1. Un perro muy hambriento caminaba de aquí para allá
buscando algo para comer, hasta que un carnicero le
tiró un hueso. Llevando el hueso en el hocico, tuvo que
cruzar un río. Al mirar su reflejo en el agua creyó ver a
otro perro con un hueso más grande que el suyo, así
que intentó arrebatárselo de un solo mordisco. Pero
cuando abrió el hocico, el hueso que llevaba cayó al
río y se lo llevó la corriente. Muy triste quedó aquel
perro al darse cuenta de que había soltado algo que
era real por perseguir lo que solo era un reflejo.
Moraleja: Valora lo que tienes y no lo pierdas
por envidiar a los demás.
Fábula de Esopo. Versión de P. Artmann
2. Una noche cualquiera, una mosca se posó sobre un frasco rebosante de miel y comenzó a comerla
alrededor del borde. Poco a poco, se alejó del borde y entró desprevenida en el frasco, hasta quedar
atrapada en el fondo. Sus patas y alas se habían pegado con la miel y no podía moverse.
Justo en ese momento, una polilla pasó volando y, al ver la mosca forcejear para liberarse, dijo:
—¡Oh, mosca insensata! ¿Era tanto tu apetito que terminaste así? Si no fueras tan glotona estarías en
mejores condiciones.
La pobre mosca no tenía cómo defenderse de las certeras palabras de la polilla y siguió luchando. Al
cabo de unas horas, vio a la Polilla volando alrededor de una fogata, atraída por las llamas; la polilla
volaba cada vez más cerca de estas, hasta que se quemó las alas y no pudo volver a volar.
—¿Qué? —dijo la mosca—. ¿Eres insensata también? Me criticaste por comer miel; sin embargo, toda tu
sabiduría no te impidió jugar con fuego.
Moraleja: Piensa en tus propios errores antes de criticar a los demás.
Fábula de Esopo. Versión de P. Artmann
LA MOSCA Y LA POLILLA
3. LA CIGARRA Y LA HORMIGA
Durante todo un verano, una cigarra se dedicó a cantar y a jugar sin preocuparse por nada. Un día, vio pasar a una
hormiga con un enorme grano de trigo para almacenarlo en su hormiguero.
La cigarra, no contenta con cantar y jugar, decidió burlarse de la hormiga y le dijo:
—¡Qué aburrida eres!, deja de trabajar y dedícate a disfrutar.
La hormiga, que siempre veía a la cigarra descansando, respondió:
—Estoy guardando provisiones para cuando llegue el invierno, te aconsejo que hagas lo mismo.
—Pues yo no voy a preocuparme por nada —dijo la cigarra—, por ahora tengo todo lo que necesito.
Y continuó cantando y jugando.
El invierno no tardó en llegar y la cigarra no encontraba comida por ningún lado. Desesperada, fue a tocar la puerta de
la hormiga y le pidió algo de comer:
—¿Qué hiciste tú en el verano mientras yo trabajaba? —preguntó la hormiga.
—Andaba cantando y jugando —contestó la cigarra.
—Pues si cantabas y jugabas en verano —repuso la hormiga—, sigue cantando y jugando en el invierno.
Dicho esto, cerró la puerta.
La cigarra aprendió a no burlarse de los demás y a trabajar con disciplina.
Moraleja: Para disfrutar, primero tienes que trabajar. Fábula de Esopo. Versión de P. Artmann
4. EL CASCABEL DEL GATO
Una familia de ratones vivía en la cocina de una enorme casa. Ellos eran muy
felices, hasta que un día la dueña del hogar adoptó un lindo gatito. El gatito
creció y se convirtió en un gran cazador que estaba siempre al acecho.
Cansados de vivir en peligro, los ratones se reunieron para ponerle fin a tan
difícil situación.
En la reunión se discutieron muchos planes, pero ninguno parecía ser bueno.
Por fin un joven ratoncito se levantó y dijo:
—Tengo un plan muy sencillo, pero puede ser exitoso. Atemos un cascabel al
cuello del gato y por su sonido sabremos siempre el lugar donde se
encuentra.
La ingeniosa propuesta fue acogida por todos los ratones. De repente, un
viejo y sabio ratón se levantó y les preguntó:
– Muy bien, pero ¿quién de ustedes le pone el cascabel al gato?
Todos los ratones se quedaron calladitos.
Moraleja: Es más fácil decir las cosas que hacerlas. Adaptación de Félix María Samaniego
5. Al zorro le encantaban las bromas pesadas y quiso gastarle una a su amiga la cigüeña. Un día la invitó a cenar
a su casa y la cigüeña aceptó con mucho agrado. La cigueña se presentó a la hora acordada y tras conversar
un buen rato, se dirigieron al comedor.
El zorro había preparado una deliciosa sopa, pero la sirvió en dos platos muy llanos. La cigüeña apenas pudo
probar la sopa con la punta de su largo pico. El zorro, entre risas burlonas, se tomó toda la sopa y al final se
lamió y relamió el plato.
La cigüeña pronto se dio cuenta de la broma de mal gusto que le estaba jugando el zorro. Sin embargo,
disimuló su enojo. Al despedirse, dio las gracias al zorro dejándole saber que estaba invitado a almorzar a su
casa al día siguiente.
El zorro se presentó en la casa de la cigüeña. Al entrar, sintió un olor exquisito que le hizo agua la boca y lo
llenó de emoción. Pero la emoción le duró poco, porque el guiso que había preparado la cigüeña le fue servido
en un jarro muy largo y de cuello estrecho. La cigüeña alcanzaba fácilmente el guiso con su pico, pero no el
zorro con su hocico ancho y corto. El zorro, muy avergonzado, se marchó con el rabo entre las patas.
Moraleja: No hagas a los demás lo que no quieres que te hagan a ti. Fábula de Esopo. Versión de P. Artmann
EL ZORRO Y LA CIGÜEÑA