Este documento describe los principales síndromes y situaciones que constituyen urgencias psiquiátricas. Explica que una urgencia psiquiátrica requiere una intervención rápida para condiciones agudas o crónicas como intentos de suicidio, abuso de sustancias o psicosis. Detalla los pasos de evaluación e intervención, incluyendo triage, exploración psiquiátrica, tratamiento y plan de disposición. También describe los principales síndromes como conducta suicida, agitación psicomotriz, crisis de angustia
2. Introducción
La visita a un servicio de urgencias o la petición de visita médica urgente
siempre se la visita a un servicio de urgencias o la petición de visita médica
urgente siempre se asocia a la presencia de una enfermedad grave o de una
situación que amenaza la vida del paciente. Sin embargo, es sabido que en la
mayoría de casos esto no es así.
Efectivamente, además de una emergencia clínica de gravedad aguda, otras
circunstancias son a menudo responsables de la visita urgente, tales como
inseguridad, miedo, ignorancia, ineficacia de la autoayuda, ineficacia del apoyo
del entorno social y/o familiar (que a veces resulta más alarmante), demora en
la consulta ambulatoria o simplemente la mayor accesibilidad de los servicios
de urgencia
3. ¿Qué es una Urgencia Psiquiátrica?
Una emergencia o urgencia psiquiátrica es una
condición aguda o crónica que requiere una
intervención psiquiátrica: intento de suicidio, abuso
de sustancias, psicosis, conducta agresiva, crisis de
angustia (ataques de pánico), trastorno de estrés
agudo o trastorno de estrés postraumático. Para la
atención de estos pacientes se requieren médicos
psiquiatras, enfermeras, psicólogos, trabajadoras
sociales.
El paciente puede buscar atención en un servicio de
urgencias psiquiátricas en forma voluntaria, referido
por un especialista o en forma involuntaria por
mandato de una autoridad.
4. Ejemplos de demanda de atención
psiquiátrica urgente
Tradicionalmente, las urgencias psiquiátricas han sido:
– Descompensaciones psicóticas
– Trastorno afectivos
• Maníacos
• Depresivos
En los últimos años, han aparecido “nuevas urgencias psiquiátricas”:
– Tentativas suicidas.
– Trastorno de conducta.
– Abuso de tóxicos.
– Trastornos conductuales en el curso de una demencia.
– Reacciones vivenciales.
– Demandas de atención generadas por la sociedad (evaluaciones en el
caso de violencia de género).
5. Modelos de atención y funcionamiento de los
servicios de urgencias
Se diferencian dos modelos: el modelo médico-institucional y el de
intervención en crisis. El primer modelo funciona por medio de la demanda
y está orientado al diagnóstico del caso, como en el paradigma médico
clásico demanda y está orientado al diagnóstico del caso, como en el
paradigma médico clásico (Bengelsdorf y Alden 1987; Allen 2002).
Por su parte, el modelo de intervención en crisis no funciona solamente
a partir de la demanda, sino que, en la medida que trata con factores
desencadenantes y factores de riesgo, puede «adelantarse» y prevenir la
presunta crisis evitando que ésta se produzca.
6. Esquema de intervención ante la
urgencia psiquiátrica
• Triage
En este primer paso se debe determinar si existe alguna enfermedad o
circunstancia que pueda resultar mortal y si existe un riesgo elevado de
violencia. Una vez está a salvo la seguridad del paciente, familiares, otros
pacientes y la del personal, se puede proceder a las etapas sucesivas.
En este caso los cuadros que hay que destacar o identificar son las conductas
de agitación y amenaza, las conductas autodestructivas y, por otra parte, los
problemas médicos graves.
7. Esquema de intervención ante la
urgencia psiquiátrica
• Evaluación
En esta fase fundamental es preciso:
a) examinar los elementos básicos del
estado psicopatológico del enfermo,
es decir, la exploración psiquiátrica
básica;
b) determinar la presencia o ausencia
de enfermedad somática, y
c) determinar la integración y el soporte
social del paciente.
8. Exploración psiquiátrica
Como cualquier exploración clínica, se basa en unos conocimientos, una
relación interpersonal y unas técnicas de entrevista, la cual debe desarrollarse
en un espacio y un tiempo suficientes.
Es importante considerar que la ansiedad o miedo propios pueden entorpecer la
entrevista, pudiendo manifestarse en forma de hostilidad, deseo de huida
(afectos arcaicos), medicalización excesiva, autoritarismo, negación (afectos
desplazados) o culpa, vergüenza, abatimiento, seducción (afectos propios)
(Grivois, 1988). Por otra parte, es obvio que casi ineludiblemente el paciente (a
menudo también los acompañantes) presentará alguna dificultad de relación,
como angustia o miedo, desconfianza, reticencia, ambivalencia, etc., que hay
que atender de forma adecuada.
9. Exploración somática y analítica
Estos datos hacen recomendable llevar a cabo
al menos un interrogatorio general acerca del
estado físico del paciente, si ello es posible,
antecedentes médicos, alergias y una
exploración física, teniendo en cuenta las
principales causas médicas que motivan o
exacerban síntomas psiquiátricos.
Una selección analítica básica estaría
compuesta por glucemia, recuento y fórmula
sanguíneos, ionograma, creatininemia y
determinación de tóxicos en orina. Obviamente
se ampliará en la dirección de los hallazgos en
otras partes de la exploración física o
neurológica.
10. Circunstancias, integración y soporte
sociales
Resulta muy importante conocer las circunstancias del entorno del paciente no
sólo para el correcto diagnóstico, sino también y muy especialmente por lo que
respecta al tratamiento del caso y su disposición. Así pues, deberá averiguarse el
contexto en el que se ha producido la emergencia, y la existencia de factores
precipitantes, identificar quién ha solicitado la visita y saber si el paciente viene
solo o acompañado.
Es esencial conocer cuál es la opinión de los acompañantes respecto a un posible
ingreso, ya que se sabe que existe una alta correlación entre el plan disposicional
(destino) del paciente y la opinión que tenía la familia o acompañantes al respecto
(Tischler, 1966; Rose y cols., 1977).
11. Circunstancias, integración y soporte
sociales
Una vez obtenida esta evaluación, el entrevistador tendrá que ser capaz de responder a seis preguntas
o estimaciones necesarias e imprescindibles:
1. Grado de riesgo de autoagresividad y/o heteroagresividad.
2. Grado de implicación de factores orgánicos.
3. Grado de predominio de síntomas e interacciones entre ellos (síndromes o diagnósticos).
4. Reacción que puede suscitarse ante la prescripción terapéutica, diagnóstico y disposición (tanto en el
paciente como en los acompañantes).
5. Grado de disponibilidad de recursos sanitarios y de soporte social, y grado de capacidad del paciente
para utilizarlos.
6. Grado de insight (conciencia de su propia realidad), de capacidad de autocuidado y de implicación en
el tratamiento (desde estar muy motivado hasta oponerse a realizar el tratamiento y/o seguimiento). La
oposición al tratamiento en pacientes con diagnóstico de gravedad, como los trastornos del espectro de
la psicosis, constituye un determinante de ingreso, ya que es muy probable que por su psicopatología el
paciente no cumpla con las indicaciones terapéuticas.
12. Orientación clínica y plan de tratamiento
El plan de tratamiento se adaptará a cada situación específica, destacando tres
grandes aspectos. El primero es que, si hay situaciones de riesgo, habrá que tomar
decisiones oportunas y rápidas, que pueden ir desde indicar la compañía o
custodia permanentes al oportunas y rápidas, que pueden ir desde indicar la
compañía o custodia permanentes al paciente hasta el aislamiento del medio
familiar, ingreso involuntario, sujeción mecánica, etc.
El segundo aspecto consiste en la clásica prescripción terapéutica que en este
caso puede ser de tratamiento farmacológico o psicológico al paciente. El tercer
aspecto incluye el concepto de conducta o cuidado clínicos, que se refiere al
conjunto de decisiones que se requieren para resolver una situación clínica.
13. Plan disposicional
En este apartado se incluyen dos preguntas. La primera es dónde se
remite al paciente tras la evaluación. Lógicamente, puede remitírsele a
su domicilio, o bien a alguna institución, ya sea psiquiátrica o no
psiquiátrica. Se sabe que la decisión se desvía poco de lo que vaticina
o desea el acompañante o familiar.
La segunda es saber quién se hará cargo del caso, lo cual puede ser
casi obvio si el paciente ingresa en un hospital, pero bastante más
difícil si no es así.
14. Principales síndromes de urgencia
psiquiátrica
• Conducta Suicida
El síndrome suicida puede aparecer básicamente en tres formas: a) paciente que
manifiesta pensamientos suicidas sin ninguna iniciativa encaminada al acto; b) paciente
que ha efectuado una tentativa suicida de forma finalista o indirecta, es decir, su
conducta es una expresión aparatosa de queja o de llamada de atención más que
realmente autolítica (es la forma más frecuente, y aunque se tiende a infravalorar estos
casos, lo cierto es que este tipo de pacientes suelen repetir estos intentos y a veces
consiguen suicidarse), y c) paciente que ha intentado suicidarse con intenciones serias
de consumar su muerte, pero que ha sido sorprendido o le han fallado accidentalmente
sus métodos.
15. Principales síndromes de urgencia
psiquiátrica
En el segundo caso, cuando se ha producido ya la conducta suicida, deben
valorarse su gravedad y la probabilidad de repetición, para lo cual se tendrán
en cuenta los siguientes criterios:
• Potencia letal del intento
• Posibilidad de rescate o ayuda
• Historia familiar o personal de conducta suicida
• Trastorno psiquiátrico
• Otros factores generales
16. Principales síndromes de urgencia
psiquiátrica
• Intervención y tratamiento
Es importante establecer una adecuada empatía y alianza con
él para prevenir la potencial repetición de conductas suicidas
(Granboulan y cols., 2001). Por lo tanto, la entrevista clínica
será una herramienta muy útil que permitirá, por un lado,
recoger información específica sobre la conducta suicida
(métodos, planes, circunstancias, etc.) y, por otro, establecer
una relación clínica adecuada de carácter terapéutico.
Las benzodiazepinas serán los fármacos utilizados en general,
ya que son seguros y carecen prácticamente de potencialidad
letal. Los antidepresivos y los neurolépticos se aplicarán
cuando sean necesarios, en las depresiones y en los
trastornos psicóticos.
17. Principales síndromes de urgencia
psiquiátrica
• Agitación psicomotriz
Se ha definido como un estado de exaltación motora
(inquietud, gesticulación, deambulación, correr, etc.),
compuesto de movimientos automáticos o intencionales,
pero que en general carecen de un objetivo estable común
(tabla 35-2). Además va acompañado de un estado afectivo
de ansiedad, cólera, pánico o euforia, según los casos, y
puede haber desinhibición verbal y falta de conexión
ideativa. Todo ello comporta un peligro potencial tanto para
el enfermo como para las otras personas y el entorno, ya
que la conducta puede ser impulsiva, negligente,
desordenada o arriesgada.
18. Principales síndromes de urgencia
psiquiátrica
• Puede tener causas Orgánicas, Psiquiátricas, Patología dual y
Situacionales-Reactivas.
Orgánicas:
1. Toxicas
2. Metabólicas
3. Neurológicas
Psiquiátricas:
1. Las psicóticas, en las que existe una notable desconexión de la realidad.
2. Las no psicóticas, en las que no se produce una pérdida grave del contacto
con la realidad.
19. Principales síndromes de urgencia
psiquiátrica
• Crisis de angustia
Aparición temporal y aislada de miedo o malestar intensos acompañados de
síntomas corporales de hiperactividad vegetativa que se inician bruscamente y
alcanzan la máxima intensidad en los primeros 10 min
Intervención en crisis de ansiedad
• Diagnóstico
– Exploración física
– ECG
– Gasometría
– Analítica general que incluya electrolitos, función
tiroidea y detección de tóxicos
• Diagnóstico diferencial
– Descartar origen orgánico
• Prolapso de la válvula mitral, hipertiroidismo, intoxicación
con fármacos o drogas (incluido hachís) o abstinencia.
20. Principales síndromes de urgencia
psiquiátrica
Tratamiento
• Tranquilización:
– Mantener la calma
– Proporcionar un clima de seguridad
– Informar de que no existe riesgo vital
• Técnicas de respiración lenta
– Respiración abdominal
– Si hiperventila y hay parestesias: respirar en una bolsa
• Benzodiacepinas de vida media corta
– Alprazolam de 0,5 - 1,5 mg. Puede utilizarse la vía sublingual.
21. Principales síndromes de urgencia
psiquiátrica
• Síndrome de abstinencia alcohólica
La interrupción (deliberada o accidental) de una ingesta continuada y elevada de
alcohol produce un cuadro clínico de abstinencia característico, cuya intensidad puede
oscilar desde un estado de malestar e inquietud general hasta un trastorno de gravedad
(delirium tremens).
Delirium tremens
En el 90% de los casos se presenta la sintomatología dentro de los primeros 7 días de la
abstinencia absoluta o relativa; a este respecto conviene recordar que el 25% de
delirium tremens lo son con alcoholemias altas. La mortalidad se sitúa alrededor del
10% como resultado de colapso vascular periférico, trastornos electrolíticos,
hipertermia, arritmias cardíacas, infecciones y también suicidio (p. ej., defenestración
huyendo de imágenes alucinatorias terroríficas).
22. Principales síndromes de urgencia
psiquiátrica
Tratamiento en ambos escenarios:
• Sedación
• Reposición Vitamínica
• Control del equilibrio hidroelectrolítico
23. Principales síndromes de urgencia
psiquiátrica
Reacciones a catástrofes y desastres:
En el ámbito clínico, estos acontecimientos producen unas reacciones inmediatas
emocionales, conductuales y físicas . En la fase de impacto o choque se puede producir una
sensación de confusión, irrealidad y falta de atención, que va acompañada en ocasiones de
una inhibición psicomotriz o de una necesidad de deambular sin rumbo fijo. La respuesta
emocional se caracteriza por reacciones de miedo, pánico, sensación de pérdida de control,
culpa; estos síntomas además se pueden acompañar de alteraciones físicas, como por
ejemplo síntomas de tipo digestivo, sudoración, hipertensión arterial, cefaleas y temblores.
24. Principales síndromes de urgencia
psiquiátrica
Intervención:
Las principales indicaciones que se realizan en la fase inicial son (Martín y cols.,2003):
1. Alejar al afectado del lugar del desastre, y no sólo del peligro.
2. Protección de la hiperexposición a estímulos. Crear un ambiente seguro con baja
estimulación sensorial. Evitar la exposición a curiosos y medios de información.
3. No medicalizar al paciente que realiza la consulta.
4. Explicar al paciente que los síntomas que presenta son reacciones normales.
5. Acompañamiento empático y compasivo, evitando los juicios de valor; son elementos
importantes en la recuperación y la readaptación.
6. Reconexión con familiares y seres queridos o significados, así como, en segundo
término, con instituciones o profesionales adecuados.
7. Facilitar el ejercicio físico.
8. Detección y valoración de las reacciones extremas de pánico y de duelo.
9. Cuidar al equipo profesional que interviene en situaciones de catástrofes y desastres.
26. Bibliografía
• Introducción a la Psicopatología, 7e, J. Vallejo Ruiloba, 2011 Elsevier España, S.L.
• Salud mental y medicina psicológica, 3e, Juan Ramón de la Fuente, Gerhard Heinze.
• https://www.unioviedo.es/psiquiatria/wp-content/uploads/2017/01/Urgencias-
psiqui%C3%A1tricas_2017.pdf
Notas do Editor
Los trastornos psicóticos son trastornos mentales graves que causan ideas y percepciones anormales. Las personas con psicosis pierden el contacto con la realidad. Dos de los síntomas principales son delirios y alucinaciones.
Las reacciones vivenciales anormales están en relación con la agresividad. Se trata de explosiones de cólera o de conductas agresivas que se desencadenan por estímulos insignificantes. En ocasiones se trata de actos en cortocircuito, es decir, actos impulsivos en los que se produce un salto psicológico: la secuencia vivencia-reflexión-actuación se ve abreviada al saltarse el paso de la reflexión, con lo que la vivencia lleva a actuar de modo anómalo sin que esa persona haya reflexionado sobre lo sucedido.
El primer modelo Se aplica en trastornos psiquiátricos graves como la psicosis, ante los que se requiere recuperar el control a través de una intervención generalmente farmacológica y de tipo directivo.
el modelo de intervención en crisis (De Clerq, 1997) tiene un esquema más psicosocial y hace hincapié, más que en el diagnóstico, en la identificación de los factores que precipitan el cambio o la crisis del individuo, y consecutivamente, en la elaboración psicológica por parte de él del impacto inicial, de la cual pueden derivarse una adaptación adecuada, y una superación de la crisis o bien un fallo, que puede conducir a una ruptura transitoria o definitiva del equilibrio inicial.
En ocasiones, la presencia de cuadros de agitación, conductas
autodestructivas o de problemas médicos graves requieren un plan de disposición
inmediato. Por ejemplo, si se aprecia un cuadro confusional asociado con insuficiencia
respiratoria aguda, es más importante remitir al paciente a una unidad donde pueda ser
tratado del problema respiratorio que llevar a cabo una exploración psicopatológica
más exhaustiva o prolongada.
Las bases y el desarrollo de la entrevista han sido abordadas ya en el capítulo
correspondiente, por lo que aquí solamente haremos mención de los puntos claves que
es preciso considerar en la situación de urgencia psiquiátrica:
1. Aspecto general, apariencia y lenguaje. Actitud frente a la entrevista
(colaboración o no). Datos de filiación.
2. Signos premonitorios de violencia o agresividad (autoagresividad o
heteroagresividad).
heteroagresividad).
3. Motivo de la consulta (urgente) y quién la solicita. Historia de la enfermedad
actual.
4. Criterio de realidad y juicio. Versión del paciente de su presencia.
Interpretación de las cosas.
5. Nivel de orientación, memoria, atención y vigilia.
6. Ideación delirante y alucinaciones (en especial auditivas y visuales).
7. Estado afectivo (depresión, ansiedad, pánico, euforia, indiferencia, etc.).
8. Antecedentes personales médicos y sobre todo psiquiátricos (ingresos,
tratamientos, etc.).
9. Antecedentes familiares. Alcoholismo, psicosis, trastornos afectivos, demencia
(ingresos, tratamientos, etc.).
10. Historia anterior y evaluación actual de la conducta suicida.
11. Historia anterior y evaluación actual de consumo de alcohol, fármacos y
drogas.
Así pues, deberá averiguarse el contexto en el que se ha producido la emergencia, y la existencia de factores precipitantes, identificar quién ha solicitado la visita y saber si el paciente viene solo o acompañado.
Es oportuno conocer el nivel de adaptación e integración previo del paciente a su medio, así como la presencia o ausencia de apoyo en el entorno y de problemática legal. Por último, es ilustrativo el nivel de desarrollo profesional o laboral y el nivel de solvencia económica.
Generalmente este proceso se identifica con el tratamiento, pero tiene un espectro
mayor ya que de lo que se trata es de consensuar con el paciente y la familia un plan
terapéutico asistencial o, dicho de otro modo, responder a la pregunta: ¿qué conducta
está indicada ante este caso? La respuesta incluye diferentes acciones, desde medidas
farmacológicas hasta consulta con otro especialista médico para valoración, consulta a
asistencia social, requerimiento de la familia, solicitud de información y suministro de
ésta, plan de aislamiento, etc.
En la mayoría de casos de urgencia psiquiátrica la información y el apoyo familiares
pueden resultar sumamente determinantes de la solución que se pueda dar al caso.
Además, aquellos que han propiciado la consulta (el paciente mismo o familiares, etc.)
con frecuencia tienen una expectativa positiva elevada frente a ésta, que no siempre es
posible cumplir, o viceversa, una expectativa demasiado negativa que reduce la
confianza; así, en ocasiones se ven actitudes de huida, abandono de pacientes, actitudes
antifarmacológicas o antipsiquiátricas, etc. Todas estas situaciones es preciso
abordarlas con un cuidado clínico adecuado, el cual tiene una gran aplicabilidad
especialmente en la consulta psiquiátrica urgente, ya que en ésta, además de las clásicas
prescripciones, es preciso aplicar un conjunto de medidas socioambientales y articular
diferentes niveles de decisión.
En ocasiones hay que proceder a una disposición de
ingreso psiquiátrico, precisamente por falta de otra viabilidad disposicional, o
viceversa, no se puede ingresar por falta de camas a pesar de que el cuadro clínico lo
aconsejaba. Habrá que especificar si se le remite al médico de cabecera, al especialista,
etc.
Por último, señalaremos que una solicitud de asistencia en régimen de urgencia siempre
conlleva una cierta presión y elevación de la expectativa, lo cual a la vez supone un
mayor nivel de apremio de decisiones a los demás, en este caso al médico que atiende el
caso. Este proceso, que a veces será preciso analizar en otro marco posteriormente, sin
embargo en ese momento requiere respuestas claras en lo que a la disposición del caso
se refiere, es decir, respecto a dónde vamos a proponer que esté el paciente y respecto a
quién se hará cargo de él tras nuestra visita.
En la evaluación del suicidio se diferencia entre el paciente que refiere ideas o impulsos
suicidas y el paciente que sobrevive a un intento.
En el caso de la evaluación de la ideación autolítica, se exploran los factores que
indican una elevada potencialidad suicida:
1. El grado de desesperanza: «el paciente no ve salida».
2. La presencia de ideación autolítica de manera persistente durante mucho
tiempo.
3. El grado de planificación: valorar si ha realizado un plan detallado y si dispone
de medios para ejecutarlo.
4. La historia de intentos de suicidio previos o de violencia en general. Los
antecedentes de conductas violentas incrementan el riesgo de cometer un acto
suicida.
5. El nivel socioeconómico; en concreto, la pérdida de empleo reciente es una
condición que debe tenerse en cuenta.
6. La presencia de sintomatología de ansiedad es un factor que puede precipitar un
intento de suicidio (Fawcet, 1992).
7. La comorbilidad médica, la presencia de una enfermedad crónica.
Potencia letal del intento
Por ejemplo, métodos como la venoclisis, el ahorcamiento o un disparo son más graves
que la ingestión de aspirinas. ¿Estaba convencido el paciente de que el método
funcionaría? Conviene preguntar a este respecto si está sorprendido de estar aún con
vida. Por otra parte, hay que indagar si el intento fue un acto impulsivo o había sido
premeditado, y si el paciente había hecho recientemente testamento, contratado seguros
de vida o realizado alguna otra maniobra financiera de «despedida» (p. ej., donaciones
de bienes, acciones, etc.).
Posibilidad de rescate o ayuda
Por ejemplo, el que ingiere tabletas y lo comunica inmediatamente presenta un riesgo
menor que el que espera a quedarse solo para suicidarse. ¿Quería el paciente
simplemente morir o pretendía manifestar un mensaje de queja, venganza, etc.?
Historia familiar o personal de conducta suicida
Historia familiar o personal de conducta suicida
En estos casos se aumenta de forma considerable el riesgo, así como en aniversarios de
suicidios consumados o de muertes relevantes.
Trastorno psiquiátrico
Si el paciente está psicótico (p. ej., con delirios y alucinaciones) o intoxicado por
alcohol o drogas, el riesgo es mayor. El 90% de los que intentan suicidarse padecen
algún tipo de trastorno mental; así, por ejemplo, el 15% de depresivos se suicidan, y
son especialmente proclives los pacientes con depresiones delirantes. Asimismo, entre
un 10 y un 15% de los alcohólicos se suicidan.
Otros factores generales
El riesgo aumenta con la edad, la soltería, el divorcio o la viudedad, el sexo (los
hombres efectúan más intentos graves y las mujeres lo intentan más), los trastornos
físicos graves, el desempleo, la soledad, los aniversarios y los cambios importantes en
la vida del individuo (p. ej., un despido o un relevo que ocasionan sentimientos de
fracaso).
Los cuadros más habituales son los síndromes confusionales (delirium), que se
acompañan de cierta obnubilación de conciencia, desorientación, dificultades de
atención y a veces también de alucinaciones (generalmente visuales) o delirios; son de
aparición relativamente brusca, se prolongan pocos días y son fluctuantes, alternándose
períodos de calma con otros de agitación. La etiología es siempre médica, no
psiquiátrica. Las causas más habituales son las siguientes:
Tóxicas
Alcohol, fármacos con actividad anticolinérgica (p. ej., atropina, antiparkinsonianos,
antidepresivos, antihistamínicos, etc.), digitálicos, corticoides, lidocaína, ansiolíticos,
etc.; en general, los cambios relativamente bruscos de niveles plasmáticos de fármacos
con alguna actividad sobre el sistema nervioso central (p. ej., al iniciar o abandonar un
con alguna actividad sobre el sistema nervioso central (p. ej., al iniciar o abandonar un
tratamiento o cuando hay absorción irregular) comportan un riesgo de delirium, en
especial en grupos predispuestos, como los ancianos o los consumidores de drogas
ilegales.
Metabólicas
Encefalopatía hepática, uremia, hipoglucemia, hiponatremia, hipo e hipermagnesemias,
hipo e hipercalcemia, acidosis, hipoxia, hipercapnia, fiebre, deshidratación,
enfermedades endocrinas (hiper o hipotiroidismo, síndrome de Cushing, síndrome de
Addison), etc.
Neurológicas
Confusión posconvulsiva en epilepsia, traumatismo craneal (vigilar hematomas
subdurales), anoxia cerebral (p. ej., tras parada cardíaca o cirugía cardíaca), infecciones
intracraneales (comprobar meningismo), accidente cerebrovascular (ACV) y
encefalopatía hipertensiva. Es particularmente frecuente la presentación de cuadros
confusionales en enfermos con patología cerebral previa, como demencias o ACV.
Psiquiátricas
En la agitación de origen psiquiátrico, el paciente está vigil y orientado, sin presentar
alteración de la conciencia. Se distinguen dos tipos principales de agitaciones
psiquiátricas: las psicóticas, en las que existe una notable desconexión de la realidad (p.
ej., con ideas delirantes paranoides), y las no psicóticas, en las que no se produce una
pérdida grave del contacto con la realidad.
Entre las psicosis, las más importantes son la esquizofrenia (delirios de tipo
persecutorio o de perjuicio, alucinaciones auditivas, despersonalización, lenguaje
disgregado, etc.) y la manía (verborrea, aumento de la autoestima, hiperactividad, ideas
o delirios de grandeza, por ejemplo, acerca de identidad, riqueza o poder, conductas
temerarias, etc.). Ambas se diferencian de los cuadros confusionales orgánicos citados
por la ausencia de los trastornos de conciencia, atención y orientación, que, por lo
tanto, hay que explorar en todo caso de agitación. Además, en estos casos de psicosis
suele haber antecedentes psicopatológicos personales o familiares.
Entre las agitaciones menores no psicóticas destacan las crisis de angustia (ataques de
pánico), que en ocasiones van acompañadas de solicitud de atención urgente.
Patología dual
La coexistencia de trastornos psiquiátricos y abuso y dependencia de drogas constituye
una de las urgencias psiquiátricas que con mayor frecuencia deben contemplarse en el
diagnóstico diferencial de cuadros de agitación psicomotriz (McCrone y cols., 2000).
Situacionales-reactivas
Resulta difícil encontrar agitaciones situacionales puras, ya que con frecuencia hay
Resulta difícil encontrar agitaciones situacionales puras, ya que con frecuencia hay
factores predisponentes psicopatológicos u orgánicos. Pueden aparecer, sin embargo,
cuadros de agitación ante situaciones catastróficas que comportan una amenaza grave
para el individuo o sus allegados (accidentes, muerte súbita de familiares, como por
ejemplo hijos menores, etc.) o también ante situaciones de relativa desconexión
sensorial, como ocurre tras las intervenciones oftalmológicas o en las unidades de
cuidados intensivos (UCI).