina) en nosotros, esto es el poder espiritual; 8- porque el amor y la
fe son esencialmente en nuestra religión personal, lo que la velas son para una
embarcación. 1861:9; 1141:5; 1861:2, 3,4; 1139:6,7; 1460:3; 1106:9; 1459:6; 1766:4.
Jesús nos enseñó que la fe no es una carga adicional para nuestra vida, sino más bien,
que la fe es un aumento de poder. Las mujeres y hombres que entran al reino de Dios,
mediante el poder espiritual y el ejercicio persistente de la fe viviente, entregándose en verdad a
la enseñanza del espíritu interior del Padre celestial (Ajustador-chispa divina), llegan hasta Jesús
de Nazaret, y más allá, hasta la presencia del Padre Universal en el Paraíso, la fuente de todos
los universos, cosas y seres. 1766:4.
La fe viviente es un atributo genuino que surge en nuestra experiencia religiosa personal
al contacto con nuestra divinidad interior. La fe viviente es una experiencia real, que tiene que
ver con los valores supremos, los significados espirituales, y los ideales divinos, además, es
“conocedora de Dios”. El propósito y meta de la verdadera religión personal es que
conozcamos a Dios en nuestra vida humana y que nos asemejemos a él de manera gradual,
pues de esta forma nos volvemos hijos perpetuos de nuestro Padre eterno. El único camino por
el que podemos descubrir o encontrar a Dios dentro de nosotros, es el camino de la
experiencia religiosa y el ejercicio regular de la fe viviente. Recordemos el refrán citado por
Jesús: “El que no trabaja no come”. 1114:5,6; 1116:5.
La verdadera experiencia religiosa tiene lugar en nosotros cuando manifestamos una
actitud positiva de amor a Dios y de fe viviente hacia los dominios de la divinidad que mora en
nosotros. Solo por la fe viviente podemos volvernos divinamente conscientes de Dios y
nacer del espíritu como hijos de la luz y de la vida, de la misma vida eterna con la que
ascenderemos los universos. Jesús vino a fomentar la fe viviente en nosotros, para que
alcanzáramos la libertad espiritual, la verdad y la vida eterna para nuestra alma, conservando de
esta manera la conciencia de vida, comiendo el pan (valores divinos) que desciende de Dios, al
cual nos referimos en este escrito. 1141:3; 2052:3; 1710:4.
Por otro lado, los reveladores celestiales nos enseñan que lo eclesiástico es, ahora y por
siempre, incompatible con esta fe viviente y crecimiento espiritual. Que el deseo bien
intencionado de preservar las tradiciones de los logros del pasado, conduce frecuentemente a
defender unos sistemas de adoración obsoletos. Esta situación impide el patrocinio eficaz de
nuevos medios y métodos adecuados (enseñanzas de Jesús), destinados para dar satisfacción a