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Reencuentro
ISSN: 0188-168X
cuaree@correo.xoc.uam.mx
Universidad Autónoma Metropolitana Unidad
Xochimilco
México
Arbesú García, María Isabel; Rueda Beltrán, Mario
La evaluación de la docencia desde la perspectiva del propio docente
Reencuentro, núm. 36, abril, 2003, pp. 56-64
Universidad Autónoma Metropolitana Unidad Xochimilco
Distrito Federal, México
Disponible en: http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=34003606
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Proyecto académico sin fines de lucro, desarrollado bajo la iniciativa de acceso abierto
La evaluación
de la docencia desde
la perspectiva
del propio docente
María Isabel Arbesú García*
Universidad Autónoma Metropolitana-Xochimilco, México.
Mario Rueda Beltrán**
Universidad Nacional Autónoma de México, México.
*Profesora titular del departamento
de Teoría y Análisis en la UAM-Xochimilco.
Correo electrónico: miarbesu@cueyatl.uam.mx
**Investigador del Centro de Estudios
Sobre la Universidad en la UNAM.
Correo electrónico: mariorb@servidor.unam.mx
57Abril 2003
Resumen
Este artículo muestra el panorama general que presenta la evaluación de la docencia
universitaria, la que hasta el momento se ha utilizado con fines burocráticos y de
control. Asimismo, plantea la necesidad de llevar a cabo una evaluación formativa
como opción para la comprensión y mejoramiento de la docencia.
Palabras clave:
Evaluación de la docencia
Evaluación formativa
Evaluación sumativa
Abstract
The purpose of this article is to provide an general overview of university teaching
evaluation. To date, this tool has been used for administrative purposes. We sug-
gest the need to carry out teaching evaluations for instructor feedback and im-
provement.
Key words:
Teaching evaluation
Formative evaluation
Summative evaluation
Introducción
E
l Programa de Modernización Educativa
(1988-1994) postula la creación de un
Sistema Nacional de Evaluación de las
instituciones de educación superior (IES) en el que
se vincula a la evaluación con el financiamiento.
Planteada la evaluación como un medio para
mejorar la calidad de la educación, la evaluación
se convierte en una política rectora de la educa-
ción superior.
En la definición y construcción de esta serie
de políticas gubernamentales, instrumentadas en
el sistema educativo mexicano en general, y en edu-
cación superior en particular, han intervenido orga-
nismos internacionales que, de alguna manera
marcan el rumbo de la educación y de los procesos
de evaluación en nuestro país.
En 1989 se inicia formalmente el desarrollo de
un sistema de evaluación de la educación superior
bajo la supervisión de la Comisión Nacional de
Evaluación de la Educación (CONAEVA) en el que se
han establecido distintos modelos de evaluación:
la evaluación institucional, la evaluación interinsti-
tucional (de pares académicos) y la evaluación del
desempeño académico.
Aunque cada institución ha definido sus propios
criterios de evaluación, enmarcados en estos tres ru-
bros fundamentalmente, por el contexto de las políti-
caspúblicasdeevaluaciónenvigor,éstasehaaplicado
con fines sumativos, es decir, se evalúa para premiar
osancionar(alnorecibirlacompensacióneconómica).
Estudios recientes confirman que los procesos de
evaluación en las universidades mexicanas se han
burocratizado,privilegiandoelanálisisnumérico.Hasta
el momento se ha evaluado a las instituciones esen-
cialmente con indicadores y factores cuantitativos,
enfocados principalmente a otorgar financiamiento sin
mejorar sustancialmente la calidad de la educación
(Rueda y Rodríguez, 1996 y Carrión, et al., 1995).
En la evaluación del desempeño académico
es necesario distinguir las actividades que carac-
terizan el trabajo académico de aquellas que im-
plican la práctica docente. En el primer caso se
incluyen los cursos, tutorías, investigaciones, asis-
tencia a congresos y otro tipo de eventos; en el se-
gundo, se restringe a la interacción entre docentes
y estudiantes en el salón de clase.
58 Reencuentro
En relación con la evaluación de la docencia,
aún no existe consenso sobre la forma idónea de
evaluar las actividades del profesor, debido a que
sus funciones cambian histórica y culturalmente
según la diversidad de contextos (Wilson, 1992;
Schön, 1983 y 1992; Travers, 1981; Rogers y Frei-
berg, 1996) y conforme al enfoque de enseñanza
adoptado (Erikson, 1989; Marcelo, 1987). Por otro
lado, los estudios realizados al respecto manifiestan
que la evaluación de la docencia presenta otros
problemas, como su incipiente tradición; la impresi-
ción de sus propósitos (entre el control administrati-
vo y el mejoramiento de la actividad); la selección
de los medios y mecanismos de su realización y el
conocimiento y uso de sus resultados (Rueda y
Rodríguez, 1996).
El reconocimiento de la complejidad de la do-
cencia resulta fundamental cuando se pretende
incursionar en su evaluación, ya que la valoración
implica una idea precisa de qué es enseñar y
aprender en un contexto determinado. Es necesario
considerar las diversas situaciones en las que se
enseña y se aprende: clases, seminarios, laborato-
rios, prácticas de campo o clínicas; difícilmente se
puede aceptar una misma forma de evaluar lo que
pasa en cada una de ellas. El mismo planteamiento
es válido al extrapolarlo al problema que representa
la formación en las distintas áreas de conocimiento:
físico, matemáticas e ingenieras, biológicas y de la
salud, sociales, humanidades y artes.
No obstante lo anterior, la evaluación de la do-
cencia en las universidades generalmente es aten-
dida a través de la aplicación de cuestionarios de
opinión entre los estudiantes, expresando un juicio
sobre diferentes aspectos del comportamiento del
profesor en una situación específica de enseñanza,
la que generalmente se determina a priori. Los cues-
tionarios empleados frecuentemente asumen, de
manera explícita o implícita, un modelo de docente
y alumno que puede no corresponder al tipo de en-
señanza o a la filosofía educativa adoptada por la
institución;estemodelodeprofesoryestudiantepuede
pasar desapercibido inclusive para los mismos dise-
ñadores del cuestionario empleado. Esta forma de
evaluar a la docencia es cada vez más objeto de
críticas fundadas que obligan a una búsqueda ver-
sátil de nuevas formas de evaluación o, por lo menos,
la idea de seguir empleando los cuestionarios, pero
con un sentido crítico y continuar explorando otras
posibilidades respecto a su uso.
En la literatura especializada es contundente
la evidencia sobre lo inapropiado de asociar evalua-
ción con dinero o premios, sobre todo si se está a
favor de emplear aquella como instrumento para
mejorar la actividad evaluada, en este caso la ense-
ñanza. Por supuesto que los directivos pueden estar
interesados en tener cierto control de la actividad
de los profesores y, para ello, podrían aplicar un
cuestionario recolectando la opinión o grado de
satisfacción del cliente receptor del servicio. Esta
acción puede satisfacerse con unas cuantas pre-
guntas generales que captarán la perspectiva estu-
diantil como: me ayudó a aprender. Sin embargo,
de ninguna manera será suficiente si se pretende,
con este mismo cuestionario, retroalimentar la acti-
vidad de los profesores, ya que para ello servirá de
poco al profesor saber que sus alumnos están satis-
fechos o inconformes con su desempeño como
docente. Por el contrario, si se trata del empleo de
la evaluación como instrumento para mejorar la
enseñaza, es decir, con fines formativos, habría que
desarrollar cuestionarios u otras formas de acopio
de información para captar las opiniones precisas
de los estudiantes sobre el comportamiento del
maestro en clase. Un tipo de evaluación que se
oriente a la comprensión y al mejoramiento de la
actividad de la enseñanza.
Hasta el momento, la mayor parte de los criterios
utilizados en la evaluación de la docencia han ayu-
dado, de cierta manera, a la desprofesionalización
Fotografía:JoséVentura
59Abril 2003
del trabajo docente, ya que tienden a ejercer un con-
trol y una limitación excesiva de las actividades de
los profesores, a quienes se les considera como
meros operadores de la enseñanza (Hargreaves,
1998; Torres del Castillo, 1998). Criterios que difícil-
mente toman en cuenta los diferentes contextos en
los que se realiza la práctica del profesor.
La evaluación de la docencia
en la Universidad Autónoma
Metropolitana (UAM)
A partir del 10 de junio de 1992, el Colegio Acadé-
mico de la UAM aprobó la Beca al Reconocimiento
de la Carrera Docente del personal académico (UAM,
1992, pp. 1-7). Esta beca se enfoca primordialmente
a evaluar el trabajo del profesor en el aula y se
otorga fundamentalmente a partir de la aplicación
de ciertos cuestionarios de opinión que contestan
los estudiantes para valorar el desempeño de su
profesor durante el trimestre.
Vale la pena mencionar que dichos cuestionarios
de opinión se aplican indistintamente en la tres uni-
dades de la UAM; no obstante que en Xochimilco se
trabaja con el Sistema Modular, método de enseñan-
za cuyo modelo de docencia implica una actividad
diferente por parte del profesor, cuya evaluación re-
queriríareflejarlasingularidaddelmodelomodular,ba-
sado en la participación crítica del estudiante, en el
que la coordinación grupal por parte del docente se es-
pera facilite el aprendizaje analítico de los estudiantes.
Después de analizar el cuestionario de evalua-
ción vigente en la institución, se llegó a la conclusión
de que éste refleja ciertas tendencias de la teoría
conductual del aprendizaje, ya que incluye reactivos
que evalúan los objetivos de aprendizaje, el diseño
de situaciones de enseñanza que facilitan el apren-
dizaje, la evaluación de los logros y objetivos, y el
reforzamiento o motivación del aprendizaje. Tam-
bién resultó evidente que este cuestionario está
realizado para efectuar un control académico admi-
nistrativo del docente; esto se refleja por el número
de reactivos orientados a valorar si el profesor
cumplió o no con lo estipulado en el programa. Este
instrumento de evaluación difícilmente sirve para
conocer la práctica pedagógica del profesor de la
UAM, y menos el trabajo de un docente que enseña
en el Sistema Modular, basado en la interacción y
la participación grupal.
Lo anterior refleja una vez más el uso que,
hasta el momento, se le ha dado a la evaluación de
la docencia. Asimismo, manifiesta la importancia
de explorar otras opciones y usos alternativos, en
los que se promuevan tanto la participación de ex-
pertos como de los propios profesores y estudiantes,
en el diseño y puesta en marcha de diversos pro-
gramas de evaluación; no solamente como estrate-
gia política para lograr la aceptación de la evaluación,
sino porque es insustituible la perspectiva local de
los profesores. En este sentido, se cuenta ya con
experiencias exitosas de formas de participación
en donde los profesores y estudiantes contribuyen
en la construcción o revisión de cuestionarios.1
Asimismo, se ha explorado la participación de los pro-
fesores en el proceso de interpretación de los re-
sultados obtenidos y en el diseño de las acciones
de formación permanente que podrían derivarse del
conocimiento de los resultados.2
La evaluación formativa
como opción para
la comprensión
y mejora de la docencia
Los estudiosos del tema consideran que la evalua-
ción formativa debe reflejar la complejidad y la
particularidad de los programas educativos, de
manera que ésta sirva realmente para aportar
soluciones a las interrogantes y problemas que se
plantean los profesores durante el desarrollo de su
actividad (Stake, 1967). Se ha mostrado que la
evaluación debe entenderse como problemática, no
como instrumento. Desde esta perspectiva se
pueden observar sus cualidades plurirreferenciales
e intersubjetivas; a diferencia de considerarla como
control, el cual siempre es monorreferencial. Postu-
ra que contempla la necesidad de cuestionar el
sentido y el significado de los fenómenos educati-
vos, consiguiendo con ello las mejoras deseadas
(Ardoino, 2000).
El propósito central de la evaluación formativa
es facilitar y promover el cambio, pero no un cambio
aparente y circunstancial, sino la transformación
real mediante la modificación de concepciones y
creencias de las personas que participan en el pro-
grama educativo estudiado. En este sentido los con-
ceptos del profesor como investigador (Stenhouse,
1981) de autoevaluación (Elliot, 1982), y el mode-
lo de evaluación democrático (McDonald, 1976)
60 Reencuentro
reflejan dichas posiciones eminentemente cualita-
tivas, mismas que consideran necesario investigar
y evaluar la vida en las aulas, por medio de plantea-
mientos y procedimientos metodológicos naturistas
(cualitativos).
La evaluación formativa tiene como finalidad
lograr un proceso de comprensión y reflexión sobre
la enseñanza en donde participan los docentes,
quienes deciden —a través de la reflexión y del
autoconocimiento de su práctica— realizar los
cambios o mejoras deseados (Rosales, 2000;
Santos Guerra, 1995; Moral Santaella, 1995; Lato-
rre, 1992). Esta postura implica generar un proceso
de formación-evaluación docente en el que el
evaluador realice su trabajo en una relación de
acompañamiento constante, como un consultor u
orientador profesional, como un interlocutor que
facilita el diálogo y la retroalimentación con el pro-
fesor (Ardoino, 1990; Barber y Klein, citados por
Díaz Barriga, 2000).
El objetivo de la evaluación formativa, de
acuerdo con Rosales (2000), es lograr un progresivo
perfeccionamiento del profesor como persona, como
docente y por consiguiente del resto de los com-
ponentes y funciones del proceso de enseñanza-
aprendizaje. Estas funciones tienen diferentes
gamas: el desarrollo social y emocional de los alum-
nos; la adquisición de conocimientos; la utilización
y renovación metodológica y de materiales educa-
tivos; de cooperación dentro y fuera del aula; de
autodesarrollo o perfeccionamiento personal.
A partir de esta postura, que
conceptualmente hablando otorga
un lugar privilegiado a la participa-
ción y a la reflexión del profesor, se
decidió realizar un proyecto de in-
vestigación de corte cualitativo por
medio del método etnográfico, desde
las corrientes fenomenológica e
interpretativa,3
que intentó conocer y
evaluar la docencia en un sistema de
enseñanza modular, con objeto
de identificar, con la participación de
los profesores, los aspectos rele-
vantes que caracterizaron su prác-
tica, buscando la mejora de la
actividad. Es decir, una forma de
evaluación con y desde los actores,
como una manera de conocer, com-
prender y reflexionar sobre la práctica docente y
con ello ayudar a su mejora.
Desde los primeros momentos metodológicos
se consideró que los profesores seleccionados
colaborarían de cerca en el estudio, ya que sus
diversos conocimientos, experiencias y formas de
llevar a cabo la actividad de enseñanza enrique-
cerían los hallazgos y conclusiones del trabajo. Se
adoptó la función formativa de la evaluación de la
docencia, es decir, se asumió que la evaluación ser-
viría para facilitar y promover un cambio o mejora
en las prácticas de la enseñanza, cambio en el que
participarían de forma directa los profesores involu-
crados, quienes decidirían, por ellos mismos, qué
aspectos modificarían en su trabajo como profesio-
nales de la enseñanza.
La postura elegida entiende a la etnografía
como el estudio de la vida social en la cual se da
cuenta de la comprensión de los otros, mediante
un proceso de significación entre las diferentes
tradiciones: la del etnógrafo, la de los grupos o
grupo de estudio, y la de las audiencias a quien se
informa. La etnografía es, en esencia, un proceso
de mediación de marcos de significado. Su natura-
leza dependerá de las tradiciones que se pongan
en contacto durante el trabajo de campo. Las etno-
grafías son una fusión de horizontes a través de
las diferentes tradiciones del etnógrafo, de los gru-
pos y de las audiencias previstas (Agar, 1991).
Cabe mencionar que el estudio se realizó deli-
mitando como referente empírico al módulo Conoci-
Fotografía: José Ventura
61Abril 2003
miento y Sociedad del Tronco Interdivisional en la
UAM Xochimilco. Se eligió a tres docentes que impar-
tieron (en tres distintos trimestres) dicho módulo.
Un filósofo por parte de la división de Ciencias
Sociales y Humanidades; un diseñador industrial
en representación de Ciencias y Artes para el
Diseño; y una bióloga por Ciencias Biológicas y de
la Salud. El trabajo de campo duró un año y se
utilizó como técnica privilegiada la observación
participante.4
También se emplearon como apoyo
o recurso técnico, entrevistas semiestructuradas
con los docentes y con sus alumnos; la videograba-
ción de una sesión (durante el trimestre con cada
profesor); la consulta con colegas; la investigación
documental y la elaboración de diarios de campo.
Se presenta, a manera de ejemplo, el testimo-
nio de uno de los profesores, resaltando algunas
de las experiencias vividas por él durante el proceso
de observación participante en el que se destacan
algunos cambios del maestro, con objeto de mejorar
su práctica.5
Testimonios de mejora.
Profesor de Ciencias
Sociales y Humanidades (CSH)
Desde el inicio del trabajo de campo el estilo de
docencia de Rolando (CSH), parecía estar me-
diatizado por el uso de la razón, es decir, los regis-
tros de observación reflejaban cierto estilo de
enseñanza en el que prevalecía una práctica que
se explicaba desde y a partir de la razón. En las
diversas entrevistas que se realizaron con el pro-
fesor, aceptó asumir un modelo de enseñanza que
buscaba fundamentalmente llegar a un nivel de
abstracción, a través del cual los estudiantes tuvie-
ran la posibilidad de desarrollar niveles complejos
de pensamiento. En este sentido, Rolando nos
confirmó que en su práctica no buscaba vincular o
incluir el elemento afectivo, ya que hasta el mo-
mento no le había parecido conveniente.
Lo anterior nos llevó a suponer que este su-
puesto sobre la enseñanza que sostenía el profesor,
continuaría presente en su labor como docente. Sin
embargo, después de que concluyó el trimestre,
se pudo corroborar que este trabajo de investigación
cualitativa le dio la posibilidad de reflexionar sobre
su estilo de docencia y decidir qué aspectos tendría
que mejorar.
De acuerdo con las palabras del profesor, la
presencia continua de la investigadora en el aula
fue un espejo semanal a través del cual él podía
ver al grupo y por consiguiente verse a sí mismo;
revelándole las sutiles motivaciones que lo llevaban
a actuar de tal o cual forma con sus estudiantes.
Desde su percepción fue quizá este efecto de es-
pejo lo que le permitió realizar ciertas mejoras en
su práctica, aunque también comenta que aún no
ha conocido ningún espejo satisfactorio; excepto
el diáfano espejo de agua de Narciso, que le traía sa-
tisfacción y gozo al ver su imagen reflejada en él.
Los cambios que decidió realizar el profesor
de CSH se dieron en diversos sentidos, no sólo desde
su práctica. Por ejemplo, aceptó que además de la
investigación cuantitativa, existen otras maneras
(también científicas) de estudiar la evaluación de
la docencia.
Más tarde entendí que a través del método que
empleó Isabel fue posible señalar los postulados,
muchos de ellos inconscientes, que guían tanto la
práctica educativa como la evaluación de ésta. Su
trabajo, entre otras cosas, permite develar los su-
puestos fundamentales según los cuales se lleva
a cabo el proceso educativo en la UAM Xochimilco.
Pero debo añadir que no sólo aquellos postulados
teóricos de un modelo educativo, sino también los
que están detrás de las motivaciones de cada docen-
te, casi siempre sin que sean explícitos, ni conscien-
tes (Reflexiones de Rolando, Arbesú, 2002).
En relación con los cambios informados por el
docente en su quehacer cotidiano, el primero fue
que aceptara que el proceso de enseñanza-apren-
dizaje no implica sólo aspectos cognitivos, sino que
también tiene que ver con cuestiones afectivas de
todo tipo.
El llamar a cada uno por su nombre me ha permitido
un acercamiento mayor en las actividades cotidia-
nas, y me ha proporcionado mayor seguridad tanto
a mí, porque siento que estoy integrado al grupo,
como para ellos porque su autoestima crece al
sentir que son importantes en el grupo, porque se
les llama por su nombre (Reflexiones de Rolando,
Arbesú, 2002).
Asimismo el profesor señala que este efecto
de espejo le ha permitido sentir mayor seguridad
para continuar enseñado a sus alumnos, a través
62 Reencuentro
de un análisis profundo y crítico de los textos vin-
culados en el módulo. Esforzándose por despertar
en sus estudiantes el hábito de la lectura y la refle-
xión crítica, a través de explicaciones adaptadas a
la circunstancia de cada grupo y de cada estudiante.
En lo que toca al trabajo de equipo, el docente
manifestó también haber transformado ciertas
cuestiones; entre otras, haber incrementado este
tipo de trabajo en los grupos a los que enseña.
Desde entonces se ha preocupado por que los
alumnos trabajen en equipos de cuatro a cinco
miembros. Sin embargo, aclara que sigue conside-
rando que cuando el grupo no es muy numeroso,
es conveniente trabajar la mayor parte de la sesión
con todo el grupo, porque la coordinación del docen-
te facilita el aprendizaje crítico de cada estudiante
a través de una participación que les exige mayor
reflexión que la sola expresión de sus ideas.
En el caso de Rolando este proceso de obser-
vación participante le permitió reflexionar sobre lo
que hizo o dijo como maestro —en el contexto de
enseñanza y aprendizaje que construyó junto con
los alumnos—, a partir de la serie de actividades
que realizaron durante el trimestre correspondiente.
Dado lo anterior, concluimos que sus reflexiones le
dieron la posibilidad de reconocer y analizar su prác-
tica otorgándole significados diversos y, con ello,
replantearse la necesidad de transformar ciertos
supuestos sobre la enseñanza que él consideraba
como fundamentales. Por ejemplo, reconsiderar
que el aprendizaje, por parte de los alumnos, es un
proceso que no sólo implica cuestiones cognitivas
sino que también incluye un nivel de comunicación
más cercano entre el profesor y los estudiantes,
cambios que le han permitido sentirse más inte-
grado con los grupos a los que enseña, ya que ha
fomentado diversas actividades entre los alumnos,
que le han dado la posibilidad de conocer más de
cerca los intereses o inquietudes de los jóvenes;
transformaciones que también han logrado que los
alumnos aumenten su autoestima.
Los testimonios recogidos en esta experiencia,
junto con los de los otros dos profesores que gentil-
mente colaboraron en el estudio, confirman que es
posible estudiar el problema de la evaluación de la
docencia a través de distintas perspectivas —hasta
el momento poco exploradas— que promueven
procesos de reflexión en el profesor y que recuperan
la voz de los actores involucrados —docentes y
alumnos—. Es decir, una forma de evaluación con
y desde los actores del proceso, cuyo propósito fun-
damental radica en la comprensión y mejora de la
actividad, en donde la autoevaluación es sumamen-
te valiosa y necesaria. En este sentido, vale la pena
resaltar la importancia de considerar a la función
formativa de la evaluación como un proceso de
reflexión y mejora de la docencia, cuya función más
importante —desde nuestra opinión— es el reco-
nocimiento y el análisis que el maestro hace de su
propia práctica. Dado que las reflexiones que hace
él lo llevan a realizar cambios o mejoras en su
actividad de enseñanza.
Lo ideal es que las universidades atiendan el
tema de la evaluación de la docencia estableciendo
equipos de académicos con una formación adecua-
da y con las condiciones laborales que les permitan
desplegar sus actividades a largo plazo. La evalua-
ción puede constituirse en una acción importante
para mejorar las condiciones de intercambio entre
profesores y estudiantes en los salones de clase,
pero esto ocurrirá cuando las academias le otorguen
la importancia que merece, los directivos no la
conceptualicen como un control administrativo y
sobre todo que no se equipare con el acopio de la
información, sino que dé lugar a interpretaciones
que conduzcan a su perfeccionamiento y a la mejora
de la enseñanza.
Finalmente, es importante no perder de vista
que la evaluación de la docencia, como toda
evaluación, tiene posibilidades y límites que será
necesario conocer, para no depositar en ella expec-
tativas desproporcionadas. Una revisión de los crite-
rios de distribución de las asignaturas o módulos
(como en el caso de la UAM Xochimilco), del número
y características de los estudiantes que conforman
los grupos, de las condiciones físicas de los salones
y de las condiciones laborales de los maestros,
podrán contribuir a un mejor trabajo de la docencia
sin esperar la aplicación de un sistema de evalua-
ción que justifique las medidas tomadas.
Notas
1
B. M. Rueda y S. L. Rodríguez, 1996, Cuestiona-
rios de evaluación de la docencia universitaria
(para estudiantes), Facultad de Psicología,
UNAM; S. E. Luna, 1996, Cuestionario sobre
la actividad docente en posgrado: teoría,
UABC;I.Cruz,M.L.Crispín,H.Ávila,V.Caraveo,
63Abril 2003
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para profesores, UIA; M. C. Gilio, Evaluación
de los docentes de la facultad de química,
UAQ; O. Grijalva, J. Loredo, y J. Valenzuela,
1996, Encuesta de opinión dirigida a maes-
tros sobre la evaluación de la práctica
docente, Universidad Anáhuac.
2
B. M. Rueda, F. Díaz Barriga, (comp.) 2000, Eva-
luación de la docencia. Perspectivas actua-
les, Paidós, México, así como: B., M. Rueda,
Frida Días Barriga, y M. Díaz, 2001, Evaluar
para comprender y mejorar la docencia en la
educación superior, UAM, UNAM, UABJO, México.
3
Este enfoque concibe la realidad como un producto
socialmente construido, a partir de la intersub-
jetividad del intérprete y de los actores que
la constituyen. Es decir, en ella se reconoce la
necesidad de incorporar la perspectiva sub-
jetiva del investigador y no sólo la del sujeto
interpretado, lo cual significa que para acce-
der a la interpretación (comprensión), se debe
considerar la presencia tanto del horizonte
significativo de los actores, como el del investi-
gador (Bertely, 1998 y 2000; Agar, 1991; Ga-
damer, 1977). Esta concepción intersubjetiva
de la realidad, en la que participan dos o más
sujetos, implica la relatividad del conocimien-
to producido en un ambiente sociocultural con-
creto, con una situación histórica concreta,
es decir, en ella se asume la construcción de
realidades múltiples (Schutz, 1971 y 1974).
4
El instrumento o técnica que caracteriza al trabajo
etnográfico en educación, definida por Erick-
son (1989) como observación participante,
considera imprescindible la presencia del
etnógrafo (investigador) durante el trabajo
de campo.
5
Al final del trimestre, se le pidió a cada docente
que escribiera la experiencia que vivió duran-
te el tiempo que duró el proceso de observa-
ción participante. También durante el
trimestre, se realizaron una serie de entrevis-
tas semiestructuradas con cada profesor y
con sus alumnos. Asimismo, se le entregó a
cada maestro un documento escrito en el
que se construyeron las primeras categorías
de análisis que definieron su práctica. Por
otro lado, cada profesor tuvo la oportunidad
de observar su desempeño en el aula, a
través del video que se grabó durante una
sesión del trimestre correspondiente. Todo
esto permitió que el docente tuviera la posi-
bilidad de conocer, a través de distintas
formas, más a fondo cuál había sido su estilo
de enseñanza.
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Evaluacion docencia perspectiva docente 34003606

  • 1. Reencuentro ISSN: 0188-168X cuaree@correo.xoc.uam.mx Universidad Autónoma Metropolitana Unidad Xochimilco México Arbesú García, María Isabel; Rueda Beltrán, Mario La evaluación de la docencia desde la perspectiva del propio docente Reencuentro, núm. 36, abril, 2003, pp. 56-64 Universidad Autónoma Metropolitana Unidad Xochimilco Distrito Federal, México Disponible en: http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=34003606 Cómo citar el artículo Número completo Más información del artículo Página de la revista en redalyc.org Sistema de Información Científica Red de Revistas Científicas de América Latina, el Caribe, España y Portugal Proyecto académico sin fines de lucro, desarrollado bajo la iniciativa de acceso abierto
  • 2. La evaluación de la docencia desde la perspectiva del propio docente María Isabel Arbesú García* Universidad Autónoma Metropolitana-Xochimilco, México. Mario Rueda Beltrán** Universidad Nacional Autónoma de México, México. *Profesora titular del departamento de Teoría y Análisis en la UAM-Xochimilco. Correo electrónico: miarbesu@cueyatl.uam.mx **Investigador del Centro de Estudios Sobre la Universidad en la UNAM. Correo electrónico: mariorb@servidor.unam.mx
  • 3. 57Abril 2003 Resumen Este artículo muestra el panorama general que presenta la evaluación de la docencia universitaria, la que hasta el momento se ha utilizado con fines burocráticos y de control. Asimismo, plantea la necesidad de llevar a cabo una evaluación formativa como opción para la comprensión y mejoramiento de la docencia. Palabras clave: Evaluación de la docencia Evaluación formativa Evaluación sumativa Abstract The purpose of this article is to provide an general overview of university teaching evaluation. To date, this tool has been used for administrative purposes. We sug- gest the need to carry out teaching evaluations for instructor feedback and im- provement. Key words: Teaching evaluation Formative evaluation Summative evaluation Introducción E l Programa de Modernización Educativa (1988-1994) postula la creación de un Sistema Nacional de Evaluación de las instituciones de educación superior (IES) en el que se vincula a la evaluación con el financiamiento. Planteada la evaluación como un medio para mejorar la calidad de la educación, la evaluación se convierte en una política rectora de la educa- ción superior. En la definición y construcción de esta serie de políticas gubernamentales, instrumentadas en el sistema educativo mexicano en general, y en edu- cación superior en particular, han intervenido orga- nismos internacionales que, de alguna manera marcan el rumbo de la educación y de los procesos de evaluación en nuestro país. En 1989 se inicia formalmente el desarrollo de un sistema de evaluación de la educación superior bajo la supervisión de la Comisión Nacional de Evaluación de la Educación (CONAEVA) en el que se han establecido distintos modelos de evaluación: la evaluación institucional, la evaluación interinsti- tucional (de pares académicos) y la evaluación del desempeño académico. Aunque cada institución ha definido sus propios criterios de evaluación, enmarcados en estos tres ru- bros fundamentalmente, por el contexto de las políti- caspúblicasdeevaluaciónenvigor,éstasehaaplicado con fines sumativos, es decir, se evalúa para premiar osancionar(alnorecibirlacompensacióneconómica). Estudios recientes confirman que los procesos de evaluación en las universidades mexicanas se han burocratizado,privilegiandoelanálisisnumérico.Hasta el momento se ha evaluado a las instituciones esen- cialmente con indicadores y factores cuantitativos, enfocados principalmente a otorgar financiamiento sin mejorar sustancialmente la calidad de la educación (Rueda y Rodríguez, 1996 y Carrión, et al., 1995). En la evaluación del desempeño académico es necesario distinguir las actividades que carac- terizan el trabajo académico de aquellas que im- plican la práctica docente. En el primer caso se incluyen los cursos, tutorías, investigaciones, asis- tencia a congresos y otro tipo de eventos; en el se- gundo, se restringe a la interacción entre docentes y estudiantes en el salón de clase.
  • 4. 58 Reencuentro En relación con la evaluación de la docencia, aún no existe consenso sobre la forma idónea de evaluar las actividades del profesor, debido a que sus funciones cambian histórica y culturalmente según la diversidad de contextos (Wilson, 1992; Schön, 1983 y 1992; Travers, 1981; Rogers y Frei- berg, 1996) y conforme al enfoque de enseñanza adoptado (Erikson, 1989; Marcelo, 1987). Por otro lado, los estudios realizados al respecto manifiestan que la evaluación de la docencia presenta otros problemas, como su incipiente tradición; la impresi- ción de sus propósitos (entre el control administrati- vo y el mejoramiento de la actividad); la selección de los medios y mecanismos de su realización y el conocimiento y uso de sus resultados (Rueda y Rodríguez, 1996). El reconocimiento de la complejidad de la do- cencia resulta fundamental cuando se pretende incursionar en su evaluación, ya que la valoración implica una idea precisa de qué es enseñar y aprender en un contexto determinado. Es necesario considerar las diversas situaciones en las que se enseña y se aprende: clases, seminarios, laborato- rios, prácticas de campo o clínicas; difícilmente se puede aceptar una misma forma de evaluar lo que pasa en cada una de ellas. El mismo planteamiento es válido al extrapolarlo al problema que representa la formación en las distintas áreas de conocimiento: físico, matemáticas e ingenieras, biológicas y de la salud, sociales, humanidades y artes. No obstante lo anterior, la evaluación de la do- cencia en las universidades generalmente es aten- dida a través de la aplicación de cuestionarios de opinión entre los estudiantes, expresando un juicio sobre diferentes aspectos del comportamiento del profesor en una situación específica de enseñanza, la que generalmente se determina a priori. Los cues- tionarios empleados frecuentemente asumen, de manera explícita o implícita, un modelo de docente y alumno que puede no corresponder al tipo de en- señanza o a la filosofía educativa adoptada por la institución;estemodelodeprofesoryestudiantepuede pasar desapercibido inclusive para los mismos dise- ñadores del cuestionario empleado. Esta forma de evaluar a la docencia es cada vez más objeto de críticas fundadas que obligan a una búsqueda ver- sátil de nuevas formas de evaluación o, por lo menos, la idea de seguir empleando los cuestionarios, pero con un sentido crítico y continuar explorando otras posibilidades respecto a su uso. En la literatura especializada es contundente la evidencia sobre lo inapropiado de asociar evalua- ción con dinero o premios, sobre todo si se está a favor de emplear aquella como instrumento para mejorar la actividad evaluada, en este caso la ense- ñanza. Por supuesto que los directivos pueden estar interesados en tener cierto control de la actividad de los profesores y, para ello, podrían aplicar un cuestionario recolectando la opinión o grado de satisfacción del cliente receptor del servicio. Esta acción puede satisfacerse con unas cuantas pre- guntas generales que captarán la perspectiva estu- diantil como: me ayudó a aprender. Sin embargo, de ninguna manera será suficiente si se pretende, con este mismo cuestionario, retroalimentar la acti- vidad de los profesores, ya que para ello servirá de poco al profesor saber que sus alumnos están satis- fechos o inconformes con su desempeño como docente. Por el contrario, si se trata del empleo de la evaluación como instrumento para mejorar la enseñaza, es decir, con fines formativos, habría que desarrollar cuestionarios u otras formas de acopio de información para captar las opiniones precisas de los estudiantes sobre el comportamiento del maestro en clase. Un tipo de evaluación que se oriente a la comprensión y al mejoramiento de la actividad de la enseñanza. Hasta el momento, la mayor parte de los criterios utilizados en la evaluación de la docencia han ayu- dado, de cierta manera, a la desprofesionalización Fotografía:JoséVentura
  • 5. 59Abril 2003 del trabajo docente, ya que tienden a ejercer un con- trol y una limitación excesiva de las actividades de los profesores, a quienes se les considera como meros operadores de la enseñanza (Hargreaves, 1998; Torres del Castillo, 1998). Criterios que difícil- mente toman en cuenta los diferentes contextos en los que se realiza la práctica del profesor. La evaluación de la docencia en la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM) A partir del 10 de junio de 1992, el Colegio Acadé- mico de la UAM aprobó la Beca al Reconocimiento de la Carrera Docente del personal académico (UAM, 1992, pp. 1-7). Esta beca se enfoca primordialmente a evaluar el trabajo del profesor en el aula y se otorga fundamentalmente a partir de la aplicación de ciertos cuestionarios de opinión que contestan los estudiantes para valorar el desempeño de su profesor durante el trimestre. Vale la pena mencionar que dichos cuestionarios de opinión se aplican indistintamente en la tres uni- dades de la UAM; no obstante que en Xochimilco se trabaja con el Sistema Modular, método de enseñan- za cuyo modelo de docencia implica una actividad diferente por parte del profesor, cuya evaluación re- queriríareflejarlasingularidaddelmodelomodular,ba- sado en la participación crítica del estudiante, en el que la coordinación grupal por parte del docente se es- pera facilite el aprendizaje analítico de los estudiantes. Después de analizar el cuestionario de evalua- ción vigente en la institución, se llegó a la conclusión de que éste refleja ciertas tendencias de la teoría conductual del aprendizaje, ya que incluye reactivos que evalúan los objetivos de aprendizaje, el diseño de situaciones de enseñanza que facilitan el apren- dizaje, la evaluación de los logros y objetivos, y el reforzamiento o motivación del aprendizaje. Tam- bién resultó evidente que este cuestionario está realizado para efectuar un control académico admi- nistrativo del docente; esto se refleja por el número de reactivos orientados a valorar si el profesor cumplió o no con lo estipulado en el programa. Este instrumento de evaluación difícilmente sirve para conocer la práctica pedagógica del profesor de la UAM, y menos el trabajo de un docente que enseña en el Sistema Modular, basado en la interacción y la participación grupal. Lo anterior refleja una vez más el uso que, hasta el momento, se le ha dado a la evaluación de la docencia. Asimismo, manifiesta la importancia de explorar otras opciones y usos alternativos, en los que se promuevan tanto la participación de ex- pertos como de los propios profesores y estudiantes, en el diseño y puesta en marcha de diversos pro- gramas de evaluación; no solamente como estrate- gia política para lograr la aceptación de la evaluación, sino porque es insustituible la perspectiva local de los profesores. En este sentido, se cuenta ya con experiencias exitosas de formas de participación en donde los profesores y estudiantes contribuyen en la construcción o revisión de cuestionarios.1 Asimismo, se ha explorado la participación de los pro- fesores en el proceso de interpretación de los re- sultados obtenidos y en el diseño de las acciones de formación permanente que podrían derivarse del conocimiento de los resultados.2 La evaluación formativa como opción para la comprensión y mejora de la docencia Los estudiosos del tema consideran que la evalua- ción formativa debe reflejar la complejidad y la particularidad de los programas educativos, de manera que ésta sirva realmente para aportar soluciones a las interrogantes y problemas que se plantean los profesores durante el desarrollo de su actividad (Stake, 1967). Se ha mostrado que la evaluación debe entenderse como problemática, no como instrumento. Desde esta perspectiva se pueden observar sus cualidades plurirreferenciales e intersubjetivas; a diferencia de considerarla como control, el cual siempre es monorreferencial. Postu- ra que contempla la necesidad de cuestionar el sentido y el significado de los fenómenos educati- vos, consiguiendo con ello las mejoras deseadas (Ardoino, 2000). El propósito central de la evaluación formativa es facilitar y promover el cambio, pero no un cambio aparente y circunstancial, sino la transformación real mediante la modificación de concepciones y creencias de las personas que participan en el pro- grama educativo estudiado. En este sentido los con- ceptos del profesor como investigador (Stenhouse, 1981) de autoevaluación (Elliot, 1982), y el mode- lo de evaluación democrático (McDonald, 1976)
  • 6. 60 Reencuentro reflejan dichas posiciones eminentemente cualita- tivas, mismas que consideran necesario investigar y evaluar la vida en las aulas, por medio de plantea- mientos y procedimientos metodológicos naturistas (cualitativos). La evaluación formativa tiene como finalidad lograr un proceso de comprensión y reflexión sobre la enseñanza en donde participan los docentes, quienes deciden —a través de la reflexión y del autoconocimiento de su práctica— realizar los cambios o mejoras deseados (Rosales, 2000; Santos Guerra, 1995; Moral Santaella, 1995; Lato- rre, 1992). Esta postura implica generar un proceso de formación-evaluación docente en el que el evaluador realice su trabajo en una relación de acompañamiento constante, como un consultor u orientador profesional, como un interlocutor que facilita el diálogo y la retroalimentación con el pro- fesor (Ardoino, 1990; Barber y Klein, citados por Díaz Barriga, 2000). El objetivo de la evaluación formativa, de acuerdo con Rosales (2000), es lograr un progresivo perfeccionamiento del profesor como persona, como docente y por consiguiente del resto de los com- ponentes y funciones del proceso de enseñanza- aprendizaje. Estas funciones tienen diferentes gamas: el desarrollo social y emocional de los alum- nos; la adquisición de conocimientos; la utilización y renovación metodológica y de materiales educa- tivos; de cooperación dentro y fuera del aula; de autodesarrollo o perfeccionamiento personal. A partir de esta postura, que conceptualmente hablando otorga un lugar privilegiado a la participa- ción y a la reflexión del profesor, se decidió realizar un proyecto de in- vestigación de corte cualitativo por medio del método etnográfico, desde las corrientes fenomenológica e interpretativa,3 que intentó conocer y evaluar la docencia en un sistema de enseñanza modular, con objeto de identificar, con la participación de los profesores, los aspectos rele- vantes que caracterizaron su prác- tica, buscando la mejora de la actividad. Es decir, una forma de evaluación con y desde los actores, como una manera de conocer, com- prender y reflexionar sobre la práctica docente y con ello ayudar a su mejora. Desde los primeros momentos metodológicos se consideró que los profesores seleccionados colaborarían de cerca en el estudio, ya que sus diversos conocimientos, experiencias y formas de llevar a cabo la actividad de enseñanza enrique- cerían los hallazgos y conclusiones del trabajo. Se adoptó la función formativa de la evaluación de la docencia, es decir, se asumió que la evaluación ser- viría para facilitar y promover un cambio o mejora en las prácticas de la enseñanza, cambio en el que participarían de forma directa los profesores involu- crados, quienes decidirían, por ellos mismos, qué aspectos modificarían en su trabajo como profesio- nales de la enseñanza. La postura elegida entiende a la etnografía como el estudio de la vida social en la cual se da cuenta de la comprensión de los otros, mediante un proceso de significación entre las diferentes tradiciones: la del etnógrafo, la de los grupos o grupo de estudio, y la de las audiencias a quien se informa. La etnografía es, en esencia, un proceso de mediación de marcos de significado. Su natura- leza dependerá de las tradiciones que se pongan en contacto durante el trabajo de campo. Las etno- grafías son una fusión de horizontes a través de las diferentes tradiciones del etnógrafo, de los gru- pos y de las audiencias previstas (Agar, 1991). Cabe mencionar que el estudio se realizó deli- mitando como referente empírico al módulo Conoci- Fotografía: José Ventura
  • 7. 61Abril 2003 miento y Sociedad del Tronco Interdivisional en la UAM Xochimilco. Se eligió a tres docentes que impar- tieron (en tres distintos trimestres) dicho módulo. Un filósofo por parte de la división de Ciencias Sociales y Humanidades; un diseñador industrial en representación de Ciencias y Artes para el Diseño; y una bióloga por Ciencias Biológicas y de la Salud. El trabajo de campo duró un año y se utilizó como técnica privilegiada la observación participante.4 También se emplearon como apoyo o recurso técnico, entrevistas semiestructuradas con los docentes y con sus alumnos; la videograba- ción de una sesión (durante el trimestre con cada profesor); la consulta con colegas; la investigación documental y la elaboración de diarios de campo. Se presenta, a manera de ejemplo, el testimo- nio de uno de los profesores, resaltando algunas de las experiencias vividas por él durante el proceso de observación participante en el que se destacan algunos cambios del maestro, con objeto de mejorar su práctica.5 Testimonios de mejora. Profesor de Ciencias Sociales y Humanidades (CSH) Desde el inicio del trabajo de campo el estilo de docencia de Rolando (CSH), parecía estar me- diatizado por el uso de la razón, es decir, los regis- tros de observación reflejaban cierto estilo de enseñanza en el que prevalecía una práctica que se explicaba desde y a partir de la razón. En las diversas entrevistas que se realizaron con el pro- fesor, aceptó asumir un modelo de enseñanza que buscaba fundamentalmente llegar a un nivel de abstracción, a través del cual los estudiantes tuvie- ran la posibilidad de desarrollar niveles complejos de pensamiento. En este sentido, Rolando nos confirmó que en su práctica no buscaba vincular o incluir el elemento afectivo, ya que hasta el mo- mento no le había parecido conveniente. Lo anterior nos llevó a suponer que este su- puesto sobre la enseñanza que sostenía el profesor, continuaría presente en su labor como docente. Sin embargo, después de que concluyó el trimestre, se pudo corroborar que este trabajo de investigación cualitativa le dio la posibilidad de reflexionar sobre su estilo de docencia y decidir qué aspectos tendría que mejorar. De acuerdo con las palabras del profesor, la presencia continua de la investigadora en el aula fue un espejo semanal a través del cual él podía ver al grupo y por consiguiente verse a sí mismo; revelándole las sutiles motivaciones que lo llevaban a actuar de tal o cual forma con sus estudiantes. Desde su percepción fue quizá este efecto de es- pejo lo que le permitió realizar ciertas mejoras en su práctica, aunque también comenta que aún no ha conocido ningún espejo satisfactorio; excepto el diáfano espejo de agua de Narciso, que le traía sa- tisfacción y gozo al ver su imagen reflejada en él. Los cambios que decidió realizar el profesor de CSH se dieron en diversos sentidos, no sólo desde su práctica. Por ejemplo, aceptó que además de la investigación cuantitativa, existen otras maneras (también científicas) de estudiar la evaluación de la docencia. Más tarde entendí que a través del método que empleó Isabel fue posible señalar los postulados, muchos de ellos inconscientes, que guían tanto la práctica educativa como la evaluación de ésta. Su trabajo, entre otras cosas, permite develar los su- puestos fundamentales según los cuales se lleva a cabo el proceso educativo en la UAM Xochimilco. Pero debo añadir que no sólo aquellos postulados teóricos de un modelo educativo, sino también los que están detrás de las motivaciones de cada docen- te, casi siempre sin que sean explícitos, ni conscien- tes (Reflexiones de Rolando, Arbesú, 2002). En relación con los cambios informados por el docente en su quehacer cotidiano, el primero fue que aceptara que el proceso de enseñanza-apren- dizaje no implica sólo aspectos cognitivos, sino que también tiene que ver con cuestiones afectivas de todo tipo. El llamar a cada uno por su nombre me ha permitido un acercamiento mayor en las actividades cotidia- nas, y me ha proporcionado mayor seguridad tanto a mí, porque siento que estoy integrado al grupo, como para ellos porque su autoestima crece al sentir que son importantes en el grupo, porque se les llama por su nombre (Reflexiones de Rolando, Arbesú, 2002). Asimismo el profesor señala que este efecto de espejo le ha permitido sentir mayor seguridad para continuar enseñado a sus alumnos, a través
  • 8. 62 Reencuentro de un análisis profundo y crítico de los textos vin- culados en el módulo. Esforzándose por despertar en sus estudiantes el hábito de la lectura y la refle- xión crítica, a través de explicaciones adaptadas a la circunstancia de cada grupo y de cada estudiante. En lo que toca al trabajo de equipo, el docente manifestó también haber transformado ciertas cuestiones; entre otras, haber incrementado este tipo de trabajo en los grupos a los que enseña. Desde entonces se ha preocupado por que los alumnos trabajen en equipos de cuatro a cinco miembros. Sin embargo, aclara que sigue conside- rando que cuando el grupo no es muy numeroso, es conveniente trabajar la mayor parte de la sesión con todo el grupo, porque la coordinación del docen- te facilita el aprendizaje crítico de cada estudiante a través de una participación que les exige mayor reflexión que la sola expresión de sus ideas. En el caso de Rolando este proceso de obser- vación participante le permitió reflexionar sobre lo que hizo o dijo como maestro —en el contexto de enseñanza y aprendizaje que construyó junto con los alumnos—, a partir de la serie de actividades que realizaron durante el trimestre correspondiente. Dado lo anterior, concluimos que sus reflexiones le dieron la posibilidad de reconocer y analizar su prác- tica otorgándole significados diversos y, con ello, replantearse la necesidad de transformar ciertos supuestos sobre la enseñanza que él consideraba como fundamentales. Por ejemplo, reconsiderar que el aprendizaje, por parte de los alumnos, es un proceso que no sólo implica cuestiones cognitivas sino que también incluye un nivel de comunicación más cercano entre el profesor y los estudiantes, cambios que le han permitido sentirse más inte- grado con los grupos a los que enseña, ya que ha fomentado diversas actividades entre los alumnos, que le han dado la posibilidad de conocer más de cerca los intereses o inquietudes de los jóvenes; transformaciones que también han logrado que los alumnos aumenten su autoestima. Los testimonios recogidos en esta experiencia, junto con los de los otros dos profesores que gentil- mente colaboraron en el estudio, confirman que es posible estudiar el problema de la evaluación de la docencia a través de distintas perspectivas —hasta el momento poco exploradas— que promueven procesos de reflexión en el profesor y que recuperan la voz de los actores involucrados —docentes y alumnos—. Es decir, una forma de evaluación con y desde los actores del proceso, cuyo propósito fun- damental radica en la comprensión y mejora de la actividad, en donde la autoevaluación es sumamen- te valiosa y necesaria. En este sentido, vale la pena resaltar la importancia de considerar a la función formativa de la evaluación como un proceso de reflexión y mejora de la docencia, cuya función más importante —desde nuestra opinión— es el reco- nocimiento y el análisis que el maestro hace de su propia práctica. Dado que las reflexiones que hace él lo llevan a realizar cambios o mejoras en su actividad de enseñanza. Lo ideal es que las universidades atiendan el tema de la evaluación de la docencia estableciendo equipos de académicos con una formación adecua- da y con las condiciones laborales que les permitan desplegar sus actividades a largo plazo. La evalua- ción puede constituirse en una acción importante para mejorar las condiciones de intercambio entre profesores y estudiantes en los salones de clase, pero esto ocurrirá cuando las academias le otorguen la importancia que merece, los directivos no la conceptualicen como un control administrativo y sobre todo que no se equipare con el acopio de la información, sino que dé lugar a interpretaciones que conduzcan a su perfeccionamiento y a la mejora de la enseñanza. Finalmente, es importante no perder de vista que la evaluación de la docencia, como toda evaluación, tiene posibilidades y límites que será necesario conocer, para no depositar en ella expec- tativas desproporcionadas. Una revisión de los crite- rios de distribución de las asignaturas o módulos (como en el caso de la UAM Xochimilco), del número y características de los estudiantes que conforman los grupos, de las condiciones físicas de los salones y de las condiciones laborales de los maestros, podrán contribuir a un mejor trabajo de la docencia sin esperar la aplicación de un sistema de evalua- ción que justifique las medidas tomadas. Notas 1 B. M. Rueda y S. L. Rodríguez, 1996, Cuestiona- rios de evaluación de la docencia universitaria (para estudiantes), Facultad de Psicología, UNAM; S. E. Luna, 1996, Cuestionario sobre la actividad docente en posgrado: teoría, UABC;I.Cruz,M.L.Crispín,H.Ávila,V.Caraveo,
  • 9. 63Abril 2003 1999, Cuestionario de evaluación formativa para profesores, UIA; M. C. Gilio, Evaluación de los docentes de la facultad de química, UAQ; O. Grijalva, J. Loredo, y J. Valenzuela, 1996, Encuesta de opinión dirigida a maes- tros sobre la evaluación de la práctica docente, Universidad Anáhuac. 2 B. M. Rueda, F. Díaz Barriga, (comp.) 2000, Eva- luación de la docencia. Perspectivas actua- les, Paidós, México, así como: B., M. Rueda, Frida Días Barriga, y M. Díaz, 2001, Evaluar para comprender y mejorar la docencia en la educación superior, UAM, UNAM, UABJO, México. 3 Este enfoque concibe la realidad como un producto socialmente construido, a partir de la intersub- jetividad del intérprete y de los actores que la constituyen. Es decir, en ella se reconoce la necesidad de incorporar la perspectiva sub- jetiva del investigador y no sólo la del sujeto interpretado, lo cual significa que para acce- der a la interpretación (comprensión), se debe considerar la presencia tanto del horizonte significativo de los actores, como el del investi- gador (Bertely, 1998 y 2000; Agar, 1991; Ga- damer, 1977). Esta concepción intersubjetiva de la realidad, en la que participan dos o más sujetos, implica la relatividad del conocimien- to producido en un ambiente sociocultural con- creto, con una situación histórica concreta, es decir, en ella se asume la construcción de realidades múltiples (Schutz, 1971 y 1974). 4 El instrumento o técnica que caracteriza al trabajo etnográfico en educación, definida por Erick- son (1989) como observación participante, considera imprescindible la presencia del etnógrafo (investigador) durante el trabajo de campo. 5 Al final del trimestre, se le pidió a cada docente que escribiera la experiencia que vivió duran- te el tiempo que duró el proceso de observa- ción participante. También durante el trimestre, se realizaron una serie de entrevis- tas semiestructuradas con cada profesor y con sus alumnos. Asimismo, se le entregó a cada maestro un documento escrito en el que se construyeron las primeras categorías de análisis que definieron su práctica. Por otro lado, cada profesor tuvo la oportunidad de observar su desempeño en el aula, a través del video que se grabó durante una sesión del trimestre correspondiente. Todo esto permitió que el docente tuviera la posi- bilidad de conocer, a través de distintas formas, más a fondo cuál había sido su estilo de enseñanza. Bibliografía Agar, Michael, “Hacia un lenguaje etnográfico”, en: C. Geertz, J. Clifford et al., El surgimiento de la Antropología Posmoderna, Gedisa, México, 1991, pp. 117-137. Arbesú, María Isabel, Análisis de la práctica docente en la Universidad Autónoma Metropolitana, Unidad Xochimilco, tesis doctoral [datos de campo, no publicados] 2002. Ardoino, Jacques, “Postures (ou impostures) res- pectives du chercherur; de l´expert et du con- sultant, Les nouvelles formes de la recherche en éducation au regard d úne Eu- rope en devenir”, en: Actas del coloquio in- ternacional de la AFRISE, MATRICE-ANDSHA, París, 1990. ––––, “Consideraciones teóricas sobre la evalua- ción en educación”, en: Mario Rueda Beltrán y Frida Díaz Barriga (comps.), Evaluación de la docencia. Perspectivas actuales, Paidós Educador, México, 2000, pp. 23-40. Bertely, María, “Repensando la articulación émico- ética en etnografía de la educación”, en: Beatriz Calvo, Gabriela Delgado y Mario Rueda Beltrán (coords.), Nuevos paradig- mas: compromisos renovados. Experiencias de investigación cualitativa en educación, Universidad Autónoma de Ciudad Juárez, Chihuahua, México, 1998, pp. 482-483. ––––, Conociendo nuestras escuelas. Un acerca- miento etnográfico a la cultura escolar, Paidós, México, 2000. Carrión, C., M. Bellido, E. Cabello, V. M. Machuca, F. B. Orozco, y L. E. Ruíz, “Evaluación de la educación”, en: Ángel Díaz Barriga (ed.), La investigación educativa en los ochenta, perspectivas para los noventa, Consejo Me- xicano de Investigación Educativa (Procesos curriculares, institucionales y organizaciona- les, núm. 5), México, 1995, pp. 295-355. Díaz Barriga, Ángel, “Evaluar lo académico. Organis- mos internacionales, nuevas reglas y desa- fíos”, en:Teresa Pacheco y Ángel Díaz Barriga (coords.), Evaluación académica, Centro de Estudios sobre la Universidad y Fondo de Cultura Económica, México, 2000, pp. 11-31.
  • 10. 64 Reencuentro Elliot, John, Self Evaluation Professional Develop- ment and Accountability (Mimeo), Cambrid- ge Institute of Education, Cambridge, 1982. Erickson, F., “Métodos cualitativos de investigación sobre la enseñanza”, en: M. Wittrock, La investigación de la enseñanza, II. Métodos cualitativos y de observación, Paidós Ibérica y Centro de Publicaciones del Ministerio de Educación y Ciencia, Ciudad Universitaria, Madrid, 1989, pp. 195-301. Gadamer, Hans-Georg, “El lenguaje como hilo con- ductor del giro ontológico de la hermenéu- tica”, en: Hans-Georg Gadamer, Verdad y método, tomo I, Sígueme, Salamanca, Espa- ña, 1977, pp. 461- 585. Hargreaves, Andy, Profesorado, cultura y postmo- dernidad: cambian los tiempos, cambia el profesorado, Morata, Madrid, 1998. Latorre, B., “El profesor reflexivo: un nuevo modelo de profesional de la enseñanza”, Revista de Investigación Educativa, núm. 18, 1992, pp. 51-58. Marcelo, G. C., El pensamiento del profesor, el CEAC, Barcelona, 1987. McDonald, B., “Evaluation and Control of Education”, en: D. Tawney (comp.), Curriculum Evalua- tion Today: Trends and Implications, Macmi- llan Education, Londres, 1976, pp. 125-136. Moral, Santaella, “Los mapas cognitivos como estrategia de reflexión y de generación del conocimiento práctico del profesor”, Revista de Ciencias de la Educación, núm. 167, Uni- versidad de Granada, 1995, pp. 101-110. Rogers, C. y H. J. Freiberg, Libertad y creatividad en la educación, Paidós Ibérica, Barcelona, 1996. Rosales, Carlos, Evaluar es reflexionar sobre la enseñanza, Narcea, Madrid, 2000. Rueda Beltrán, Mario y Leticia Rodríguez, “La evaluación de la docencia en el posgrado de la UNAM”, en: Mario Rueda Beltrán y Javier Nieto (comps.), La evaluación de la docencia universitaria, Facultad de Psicología-UNAM, México, 1996, pp. 7-50. Santos Guerra, MiguelA., La evaluación un proceso de diálogo, comprensión y mejora, Aljibe, Granada, 1995. Schön, D., The reflective practitioner, Temple Smith, Londres, 1983. ––––, La formación de profesionistas reflexivos. Hacia un nuevo diseño de la enseñanza y el aprendizaje en los profesores, Paidós Madrid-Ministerio de Educación y Ciencia, Madrid, 1992. Schutz, Alfred, The Problem of Social Reality, Martinus Nijhoff (Collected Papers I), La Haya, 1971. ––––, El problema de la realidad social, Amorrortu, Buenos Aires, Argentina, 1974. Stake, Robert E., “The Countenance of Educational Evaluation”, Teachers College Record, núm. 68, 1967, pp. 523-540. Stenhouse, Laurence, Case Study. Educational Re- search and Evaluation (Mimeo), East Anglia University, Noswich, 1981. Torres del Castillo, Rosa María, “Nuevo papel do- cente. ¿Qué modelo de formación y para qué modelo educativo?”, Perfiles educativos, núm. 82, vol. XX (tercera época), CESU-UNAM, México, 1998, pp. 11-23. Travers, R., “Criterio of Good Teaching”, en: J. Mill- man (comp.), Handbook of Teacher Evalua- tion, Rousell Sage Foundation, Nueva York, 1981. UniversidadAutónoma Metropolitana, Órgano Infor- mativo, Suplemento Especial, vol. XVI, 1992, 22 de junio, pp. 1-7. Wilson, J., Cómo valorar la calidad de la enseñanza, Paidós-Ministerio de la Educación y de la Ciencia, Barcelona, 1992.