ESCATOLOGÍA: LA FUERZA Y ESPERANZA DEL VERDADERO PUEBLO DE YHWH.pdf
Divorcio sus consecuencias para los hijos
1. Carmen Maganto Mateo Consecuencias psicopatológicas del divorcio en los hijos
1
Capítulo 5. Consecuencias psicopatológicas del divorcio
en los hijos
Carmen Maganto Mateo
2. Carmen Maganto Mateo Consecuencias psicopatológicas del divorcio en los hijos
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1. INTRODUCCIÓN
El tema de los trastornos psicopatológicos como consecuencia de
una situación familiar de divorcio o ruptura de la pareja está sujeto a
controversias. Es más, podemos afirmar que no hay acuerdo en considerar
que todos los divorcios tienen repercusiones psicopatológicas, ni siquiera
repercusiones negativas para los hijos. Es necesario, para enfocar
correctamente este tema, tomar en consideración varios factores que
siempre están presentes en un proceso de divorcio, como por ejemplo
cuáles son las causas del mismo, de qué situación pre-divorcio se parte, de
dónde se obtienen los datos para concluir sobre repercusiones
psicopatológicas, así como del credo epistemológico con el que se observa
e interpreta la realidad del divorcio.
Cuando el ámbito clínico es el referente de los datos sobre hijos de
separados/divorciados, el sesgo de la muestra no deja de ser evidente. Ya
Francescato (1995) plantea este hecho como algo que ha condicionado la
conceptualización del divorcio. Efectivamente muchos de los pacientes
infantiles provienen de familias rotas, pero no es menos cierto que en igual
medida los trastornos psicopatológicos se observan en similar medida en
sujetos cuyos padres se mantienen unidos. Otros estudios empíricos
longitudinales con muestra no clínicas plantean que la proporción de
trastornos psicopatológicos no es superior en familias con ruptura familiar
que en familias sin ella, y que los trastornos consecuentes dependen de los
factores que rodean a la separación y divorcio más que al hecho en sí
mismo (Liberman, 1983; Dolto, 1989. 1998; Francescato, 1995).
2. EVOLUCIÓN HISTÓRICA DEL DIVORCIO
La evolución que ha tenido el propio concepto de divorcio en la
segunda mitad del siglo XX en nuestro país ha estado obviamente vinculado
a una situación histórico-cultural determinada y a unos condicionantes
legales consecuentes.
Hasta los años 50 se creía que el divorcio era un mal:
• Alguien era culpable.
• Había siempre un fallo, un error, una falta de sacrificio...
• Se producía siempre un trauma en los hijos.
• Se aguantaba por ellos lo que se podía.
• Se ocultaba y se consideraba que los divorciados era los
"diferentes"
En los años 60-80 se conceptualiza como una solución, un mal
menor:
• Poner fin a algo que ya se ha perdido.
• Solución a un conflicto, especialmente para la pareja
• Legalizar situaciones económicas en beneficio de los hijos.
• La custodia materna se daba por hecho, de no haber causas
demostrables de imposibilidad de custodia.
• Progresivamente se reivindicaba una ley que mejorara las
posibilidades y condiciones de separación y divorcio.
A partir de los años 80 el concepto de divorcio se independiza de
tres factores (Francescato, 1995):
a) Factores externos, entre los que merece destacar la familia
extensa, la Iglesia y el Estado.
b) Cambio de roles sexuales y parentales. Se logra
progresivamente una independencia económica de la mujer,
asumiendo un rol no exclusivamente materno o de pareja. La
condición laboral integra un rol social en su identidad. La mujer
evoluciona hacia el erotismo y las relaciones de pareja también
adquieren nueva dimensión.
c) Disminución de la importancia de los hijos en las relaciones de
pareja. El descenso de natalidad permite recuperar la libertad
que los hijos restringen, especialmente para las madres. Los
gastos se comparten. Las mujeres “también” son madres.
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La investigación de Goñi (1997) con relación a los juicios de valor
sobre el divorcio indica que la persona humana enjuicia las situaciones de
cambio social conjugando tres tipos de análisis: El ámbito sociomoral, en el
que cada uno tiene su mundo de valores acerca de lo justo/injusto o de lo
bueno/malo; el ámbito de la organización social, es decir, la valoración
sobre expectativas sociales e institucionales; y el ámbito de la privacidad o
ámbito personal, en el que cada uno libremente decide cómo quiere ser
feliz. Estos ámbitos, no siempre fáciles de combinar con coherencia,
provocan desajustes cognitivos y hace que valoremos las situaciones
sociales en función de múltiples variables. Las alternativas se debaten entre
los juicios de privacidad o moralidad, dependiendo del mundo de creencias
la valoración prioritaria de uno u otro ámbito. La moralidad siempre hace
relación a los terceros que pueden salir perjudicados, mientras que el juicio
de privacidad se centra en el derecho a la felicidad personal a conseguir
(Goñi,1997).
3. EVOLUCIÓN DE LA FAMILIA
La evolución que ha seguido en el siglo XX ha sido recogida por los
sociólogos familiares. Salcedo (1992) indica que hacia la mitad de siglo se
dio un cambio de estructura, y se pasó de la familia “extensa” a la familia
“cuatripersonal”. Este era un modelo casi perfecto de familia, los padres y la
“parejita”, y mejor si éstos eran chico y chica. Casi a finales de siglo se
impone la familia “tripersonal” y se incrementa el número de familias con un
solo descendiente. Las familias consideradas “atípicas” en los primeros
años del siglo 20 (parejas sin hijos, niveles de cohabitación, familias
monoparentales, familias unipersonales, familias-comunas), han dejado de
serlo, y en algunas áreas metropolitanas como París, San Francisco, New
York o Dinamarca, estos modelos atípicos, sumándolos todos ellos,
suponen hoy más del 50% de formas familiares registradas. Para este autor
(Salcedo,1992), el futuro camina a:
a) Consolidación del modelo familiar tripersonal y eclosión general
del hijo único en los ambientes urbanos.
b) Crecimiento espectacular en las áreas urbanas de familias
monoparentales (madre y uno o dos hijos) y de las
unipersonales (solteros/as o divorciados/as).
c) Desarrollo de la cohabitación que se mantendrá a niveles más
bajos en relación con otros países europeos.
d) Crecimiento de formas no familiares de relaciones de pareja.
e) Disminución, aún mayor, de la fecundidad en coexistencia con
un número creciente de embarazos no deseados en menores
de edad y embarazos fuertemente deseados en mujeres en su
cuarentena
Salustiano (1994) recalca la necesidad de diferenciar entre
alternativas al matrimonio y alternativas a la familia. Muchas de las formas
de cohabitación o de uniones consensuadas son alternativas al matrimonio,
mientras que las familias unipersonales se han incrementado como
consecuencia del ascenso del divorcio, y lo mismo podría decirse de los
hogares unipersonales. Para Cherlin y Fustenberg (1981) tres van a ser los
modelos imperantes de familia en el futuro: familias nucleares de primeros
matrimonios, las familias monoparentales y las familias de segundas
nupcias. Esto supone un cambio en el modo de vida de los niños, ya que
muchos de ellos tendrán un ciclo que suponga vivir con sus padres
biológicos, vivir sólo con sus madres, vivir en un nuevo hogar con padrastro
y nuevos hermanos, vivir consensuadamente con alguien sin casarse,
casarse en edad más tardía, posiblemente divorciarse, rehacer segundas
nupcias y finalizar su vida en una residencia de tercera edad.
No obstante, los sociólogos estudiosos del tema insisten en que en
Europa, no existe ningún rechazo al matrimonio, sino todo lo contrario, se
mantiene como un valor al que se aspira y el que se busca para ser feliz.
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Las tasas de divorcio indican simplemente que no se quiere seguir casado
si no se es feliz, pero el incremento de segunda nupcialidad confirma el
deseo de buscar por este medio la felicidad deseada. Estamos en el
momento de redefinir la familia por sus funciones y no por su estructura,
incluyendo todas las formas sociales de convivencia.
Alberdi (1992) considera que la evolución de la familia es importante
y los cambios muy significativos, pero en el futuro mantendrá su función
económica, no tanto por ser una unidad de producción cuanto una unidad
de consumo. Mantendrá así mismo sus funciones reproductoras, aunque
la tasa de nacimientos biológicos sea cada vez menor. Y mantendrá e
incrementará sus funciones afectivas y sexuales, hasta el punto de ser el
elemento esencial que determina la unión o la separación de las parejas,
siendo en la actualidad una función prioritaria. Igualmente las funciones
afectivas de crianza con relación a los hijos se han incrementado,
especialmente en el padre que con mayor frecuencia toma parte activa en la
educación afectiva no solo autoritaria de los hijos.
4. CAUSAS Y PROCESO DE DIVORCIO
4.1. Causas
Es, sin duda, los problemas de relación entre los padres lo que suele
causar el divorcio. Ya Despert (1962) habló de “divorcio emocional” como
situación previa a la ruptura. Este puede materializarse ante los tribunales
con gran desgaste judicial o bien hacerse cortésmente. En cualquier caso,
lo que no funciona es el lazo de amor que los unía. Así, cuando los trámites
judiciales se realizan, el divorcio emocional está consumado, bien por
acuerdo bilateral o bien unilateralmente.
Las causas que con más frecuencia se aducen como motivo de
separación o divorcio, se concretizan en las siguientes:
• Búsqueda de satisfacción individual exclusivamente
• Cerrarse en ellos mismos, falta de proyección social
• Creencias religiosas y políticas
• Factores económicos
• Factores relacionados con la familia extensa
• Cambio de roles sexuales y parentales
• Atracción sexual disminuida
• Elección de otra pareja
En el estudio de (1993) las razones indican una relación previamente
rota por problemas de comunicación, incompatibilidad de caracteres o
diferencias muy notables, especialmente en temas como hobbies y familia
extensa.
4.2. Etapas en el proceso de divorcio
Para contextualizar adecuadamente las repercusiones que la
situación de divorcio o separación provoca en los hijos, se han de tener en
cuenta varios factores que entran en juego en todo proceso de ruptura y que
van a condicionar las consecuencias del proceso de separación:
1. Relación previa de la pareja
2. Funciones parentales (crianza) y domésticas compartidas
3. Responsabilidad y situación económica
4. Respeto a los hijos.
Cada uno de estos factores integra a su vez una gran cantidad de
variables que interaccionan entre sí. Pero podemos afirmar sin temor a
equivocarnos que previamente a la ruptura cada uno de estos factores tiene
una valoración positiva o negativa para la pareja, que obliga a sopesar las
consecuencias de la decisión que se va a tomar. Es un análisis de
“costo/beneficio”, que no siempre responde a lo previsto, pero que ha sido
previamente pensado en términos generales. La pareja, o al menos uno de
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los miembros, suele hacer siempre un balance positivo de la ruptura en el
aspecto relacional, en el sentido de que se prevé que saldrá beneficiado al
romper la relación. Suele ser el punto clave de la separación conyugal. Los
otros aspectos actúan más de mediadores que de determinantes, pero
indudablemente refuerzan o frenan el tomar la iniciativa de la separación.
Así, podríamos decir que la situación previa a la separación/divorcio es
fundamentalmente positiva, negativa o más ambivalente, en función de los
factores señalados.
En una síntesis de los mismos podíamos describir la situación
antecedente o la situación de la que se parte antes de la ruptura en estos
términos:
4.2.1. Situación pre-divorcio
Cuadro 1. Situación pre-divorcio: De qué situación se parte
Situación negativa Situación ambivalente Situación positiva
Relación de
pareja
• Conflictos psicoló-
gicos entre los
cónyuges
• Maltrato
• Enfermedades
físicas o psíquicas
• Momentos de con-
flicto
• Trato cada vez más
distante y frío.
• Salud física o mental
alterada.
• Apenas conflictos
relacionales
• Trato respetuoso
• Salud mental y
física
Respon-
sabilidad
• Abandono de
responsabilidades
• Responsabilidades
parcialmente
cumplidas.
• Se asume la
responsabilidad
por ambas partes
Situación
Econó-mica
• Penuria o situación
económica crítica
• Situación económi-
ca aceptable, pero
con limitaciones
• Bienestar
económico
Respeto a
los hijos
• No respeto;
maltrato, bandono,
indiferencia
• Respeto
condicionado al
coste/benficio
• Respeto,
cuidado,
protección...
Las implicaciones que tienen las interacciones anteriores se saldan
con malestar o bienestar psicológico, independientemente de que acontezca
una ruptura conyugal o no. Los trastornos se acentúan en la medida en que,
en cada uno de los factores, el balance es negativo. Son las denominadas
familias de alto riesgo en las que la patología infantil tiene connotaciones
mentales y sociales, con una patología múltiple y de mal pronóstico.
(Rutter,1979). Los estudios recogidos por Cova (2000) sobre
disfuncionalidad familiar y psicopatología de niños y adolescentes parecen
demostrar la existencia de un incremento del riesgo de trastorno mental en
los niños en función de la acumulación de estresores familiares. Esto ha
sido confirmado por diversas investigaciones (Blanz, Smidt, Esser, 1991;
Sanson, Oberklaid, Pedlow y Prior, 1991; Shaw y Emery, 1988), aunque se
discute si se ajustan mejor a un modelo multiplicativo o aditivo (Shaw,
Vondra, Hommerding, Keenan y Dunn, 1994). En general, los estudios
psicopatológicos provienen de familias en las que los estresores familiares
son altos. La conflictividad parental y el divorcio consecuente ha
demostrado tener efectos negativos en el desarrollo infantil. Sin embargo,
cuando la situación previa es ambivalente o positiva, las consecuencias de
la separación y divorcio dependen de las variables que están implicadas en
el propio proceso y en el modo de llevarlo a cabo.
En el proceso de divorcio hay tres unidades de decisión básicas que
suponen la garantía de acción educativa para ambos conyuges:
a) Progenitor custodio
b) Régimen de visitas
c) Asignación económica
Son tres puntos conflictivos, hasta el punto de que no es el problema
tanto la separación como la permanente discordia posterior que agrava la
situación. Cuando estaban en casa evitaban que les vieran discutir, ahora
no les importa.
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a) Progenitor custodio:
En la mayoría de los casos se decide el progenitor custodio, sin
embargo, en algunos casos, especialmente en niños mayores, se posibilita
la elección.
Suele concederse la custodia al progenitor materno en un alto
porcentaje de casos, principalmente en menores de 7 años
Cuando se designa la custodia puede haber problemas por no vivir
con el que se desea, pero no se vive con culpa la no-elección del otro
progenitor. A la inversa, en la elección de progenitor, suele vivirse con culpa
por parte de los hijos y dificulta la relación con el progenitor no elegido.
Plantear la custodia supone preferenciar a uno sobre otro en el
ejercicio de la crianza. Pueden existir connotaciones morales y polares en el
horizonte del desarrollo. La distancia propicia perder la relación,
especialmente si el niño es muy pequeño, porque un niño “hace”, “crea”, a
sus padres porque los necesita, hace demandas, es vulnerable. Si se aleja
de un progenitor demanda menos la presencia del padre no custodio,
incluso, se pierde con frecuencia la relación con la familia extensa del
progenitor no custodio.
Existe además el peligro de moralizar sobre el hecho de la custodia
en términos de ser mejor o peor padre, favoreciendo la polaridad:
• Padre custodio = bueno
• Padre no custodio = malo
La tentación de pretender la exclusividad en la tutela a cualquier
precio es bastante común, incluso a veces por venganza de la ex-pareja.
Gran parte de los conflictos post-divorcio provienen de este conflictivo tema:
la custodia de los hijos.
b) Régimen de visitas
Es otro de los aspectos conflictivos de la separación. Hay que
establecerlas, pero es aconsejable la flexibilidad en la medida en que se
pueda. Se regula bajo el concepto de que ambos siguen siendo padres, lo
que supone tiempo, comunicación, régimen de vacaciones, etc.
Se regulan los días de la semana, fines de semana y vacaciones.
Conviene que los niños sepan qué va a ocurrir, cuándo tienen que cambiar,
qué harán, etc. Deben poder anticipar lo que ocurrirá y recoger sus cosas,
quedar o no con sus amigos, planificar sus hobbies...
Son periodos especialmente difíciles para los hijos los que preceden
al cambio, así como los inmediatamente posteriores.
Las situaciones más comunes y conflictivas son:
• Querer la exclusividad a cualquier previo, utilizando manejos
emocionales con los hijos y chantajes.
• No cumplir lo pactado, no asistir a buscarlos, hacerlo antes de
tiempo o en otros momentos.
• Desinteresarse progresivamente y no compartir la custodia.
• Desvincularse de la familia extensa del progenitor no custodio.
La tarea educativa se realiza en todo momento, también en el tiempo
libre, vacaciones, fines de semana, etc. Son momentos de mayor
convivencia, que permiten más la ideologización y que conllevan más
dedicación, pero en general menos disciplina. La vida cotidiana con la
regularidad de los horarios académicos y de actividades extraescolares
exigen una puesta de límites rutinaria y más explícita.
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c) Asignación económica
Consiste en fijar un tanto para que los hijos no se vean privados de
las oportunidades que antes tenían. Inicialmente no parece que sea el tema
más controvertido, sin embargo uno de los aspectos más difíciles de
consensuar es el dinero. Para el que da siempre es mucho, para el que
recibe siempre es poco. Se regula la casa, bienes en común, pensión,
objetos personales, hobbies, ropa y objetos de uso, regalos...
En general, las asignaciones no están bien reguladas por ley, son
insuficientes, y en ocasiones no se asigna convenientemente. Las
variaciones según los casos son enormes, pero en un 90% de casos
desciende la capacidad adquisitiva del cónyuge custodio. Con el mismo
dinero hay que mantener dos casas. Quizá sea ésta una de las razones que
expliquen la incorporación más temprana de los hijos al ámbito laboral
(Francescato, 1995).
En ocasiones la asignación obliga a vender la casa, cambiar incluso
de zona urbana, de colegio, de compañeros, de estilo de vida y de hobbies.
La clínica y la literatura revisada confirman que es una fuente de
insatisfacción inicial, de conflictos en la readaptación a la nueva situación y
de sufrimiento. A los niños les cuesta más que a los mayores el cambio de
hogar y perder la casa donde han vivido (Francescato, 1995; Dolto, 1998).
La asignación económica es una de las principales causas de
resentimiento. Aunque inicialmente se cumple con lo asignado, con el
tiempo cuesta cada vez más, especialmente si hay una nueva pareja con
nuevos hijos. Es uno de los temas que suele ser motivo de discusiones
entre los padres y de re-negociar con el juez las condiciones la asignación.
Los niños con los años tienen otras necesidades y a veces es insuficiente la
primera decisión judicial.
El informe de Roll (1992) sobre la situación en Europa de familias
monoparentales demuestra la relación entre monoparentalidad y pobreza,
especialmente si la monoparentalidad es materna. Estas tienen trabajos de
menor calidad, o bien solo trabajan parcialmente, son menos cualificados o
reciben inferior sueldo que los hombres a igualdad de funciones laborales.
El subsidio no es suficiente y en ocasiones no se recibe lo acordado. Las
diferencias entre los países europeos son importantes, pero en distinta
proporción siempre el nivel de vida es inferior en este tipo de familias
comparadas con las familias nucleares.
Todos estos factores propician que la situación posterior al divorcio
sea claramente desigual en unas familias y en otras. En general, la situación
a la que se llega es predominantemente positiva, comparada con la
situación pre-divorcio, o bien claramente negativa.
El cuadro posterior recoge las variables en las que se basan estas
diferencias
4.2.2. Situación post-divorcio
Cuadro 2. Situación post-divorcio: A qué situación se llega
MÁS NEGATIVA MÁS POSITIVA
• Nuevos conflictos relacionales
con la ex-pareja o con una nueva.
• Solo/a ante las responsabilidades.
• Más penuria económica.
• Niños en dos hogares sin
atención en ninguna o con
contradicciones importantes.
• Manejo y chantaje a través de los
hijos.
• Ausencia de conflictos.
• Responsabilidades compartidas
con familia extensa o con nueva
pareja.
• Situación económica igual o
mejor.
• Niños en dos hogares sin
conflictos o en un hogar sin
conflictos.
• Respeto de los hijos.
8. Carmen Maganto Mateo Consecuencias psicopatológicas del divorcio en los hijos
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El proceso, para los padres, tiene al menos tres momentos:
a) Progresiva desilusión, desenamoramiento, incompatibilidad, y
progresiva toma de decisión de separarse.
b) Decisión de separarse y consumar el hecho, con lo que implica
de comunicación a los hijos, familia, cambios, etc. Este
momento es fruto del anterior y es esperado como algo lógico o
que iba a ocurrir. Cuando se separan había un divorcio
emocional.
c) Readaptación a la situación de post-separación o post-divorcio.
El proceso, para los hijos, suele tener dos momentos:
a) Conocer la decisión de que se separan, a veces sin claro
conocimiento del proceso anterior o sin prever que las
desavenencias acabarían así. Cuando esto ocurre se separa a
los hijos sin que exista, en general, un “divorcio intra-relacional”
previo. Ellos son separados, divididos, el vínculo que se rompe.
b) Re-adaptación a la nueva situación.
Menéndez (1994) habla de tres etapas: la etapa aguda, la etapa de
transición y la etapa de restablecimiento de la estabilidad.
Cada una de estas etapas tiene para los padres y para los hijos
diferentes consecuencias. La etapa de transición es difícil para los niños por
los especiales cambios que se les plantean, mientras que la etapa de
readaptación tiene connotaciones más acusadas para los padres porque se
ha pasado el momento de enfrentar y luchar por una cambio, y una vez
efectuado, la situación nueva no suele responder a lo previsto.
4.2.3. Perfil de la situación post-divorcio más común:
Creencia de que la situación es un periodo de crisis, pero que se
resolverá pronto, bien por sí mismos de forma consensuada o bien mediante
dictamen judicial. Sin embargo, el conflicto se mantiene más tiempo del
previsto y se expande a otras áreas relacionales. Para ambos, los cambios
son superiores a la prospección inicial.
Los padres suelen apoyarse en los hijos para superar esta situación,
agravando la carga de preocupación y ansiedad en estos. El niño suele ser
el quicio sobre el que giran las discusiones parentales.
Los padres pierden parte del ámbito de relación que tenían, recortan
las distracciones y hobbies en función de la carga de la custodia.
La mayoría de los padres experimentan inseguridad, miedo a una
nueva relación, sufren transformaciones en su estilo de vida y en sus
esquema de valores y comportamientos (Menéndez, 1994)
El proceso de divorcio no es similar, evidentemente, para los padres
y para los hijos, no sólo en la dimensión afectiva, sino incluso en la
cronología de los hechos.
5. INVESTIGACIONES SOBRE EL IMPACTO DEL DIVORCIO EN LOS
HIJOS
5.1. Datos sobre consecuencias psicológicas
La revisión de la literatura científica evidencia que los estudios
clínicos están sesgados, debido precisamente a su carácter clínico, por lo
que los resultados deben ser tomados con cautela. Se aprecia también que
apenas existen estudios contrastados evolutivos de familias separadas y no-
separadas, por los que los resultados de la investigación se basan en su
9. Carmen Maganto Mateo Consecuencias psicopatológicas del divorcio en los hijos
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mayoría sólo en familias de consulta clínica. Una tercera constatación que
son casi inexistentes los datos psicológicos y sociológicos sobre bienestar
en niños y adolescentes de padres deparados o divorciados (Francescato,
1995; Ruiz Becerril, 1999).
Por otra parte, tanto los estudios clínicos como los sociales están
ideologizados por una dualidad que ha predominado históricamente:
separase es malo, seguir unidos es bueno. Así, conviene peguntarse si hay
más o menos problemas que en otras familias y si los sujetos objeto de
estudio tienen más o menos problemas que los niños de su misma
condición y edad que no han experimentado la separación de sus padres.
Se constata igualmente que, cuando se presta atención a las
reacciones de los progenitores, los resultados son muy divergentes:
• Parece que casi dos tercios de los padres separados se
encuentran mejor después de separarse, especialmente si han
encontrado otro compañero o compañera sexual, si la ruptura
no ha sido traumática, y si han conservado una relación
amistosa con la ex-pareja.
• Sin embargo, entre un 10 y 15% de progenitores se sienten
traumatizados por la separación. Las mujeres parecen
mostrarse más extremas en sus apreciaciones, se sienten o
más felices que los hombres o más depresivas que los
hombres.
Al focalizar los resultados de los estudios desde el punto de vista de
los hijos se aprecian igualmente conclusiones divergentes. Las reacciones
de los hijos tras la separación o divorcio están estrechamente vinculadas a
la intensidad del conflicto previo, al contexto socioeconómico y cultural de la
familia, al modo en que cada padre cumple su función educadora y a otras
variables asociadas a la situación pre y post-divorcio. En lo que sí hay un
acuerdo general es que ningún niño percibe el divorcio como una segunda
oportunidad en su vida, sino como un fracaso en la relación de sus padres
(Menéndez, 1994).
De acuerdo con la línea planteada por Sellares (1987), el impacto del
divorcio debe ser considerado atendiendo a las siguientes variables:
a) Madurez/patología de los padres. La capacidad de ponerse en
el lugar del niño, de plantear el problema desde la comprensión
y la sinceridad, así como desde la no-rivalidad y conflicto
permanente, permite a los padres hacerse cargo de la
repercusión que la información y los cambios tienen en el niño.
Cuando la patología parental es importante, al factor del
divorcio se le suma otro factor de estrés y riesgo para la
psicopatología infantil.
b) Personalidad del niño y su historia evolutiva. La madurez del
niño en función de su edad, la capacidad de enfrentar conflictos,
la seguridad y autonomía y la “resilience”, son factores
protectores del estrés ambiental. Si su historia ha transcurrido
sin problemas, rodeado del afecto y protección necesarias los
efectos del divorcio serán menores. Por el contrario, una historia
evolutiva marcada por abandonos, experiencias traumáticas,
problemas relacionales, escolares o de cualquier otro tipo,
incrementa el riesgo de patogenia al enfrentar una situación de
separación parental. Especialmente la edad y el sexo, como
veremos posteriormente, marca diferencias en el modo de
reaccionar ante este evento, pero puede afirmarse que a menor
edad el problema es mayor en el momento de la ruptura, pero
no es tan claro que lo sea a largo plazo. Esto dependerá de lo
que ocurra posteriormente en el transcurso de su vida. En
cuanto al sexo parece demostrarse en la mayoría de los
estudios que los niños tiene más problemas que las niñas, lo
que demuestra la mayor vulnerabilidad del niño en su evolución.
Otra posible explicación provenga del hecho de que los niños
permanecen bajo la custodia materna y son alejados del
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progenitor del propio sexo. Sin embargo, estos mismos
resultados se confirman también en familias intactas por lo que
hay que tener cuidado con las inferencias de los resultados.
c) Nivel socioeconómico. Es una de las variables más estudiadas
como desencadenante de efectos nocivos del postdivorcio. La
repercusión se expande desde el aislamiento social, a la falta
de adaptación a la nueva situación de nivel inferior de vida, a la
repercusión en el cambio de hogar, amigos, escuela, etc.
Un análisis exploratorio llevado a cabo por Bengoechea (1992) sobre
los posibles efectos del divorcio en los hijos con una muestra de 905 niños
de familias intactas y 536 de niños pertenecientes a familias separadas o
divorciadas concluyó afirmando que tanto el rendimiento escolar, como la
conducta y especialmente los sentimientos depresivos se ven alterados en
la muestra de niños afectados por la separación parental, y especialmente
en el momento del proceso de separación, confirmándose la vulnerabilidad
de los niños en ese momento del proceso.
Emery y Coiro (1997) plantean que muchos niños hacen frente a las
situaciones de divorcio, pero que indudablemente son vulnerables a la
situación, especialmente a la readaptación de las consecuencias
económicas, psicológicas y sociales quedando afectada su resilience en
este esfuerzo de readaptación. Posiblemente se desconoce el desgaste que
supone para un niño enfrentar estas situaciones, aunque no manifieste
trastornos psicopatológicos.
Para Gould y colbs. (1998), en el estudio de autopsia psicológica en
casos de suicido adolescentes, encontró que las variables que inciden en
las secuelas psicopatológicas graves como consecuencias del divorcio son
las siguientes: edad del niño en el momento de la separación, los tempranos
nuevos vínculos matrimoniales uniendo hijos de la otra familia, la ausencia
de contacto con el padre no custodio por abandono o distancia física, la
calidad de la relación padres-hijos, pero de forma significativa y prioritaria la
psicopatología parental.
El estudio longitudinal de niños entre 13 y 16 años que habían
experimentado divorcio, y llevado a cabo por Burns, Dunlop y Taylor (1997)
se demostró que no todos los niños experimentaban consecuencias
adversas, y que se precisan estudios de amplio expectro para identificar
factores predictores de riesgo a fin de promover programas de ayuda con
relación a esos sujetos.
Uno de los estudios que han afrontado el tema desde los factores de
riesgo y los factores protectores frente a situaciones de adversidad (Valdés
y colbs., 1995), concluye diciendo que entre los factores de riesgo para la
psicopatología de los adolescentes se encuentran, entre otros, el divorcio y
la violencia familiar.
En realidad más que el divorcio propiamente dicho, lo que
efectivamente causa patología en la infancia y adolescencia es el conflicto
parental continuado. La violencia intraparental está demostrada que provoca
conductas patológicas externalizantes e internalizantes, tal como se ha
encontrado en repetidos estudios (Emery, 1982 y 1989).
La conducta de los niños guarda relación con la edad y sexo de los
mismos y en función de estas variables se operan los cambios. De acuerdo
a Sellares (1987) Los problemas de conducta se incrementan en los casos
en que los cambios de rutinas familiares de alteran sobremanera. Cuando
la estabilidad de mantienen los problemas decrecen o no aparecen. Como
consecuencia de esta experiencia se aprecia descenso de la autoestima,
inseguridad y menos autonomía, preocupación por su futuro y ansiedad,
variables que repercuten en la conducta e indudablemente en el
rendimiento escolar. Este aspecto está sobradamente demostrado que se
altera desfavorablemente en los procesos de divorcio/separación, máxime
cuando la conflictiva familiar se recrudece en ese periodo.
11. Carmen Maganto Mateo Consecuencias psicopatológicas del divorcio en los hijos
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Para Buendía (1998) la calidad de las relaciones familiares, padres-
hijos, y el cambio de condiciones económicas afecta a la estabilidad
emocional de los hijos tras el divorcio.
El impacto del divorcio en los niños proviene también de otras
variables denominadas “desarrollo de creencias o atribuciones” (Hazzaro,
Christensen y Margoli, 1983) respecto a por qué sus padres se separan,
entre las que se incluyen sentimientos de culpa y abandono, esperanza de
reconciliación parental, temor al rechazo de los amigos, etc. La adaptación
del Children's Beliefs About Parental Divorce Scale por Pons-Salvador,
Frías y Del Barrio (1996) recogen las 6 variables atribucionales más
comunes en los niños: miedo al ridículo y evitación social, culpabilidad del
padre, culpabilidad de la madre, miedo al abandono, esperanza de
reconciliación y autoinculpación. Curiosamente las altas correlaciones de
miedo al abandono y autoinculpación son tan altas que podría tratarse de un
mismo factor atribucional o estar saturando otros de los factores
atribucionales. Esto sugiere la necesidad de trabajar con las parejas en
proceso de divorcio a fin de prevenir estos pensamientos atribucionales
origen del malestar psíquico de los niños.
Otras investigaciones se muestran más críticas con las aportaciones
precedentes y han planteado estudios en los que los resultados difieren de
los anteriores.
Los estudios de seguimiento de (Hetherington, 1989; Hetherington y
Climgempeel, 1992; Hetherinton, 1982, 1985) han concluido con resultados
discordantes. Por una parte, los niveles de desajuste emocional y de estrés
durante el primer año de divorcio eran superiores en niños de padres
separados que de padres no separados, decreciendo de forma importante
estos datos en el segundo año de divorcio. Sin embargo, en el estudio de
1992 realizado con adolescentes no encontró menores niveles de estrés y
ansiedad al segundo año. En la mayoría de los casos se contrajo una
segunda nupcialidad, decreciendo la ansiedad en niños pequeños tras este
evento en un proceso de un año, e incrementándose estos mismos efectos,
ansiedad y estrés, en adolescentes tras el mismo evento.
Para Lengua, Sandler, West, Wolchik y Curran (1999), tras un
estudio con 223 sujetos analizando los efectos positivos y negativos del
divorcio, comprobó que el temperamento (considerado como
emocionabilidad positiva o negativa) así como la valoración de la amenaza
que la situación conlleva eran buenos predictores de las consecuencias del
divorcio.
Uno de los estudios más completos llevados a cabo en la Clínica
Tavistock de Londres (Dowling y Gorell-Barnes, 1999) sugieren que el
incremento de familias separadas ha ascendido y que en los próximos años
uno de cada cuatro niños experimentará el divorcio antes de los 16 años.
Pero confirma también que los resultados sobre las consecuencias de esta
situación son altamente controvertidas, no pudiendo unificar resultados por
las diferencias evidentes entre las investigaciones. No obstante, concluyen
afirmando que las diferencias entre sujetos con secuelas positivas o
negativas tras el divorcio provienen de los factores asociados al proceso en
sí mismo, demostrando con ejemplos clínicos cómo los procedimientos de
trabajo consensuado ocasionan mejores niveles de responsabilidad
coparental en orden a cubrir las necesidades de los hijos, decreciendo las
secuelas negativas de modo evidente en estos procesos.
Las investigaciones sobre ansiedad indican resultados
contradictorios. Estudios que confirman mayores niveles de estrés y
ansiedad en muestras clínicas como consecuencia del divorcio, y estudios
que parecen indicar lo contrario. Parte de estas diferencias se deben a la
falta de homogeneidad de variables en los estudios referidos. Las
conclusiones que parecen deducirse de las revisiones de investigaciones
permiten afirmar que el nivel de ansiedad guarda relación no con el divorcio
en sí, sino con la edad de los niños, el tiempo transcurrido desde que se
efectúa la separación hasta que se realiza la evaluación, el nivel de conflicto
entre los padres y las condiciones económicas en que queda el custodio y
12. Carmen Maganto Mateo Consecuencias psicopatológicas del divorcio en los hijos
12
los hijos. Pons-Salvador y Del Barrio (1996) estudiaron también los efectos
de la ansiedad en relación con la frecuencia de visitas del padre no
custodio. De nuevo los resultados de estos estudios son contradictorios. Los
citados autores encontraron que el nivel de ansiedad es mayor y se
incrementa en relación con el mayor número de visitas del padre no
custodio. Resultados semejantes han sido encontrados por otros
investigadores como Kurdek (1981) y Thomas y Forenhand (1993). Sin
embargo, otros estudios confirman una mejor adaptación en función de la
frecuencia con que el padre no custodio tiene acceso al hijo (Wallerstein y
Kelly, 1980; Peterson y Zill, 1986). Para Dolto (1998) estos resultados tienen
que ser entendidos desde la perspectiva de la adaptación de un niño a las
situaciones nuevas, es decir, no como algo negativo sino como algo
adaptativo.
El campo de la mediación ha abierto una línea de trabajo
multiprofesional y ha permitido aminorar las secuelas negativas de la
separación. Martin (1991) tras la revisión de la literatura y del trabajo
profesional en Juzgados de Familia concluye que la verdadera prevención
en estos casos radica en la posibilidad de realizar una separación
consensuada. La mayoría de los trastornos psicológicos infantiles que son
desencadenados por la separación de los padres surgen en situación de no
cooperación parental en lo referente a los hijos. Esta vía permite ofrecer la
continuidad en su educación, la información según la edad de lo que
significa la separación de sus padres, la desculpabilización personal y la
posibilidad de ser escuchado en sus necesidades. En este mismo sentido
encontramos referencias en profesionales españoles con experiencia en
este ámbito, demostrando el menor desgaste y la reducción de secuelas
negativas en niños y adultos en los procesos de divorcios consensuados o
mediados (1991, 1992, 1993; Coy, 1994; Ibáñez y De Luis, 1990; Ibáñez,
De Luis, Coy y Benito, 1994).
Bernal (1993) presenta resultados altamente satisfactorios tras el
proceso de separación consensuada en un programa de mediación en los
tres grupos de edad estudiados, lo que indica que no es la separación o
divorcio en sí lo que ocasiona consecuencias en los menores, sino cómo se
realice el propio proceso en los tres momentos claves: predivorcio, proceso
de consensuación y separación y situación postdivorcio.
6. CONCLUSIONES CONFIRMADAS SOBRE CONSECUENCIAS DEL
DIVORCIO EN LOS HIJOS
6.1. Conclusiones generales provenientes de la clínica
Parece que es posible concluir a la vista de la revisión de las
investigaciones previas y de los datos provenientes de la clínica que:
a) El funcionamiento o rendimiento intelectual desciende en los
niños de familias separadas, especialmente en el periodo del
proceso de separación e inmediatamente posterior al mismo,
independien-temente de la edad de los sujetos, pero
acentuándose esta diferencia entre los 8 a 11 años.
b) Las conductas sociales relacionadas con factores internalizantes,
como sumisión, timidez, inhibición, inseguridad, dependencia,
culpabilidad se incrementan en estas muestras en la franja de
edad de 6 a 11 años y con más intensidad en las edades
tempranas.
c) Por el contrario las conductas externalizantes como agresividad,
desobediencia a las normas, excitabilidad y ansiedad se agudiza
en las edades de la adolescencia. Todos estos datos confirman
los estudios de Hetherington y colbs, (1982, 1985) y Zill (1988).
d) En principio, como toda pérdida conlleva un duelo, los niños
viven la separación de sus padres como una pérdida inicial en
distintos aspectos: vivir con los dos, y perder a uno, perder
capacidad adquisitiva, perder seguridad, etc. Luego los
13. Carmen Maganto Mateo Consecuencias psicopatológicas del divorcio en los hijos
13
sentimientos depresivos suelen ser habituales en los niños, sin
que se llegue a estructurar una depresión clínica.
e) Mayor reactividad, alerta y suspicacia a las reacciones
emocionales de los padres, este aspecto se incrementa en la
medida que les ha sorprendido el hecho de la separación o bien
en la medida que los conflictos relaciones se agudizan y
vehiculizan en la distancia, utilizando a los hijos como objeto de
sus propias agresiones.
6.2. Conclusiones desde el punto de vista evolutivo
Parece posible concluir que existe una psicopatología evolutiva en
función de la edad en la que se experimenta esta situación. Para algunos
investigadores clínicos esta situación no difiere en gran manera de lo que
sucede con otras situaciones traumáticas para los hijos. La psicopatología
depende de la capacidad de enfermar, y la expresión emocional y
conductual de la misma depende en gran manera de la edad de los sujetos.
Así, podría decirse que:
• Cuando este hecho ocurre durante el embarazo o en los
primeros meses de vida del niño, en general la madre suele estar
deprimida, alterada psicológicamente, y es más probable que
afecte al desarrollo evolutivo del niño, por la vulnerabilidad del
sujeto humano.
• De a 1 a 3 años: Los síntomas más frecuentes tienen que ver
con comportamientos regresivos, necesidad de más atención,
timidez en la conducta social y pesadillas nocturnas. La
tendencia es a creer que les han abandonado.
• De 3 a 6 años: Entre las reacciones posibles, suele ser común el
sentimiento de culpa, por lo que se muestran o muy obedientes o
extremadamente agresivos. Tienden a negar la ruptura, no
quieren hablar de ella y preguntan por el padre ausente como si
fuera a volver, independientemente de los que se les ha
explicado, máxime si no se ha explicado claramente la situación.
Se realiza una idealización del padre ausente o bien, depende de
las circunstancias, un rechazo total, hasta negarse a verle. o
estar con él/la.
• De 6 a 10 años: Sentimientos ambivalentes entre afectos y
rechazo por tener que vivir esa situación y especialmente por
tener que elegir. A esta edad se les pregunta. Sentimientos de
rabia, tristeza y nostalgia. El rendimiento escolar se ve afectado.
• Preadolescentes y adolescentes: Se observan los extremos del
comportamiento, dependiendo de sus características previas.
Aparece el extremo de la rebelión, unirse a pandillas con droga y
alcohol, baja el rendimiento académico, y manejan a ambos
padres. En el otro extremo están los supersumisos, los
temerosos a ser abandonados por la otra parte, los que siente
vergüenza de decir lo que ocurre, etc.
La clínica tiende a pensar que pocos salen reforzados de esta
situación y que el sentimiento de haber sido abandonados, o de haber
sufrido una herida les dura toda la vida.
6.3. Estudios empíricos en muestras no clínicas
Los estudios realizados con muestras no clínicas demuestran que no
hay un patrón único de comportamiento ni que las secuelas dependan del
hecho del divorcio o separación, sino de la comparación entre dos
situaciones, un ANTES y un DESPUÉS y del BALANCE entre ambas.
Algunos salen más reforzados, flexibles y autónomos que otros niños
que viven con ambos padres. La importancia del estilo familiar y relacional,
14. Carmen Maganto Mateo Consecuencias psicopatológicas del divorcio en los hijos
14
la calidad de afecto, etc., es de suma importancia para separados y no
separados. Las secuelas dependen de cómo sea esta relación previa a la
separación y qué se gana y se pierde tras esta ruptura.
Las investigaciones que aportan datos más contradictorios están los
de Francescato (1995). Las consecuencias negativas se observan en el
ámbito escolar, famliar y social. Existen inicialmente problemas escolares
tras la separación, sentimientos de tristeza y sufrimiento, problemas de
comportamiento, en el sentido de una conducta más desordenada, mayor
impulsividad, y se tienen menos en cuenta los problemas ajenos, etc.
Sin embargo, este mismo autor recoge otros estudios que, por el
contrario, confirman resultados positivos: más consideración y confianza con
el otro sexo en el futuro; más flexibilidad mental; mejor relación con la madre
y más independencia y autonomía (Dolto, 1989; Francescato,1995).
Además de lo que ocurre en el seno de la familia, las investigaciones
sobre las consecuencias confirman la importancia del apoyo social que
media en el proceso. Se entiende por apoyo social a la ayuda emotiva,
informativa, relacional y material que es posible encontrar en el contexto
social.
6.4. Conclusiones con relación al rol de los hijos
Es frecuente que tras la separación y divorcio, los padres tengan
hacia los hijos otras formas de conducta y relación, lo que implica, en no
pocas ocasiones, un cambio de roles relacionales. Los roles que los padres
asignan a sus hijos está en función de sus propias actitudes hacia ellos. La
experiencia confirma que en ocasiones son “utilizados” para satisfacer
necesidades personales bien de compañía, venganza contra el otro
progenitor, rol de pareja en algunas decisiones, y sin duda en muchas
ocasiones se les convierte en “emisarios emocionales”, diciendo al hijo lo
que se desea decir a la pareja. La tendencia a que los hijos “suplan” a la
pareja ausente se concreta en los regalos que se le hacen, la petición más o
menos explícita de esté con él/ella en casa, que duerma en su habitación,
que sean un soporte emocional, descargando sobre ellos situaciones
emocionales que no les corresponde asumir (Francescato, 1995).
Un análisis de los roles que más comúnmente asumen los hijos son:
• El “hijo posesión”
• El “hijo cartero”
• El “hijo suplente” de la pareja
• El “hijo amordazado”
• El “hijo apoyo social”
Esta es otra de las variables que afectan sin duda al impacto o
consecuencias psicopatológicas que el divorcio tiene en los hijos. Por
supuesto, que el análisis de las investigaciones anteriormente presentado
no agota el tema que aquí se plantea, es necesario mayor número de
investigaciones contrastadas sobre dicho tema para confirmar o rechazar
estudios previos.
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