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Introducción a los
CARISMAS
BenignoJuanesfS.J.
Nihil Obstat:
Benito Blanco, S. J. Provincial
Santo Domingo, Octubre, 1992
Imprimatur:
Nicolás de Jesús Cardenal López Rodríguez
Arzobispo Metropolitano de Santo Domingo
Tercera edición corregida
Diseño de portada
Glenda de Rosario
Diagramación
Moliy Pichardo
Impresión:
Amigo del Hogar
Renovación Carismática Católica
Reservados lodos los derechos de impresión
INDICE
PRESENTACION
PROLOGO
I. CONCEPTOS SOBRE LOS CARISMAS
1. Comentarios a las instrucciones sobre los carismas
2. Sobre la palabra “carisma” su trayectoria
3. Falsos conceptos sobre los carismas: Respecto de los carismas mismos
II. PERSUASIONES SOBRE LOS CARISMAS
1. Presupuestos a la exposición de los carismas y a su buen uso
2. Persuaciones respecto de los carismas
3. Persuaciones básicas
4. ¿Causan problemas los carismas?
III. ACTITUDES ANTE LOS CARISMAS
1. Actitudes
2. El peligrode “reduccionismo”
3. Una aclaración importante
IV. QUE ES EL “CARISMA”
1. El doble elemento que constituye el carisma
2. Los elementos permanentes y ocasionales del carisma
A.- Elementos peermamentes en los carismas
B.- Elementos ocasionales en los carismas
C.- El contexto religioso
3. Puntos para recordar
4. Los carismas requieren la disponibilidad de la persona para ser incorporada por Dios a una obra de El en
bien de la comunidad.
5. A modo de resumen
6. La importancia de los carismas en la renovación de la Iglesia
A. La Iglesia es carismática desde la base
B. Consecuencias
V. BREVE DESCRIPCION DEL “CARISMA” A PARTIR DE LA DOCTRINA DE SAN PABLO
1. Diversos sentidos de la palabra “carisma”
2. Características del “carisma”
A. Los carismas son para el crecimiento en la caridad de la comunidad cristiana
B. I Cor 12, 1-+7: El verdadero carisma manifiesta una intervención del Espíritu
C. Ef. 4,16 Gal 5,22 El reconocimiento de los carismas
VI. DEFINICION DE LOS CARISMAS SEGÙN I COR 12,4-11
1. Tres palabras de contenido diverso y complementario
2. Los carismas en San Pablo 1 Cor 12,7
VII. LOS CARISMAS A LA LUZ DE LA PRÁCTICA Y DE LA ENSEÑANZA DE JESUCRISTO Y DE LOS APOSTOLES
1. Los carismas a la luz de la practica y de la enseñanza de Jesucristo
A. Jesús, discreto y pródigo favorecedor de carismas
B. Jesús el supremo manifestador de carismas
2. Los carismas a la luz de la práctica y de la enseñanza de los apóstoles
VIII. EL CONCILIO VATICANO II Y LOS CARISMAS
1. Itinerario moderno de la historia de los carismas
A. El Vaticano I
B. Pio XII
C. El Vaticano II
2. Parte doctrinal: Los carismas a la luz del Vaticano II
A. El Vaticano II y el Espíritu Santo
B. Los carismas y el Vaticano II
IX. FINALIDAD DE LOS CARISMAS
1. Descripción más detallada
2. Descripción esquematizada: finalidad de los carias “genéricamente” expresada
A. Tras la solución de una dificultad
B. Sentido general de la expresión “ para provecho común”
C. Sentido concreto de la expresión “para el provecho común”
D. Resumen
X. DIVESIDAD DE CARISMAS
1. Formulación
A. Clasificación de los carismas
B. Carismas en sentido no estrictamente eclesial
C. Carismas “ministeriales”
D. Carismas “institucionalizados”
E. Carismas “libres”
2. ¿Carismas “ordinarios” y “extraordinarios”?
A. Criterios
B. Un juicio de valor
C. Un juicio cualificado
3. Unidad y diversidad de los carismas
4. División de los carismas (1 Cor 12,7-11)
XI. EL BUEN USO DE LOS CARISMAS DENTRO Y FUERA DE LA REUNION DE ORACION
LA ACTUACION DEL SERVIDOR
Aclaraciones previas
1. El pensamiento del Vaticano II
2. Cómo se suscitan los carismas
3. Actitudes
4. Cómo se crece, se fortalece y se purifica uno en el uso de los carismas
XII. COMO SE SUSCITAN LOS CARISMAS Y SE CRECE EN ELLOS
1. El pensamiento del Vaticano II
2. Cómo se suscitan los carismas
3. Actitudes
4. Cómo se crece, se fortalece y se purifica uno en el uso de los carismas
XIII. COMO SE PIERDEN LOS DONES
Algunas razones de peso por las cuales podemos perder los dones
XIV. CRITERIOS PARA DISCERNIR LOS CARISMAS
Criterios
XVI. EL FRUTO DE LOS CARISMAS
1. Hacia dónde deben conducir los carismas o frutos de los mismos
2. Los carismas tienen una dimensión crítico-social dentro de la sociedad
XVII. LOS CARISMAS Y LA SANTIDAD PERSONAL
1. Los carismas y su influjo en la santidad
2. Entre la gracia santificante y los carismas no hay heterogeneidad, sino continuidad y armonía
3. El desempeño de la misión en el Cuerpo de Cristo
4. Diversificación y unión íntima entre carismas y frutos del Espíritu
5. Sintesis
Apéndice
LOS CARISMAS EN LA IGLESIA
1. Los carismas a través de la historia
2. La permanencia de los carismas
3. El despertar de los carismas
4. Nuestra época y el despertar de los carismas
PRESENTACIÓN
R.P. Benigno Juanes
Manresa-Loyola
Santo Domingo.
26 de mayo de 1992
Mi querido P. Juanes:
Le escribo en nombre de Su Eminencia el Cardenal Nicolás de Jesús López Rodriguez que se encuentra fuera del país.
Tiene Usted todos los permisos para publicar el libro "Introducción a los Carismas". No se olvide de poner en la publicación
en lugar destacado "con la debida licencia eclesiástica".
En su carta de nihil obstat el Censor escribe al Señor Cardenal. Es libro muy esclarecedory orientador, llamado a hacer
mucho bien, sobre todo dentro del Movimiento de Renovación Carismática Católica. Está escrito muy pedagógicamente. Esto
favorecerá su asimiladori y su retención. "Y es fruto no sólo de la cabera sino también del corazón del P. Juanes". También le
expresa que "a lo largo de todo el libro distingue perfectamente lo que es claro y está presente en la Revelación" (por lo tanto
"de FIDE divina") de lo que no es tan claro y es todavía "teoría" o "hipótesis" bien fundamentada.
Personalmente, P. Juanes, reciba mi fehcitaáón. Creo que con la trilogía que ha publicado ha rendido un trascendental
servicio no sólo a la Renovación sino también a todos los fieles. Ojalá que esa trilogía se venda profusamente.
Con mi felicitación reciba mi gratitud y mi afecto muy hondo.
Fco. José Arnaiz, S. J.
PROLOGO
Emprendemos, no sin cierto temor, esta obra: "Introducción a los Carismas". Aunque ya han aparecido libros excelentes y numerosos
artículos sobre el tema, juzgamos que aún hay mucho que investigar y escribir sobre él. Las experiencias de los carismas se han
multiplicado, discerniendo.
Sin embargo, es preciso no dejar de tocar un tema tan fundamental como son los Carismas en la Iglesia, a través de lo que hemos
conocido y vivido en la Renovación Carismática Católica que ni es el lugar único donde florecen, ni quizás el más privilegiado. Desde luego,
los carismas se dan a la Iglesia y el "dónde" adecuado y querido por Dios para ejercerlos; pero la Renovación carismática representa un
lugar en el que el Espíritu se complace en prodigarlos. En ella se piden, se usan, se purifican, se disciernen, pese a todos los errores y
desaciertos que se puedan haber cometido. Si es cierto que la Iglesia es esencialmente carismática, pedirlos y usarlos debidamente,
conforme a las repetidas indicaciones del Vaticano II, no deja de enriquecer a la misma Iglesia para cuya edificación en la caridad los
suscita el Espíritu.
El primer tomo sobre los carismas tiene por finalidad introducir en su conocimiento, orientar sobre las actitudes correctas, dar a
conocer la mente de la Iglesia sobre ellos, etc. Sin este primer tomo sería difícil emprender y atreverse a tratar lo siguiente.
A él, esperamos en el Señor, que puedan seguirle cuatro más en los que se van tratando separadamente algunos de ellos. Hemos
intentado guiarnos en el tema por la sabia y competente orientación de autores de garantía y por otras personas que han tenido y tienen
una sana y discernida experiencia de ellos. Dejamos por decir muchas cosas. No es posible, ni seríamos capaces de decirlas. Pero nos
parece haber tocado puntos fundamentales.
Rogamos encarecidamente al Señor quiera bendecir abundantemente esta obra y enriquecer a su Iglesia con toda clase de carismas,
para que, usados conforme a la voluntad del Espíritu que los da, florezca cada vez más en santidad individual y colectiva y en frutos del
Espíritu que lleguen a toda la humanidad.
Una vez más, sin enumerar los nombres, agradecemos el trabajo callado, duro y desconocido de tantas personas que colaboran en ésta
y otras obras de la colección "Torrentes".
I. CONCEPTOS SOBRE LOS CARISMAS
1. Comentarios a las instrucciones sobre los carismas
a) Entramos en un campo especialmente interesante y delicado. En él, nos hallamos dentro de una realidad fundamental de la Iglesia
que no ha sido tan estudiada como otras, hasta estos últimos años. Sin indagar el por qué, aceptamos el hecho; pero con discreción,
intentamos abordar las siguientes instrucciones sobre tema tan atrayente y, a la vez, todavía tan controvertido.
b) Sin embargo, otro aspecto consolador de la realidad es que, dentro y fuera de la Renovación Cristiana en el Espíritu Santo, ha
habido un intenso trabajo, a todos los niveles, en estos últimos quince años. Sin ser exclusiva, sí ha tenido gran influjo la llamada
Renovación Carismática, uno de cuyos aspectos fundamentales es la revitalización de los carismas. Ya antes, en el mismo Concilio
Vaticano II, se echaron los fundamentos en el puesto y trato que se les dio a los Crismas, relativamente extensos. (A ellos nos
referiremos más adelante).
Los libros, folletos, artículos de revistas aparecidos a raíz del nacimiento de la Renovación Carismática en la Iglesia Católica son
muchos, en todos los niveles: científico, de divulgación para una cultura media, a nivel popular. Algunos carismas han acaparado
especialmente las plumas de los escritores: don de lenguas, profecía, carisma de sanación en los diversos campos que abarca...
No nos hallamos, ni mucho menos, desprovistos de material ni de la experiencia acumulada en muchos de esos escritos por
personas pródigamente asadas por el Señor como sus instrumentos.
Constantemente están apareciendo libros, cassettes, artículos de revistas que van enriqueciendo la doctrina y experiencia
precedente.
c) Si en algún tema, en éste precisamente es donde se necesita estar bien conectados y orientados por las enseñanzas del Magisterio
de la Iglesia; desde el Vicario de Cristo, las Conferencias episcopales, los Obispos particulares, los Padres de la Iglesia, los grandes
teólogos antiguos y modernos. No es de desdeñar, :d contrario, la luz que aportan las personas usadas por el Señor de modos
diversos, cuyos dones se han comprobado en cuanto a su autenticidad y buen uso.
d) Deseamos orientar a las personas dentro de un equilibrio humano y divino que no derive a extremo alguno: ni a una apertura
exagerada, indiscreta, sin garantía por osadía o valoración excesiva; ni por el contrario, a un repliegue inaceptable por miedo
infundado, por una valoración "disminuida", por falta de la necesaria instrucción. No será fácil, pero el Señor, dador de los carismas
por su Espíritu, nos ayudará.
e) Siendo la dimensión carismática esencial en la Iglesia, y siendo manifiestos los frutos de todos órdenes que aporta, es preciso que
se tome el tema con todo interés. Los servidores están llamados a orientar a sus grupos en este campo tan delicado y a ayudar a
comprobar la autenticidad y buen uso, encauzándolos hacia el fin para el que el Espíritu Santo los dé.
2. Sobre la palabra "carisma": su trayectoria
Su origen se remonta a San Pablo. El Apóstol se vio sorprendido. Se encontró ante ciertas manifestaciones del Espíritu que no
contaban en el vocabulario griego, ni siquiera en el más modesto de la Koiné (la lengua común, la del pueblo), con un término que las
designara. Entonces Pablo, con la creatividad propia de los genios, puso en circulación una palabra que halló buena acogida, quizás
demasiado buena, entre sus cristianos de Corinto.
El mismo Pablo la usa con parsimonia y solamente aparece en las dos cartas a los de Corinto, una vez en la de los Romanos.
Asimismo, se menciona en la primera carta de San Pedro.
Después, la misma literatura cristiana primitiva no la tuvo en cuenta y en la época de la teología llamada escolástica (de la Edad Media)
quedó sustituida por la expresión de "gratia gratisdata" (gracia gratuita). Esta realidad del desuso se acentúa cuando en los tratados de
Eclesiología se pone fuertemente el acento en defender la dimensión institucional y jerárquica de la Iglesia, atacada por la reforma
protestante.
Esto no implica que el elemento carismático fuera olvidado, sino que no se le dio toda la importancia que merecía.
El término "carisma" vuelve a reaparecer con fuerza, pasada la crisis del Modernismo, sobre todo a partir de Pío XII en su encíclica
Mvstici Corporis (1943). También los carismas, afirma, forman parte de la estructura de la Iglesia.
El Concilio Vaticano II fue quien consagró su uso, haciéndolo propio e insertándolo en varios documentos, sobre todo en el más
importante, Lumen Gentium (n.12).
La Renovación Carismática parece que ha sido la encargada de convertir el término "carisma" en uno de los más empleados en el
vocabulario religioso actual. "Surgió precisamente con el propósito de ver aflorar de nuevo en la Iglesia esos dones de que nos hablan los
Hechos de los Apóstoles y las cartas de Pablo. Por lo demás, antes del Concilio, el Papa Juan XXIII había pedido a Dios que derramara
sobre la Iglesia un 'nuevo Pentecostés', y Pablo VI no dudó en hacer de la palabra 'carisma' un uso realmente amplio, si bien poniendo en
guardia frente a sus abusos. Podríamos decir que hoy 'carisma' se está convirtiendo en una palabra clave de la renovación deseada por el
Concilio. Nacida en un contexto eclesilógico y acuñada para designar las diversas funciones existentes en el cuerpo místico de Cristo, no
podía menos que recuperar toda la carga de los orígenes".1
1. D Grasso, "Los Carismas en la Iglesia", Edic. Cristiandad, Madrid 1984, 11-12; cfr. 11-13.
3. Falsos conceptos sobre los carismas: Respecto de los carismas mismos
a) Llamar carisma a todo don o cualidad, aun humana, en la que una persona sobresalga.
Ya se entiende, por el contexto, el sentido que se les quiere dar pero la inexactitud de la expresión puede inducir a error a personas
sencillas que tomen el pie de la letra lo que se dice trasladándolo al campo espiritual y al ámbito de los carismas propiamente tales.
b) Llamar carismas solamente a los que, por su naturaleza presentan una faz aparentemente más extraordinaria, en cierto modo las
sensaciones en la multiplicidad de aspectos que abarcan y la profecía.
Estos, ciertamente, siempre existieron en la iglesia; también ellos se están prodigando mucho más ahora, sobre todo (pero no
únicamente) en la Renovación Carismática.
Hemos de tener muy presente que “el valor del carisma no debe medirse por su carácter extraordinario y sensacional, sino por el
grado de servicio que preste a la comunidad bajo e inmóvil de la caridad. La regla de oro para medir los carismas es el servicio que
se presta con ellos y el grado de amor que se tiene al ejercerlos. Si falta el servicio por amor y con amor, no se puede hablar de
carisma auténtico, al menos en su ejercicio2
c) Pensar que los carismas son dones estables y que, por lo tanto, una vez agraciada la persona con alguno de ellos, no lo puede ya
perder ni dejar de ser usada por el Señor3
(Tocaremos este punto oportunamente)
d) Limitar los carismas a la conocida lista de San Pablo en 1 Cor 12,7-11.
2. Mons. A. Uribe Jaramillo, “Carismas”., Edit. Argimiro Salazar, Medellin, 177 7;Cfr. A.M. de Moleon “La experiencia de los Carismas”,
Edit. Roma, Barcelona 1979, 14.
3. T. Forrest, “Cómo se pierden los carismas”, International Newsletter, n.4, julio agosto 1980
La lista de carismas, en el mismo San Pablo, es mucho más amplia; son bastantes las citas (que enumeraremos). También se
encuentran en otros escritores sagrados del Nuevo Testamento. Y aún éstos, representan un muestrario. Los carismas, en
expresión de los teólogos, son tantos cuantas son las necesidades de la Iglesia en la cual y para la cual se dan. San Pablo está
acorde con la afirmación precedente cuando dice en 1 Cor 1,5-7; "porque habéis sido enriquecidos en todo, y así no escaseáis en
ningún carisma"4
'5
(se refiere a la comunidad, no al sujeto particular como si cada uno poseyera todos los dones).
e) Pensar que los carismas no tienen que ver nada o muy poco con la Iglesia. Y caer en el error de que pueden ser discernidos al
margen de ella y usados libremente, sin la guía, las normas y la orientación de la Iglesia, a través de sus representantes legítimos
(LG. 12; AA. 3).
f) Pensar que una ve% recibidos y discernidos los carismas; actúan por sí mismos, al margen de toda cooperación de la persona.
No es excesivo insistir en la necesidad de los dones espirituales para la Iglesia y el mundo de hoy. Lo hicieron Juan XXIII, Pablo VI,
Juan Pablo II y, sobre todo, el Concilio Vaticano II, apoyándose en la revelación misma.
Son una fuerza que viene de arriba (Le 24,49); son señales que confirman el mensaje del Evangelio (Me 16,20); son la fuerza que
viene de Dios v nos capacita para ser testigos de Cristo, muerto y resucitado, hasta los confines de la tierra (Hech 1,8). Si n e ce
sitam o s imperiosamente los dones, no menos necesitamos sabiduría para poder usarlos con todo el poder que encierran y no
desvirtuados o apropiárnoslos. Los carismas son los mensajeros, no el mensaje; signos que señalan a Jesús y no a sí mismos, ni,
mucho menos, a ios "carismáticos" que los reivindican. No son, en modo alguno, fines en sí. Se orientan y están al servicio de un
objetivo superior. San Pedro lo indica claramente (1 Cor 12, 7ss.). Se requiere, por lo tanto, una sabiduría para apreciarlos, ni más
ni menos que el Espíritu, su Dador, y la Iglesia lo hacen. Se necesita ese justo equilibrio en el uso "discreto": la cooperación
discernida y equilibrada de la persona. Y, sobre todo, su colaboración en mantener limpios y siempre crecientes los motivos
fundamentales e insustituibles que los dirigen hacia los fines para los cuales el Espíritu los comunica.6
4. Mons. A. Ui'ibe jaramillo, o.c., 8
5. En nuestra época la palabra "carisma", en parte, se ha secularizado: ha venido a expresar todo don natural eminente en el orden
humano. Constantemente oímos hablar de una persona con un "carisma", es decir, con don natural sobresaliente de expresarse, de
organizar, de dirigir políticamente, de escribir, inventar, etc. En el Nuevo Testamento, la palabra, casi únicamente usada por San Pablo,
tiene un sentido religioso. Cfr. Ch-E. Hauguel, "Redecouvrir les carismes ordinaires", II est Vivant, n. 81, Januar-Febr. 1991, 19.
g) Pensar que no necesitan de una continua maduración:
"El uso de un carisma, cualquiera que sea, no se puede hacer en un clima de independencia y de triunfalísmo, o de profunda
ignorancia de la gracia a la que corresponde".7
Existe una atmósfera vaporosa aún, respecto de los carismas, porque no se sabe bien qué es un carisma y, más todavía, qué 110
es. Por más experiencia que se tenga acumulada, hay que persuadirse de que un carisma siempre estará en etapa de
maduración. Es tan importante esta persuasión y el actuar en consecuencia, que condicionan, en cierto modo, la eficacia de los
carismas. De esta maduración constante dependerá la fiabilidael de su ejercicio.
Esta es una de las razones por que la Iglesia tiene la gran responsabilidad de vigilar y fomentar discretamente la expansión de los
carismas: nos da consejos precisos a este respecto, nos amonesta maternalmente, nos orienta sabiamente para no dilapidar o
debilitar los dones de Dios.
6. Forrest, "Sabiduría para liberar el poder de los dones", International Newsletter, nov.-dic., 1.980.
7. Ph. Madre, "Mystere d'amour et mysterc de guerison", Pneumatheque, París, 1982, 144-145.
Esta maduración progresiva no se podrá dar si la persona no se aplica seriamente a la oración y adoración y no se enraiza fuertemente
en la Eucaristía. De otro modo, se producirá el estancamiento espiritual y aun el retroceso. Le acecharán los mismos peligros de
desviación que asaltan a los que, habiendo recibido la gracia, no se reabastecen y se centran en Aquél que la da.
No son pocos los cjuc reciben gracias carismáticas, que permanecen en estado embrionario, porque ni reconocen estas "primicias" ni
favorecen su desarrollo. Es un auténtico mal la falta de la persuasión aludida pues lleva a pensar que, una vez recibida, no demandan
un ulterior desarrollo, ni están sujetas a la conveniente instrucción sobre ella; la experiencia propia y ajena; la oración humilde y
suplicante; la apertura a las inspiraciones del Espíritu; al discernimiento pacientemente ejercitado...
No hoy duda alguna sobre esto: a la Iglesia de Cristo no le ha faltado ni le faltará nunca el elemento carismático, por que forma parte de
su naturaleza, de su mismo ser. El Vaticano II ha tocado este punto repetidamente, y, de modos diverso, enseña al pueblo cristiano
esta verdad fundamental: "El mismo Espíritu Santo no sólo santifica y dirige al pueblo de Dios mediante los sacramentos y los
ministerios y lo adorna con virtudes, sino que también distribuye gracias especiales entre los fieles de cualquier condición,
distribuyendo a cada uno según quiere (1 Cor 12,11) sus dones, con los que los hace aptos y prontos para ejercer las diversas obras y
deberes que sean útiles para la Renovación y la mayor edificación de la Iglesia, según aquellas palabras: a cada uno... (ICor 12,7)8
Entre esta tríada de elementos constitutivos de la Iglesia: el institucional, el sacramental y el carismático, no existe oposición sino
integración. "No se puede hablar nunca de dos iglesias, una de las cuales sería la institucional y visible y la otra la carismática (y la
sacramental) invisible. La unión de ambas dimensiones es esencial a la noción misma de Iglesia".9
La Iglesia siempre ha enseñado que
la gracia sacramental (la gracia santificante que dan los sacramentos) y la gracia extrasacramental (la gracia actual que se da por los
carismas) obran juntas la santificación del cristiano.10
8. LG. 8.
Los tres están ordenados ordenados al mismo fin pero de modo diverso. Lo definitivo es la santificación, imitar la santidad misma del
Padre, a ejemplo de Jesucristo, con la fuerza del Espíritu (Mt 5,48; Rom. 8,29). Pero cada elemento contribuye de manera diversa,
correspondiente a su propia naturaleza: la institución discierne jos carismas y regula su buen uso (1 Tes 5,12;19-20). Pero la misma
institución es va en sí un carisma y vehículo privilegiado de los m rismas porque en ella nacen, viven, se desarrollan, se ejercen,
fructifican. Por su parte, los ministerios o servicios que forman parte de la Iglesia-institución, se hallan animados por los carismas
correspondientes. Estos capacitan a ios fieles que los reciben para la misión que les es propia: evangelizar, guiar, santificar..., más
aún, con todo derecho cabe afirmar que cada uno de los ministerios oficiales en la Iglesia (carismas de servicio y oficializados) es un
carisma para los otros carismas. Así, en el carisma del sacerdocio, se pueden ejercer los carismas de consejo, dirección, profecía,
curación, atención a los necesitados, etc. Esto se da en todo ministerio clerical o laical, necesarios en la Iglesia para que cumpla su
misión evangeiizadora y salvadora.
Si se instruye a ios fieles rectamente, cada carisma oficial les hace tomar conciencia de los dones recibidos para el bien común de la
única comunidad de salvación11
.
9. Card. L-J. Suenens, "Un nuevo Pentecostés?", Desclée de Brower, Bilbao, 1975, 18.
10. K. Rahner, "Lo dinámico es la Iglesia", Herder, Barcelona, 1968.
11. D. O'Connor, 'Carismáticos', "Nuevo diccionario de espiritualidad", 'Laico", 804.
Este doble elemento: el institucional y el carismático se ordenan en su estado definitivo, a vivir la gracia o la perfección de la caridad,
que se da, sobre todo, por los sacramentos. Por eso, de algún modo, están relacionados con esta dimensión sacramental, como a su
fin último, por la virtualidad propia y específica de los sacramentos; aunque ellos no sean la vía exclusiva de realizar nuestra identidad
de hijos de Dios, de injertados en Cristo, de ser templos vivos del Espíritu Santos, o tener una relación íntima con la Trinidad.
Los carísmas, en la doctrina de San Pablo (Rom 12, 3-8;l Cor 12,7-11), están íntimamente asociados a la doctrina de la Iglesia como
cuerpo Místico (LG,7). San Pablo pasa, con toda naturalidad, déla consideración de la diversidad de carismas a la discusión de la
Iglesia como cuerpo místico de Cristo. Esto indica con suficiente claridad, la unión que para él existe entre ambas realidades. La
Iglesia-cuerpo místico, se diferencia por la multiplicidad y variedad de miembros, de funciones y de carismas para su ejercicio. Estos
determinan las funciones de cada uno de los miembros del cuerpo y, al mismo tiempo, lo capacitan para realizar la función o ministerio.
Obviamente, en la asignación de funciones, debe entrar como un elemento imprescindible, el discernimiento y autoridad de quienes
han sido puestos por Dios para regir la Iglesia. Pero, a su vez, les incumbe el deber de tener en cuenta los carismas reales de que son
dotados los fieles (PO 9; AA, 3), sometidos a un prudente discernimiento (1 Tes 5,19).
Sin tal variedad de carismas operativos que el Espíritu da a los fieles, la Iglesia sería impensable; no sería un cuerpo vivo, y por lo
tanto, el cuerpo de Cristo viviente.
La conclusión es obvia: la misma atención que se ha de prestar al cuerpo místico, se ha de conceder a la realidad de la multiplicidad y
variedad de los carismas para bien de ese cuerpo místico.
En la Iglesia como una comunidad estructurada, se dan carismas institucionales, como el de ser apóstoles, profetas, maestros (Ef 4,
4-16). Pero también se dan otros llamados "libres", no institucionalizados. Elementos esenciales, porque determinan la función de
cada miembro.12,13
El texto principal del Concilio Vaticano II sobre los carismas (LG, 12) habla de la naturaleza y función de los carismas. Los describe
como "gracias especiales" que el Espíritu Santo distribuye entre los fieles de cualquier condición. El término empleado "fieles" incluye
a todos miembros de la Iglesia. Obviamente, por lo tanto, va de los más sencillos y humildes hasta la suprema autoridad en ella: el
Papa. Algunos de estos carismas son extraordinarios, pero otros son simples, aunque muy útiles en la Iglesia, y se encuentran
ampliamente difundidos. Todos, por consiguiente, como dones del Espíritu, son "gracias especiales", según el mismo Concilio. Queda,
pues, excluida la idea de que los carismas están reservados a ios santos y a los místicos. Esta doctrina: la de que el Espíritu Santo los
distribuye entre quienes le place, santos y personas de vida cristiana normal y aun mediocre, es la que claramente enseña San Pablo
en sus cartas (1 Cor 12,7-11). Sus escritos son la primera fuente en el estudio de los carismas. Esto es volver, afortunadamente, a las
fuentes de la Escritura y a la autentica tradición de la Iglesia. El mismo Espíritu se encargó de probar, de autentificar las enseñanzas del
Concilio sobre los carismas (LG.12; PO-9; AA,3), entre otros textos relativamente abundantes), cuando tres años mas tarde irrumpió,
sorpresivamente, entre algunos católicos de la Universidad de Duquense (Pittsburgh) con la efusión de su Espíritu y con sus dones.
12. F.A. Sullivan, "Carisma and Charismatic Rcnewal". Servant Books, 19S2 18-20.
13. El Concilio Vaticano II señala que los dones del Espíritu forman parte de los elementos básicos de la vida de la Iglesia. G.;n ello, el
Espíritu Santo hace "aptos a los fieles y prontos para ejercer las diversas obras de deberes que sean útiles para la renovación y la
mayor edificación de la Iglesia...; deben ser recibidos con gratitud y consuelo, porque son muy adecuados y útiles a las necesidades de
la Iglesia (LG, 12). Los carismas se encuentran en relación con la Palabra, los sacramentos y el Ministerio, pero en cuanto
manifestaciones ocasionales del Espíritu Santo no son equiparables a éstos en la forma en que puede recibir y ejercer los carismas a
través de una entrega personal a Dios siempre renovada en cada caso (Rom 12,1)".
F. Kunter, "La decisión fundamental del cristiano'*, Koinonia, n. 58, marzo- abril, 1986, 12.
Por otra parte, la ya larga experiencia de 30 años de la Renovación Carismática, parece reafirmar esta doctrina. Una gran parte de las
personas favorecidas con los carismas del Espíritu, aun con los mas extraordinarios, son personas en las que, probablemente, no
hubiéramos pensado a la hora de asignarles un puesto en la distribución de tales dones del Espíritu. Pero El es libre y los distribuye
cuándo, cómo y a quiénes desea darlos.14,15
h) Poner el "acento " en los carismas, más allá de lo conveniente:
Por más que los carismas sean algo que se debe apreciar y pedir humildemente y con plena disponibilidad, es necesario que aun esta
realidad sea puesta en su propio lugar. Las palabras del Cardenal Suenens nos sitúan debidamente en el punto preciso y nos advierten
contra posibles exageraciones: "poniendo el acento sobre los carismas, por más reales que sean, se olvida fácilmente que el don
primero del Espíritu Santo es el mismo Espíritu; que la gracia por excelencia es una gracia teologal de crecimiento de fe, de esperanza,
de caridad y que la caridad es el test supremo de toda autenticidad cristiana"16
14. F.A. Sullivan, o.c., 9-15.
15. En realidad, todos los dones concedidos por el Espíritu pasan por un sacramento, como el bautismo o la confirmación. En estos
sacramentos, especialmente el primero, el cristiano es incorporado a Cristo y se convierte como El en "constructor de la Iglesia", recibe
un ministerio, un servicio, con el que puede trabajar con Cristo y el Espíritu para el bien común. El ministerio jerárquico es conferido
mediante un sacramento particular por su importancia. Sin él no hay Iglesia, porque el hace presente a Cristo, cabeza de la Iglesia, es
decir, de un cuerpo que no puede existir sin cabeza. Todos los dones, pues, sea cual fuere su nombre, ministerios o carismas, son
concedidos por el Espíritu a la Iglesia, con la cual constituyen una sola cosa, y así todo lo que se da al individuo se da a todos. La
distinción se sitúa dentro de la Iglesia, la cual, por ser un cuerpo necesita diversos miembros y funciones, es decir, diversidad de
ministerios o carismas. El ministerio jerárquico es sencillamente el "coordinador" de todos ellos, a fin de que contribuyan
armónicamente al bien común. Por su medio, en la Iglesia todo se hace "convenientemente y con orden" (1 Cor 14,30).
D. Grasso, "Los carismas en la Iglesia", 22-23.
11
i) Confundir o identificar la vía mística y la caúsmática:
Sin oponerse, ambas con distintas; frecuentemente, sobre todo en cierto tipo de personas, se tiende a confundir los carismas o a
identificarlos con las gracias místicas y los fenómenos preternaturales que las acompañan.
El documento de Malinas es más esclareccdor, en su brevedad, sobre el punto que tratamos:
"Las normas de la teología mística no deben aplicarse de la misma manera a la experiencia mística y a la experiencia carismática. Nos
encontramos aquí con dos órdenes diferentes de la realidad espiritual, aunque estén relacionados entre si. Los carismas son
ministerios para la Iglesia y el mundo; funciones de servicio dirigidas hacia el bien de la comunidad, más bien que a la perfección del
individuo. (...) Pero esto no equivale a decir que los carismas no tengan un elemento místico. Poseen una dimensión experiencia! y
pueden ser (y de hecho lo son, frecuentemente), como una llamada a una gran santidad. La experiencia de presencia y de poder puede
ir acompañada de dones muy significativos de oración".
Por su parte, la mística es, a su vez, carismática. Autores de tanta garantía con Urs von Balthasar, J. Subrack, etc., lo afirman
categóricamente: "Dios no regala ninguna gracia santificante o de otro tipo con fines puramente individuales, sino que quiere que toda
gracia se hagafructífera en la estructura social (...) de la Iglesia, que toda mística desarrolle su fuerza carismática. Consciente o
inconscientemente, directa o indirectamente, las "doctrinas espirituales" en uso se apoyan sobre el supuesto de que Dios, con las
gracias "místicas", busca normalmente al hombre individual: "Dios y el alma" se encuentran, como Esposo y esposa, en la soledad de
un misterio incomunicable.
16. Card. L-J Suenens, "Que es la Renovación?", Koinonia, n. 61, sept/'oct. 1986,
Se olvida que la estimada imagen del Esposo y la esposa tiene también que ver con el fructificar hacia fuera, con la entrega, con el
despertar —la-vida-en-los-otros." (Balthasar o de Subrak). No podemos olvidar la norma de oro que dan los autores de vida espiritual, de
plena garantía. Una gracia concedida por Dios es saber apreciar en su justa medida los dones y las gracias místicas, pero no hacer
depender de ellos la vida espiritual, ni medirla por los aspectos llamativos que puedan presentar: visiones, locuciones, etc., sino por sus
propios frutos. Las gracias carismáticas llevan consigo, a veces, "epifenómenos" místicos.17
j) Todavía peor que las confusiones enumeradas sobre los carismas sería: Considerar carismas a losfenómenosparanormaks surgidos
de un fondo supersticioso o de una practica mcigica, no de la gracia. Dentro de esta concepción y acercándose a ella, seria erróneo
integrar entre los carismas a ciertas practicas parasicológicas. En ellas, la gracia del Espíritu Santo puede estar presente y puede
utilizar las fuerzas de la naturaleza que nos son aun bastante desconocidas. Pero entonces, necesariamente, para que se trate de un
carisma, se requiere un contexto de evangelización, de proclamación de la salud que nos aporta Jesucristo, muerto y resucitado, como
un anticipo de la gloria definitiva.18
'19
17. L. Volken, "Las revelaciones en la Iglesia", Edic. Paulinas, Nadrid 1982, 143.
18. Ph. Madre, o.c., 173.
"(...) El Espíritu Santo concede a los fieles unos dones (carismas), pero no a titulo personal, para beneficio propio, sino para el
servicio de los demás miembros de la comunidad. Ahí reside la diferencia entre don místico y don carismático: el primero es para la
santificación personal del cristiano y el segundo para el servicio de ios demás, aunque luego el don místico redunda en beneficio del
individuo", D. Grasso, o.c.
Cuando San Pablo desarrolla e] tema de la edificación en 1 Cor 14, la entiende en el mismo sentido. Recordemos que el capitulo sigue
inmediatamente al himno a la caridad del cap. 13. En él, el apóstol insiste enérgicamente y deja bien en claro, que sin ella todos los
carismas "no sirven para nada" (1 Cor 13,3). La caridad es la única realidad que permanece para siempre (v.8).
k) Pensar que, una vez recibido un carisma., no tiene mayor importancia ser instruido respecto de él, ni que deben ser cultivados no sólo
por el buen uso, sino también por una adecuada enseñanza extendida también a los que aun no los han recibido.
Persona de tanta autoridad como Mons. Cribe Jaramillo se muestra muy claro y exigente en este punto:
"Necesitamos conocer su significado y sus fines para no caer en exageraciones y poder discernir si con auténticos o no, y cómo deben
usarse en cada caso (...) Hay quienes creen que basta recibir el carisma y olvidan cultivarlo. El plan de Dios es que todo crezca en
nosotros. Cuando termina el crecimiento, empieza a obrar la muerte. También los carismas deben crecer, mediante nuestra
colaboración".
"Cn carisma es siempre perfecto en sí, pero su mayor o menor manifestación dependerá de nuestra correspondencia (...) con el
ejercicio (discreto y 'sano'), con el aumento de nuestra te (sobre todo con la expansión de la caridad), con la experiencia que
adquirimos para saber cómo, cuándo y cuánto debemos (por ejemplo), orar en cada caso. Si de veras creemos en lo que hemos
recibido, debemos cultivarlo con esmero para que sus beneficios sean mayores" y nosotros seamos mejores instrumentos del Espíritu
Santo.20
I) Pensar que la donación de carismas por el Señor está condicionada por la santidad o mayor perfección espiritual de la persona: Es un
error ya tocado. Los carismas no suponen la santidad de la persona. Dios los concede libremente. Ha sucedido, a veces, que han ido
agraciados con ellos personas aún envueltas en una vida pecadora.
Todos, en realidad, somos pecadores. No podemos medir la santidad por los dones, sino por el cumplimiento, por amor de Dios, de Su
Voluntad. El Señor fue claro en esto (Mt 7,24- 27; ICor 13).
20. Mons. A. Uribe Jaramillo, o.c., 115-116;
Sí es un criterio de legitimidad y buen uso, el crecimiento espiritual de las personas agraciadas con los dones. Estos, en realidad, se
dan para "edificación", fundamentalmente, de la Iglesia, pero también del sujeto que es usado.21
La obra del Espíritu a través de la
persona, no puede menos, si es buen instrumento, que actuar en ella produciendo los frutos que le son propios. Si éstos no se dan,
después de un tiempo discreto, habrá que comenzar a poner en duda el buen uso, y hasta la misma autenticidad del carisma.
m) Creer que todo impulso interior al ejercicio de los carismas proviene del Espíritu Santo, que uno no se puede sustraer a él y que se
debe actuar sin más.
Hemos de ser discretos humana y divinamente: puede provenir del Señor, efectivamente; puede tener su origen en nosotros
mismos, en nuestros profundos deseos inconscientes, etc. Por eso, debe transcurrir un tiempo discreto para discernir y pedir luz al
Señor. Cuando la experiencia y el discernimiento, sobre todo de la comunidad, nos dé una razonable seguridad, no debemos
abstenernos por temor infundado. Cuando la persona insiste en actuar porque la presión del Espíritu la empuja a ello, según su
criterio, hay que pensar más que en un carisma, en una desviación psicológica que conviene atender prontamente.
Por otra parte, debemos estar muy claros y persuadidos de que el Señor quiere que todo se haga con orden. Por más intenso que
sea el impulso, nunca toca el Espíritu nuestra libertad para coaccionarnos interiormente. Y si El quiere nuestra actuación en el orden,
podemos estar tranquilos de que dándolo, no somos infieles a Su guía.
Por otra parte, San Pablo asegura que "los espíritus de los profetas están sujetos a los profetas" (1 Cor 14,32). Es, decimos con
otras palabras, lo que pone punto final a su capitulo 14 de la Primera Carta a los Corintios: "Y todo, hágase en forma decente y
ordenada' (14,46).
21. Cfr. Th. E. Dobson, "Undcrstanding the Cadiolic Charismatical Renewal", Easter Publications, Lake Wood, Colorado, 1985. 29.
Esto tiene aplicación especial en el carisma de profecía y en el de lenguas.
n) Proyectar... sin precisiones, la realidad vivida en esta comunidad cristiana de la Iglesia primitiva de Corinto, a la expeñencia en el
gmpo de oración, en el seno del cual son ejercitados los carismas. Estos deben ser también ejercitados en la vidav estructuras
mismas de la Iglesia al servicio de la comunidad como misión, en la unidad y la diversidad para el crecimiento del pueblo de Dios
en la fe, la esperanza y la caridad, en armonía con los demás ministerios y funciones existentes en la comunidad cristiana".22
o) "Conceder una atención desproporcionada a los carismas en relación a las demás realidades de la vida eclesial, tales como:
doctrina moral, liturgia, sacramentos, misiones, etc.; leer los capítulos 12, 13 y 14 (de la primera carta a los Corintios) haciendo
abstracción del contexto, de las razones y circunstancias en las que fueron escritas por Pablo. Se llegará así, sin querer, a
provocar un empobrecimiento progresivo de la experiencia cristiana que todo bautizado esta llamado a vivir y en la que debe
crecer. La confesión del Kerygma: "Jesús es Señor" es la obra del Espíritu, tanto en la unidad intrínseca del misterio de la Iglesia,
como en el anuncio del Evangelio a los paganos. Por otra parte, la acogida y ejercicio de carismas debe articularse con la
dimensión institucional de la Tglesia y su carácter misionero en el mundo al que es enviada. Esta es una de las razones por las
cuales el equilibrio entre carisma e institución, laicos y sacerdotes, debe ser buscado sin cesar a lo largo de toda la Historia de la
Iglesia".23
22. Ch, E. Hauguel, a.c., 19.
23. Ch. A. Hauguel, a.c., 19.
II PERSUASIONES SOBRE LOS CARISMAS
(Tocamos algunas que consideramos importantes. No debemos pasar por ellas a la ligera, aunque ya haya sido, en parte, indicadas en
el apartado anterior. Para algunas, esto será aplicable. Otras, serán, ciertamente, nuevas).
1.- Presupuestos a la exposición de los carismas y a su buen uso
a) Es el Señor quien "gratuitamente" los concede.
b) A El hemos de mirar: a su gloria, a su servicio en los demás, con el uso correcto y discreto de los dones. (1 Cor 12, 7-11).
c) Todo carisma, dado para la "edificación de la Iglesia en el amor", es una "llamada" particular del Señor a entregarnos más a El; a
purificamos; a aceptar Sus caminos; a amar con Su amor a nuestros hermanos; a una humildad profunda y a una obediencia sincera
que se somete al "discernimiento".
d) Los carismas, ciertamente, son un don gratuito que el Señor concede para el servicio, pero su utilización depende de nosotros: de
nuestra voluntad y de nuestra fe.1
e) El Espíritu Santo es el Don por excelencia (Jn 4,10). Este término, era ya un vocablo primitivo característico para designar al Espíritu
(Hech 2,38; 8,20; 10,45; 11,17).
Los autores mas competentes insisten en el hecho de que no pocas personas parecen centrarse en los dones, olvidándose de que
no son eilos (los dones) el punto focal, sino el dador, e. Espíritu Santo en persona. Esto a nivel de persuasión y de práctica es
capital. Es tan importante, que se convierte en une de los obstáculos principales para el ejercicio de los carismas. Desconocemos
en la práctica, a veces, que el Espíritu Santo es quien da el poder de obrar como lo dio a la humanidad de jesús en su vida y en su
ministerio. Por eso, no sólo es recomendable invocar la acción del Espíritu sino confesar nuestra impotencia radical para realizar las
obras de Dios con los carismas, sin la asistencia de quien es el Dador de ellos, ya que son otorgados gratuitamente por Dios.2
1. K. Maeder, "Les Charismes" Tychique, n. 54, 1985, 42.
2. Persuasiones respecto de los carismas
Los "carismas fundamentales" son el Señor, su Espíritu, la Iglesia.
Todo se subordina a esta triple realidad. Se nos invita a tomar conciencia viva y serena de nuestro papel de servidores llamados a
colocar cada realidad en su "puesto"; a fomentar los carismas en el tiempo de Dios, con discreción; a orientar en su "buen uso"; a cortar
todo abuso; a vivir profundamente en el Señor, bajo el poder de su Espíritu, bajo la guía de la Iglesia, esposa de Cristo, apacentadora del
rebaño de Cristo.
El Señor tiene su plan de salvación sobre cada uno. Mi actitud no debe ser salirme de él hacia lo que yo anhelo; sino aceptarlo con
agradecimiento y alegría, aunque 110 lo conozco, a veces ni en lo esencial.
Por lo tanto, no debo desear carismas que no entren en ese plan.
Por eso, en petición humilde, más que pedir tal o cual don? es preferible dirigirse al Señor: "Úsame, Señor, como Tú quieras".
Por eso, hemos de estar serenamente alertas sobre nosotros mismos, para no ser sorprendidos por Satanás, por nosotros en nuestros
más íntimos deseos que pueden tener como raíz la notoriedad "disimulada", la complacencia larvada...
2. D. Roth, "Ne laissons pas s'eteindre les Charismes", Tvchique, n.88, nov. 1990, 24
Esta vigilancia pacificante no debe ser confundida con el temor: se trata de un justo equilibrio en el que entran la gracia del Señor y el
discernimiento, hecho bajo la mirada de Dios y con el fondo o intención insustituible de buscar siempre y en todo Su voluntad.
3. Persuasiones básicas
Se puede afirmar respecto de ellos lo que el P. Forrest afirma respecto de la Renovación Carismática en general; "El único signo que
indica el éxito de la Renovación es el cambio de vida de aquellos a quines toca".3
a) Los carismas sangradas actuales que, aceptadas, llevan a la conversión o a una profundización del Misterio de Cristo en nosotros
(Misterio Pascual), "son muy secundarios si su actuación no coincide con los frutos del Espíritu".4
(Criterio de Discernimiento).
b) Los carismas "pertenecen a la 'totalidad' de la creencia j de la práctica cristiana" ,5
c) Los caristnas son uno de los elementos que constituyen la Iglesia, siempre presente; pero ahora especialmente reavivados por el
Espíritu Santo.
d) Los carismas no fueron patrimonio exclusivo de la Iglesia de los primeros siglos, sino que hoy el "Espíritu los quiere prodigar
abundantemente entre losfieles.
No son pocas las personas, que apoyan su rechazo o dificultad para admitir los carismas, en el argumento, avalado por algunos autores
antiguos, de que fueron dados por la necesidad que la Iglesia de los primeros siglos tenia de ellos.
3. T. Forrest, "International Newsletter", n.4, jul-agos.1980.
4. L. Roy, "Sous le soufflé de l'Esprit", Cahiers de Spiritualité Ignatienne, Supplement 4/5, 1980.
5. H. Muhlen, "Espíritu, Carisma, Liberación". Secretariado Trinitario, Salamanca, 1976, (passim).
Afortunadamente, estas ideas van desapareciendo ante el estudio hecho a fondo por exégetas, teólogos y, sobre todo, historiadores de
la Iglesia.
La insistencia con que claman los Sumos Pontífices por "un Nuevo Pentecostés" para nuestros días, sobre todo Juan XXIII, Pablo VI y
Juan Pablo II, es un argumento poderosísimo contra esas ideas infundadas.
El Nuevo Pentecostés no se limita a un mavor conocimiento del Espíritu, que se puede alcanzar por el estudio exegético y teológico,
bueno y recomendable para todos.
Se trata de una acción poderosa del Espíritu en nuestro mundo, en la Iglesia y en cada alma. Nuestro mundo, tan fuertemente
materializado, secularizado y "falsamente consciente de bastarse a sí mismo" sin necesidad de Dios, reclama urgentemente esta acción
poderosa del Espíritu.
Una manera eficacísima de actuar es a través de los carismas, que reparte entre los fieles de cualquier condición, como afirma el
Vaticano II (AA.3).
El Concilio Vaticano II en sus manifestaciones no deja lugar a dudas sobre la actualidad de los carismas en la Iglesia de hoy6
El argumento de una presencia auténtica de mil formas, sobre todo en la Renovación Carismática, hace que podamos estar seguros de
que el clamor de los Papas más recientes ha sido escuchado.
Prescindimos del empeño de algunos de ver estas manifestaciones desde la sola sociología, psicología, etc. Hay realidades tan
fuertemente clarificadas, discernidas, que escapan al mero tratamiento de las ciencias humanas.
No pueden explicarse plena y deUnitivamente si no es por la fuerza del Espíritu.7
La renovación de los carismas no puede ser la especialidad de unos grupos pequeños en la Iglesia sino tarea de todo cristiano, (aunque
esta renovación pueda crecer inicialmente en ellos).
6. A. Lemonier, citado por L. Volken, "Las revelaciones en la Iglesia", Edic. Paulinas,
Madrid, 1962, 43.
7. A. Lemonier, cita anterior.
e) Los carismas son signos que anuncian al mundo que el Reino de Dios ha llegado:
Nos referimos, especialmente, a los carismas de sanación (física, interior, liberación), porque fueron los que más frecuentemente
Jesús usó durante su predicación apostólica.
"Para Jesús, hacer milagros aparece como un modo de realizar los signos que anuncian, según los profetas, que el Reino de Dios
llega".8,9
'10,11
'12
8. Remitimos al apéndice en el que se trata el tema con mayor amplitud. Cfr. Th. E. Dobson, "Understanding die Catholic Charismatic
Renewal", Easter Publications, Lakewood, 1985, 29-30; M.T. Kelsey. Healing and Christianity, Haper and Row, N.Y. 1976.
9. "La manera de hablar de San Pablo no nos permite pensar que considerase los carismas en bloque como un privilegio de la era
apostólica, ni la organización carismática como una cosa vinculada a lo que se suele llamar el fervor primitivo, y destinada a
desaparecer (...) San Pablo y los Hechos de los Apóstoles ponen de relieve de manera cautivadora, tanto respecto a la doctrina como
respecto a los hechos, cierta organización de la Iglesia y de las Iglesias, que hemos llamado carismática, y que el Apóstol no nos
presenta en absoluto como un fenómeno temporal y superficial".
10. "Ya no tenemos mucho tiempo: si esta renovación se retrasa, a fines de nuestro siglo las Iglesias cristianas serán unos grupos
marginales en una sociedad tecnificada y dominada, asimismo, por múltiples fascinaciones ultramundanas. H. Muhlen, o.c., 252-253.
11. "Jesús (...) anuncia ciertamente la proximidad del Reino de Dios, mas no una proximidad medible en el tiempo (...) Sin embargo, para
El resulta evidente que está por aparecer algo nuevo que, de ahora en adelante, Dios va a asegurar a los hombres la salud y la
salvación de un modo nuevo y especialísimo. Todo el ministerio de Jesús reflejará esta nueva postura de Dios, por medio de
curaciones y expulsiones de demonios, el perdón de los pecados y la compasión por todos los hombres. De este modo se da ya en el
ministerio de Jesús una presencia de la soberanía divina: ese es 'el misterio del Reino de Dios' (Me 4,11)". R. Schnackenburg. "El
evangelio según San Marcos", Herder, 1973, 39.
12. "El ejercicio de los carismas no es una fantasía o una recompensa; forma parte de la urgencia de la pastoral de nuestra época, que
debe ser evangelizada desde el mismo 'Kerygma' (...) En este sentido, los carismas atestiguan, frecuentemente, una fe mas audaz en
la manera de evangelizar, hasta en la calle. (...) El papel de la 'Renovación Espiritual' depende, en buena parte, de la actitud de los
carismáticos mismos... Aquí puede haber fracaso por exceso o por defecto. Los peligros de un ejercicio desordenado de los carismas
no son ilusorios. San Pablo los había ya denunciado. Pero tendríamos que temer más el peligro inverso; el apagamiento.
Muchos grupos tendrían necesidad de un relanzamiento". Y. Jehanno, Tychique, A, 51,1984, 50ss.
La relación que los evangelistas hacen de estos hechos ele Jesús parece tener dos funciones fundamentales. No se excluyen otras ya
indicadas y que revisten una importancia capital; ni siquiera el profundo estímulo que impulsaba a Jesús a realizarlos: la inmensa
compasión que sentía por todas las víctimas del dolor. Es signo, a su vez, de la compasión aun mayor, de la inmensa afección que lo
embargaba ante la visión del desastre espiritual, causado por el pecado, jesús en todo se orienta hacia las aguas profundas de lo que el
hombre debe ser en el plan del Padre celestial y, por lo tanto, todo, aun lo más humano que realiza, tiene una proyección que sobrepasa la
realidad tangible del hecho: ser y vivir como hijo verdadero del Padre, a ejemplo de su Hijo unigénito, modelo de todo hombre (Jn 1,16;
Rom 8,29).
Esta doble función, (una de sus virtualidades) es apologética y catequéúca. Apologética (Hech 2,22): Pedro muestra que atribuye un
poder especial a Jesús. Pero no se detiene ahí. Es el trampolín desde el que se proyecta hacia algo más decisivo: interpelar a los oyentes.
Ese obrador del milagro es el Mesías, enviado por Dios para establecer Su Remo entre los hombres, para hacerlos hijos del Padre
Celestial y darles el poder de vivir según esa filiación divina que, gratuitamente, se les da.
La función catequéüca, está en continuación de la precedente (Hech 10,38): Se pretende mostrar de modo tangible, visible, de una
manera tan perceptible que entre por los sentidos, y el hombre se vea protagonista por sí mismo. Esta visibilidad del milagro tiene como
objetivo último manifestar la acción interior causada por Jesús: la fe que ha brotado; la liberación que se ha producido.
De esta manera, la finalidad del milagro, como la de los carismas en general, se convierte en signos obradores del plan salvífico de
Dios; pero, a la vez, se hacen signos de otras realidades superiores que Jesús tiene bien presente al actuar y al usar a otros como
instrumentos de su poder. Y esto, indudablemente, hay que aplicarlo igualmente a los carismas en acción que el Espíritu actualiza
poderosamente hoy.
f) Los carismas son testimonios de que la comunidad es el Cuerpo de Cristo:
La experiencia en el buen uso de los carismas da como fruto precioso que el individuo se abra, no sólo a la ayuda en el plano individual,
sino también en el social:
* La persona agraciada con carismas, usados debidamente, se preocupa y trabaja por la comunidad, por mejorar sus condiciones
espirituales, psicológicas y materiales y por la trascendencia y las implicaciones que encierra, trata de cristianizar las relaciones
entre los hombres.
* En realidad, vienen a ser como un fermento. De hecho, los carismas, sobre todo por la experiencia en la Renovación Carismática,
han transformado a muchas personas, han cambiado muchos ambientes y creado comunidades, infundiendo el Espíritu del Señor y
haciendo verdad el deseo del Señor de "transformar la fa-^ de la tierra". Es la fuerza del Espíritu que actúa a través de ellos. Así, los
carismas aparecen como un testimonio viviente y operante de la comunidad que se manifiesta realmente como Cuerpo de Cristo. "El
testimonio es superación de sí mismo como entrega de sí".
g) Los carismas son la manifestación del Señorío de Jesús:
Cristo consuma su obra de redención enviando al Espíritu Santo. Este envío es, exactamente, el ejercicio de un poder divino. A partir de
Pentecostés, la manifestación de los carismas del Espíritu ha testimoniado el señorío de jesús, que posee soberanía divina y dominio sobre
la vida de Dios en el universo, y que le asegura el puesto central en toda la realidad creada, natural y sobrenatural.13
h) Los carismas necesitan "suelo" para florecer:
Evidentemente, el Espíritu Santo, dador de los carismas, puede repartirlos cuándo, cómo y a quiénes quiera (1 Cor 12,7-11)
No está condicionado, en absoluto, por nada ni por nadie. La gratuidad de los carismas es una verdad irrefutable.
Sin embargo, los carismas florecen allí donde hay un "suelo" apropiado. Podemos aplicarles 3a comparación de las parábolas: echan
raíces y crecen allí donde encuentran un terreno apto, el que les proporciona el alimento especial que cada uno necesita.
Los carismas aparecen, ordinariamente, en los grupos de oración en los que se cree en ellos. Es una condición imprescindible.
También se dan fuera de estas reuniones, pero con menos frecuencia.
Cuando en las personas hay desconfianza hacia los carismas, o se los ve como algo inusitado, fuera de la realidad de la Iglesia o
cuando se los limita a los carismas de "ministerios", entonces los llamados "libres", los que enumera San Pedro en su primera carta de los
Corintios 12,7-11 y otros equivalentes, escasean o no se dan.
La acción del Espíritu requiere una cooperación de parte del hombre; la requiere, por lo tanto, la donación de los carismas otorgados
exclusivamente por el Espíritu.
Este "suelo" apropiado para la floración de los carismas es, sobre todo, el grupo de oración impregnado fuertemente de amor y de
alabanza:
* De amor, porque nada hay que atraiga tanto la acción del Espíritu como una comunidad en la que el amor de Dios y del prójimo es
el centro que acapara la actividad de las personas. La caridad es la finalidad última de los carismas (1 Cor 13). Si ella no está en la
mente y el corazón de los participantes en el grupo de oración, si el amor a Dios es tibio y reina la división entre las personas, el
obstáculo que oponemos al Espíritu en la comunicación de su carismas, es casi invencible. La experiencia es, en este punto,
profundamente aleccionadora. Basta que en un grupo de oración se entibie el auténtico amor cristiano, para que los carismas se
vayan apagando o se comiencen a usar mal Pronto aparecen las motivaciones ambiguas, la búsqueda de sí mismo a través de los
dones que el Señor otorgó para el bien de los demás, pero que se irradian también en provecho espiritual de los beneficiados con
ellos por el Espíritu.
* De alabanza, porque ésta nos pone en la presencia profunda del Señor, suscita en nosotros la fe, el amor, la acción del Espíritu.
Prorrumpimos en alabanza porque El actúa en nosotros y alaba al Padre con nosotros. Parece, pues, obvio que cuando esta
presencia es intensamente activa, como en la alabanza profunda e íntima de la comunidad, se den los signos manifestativos de esta
presencia que son también los carismas. No es, por lo tanto, extraño que en los grupos de oración en los que las personas alaban a
Dios desde el fondo de su ser, lejos de todo formulismo, del "haberse acostumbrado" a alabar, florezcan abundantemente los
carismas. Sin excluir otros grupos de oración en los que el Espíritu los prodigue, se constata que son más frecuentes y poderosos en
los grupos de la Renovación Carismática en los que la alabanza tiene el puesto de honor. Cuando los carismas en estos grupos
decaen, hay que comenzar por evaluar seriamente la calidad de la alabanza.14
i) Los carismas son complementarios.
San Pablo, para subrayar la armoniosa relación que debe existir en el ejercicio de los diversos carismas, acude a la comparación de los
miembros en el cuerpo humano (Rom 12,4-8; 1 Cor 12,12-21). Partiendo de aquí, deduce una sabia doctrina y, consecuentemente, una
práctica de mutua armonía y complementariedad. A cada uno, dice, se le ha dado su don o sus dones por el Espíritu Santo, pero no a todos
el mismo (1 Cor 12,11). El único y mismo Espíritu otorga la distinción de los diversos carismas y produce su diferencia. La igualdad está en
que les es dado su propio don; no en que cada uno pueda ejercer todas las funciones en la comunidad. Sería un error y un
empobrecimiento de los sujetos y de la misma comunidad para la que se otorgan.
Aplicando estos criterios a la curación, tanto física como interior, el pequeño equipo que interviene, cae primero en la cuenta y acepta luego
esta realidad de la pedagogía del Espíritu. Dócil al designio del mismo Espíritu, reconoce la diferencia en la unidad y ejerce, con
agradecimiento, entusiasmo y humilde complementaridad, su don o sus dones, sin obstaculizar ni prescindir de los que se han dado a los
demás. Hermosa y eficaz armonía que produce frutos abundantes de curación en el Espíritu, acto principal e insustituible de la misma.
j) Los carismas no son dones extraordinarios
Pertenecen al rcgimen ordinario del don de Dios en la vida de la Iglesia. Es menester prevenirse contra la llamada ilusión de definirlos
como formas excepcionales o deslumbrantes, aunque por su misma naturaleza sean visibles y estimulen la esperanza. Ni siquiera en el
caso de la glosolalia y de las curaciones, es esencial para el carisma lo extraordinario, del mismo modo que lo esencial no es
"extraordinario".15
k) Los carismas son nada sin la caridad dentro de la cual deben ejercitarse (1 Cor 13,1).
"Los carismas no son cosas excepcionales, aun cuando algunos de ellos sean dones fuera de serie, como el poder de hacer milagros.
Toda la vida de los cristianos y todo el funcionamiento de las instituciones de la Iglesia depende enteramente de ellos. De esta forma
gobierna el Espíritu de Dios al nuevo pueblo, sobre el que se ha derramado en abundancia, dando a unos poder y gracia para desempeñar
sus funciones, a otros poder y gracia para responder a su vocación propia y para ser útiles a la comunidad, a fin de que se edifique el
cuerpo de Cristo".16
l) El proceso de la suscitación, aceptación y buen uso de los carismas.
Que el Espíritu Santo vaya suscitando los carismas, que las personas los acepten y los ejerciten debidamente, no resulta fácil como
puede serlo introducir una reforma litúrgica o estructural.
La aceptación de los carismas del Espíritu se produce a través de un proceso en el que la entrega personal a Cristo ha tomado cuerpo;
está en íntima conexión con el proceso de la Conversión y la aceptación de la propia muerte "espiritual": la predicación no de si, sino de
Cristo; la búsqueda no de la propia gloria, sino de la de Dios en Cristo Jesús. Esta realidad hace que no pocas veces, quizás a nivel
inconsciente, haya un rechazo de los dones del Señor, porque prevemos el difícil campo en que vamos a ser introducidos, la cruz,
frecuentemente pesada, que echa sobre nuestros hombros el Espíritu al damos gratuitamente sus carismas. Un proceso, como
regularmente supone el despertar, la aceptación y el buen uso de los carismas, no se puede establecer de una vez, plenamente, en una
comunidad, como si pudiéramos quemar etapas. Se desarrolla progresivamente y de una manera especial en los pequeños grupos de
oración, como la larga experiencia de la Renovación lo ha ido demostrando.
15. R. Laurentin, "Los Carismas: precisiones teológicas", Concilium, n. 129, 1977.
287.
16. A. George, P. Grelot, "Carisma", Vocabulario de Teología bíblica, Edit. Herder,
Barcelona, 1978, 144-145.
Aquí entraría la importancia capital que juega el Seminario de Vida en el Espíritu, como preparación a la acción del Espíritu en el
caminar por el proceso de la propia conversión y entrega total al Señor en la fuerza del Espíritu.
Cuanto acabamos de decir no toca para nada la realidad de la gratuidad de los carismas del Espíritu (1 Cor 12,7-11); ni su concesión
supone, en modo alguno, mayor santidad de vida, como si se tratara de un requisito indispensable para la obra del Espíritu en la donación
de sus carismas. Se trata, únicamente, del proceso habitual, de la pedagogía ordinaria del Señor en la concesión de sus dones, en la que
el hombre se halla implicado con su correspondencia, como sujeto de una voluntad libre, desde el mismo inicio del suscitar los carismas
hasta su buen uso, pasando por la aceptación y purificación de los mismos.17
4. ¿Causan problemas los carismas?
Teóricamente quizá se podría decir que no hay razón para que causen problemas o, al menos, mayores de los que causan otras
grandes realidades sobrenaturales.
Las dificultades prácticamente se dan, pero creemos que no en virtud de los carismas como tales, sino por causa de las personas que
son agraciadas con ellos.
17. H. Muhlen, "Catcquesis para la Renovación Carismática". Secretariado Trinitario, Salamanca. 1979, 34-35.
a) Desde luego, hay dificultades que surgen debido a los falsos conceptos que de ellos se tienen, a la ignorancia de adecuada instrucción
sobre los mismos, a las actitudes ajenas a la mente de la Iglesia y, ahora podríamos decir, ajenas a la enseñanza del Vaticano II, sobre
todo en las citas ya anteriormente indicadas (LG 12; Apostolicam Actuositatem 3, Presbyterorum Ordinis, 9)
b) Hay dificultades porque se los contrapone a la Iglesia institucional, como si ambas realidades, la institución y el carisma, no
pertenecieran a la esencia de la Iglesia y no fueran dos elementos que se completan mutuamente. Los carismas deben ser discernidos
por la autoridad de la Iglesia a cuya obediencia el Señor los ha puesto (LG 12).
c) Hay otras causas que provienen del mal uso de los mismos: de la búsqueda oculta de la propia gloria, del énfasis exagerado de los
carismas llamativos en detrimento del aprecio de los mas sencillos y ordinarios con los que, usualmente, el Señor construye su Iglesia
(LG, 12).
En el mal uso entra también el modo de actuar en ellos; empleando gestos o presentando un conjunto de acciones que pueden parecer
un "espectáculo" y no una celebración ungida fuertemente por el Espíritu, llena de humildad, orden, oración, amor fraterno.
d) Pueden provenir también de las fuertes exigencias de los carismas: sin suavizar para nada la doctrina de que los carismas no suponen
ni se dan por la santidad de vida, si, es cierto, por otra parte, que éstos, a medida que se van arraigando, exigen un alto nivel de fe y de
pureza de corazón: "Los carismas son signos y maravillas de Dios. No están dentro del poder humano. No pueden ser suscitados por el
querer del hombre 0n 1,13). Se requiere una gran fe para discernir y seguir la guía de Dios, y consiguientemente, para intentar hacer las
obras del Mismo al margen de motivos humanos. Puesto que los carismas son obras de Dios, piden una fe expectante. "Los carismas
son acciones de Dios dentro de una cooperación de la persona. Son una mezcla de actividad divina y humana.
(...) La cooperación humana, aunque debe estar siempre presente, debe acoplarse más a la acción de Dios. Solamente con la pureza
del corazón es capaz la persona de elevarse a las alturas de ser instrumento de Dios".
III ACTITUDES ANTE LOS CARISMAS
Las actitudes ante los carismas nos vienen indicadas por el Vaticano II; por la enseñanza del Magisterio de la Iglesia, intérprete de la
revelación; ahora, referida a los carismas, por los autores espirituales y por la ya considerable experiencia de muchas personas que
participan habitualmente en la Renovación Carismática.
t. Actitudes
a) Aprecio
La citas, relativamente numerosas del Concilio indican la importancia que les da, el aprecio indiscutible que se debe tener a estas
gracias del Espíritu.
Los números 4 y 12 de la LG, y el n. 3 del Decreto sobre los seglares son los que especialmente manifiestan el pensamiento del
Concilio.
Este aprecio, al estar matizado con el adjetivo "discreto", no quiere atenuar la importancia y estima, sino precisar el sano equilibrio que
se ha de tener, sin degenerar en un aprecio incontrolado que venga a hacer de los carismas fines en sí; a darles, en la práctica, una
primacía que corresponde a otros valores superiores.
O por el contrario: a no estimarlos debidamente en todo lo que merecen como dones del Espíritu; como medios eficaces para la
construcción de la Iglesia en la unidad y el amor; como poderosos auxiliares en la evangelización; como medios de santificación personal
debidamente usados.
b) Petición en humilde disponibilidad
El Concilio Vaticano II no pone reservas a que se pidan; al contrario, anima a ello.
Indirectamente, enfatiza fuertemente su excelencia y utilidad para la misión apostólica. Directamente, lo sugiere el n. 12 de la LG.
El adverbio añadido "temerariamente" que sólo aplica a los extraordinarios (carismas de milagros, profecía, hablar en lenguas, según
estimen los autores), significa: "de modo irreflexivo e imprudente".
- Creemos que pudiera interpretarse todo el pasaje de esta manera:
- Se deben pedir y fomentar los dones para el fin que el Espíritu los da; en modo alguno para el prestigio, el poder, etc.
- Se deben pedir, especialmente, aquellos que se necesitan para una mayor eficacia del o de los ministerios que la Iglesia, a través de
sus instrumentos, haya encomendado a la persona o que ésta más necesite para cumplir con sus deberes de estado. Se deben
pedir siempre conforme al plan de salvación del Señor sobre la persona que los pide.
- Se deben pedir con humildad y disponibilidad total. Aceptar plenamente la respuesta de Dios. No basta pedirlos una que otra vez. La
insistencia ha de ser humilde y puede ser que llegue un momento en que sea preciso cesar en la petición. El consejo en este punto
será muy valioso.
- El pensamiento paulino, a este respecto, es claro: no deben despreciarse los carismas "aspirad a los dones del Espíritu" (1 Cor
14,1). Una Iglesia sin carismas sería una pobre Iglesia. Es preciso aspirar a ellos pero subordinándolos siempre y orientándolos a
los frutos del Espíritu, especialmente a la caridad. Hay que cuidar celosamente que el Espíritu los derrame y usarlos con el respeto,
el acierto y el fin que su Dador, el Espíritu, pretende. El buen uso de los carismas es, por lo tanto, capital (1 Coi 14,39; 12,31;
14,1-12)1234
1. Schiler, "Origen, venida, efectos del Espíritu Santo", en: "Experiencias y Teologi del Espíritu Santo", Secretariado Trinitario,
Salamanca, 1978, 184.; Cfr. H Cohen. Tychique, n. 59, Janvier, 1986, 39-40.
c) Humilde y senálía disposición para ser discernidos en ios carismas.
— San Pablo insiste en el discernimiento (1 Tes 5, 12; 19;21).
— El Concilio Vaticano II hace expresa referencia al discernimiento respecto de los carismas (LG, 12).
— Es un punto capital. Tanta importancia le da el P. T. Forrest que llega a afirmar que los carismas con discernimiento, son dones
preciosos y provechosísimos; sin el, más bien perjudican.
— No insistimos en otras actitudes importantes que se tratan más adelante.
2. ''Vivir todos juntos la misma gracia como pobres, devuelve a la Iglesia su verdadero rostro. Algunos piensan que esto lo van a poder
vivir sin la experiencia de los carismas, pero entonces falta esa pobreza, esa pequeñez, ese espíritu de infancia a los que los carismas
nos conducen. Toda la Iglesia es carismática, dice el Vaticano II en la Gaudium et Spes... Pues es necesario que se vea en la vida". J.
Misson, "Los Jesuítas y la Renovación Carismática", CIS, Roma 1984, (varios) 132.
3. "Nosotros podemos crecer en la fe y parece que se da un crecimiento en el ejercicio de otros dones del Espíritu Santo y ¡también en el
de curación! El don de curación no se puede sencillamente "introducir" como si fuera una reforma litúrgica. Para ello el cristiano se ha
de poner personalmente a disposición, siempre con más profundidad, dando pasos en la renovación de la fe, del bautismo y del
Espíritu Santo 'Jesús, yo estoy dispuesto a ponerme al servicio de los enfermos y de los que sufren: también en este caminar tú puedes
pedir al Señor las armas necesarias para este ministerio: el don de curación, el don de una fe esperanzada. También otros carismas te
pueden anidar, por ejemplo, la oración en lenguas, la intercesión, el don de conocimiento. Por ello, es preferible orar por un enfermo en
un pequeño equipo de oración". K. Eckel, en: "Los dones del Espíritu hoy", (varios), Secretariado Trinitario, Salamanca, 1987, 135.
4. "El ejercicio de los carismas del Espíritu pertenece a la esencia profético- carismática de la Iglesia y ha estado siempre presente en
ella. (...) Sin embargo, se debe subrayar de nuevo que no se puede establecer el ejercicio de los carismas como la reforma litúrgica o
la organización de los municipios u otros gremios. Para el ejercicio de los carismas es necesario una apertura muy personal de cada
uno de los cristianos, pues la fe y la renovación del Bautismo y del Espíritu es condición para la aceptación de los carismas. Una
ocasión pastoral más importante es, por otra parte, la preparación juvenil a la Confirmación y la recepción de este sacramento en una
comunidad viva. Para la preparación a este servicio se podría formar un grupo de oración en la parroquia, ayudándose mutuamente en
este paso personal de la Renovación en el Espíritu para la aceptación de sus carismas". H. Muhlen, "Catequesis para la Renovación
Carismática". 1975-1977.
- Desde luego, no debe darse, de primera intención, como total y definitivamente auténtica, cualquier manifestación de
carismas. Es un camino que hay que recorrer en compañía y supondrá un tiempo más o menos largo para llegar a esa
seguridad moral, de que Dios, realmente, es quien utiliza a la persona. Esto es aplicable especialmente a determinados
carismas, como profecía, palabra de conocimiento, etc.
- La persona supuestamente agraciada con ellos debe estar dispuesta a que se haga discernimiento y aun debería adelantarse
a pedirlo. No se trata de falta de confianza en la persona sino de usar los medios de humana y divina sabiduría que el mismo
Señor nos recomendó encarecidamente y la Iglesia urge con todo derecho y razón.
- Esta humildad disponible es un punto positivo, no determinante, a favor de la persona.
d) Orden en el uso de los carismas:
El tema se desarrolla ampliamente más adelante. Aquí bástenos decir que el buen uso en el orden, además de lo que implica la
expresión, indica también que cae dentro del campo del discernimiento, en este aspecto determinado. Supone, por lo tanto, la autenticidad
de los carismas, pero no el solo hecho de tenerla, lleva consigo el uso conveniente, siempre y en cada circunstancia determinada.
e) Actitud de un conocimiento siempre mayor sobre ellos:
Ya aludimos al gran peligro que supone la ignorancia. No pocos de los prejuicios, rechazos, inadmisiones y usos indebidos de ellos,
tienen como raíz un desconocimiento, a veces total, o errores, inclusive "crasos".
Es mucho lo que se ha investigado sobre ellos por personas de toda garantía científica y muchas las experiencias que se han ido
acumulando y purificando.
Se impone una instrucción, en cierto modo, permanente sobre dones tan importantes dentro y fuera de la Renovación Carismática,
para la renovación espiritual del pueblo de Dios.
No olvidemos: aunque el Espíritu puede actuar por Sí solo, al margen de nuestra cooperación, no es esa su ordinaria pedagogía. Como
a seres libres y llamados a cooperar en Su obra con El y con la ayuda de Su gracia, no se permitirá dispensarnos de la colaboración que
nos pide.
Y, ciertamente, un modo de manifestar nuestra disposición, es la actitud de conocer sobre los carismas la riqueza y experiencia que se
ha ido acumulando para disponernos a ser utilizados como instrumento más aptos.
En esto, no hay divergencia alguna entre los grandes autores de la vida espiritual. Y la enseñanza de la Iglesia es manifiesta. Seria un
gran desacierto encerrarse en el "ya tengo una larga experiencia; no necesito más". Cuando nos negamos a perfeccionarnos, "comienza a
actuar la muerte", afirma Mons. Uribe jaramillo.
Sin quitarle la primacía a la oración, es tan importante este sector del conocimiento en los carismas que se podría aplicar aquí lo que
persona tan autorizada como W Kern dice a propósito de la instrucción respecto de la fe: llega a ser casi tan importante como la oración.2
f) Aprender "sabiamente", para elfuturo, de la experiencia propia y ajena en el uso de los carismas:
No es posible que siempre y en toda circunstancia usemos debidamente de los carismas. Hemos de aspirar a ello con la gracia del
Señor y disponernos a purificar el uso de los carismas discernidos, sin refugiarnos en la "debilidad humana".
Por eso, y por la gran importancia que tienen, debemos estar dispuestos a sacar un gran provecho para el futuro de la experiencia del
buen uso que vayamos haciendo y de los errores que podamos haber cometido.
Es un recurso muy fácil pero infantil, ampararse en que "Dios lo hará todo" o negarse a usarlos por el temor infundado a ciertos errores
involuntarios que se hayan cometido.
5 W. Kem, en: "Por que creemos", (varios), Herder, 11.
Aquí, como en tantas otras cosas, se impone una autentica humildad que reconoce lo malo; una sencilla obediencia a las indicaciones
que nos puedan hacer; una disposición de aprovechar la "desafortunada" experiencia para corregirnos y perfeccionar el don otorgado por
el Señor.
El trato personal, las preguntas discretas y bien especificadas a personas de larga y reconocida experiencia; la lectura de libros
católicos que abundan y tratan tan maduramente sobre el buen uso de los carismas, la asistencia a retiros y talleres, dados por personas
de toda garantía, nos enriquecerán considerablemente e iluminarán a la hora de ser usados por el Señor.
Desde luego, el recurso constante a la oración y al discernimiento es indispensable en punto tan importante y delicado.
g) Reconocerlos con gozo, fomentarlos con diligencia, discernirlos cuidadosamente.
Este apartado se refiere especialmente a los sacerdotes. El Vaticano II es claro y alentador en este punto. Citamos el párrafo que les
dedica: "Examinando si los espíritus son de Dios, descubran con sentido de fe, reconozcan con gozo y fomenten con diligencia los
multiformes carismas de los laicos, tanto los humildes como los mas altos" (P.O. 9).
En este campo se han dado pasos alentadores, pero aún no se ha progresado lo que no pocos esperaban. Sin embargo, hay que
confesar con el Cardenal Bemardin que mientras no se inserten en la Renovación Carismática un número suficiente de sacerdotes y
religiosas, ésta no dará los frutos que el Señor quiere.
Muchos consideran que los carismas adolecen de falta de atención, aunque ésta no sea privilegiada, ni menos exclusiva. Ciertamente,
para algunos se presentan como un campo delicado y aun peligroso. Y por cierto, más de una vez lo serán. Pero éste no es un argumento
que deba alejarlos de ellos. Al contrario, precisamente, por la unción sacerdotal, el párroco y sus colaboradores están llamados a ejercer un
discernimiento para el que tienen una asistencia especial. Bajo su responsabilidad recae, de un modo particular, la obligación de dar y
vigilar la enseñanza que se imparte, y en ella entran también los carismas.
Se impone, pues, en virtud de su ministerio, que tengan un sólido y, si es posible, profundo conocimiento de los carismas.
Rechazarlos sin más, es ir, sin darse cuenta, contra la doctrina del Vaticano II, que, en este punto, ha expresado su pensamiento con
claridad.
El alejamiento de algunos sacerdotes por miedo, ignorancia, incredulidad, de una posición o actitud sanamente optimista y orientadora
respecto de los carismas, es una de las causas de que no siempre se utilicen debidamente. La misión que en este campo les incumbe,
alentados por la Iglesia, es preciosa y sumamente beneficiosa para la misma. Una parroquia en la que los sacerdotes conocen, alientan,
fomentan discretamente, disciernen los carismas y orientan respecto de su buen uso, será una parroquia que se renueva sin cesar. No
olvidemos que el Espíritu Santo está en la base de ellos y son manifestaciones tangibles de Su Presencia. Cooperar con El en sus
designios, debe alentar y aun entusiasmar a los sacerdotes, a quienes se les ha entregado el misterio divino de salvación, objetivo firme de
los carismas.
Aquí cabe citar a Mons. Uribe Jaramillo, quien cita a su vez, a otro autor, en el supuesto de que los sacerdotes ignoren, desprecien o no
admitan, prácticamente, los carismas: "Con razón dice un autor que 'si en una iglesia o comunidad sólo actúan los dirigentes y no todos los
miembros, habrá que preguntarse seriamente si, al renunciar a los carismas, no se ha renunciado también al Espíritu.6
h) Vigilar discretamente para no distorsionarlos:
Por más que apreciemos los carismas —y debemos hacerlo— como dones preciosos que son del Espíritu, hemos de velar
discretamente sobre nosotros para que no distorsionemos este aspecto fundamental de la Iglesia.
Esto sucedería:
 Si les diéramos un carácter de exclusividad: si consciente o inconscientemente, consideramos pertenencia exclusiva de un grupo
y no realidad que compete a toda la Iglesia. Toda ella es carismática; cada cristiano, asimismo, lo es en virtud de su bautismo y
confirmación.
6. Mons. A Uribe Jaramillo, “Los Carismas”, 9.
 Si los consideráramos como dones en posesión, de los que nos creemos depositarios. Este peligro real existe sobre todo, en
quienes, especialmente favorecidos, son imprudentemente exaltados por las gentes que los buscan como sujetos que acaparan
los dones de Dios y los actúan a su gusto.
 Su pusiéramos el acento sobre los carismas, por más excelentes que sean, y olvidáramos que el don por excelencia es el
Espíritu Santo y que la vida realmente cristiana está en relación íntima, insustituible con el crecimiento en las virtudes teologales,
entre las cuales la caridad es el criterio supremo de todo vivir verdadero en Cristo (1 Cor 13).
 Si les diéramos una preferencia excesiva a los carismas llamados extraordinarios y, prácticamente, dejáramos en el olvido los
más ordinarios que son los que constantemente configuran el ser carismático de la Iglesia: los que actúan de un modo
permanente en la vida ordinaria y vienen a ser la gran riqueza de la Iglesia en general y de las iglesias particulares; los que se
hallan abundantemente entre los fieles que aceptan esta gracia de Dios y la ejercen con discreción, en orden y obediencia a sus
pastores.
 Si nos llevaran a desconocer o a minimizar los carismas permanentes inherentes a la Iglesia "institucional": la unción del Espíritu
sobre los obispos, sacerdotes y diáconos, inherente a la estructura sacramental de la Iglesia.7
 Estas sanas prevenciones y vigilancias en nada deben atenuar el aprecio debido a los carismas que, en expresión del Vaticano
II, deben pedirse con humildad, recibirse con agradecimiento y ejercitarse con amor (LG, 12; AA, 3).
 Hemos de evitar cuidadosamente caer en la trampa de decir que nuestro carisma es éste o el otro, y que no necesitamos aquel.
Este modo de hablar nos cierra sobre nosotros mismos v limita el que Dios nos pueda usar como instrumentos en otras áreas.
Esto no se opone a reconocer que el Señor nos usa especialmente en un campo en el que el tiempo y el cumplimiento han ido
confirmando la realidad.3
7. Card. L-J Sucnens, "Un pbenomene controvcrse: Le repos dans 1 'Esput', Desclce de Brower. Paiis, 1986. 15.
 No olvidemos que el Espíritu sopla donde quiere y que El da sus Carismas en función de las situaciones, de las necesidades y
del plan que desea realizar.
2. El Peligro del "reduccionisrno"
Uno de los peligros, siempre presente, en el uso de los carismas es el reduccionisrno.
Este peligro aumenta si es útil y aparenta tener una motivación laudable y atendible. Desde luego, el buen sentido común no debe estar
ausente del uso que hagamos de ellos. Ya se ha tratado de las características que debe tener un ejercicio discreto de los carismas, a
impulso del Espíritu.
Ahora nos referimos a un reduccionisrno que puede provenir de causas diversas: de la mala conducción de los responsables de los
grupos de oración que tienen prejuicios respecto de algunos, que coartan su uso con el pretexto de evitar problemas; que se han dejado
influenciar per personas que ven los carismas como un lujo del cual se puede —y es conveniente- prescindir.
Todo esto puede ocurrir. Entonces, el grupo de oración se va reduciendo a un grupo más, pero no es auténticamente carismático. El
orden, la obediencia, la oración, el amor, son elementos que entran de lleno en el ejercicio de los carismas y que en nada deben impedir su
buen uso.
El reduccionisrno dene más frecuentemente su origen en el hecho de que a algún sacerdote que asiste al grupo —o incluso al párroco- no
le agradan ciertos carismas, como el orar en lenguas, la profecía, la intercesión por curación de los miembros asistentes, etc. Ciertamente,
hay otros carismas que pueden practicarse, pero eso no quiere decir que éstos deban ser eliminados o coartados en su ejercicio.
No es laudable suprimirlos porque a un sacerdote no le agraden, aun cuando se ejerciten con discreción, orden y espíritu de amor.
Fuera de casos excepcionales, entendemos que ésta no es ir;a razón valedera para que el grupo se vea privado del bien que se deriva del
recto uso de estos carismas. El orar en lenguas, por ser controvertido, es el más expuesto a ser reducido.
Los responsables orarán sobre el caso, dialogarán, pero no deben ser instrumentos de reducción de carismas, elementos
fundamentales no solo en el grupo de oración, sino también en la Iglesia. A ellos toca, en razón de su oficio, conservar el grupo en su
autenticidad carismática, en la cual entran los carismas que favorecen la conversión y el crecimiento espiritual.
Los carismas, mas que reducirlos, hay que conocerlos, saberlos utilizar, cultivarlos, crecer en ¿//ojpara el fin que, por su misma
naturaleza, tienen como dones del Espíritu: construir la Iglesia, la comunidad, en la caridad. Y el Señor, si somos discretos en su uso, va
realizando por ellos su obra progresiva y eficazmente.9
9. K. Ranaghan : Les dones de l'Esprit, utilisez-les", Tychique, n. 55 mai, 1985, 3- 5.
A Modo de resumen:
Añadimos a lo dicho anteriormente, las afirmaciones de un testigo de excepción: Ch. Whitehead, actual presidente del "Boletín Iccto":
"La caracterísdca distintiva de la Renovación Carismática ha sido siempre nuestra comprensión de que el U'abajo del Espíritu no ha
cambiado desde el día de Pentecostés. Hoy podemos experimentar su derramamiento, su tuerza, sus regalos del mismos modo en
que fueron experimentados por la comunidad cristiana primitiva. El Espíritu que fue prometido como "poder" (Le 24,49; Hech 1,8), vino
a ellos como una experiencia humana, profunda y tangible y recibieron los dones que necesitaban para continuar la misión de Cristo en
el mundo. Sabemos que esta clase de derramamientos de los dones y poder de Dios está sucediendo ahora en la Iglesia, cuando
recibimos el Espíritu Santo. El trae dones y carismas sobrenaturales. Aun hoy, los necesitamos para construir la Iglesia y para el
apostolado en el mundo, Antes del Concilio Vaticano II, éstos parecía que se habían perdido, pero fueron reconocidos por el Concilio e
inmediatamente aparecieron en la Renovación Carismática. A partir de entonces, su valor ha sido explicado, demostrado y aceptado.
¿Corremos el riesgo de perderlos de nuevo? (...) (quizás) hemos retrocedido a la seguridad de la estructura y al ritual tratando de
reformamos nosotros mismos y la sociedad por nuestra propia fuerza (...). "Escribiendo a Timoteo, él (Pablo) nos desafía a que no
dejemos que los dones recibidos queden sin ser usados (ITim 4,14). El lugar habitual para aprender a usar los dones es la reunión de
oración. Así es que cuando me encuentro grupos de oración que se autodeterminan carismáticos, pero no evidencian ningún don
espiritual sé que perdieron su rumbo ... Los carismas son dones para la Iglesia, pero si la Renovación Carismática no los aprecia ni los
usa, ¿quién lo hará? ... El Espíritu Santo es el verdadero guardián de Sus dones. El ha puesto nuevamente a nuestra consideración los
carismas y nos enseñó como usarlos. Nosotros ahora tenemos una clara responsabilidad de enseñarlos a los demás. Es una custodia
sagrada de la cual debemos responder. Si la Iglesia debe cumplir su misión de proclamar el evangelio en el poder del Espíritu Santo,
8. D. Roth, "Ne laissons pas s'eteindre les Charismes", Tychique, n. 88. 1990, 25.
necesitamos estos dones. Pero también necesitamos tener en claro nuestras prioridades. Los dones son signos que nos dirigen a Dios.
Son herramientas de trabajo, no fines en ellos mismos (...) Debemos desearlos, pedirlos v después usarlos debidamente. Aquellos que
están en la posición de líderes llevan la responsabilidad de ésto, lo cual pide sabiduría y visión".
3. Una aclaración importante
El hecho de que al menos, popularmente, se designe a la Renovación con el sobrenombre de "carismática" se presta a limitar y aun a
interpretar parcialmente lo que esencialmente es la Renovación en sus varias designaciones: Renovación Cristiana en el Espíritu Santo,
Movimiento Carismático, Renovación Carismática o simplemente Renovación, no es completa, a juicio de muchos.
Una Puntualización Fundamental
Dentro de la gran importancia de los carismas, es preciso tener en cuenta, para balancear sanamente las cosas, lo siguiente: Los
carismas, en el contexto de la esencia de la Re no pación Carismática o en el verdadero rostro de ella.
"Mientras se contemple a la Renovación como personas interesantes que oran de un modo o de otro, y que explotan los carismas, y no
que es ante todo, entrar en el misterio de la conversión.
Los primeros cristianos eran todos unos convertidos. Tenían que haberse convertido a Jesucristo de su medio ambiente y de su
paganismo. No se puede separar la conversión de la adhesión a Jesucristo: son dos aspectos de la misma cosa. Hay que abandonar
al hombre viejo -misterio de despojamiento-- para recibir una vida nueva y dejar que Cristo viva dentro de uno mismo su misterio
pascual muerte y de vida. Esto es lo que está en el corazón de la Renovación.
Esta abarca todo el complejo fenómeno del primitivo Pentecostés, repetido y popularizado hoy en nuestro mundo.
No debemos perder de vista esta realidad, si no queremos reducirla a un aspecto importante, y aun esencial, como son los carismas.
Con ser, dijimos, algo central, no agotan, ni mucho menos, la esencia de la Renovación. En el tomo: "Que es la Renovación Carismáüca y
qué pretende", pensamos que se aclara este problema.
¡Ilumínanos, Señor, para saber lo que es esta apertura al Espíritu Santo, la apertura primera que es el mismo Espíritu Santo!
Lo primero no son los dones, sino el Espíritu, Hay una especie de hipertrofia con respecto a los dones del Espíritu Santo y a los
carismas. Eres Tú, Señor, a quien yo busco "Tú" y no "Tus", dice Sar. Agustín . A Ti y no tus dones. Hay que hacer examen de
conciencia. ¿Qué es lo que busco en la Renovación? ¿Un encuentro con el Espíritu Santa dejando en segundo término los dones?
Esto es lo primero.
Y después de esto ¿qué? La literatura es extremadamente delicada, pues los dones, los carismas, no tienen una definición definitiva.
Es algo así como si tratáramos de definir los rayos del sol. Lo importante es el sol: el Espíritu Santo. Después están los dones, las
virtudes, los carismas. Entonces, ¿dónde está lo esencial?
Es de suma importancia que la Renovación ponga el acento en las virtudes teologales.
¿Caminamos en una fe desnuda, sin buscar signos ni milagros que ya vendrán de vez en cuando, pero que 110 son lo primero?
¿Se da en nosotros una intensidad de esperanza ante este mundo desesperado? Si el Espíritu Santo nos da el valor de esperar sobre
toda esperanza, esto sí que es un signo auténtico.
Y luego la caridad. Aquí si que debo confesar que hav en ios Hechos de los Apóstoles una línea que me molesta.
San Lucas indica que los dema;- rocían: Mirad cómo se aman.
Las personas que pertenecen a los grupos ¿se aman de esta manera? ¿Cómo aman al servicio de los que están a su alrededor, en
sus obligaciones sociales, en el mundo?
Es aquí donde liemos de centrar nuestra atención. ] ttstcrio de Pentecostés que es encuentro con el Espíritu Santo, apertura a las
virtudes teologales y después a los dones y carismas".
Y creemos que de su recta comprensión depende, en buena parte, para muchos, la indiferencia, el rechazo o la simpatía y la abierta
acogida que se le dé.
La Renovación Carismática, a nuestro entender, es una realidad tan rica, tan oportuna, una gracia tan singular de Dios a nuestro mundo
que, sin entrar en comparaciones y concediendo la diversidad y riqueza de la acción del Espíritu, representa un hito en su actuar en la
Iglesia y en el mundo. Sin embargo, empalma con la tradición de la Iglesia y se arraiga firmemente en las Escrituras, sobre todo en los
Evangelios y las cartas paulinas.
"La Renovación Espiritual de la Comunidad" (como se llama en los países de habla alemana a la ilenovación Carismática) quiere
contribuir a la realización de "uno de los objetivos mas importantes de todos los esfuerzos para la reforma", la creación de
"comunidades vivas en las que múltiples dones del Espíritu cooperan unos con otros".
IV QUE ES EL "CARISMA"
1. El doble elemento que constituye el carisma
"Generalmente, cuando hablamos de carismas, oscilamos entre dos extremos: o bien se les convierte en manifestaciones
preternaturales y excepcionales reservadas a los santos, o bien se comete el exceso contrario de confundirlas con cualquier cualidad
natural, en un empleo abusivo de palabra".1
Analizaremos la siguiente definición de H. Muhlen, y trataremos de distinguir los elementos constitutivos:
"Entendemos por carisma una aptitud natural que ha sido liberada por el Espíritu Santo y asumida para el servido de la edificación y
crecimiento del Cuerpo de Cristo” 2
a) "Los enfoques puramente psicológicos o sociológicos de los carismas pueden ser interesantes y son absolutamente necesarios,
pero son demasiado unilaterales para dar cuenta exacta de la globalidad de su significación espiritual. No podemos hacer del
carisma una mera inspiración de orden poético o emocional, ni una expresión de la unidad del grupo, ni tampoco una contestación
institucional".3
b) No es admisible, al menos para la mayor parte de los que han escrito sobre los carismas, la afirmación de que los beneficiarios
adquieren una capacidad radicalmente nueva”. En este sentido el Espíritu daría a la persona y a la comunidad una capacidad de
“orden diferente” y que, por lo tanto, no poseía. No serían estos “poderes” una simple reorientación y elevación sobrenatural de
capacidades naturales, sino una actuación de Dios nueva, más allá de la historia. Sería un acto “milagroso” de Dios en la
comunidad.4
1. A.M. de Monleon, "La experiencia de los carismas", Edit. Roma, Barcelona, 1979.14.
2. H. Muhlen, "Espíritu, carisma, liberación", Secretariado Trinitario, Salamanca, 1976, 254.
3. A.M. de Monleon, o.c., 15.
c) Un primer elemento, que se halla en la base pero que no constituye el atrisma, sino solamente su cimiento, es una "aptitud natural"
o capacidad que entra en las posibilidades de todos, en menor o mayor grado.
"En sentido amplio, toda aptitud para una vocación determinada es el fundamento de un don del Espíritu. Esa aptitud se convierte
en carisma cuando es utilizada por la fuerza del Espíritu a favor de los demás, para el bien común (ICor 12,7), y no a favor de la
propia persona, para acumular bienes materiales, etc."5
d) Un segundo elemento, el que fundamentalmente constituye el Carisma,"radica en ser liberado por el Espíritu Santo y asumido para
el servicio y edificación del Cuerpo de Cristo".
Dicho de otro modo: se trata de una "dimensión" nueva que toma el individuo o la comunidad, bajo la poderosa acción del Espíritu.
"La novedad consiste en la animación por el Espíritu —de forma más o menos extraordinaria- de una capacidad que pertenece a la
plenitud de k humanidad. En esta perspectiva, el hablar en lenguas, la profecía, no les parecen radical y esencialmente diferentes de la
verbalización que se produce también en las culturas no cristianas; se diferencia por su modo y su finalidad. Son sobrenaturales, no sólo
porque están orientados hacia el servicio del Reino, sino porque se realizan con la fuerza del Espíritu.6
4. G. Montague, "The Spirit and Gifts", N. Y., 1974, 19ss.; Cfr. A. Bitlinger, "Gulfs and Ministries, 17.
5. H. Muhlen, o.c. 254.
6. "Le Renouveau, Charismatique", Colloque de Malines, 21-26 mai, 1974, 30.
Colocados en este justo equilibrio, se evitan las interpretaciones unilaterales, inexactas, peligrosas.
Se "subraya la ambigüedad de toda acción humana, sobre todo cuando es religiosa". Ayuda al discernimiento y a la humildad: porque
un carisma "aunque esté en relación con capacidades que pertenecen a la plenitud de la naturaleza humana, no es propiedad de una
persona, sino porque es un don y una manifestación del Espíritu" (1 Cor 12, 7). El Espíritu dispone soberanamente de sus dones y actúa
con demostración de poder.7
Un autor de tanta autoridad como K. Mac Donnell, refiriéndose al don de lenguas (y aplicable de los demás carismas) afirma: "para ello,
es suficiente que la capacidad natural se ejerza bajo el poder y la inspiración del Espíritu y dirigida hacia la construcción del Reino de
Cristo".8
Podemos, por lo tanto, concluir con H. Muhlen "Toda aptitud para una profesión determinada es el cimiento de un don del Espíritu.
Esta capacidad se convierte en un carisma cuando, en la fuerza del Espíritu, es ejercitada con vistas a los demás, para el bien común"9
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  • 1.
  • 3. Nihil Obstat: Benito Blanco, S. J. Provincial Santo Domingo, Octubre, 1992 Imprimatur: Nicolás de Jesús Cardenal López Rodríguez Arzobispo Metropolitano de Santo Domingo Tercera edición corregida Diseño de portada Glenda de Rosario Diagramación Moliy Pichardo Impresión: Amigo del Hogar Renovación Carismática Católica Reservados lodos los derechos de impresión
  • 4. INDICE PRESENTACION PROLOGO I. CONCEPTOS SOBRE LOS CARISMAS 1. Comentarios a las instrucciones sobre los carismas 2. Sobre la palabra “carisma” su trayectoria 3. Falsos conceptos sobre los carismas: Respecto de los carismas mismos II. PERSUASIONES SOBRE LOS CARISMAS 1. Presupuestos a la exposición de los carismas y a su buen uso 2. Persuaciones respecto de los carismas 3. Persuaciones básicas 4. ¿Causan problemas los carismas? III. ACTITUDES ANTE LOS CARISMAS 1. Actitudes 2. El peligrode “reduccionismo” 3. Una aclaración importante IV. QUE ES EL “CARISMA” 1. El doble elemento que constituye el carisma 2. Los elementos permanentes y ocasionales del carisma A.- Elementos peermamentes en los carismas B.- Elementos ocasionales en los carismas C.- El contexto religioso 3. Puntos para recordar 4. Los carismas requieren la disponibilidad de la persona para ser incorporada por Dios a una obra de El en bien de la comunidad. 5. A modo de resumen 6. La importancia de los carismas en la renovación de la Iglesia A. La Iglesia es carismática desde la base B. Consecuencias V. BREVE DESCRIPCION DEL “CARISMA” A PARTIR DE LA DOCTRINA DE SAN PABLO 1. Diversos sentidos de la palabra “carisma” 2. Características del “carisma” A. Los carismas son para el crecimiento en la caridad de la comunidad cristiana B. I Cor 12, 1-+7: El verdadero carisma manifiesta una intervención del Espíritu C. Ef. 4,16 Gal 5,22 El reconocimiento de los carismas VI. DEFINICION DE LOS CARISMAS SEGÙN I COR 12,4-11 1. Tres palabras de contenido diverso y complementario 2. Los carismas en San Pablo 1 Cor 12,7 VII. LOS CARISMAS A LA LUZ DE LA PRÁCTICA Y DE LA ENSEÑANZA DE JESUCRISTO Y DE LOS APOSTOLES 1. Los carismas a la luz de la practica y de la enseñanza de Jesucristo A. Jesús, discreto y pródigo favorecedor de carismas B. Jesús el supremo manifestador de carismas 2. Los carismas a la luz de la práctica y de la enseñanza de los apóstoles VIII. EL CONCILIO VATICANO II Y LOS CARISMAS 1. Itinerario moderno de la historia de los carismas A. El Vaticano I B. Pio XII C. El Vaticano II 2. Parte doctrinal: Los carismas a la luz del Vaticano II A. El Vaticano II y el Espíritu Santo B. Los carismas y el Vaticano II IX. FINALIDAD DE LOS CARISMAS 1. Descripción más detallada 2. Descripción esquematizada: finalidad de los carias “genéricamente” expresada A. Tras la solución de una dificultad B. Sentido general de la expresión “ para provecho común”
  • 5. C. Sentido concreto de la expresión “para el provecho común” D. Resumen X. DIVESIDAD DE CARISMAS 1. Formulación A. Clasificación de los carismas B. Carismas en sentido no estrictamente eclesial C. Carismas “ministeriales” D. Carismas “institucionalizados” E. Carismas “libres” 2. ¿Carismas “ordinarios” y “extraordinarios”? A. Criterios B. Un juicio de valor C. Un juicio cualificado 3. Unidad y diversidad de los carismas 4. División de los carismas (1 Cor 12,7-11) XI. EL BUEN USO DE LOS CARISMAS DENTRO Y FUERA DE LA REUNION DE ORACION LA ACTUACION DEL SERVIDOR Aclaraciones previas 1. El pensamiento del Vaticano II 2. Cómo se suscitan los carismas 3. Actitudes 4. Cómo se crece, se fortalece y se purifica uno en el uso de los carismas XII. COMO SE SUSCITAN LOS CARISMAS Y SE CRECE EN ELLOS 1. El pensamiento del Vaticano II 2. Cómo se suscitan los carismas 3. Actitudes 4. Cómo se crece, se fortalece y se purifica uno en el uso de los carismas XIII. COMO SE PIERDEN LOS DONES Algunas razones de peso por las cuales podemos perder los dones XIV. CRITERIOS PARA DISCERNIR LOS CARISMAS Criterios XVI. EL FRUTO DE LOS CARISMAS 1. Hacia dónde deben conducir los carismas o frutos de los mismos 2. Los carismas tienen una dimensión crítico-social dentro de la sociedad XVII. LOS CARISMAS Y LA SANTIDAD PERSONAL 1. Los carismas y su influjo en la santidad 2. Entre la gracia santificante y los carismas no hay heterogeneidad, sino continuidad y armonía 3. El desempeño de la misión en el Cuerpo de Cristo 4. Diversificación y unión íntima entre carismas y frutos del Espíritu 5. Sintesis Apéndice LOS CARISMAS EN LA IGLESIA 1. Los carismas a través de la historia 2. La permanencia de los carismas 3. El despertar de los carismas 4. Nuestra época y el despertar de los carismas
  • 6. PRESENTACIÓN R.P. Benigno Juanes Manresa-Loyola Santo Domingo. 26 de mayo de 1992 Mi querido P. Juanes: Le escribo en nombre de Su Eminencia el Cardenal Nicolás de Jesús López Rodriguez que se encuentra fuera del país. Tiene Usted todos los permisos para publicar el libro "Introducción a los Carismas". No se olvide de poner en la publicación en lugar destacado "con la debida licencia eclesiástica". En su carta de nihil obstat el Censor escribe al Señor Cardenal. Es libro muy esclarecedory orientador, llamado a hacer mucho bien, sobre todo dentro del Movimiento de Renovación Carismática Católica. Está escrito muy pedagógicamente. Esto favorecerá su asimiladori y su retención. "Y es fruto no sólo de la cabera sino también del corazón del P. Juanes". También le expresa que "a lo largo de todo el libro distingue perfectamente lo que es claro y está presente en la Revelación" (por lo tanto "de FIDE divina") de lo que no es tan claro y es todavía "teoría" o "hipótesis" bien fundamentada. Personalmente, P. Juanes, reciba mi fehcitaáón. Creo que con la trilogía que ha publicado ha rendido un trascendental servicio no sólo a la Renovación sino también a todos los fieles. Ojalá que esa trilogía se venda profusamente. Con mi felicitación reciba mi gratitud y mi afecto muy hondo. Fco. José Arnaiz, S. J.
  • 7. PROLOGO Emprendemos, no sin cierto temor, esta obra: "Introducción a los Carismas". Aunque ya han aparecido libros excelentes y numerosos artículos sobre el tema, juzgamos que aún hay mucho que investigar y escribir sobre él. Las experiencias de los carismas se han multiplicado, discerniendo. Sin embargo, es preciso no dejar de tocar un tema tan fundamental como son los Carismas en la Iglesia, a través de lo que hemos conocido y vivido en la Renovación Carismática Católica que ni es el lugar único donde florecen, ni quizás el más privilegiado. Desde luego, los carismas se dan a la Iglesia y el "dónde" adecuado y querido por Dios para ejercerlos; pero la Renovación carismática representa un lugar en el que el Espíritu se complace en prodigarlos. En ella se piden, se usan, se purifican, se disciernen, pese a todos los errores y desaciertos que se puedan haber cometido. Si es cierto que la Iglesia es esencialmente carismática, pedirlos y usarlos debidamente, conforme a las repetidas indicaciones del Vaticano II, no deja de enriquecer a la misma Iglesia para cuya edificación en la caridad los suscita el Espíritu. El primer tomo sobre los carismas tiene por finalidad introducir en su conocimiento, orientar sobre las actitudes correctas, dar a conocer la mente de la Iglesia sobre ellos, etc. Sin este primer tomo sería difícil emprender y atreverse a tratar lo siguiente. A él, esperamos en el Señor, que puedan seguirle cuatro más en los que se van tratando separadamente algunos de ellos. Hemos intentado guiarnos en el tema por la sabia y competente orientación de autores de garantía y por otras personas que han tenido y tienen una sana y discernida experiencia de ellos. Dejamos por decir muchas cosas. No es posible, ni seríamos capaces de decirlas. Pero nos parece haber tocado puntos fundamentales. Rogamos encarecidamente al Señor quiera bendecir abundantemente esta obra y enriquecer a su Iglesia con toda clase de carismas, para que, usados conforme a la voluntad del Espíritu que los da, florezca cada vez más en santidad individual y colectiva y en frutos del Espíritu que lleguen a toda la humanidad. Una vez más, sin enumerar los nombres, agradecemos el trabajo callado, duro y desconocido de tantas personas que colaboran en ésta y otras obras de la colección "Torrentes".
  • 8. I. CONCEPTOS SOBRE LOS CARISMAS 1. Comentarios a las instrucciones sobre los carismas a) Entramos en un campo especialmente interesante y delicado. En él, nos hallamos dentro de una realidad fundamental de la Iglesia que no ha sido tan estudiada como otras, hasta estos últimos años. Sin indagar el por qué, aceptamos el hecho; pero con discreción, intentamos abordar las siguientes instrucciones sobre tema tan atrayente y, a la vez, todavía tan controvertido. b) Sin embargo, otro aspecto consolador de la realidad es que, dentro y fuera de la Renovación Cristiana en el Espíritu Santo, ha habido un intenso trabajo, a todos los niveles, en estos últimos quince años. Sin ser exclusiva, sí ha tenido gran influjo la llamada Renovación Carismática, uno de cuyos aspectos fundamentales es la revitalización de los carismas. Ya antes, en el mismo Concilio Vaticano II, se echaron los fundamentos en el puesto y trato que se les dio a los Crismas, relativamente extensos. (A ellos nos referiremos más adelante). Los libros, folletos, artículos de revistas aparecidos a raíz del nacimiento de la Renovación Carismática en la Iglesia Católica son muchos, en todos los niveles: científico, de divulgación para una cultura media, a nivel popular. Algunos carismas han acaparado especialmente las plumas de los escritores: don de lenguas, profecía, carisma de sanación en los diversos campos que abarca... No nos hallamos, ni mucho menos, desprovistos de material ni de la experiencia acumulada en muchos de esos escritos por personas pródigamente asadas por el Señor como sus instrumentos. Constantemente están apareciendo libros, cassettes, artículos de revistas que van enriqueciendo la doctrina y experiencia precedente. c) Si en algún tema, en éste precisamente es donde se necesita estar bien conectados y orientados por las enseñanzas del Magisterio de la Iglesia; desde el Vicario de Cristo, las Conferencias episcopales, los Obispos particulares, los Padres de la Iglesia, los grandes teólogos antiguos y modernos. No es de desdeñar, :d contrario, la luz que aportan las personas usadas por el Señor de modos diversos, cuyos dones se han comprobado en cuanto a su autenticidad y buen uso. d) Deseamos orientar a las personas dentro de un equilibrio humano y divino que no derive a extremo alguno: ni a una apertura exagerada, indiscreta, sin garantía por osadía o valoración excesiva; ni por el contrario, a un repliegue inaceptable por miedo infundado, por una valoración "disminuida", por falta de la necesaria instrucción. No será fácil, pero el Señor, dador de los carismas por su Espíritu, nos ayudará. e) Siendo la dimensión carismática esencial en la Iglesia, y siendo manifiestos los frutos de todos órdenes que aporta, es preciso que se tome el tema con todo interés. Los servidores están llamados a orientar a sus grupos en este campo tan delicado y a ayudar a comprobar la autenticidad y buen uso, encauzándolos hacia el fin para el que el Espíritu Santo los dé. 2. Sobre la palabra "carisma": su trayectoria Su origen se remonta a San Pablo. El Apóstol se vio sorprendido. Se encontró ante ciertas manifestaciones del Espíritu que no contaban en el vocabulario griego, ni siquiera en el más modesto de la Koiné (la lengua común, la del pueblo), con un término que las designara. Entonces Pablo, con la creatividad propia de los genios, puso en circulación una palabra que halló buena acogida, quizás demasiado buena, entre sus cristianos de Corinto. El mismo Pablo la usa con parsimonia y solamente aparece en las dos cartas a los de Corinto, una vez en la de los Romanos. Asimismo, se menciona en la primera carta de San Pedro. Después, la misma literatura cristiana primitiva no la tuvo en cuenta y en la época de la teología llamada escolástica (de la Edad Media) quedó sustituida por la expresión de "gratia gratisdata" (gracia gratuita). Esta realidad del desuso se acentúa cuando en los tratados de Eclesiología se pone fuertemente el acento en defender la dimensión institucional y jerárquica de la Iglesia, atacada por la reforma protestante. Esto no implica que el elemento carismático fuera olvidado, sino que no se le dio toda la importancia que merecía. El término "carisma" vuelve a reaparecer con fuerza, pasada la crisis del Modernismo, sobre todo a partir de Pío XII en su encíclica Mvstici Corporis (1943). También los carismas, afirma, forman parte de la estructura de la Iglesia. El Concilio Vaticano II fue quien consagró su uso, haciéndolo propio e insertándolo en varios documentos, sobre todo en el más importante, Lumen Gentium (n.12). La Renovación Carismática parece que ha sido la encargada de convertir el término "carisma" en uno de los más empleados en el vocabulario religioso actual. "Surgió precisamente con el propósito de ver aflorar de nuevo en la Iglesia esos dones de que nos hablan los Hechos de los Apóstoles y las cartas de Pablo. Por lo demás, antes del Concilio, el Papa Juan XXIII había pedido a Dios que derramara sobre la Iglesia un 'nuevo Pentecostés', y Pablo VI no dudó en hacer de la palabra 'carisma' un uso realmente amplio, si bien poniendo en guardia frente a sus abusos. Podríamos decir que hoy 'carisma' se está convirtiendo en una palabra clave de la renovación deseada por el
  • 9. Concilio. Nacida en un contexto eclesilógico y acuñada para designar las diversas funciones existentes en el cuerpo místico de Cristo, no podía menos que recuperar toda la carga de los orígenes".1 1. D Grasso, "Los Carismas en la Iglesia", Edic. Cristiandad, Madrid 1984, 11-12; cfr. 11-13. 3. Falsos conceptos sobre los carismas: Respecto de los carismas mismos a) Llamar carisma a todo don o cualidad, aun humana, en la que una persona sobresalga. Ya se entiende, por el contexto, el sentido que se les quiere dar pero la inexactitud de la expresión puede inducir a error a personas sencillas que tomen el pie de la letra lo que se dice trasladándolo al campo espiritual y al ámbito de los carismas propiamente tales. b) Llamar carismas solamente a los que, por su naturaleza presentan una faz aparentemente más extraordinaria, en cierto modo las sensaciones en la multiplicidad de aspectos que abarcan y la profecía. Estos, ciertamente, siempre existieron en la iglesia; también ellos se están prodigando mucho más ahora, sobre todo (pero no únicamente) en la Renovación Carismática. Hemos de tener muy presente que “el valor del carisma no debe medirse por su carácter extraordinario y sensacional, sino por el grado de servicio que preste a la comunidad bajo e inmóvil de la caridad. La regla de oro para medir los carismas es el servicio que se presta con ellos y el grado de amor que se tiene al ejercerlos. Si falta el servicio por amor y con amor, no se puede hablar de carisma auténtico, al menos en su ejercicio2 c) Pensar que los carismas son dones estables y que, por lo tanto, una vez agraciada la persona con alguno de ellos, no lo puede ya perder ni dejar de ser usada por el Señor3 (Tocaremos este punto oportunamente) d) Limitar los carismas a la conocida lista de San Pablo en 1 Cor 12,7-11. 2. Mons. A. Uribe Jaramillo, “Carismas”., Edit. Argimiro Salazar, Medellin, 177 7;Cfr. A.M. de Moleon “La experiencia de los Carismas”, Edit. Roma, Barcelona 1979, 14. 3. T. Forrest, “Cómo se pierden los carismas”, International Newsletter, n.4, julio agosto 1980 La lista de carismas, en el mismo San Pablo, es mucho más amplia; son bastantes las citas (que enumeraremos). También se encuentran en otros escritores sagrados del Nuevo Testamento. Y aún éstos, representan un muestrario. Los carismas, en expresión de los teólogos, son tantos cuantas son las necesidades de la Iglesia en la cual y para la cual se dan. San Pablo está acorde con la afirmación precedente cuando dice en 1 Cor 1,5-7; "porque habéis sido enriquecidos en todo, y así no escaseáis en ningún carisma"4 '5 (se refiere a la comunidad, no al sujeto particular como si cada uno poseyera todos los dones). e) Pensar que los carismas no tienen que ver nada o muy poco con la Iglesia. Y caer en el error de que pueden ser discernidos al margen de ella y usados libremente, sin la guía, las normas y la orientación de la Iglesia, a través de sus representantes legítimos (LG. 12; AA. 3). f) Pensar que una ve% recibidos y discernidos los carismas; actúan por sí mismos, al margen de toda cooperación de la persona. No es excesivo insistir en la necesidad de los dones espirituales para la Iglesia y el mundo de hoy. Lo hicieron Juan XXIII, Pablo VI, Juan Pablo II y, sobre todo, el Concilio Vaticano II, apoyándose en la revelación misma. Son una fuerza que viene de arriba (Le 24,49); son señales que confirman el mensaje del Evangelio (Me 16,20); son la fuerza que viene de Dios v nos capacita para ser testigos de Cristo, muerto y resucitado, hasta los confines de la tierra (Hech 1,8). Si n e ce sitam o s imperiosamente los dones, no menos necesitamos sabiduría para poder usarlos con todo el poder que encierran y no desvirtuados o apropiárnoslos. Los carismas son los mensajeros, no el mensaje; signos que señalan a Jesús y no a sí mismos, ni, mucho menos, a ios "carismáticos" que los reivindican. No son, en modo alguno, fines en sí. Se orientan y están al servicio de un objetivo superior. San Pedro lo indica claramente (1 Cor 12, 7ss.). Se requiere, por lo tanto, una sabiduría para apreciarlos, ni más ni menos que el Espíritu, su Dador, y la Iglesia lo hacen. Se necesita ese justo equilibrio en el uso "discreto": la cooperación discernida y equilibrada de la persona. Y, sobre todo, su colaboración en mantener limpios y siempre crecientes los motivos fundamentales e insustituibles que los dirigen hacia los fines para los cuales el Espíritu los comunica.6 4. Mons. A. Ui'ibe jaramillo, o.c., 8 5. En nuestra época la palabra "carisma", en parte, se ha secularizado: ha venido a expresar todo don natural eminente en el orden humano. Constantemente oímos hablar de una persona con un "carisma", es decir, con don natural sobresaliente de expresarse, de organizar, de dirigir políticamente, de escribir, inventar, etc. En el Nuevo Testamento, la palabra, casi únicamente usada por San Pablo, tiene un sentido religioso. Cfr. Ch-E. Hauguel, "Redecouvrir les carismes ordinaires", II est Vivant, n. 81, Januar-Febr. 1991, 19.
  • 10. g) Pensar que no necesitan de una continua maduración: "El uso de un carisma, cualquiera que sea, no se puede hacer en un clima de independencia y de triunfalísmo, o de profunda ignorancia de la gracia a la que corresponde".7 Existe una atmósfera vaporosa aún, respecto de los carismas, porque no se sabe bien qué es un carisma y, más todavía, qué 110 es. Por más experiencia que se tenga acumulada, hay que persuadirse de que un carisma siempre estará en etapa de maduración. Es tan importante esta persuasión y el actuar en consecuencia, que condicionan, en cierto modo, la eficacia de los carismas. De esta maduración constante dependerá la fiabilidael de su ejercicio. Esta es una de las razones por que la Iglesia tiene la gran responsabilidad de vigilar y fomentar discretamente la expansión de los carismas: nos da consejos precisos a este respecto, nos amonesta maternalmente, nos orienta sabiamente para no dilapidar o debilitar los dones de Dios. 6. Forrest, "Sabiduría para liberar el poder de los dones", International Newsletter, nov.-dic., 1.980. 7. Ph. Madre, "Mystere d'amour et mysterc de guerison", Pneumatheque, París, 1982, 144-145. Esta maduración progresiva no se podrá dar si la persona no se aplica seriamente a la oración y adoración y no se enraiza fuertemente en la Eucaristía. De otro modo, se producirá el estancamiento espiritual y aun el retroceso. Le acecharán los mismos peligros de desviación que asaltan a los que, habiendo recibido la gracia, no se reabastecen y se centran en Aquél que la da. No son pocos los cjuc reciben gracias carismáticas, que permanecen en estado embrionario, porque ni reconocen estas "primicias" ni favorecen su desarrollo. Es un auténtico mal la falta de la persuasión aludida pues lleva a pensar que, una vez recibida, no demandan un ulterior desarrollo, ni están sujetas a la conveniente instrucción sobre ella; la experiencia propia y ajena; la oración humilde y suplicante; la apertura a las inspiraciones del Espíritu; al discernimiento pacientemente ejercitado... No hoy duda alguna sobre esto: a la Iglesia de Cristo no le ha faltado ni le faltará nunca el elemento carismático, por que forma parte de su naturaleza, de su mismo ser. El Vaticano II ha tocado este punto repetidamente, y, de modos diverso, enseña al pueblo cristiano esta verdad fundamental: "El mismo Espíritu Santo no sólo santifica y dirige al pueblo de Dios mediante los sacramentos y los ministerios y lo adorna con virtudes, sino que también distribuye gracias especiales entre los fieles de cualquier condición, distribuyendo a cada uno según quiere (1 Cor 12,11) sus dones, con los que los hace aptos y prontos para ejercer las diversas obras y deberes que sean útiles para la Renovación y la mayor edificación de la Iglesia, según aquellas palabras: a cada uno... (ICor 12,7)8 Entre esta tríada de elementos constitutivos de la Iglesia: el institucional, el sacramental y el carismático, no existe oposición sino integración. "No se puede hablar nunca de dos iglesias, una de las cuales sería la institucional y visible y la otra la carismática (y la sacramental) invisible. La unión de ambas dimensiones es esencial a la noción misma de Iglesia".9 La Iglesia siempre ha enseñado que la gracia sacramental (la gracia santificante que dan los sacramentos) y la gracia extrasacramental (la gracia actual que se da por los carismas) obran juntas la santificación del cristiano.10 8. LG. 8. Los tres están ordenados ordenados al mismo fin pero de modo diverso. Lo definitivo es la santificación, imitar la santidad misma del Padre, a ejemplo de Jesucristo, con la fuerza del Espíritu (Mt 5,48; Rom. 8,29). Pero cada elemento contribuye de manera diversa, correspondiente a su propia naturaleza: la institución discierne jos carismas y regula su buen uso (1 Tes 5,12;19-20). Pero la misma institución es va en sí un carisma y vehículo privilegiado de los m rismas porque en ella nacen, viven, se desarrollan, se ejercen, fructifican. Por su parte, los ministerios o servicios que forman parte de la Iglesia-institución, se hallan animados por los carismas correspondientes. Estos capacitan a ios fieles que los reciben para la misión que les es propia: evangelizar, guiar, santificar..., más aún, con todo derecho cabe afirmar que cada uno de los ministerios oficiales en la Iglesia (carismas de servicio y oficializados) es un carisma para los otros carismas. Así, en el carisma del sacerdocio, se pueden ejercer los carismas de consejo, dirección, profecía, curación, atención a los necesitados, etc. Esto se da en todo ministerio clerical o laical, necesarios en la Iglesia para que cumpla su misión evangeiizadora y salvadora. Si se instruye a ios fieles rectamente, cada carisma oficial les hace tomar conciencia de los dones recibidos para el bien común de la única comunidad de salvación11 . 9. Card. L-J. Suenens, "Un nuevo Pentecostés?", Desclée de Brower, Bilbao, 1975, 18. 10. K. Rahner, "Lo dinámico es la Iglesia", Herder, Barcelona, 1968. 11. D. O'Connor, 'Carismáticos', "Nuevo diccionario de espiritualidad", 'Laico", 804. Este doble elemento: el institucional y el carismático se ordenan en su estado definitivo, a vivir la gracia o la perfección de la caridad, que se da, sobre todo, por los sacramentos. Por eso, de algún modo, están relacionados con esta dimensión sacramental, como a su fin último, por la virtualidad propia y específica de los sacramentos; aunque ellos no sean la vía exclusiva de realizar nuestra identidad de hijos de Dios, de injertados en Cristo, de ser templos vivos del Espíritu Santos, o tener una relación íntima con la Trinidad. Los carísmas, en la doctrina de San Pablo (Rom 12, 3-8;l Cor 12,7-11), están íntimamente asociados a la doctrina de la Iglesia como cuerpo Místico (LG,7). San Pablo pasa, con toda naturalidad, déla consideración de la diversidad de carismas a la discusión de la
  • 11. Iglesia como cuerpo místico de Cristo. Esto indica con suficiente claridad, la unión que para él existe entre ambas realidades. La Iglesia-cuerpo místico, se diferencia por la multiplicidad y variedad de miembros, de funciones y de carismas para su ejercicio. Estos determinan las funciones de cada uno de los miembros del cuerpo y, al mismo tiempo, lo capacitan para realizar la función o ministerio. Obviamente, en la asignación de funciones, debe entrar como un elemento imprescindible, el discernimiento y autoridad de quienes han sido puestos por Dios para regir la Iglesia. Pero, a su vez, les incumbe el deber de tener en cuenta los carismas reales de que son dotados los fieles (PO 9; AA, 3), sometidos a un prudente discernimiento (1 Tes 5,19). Sin tal variedad de carismas operativos que el Espíritu da a los fieles, la Iglesia sería impensable; no sería un cuerpo vivo, y por lo tanto, el cuerpo de Cristo viviente. La conclusión es obvia: la misma atención que se ha de prestar al cuerpo místico, se ha de conceder a la realidad de la multiplicidad y variedad de los carismas para bien de ese cuerpo místico. En la Iglesia como una comunidad estructurada, se dan carismas institucionales, como el de ser apóstoles, profetas, maestros (Ef 4, 4-16). Pero también se dan otros llamados "libres", no institucionalizados. Elementos esenciales, porque determinan la función de cada miembro.12,13 El texto principal del Concilio Vaticano II sobre los carismas (LG, 12) habla de la naturaleza y función de los carismas. Los describe como "gracias especiales" que el Espíritu Santo distribuye entre los fieles de cualquier condición. El término empleado "fieles" incluye a todos miembros de la Iglesia. Obviamente, por lo tanto, va de los más sencillos y humildes hasta la suprema autoridad en ella: el Papa. Algunos de estos carismas son extraordinarios, pero otros son simples, aunque muy útiles en la Iglesia, y se encuentran ampliamente difundidos. Todos, por consiguiente, como dones del Espíritu, son "gracias especiales", según el mismo Concilio. Queda, pues, excluida la idea de que los carismas están reservados a ios santos y a los místicos. Esta doctrina: la de que el Espíritu Santo los distribuye entre quienes le place, santos y personas de vida cristiana normal y aun mediocre, es la que claramente enseña San Pablo en sus cartas (1 Cor 12,7-11). Sus escritos son la primera fuente en el estudio de los carismas. Esto es volver, afortunadamente, a las fuentes de la Escritura y a la autentica tradición de la Iglesia. El mismo Espíritu se encargó de probar, de autentificar las enseñanzas del Concilio sobre los carismas (LG.12; PO-9; AA,3), entre otros textos relativamente abundantes), cuando tres años mas tarde irrumpió, sorpresivamente, entre algunos católicos de la Universidad de Duquense (Pittsburgh) con la efusión de su Espíritu y con sus dones. 12. F.A. Sullivan, "Carisma and Charismatic Rcnewal". Servant Books, 19S2 18-20. 13. El Concilio Vaticano II señala que los dones del Espíritu forman parte de los elementos básicos de la vida de la Iglesia. G.;n ello, el Espíritu Santo hace "aptos a los fieles y prontos para ejercer las diversas obras de deberes que sean útiles para la renovación y la mayor edificación de la Iglesia...; deben ser recibidos con gratitud y consuelo, porque son muy adecuados y útiles a las necesidades de la Iglesia (LG, 12). Los carismas se encuentran en relación con la Palabra, los sacramentos y el Ministerio, pero en cuanto manifestaciones ocasionales del Espíritu Santo no son equiparables a éstos en la forma en que puede recibir y ejercer los carismas a través de una entrega personal a Dios siempre renovada en cada caso (Rom 12,1)". F. Kunter, "La decisión fundamental del cristiano'*, Koinonia, n. 58, marzo- abril, 1986, 12. Por otra parte, la ya larga experiencia de 30 años de la Renovación Carismática, parece reafirmar esta doctrina. Una gran parte de las personas favorecidas con los carismas del Espíritu, aun con los mas extraordinarios, son personas en las que, probablemente, no hubiéramos pensado a la hora de asignarles un puesto en la distribución de tales dones del Espíritu. Pero El es libre y los distribuye cuándo, cómo y a quiénes desea darlos.14,15 h) Poner el "acento " en los carismas, más allá de lo conveniente: Por más que los carismas sean algo que se debe apreciar y pedir humildemente y con plena disponibilidad, es necesario que aun esta realidad sea puesta en su propio lugar. Las palabras del Cardenal Suenens nos sitúan debidamente en el punto preciso y nos advierten contra posibles exageraciones: "poniendo el acento sobre los carismas, por más reales que sean, se olvida fácilmente que el don primero del Espíritu Santo es el mismo Espíritu; que la gracia por excelencia es una gracia teologal de crecimiento de fe, de esperanza, de caridad y que la caridad es el test supremo de toda autenticidad cristiana"16 14. F.A. Sullivan, o.c., 9-15. 15. En realidad, todos los dones concedidos por el Espíritu pasan por un sacramento, como el bautismo o la confirmación. En estos sacramentos, especialmente el primero, el cristiano es incorporado a Cristo y se convierte como El en "constructor de la Iglesia", recibe un ministerio, un servicio, con el que puede trabajar con Cristo y el Espíritu para el bien común. El ministerio jerárquico es conferido mediante un sacramento particular por su importancia. Sin él no hay Iglesia, porque el hace presente a Cristo, cabeza de la Iglesia, es decir, de un cuerpo que no puede existir sin cabeza. Todos los dones, pues, sea cual fuere su nombre, ministerios o carismas, son concedidos por el Espíritu a la Iglesia, con la cual constituyen una sola cosa, y así todo lo que se da al individuo se da a todos. La distinción se sitúa dentro de la Iglesia, la cual, por ser un cuerpo necesita diversos miembros y funciones, es decir, diversidad de ministerios o carismas. El ministerio jerárquico es sencillamente el "coordinador" de todos ellos, a fin de que contribuyan armónicamente al bien común. Por su medio, en la Iglesia todo se hace "convenientemente y con orden" (1 Cor 14,30). D. Grasso, "Los carismas en la Iglesia", 22-23.
  • 12. 11 i) Confundir o identificar la vía mística y la caúsmática: Sin oponerse, ambas con distintas; frecuentemente, sobre todo en cierto tipo de personas, se tiende a confundir los carismas o a identificarlos con las gracias místicas y los fenómenos preternaturales que las acompañan. El documento de Malinas es más esclareccdor, en su brevedad, sobre el punto que tratamos: "Las normas de la teología mística no deben aplicarse de la misma manera a la experiencia mística y a la experiencia carismática. Nos encontramos aquí con dos órdenes diferentes de la realidad espiritual, aunque estén relacionados entre si. Los carismas son ministerios para la Iglesia y el mundo; funciones de servicio dirigidas hacia el bien de la comunidad, más bien que a la perfección del individuo. (...) Pero esto no equivale a decir que los carismas no tengan un elemento místico. Poseen una dimensión experiencia! y pueden ser (y de hecho lo son, frecuentemente), como una llamada a una gran santidad. La experiencia de presencia y de poder puede ir acompañada de dones muy significativos de oración". Por su parte, la mística es, a su vez, carismática. Autores de tanta garantía con Urs von Balthasar, J. Subrack, etc., lo afirman categóricamente: "Dios no regala ninguna gracia santificante o de otro tipo con fines puramente individuales, sino que quiere que toda gracia se hagafructífera en la estructura social (...) de la Iglesia, que toda mística desarrolle su fuerza carismática. Consciente o inconscientemente, directa o indirectamente, las "doctrinas espirituales" en uso se apoyan sobre el supuesto de que Dios, con las gracias "místicas", busca normalmente al hombre individual: "Dios y el alma" se encuentran, como Esposo y esposa, en la soledad de un misterio incomunicable. 16. Card. L-J Suenens, "Que es la Renovación?", Koinonia, n. 61, sept/'oct. 1986, Se olvida que la estimada imagen del Esposo y la esposa tiene también que ver con el fructificar hacia fuera, con la entrega, con el despertar —la-vida-en-los-otros." (Balthasar o de Subrak). No podemos olvidar la norma de oro que dan los autores de vida espiritual, de plena garantía. Una gracia concedida por Dios es saber apreciar en su justa medida los dones y las gracias místicas, pero no hacer depender de ellos la vida espiritual, ni medirla por los aspectos llamativos que puedan presentar: visiones, locuciones, etc., sino por sus propios frutos. Las gracias carismáticas llevan consigo, a veces, "epifenómenos" místicos.17 j) Todavía peor que las confusiones enumeradas sobre los carismas sería: Considerar carismas a losfenómenosparanormaks surgidos de un fondo supersticioso o de una practica mcigica, no de la gracia. Dentro de esta concepción y acercándose a ella, seria erróneo integrar entre los carismas a ciertas practicas parasicológicas. En ellas, la gracia del Espíritu Santo puede estar presente y puede utilizar las fuerzas de la naturaleza que nos son aun bastante desconocidas. Pero entonces, necesariamente, para que se trate de un carisma, se requiere un contexto de evangelización, de proclamación de la salud que nos aporta Jesucristo, muerto y resucitado, como un anticipo de la gloria definitiva.18 '19 17. L. Volken, "Las revelaciones en la Iglesia", Edic. Paulinas, Nadrid 1982, 143. 18. Ph. Madre, o.c., 173. "(...) El Espíritu Santo concede a los fieles unos dones (carismas), pero no a titulo personal, para beneficio propio, sino para el servicio de los demás miembros de la comunidad. Ahí reside la diferencia entre don místico y don carismático: el primero es para la santificación personal del cristiano y el segundo para el servicio de ios demás, aunque luego el don místico redunda en beneficio del individuo", D. Grasso, o.c. Cuando San Pablo desarrolla e] tema de la edificación en 1 Cor 14, la entiende en el mismo sentido. Recordemos que el capitulo sigue inmediatamente al himno a la caridad del cap. 13. En él, el apóstol insiste enérgicamente y deja bien en claro, que sin ella todos los carismas "no sirven para nada" (1 Cor 13,3). La caridad es la única realidad que permanece para siempre (v.8). k) Pensar que, una vez recibido un carisma., no tiene mayor importancia ser instruido respecto de él, ni que deben ser cultivados no sólo por el buen uso, sino también por una adecuada enseñanza extendida también a los que aun no los han recibido. Persona de tanta autoridad como Mons. Cribe Jaramillo se muestra muy claro y exigente en este punto: "Necesitamos conocer su significado y sus fines para no caer en exageraciones y poder discernir si con auténticos o no, y cómo deben usarse en cada caso (...) Hay quienes creen que basta recibir el carisma y olvidan cultivarlo. El plan de Dios es que todo crezca en nosotros. Cuando termina el crecimiento, empieza a obrar la muerte. También los carismas deben crecer, mediante nuestra colaboración". "Cn carisma es siempre perfecto en sí, pero su mayor o menor manifestación dependerá de nuestra correspondencia (...) con el ejercicio (discreto y 'sano'), con el aumento de nuestra te (sobre todo con la expansión de la caridad), con la experiencia que adquirimos para saber cómo, cuándo y cuánto debemos (por ejemplo), orar en cada caso. Si de veras creemos en lo que hemos recibido, debemos cultivarlo con esmero para que sus beneficios sean mayores" y nosotros seamos mejores instrumentos del Espíritu Santo.20 I) Pensar que la donación de carismas por el Señor está condicionada por la santidad o mayor perfección espiritual de la persona: Es un error ya tocado. Los carismas no suponen la santidad de la persona. Dios los concede libremente. Ha sucedido, a veces, que han ido agraciados con ellos personas aún envueltas en una vida pecadora. Todos, en realidad, somos pecadores. No podemos medir la santidad por los dones, sino por el cumplimiento, por amor de Dios, de Su Voluntad. El Señor fue claro en esto (Mt 7,24- 27; ICor 13).
  • 13. 20. Mons. A. Uribe Jaramillo, o.c., 115-116; Sí es un criterio de legitimidad y buen uso, el crecimiento espiritual de las personas agraciadas con los dones. Estos, en realidad, se dan para "edificación", fundamentalmente, de la Iglesia, pero también del sujeto que es usado.21 La obra del Espíritu a través de la persona, no puede menos, si es buen instrumento, que actuar en ella produciendo los frutos que le son propios. Si éstos no se dan, después de un tiempo discreto, habrá que comenzar a poner en duda el buen uso, y hasta la misma autenticidad del carisma. m) Creer que todo impulso interior al ejercicio de los carismas proviene del Espíritu Santo, que uno no se puede sustraer a él y que se debe actuar sin más. Hemos de ser discretos humana y divinamente: puede provenir del Señor, efectivamente; puede tener su origen en nosotros mismos, en nuestros profundos deseos inconscientes, etc. Por eso, debe transcurrir un tiempo discreto para discernir y pedir luz al Señor. Cuando la experiencia y el discernimiento, sobre todo de la comunidad, nos dé una razonable seguridad, no debemos abstenernos por temor infundado. Cuando la persona insiste en actuar porque la presión del Espíritu la empuja a ello, según su criterio, hay que pensar más que en un carisma, en una desviación psicológica que conviene atender prontamente. Por otra parte, debemos estar muy claros y persuadidos de que el Señor quiere que todo se haga con orden. Por más intenso que sea el impulso, nunca toca el Espíritu nuestra libertad para coaccionarnos interiormente. Y si El quiere nuestra actuación en el orden, podemos estar tranquilos de que dándolo, no somos infieles a Su guía. Por otra parte, San Pablo asegura que "los espíritus de los profetas están sujetos a los profetas" (1 Cor 14,32). Es, decimos con otras palabras, lo que pone punto final a su capitulo 14 de la Primera Carta a los Corintios: "Y todo, hágase en forma decente y ordenada' (14,46). 21. Cfr. Th. E. Dobson, "Undcrstanding the Cadiolic Charismatical Renewal", Easter Publications, Lake Wood, Colorado, 1985. 29. Esto tiene aplicación especial en el carisma de profecía y en el de lenguas. n) Proyectar... sin precisiones, la realidad vivida en esta comunidad cristiana de la Iglesia primitiva de Corinto, a la expeñencia en el gmpo de oración, en el seno del cual son ejercitados los carismas. Estos deben ser también ejercitados en la vidav estructuras mismas de la Iglesia al servicio de la comunidad como misión, en la unidad y la diversidad para el crecimiento del pueblo de Dios en la fe, la esperanza y la caridad, en armonía con los demás ministerios y funciones existentes en la comunidad cristiana".22 o) "Conceder una atención desproporcionada a los carismas en relación a las demás realidades de la vida eclesial, tales como: doctrina moral, liturgia, sacramentos, misiones, etc.; leer los capítulos 12, 13 y 14 (de la primera carta a los Corintios) haciendo abstracción del contexto, de las razones y circunstancias en las que fueron escritas por Pablo. Se llegará así, sin querer, a provocar un empobrecimiento progresivo de la experiencia cristiana que todo bautizado esta llamado a vivir y en la que debe crecer. La confesión del Kerygma: "Jesús es Señor" es la obra del Espíritu, tanto en la unidad intrínseca del misterio de la Iglesia, como en el anuncio del Evangelio a los paganos. Por otra parte, la acogida y ejercicio de carismas debe articularse con la dimensión institucional de la Tglesia y su carácter misionero en el mundo al que es enviada. Esta es una de las razones por las cuales el equilibrio entre carisma e institución, laicos y sacerdotes, debe ser buscado sin cesar a lo largo de toda la Historia de la Iglesia".23 22. Ch, E. Hauguel, a.c., 19. 23. Ch. A. Hauguel, a.c., 19.
  • 14. II PERSUASIONES SOBRE LOS CARISMAS (Tocamos algunas que consideramos importantes. No debemos pasar por ellas a la ligera, aunque ya haya sido, en parte, indicadas en el apartado anterior. Para algunas, esto será aplicable. Otras, serán, ciertamente, nuevas). 1.- Presupuestos a la exposición de los carismas y a su buen uso a) Es el Señor quien "gratuitamente" los concede. b) A El hemos de mirar: a su gloria, a su servicio en los demás, con el uso correcto y discreto de los dones. (1 Cor 12, 7-11). c) Todo carisma, dado para la "edificación de la Iglesia en el amor", es una "llamada" particular del Señor a entregarnos más a El; a purificamos; a aceptar Sus caminos; a amar con Su amor a nuestros hermanos; a una humildad profunda y a una obediencia sincera que se somete al "discernimiento". d) Los carismas, ciertamente, son un don gratuito que el Señor concede para el servicio, pero su utilización depende de nosotros: de nuestra voluntad y de nuestra fe.1 e) El Espíritu Santo es el Don por excelencia (Jn 4,10). Este término, era ya un vocablo primitivo característico para designar al Espíritu (Hech 2,38; 8,20; 10,45; 11,17). Los autores mas competentes insisten en el hecho de que no pocas personas parecen centrarse en los dones, olvidándose de que no son eilos (los dones) el punto focal, sino el dador, e. Espíritu Santo en persona. Esto a nivel de persuasión y de práctica es capital. Es tan importante, que se convierte en une de los obstáculos principales para el ejercicio de los carismas. Desconocemos en la práctica, a veces, que el Espíritu Santo es quien da el poder de obrar como lo dio a la humanidad de jesús en su vida y en su ministerio. Por eso, no sólo es recomendable invocar la acción del Espíritu sino confesar nuestra impotencia radical para realizar las obras de Dios con los carismas, sin la asistencia de quien es el Dador de ellos, ya que son otorgados gratuitamente por Dios.2 1. K. Maeder, "Les Charismes" Tychique, n. 54, 1985, 42.
  • 15. 2. Persuasiones respecto de los carismas Los "carismas fundamentales" son el Señor, su Espíritu, la Iglesia. Todo se subordina a esta triple realidad. Se nos invita a tomar conciencia viva y serena de nuestro papel de servidores llamados a colocar cada realidad en su "puesto"; a fomentar los carismas en el tiempo de Dios, con discreción; a orientar en su "buen uso"; a cortar todo abuso; a vivir profundamente en el Señor, bajo el poder de su Espíritu, bajo la guía de la Iglesia, esposa de Cristo, apacentadora del rebaño de Cristo. El Señor tiene su plan de salvación sobre cada uno. Mi actitud no debe ser salirme de él hacia lo que yo anhelo; sino aceptarlo con agradecimiento y alegría, aunque 110 lo conozco, a veces ni en lo esencial. Por lo tanto, no debo desear carismas que no entren en ese plan. Por eso, en petición humilde, más que pedir tal o cual don? es preferible dirigirse al Señor: "Úsame, Señor, como Tú quieras". Por eso, hemos de estar serenamente alertas sobre nosotros mismos, para no ser sorprendidos por Satanás, por nosotros en nuestros más íntimos deseos que pueden tener como raíz la notoriedad "disimulada", la complacencia larvada... 2. D. Roth, "Ne laissons pas s'eteindre les Charismes", Tvchique, n.88, nov. 1990, 24 Esta vigilancia pacificante no debe ser confundida con el temor: se trata de un justo equilibrio en el que entran la gracia del Señor y el discernimiento, hecho bajo la mirada de Dios y con el fondo o intención insustituible de buscar siempre y en todo Su voluntad. 3. Persuasiones básicas Se puede afirmar respecto de ellos lo que el P. Forrest afirma respecto de la Renovación Carismática en general; "El único signo que indica el éxito de la Renovación es el cambio de vida de aquellos a quines toca".3 a) Los carismas sangradas actuales que, aceptadas, llevan a la conversión o a una profundización del Misterio de Cristo en nosotros (Misterio Pascual), "son muy secundarios si su actuación no coincide con los frutos del Espíritu".4 (Criterio de Discernimiento). b) Los carismas "pertenecen a la 'totalidad' de la creencia j de la práctica cristiana" ,5 c) Los caristnas son uno de los elementos que constituyen la Iglesia, siempre presente; pero ahora especialmente reavivados por el Espíritu Santo. d) Los carismas no fueron patrimonio exclusivo de la Iglesia de los primeros siglos, sino que hoy el "Espíritu los quiere prodigar abundantemente entre losfieles. No son pocas las personas, que apoyan su rechazo o dificultad para admitir los carismas, en el argumento, avalado por algunos autores antiguos, de que fueron dados por la necesidad que la Iglesia de los primeros siglos tenia de ellos. 3. T. Forrest, "International Newsletter", n.4, jul-agos.1980. 4. L. Roy, "Sous le soufflé de l'Esprit", Cahiers de Spiritualité Ignatienne, Supplement 4/5, 1980. 5. H. Muhlen, "Espíritu, Carisma, Liberación". Secretariado Trinitario, Salamanca, 1976, (passim).
  • 16. Afortunadamente, estas ideas van desapareciendo ante el estudio hecho a fondo por exégetas, teólogos y, sobre todo, historiadores de la Iglesia. La insistencia con que claman los Sumos Pontífices por "un Nuevo Pentecostés" para nuestros días, sobre todo Juan XXIII, Pablo VI y Juan Pablo II, es un argumento poderosísimo contra esas ideas infundadas. El Nuevo Pentecostés no se limita a un mavor conocimiento del Espíritu, que se puede alcanzar por el estudio exegético y teológico, bueno y recomendable para todos. Se trata de una acción poderosa del Espíritu en nuestro mundo, en la Iglesia y en cada alma. Nuestro mundo, tan fuertemente materializado, secularizado y "falsamente consciente de bastarse a sí mismo" sin necesidad de Dios, reclama urgentemente esta acción poderosa del Espíritu. Una manera eficacísima de actuar es a través de los carismas, que reparte entre los fieles de cualquier condición, como afirma el Vaticano II (AA.3). El Concilio Vaticano II en sus manifestaciones no deja lugar a dudas sobre la actualidad de los carismas en la Iglesia de hoy6 El argumento de una presencia auténtica de mil formas, sobre todo en la Renovación Carismática, hace que podamos estar seguros de que el clamor de los Papas más recientes ha sido escuchado. Prescindimos del empeño de algunos de ver estas manifestaciones desde la sola sociología, psicología, etc. Hay realidades tan fuertemente clarificadas, discernidas, que escapan al mero tratamiento de las ciencias humanas. No pueden explicarse plena y deUnitivamente si no es por la fuerza del Espíritu.7 La renovación de los carismas no puede ser la especialidad de unos grupos pequeños en la Iglesia sino tarea de todo cristiano, (aunque esta renovación pueda crecer inicialmente en ellos). 6. A. Lemonier, citado por L. Volken, "Las revelaciones en la Iglesia", Edic. Paulinas, Madrid, 1962, 43. 7. A. Lemonier, cita anterior. e) Los carismas son signos que anuncian al mundo que el Reino de Dios ha llegado: Nos referimos, especialmente, a los carismas de sanación (física, interior, liberación), porque fueron los que más frecuentemente Jesús usó durante su predicación apostólica. "Para Jesús, hacer milagros aparece como un modo de realizar los signos que anuncian, según los profetas, que el Reino de Dios llega".8,9 '10,11 '12 8. Remitimos al apéndice en el que se trata el tema con mayor amplitud. Cfr. Th. E. Dobson, "Understanding die Catholic Charismatic Renewal", Easter Publications, Lakewood, 1985, 29-30; M.T. Kelsey. Healing and Christianity, Haper and Row, N.Y. 1976. 9. "La manera de hablar de San Pablo no nos permite pensar que considerase los carismas en bloque como un privilegio de la era apostólica, ni la organización carismática como una cosa vinculada a lo que se suele llamar el fervor primitivo, y destinada a desaparecer (...) San Pablo y los Hechos de los Apóstoles ponen de relieve de manera cautivadora, tanto respecto a la doctrina como respecto a los hechos, cierta organización de la Iglesia y de las Iglesias, que hemos llamado carismática, y que el Apóstol no nos presenta en absoluto como un fenómeno temporal y superficial". 10. "Ya no tenemos mucho tiempo: si esta renovación se retrasa, a fines de nuestro siglo las Iglesias cristianas serán unos grupos marginales en una sociedad tecnificada y dominada, asimismo, por múltiples fascinaciones ultramundanas. H. Muhlen, o.c., 252-253. 11. "Jesús (...) anuncia ciertamente la proximidad del Reino de Dios, mas no una proximidad medible en el tiempo (...) Sin embargo, para El resulta evidente que está por aparecer algo nuevo que, de ahora en adelante, Dios va a asegurar a los hombres la salud y la salvación de un modo nuevo y especialísimo. Todo el ministerio de Jesús reflejará esta nueva postura de Dios, por medio de curaciones y expulsiones de demonios, el perdón de los pecados y la compasión por todos los hombres. De este modo se da ya en el ministerio de Jesús una presencia de la soberanía divina: ese es 'el misterio del Reino de Dios' (Me 4,11)". R. Schnackenburg. "El evangelio según San Marcos", Herder, 1973, 39. 12. "El ejercicio de los carismas no es una fantasía o una recompensa; forma parte de la urgencia de la pastoral de nuestra época, que debe ser evangelizada desde el mismo 'Kerygma' (...) En este sentido, los carismas atestiguan, frecuentemente, una fe mas audaz en la manera de evangelizar, hasta en la calle. (...) El papel de la 'Renovación Espiritual' depende, en buena parte, de la actitud de los carismáticos mismos... Aquí puede haber fracaso por exceso o por defecto. Los peligros de un ejercicio desordenado de los carismas no son ilusorios. San Pablo los había ya denunciado. Pero tendríamos que temer más el peligro inverso; el apagamiento. Muchos grupos tendrían necesidad de un relanzamiento". Y. Jehanno, Tychique, A, 51,1984, 50ss. La relación que los evangelistas hacen de estos hechos ele Jesús parece tener dos funciones fundamentales. No se excluyen otras ya indicadas y que revisten una importancia capital; ni siquiera el profundo estímulo que impulsaba a Jesús a realizarlos: la inmensa compasión que sentía por todas las víctimas del dolor. Es signo, a su vez, de la compasión aun mayor, de la inmensa afección que lo embargaba ante la visión del desastre espiritual, causado por el pecado, jesús en todo se orienta hacia las aguas profundas de lo que el hombre debe ser en el plan del Padre celestial y, por lo tanto, todo, aun lo más humano que realiza, tiene una proyección que sobrepasa la
  • 17. realidad tangible del hecho: ser y vivir como hijo verdadero del Padre, a ejemplo de su Hijo unigénito, modelo de todo hombre (Jn 1,16; Rom 8,29). Esta doble función, (una de sus virtualidades) es apologética y catequéúca. Apologética (Hech 2,22): Pedro muestra que atribuye un poder especial a Jesús. Pero no se detiene ahí. Es el trampolín desde el que se proyecta hacia algo más decisivo: interpelar a los oyentes. Ese obrador del milagro es el Mesías, enviado por Dios para establecer Su Remo entre los hombres, para hacerlos hijos del Padre Celestial y darles el poder de vivir según esa filiación divina que, gratuitamente, se les da. La función catequéüca, está en continuación de la precedente (Hech 10,38): Se pretende mostrar de modo tangible, visible, de una manera tan perceptible que entre por los sentidos, y el hombre se vea protagonista por sí mismo. Esta visibilidad del milagro tiene como objetivo último manifestar la acción interior causada por Jesús: la fe que ha brotado; la liberación que se ha producido. De esta manera, la finalidad del milagro, como la de los carismas en general, se convierte en signos obradores del plan salvífico de Dios; pero, a la vez, se hacen signos de otras realidades superiores que Jesús tiene bien presente al actuar y al usar a otros como instrumentos de su poder. Y esto, indudablemente, hay que aplicarlo igualmente a los carismas en acción que el Espíritu actualiza poderosamente hoy. f) Los carismas son testimonios de que la comunidad es el Cuerpo de Cristo: La experiencia en el buen uso de los carismas da como fruto precioso que el individuo se abra, no sólo a la ayuda en el plano individual, sino también en el social: * La persona agraciada con carismas, usados debidamente, se preocupa y trabaja por la comunidad, por mejorar sus condiciones espirituales, psicológicas y materiales y por la trascendencia y las implicaciones que encierra, trata de cristianizar las relaciones entre los hombres. * En realidad, vienen a ser como un fermento. De hecho, los carismas, sobre todo por la experiencia en la Renovación Carismática, han transformado a muchas personas, han cambiado muchos ambientes y creado comunidades, infundiendo el Espíritu del Señor y haciendo verdad el deseo del Señor de "transformar la fa-^ de la tierra". Es la fuerza del Espíritu que actúa a través de ellos. Así, los carismas aparecen como un testimonio viviente y operante de la comunidad que se manifiesta realmente como Cuerpo de Cristo. "El testimonio es superación de sí mismo como entrega de sí". g) Los carismas son la manifestación del Señorío de Jesús: Cristo consuma su obra de redención enviando al Espíritu Santo. Este envío es, exactamente, el ejercicio de un poder divino. A partir de Pentecostés, la manifestación de los carismas del Espíritu ha testimoniado el señorío de jesús, que posee soberanía divina y dominio sobre la vida de Dios en el universo, y que le asegura el puesto central en toda la realidad creada, natural y sobrenatural.13 h) Los carismas necesitan "suelo" para florecer: Evidentemente, el Espíritu Santo, dador de los carismas, puede repartirlos cuándo, cómo y a quiénes quiera (1 Cor 12,7-11) No está condicionado, en absoluto, por nada ni por nadie. La gratuidad de los carismas es una verdad irrefutable. Sin embargo, los carismas florecen allí donde hay un "suelo" apropiado. Podemos aplicarles 3a comparación de las parábolas: echan raíces y crecen allí donde encuentran un terreno apto, el que les proporciona el alimento especial que cada uno necesita. Los carismas aparecen, ordinariamente, en los grupos de oración en los que se cree en ellos. Es una condición imprescindible. También se dan fuera de estas reuniones, pero con menos frecuencia. Cuando en las personas hay desconfianza hacia los carismas, o se los ve como algo inusitado, fuera de la realidad de la Iglesia o cuando se los limita a los carismas de "ministerios", entonces los llamados "libres", los que enumera San Pedro en su primera carta de los Corintios 12,7-11 y otros equivalentes, escasean o no se dan. La acción del Espíritu requiere una cooperación de parte del hombre; la requiere, por lo tanto, la donación de los carismas otorgados exclusivamente por el Espíritu. Este "suelo" apropiado para la floración de los carismas es, sobre todo, el grupo de oración impregnado fuertemente de amor y de alabanza: * De amor, porque nada hay que atraiga tanto la acción del Espíritu como una comunidad en la que el amor de Dios y del prójimo es el centro que acapara la actividad de las personas. La caridad es la finalidad última de los carismas (1 Cor 13). Si ella no está en la mente y el corazón de los participantes en el grupo de oración, si el amor a Dios es tibio y reina la división entre las personas, el obstáculo que oponemos al Espíritu en la comunicación de su carismas, es casi invencible. La experiencia es, en este punto, profundamente aleccionadora. Basta que en un grupo de oración se entibie el auténtico amor cristiano, para que los carismas se vayan apagando o se comiencen a usar mal Pronto aparecen las motivaciones ambiguas, la búsqueda de sí mismo a través de los dones que el Señor otorgó para el bien de los demás, pero que se irradian también en provecho espiritual de los beneficiados con ellos por el Espíritu. * De alabanza, porque ésta nos pone en la presencia profunda del Señor, suscita en nosotros la fe, el amor, la acción del Espíritu. Prorrumpimos en alabanza porque El actúa en nosotros y alaba al Padre con nosotros. Parece, pues, obvio que cuando esta presencia es intensamente activa, como en la alabanza profunda e íntima de la comunidad, se den los signos manifestativos de esta presencia que son también los carismas. No es, por lo tanto, extraño que en los grupos de oración en los que las personas alaban a Dios desde el fondo de su ser, lejos de todo formulismo, del "haberse acostumbrado" a alabar, florezcan abundantemente los carismas. Sin excluir otros grupos de oración en los que el Espíritu los prodigue, se constata que son más frecuentes y poderosos en
  • 18. los grupos de la Renovación Carismática en los que la alabanza tiene el puesto de honor. Cuando los carismas en estos grupos decaen, hay que comenzar por evaluar seriamente la calidad de la alabanza.14 i) Los carismas son complementarios. San Pablo, para subrayar la armoniosa relación que debe existir en el ejercicio de los diversos carismas, acude a la comparación de los miembros en el cuerpo humano (Rom 12,4-8; 1 Cor 12,12-21). Partiendo de aquí, deduce una sabia doctrina y, consecuentemente, una práctica de mutua armonía y complementariedad. A cada uno, dice, se le ha dado su don o sus dones por el Espíritu Santo, pero no a todos el mismo (1 Cor 12,11). El único y mismo Espíritu otorga la distinción de los diversos carismas y produce su diferencia. La igualdad está en que les es dado su propio don; no en que cada uno pueda ejercer todas las funciones en la comunidad. Sería un error y un empobrecimiento de los sujetos y de la misma comunidad para la que se otorgan. Aplicando estos criterios a la curación, tanto física como interior, el pequeño equipo que interviene, cae primero en la cuenta y acepta luego esta realidad de la pedagogía del Espíritu. Dócil al designio del mismo Espíritu, reconoce la diferencia en la unidad y ejerce, con agradecimiento, entusiasmo y humilde complementaridad, su don o sus dones, sin obstaculizar ni prescindir de los que se han dado a los demás. Hermosa y eficaz armonía que produce frutos abundantes de curación en el Espíritu, acto principal e insustituible de la misma. j) Los carismas no son dones extraordinarios Pertenecen al rcgimen ordinario del don de Dios en la vida de la Iglesia. Es menester prevenirse contra la llamada ilusión de definirlos como formas excepcionales o deslumbrantes, aunque por su misma naturaleza sean visibles y estimulen la esperanza. Ni siquiera en el caso de la glosolalia y de las curaciones, es esencial para el carisma lo extraordinario, del mismo modo que lo esencial no es "extraordinario".15 k) Los carismas son nada sin la caridad dentro de la cual deben ejercitarse (1 Cor 13,1). "Los carismas no son cosas excepcionales, aun cuando algunos de ellos sean dones fuera de serie, como el poder de hacer milagros. Toda la vida de los cristianos y todo el funcionamiento de las instituciones de la Iglesia depende enteramente de ellos. De esta forma gobierna el Espíritu de Dios al nuevo pueblo, sobre el que se ha derramado en abundancia, dando a unos poder y gracia para desempeñar sus funciones, a otros poder y gracia para responder a su vocación propia y para ser útiles a la comunidad, a fin de que se edifique el cuerpo de Cristo".16 l) El proceso de la suscitación, aceptación y buen uso de los carismas. Que el Espíritu Santo vaya suscitando los carismas, que las personas los acepten y los ejerciten debidamente, no resulta fácil como puede serlo introducir una reforma litúrgica o estructural. La aceptación de los carismas del Espíritu se produce a través de un proceso en el que la entrega personal a Cristo ha tomado cuerpo; está en íntima conexión con el proceso de la Conversión y la aceptación de la propia muerte "espiritual": la predicación no de si, sino de Cristo; la búsqueda no de la propia gloria, sino de la de Dios en Cristo Jesús. Esta realidad hace que no pocas veces, quizás a nivel inconsciente, haya un rechazo de los dones del Señor, porque prevemos el difícil campo en que vamos a ser introducidos, la cruz, frecuentemente pesada, que echa sobre nuestros hombros el Espíritu al damos gratuitamente sus carismas. Un proceso, como regularmente supone el despertar, la aceptación y el buen uso de los carismas, no se puede establecer de una vez, plenamente, en una comunidad, como si pudiéramos quemar etapas. Se desarrolla progresivamente y de una manera especial en los pequeños grupos de oración, como la larga experiencia de la Renovación lo ha ido demostrando. 15. R. Laurentin, "Los Carismas: precisiones teológicas", Concilium, n. 129, 1977. 287. 16. A. George, P. Grelot, "Carisma", Vocabulario de Teología bíblica, Edit. Herder, Barcelona, 1978, 144-145. Aquí entraría la importancia capital que juega el Seminario de Vida en el Espíritu, como preparación a la acción del Espíritu en el caminar por el proceso de la propia conversión y entrega total al Señor en la fuerza del Espíritu. Cuanto acabamos de decir no toca para nada la realidad de la gratuidad de los carismas del Espíritu (1 Cor 12,7-11); ni su concesión supone, en modo alguno, mayor santidad de vida, como si se tratara de un requisito indispensable para la obra del Espíritu en la donación de sus carismas. Se trata, únicamente, del proceso habitual, de la pedagogía ordinaria del Señor en la concesión de sus dones, en la que el hombre se halla implicado con su correspondencia, como sujeto de una voluntad libre, desde el mismo inicio del suscitar los carismas hasta su buen uso, pasando por la aceptación y purificación de los mismos.17 4. ¿Causan problemas los carismas? Teóricamente quizá se podría decir que no hay razón para que causen problemas o, al menos, mayores de los que causan otras grandes realidades sobrenaturales. Las dificultades prácticamente se dan, pero creemos que no en virtud de los carismas como tales, sino por causa de las personas que son agraciadas con ellos. 17. H. Muhlen, "Catcquesis para la Renovación Carismática". Secretariado Trinitario, Salamanca. 1979, 34-35.
  • 19. a) Desde luego, hay dificultades que surgen debido a los falsos conceptos que de ellos se tienen, a la ignorancia de adecuada instrucción sobre los mismos, a las actitudes ajenas a la mente de la Iglesia y, ahora podríamos decir, ajenas a la enseñanza del Vaticano II, sobre todo en las citas ya anteriormente indicadas (LG 12; Apostolicam Actuositatem 3, Presbyterorum Ordinis, 9) b) Hay dificultades porque se los contrapone a la Iglesia institucional, como si ambas realidades, la institución y el carisma, no pertenecieran a la esencia de la Iglesia y no fueran dos elementos que se completan mutuamente. Los carismas deben ser discernidos por la autoridad de la Iglesia a cuya obediencia el Señor los ha puesto (LG 12). c) Hay otras causas que provienen del mal uso de los mismos: de la búsqueda oculta de la propia gloria, del énfasis exagerado de los carismas llamativos en detrimento del aprecio de los mas sencillos y ordinarios con los que, usualmente, el Señor construye su Iglesia (LG, 12). En el mal uso entra también el modo de actuar en ellos; empleando gestos o presentando un conjunto de acciones que pueden parecer un "espectáculo" y no una celebración ungida fuertemente por el Espíritu, llena de humildad, orden, oración, amor fraterno. d) Pueden provenir también de las fuertes exigencias de los carismas: sin suavizar para nada la doctrina de que los carismas no suponen ni se dan por la santidad de vida, si, es cierto, por otra parte, que éstos, a medida que se van arraigando, exigen un alto nivel de fe y de pureza de corazón: "Los carismas son signos y maravillas de Dios. No están dentro del poder humano. No pueden ser suscitados por el querer del hombre 0n 1,13). Se requiere una gran fe para discernir y seguir la guía de Dios, y consiguientemente, para intentar hacer las obras del Mismo al margen de motivos humanos. Puesto que los carismas son obras de Dios, piden una fe expectante. "Los carismas son acciones de Dios dentro de una cooperación de la persona. Son una mezcla de actividad divina y humana. (...) La cooperación humana, aunque debe estar siempre presente, debe acoplarse más a la acción de Dios. Solamente con la pureza del corazón es capaz la persona de elevarse a las alturas de ser instrumento de Dios".
  • 20. III ACTITUDES ANTE LOS CARISMAS Las actitudes ante los carismas nos vienen indicadas por el Vaticano II; por la enseñanza del Magisterio de la Iglesia, intérprete de la revelación; ahora, referida a los carismas, por los autores espirituales y por la ya considerable experiencia de muchas personas que participan habitualmente en la Renovación Carismática. t. Actitudes a) Aprecio La citas, relativamente numerosas del Concilio indican la importancia que les da, el aprecio indiscutible que se debe tener a estas gracias del Espíritu. Los números 4 y 12 de la LG, y el n. 3 del Decreto sobre los seglares son los que especialmente manifiestan el pensamiento del Concilio. Este aprecio, al estar matizado con el adjetivo "discreto", no quiere atenuar la importancia y estima, sino precisar el sano equilibrio que se ha de tener, sin degenerar en un aprecio incontrolado que venga a hacer de los carismas fines en sí; a darles, en la práctica, una primacía que corresponde a otros valores superiores. O por el contrario: a no estimarlos debidamente en todo lo que merecen como dones del Espíritu; como medios eficaces para la construcción de la Iglesia en la unidad y el amor; como poderosos auxiliares en la evangelización; como medios de santificación personal debidamente usados. b) Petición en humilde disponibilidad El Concilio Vaticano II no pone reservas a que se pidan; al contrario, anima a ello. Indirectamente, enfatiza fuertemente su excelencia y utilidad para la misión apostólica. Directamente, lo sugiere el n. 12 de la LG. El adverbio añadido "temerariamente" que sólo aplica a los extraordinarios (carismas de milagros, profecía, hablar en lenguas, según estimen los autores), significa: "de modo irreflexivo e imprudente". - Creemos que pudiera interpretarse todo el pasaje de esta manera: - Se deben pedir y fomentar los dones para el fin que el Espíritu los da; en modo alguno para el prestigio, el poder, etc. - Se deben pedir, especialmente, aquellos que se necesitan para una mayor eficacia del o de los ministerios que la Iglesia, a través de sus instrumentos, haya encomendado a la persona o que ésta más necesite para cumplir con sus deberes de estado. Se deben pedir siempre conforme al plan de salvación del Señor sobre la persona que los pide. - Se deben pedir con humildad y disponibilidad total. Aceptar plenamente la respuesta de Dios. No basta pedirlos una que otra vez. La insistencia ha de ser humilde y puede ser que llegue un momento en que sea preciso cesar en la petición. El consejo en este punto será muy valioso. - El pensamiento paulino, a este respecto, es claro: no deben despreciarse los carismas "aspirad a los dones del Espíritu" (1 Cor 14,1). Una Iglesia sin carismas sería una pobre Iglesia. Es preciso aspirar a ellos pero subordinándolos siempre y orientándolos a los frutos del Espíritu, especialmente a la caridad. Hay que cuidar celosamente que el Espíritu los derrame y usarlos con el respeto, el acierto y el fin que su Dador, el Espíritu, pretende. El buen uso de los carismas es, por lo tanto, capital (1 Coi 14,39; 12,31; 14,1-12)1234 1. Schiler, "Origen, venida, efectos del Espíritu Santo", en: "Experiencias y Teologi del Espíritu Santo", Secretariado Trinitario, Salamanca, 1978, 184.; Cfr. H Cohen. Tychique, n. 59, Janvier, 1986, 39-40. c) Humilde y senálía disposición para ser discernidos en ios carismas. — San Pablo insiste en el discernimiento (1 Tes 5, 12; 19;21). — El Concilio Vaticano II hace expresa referencia al discernimiento respecto de los carismas (LG, 12). — Es un punto capital. Tanta importancia le da el P. T. Forrest que llega a afirmar que los carismas con discernimiento, son dones preciosos y provechosísimos; sin el, más bien perjudican. — No insistimos en otras actitudes importantes que se tratan más adelante. 2. ''Vivir todos juntos la misma gracia como pobres, devuelve a la Iglesia su verdadero rostro. Algunos piensan que esto lo van a poder vivir sin la experiencia de los carismas, pero entonces falta esa pobreza, esa pequeñez, ese espíritu de infancia a los que los carismas nos conducen. Toda la Iglesia es carismática, dice el Vaticano II en la Gaudium et Spes... Pues es necesario que se vea en la vida". J. Misson, "Los Jesuítas y la Renovación Carismática", CIS, Roma 1984, (varios) 132.
  • 21. 3. "Nosotros podemos crecer en la fe y parece que se da un crecimiento en el ejercicio de otros dones del Espíritu Santo y ¡también en el de curación! El don de curación no se puede sencillamente "introducir" como si fuera una reforma litúrgica. Para ello el cristiano se ha de poner personalmente a disposición, siempre con más profundidad, dando pasos en la renovación de la fe, del bautismo y del Espíritu Santo 'Jesús, yo estoy dispuesto a ponerme al servicio de los enfermos y de los que sufren: también en este caminar tú puedes pedir al Señor las armas necesarias para este ministerio: el don de curación, el don de una fe esperanzada. También otros carismas te pueden anidar, por ejemplo, la oración en lenguas, la intercesión, el don de conocimiento. Por ello, es preferible orar por un enfermo en un pequeño equipo de oración". K. Eckel, en: "Los dones del Espíritu hoy", (varios), Secretariado Trinitario, Salamanca, 1987, 135. 4. "El ejercicio de los carismas del Espíritu pertenece a la esencia profético- carismática de la Iglesia y ha estado siempre presente en ella. (...) Sin embargo, se debe subrayar de nuevo que no se puede establecer el ejercicio de los carismas como la reforma litúrgica o la organización de los municipios u otros gremios. Para el ejercicio de los carismas es necesario una apertura muy personal de cada uno de los cristianos, pues la fe y la renovación del Bautismo y del Espíritu es condición para la aceptación de los carismas. Una ocasión pastoral más importante es, por otra parte, la preparación juvenil a la Confirmación y la recepción de este sacramento en una comunidad viva. Para la preparación a este servicio se podría formar un grupo de oración en la parroquia, ayudándose mutuamente en este paso personal de la Renovación en el Espíritu para la aceptación de sus carismas". H. Muhlen, "Catequesis para la Renovación Carismática". 1975-1977. - Desde luego, no debe darse, de primera intención, como total y definitivamente auténtica, cualquier manifestación de carismas. Es un camino que hay que recorrer en compañía y supondrá un tiempo más o menos largo para llegar a esa seguridad moral, de que Dios, realmente, es quien utiliza a la persona. Esto es aplicable especialmente a determinados carismas, como profecía, palabra de conocimiento, etc. - La persona supuestamente agraciada con ellos debe estar dispuesta a que se haga discernimiento y aun debería adelantarse a pedirlo. No se trata de falta de confianza en la persona sino de usar los medios de humana y divina sabiduría que el mismo Señor nos recomendó encarecidamente y la Iglesia urge con todo derecho y razón. - Esta humildad disponible es un punto positivo, no determinante, a favor de la persona. d) Orden en el uso de los carismas: El tema se desarrolla ampliamente más adelante. Aquí bástenos decir que el buen uso en el orden, además de lo que implica la expresión, indica también que cae dentro del campo del discernimiento, en este aspecto determinado. Supone, por lo tanto, la autenticidad de los carismas, pero no el solo hecho de tenerla, lleva consigo el uso conveniente, siempre y en cada circunstancia determinada. e) Actitud de un conocimiento siempre mayor sobre ellos: Ya aludimos al gran peligro que supone la ignorancia. No pocos de los prejuicios, rechazos, inadmisiones y usos indebidos de ellos, tienen como raíz un desconocimiento, a veces total, o errores, inclusive "crasos". Es mucho lo que se ha investigado sobre ellos por personas de toda garantía científica y muchas las experiencias que se han ido acumulando y purificando. Se impone una instrucción, en cierto modo, permanente sobre dones tan importantes dentro y fuera de la Renovación Carismática, para la renovación espiritual del pueblo de Dios. No olvidemos: aunque el Espíritu puede actuar por Sí solo, al margen de nuestra cooperación, no es esa su ordinaria pedagogía. Como a seres libres y llamados a cooperar en Su obra con El y con la ayuda de Su gracia, no se permitirá dispensarnos de la colaboración que nos pide. Y, ciertamente, un modo de manifestar nuestra disposición, es la actitud de conocer sobre los carismas la riqueza y experiencia que se ha ido acumulando para disponernos a ser utilizados como instrumento más aptos. En esto, no hay divergencia alguna entre los grandes autores de la vida espiritual. Y la enseñanza de la Iglesia es manifiesta. Seria un gran desacierto encerrarse en el "ya tengo una larga experiencia; no necesito más". Cuando nos negamos a perfeccionarnos, "comienza a actuar la muerte", afirma Mons. Uribe jaramillo. Sin quitarle la primacía a la oración, es tan importante este sector del conocimiento en los carismas que se podría aplicar aquí lo que persona tan autorizada como W Kern dice a propósito de la instrucción respecto de la fe: llega a ser casi tan importante como la oración.2 f) Aprender "sabiamente", para elfuturo, de la experiencia propia y ajena en el uso de los carismas: No es posible que siempre y en toda circunstancia usemos debidamente de los carismas. Hemos de aspirar a ello con la gracia del Señor y disponernos a purificar el uso de los carismas discernidos, sin refugiarnos en la "debilidad humana". Por eso, y por la gran importancia que tienen, debemos estar dispuestos a sacar un gran provecho para el futuro de la experiencia del buen uso que vayamos haciendo y de los errores que podamos haber cometido. Es un recurso muy fácil pero infantil, ampararse en que "Dios lo hará todo" o negarse a usarlos por el temor infundado a ciertos errores involuntarios que se hayan cometido. 5 W. Kem, en: "Por que creemos", (varios), Herder, 11.
  • 22. Aquí, como en tantas otras cosas, se impone una autentica humildad que reconoce lo malo; una sencilla obediencia a las indicaciones que nos puedan hacer; una disposición de aprovechar la "desafortunada" experiencia para corregirnos y perfeccionar el don otorgado por el Señor. El trato personal, las preguntas discretas y bien especificadas a personas de larga y reconocida experiencia; la lectura de libros católicos que abundan y tratan tan maduramente sobre el buen uso de los carismas, la asistencia a retiros y talleres, dados por personas de toda garantía, nos enriquecerán considerablemente e iluminarán a la hora de ser usados por el Señor. Desde luego, el recurso constante a la oración y al discernimiento es indispensable en punto tan importante y delicado. g) Reconocerlos con gozo, fomentarlos con diligencia, discernirlos cuidadosamente. Este apartado se refiere especialmente a los sacerdotes. El Vaticano II es claro y alentador en este punto. Citamos el párrafo que les dedica: "Examinando si los espíritus son de Dios, descubran con sentido de fe, reconozcan con gozo y fomenten con diligencia los multiformes carismas de los laicos, tanto los humildes como los mas altos" (P.O. 9). En este campo se han dado pasos alentadores, pero aún no se ha progresado lo que no pocos esperaban. Sin embargo, hay que confesar con el Cardenal Bemardin que mientras no se inserten en la Renovación Carismática un número suficiente de sacerdotes y religiosas, ésta no dará los frutos que el Señor quiere. Muchos consideran que los carismas adolecen de falta de atención, aunque ésta no sea privilegiada, ni menos exclusiva. Ciertamente, para algunos se presentan como un campo delicado y aun peligroso. Y por cierto, más de una vez lo serán. Pero éste no es un argumento que deba alejarlos de ellos. Al contrario, precisamente, por la unción sacerdotal, el párroco y sus colaboradores están llamados a ejercer un discernimiento para el que tienen una asistencia especial. Bajo su responsabilidad recae, de un modo particular, la obligación de dar y vigilar la enseñanza que se imparte, y en ella entran también los carismas. Se impone, pues, en virtud de su ministerio, que tengan un sólido y, si es posible, profundo conocimiento de los carismas. Rechazarlos sin más, es ir, sin darse cuenta, contra la doctrina del Vaticano II, que, en este punto, ha expresado su pensamiento con claridad. El alejamiento de algunos sacerdotes por miedo, ignorancia, incredulidad, de una posición o actitud sanamente optimista y orientadora respecto de los carismas, es una de las causas de que no siempre se utilicen debidamente. La misión que en este campo les incumbe, alentados por la Iglesia, es preciosa y sumamente beneficiosa para la misma. Una parroquia en la que los sacerdotes conocen, alientan, fomentan discretamente, disciernen los carismas y orientan respecto de su buen uso, será una parroquia que se renueva sin cesar. No olvidemos que el Espíritu Santo está en la base de ellos y son manifestaciones tangibles de Su Presencia. Cooperar con El en sus designios, debe alentar y aun entusiasmar a los sacerdotes, a quienes se les ha entregado el misterio divino de salvación, objetivo firme de los carismas. Aquí cabe citar a Mons. Uribe Jaramillo, quien cita a su vez, a otro autor, en el supuesto de que los sacerdotes ignoren, desprecien o no admitan, prácticamente, los carismas: "Con razón dice un autor que 'si en una iglesia o comunidad sólo actúan los dirigentes y no todos los miembros, habrá que preguntarse seriamente si, al renunciar a los carismas, no se ha renunciado también al Espíritu.6 h) Vigilar discretamente para no distorsionarlos: Por más que apreciemos los carismas —y debemos hacerlo— como dones preciosos que son del Espíritu, hemos de velar discretamente sobre nosotros para que no distorsionemos este aspecto fundamental de la Iglesia. Esto sucedería:  Si les diéramos un carácter de exclusividad: si consciente o inconscientemente, consideramos pertenencia exclusiva de un grupo y no realidad que compete a toda la Iglesia. Toda ella es carismática; cada cristiano, asimismo, lo es en virtud de su bautismo y confirmación. 6. Mons. A Uribe Jaramillo, “Los Carismas”, 9.  Si los consideráramos como dones en posesión, de los que nos creemos depositarios. Este peligro real existe sobre todo, en quienes, especialmente favorecidos, son imprudentemente exaltados por las gentes que los buscan como sujetos que acaparan los dones de Dios y los actúan a su gusto.  Su pusiéramos el acento sobre los carismas, por más excelentes que sean, y olvidáramos que el don por excelencia es el Espíritu Santo y que la vida realmente cristiana está en relación íntima, insustituible con el crecimiento en las virtudes teologales, entre las cuales la caridad es el criterio supremo de todo vivir verdadero en Cristo (1 Cor 13).  Si les diéramos una preferencia excesiva a los carismas llamados extraordinarios y, prácticamente, dejáramos en el olvido los más ordinarios que son los que constantemente configuran el ser carismático de la Iglesia: los que actúan de un modo permanente en la vida ordinaria y vienen a ser la gran riqueza de la Iglesia en general y de las iglesias particulares; los que se hallan abundantemente entre los fieles que aceptan esta gracia de Dios y la ejercen con discreción, en orden y obediencia a sus pastores.  Si nos llevaran a desconocer o a minimizar los carismas permanentes inherentes a la Iglesia "institucional": la unción del Espíritu sobre los obispos, sacerdotes y diáconos, inherente a la estructura sacramental de la Iglesia.7  Estas sanas prevenciones y vigilancias en nada deben atenuar el aprecio debido a los carismas que, en expresión del Vaticano II, deben pedirse con humildad, recibirse con agradecimiento y ejercitarse con amor (LG, 12; AA, 3).
  • 23.  Hemos de evitar cuidadosamente caer en la trampa de decir que nuestro carisma es éste o el otro, y que no necesitamos aquel. Este modo de hablar nos cierra sobre nosotros mismos v limita el que Dios nos pueda usar como instrumentos en otras áreas. Esto no se opone a reconocer que el Señor nos usa especialmente en un campo en el que el tiempo y el cumplimiento han ido confirmando la realidad.3 7. Card. L-J Sucnens, "Un pbenomene controvcrse: Le repos dans 1 'Esput', Desclce de Brower. Paiis, 1986. 15.  No olvidemos que el Espíritu sopla donde quiere y que El da sus Carismas en función de las situaciones, de las necesidades y del plan que desea realizar. 2. El Peligro del "reduccionisrno" Uno de los peligros, siempre presente, en el uso de los carismas es el reduccionisrno. Este peligro aumenta si es útil y aparenta tener una motivación laudable y atendible. Desde luego, el buen sentido común no debe estar ausente del uso que hagamos de ellos. Ya se ha tratado de las características que debe tener un ejercicio discreto de los carismas, a impulso del Espíritu. Ahora nos referimos a un reduccionisrno que puede provenir de causas diversas: de la mala conducción de los responsables de los grupos de oración que tienen prejuicios respecto de algunos, que coartan su uso con el pretexto de evitar problemas; que se han dejado influenciar per personas que ven los carismas como un lujo del cual se puede —y es conveniente- prescindir. Todo esto puede ocurrir. Entonces, el grupo de oración se va reduciendo a un grupo más, pero no es auténticamente carismático. El orden, la obediencia, la oración, el amor, son elementos que entran de lleno en el ejercicio de los carismas y que en nada deben impedir su buen uso. El reduccionisrno dene más frecuentemente su origen en el hecho de que a algún sacerdote que asiste al grupo —o incluso al párroco- no le agradan ciertos carismas, como el orar en lenguas, la profecía, la intercesión por curación de los miembros asistentes, etc. Ciertamente, hay otros carismas que pueden practicarse, pero eso no quiere decir que éstos deban ser eliminados o coartados en su ejercicio. No es laudable suprimirlos porque a un sacerdote no le agraden, aun cuando se ejerciten con discreción, orden y espíritu de amor. Fuera de casos excepcionales, entendemos que ésta no es ir;a razón valedera para que el grupo se vea privado del bien que se deriva del recto uso de estos carismas. El orar en lenguas, por ser controvertido, es el más expuesto a ser reducido. Los responsables orarán sobre el caso, dialogarán, pero no deben ser instrumentos de reducción de carismas, elementos fundamentales no solo en el grupo de oración, sino también en la Iglesia. A ellos toca, en razón de su oficio, conservar el grupo en su autenticidad carismática, en la cual entran los carismas que favorecen la conversión y el crecimiento espiritual. Los carismas, mas que reducirlos, hay que conocerlos, saberlos utilizar, cultivarlos, crecer en ¿//ojpara el fin que, por su misma naturaleza, tienen como dones del Espíritu: construir la Iglesia, la comunidad, en la caridad. Y el Señor, si somos discretos en su uso, va realizando por ellos su obra progresiva y eficazmente.9 9. K. Ranaghan : Les dones de l'Esprit, utilisez-les", Tychique, n. 55 mai, 1985, 3- 5. A Modo de resumen: Añadimos a lo dicho anteriormente, las afirmaciones de un testigo de excepción: Ch. Whitehead, actual presidente del "Boletín Iccto": "La caracterísdca distintiva de la Renovación Carismática ha sido siempre nuestra comprensión de que el U'abajo del Espíritu no ha cambiado desde el día de Pentecostés. Hoy podemos experimentar su derramamiento, su tuerza, sus regalos del mismos modo en que fueron experimentados por la comunidad cristiana primitiva. El Espíritu que fue prometido como "poder" (Le 24,49; Hech 1,8), vino a ellos como una experiencia humana, profunda y tangible y recibieron los dones que necesitaban para continuar la misión de Cristo en el mundo. Sabemos que esta clase de derramamientos de los dones y poder de Dios está sucediendo ahora en la Iglesia, cuando recibimos el Espíritu Santo. El trae dones y carismas sobrenaturales. Aun hoy, los necesitamos para construir la Iglesia y para el apostolado en el mundo, Antes del Concilio Vaticano II, éstos parecía que se habían perdido, pero fueron reconocidos por el Concilio e inmediatamente aparecieron en la Renovación Carismática. A partir de entonces, su valor ha sido explicado, demostrado y aceptado. ¿Corremos el riesgo de perderlos de nuevo? (...) (quizás) hemos retrocedido a la seguridad de la estructura y al ritual tratando de reformamos nosotros mismos y la sociedad por nuestra propia fuerza (...). "Escribiendo a Timoteo, él (Pablo) nos desafía a que no dejemos que los dones recibidos queden sin ser usados (ITim 4,14). El lugar habitual para aprender a usar los dones es la reunión de oración. Así es que cuando me encuentro grupos de oración que se autodeterminan carismáticos, pero no evidencian ningún don espiritual sé que perdieron su rumbo ... Los carismas son dones para la Iglesia, pero si la Renovación Carismática no los aprecia ni los usa, ¿quién lo hará? ... El Espíritu Santo es el verdadero guardián de Sus dones. El ha puesto nuevamente a nuestra consideración los carismas y nos enseñó como usarlos. Nosotros ahora tenemos una clara responsabilidad de enseñarlos a los demás. Es una custodia sagrada de la cual debemos responder. Si la Iglesia debe cumplir su misión de proclamar el evangelio en el poder del Espíritu Santo, 8. D. Roth, "Ne laissons pas s'eteindre les Charismes", Tychique, n. 88. 1990, 25.
  • 24. necesitamos estos dones. Pero también necesitamos tener en claro nuestras prioridades. Los dones son signos que nos dirigen a Dios. Son herramientas de trabajo, no fines en ellos mismos (...) Debemos desearlos, pedirlos v después usarlos debidamente. Aquellos que están en la posición de líderes llevan la responsabilidad de ésto, lo cual pide sabiduría y visión". 3. Una aclaración importante El hecho de que al menos, popularmente, se designe a la Renovación con el sobrenombre de "carismática" se presta a limitar y aun a interpretar parcialmente lo que esencialmente es la Renovación en sus varias designaciones: Renovación Cristiana en el Espíritu Santo, Movimiento Carismático, Renovación Carismática o simplemente Renovación, no es completa, a juicio de muchos. Una Puntualización Fundamental Dentro de la gran importancia de los carismas, es preciso tener en cuenta, para balancear sanamente las cosas, lo siguiente: Los carismas, en el contexto de la esencia de la Re no pación Carismática o en el verdadero rostro de ella. "Mientras se contemple a la Renovación como personas interesantes que oran de un modo o de otro, y que explotan los carismas, y no que es ante todo, entrar en el misterio de la conversión. Los primeros cristianos eran todos unos convertidos. Tenían que haberse convertido a Jesucristo de su medio ambiente y de su paganismo. No se puede separar la conversión de la adhesión a Jesucristo: son dos aspectos de la misma cosa. Hay que abandonar al hombre viejo -misterio de despojamiento-- para recibir una vida nueva y dejar que Cristo viva dentro de uno mismo su misterio pascual muerte y de vida. Esto es lo que está en el corazón de la Renovación. Esta abarca todo el complejo fenómeno del primitivo Pentecostés, repetido y popularizado hoy en nuestro mundo. No debemos perder de vista esta realidad, si no queremos reducirla a un aspecto importante, y aun esencial, como son los carismas. Con ser, dijimos, algo central, no agotan, ni mucho menos, la esencia de la Renovación. En el tomo: "Que es la Renovación Carismáüca y qué pretende", pensamos que se aclara este problema. ¡Ilumínanos, Señor, para saber lo que es esta apertura al Espíritu Santo, la apertura primera que es el mismo Espíritu Santo! Lo primero no son los dones, sino el Espíritu, Hay una especie de hipertrofia con respecto a los dones del Espíritu Santo y a los carismas. Eres Tú, Señor, a quien yo busco "Tú" y no "Tus", dice Sar. Agustín . A Ti y no tus dones. Hay que hacer examen de conciencia. ¿Qué es lo que busco en la Renovación? ¿Un encuentro con el Espíritu Santa dejando en segundo término los dones? Esto es lo primero. Y después de esto ¿qué? La literatura es extremadamente delicada, pues los dones, los carismas, no tienen una definición definitiva. Es algo así como si tratáramos de definir los rayos del sol. Lo importante es el sol: el Espíritu Santo. Después están los dones, las virtudes, los carismas. Entonces, ¿dónde está lo esencial? Es de suma importancia que la Renovación ponga el acento en las virtudes teologales. ¿Caminamos en una fe desnuda, sin buscar signos ni milagros que ya vendrán de vez en cuando, pero que 110 son lo primero? ¿Se da en nosotros una intensidad de esperanza ante este mundo desesperado? Si el Espíritu Santo nos da el valor de esperar sobre toda esperanza, esto sí que es un signo auténtico. Y luego la caridad. Aquí si que debo confesar que hav en ios Hechos de los Apóstoles una línea que me molesta. San Lucas indica que los dema;- rocían: Mirad cómo se aman. Las personas que pertenecen a los grupos ¿se aman de esta manera? ¿Cómo aman al servicio de los que están a su alrededor, en sus obligaciones sociales, en el mundo? Es aquí donde liemos de centrar nuestra atención. ] ttstcrio de Pentecostés que es encuentro con el Espíritu Santo, apertura a las virtudes teologales y después a los dones y carismas". Y creemos que de su recta comprensión depende, en buena parte, para muchos, la indiferencia, el rechazo o la simpatía y la abierta acogida que se le dé. La Renovación Carismática, a nuestro entender, es una realidad tan rica, tan oportuna, una gracia tan singular de Dios a nuestro mundo que, sin entrar en comparaciones y concediendo la diversidad y riqueza de la acción del Espíritu, representa un hito en su actuar en la Iglesia y en el mundo. Sin embargo, empalma con la tradición de la Iglesia y se arraiga firmemente en las Escrituras, sobre todo en los Evangelios y las cartas paulinas.
  • 25. "La Renovación Espiritual de la Comunidad" (como se llama en los países de habla alemana a la ilenovación Carismática) quiere contribuir a la realización de "uno de los objetivos mas importantes de todos los esfuerzos para la reforma", la creación de "comunidades vivas en las que múltiples dones del Espíritu cooperan unos con otros".
  • 26. IV QUE ES EL "CARISMA" 1. El doble elemento que constituye el carisma "Generalmente, cuando hablamos de carismas, oscilamos entre dos extremos: o bien se les convierte en manifestaciones preternaturales y excepcionales reservadas a los santos, o bien se comete el exceso contrario de confundirlas con cualquier cualidad natural, en un empleo abusivo de palabra".1 Analizaremos la siguiente definición de H. Muhlen, y trataremos de distinguir los elementos constitutivos: "Entendemos por carisma una aptitud natural que ha sido liberada por el Espíritu Santo y asumida para el servido de la edificación y crecimiento del Cuerpo de Cristo” 2 a) "Los enfoques puramente psicológicos o sociológicos de los carismas pueden ser interesantes y son absolutamente necesarios, pero son demasiado unilaterales para dar cuenta exacta de la globalidad de su significación espiritual. No podemos hacer del carisma una mera inspiración de orden poético o emocional, ni una expresión de la unidad del grupo, ni tampoco una contestación institucional".3 b) No es admisible, al menos para la mayor parte de los que han escrito sobre los carismas, la afirmación de que los beneficiarios adquieren una capacidad radicalmente nueva”. En este sentido el Espíritu daría a la persona y a la comunidad una capacidad de “orden diferente” y que, por lo tanto, no poseía. No serían estos “poderes” una simple reorientación y elevación sobrenatural de capacidades naturales, sino una actuación de Dios nueva, más allá de la historia. Sería un acto “milagroso” de Dios en la comunidad.4 1. A.M. de Monleon, "La experiencia de los carismas", Edit. Roma, Barcelona, 1979.14. 2. H. Muhlen, "Espíritu, carisma, liberación", Secretariado Trinitario, Salamanca, 1976, 254. 3. A.M. de Monleon, o.c., 15. c) Un primer elemento, que se halla en la base pero que no constituye el atrisma, sino solamente su cimiento, es una "aptitud natural" o capacidad que entra en las posibilidades de todos, en menor o mayor grado. "En sentido amplio, toda aptitud para una vocación determinada es el fundamento de un don del Espíritu. Esa aptitud se convierte en carisma cuando es utilizada por la fuerza del Espíritu a favor de los demás, para el bien común (ICor 12,7), y no a favor de la propia persona, para acumular bienes materiales, etc."5 d) Un segundo elemento, el que fundamentalmente constituye el Carisma,"radica en ser liberado por el Espíritu Santo y asumido para el servicio y edificación del Cuerpo de Cristo". Dicho de otro modo: se trata de una "dimensión" nueva que toma el individuo o la comunidad, bajo la poderosa acción del Espíritu. "La novedad consiste en la animación por el Espíritu —de forma más o menos extraordinaria- de una capacidad que pertenece a la plenitud de k humanidad. En esta perspectiva, el hablar en lenguas, la profecía, no les parecen radical y esencialmente diferentes de la verbalización que se produce también en las culturas no cristianas; se diferencia por su modo y su finalidad. Son sobrenaturales, no sólo porque están orientados hacia el servicio del Reino, sino porque se realizan con la fuerza del Espíritu.6 4. G. Montague, "The Spirit and Gifts", N. Y., 1974, 19ss.; Cfr. A. Bitlinger, "Gulfs and Ministries, 17. 5. H. Muhlen, o.c. 254. 6. "Le Renouveau, Charismatique", Colloque de Malines, 21-26 mai, 1974, 30. Colocados en este justo equilibrio, se evitan las interpretaciones unilaterales, inexactas, peligrosas. Se "subraya la ambigüedad de toda acción humana, sobre todo cuando es religiosa". Ayuda al discernimiento y a la humildad: porque un carisma "aunque esté en relación con capacidades que pertenecen a la plenitud de la naturaleza humana, no es propiedad de una persona, sino porque es un don y una manifestación del Espíritu" (1 Cor 12, 7). El Espíritu dispone soberanamente de sus dones y actúa con demostración de poder.7 Un autor de tanta autoridad como K. Mac Donnell, refiriéndose al don de lenguas (y aplicable de los demás carismas) afirma: "para ello, es suficiente que la capacidad natural se ejerza bajo el poder y la inspiración del Espíritu y dirigida hacia la construcción del Reino de Cristo".8 Podemos, por lo tanto, concluir con H. Muhlen "Toda aptitud para una profesión determinada es el cimiento de un don del Espíritu. Esta capacidad se convierte en un carisma cuando, en la fuerza del Espíritu, es ejercitada con vistas a los demás, para el bien común"9