1. CON ESAS MANOS tereopantógrafo permitirá unas considerables economías en la
C. M. Kornbluth compra y el mantenimiento de nuestras imágenes piadosas.
Aunque se me diera la posibilidad, no podría mostrarme en
Halvorsen aguardó en la sala de espera de la Cancillería a desacuerdo con la decisión de Su Eminencia de adoptar este
que Monseñor Reedy hubiera despachado con las tres per- medio dentro de nuestro cuadro de austeridad en la política
sonas que estaban antes que él. El hambre lo aturdía, y ape- diocesana. —Sus ojos se posaron en los bocetos de las
nas vio al secretario del prelado hacerle una seña. Se levan- Estaciones de la Cruz desplegados sobre la mesa—. Su santa
tó de un salto cuando el secretario abrió ceremoniosamen- Verónica —murmuró con tono ausente—. Muy hermosa. Me
te la puerta de la oficina personal de Monseñor Reedy y se recuerda los atormentados santos de Caravaggio. Me gustaría
inmovilizó a un lado. verla fundida en bronce.
El artista atravesó la estancia, sin recordar que había •—A mí también —dijo Halvorsen con voz ronca—. Quédese,
dejado la carpeta con sus diseños apoyada en la silla con- con los bocetos, Padre —se giró bruscamente y se dirigió hacia
tigua; lo recordó cuando estaba ya casi en el umbral, dio la puerta.
media vuelta, y retrocedió a buscarla, enrojeciendo. El se- —Pero yo no puedo... —protestó Monseñor.
cretario adoptó un aire de afectada paciencia. —Oh, sí, sí puede —dijo Halvorsen sin girarse. Pasó ante c-1
—Gracias —le dijo Halvorsen en voz baja, mientras la secretario casi sin verle, y abandonó la Cancillería para
puerta se cerraba a sus espaldas. encontrarse de nuevo bajo el sol primaveral de la Quinta
La actitud del prelado parecía incómoda. Avenida. Esperaba que los bocetos le gustaran a Monseñor
—Le he traído los bocetos para las Estaciones —dijo Hal- Reedy, y que este sintiera vergüenza de sí mismo e hiciera algo
vorsen, abriendo la carpeta sobre el escritorio. en favor de Halvorsen. Y al mismo tiempo se sentía aliviado
—Lo siento, Roald, pero tengo malas noticias —dijo Mon- por no tener que seguir cargando la pesada carpeta. Todo le
señor—. sé que esperaba usted impacientemente este en- parecía tan pesado desde hacía un tiempo... el escoplo, el
cargo, pero... martillo, la paleta de madera. Quizás el sacerdote le enviara algún
—¿Ha sido adjudicado a algún otro? —preguntó el artista dinero para resarcirle de sus gastos, o a título de anticipo, como
con voz débil, apoyándose en el escritorio—. Creí que fi- había hecho otras veces.
nalmente Su Eminencia había decidido que yo... Pero no, no habría más anticipos para él. Sus pasos lo
—No se trata de eso —dijo el sacerdote—. Pero la Sagra- llevaban inconscientemente a lo largo de la Avenida. Su último
da Congregación de Ritos ha hecho esta semana una arroyuelo de ingresos regulares acababa de secarse, tras la
declaración sobre iconografía. El estereopanlógrafo, por deci- aparición de un artículo en el Osservatore Romano. El
sión del obispo, podrá ser utilizado en toda la diócesis. Y Su conservadurismo religioso había conducido a la Iglesia al final
Eminencia... de su tradicional papel de protectora de las artes.
—Oh, sí... el estereopantógrafo y sus vacías imitaciones • Mientras toda Europa escribía en la nueva y maravillosa vitela,
—dijo Halvorsen—. Tan verdaderas como un ojo de plástico. Ni la Iglesia se aferraba aún al buen viejo papiro. Cuando toda
textura ni vigor. ¡Y usted lo sabe bien, Padre! —su tono se hizo Europa escribía sobre el nuevo y maravilloso papel, la Iglesia
acusador. permanecía fiel a la buena vieja velina. Mientras todos los
—Lo siento, Roald —dijo monseñor—. Su trabajo es superior arquitectos y todas las comisiones encargadas de erigir
al que sin duda nos proporcionará un estereopantógrafo... a mi monumentos municipales y todos los clientes privados que
juicio al menos. Pero hay otras consideraciones en juego. querían verse perpetuados en bustos acudían al es-
—Entiendo —escupió el pintor—. El dinero. tereopantógrafo, la Iglesia había permanecido aferrada a la
—Exacto, el dinero —admitió el prelado—. Su Eminencia buena vieja y costosa escultura. Pero todo había terminado
desea ver terminadas las obras de San Javier antes de morir. ya.
¿No es algo lógico? Y tenemos también nuestras escuelas, En aquel momento pasó por delante de una galería de
nuestras obras de caridad, nuestra misión en Venus. El es- estercopantógrafos donde trabajaba uno de sus alumnos del
2. curso de los martes por la noche, uno de los raros hombres —Sí. Los objetivos toman dieciséis poses, ya sabe, y luego
que acudían a sus clases. Estas se componían casi exclusi- ajustamos el estetikon para que dé la expresión deseada... ya
vamente de chicas perezosas, ricas, caprichosas e irritables. sabe, gentileza, seguridad, espiritualidad, inteligencia, o varias de
Halvorsen se sorprendió a sí mismo entrando en la galería y ellas combinadas. Va precisando las curvas de perfil en perfil
paseando entre las estereopantografías de semidesnudos hasta darnos exactamente lo que deseamos, e incluso llega a
asténicos ejecutados en un plástico transparente que le ponía deformar los rasgos en una cierta medida si es necesario... y así
la carne de gallina. tenemos ya el retrato registrado en su memoria a la espera de
¿Cómo se atreven...?, pensó. la reproducción. Luego ajustamos el aparato para agrandar o
—¿En qué puedo...? Oh, buenos días, Roald. ¿Qué le disminuir la imagen a las medidas deseadas, y pulsamos el
trae por aquí? reproductor. Lamento que no hagamos reproducciones hoy, es
Halvorsen comprendió entonces lo que le había traído algo fascinante de ver. Uno simplemente echa el plástico, y la
hasta allí. máquina empieza a trabajar, quita un poco por aquí, añade
—¿Podría usted darme un pequeño adelanto sobre el curso del una gota por allá, y el retrato empieza a cobrar forma.
mes próximo, Lewis? Estoy en las últimas. —Echó una inquieta Aquí fabricamos principalmente bustos, es lo que predo-
ojeada a su alrededor en aquella sala de horrores para evitar la mina entre la clientela de la Avenida, pero nuestro encarga-
mirada condescendiente del otro. do, Wilgus, trabajaba antes en un almacén de monumentos
—Oh, por supuesto que sí, Roald. ¿Le van diez dólares? Así en Brooklyn. Fue él quien hizo ese enorme monumento a los
quedamos saldados hasta el día 25. ¿Correcto? caídos durante la guerra en el East River Drive... Contrató
—Sí, muy bien —dijo, dejándose arrastrar a regañadientes para a Garda Bouchette, esa chica de la televisión, para posar de
visitar la galería. personaje central. ¡Qué silueta! Me dijo que ajustó el aparato
—Ya sé que usted no tiene en muy alta opinión la este- sobre tres cuartos de sexualidad y un cuarto de espiri-
reopantografía, pero aprovechando que ahora la tienda está tualidad. Oh, aquí tenemos algo interesante... una estatua de
tranquila creo que es una buena ocasión para que vea como Orin Rycrson, el banquero, de pie. Las estatuas se están
trabajamos. No pretendo que esto sea arte con mayúscula, pero poniendo de moda. A las mujeres les gustan porque así pue-
tiene que admitir que al menos sí es un arte, algo que gusta a la den exhibir sus formas. Se sorprendería usted de las poses
gente, y que se halla a un precio asequible. ¿Ve?, aquí les que a veces están dispuestas a adoptar...
hacemos posar. Y entonces pasamos esas antenas por los Halvorsen consiguió finalmente salir de allí, provisto
puntos de referencia del rostro. Los conoce, ¿verdad? de sus diez dólares. Alcanzó la Sexta Avenida, y se sentó
—Sé en qué consisten —se oyó a sí mismo responder pesadamente ante la mesa de un restaurante barato.
secamente—. Los escultores egipcios los usaban para realizar Tomó un café, y se amodorró un poco. Fue despertado con
las estatuas de los faraones. un sobresalto por un repentino estruendo al otro lado de la
—¿Ah, sí? Nunca había oído hablar de ello. Ya veo que no hay calle. Estaban construyendo un edificio. Observó durante
nada nuevo bajo el sol. Pero aquí tenemos el corazón del unos instantes las enormes máquinas que descargaban
estereopantógrafo —el joven abrió orgullosamente la puerta de las paredes y los techos prefabricados, los obreros que
un gabinete electrónico en la pared de la sala de retratos. iban de aquí para allá en sus pequeñas carretillas
Algunas luces parpadearon sombríamente. autónomas, soldando un panel de pared aquí, trazando con
—¿El estetikon? —dijo Halvorsen con tono indiferente. En unas cuantas pinceladas un circuito eléctrico utilizando su
realidad no se sentía indiferente, pero hubiera sido ridículo poner tinta conductora, o pulverizando el recubrimiento plástico
en evidencia su irritación, por intensa que fuera, contra una sobre la pared con toda su instalación terminada, sin
masa de circuitos sin la menor espiritualidad pero capaces de abandonar ni por un momento sus pequeños carritos
calcular planos y criticar y rectificar imágenes hasta conseguir el mecánicos.
efecto buscado... dejando en la miseria a todos los artistas Halvorsen se sintió más decidido que nunca. Compró el
dibujantes.
3. mismo barco, y que este barco se estaba hundiendo.
periódico en el distribuidor automático ante la puerta del Krehbeil, que generalmente no tenía más que una o dos
restaurante, encargó una segunda taza de café, y recorrió las chapuzas por mes, creía todavía ser un artesano
ofertas de empleo. carpintero y ebanista capaz de ganars e la vida en
Los tentadores anuncios de las escuelas profesionales le c ualquier lugar c on tan solo s u c aja de herramientas y
invitaban a aprender los oficios anexos a la construcción como su talento, y se consideraba con derecho a mirar desde
un medio de ganar mucho dinero. ¡Hágase conductor de una arriba a alguien tan poco destacado como era un
máquina de lampistería! ¡Sea supervisor de una máquina artista... incluso un artista que en muchas ocasiones ha -
instaladora de circuitos! ¡Conviértase en operador de bía demostrado ser tan buen carpintero como él.
encajadura de pilotes! ¡Aprenda a reparar descargadoras! Había sido Labuerre quien había obligado a Halvorsen a
¡Gane mucho dinero! aprender carpintería, y Labuerre había tenido razón. Uno
Se sintió invadido por una especie de pánico. Corrió a levanta un andamiaje para poder esculpir piezas altas,
la cabina telefónica y disco un número de Passaic. Oyó el no para que se derrumbe partiéndole a uno la pierna. Uno
insistente timbre sonando al otro extremo, y aguzó el oído para construye sus plataformas de modo que sostengan
percibir los pesados pasos del viejo señor Krehbeil acer- firmemente la piedra, y no para que se estremezcan y
cándose al aparato, aún sabiendo que no iba a oír nada hasta chirríen a cada golpe
que descolgaran el auricular. de cincel.
Ding-ding-ding. Pero aquellos que ofrecían empleos no necesitaban en
—¿Sí? —gruñó la voz del viejo, mientras su rostro aparecía en absoluto constructores de andamios ni de plataformas. Las
la pequeña pantalla—. Ah, hola, señor Halvorsen. ¿Qué puedo empresas solicitaban operadores y hombres de manteni-
hacer por usted? miento para las máquinas de producción y de montaje.
Halvorsen sentía como un nudo en la lengua. No podía La «General Vegetables», una sociedad al norte del
simplemente responder: tan sólo quería asegurarme de que Estado, había enviado contratistas para buscar mano de
usted estaba todavía ahí, temía que ya no estuviera. Carraspeó obra: segadores, mecánicos y especialistas en máquinas
e improvisó: empacadoras. Bajo la rúbrica «Administrativos y
—Buenos días, señor Krehbeil. Es respecto a la barandilla de Especialistas», se solicitaba mucho personal informático,
mi escalera. Desde hace un tiempo observo que no está muy operadoras de Letteriter IBM, especializadas
segura. ¿Podría venir a arreglarla? principalmente en ventas y correspondencia, así como
La mirada de Krehbeil se hizo suspicaz en la pantalla. mecánicos para las máquinas de oficina. La A.T, & T.
—Sí, sería posible —dijo lentamente—. Apenas tengo trabajo deseaba aprendices que se ganarían la vida mientras
actualmente. Pero usted es tan buen carpintero como yo, señor aprendían el mantenimiento de los teléfonos.
Halvorsen y, francamente, tarda usted demasiado en pagar, y Una empresa de publicidad por correspondencia
prefiero trabajar en muebles. Ya no soy joven, y me cuesta buscaba un artista... o mas bien un director de ventas
subir las escaleras. Si no encuentra usted a nadie más, está capaz de esbozar imágenes publicitarias que luego serían
bien, le haré el trabajo, pero tendrá que darme algo por sometidas a las críticas y a las correciones del cstetikon.
adelantado, el precio de los materiales al menos. Ya no se Cansado, Halvorsen recorrió el resto del periódico. Sabía
encuentra fácilmente buena madera. que no iba a encontrar ningún empleo, y que, incluso si lo
—Está bien. Gracias, señor Krehbeil. Le volveré a hallaba, no duraría mucho tiempo en él. Sabía que era
llamar si no encuentro a nadie más. horrible tener que confesarse a sí mismo que le esperaba
Colgó, y regresó a su mesa y a su periódico. Su un destino de hambre porque todo lo hastiaba excepto el
rostro estaba encendido por la reticente actitud del viejo arte, pero se lo confesaba.
y por su propio pánico, algo realmente idiota. Krehbeil Había ocurrido con bastante frecuencia en el pasado...
no se daba cuenta de que ambos estaban a bordo del artistas que habían soportado miserias inverosímiles, no,
4. como pensaba la gente, porque estaban abocados completa- unas sucias y manchadas cortinas que cerraban el
mente a su arle, sino porque nada más les parecía intere- fondo de la tienda desde el techo hasta el suelo.
sante. Si al menos hubiera alguna palabra sonora e impre- Al entrar se dio cuenta de que había olvidado una
sionante que pudiera disimular el doloroso y opresivo senti- vez más cerrar la puerta con llave. Aquello aumentó su
miento de futilidad que se adueñaba de él cuando intentaba malhumo r. Cerró tras é l con un po rta zo. A l ru ido, una
salirse del arte... pero no había ninguna.
vo z tra s las cortinas dijo:
Pensaba que era capaz de reconocer, entre las fotos del —¿Quién está ahí?
periódico, cuales habían sido retocadas por el estetikon.
—¡Halvorsen! —gritó, presa de un repentino furor—.
Había un cliché de Jink Bitsy, que debía ser el protago-
nista de una nueva versión de Peter Pan. Sus orejas eran no ¡Vivo aquí! ¡Este lugar me pertenece! ¡Y ahora salga!
puntiagudas, sino espirituales, su labio superior había sido ¿Qué demonios quiere?
prolongado ligeramente, su nariz un poco aplastada y hecha Alguien tanteó las cortinas hasta hallar la abertura, y
respingona, sus pecas nunca podrían ser naturales, sus apareció una chica, con aire de disgusto ante toda
cejas se arqueaban inocentemente, en cuanto a su labio aquella
inferior y a sus ojos, lo menos que se podía decir de ellos es suciedad.
que eran pornográficos. —La puerta estaba abierta —dijo, segura de sí misma—
Había una foto, aparentemente no retocada, de la última y esto es una tienda. Apenas hace dos minutos que estoy aquí.
nave de Venus llegando a la Tierra, con unos exploradores Vine para informarme acerca de los cursos, pero no creo que me
de apariencia normal que sonreían. El pie decía: «Austin interesen, visto su malhumor.
Malone y su tripulación sonríen satisfechos al llegar a buen Un alumno. Nunca había que ser insolente con los alumnos, y
puerto. Según Malone, las colonias venusianas necesitan menos en aquellos momentos.
hombres y máquinas. Ver nuestro artículo en página 2.» —Lo siento de veras —murmuró—. Llevo un día terrible—. Y
Halvorsen arrojó irritado el periódico sobre la ahora toda la carne al asador—: No le diría a todo el mundo un
mesa y salió. ¿Qué tenía que hacer él en los viajes secreto tan horrible, pero acabo de perder un encargo.
espaciales? Las vacaciones en la Luna y las expediciones a ¿Comprende lo que es eso? Y lo peor es que lo sabía.
Venus y Marte formaban parte de la mortal enfermedad que Cualquiera que se tome la molestia de venir a mi repugnante
roía sus posibilidades de vivir. morada merece todas las atenciones. Siéntese, por favor. No,
aquí no... siéntese mejor en este otro lado. El cálido fondo de esa
2 naturaleza muerta hace resaltar el tono de su piel... un tono
Tomó el metro hasta Passaic y anduvo por una cinta ro- excelente, por cierto. ¿Alguien ha pintado alguna vez su retrato?
dante inmovilizada desde hacía tiempo hasta su taller, ¿Sabe que su rostro es tremendamente atractivo? Me gustaría,
que era casi el único edificio habitado entre los algún día... Pero me decía usted algo de unas lecciones.
ruinosos inmuebles que rodeaban la estación de «Tenemos sesiones de desnudo, con modelos
mercancías abandonada, con sus oxidados raíles. masculinos y femeninos alternativamente, todos los martes por la
Un rótulo, que en su tiempo había anunciado: F. noche. Pero en eso debo ser riguroso y exigirle un compromiso
Labuerre, escultor, bustos y monumentos para doce lecciones, a sesenta dólares. Comprenda, es debido a
los precios que exigen los modelos... son exorbitantes. Los
arquitectónicos, decía ahora: Roald Halvorsen, Cursos
sábados por la tarde hay clases de naturaleza muerta para
de Arte. Precios Módicos. Era una casa de madera de
principiantes en pintura al óleo. El precio es tan solo de dos
un solo piso, sucia, con un escaparate donde figuraban
dólares la sesión, pero si usted se inscribe por seis sesiones y
algunos estudios al carbón y naturalezas muertas al
paga por anticipado le costará solamente diez dólares... es decir,
óleo efectuadas por algunos de sus alumnos. El vivía en
se ahorrará dos dólares. También doy lecciones particulares a
el piso, daba sus clases en la planta baja, y trabajaba
gente que demuestre un talento especial...
personalmente en la parte de atrás, al otro lado de
5. Los precios, en este último caso, eran variables... el máximo divertido. Está bien, seremos francos con ella. —
que podía obtener. La última chica que había seguido unos Seiscientos dólares —dijo fríamente. Ella dejó
cursos particulares había tomado tan solo cinco lecciones a secamente la estatuilla en su soporte y dijo, en un
cinco dólares la hora... y de ello hacía más de un año. tono entre divertido e irritado:
—Me gustaría el curso de naturaleza muerta —dijo la —No lo entiendo. Esto representa más de un mes de
muchacha, inclinando tímidamente la cabeza como hacían misueldo. Podría conseguir una figurilla estereopantográfica tan
todas cuando él les soltaba su perorata. Era una hermosa hermosa como esta por solo diez dólares. ¿Por quienes se toman
cabeza, orgullosa y altiva. Sus músculos eran copactos, ustedes, los artistas?
todavía no reblandecidos en pliegues y bolsas Halvorsen pensó por unos instantes en todo lo que podía decirle
geotrópicas. Las líneas de la juventud son hcliotrópicas, al respecto:
pensó vagamente. Un operador de eslereopaníógrajo aprende su oficio en una
—He visto algunos estudios interesantes ahí atrás — semana, mientras que yo he pasado toda mi vida aprendiendo el
dijo ella—. ¿Son suyos? mío.
Se levantó, evidenciando que esperaba que él la Un operador de estereopantógrafo ejecuta la copia mecánica de
condujera al taller. Tenía uno de esos cuerpos una -forma modificada según fórmulas obtenidas mecánicamente
longuilíneos, con unos senos menudos, esbeltos y a partir de psicotests extraídos de muestreos representativos de
elásticos, que tanto les gustaba dibujar a los la población. Yo asumo la plena responsabilidad de mi trabajo; es
prerrafaelistas. completamente mío, aunque utilice lo que me parezca bueno de
—Bueno... —dijo Halvorsen. Una deliberada Egipto, Grecia, Roma, el Medioevo, el Renacimiento, las eras
vacilación, luego una radiante sonrisa de confianza—. agustina, romántica y moderna.
Está bien, sé que usted va a comprender —y apartó Un operador de estereopantógrafo trabaja un plástico blando y
con un gesto teatral la homogéneo. Yo trabajo el bronce, que es mucho más complicado
cortina. de todo lo que usted pueda creer. Hay que fundirlo y templarlo en
—Oh, qué lugar tan curioso —ella revoloteó de un ácidos para que tome lentamente, en el transcurso de numerosos
lado a otro, inspeccionando los bidones de yeso, arcilla años, esos colores ricos y sutiles que lo caracterizan.
y plasti-cina, los estantes de herramientas, los martillos, Un operador de estereopantógrafo no sabría hacer La Fuente de
las piedras, los cinceles, la forja, el horno, la madera, el Orfeo...
banco de esmaltar—. Me gusta —dijo con decisión. Tomó —Orfeo —murmuró, y se desplomó.
una estatuilla de unos cincuenta centímetros de altura,
una Venus de bronce que había fundido hacía unos 3
años, cuando era aún alumno de Labuerre—. ¿Cuánto Se despertó en su cama del primer piso. Sentía la electricidad
vale? recorriendo los dedos de sus manos y de sus pies, y sus ideas
Una respuesta franca la haría huir, y no había ninguna estaban muy claras. La joven y un hombre desconocido —
posibilidad de que ella la comprara. seguramente un médico— lo observaban.
—Muy raramente pongo a la venta mis obras —dijo, —Al parecer no pertenece usted a ninguna organización de
con tono casual—. No es más que un pequeño estudio. seguros médicos, Halvorsen —dijo el médico en un tono
Trabajo tan solo bajo encargo. irritado—. No lleva ninguna tarjeta encima. Ni roja, ni azul,
Ella paseó su mirada por la desarreglada estancia, ni verde, ni marrón.
con sus paredes llenas de grietas, con su suelo —Pertenecía al Plan Verde, pero me di de baja
deformado; parecía como si estuviera mirando a —dijo Halvorsen, a la defensiva.
través de las paredes las abandonadas casuchas de —Y vea lo que le ha ocurrido ahora.
los alrededores. Parecía divertida. Piensa que no soy —¡Deje de molestarle! —interrumpió la chica—. Yo pa-
sincero, se dijo Halvorsen. Encuentra todo esto garé sus honorarios.
6. —Se supone que debo ser pagado por un Plan — —¿A Alemania? ¡Pero si no queda nada de Alemania!
gruñó el médico. —Copenhague está en Dinamarca. Quedan todavía muchas
—No le diremos nada a nadie —prometió la chica cosas en Dinamarca. El país era neutral, ¿sabe? Ha sufrido
—. Tome cinco dólares, y deje de molestar. duras radiaciones, pero sigue estando en su sitio.
—Malnutrición —dijo el médico—. Normalmente debería —A mí también me gustaría viajar. Trabajo en La Guardia, y
enviarle a un hospital, pero no veo cómo diablos podría nunca he viajado, excepto una excursión a la órbita Me gustaría ir
hacerlo en estas circunstancias. No pertenece a ningún a la Luna por las vacaciones. Nos dan una bonificación en
Plan. Escuchen, voy a aceptar el dinero y les dejaré cheques de viaje, ¿sabe? Debe ser maravillo so bailar bajo
algunas vitaminas. Las necesita... vitaminas y una gravedad débil.
buena alimentación. —Haré que coma —dijo la joven, y ¿El espaciopuerto? ¿Viajar? ¿Gravedad débil? Palabras
el médico se fue. —¿Cuánto hace que comió la última pertenecientes al detestado mundo de la electrónica y del
vez? —preguntó a Halvorsen. estereopantógrafo, donde él no tenía cabida.
—Hoy he tomado dos cafés. Trabajaba en unos bocetos —Indudablemente debe ser apasionante —murmuró, cerrando
muy detallados para un encargo, y la cosa no ha los ojos para disimular su decepción.
funcionado. Ya se lo he dicho. Esto me ha causado un —Le estoy aburriendo —dijo ella—. Me voy, pero volveré para el
shock. —Me llamo Lucretia Grumman —dijo ella, y salió. curso del martes por la noche. ¿A qué hora? ¿Y qué debo traer?
Se quedó medio adormilado hasta su regreso. Iba —A las ocho. Es dibujo al carbón... yo le proporcionaré los
cargada con paquetes. materiales. Traiga tan solo una bata.
—Es difícil apañárselas aquí —se lamentó ella. —Era el —Está bien. Me gustaría seguir también los cursos de pintura al
taller de Labuerre —explicó él, con tono desafiante—. óleo. Y me gustaría traer a algunos conocidos para que
Me lo dejó al morir. Por aquel entonces no estaba en tan vieran sus obras. Estoy segura de que encontrarán algo que
mal estado. Era mi maestro: fue uno de los últimos. A les guste. Austin Malone acaba de llegar de Venus... es uno de
menudo decía: «No desean realmente mis obras, pero mis amigos.
tienen vergüenza de dejarme morir de hambre». Me —Lucretia —dijo él—. ¿O la llaman a veces Lucy? ¿Quiere
advirtió de que no iban a tener vergüenza de dejarme llevarse este pequeño bronce que le ha gustado? A título de
morir de hambre a mí. Pero insistí, y terminó aceptando compensación.
tomarme como alumno. —¡Oh, no puedo!
Halvorsen bebió un poco de leche y comió algo de pan. —Por favor. Me sentiré mucho más tranquilo. De veras.
Pensó en la moneda de diez dólares que tenía en el bolsillo y Ella asintió brevemente con la cabeza, enrojeciendo, y
decidió no hablar de ella. Luego recordó que el médico había huyó casi de la habitación.
registrado sus ropas en busca de la tarjeta. ¿Por qué he hecho esto?, se preguntó Halvorsen.
—Puedo pagarle todo esto —dijo—. Es muy amable de su Esperaba que fuera porque Lucy Grumman le gustaba.
parte, pero no tiene que creer que estoy sin un centavo La Esperaba que no fuera una inversión calculada, algo que la
realidad es que estaba demasiado preocupado como parí obligara a ella a regresar con el dinero de los cursos y algu-
dedicarme a mi persona. nos otros alimentos.
—Por supuesto —admitió la chica—. Pero digamos que se trata
de un adelanto. Me gustaría inscribirme en algunos cursos.
—Me sentiré muy feliz de tenerla como alumna.
—¿Le ocurre algo? —preguntó ella—. Cuando se des va necio, 4
pronunció una palabra extraña... Orfeo. Lucy volvió el martes, con media hora de anticipación,
—¿De veras? Debía estar pensando en La Fuente de Orfeo de vestida con una bata. Halvorsen la presentó oficialmente a
Milles, en Copenhague. La he visto en fotos, pero nunca he ido las demás a medida que iban llegando: una docena de mu-
allí. jeres jóvenes y aburridas que debían hablar enormemente de
7. sus lecciones de arte fuera de allí, pero que en la clase se tiene algunas obras en venta. ¿Hay algún lugar donde pueda
aferraban al menor pretexto para dejar de dibujar. examinarlas con toda tranquilidad?
No se atrevió a mostrar ninguna atención particular ha- Las demás alumnas se marcharon, planeando
cia ella. La clase estaba llena de orgullos inviolables. Halvor- secretas venganzas.
sen sabía que todas sus alumnas se burlaban —Por aquí —dijo el artista.
secretamente de él y de su trabajo, pero sin embargo se La muchacha y Malone le siguieron al otro lado de las cortinas. El
mostraban ferozmente celosas de su antigüedad y de sus hombre del espacio paseó una lenta mirada por el taller, dando la
derechos adquiridos a algunas atenciones especiales. impresión de que quería eludir cualquier pregunta.
Como siempre, la lección transcurrió penosamente. El Finalmente, se sentó y dijo:
modelo, un joven atleta de nudosos músculos, salido de los —Realmente, no sé qué pensar, Halvorsen. Este lugar me
gimnasios culturistas y de los estudios fotográficos, era asombra. ¿Sabe usted que está nadando en los Siglos Oscuros?
estúpido, y protestaba contra las poses de diez minutos. Dos Las gentes que nunca han dedicado un pensamiento ni a
de las mujeres llegaron casi a tirarse del pelo acerca de su Chartres ni al Mont-Saint-Michel llaman generalmente a eso los
derecho a ocupar una plaza de preferencia para realizar su Siglos Oscuros, pensó amargamente Halvorsen.
croquis. Una tercera había descubierto la fase cubista de —¿Desde un punto de vista técnico, quiere decir? —preguntó—.
Picasso a lo largo de la semana, y anunció orgullosamente No, en absoluto. Mi yeso es de la mejor calidad, al igual que mis
que era incapaz de captar ninguna perspectiva en el arte. colores y mis metales... al menos los de los útiles, sin hablar del
Sin embargo, las dos largas horas terminaron por pasar Dio el de la fundición.
aviso para que recogieran un poco sus cosas —la clase no era —Estoy hablando de su trabajo a mano —precisó Malone—. Del
tan sucia como la de pintura al óleo de los sábados— y se hecho de que usted trabaje realmente a mano.
quedó de pie junto a la puerta abierta, puesto que de otro modo El artista se alzó de hombros.
ellas eran capaces de quedarse toda la noche charlando de las —Ha habido épocas en que los artistas han concedido mucha
alumnas que no habían venido y criticando amigas comunes. importancia al arte mecánico —reconoció—, y esto ha producido
Sin embargo, sus bien trazado; planes se derrumbaron como indudablemente algunas obras interesantes. Pero estas épocas
un castillo de naipes. Un enorme y lujoso coche se detuvo ante nunca han durado demasiado. ¿Hay aquí alguna cosa que llame
la puerta en el mismo momento en que todas se iban. su atención, señor Malone?
—Oh, ahí está Austin Malone —dijo Lucy—. Viene a bus carme —Me gustan esos delfines —dijo el hombre del espacio,
y a ver su trabajo. señalando un bajorrelieve de cerámica colgado de la pared.
Las demás alumnas no necesitaban otra cosa. —¡Oh, ¿es Había sido encargado por un arquitecto, y luego rechazado por
realmente Austin Malone? —Lucy, querida, ¡cuánto me gustaría razones económicas cuando los gastos de construcción de la
conocer a un verdadero hombre del espacio! casa habían superado ampliamente las previsiones—. Creo que
—Roald, querido, ¿te importará que me quede tan solo un quedarán muy bien sobre la chimenea de mi apartamento aquí en
momentito? la ciudad. ¿Te gustan, Lucy?
—¡Roald, querido, yo no voy a perderme una ocasión como —Son maravillosos —dijo ella.
esta, te guste o no! Roald observó que el hombre se envaraba en un esfuerzo por no
Malone tenía una personalidad impresionante. Parecí; como si girarse y mirarla fijamente. La amaba, y se sentí celoso.
hubiera pasado a través de un estetikon para la: características Roald explicó la historia de los delfines y añadió:
«musculoso» y «decidido», pensó Halvorsen Lucy gruñó —El precio que el arquitecto consideró demasiado elevado era de
algunas inconcretas presentaciones, y el hombre del espacio no trescientos sesenta dólares.
mostró la menor reacción ante las tentativa: de conversación de —No me parece excesivo —gruñó Malone—... si le concedemos
las demás mujeres. un buen margen de importancia a la inspiración.
Habló a Halvorsen con una voz clara y bien timbrada: —No me —No sé el margen de importancia que tenga la inspiración en el
gustaría robarle su tiempo, Halvorsen. Lucy me ha dicho que precio —dijo calmadamente Halvorsen—, pero m pasé dos días y
8. dos noches paleando carbón y regulando las corrientes de aire trabajo es comercial. Se lo venden entre ellas. Lo venden
para endurecer correctamente este objeto en mi horno. o lo regalan a sus amigas. Lo cuelgan de sus paredes. Y
El hombre del espacio adoptó una actitud condescendiente. la escultura es prescrita por muchos médicos. Los
—Me los quedo —dijo—. Siempre serán un buen tema d terapeutas dicen que es aún más satisfactoria que el
conversación en las reuniones, cuando se produzca uno de dibujo y la pintura, y hay gentes que trabajan la plasticina
esos silencios tan embarazosos. Halvorsen, ¿qué opina usted y la piedra blanda, y algunas de ellas adquieren un
del trabajo de Lucy? ¿Cree que debe perseverar? innegable talento.
—¡Austin, no seas tan impaciente! —protestó ella—. ¿Qu —Es posible. Yo soy ingeniero, Halvorsen. Nosotros glo-
quieres que sepa tras una sola sesión? rificamos el hacer las cosas del modo más fácil posible.
—Aún no ha aprendido a dibujar —dijo prudentemente Hacer las cosas fácilmente me ha conducido hasta Marte y
Halvorsen—. El dibujo es ante todo coordinación, ¿sabe?, hasta Venus, y me conducirá hasta Ganímedes. Usted
horas y horas de práctica entrenando al ojo y a la mano trabajar hace las cosas del modo más difícil posible, y su
conjuntamente, hasta que se consigue trazar una 1 nea en el ineficacia no tiene un lugar en nuestro mundo. ¡Mírese a sí
papel exactamente en el lugar preciso donde í deseaba trazar. mismo! Ha perdido usted la extremidad de un dedo... un
Lucy, si realmente le interesa, aprenderá dibujar bien. No creo accidente, supongo.
que ninguna de mis otras alumnas lo consiga: vienen aquí tan —No me había dado cuenta... —dijo Lucy, y luego
solo movidas por el aburrimiento o por snobismo, y terminan lanzó un ahogado—: ¡Oh!
abandonando antes de alcanzar la coordinación necesaria entre Halvorsen dobló el dedo medio de su mano izquierda,
el ojo y la mano. ocultándolo en su palma, donde lo mantenía
—Me interesa —dijo ella firmemente. generalmen-te para ocultar el hecho de que le faltaba la
Malone perdió algo de su seguridad. primera falange.
—Está bien, de acuerdo —dijo—. Yo... —Se dominó, se giró —Sí —dijo suavemente—. Un accidente.
hacia Halvorsen—. Escuche, comprendo esa idea c la —Los accidentes son la prueba de un dominio insuficiente
coordinación, pero... ¿horas y horas? ¡Con lo sencillo que es sobre los materiales y los instrumentos —dijo Malone
comprar una cámara fotográfica! Es absurdo. sentenciosamente—. Mientras usted se aferre a sus métodos y
—Estábamos hablando de dibujo y no de arte — yo a los míos, usted no puede luchar contra mí.
hizo notar Halvorsen—. He dicho que dibujar es trazar El tono de su voz indicaba claramente que estaba hablando de
sobre el papel una línea en el lugar preciso en que otra cosa muy distinta que la construcción mecánica.
se desea trazar. —Inspiró profundamente, esperando —¿Nos vamos, Lucy? —dijo—. Esta es mi tarjeta, Halvorsen.
que la distinción esencial no pareciera ni ridícula ni Hágame llegar sus delfines, y le enviaré un cheque.
desprovista de importancia—. Digamos entonces que el
arte consiste en saber cómo trazar la línea en el lugar 5
que le corresponde. A la mañana siguiente, Halvorsen se dirigió a pie a casa del
—¡Vamos, sea realista! El arte no existe. Ya no. señor Krehbeil. Halló al viejo en su taller, en el sótano de la casa,
Viajo bastante, y en ningún lugar he visto más que inclinado sobre su banco de trabajo, con una linterna sujeta a su
fotos y estereografías. Quedan algunas reliquias del frente con una banda elástica. Se estaba esforzando en afilar una
pasado, de acuerdo, pero ya nadie pinta, nadie hace sierra.
esculturas. —¡Señor Krehbeil! —gritó Halvorsen, para dominar el chirrido
—El arte existe todavía, Malone. Algunas de mis metálico.
alumnas, especialmente dos de la clase de naturaleza El carpintero se giró para mirarlo con sus ojos llorosos.
muerta, son realmente buenas. Y hay otras en todo el —Ya no veo como antes —dijo coléricamente—. Limo varias
país. El arte como terapéutica de ocupación, o como veces el mismo diente, olvido otros, no veo reflejarse la luz en las
distracción, o para hacer algo con las manos. Y su
9. que ya he hecho. Me duelen los ojos. —Tiró sobre el banco la demonios se creen?
lima de tres caras—. ¿Qué puedo hacer por usted? —A veces pienso que la situación sería diferente si que-
—Necesitaré algo con lo que hacer una caja. Cualquier cosa. dara algo de Europa...
Le daré a cambio dos de mis tacos de arce de diez por diez. —La gente es siempre idiota, de todas maneras, señor
El viejo adoptó una actitud astuta. Halvorsen —dijo sentenciosamente el carpintero—. ¿Me afi-
—¿Y afilará usted mi sierra? Quiero decir, ¿mis sierras? Para lará ahora mis sierras?
usted es un momento... apenas una hora de trabajo. Usted Halvorsen se pasó dos horas dándole a la lima antes
tiene todavía buena vista. de poder llevarse las planchas a su taller.
—De acuerdo —dijo amargamente Halvorsen. El viejo tenía que
hacer negocio con todo, aunque nunca más tuviera que servirse
de nuevo de sus sierras. Luego se arrepintió de su amargura, 6
rogando al cielo para que su propia incapacidad de Lucy estaba allí. Le había traído comida. Dejó la ma-
conformarse a las cosas no lo convirtiera en un latoso dera en el suelo haciendo mucho ruido y dijo:
como Krehbeil. —¿Por qué no está en su trabajo?
El carpintero se mostraba satisfecho mientras —También tenemos días festivos —dijo ella en forma
examinaba su pequeño stock de maderas y elegía las vaga—. Austin tuvo la idea de darme el dinero de los delfines
planchas ade cuadas para embalar los delfines. Estaba tan para que se lo trajera.
satisfecho como para invitar a Halvorsen a café y pastas Le tendió un sobre mientras él la observaba en silencio.
antes de que el artista se dedicara a afilar las sierras. La farsa empezaba de nuevo. Pero esta vez ella le daba
Halvorsen intentó hacerle hablar por encima de la miedo.
mesa: No sería la primera vez que una chica solitaria, aburrida
—¿Cómo va el trabajo? ¿Sigue escaseando? y decepcionada decidiera ver en él una mezcla de rebelde ro-
Pero ya era difícil estropearle el día al viejo. mántico y de perro perdido, con las consecuencias previsi-
Krehbeil dijo beatíficamente: bles.
—La gente sigue siendo tan estúpida como siempre Lo sabía por los libros, por la experiencia, y por sus an-
Ya no reconoce el buen trabajo hecho a mano. Un día — tiguas conversaciones con Labuerre. Sabía que no había nada
su voz se hizo apocalíptica— me llegará el turno de reírme nuevo en aquella comedia... que había habido artistas, incluso
cuando sus malditas construcciones estúpidas hechas numerosos, que se habían amparado en ella, una y otra
todas a máquina se derrumben bajo la acción de un vez, para subsistir.
viento un poco más fuerte de lo normal, todas a la vez, por La chica se presenta con algunos comestibles, y el artista
todo el país. Incluso mi hijo, y eso que le daba una buena se siente agradablemente sorprendido; la chica admira esa
zurra casi todos los días, trabaja ahora en una estúpida obrita que hay en un rincón, y la compra, y el artista se
máquina hormigonera Su casa debería derrumbarse siente agradablemente sorprendido; la chica trae a sus ami-
sobre su cabeza, como todas las demás. gas para tomar algunas lecciones o para comprar algunas
pequeñas cosas, y el artista se siente agradablemente sor-
Halvorsen sabía que era el hijo de Krehbil el que per-
mitía que su padre sobreviviera, enviándole dinero por co- prendido; la chica puede sentirse seducida por el artista o
rreo. Cambió de tema: viceversa, lo cual abrevia la comedia, o incluso se casan, lo
cual la prolonga un cierto tiempo.
—¿Tiene algún encargo de mueble?
Hacía tres años que Halvorsen había representado aque-
—¡Las mujeres son estúpidas! Eso que llaman antigüe- l l a farsa por última vez, con una divorciada de Elmira
dades... Ignoran a Miessen, ignoran a Biedermeier. A afectada de manía depresiva: tres años en los cuales había
veces me traen verdadera basura para que se la arregle. franqueado el umbral entre la treintena y la cuarentena,
Las echo a cajas destempladas, por supuesto. ¿Qué tres años recibiendo los golpes de la mala fortuna, sabiéndose
10. indeseable e indeseado, trabajando mucho y comiendo de- nacionales con las tres ominosas palas para franquear la
masiado poco. frontera de Dinamarca. Los daneses no podían ser más dis-
Además, sabía que ahora estaba enamorado de esta tintos de los prusianos, pero su pequeña y desgraciada penín-
chica. sula no era más que una excrecencia de Prusia, y las lluvias
Tomó el sobre, contó los trescientos sesenta dólares, de cobalto radiactivo no la habían distinguido de la Prusia
y se los metió en el bolsillo. misma. Los carteles con sus tres palas lo indicaban clara-
—La idea fue de usted —dijo—. Gracias. Ahora, por fa- mente.
vor, vayase. Tengo trabajo. A la mitad de la larga caminata por las carreteras llenas
Ella permaneció allí de pie, inmóvil, sorprendida. de detritus, se quitó su traje protector y sus botas. Hacía ya
—He dicho que se vaya. Tengo trabajo —repitió Hal- tiempo que se había desembarazado del ruidoso contador,
vorsen. así como de los guantes y la molesta máscara... La Fuente de
—Austin tenía razón —murmuró ella con tono dolido Orfeo, de Milles.
—. Le importan poco los sentimientos de los demás. Lo El silencio era fantástico cuando penetró en Copenha-
único que busca es sacar provecho de ellos. —Se fue gue al mediodía. No sabía si las radiaciones estaban traba-
corriendo, y Halvorsen tuvo que luchar contra su deseo jando en su interior o era simplemente cansancio y hambre.
de correr tras ella. Estaba evaluando todo lo que le ocurría como si se tratara
Entró lentamente en el taller y examinó su colección de de un extraño.
utensilios. Valdría la pena dedicar la mitad de aquel Seré mi propio auditorio, pensó. Dios sabe que he aprendido
dinero en comprar varillas y barras de acero elaboradas que no existe ningún otro, ningún otro. Hay que saber cuando
al aire libre para forjar nuevos cinceles; sabía donde hay que detenerse. Rodin, ese viejo, sucio y maravilloso
obtenerlas... pero ella volvería, o él cedería y acudiría a hombre, lo sabía. Nos enseñó que no hay que raspar y lijar
encontrarla para hacerse perdonar, y la comedia se y pulir hasta que la cosa parezca líquido en lugar de bronce o
desarrollaría inevitablemente hasta el final. de piedra. Van Gogh estaba completamente loco, pero sabía
No debía permitir que aquello ocurriese. cuando debía detenerse y barnizar, y le impor-
taba poco que la pintura se pareciera a pintura antes que a
un ocaso lleno de nubes o a un claro de luna. En Hartford,
7 Browne y Sharpe se detienen cuando han fabricado un torno
Aalesund, en la ladera atlántica de los montes de revólver, sin adornarlo con cariátides. Yo me detendré
Dourefeld, en Noruega, quedaba protegida de los mientras mi vida siga siendo vida, antes de que se convierta
vientos procedentes del continente devastado. Allí, un en otra cosa con adornos tales como una esposa que llegue a
arqueólogo de más o de menos no importaba, ya que se despreciarme o una sucesión de obras cada vez menos bue-
suponía que cualquiera tenía el buen sentido de reconocer nas que nadie se parará a mirar.
los avisos internacionales en forma de hélice cuyas tres
No le reproches nada a nadie, se dijo, con la cabeza como
palas indicaban claramente: Peligro, radiactividad, y se
suponía que sabían lo suficiente del empleo de los trajes flotando.
protectores y de la lectura de un contador. Y la aparición surgió ante él, al final de una avenida llena
de hierbas silvestres y de los escombros de los bombar-
Halvorsen alquiló un coche para un breve viaje al otro
deos... La Fuente de Orfeo de Milles.
lado de las montañas con el fin de estudiar la ciudad conta-
minada de Oslo. Bien pertrechado, podía realizar la ida y la Esto es, se dijo. Los circuitos del estetikon nunca po-
vuelta en una docena de horas sin ninguna dificultad. Sin drán con ello. Había una burda mezcla de estilos, un error
embargo, condujo el coche hasta más allá de Oslo, de Wen- calculado para el cual nunca podría ser ajustado el estetikon.
nersborg y de Goteborg, a lo largo de la costa del Kattegat Orfeo y las almas eran clásicas o modernas; el perro con sus
hasta Helsinborg, donde lo abandonó entre los avisos inter- tres cabezas era arcaico. Era algo pensado para traducir la
11. antigüedad y la invencibilidad del Infierno, y para indicar El muchacho, con una ronca y solemne voz de
que Cerbero sabía que Orfeo no alcanzaría de nuevo la adolescente, dijo:
vida con su joven esposa. —¿Quiere decir que por salvar el mármol su dedo usted
Ahí estaba la figura central, heroica y trágica, que pare- perdió?
cía lo suficientemente poderosa como para librar su batalla —Sí, el mármol —dijo Halvorsen—. Era tan difícil de
contra los dioses, pero el combate no servía de nada ante el conseguir. Y Labuerre era tan viejo.
perro de tres cabezas, sonriente, seguro de sí, odiando, Los jóvenes amantes intercambiaron una mirada, y Hal-
sobre el que estaba montada. Uno no lucha contra el vorsen volvió a dormirse. Estaba medio despierto cuando el
suelo que pisa o contra el techo de la casa donde se músico le tomó una mano, luego la otra, y las palpó con
encuentra; es imposible. Así Orfeo, con el rostro sus callosos dedos mientras inclinaba su leonina cabeza
convulsionado en una máscara de furor y sufrimiento para examinar las durezas y rozaduras dejadas por el
reprimido, arranca de su lira un desgarrador acorde que martillo y el cincel.
hace temblar los árboles y las piedras. A su alrededor, las —Ja —decía el músico—. Ja.
desnudas almas del Infierno se estremecen al oír el acorde, El Infierno es eterno, y así, durante una eternidad, sufrió
cada una de ellas a su manera: los jóvenes amantes sobresaltos y sacudidas, y durante una eternidad oyó las
sumergidos en la muerte, la madre abatida en la muerte, el voces entremezclándose:
músico sordo y fundido en la muerte, todos ellos —...entonces, ¿por qué tan idiota ha sido?...
esforzándose por oír. —...un idiota debía ser, sí, un idiota...
—...silencio, dejémosle descansar...
Halvorsen, avanzando con paso incierto hacia la fuente,
—...los niños la historia han contado...
sintió que algo se rompía en él, mientras un peso
—...un Labuerre, solo un Labuerre había...
enorme se abatía sobre sus pulmones. Cuando cayó boca
—...con cuidado con los tubos...
abajo entre las hierbas silvestres, creyó oír el acorde de la
—...¡dejémosle descansar!...
lira, y le importó poco que el perro de tres cabezas
La luz del día hirió sus ojos.
sonriera mientras le miraba, y que su sonrisa fuera
—¿Por qué tan idiota ha sido? —preguntó una voz se-
irónica y estuviera cargada de odio.
vera—. La hermana dice que yo puedo hablarle ahora. Así
que esto es lo que quiero saber primero.
Miró el rostro de... no, no era el músico. Había sido el
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delirio. Era un rostro viejo y duro.
Cuando despertó, Halvorsen imaginó hallarse en el in-
—Ja. Yo malvado parezco, de acuerdo. ¿Qué diablos us-
fierno. Allí estaban los jóvenes amantes entrelazados
ted hacía sin traje y mucho después del tiempo límite de ex-
contemplándole con aire solemne, y la madre
posición a la radiactividad?
acariciándole la frente con placidez. Se agitó, y su brazo
—Quería morir —dijo Halvorsen. Había tubos enterrados
izquierdo cayó pesadamente.
en su brazo.
—Oh, no hace falta, no hace falta —dijo la madre.
El viejo de curtido rostro dejó escapar un sonido despec-
Tuvo la impresión de que levantaba su inerte brazo y lo
tivo.
depositaba sobre su pecho—. Oh, su pobre dedo —suspiró
—¡Hermana! —gritó—. Los tubos de plasma retire usted
—. ¿Puede hablar usted? ¿Qué le ocurrió?
antes de que más malgastemos. Dice que morir quiere.
Consiguió hablar con voz débil.
—¡Silencio! —dijo la enfermera. Y volvió a pasar la ma-
—Labuerre y yo trasladábamos un gran bloque de
no por su frente.
mármol con la grúa —dijo—, y mi dedo quedó aprisionado
debajo. No me di cuenta hasta que fue demasiado tarde —De él no se burle, hermana —se rió el viejo—. Una ílo-
para cambiar mi mano sin dejar caer el mármol, que se recilla temerosa es, demasiado delicada para el mundo
hubiera destrozado contra el suelo. grande y brutal. Nada tiene, nada hacer puede, así que
12. molestarnos muriendo elige. Pero los muchachos pueden traerla para usted.
—¡Es mentira! —protestó Halvorsen—. ¡He trabajado! «Tendría que haber una estatua del alcalde antes de que
¡Dios sabe cómo he trabajado! Nadie quería mis obras. Que- muera yo. Y del Rathaus los ángeles de madera casi todos
rían llevarme a su lado, como una flor seca en una corona se han caído. El valle de Soltau de ellos estaba orgulloso...
mortuoria. Hubieran terminado por poseerme. Un año ¿Unas buenas copias usted podría hacer? Y naturalmente
más, y ya no hubiera sido un artista. las máquinas fotográficas inútiles son, y los dibujos que ha-
—¿Ja? —dijo el viejo—. Cuente. cemos más bien cómicos resultan. ¿Enseñar a los jóvenes
Halvorsen hizo su relato, llorando a veces, de debilidad podría usted, al menos a dibujar rostros que rostros pare-
y de piedad por sí mismo, maldiciendo a veces al viejo que cieran y no culos? Y, como acerca de usted y Labuerre de-
se negaba a dejarle morir, describiendo a veces tal cía, algún joven quizá haya que sea lo bastante loco como
estatua, tal busto, o embistiendo a veces ciegamente para todo aprender, y entonces Soltau tendrá siempre artis-
contra la locura del mundo. ta y escultor para los trabajos necesarios. Y usted alguna
Finalmente, habló de Lucy. Lucy mejor que esa encontrará. Mejor que esa, creo yo.
—Todo tener no podemos, lo sabe usted —hizo notar el —Ya basta —advirtió la enfermera—. Está usted excitan-
viejo. do al enfermo.
—Yo podía tenerla a ella —dijo secamente el artista—. —Oh, no —dijo gravemente Halvorsen—. Todo va bien,
Ustedes no han querido que muera, así que no moriré. Volve- de veras. Le agradezco infinitamente su solicitud, pero todo
ré, y se la quitaré a ese imbécil de Malone con quien debía va muy bien.
casarse. Le daré dos años de felicidad conmigo antes de que
sepa toda la verdad... antes de que empiece a detestarla.
—Usted volver no puede —dijo el viejo—. Yo soy Cer-
bero. ¿Comprende usted eso? Esa chica nada es. La
sociedad de donde usted viene nada es. Nosotros un lugar
aquí tenemos... Hermana, ¿sentarse puede?
La mujer sonrió y trasteó en la cama. Halvorsen vio a
través de una amplia ventana que se hallaba en un valle ro-
deado de montañas, muy verde, sembrado de rebaños y de
casas sin pintar.
—Un lugar así que haber tiene —dijo el viejo—. En toda
la geografía de Europa, un valle como el de Soltau que haber
tenía, con los vientos y la orografía adecuadamente organi-
zadas para el polvo desviar.
—¿Nadie lo sabe? —murmuró el artista.
—Nosotros que así sea preferimos. Es imposible algunas
cosas obtener, pero sorprendido se sentiría usted de lo poco
que importa esto a los jóvenes. Son grandes viajeros los jó-
venes, con sus trajes y sus contadores de radiaciones.
Las ciudades en ruinas viendo, piensan que las gentes que
las habitaban insensatos debían ser. Es un pequeño
grupo de esos viajeros quienes a usted lo encontraron. El
muchacho impresionado se sintió por algunas de sus
palabras, y yo cosas interesantes en sus manos vi. Mucha
roca por aquí no hay, una buena y prieta tierra tenemos.