El ritual funerario es una construcción colectiva que responde a los valores, creencias y modos de vida de una sociedad.
Muchos de los elementos de nuestro ritual funerario proceden del mundo romano
1. La muerte en Roma
Los ritos y costumbres funerarios fueron evolucionando a lo largo de la dilatada
historia romana. En un principio no existía un consenso sobre lo que se podía esperar
después de la muerte y las manifestaciones en torno a la pérdida de un individuo por
parte de la comunidad tenían como principal función la de comunicar el statu social
del muerto.
Con el devenir del tiempo y la ampliación de relaciones e intercambios
culturales con otras civilizaciones, la sociedad se fue llenando de ritos y costumbres
establecidas que nunca dejaron de evolucionar, pero siempre con un sentido propio,
una marca de estilo.
Los etruscos aportaron la inicial inhumación en necrópolis subterráneas, que
pronto es sustituida por la cremación, predominante durante toda la República y los
comienzos del Imperio, hasta que a partir del segundo tercio del siglo II d. C. se
generaliza la inhumación, al menos en los ciudadanos que podían costearla. Tal vez
tuvo que ver en el cambio de inhumación a cremación el pragmatismo romano, como
medida preventiva a las profanaciones de los cadáveres inhumados por parte de los
enemigos: Sila impulsó en el patriciado la práctica de la cremación tras la vejación del
cadáver de Mario, y el desarrollo del cristianismo coincide con la vuelta a la
inhumación a partir del siglo II d.C.
La expansión territorial en la República y sobre todo en el Imperio, llevó a
variaciones locales, reflejadas en la gran variedad de monumentos funerarios, y el
cambio de cremación a inhumación hace cambiar el tipo de tumba (necesita más
espacio para cada individuo), y del recipiente en el que se depositan los restos: de una
pequeña urna cerámica o de piedra (urna cineraria), cambia a una caja de madera o
piedra (sarcófago).
La situación variaba notablemente también en relación a la riqueza. Los pobres
eran recogidos por las noches de las calles de la ciudad por los necróforos, y
transportados y arrojados a fosas comunes en las afueras de la ciudad, que luego se
incineraban de modo colectivo. Los necroforos, y todos los asociados a la industria de la
muerte, debían vivir fuera de la ciudad pues estaban contaminados, y vivían aislados
en comunidades extramuros.
La única manera de que las clases inferiores pudieran acceder a un ritual digno
era a través de los collegia, una especie de mutua a la que se pagaba una cuota
mensual, que aseguraba el cumplimiento de los ritos funerarios tras la muerte de sus
socios, generalmente guardando sus cenizas en un columbarium.
Desde el s. V a.C. las inhumaciones solo se podían realizar fuera del pomerium,
en necrópolis a lo largo de las salidas y entradas de la ciudad (las más próximas a las
puertas son las más antiguas) pero también se realizaban en el propio fundi, y los
niños menores de 40 días podían inhumarse en la casa de sus padres, porque estaba
prohibido incinerar a un niño sin la dentadura completa. El locus sepulturae se obtenía
por compra a la ciudad, compraventa a particulares, admisión en una tumba privada,
por collegium funeraticium o por donación del ordo decurionum.
Los romanos asociaban a la muerte con la contaminación material y espiritual,
por lo que los entierros debían realizarse de noche y fuera de la ciudad. Las almas
tenían la misma naturaleza que el fuego, por lo que la cremación permitía una llegada
más rápida al otro mundo, aunque muchos romanos creían que las almas de los
2. padres permanecían en la casa.
En época altoimperial, al entrar en contacto con culturas como la griega, el más allá se
concebía como una región subterránea, en la cual vivían reunidas todas las almas, lejos de sus
cuerpos recibiendo premios o castigo según la conducta en vida.Los romanos creían que las
almas de los difuntos viajaban, conducidas por Mercurio, a las riberas de la laguna
Estigia que el barquero Caronte cruzaba para acceder al reino de Plutón, custodiado
por un perro de tres cabezas Can Cerbero. Si los ritos funerarios no eran celebrados
correctamente el difunto vagaría perdido durante mil años a las orillas de la Estigia.
Las almas eran juzgadas y conducidas a la región que le correspondiese según
sus obras:
• La primera estaba destinada a niños y nonatos, que no podían ser juzgados.
• En la segunda estaban los inocentes ajusticiados injustamente
• Los suicidas estaban en la tercera
• En el Campo de Lagrimas permanecían los amantes infieles
• La quinta estaba destinada a los héroes que habían sido crueles en vida
• La sexta era el Tártaro, lugar de castigo de los malvados
• La última eran los Campos Elíseos, de primavera eterna regada por las aguas
templadas del río Leto, morada de eterna felicidad de las almas bondadosas, que
olvidaban su vida pasada.
Libitina es la diosa encargada de velar sobre las obligaciones con los muertos
(funus y entierro). Su nombre era sinónimo de la muerte y posteriormente fue
asimilada a Proserpina. diosa del inframundo.
Tenía su santuario en un bosque sagrado al sur de Roma, en el Monte Aventino,
donde se reunían los empresarios de pompas fúnebres, (libitinarii). Se dice que Servio
Tulio fue el primero en erigirle templos al ser quien erigió tumbas y estableció el
equipamiento necesario para funerales, incluidos los enterradores. En el Coliseo
romano le estaba dedicada la Porta libitinaria, por donde se sacaban los cadáveres de
los gladiadores y animales muertos.
Funus: Ritual funerario
Funus: Es el conjunto de ritos funerarios orientados a asegurar el tránsito feliz al
Más Allá y evitar que el alma quedara vagando por la tierra bajo la forma de un
espíritu maligno. Las ceremonias eran, y variaban en función de las condiciones
sociales y económicas del individuo
Las ceremonias relacionadas con el funus (funeral) son muy importantes en el
mundo romano, imprescindibles para mantener la memoria del individuo y asegurar la
inmortalidad y varían en función del rango económico y social de la persona:
• Funus translaticium o normal
• Funus militare, dedicado a los soldados
• Funus publicum, reservado para los personajes de importancia pública
relevante
• Funus imperatorum, dedicado a los emperadores
Todos ellos tenían en común la celebración de una procesión funeraria (pompa)
que debía hacerse de noche, conduciendo al difunto en una parihuela o feretrum, hasta
la necrópolis, que las leyes obligan a situar fuera de la ciudad; sólo excepcionalmente
(emperadores) podía enterrarse dentro del recinto urbano.
3. Según la época el cadáver se inhumaba o se quemaba y se enterraban las
cenizas. Aunque ambos ritos coexistieron siempre, la cremación predominó desde el s.
VI a.C., mientras que la inhumación se fue extendiendo progresivamente desde finales
del s. I d.C. hasta sustituirla en el IV d.C. Los humiliores se incineraban directamente
en el lugar de la sepultura (Bustum), mientras que para los honestiores se utilizaba
una construcción (Ustrinum) particular o colectiva de la necrópolis con una oquedad de
la que se recogen las cenizas para depositarlas en una urna en la tumba.
Las ofrendas de objetos relacionados con el ritual funerario se arrojaban al
fuego o se depositaban junto a las cenizas: vasos cerámicos con alimentos,
ungüentarios con aceites, lucernas que iluminaba el camino hacia el más allá,
divinidades protectoras en bronce o terracota, monedas para pagar a Caronte, clavos
de bronce (¿apotropaico?). La creencia de otra vida tras la muerte motivaba que el
individuo fuera enterrado con objetos que había utilizado en vida y que ahora podían
acompañarle y servirle en esta nueva vida: ropa, cerámica, utensilios de trabajo, etc.
Alrededor de la tumba y en la casa del difunto se desarrollaban una serie de
ceremonias, que comenzaban con un banquete ritual, el silicernium, y duraban nueve
días. Con posterioridad, el banquete se repetía periódicamente, o bien el día del
cumpleaños del difunto (dies natalis) o bien el día de los difuntos, durante las fiestas
parentalia y lemuria. En estas ceremonias participaba figuradamente el propio
difunto, a quien se invocaba de diversas maneras y al que se ofrecían alimentos y
bebidas (libationes). Era costumbre que se organizaran algunos aspectos de su
procesión fúnebre y morada final antes de morir, como designar al Dominus Funeris,
encargado de organizar la pompa funebris
Era habitual ocuparse de detalles del propio funes, pero si un ciudadano romano
no hubiese dejado dinero para su funeral ni hubiese nombrado un encargado de
hacerlo ni hubiese testado (nombrado sucesor que se hiciese cargo de sus propiedades),
el gasto de los funerales era marcado por un árbitro de acuerdo con las propiedades y
el rango del fallecido.
Los desfavorecidos se pagaban fraccionadamente su funeral a través de los
Collegia funeraticia integrados por los libitinarii (funcionarios del templo de Libitina).
En la propia casa
• Cierre del ciclo: En el momento de la muerte se depositaba al difunto en
tierra, de la que su padre lo levantó al nacer, en donde su primogénito recoge su
último aliento con un beso en la boca y le cierra los ojos ordenando al esclavo
más antiguo de la casa que apague el fuego del hogar familiar.
• Conclamatio: entre todos los seres queridos volvían a colocar al muerto sobre
el lecho y se despedían de él llamándolo por su nombre varias veces (Servio ad
AEN. VI 218; Lucan 2.213), asegurándose, así, de que realmente estaba
muerto. Lo miraban a los ojos, en la creencia de que se le otorgaba un día más
de vida.
• Aseo y piedad: Entre tanto, se había enviado un mensajero que avisara a los
empleados de pompas fúnebres (Libitinarii) Los esclavos funerarios
(pollinctores) lavan el cuerpo con agua caliente y los Libitinarii lo bañan con
agua perfumada, lo ungen con perfumes y lo visten (con la toga praetexta, si se
4. trata de un cónsul)
• Velatorio: Exposición en el atrio sobre el lectus funebris con los pies hacia la
puerta de tres a siete días (según la condición social), para que clientes y amigos
pasen a rendirle sus últimos honores. Se quema incienso para mitigar el olor y
el lugar se adorna con flores y plantas, las coronas que había recibido en vida y
las máscaras de los antepasados (si tenía ius imaginum). La muerte se anuncia
con un ramo de ciprés o de abeto en la puerta, para invitar a los amigos y
advertir a los que, por motivos religiosos, no pueden entrar en una casa donde
está expuesto un cadáver (vestales, Pontifex Maximus). Como señal de duelo el
fuego del hogar permanecía apagado.
Cortejo fúnebre: Pompa Funebris
El octavo día después de la muerte, el cadáver es sacado de la casa (efferebatur)
y da comienzo la Pompa Funebris, anunciada a toda la ciudad por un heraldo. El
cadáver es colocado en una camilla, llamada feretrum que, en el caso de ciudadanos
pobres o esclavos, era sustituido por la sandapila transportada por vespillones (según
Festus recibían este nombre por el hecho de que los pobres y esclavos recibían
sepultura de noche: vespertino tempore; mientras que el feretrum lo llevaban los
parientes y amigos próximos al difunto). Hasta finales del Siglo I, el funeral era
celebrado por la noche a la luz de las antorchas ya que la muerte era un suceso
desgraciado y contaminante. A partir de esta fecha comienzan a realizar los ritos por
el día (excepto los de los niños, suicidas e indigentes), y el difunto es saludado como a
un ciudadano marchando al exilio y no como a alguien finado, pues la muerte era
interpretada como una violación o un rapto que sufre la vida.
La Pompa Funebris la encabezaban músicos entonando temas fúnebres ,
seguidos de las praeficae (plañideras). Dependiendo de la posición social y económica
de la familia del difunto, podían ir detrás los bufones (histriones), de los cuales el
llamado Archiminus representaba el carácter del difunto imitando sus palabras y
acciones. Venían después los esclavos a los que el muerto había manumitido tocados
con el pileus (pileati); los actores con las máscaras de los antepasados iban delante del
feretrum y, finalmente, detrás del cadáver iban todos los familiares vestidos de luto:
los hijos con la cabeza cubierta y las hijas con la cabeza descubierta y el pelo suelto y
desaliñado. Si el fallecido era de rango ilustre, el cortejo pasaba por el foro y se detenía
en la Rostra, donde un familiar cercano pronunciaba una oración frente al carro
mortuorio: El pronunciar elogios fúnebres de las mujeres ancianas era costumbre
patria entre los Romanos; pero no estando en uso el elogiar a las jóvenes, el primero que
lo ejecutó fue César en la muerte de una muje (su tía Julia, esposa de Mario), lo que le
concilió cierto favor y el amor de la muchedumbre, reputándole, a causa de aquel acto
de piedad, por hombre de benigno y compasivo carácter. ...Plutarco, Biografía de Julio César
(Parrafo V)
El muerto podía ser quemado o inhumado. Según la práctica que se fuera a
realizar, la comitiva se trasladaba fuera de los límites del pomerium, en caso de
cremación, al mausoleo de la familia, en caso de inhumación, al columbario, si la
familia era pobre.
Junto a la tumba
5. El sonido de la flauta presidía la ceremonia. Comenzaba colocando al difunto
sobre una pira fúnebre engalanada (ara sepulcri o ara funeris ) que debía tener forma
de altar con cuatro lados, con la cabeza descansando sobre un cojín. Un familiar
cercano se acercaba y abría los ojos del muerto para permitirle ver por última vez la
luz, lo llamaba por su nombre, volvía a cerrar los ojos, se aseguraba de colocar una
moneda en la boca para pagar a Caronte su travesía por la Estigia, le cortaba un dedo,
(os resectum) que se guardaba aparte (en recuerdo de los tiempos en que el difunto se
inhumaba), y se arrojaban tres puñados de tierra que simbolizaban su enterramiento
(humatio)
Luego, con el rostro girado, prendía fuego a la pira con las antorchas del cortejo
fúnebre mientras se entonaba una eulogia en honor al difunto, invocando la ayuda de
los vientos para que ardiera con fuerza y rapidez. Los familiares y amigos más íntimos
lanzaban flores aromáticas (jacintos y nardos), alimentos y perfumes sobre la pira
funeraria. El rito concluía vertiendo agua y vino sobre la pira evitando mojar los restos
para que el difunto no vagase ebrio por el otro mundo. Se despedía a los asistentes y
éstos se despedían del difunto deseándole que la tierra le fuera leve.
Antes de la sepultura la tumba se purificaba barriéndola o limpiándola, se
consagraba con el sacrificio de una cerda a Ceres y Tellus y se llamaba tres veces al
alma del difunto para que entrara en la morada que se le había preparado.
Una vez consumida la pira, se ahogaban con vino las últimas brasas y los
familiares más cercanos, generalmente las madres o los esposos/as, recogían los huesos
aun calientes, los lavaban con vino añejo o leche y se depositaban, junto con el dedo
cortado previamente, en una urna funeraria llena de flores que se trasladadaba hasta
la sepultura familiar, sobre la cual a veces se celebraba un banquete (silicernium)
Tras la ceremonia funeral se realizaba un acto de purificación con agua para las
personas que habían estado en contacto con el cadáver y a las que habían asistido al
funeral. Al día siguiente se celebraba un banquete en honor al muerto que se repetía
en los aniversarios para conmemorar al difunto. Los deudos visitaban las tumbas
depositando flores y distintos manjares, y se pedía a los antepasados guía y consejos.
A finales del s. II y principios del s. III las inhumaciones sustituyeron a las
incineraciones como ritual funerario excepto para los niños, que siguieron siendo
incinerados. En el caso de la inhumación, el cadáver era trasladado a la sepultura
familiar que podía ser desde un mausoleo familiar a una simple sepultura en la tierra
(humus).
Los ciudadanos más pobres que carecían de medios para comprar el terreno
para su sepultura eran enterrados a costa del erario público y en suelo público en el
monte Esquilino en pequeños hoyos o cavernas llamadas puticuli o puticulae. Los
ciudadanos ilustres podían ser enterrados en suelo público y a cargo del Estado en el
Campo de Marte. Las familias de posición económica y social elevada, invitaban al
pueblo a juegos de gladiadores luchando con guantes con planchuelas de plomo.
Evolución en el tiempo: Arqueología
Los romanos colocaban las tumbas a orillas de las calzadas a la salida de las
ciudades, donde los transeúntes podían contemplarlas y admirarlas, pues se pensaba
su actividad vital continuaba en cierta manera y que los espíritus de los muertos
querían estar cerca de los vivos pues no eran felices. Para aliviar su tristeza sus
6. tumbas se adornaban frecuentemente de flores o eran rodeadas de jardincillos, y para
saciar su hambre y sed se le llevaban ofrendas y se celebraban banquetes después del
funeral y en el aniversario de su muerte, pues los espíritus de los muertos prestaban
atención a estos acontecimientos festivos y disfrutaban con ellos.
También existía la creencia en un mundo de ultratumba donde los malos sufrían
castigos por las malas acciones cometidas durante su vida y donde los buenos vivían
dichosos eternamente, y se contaban relatos sobre el castigo sufrido por malhechores
famosos.
Los seguidores del griego Epicuro no creían en alguna forma de vida después de
la muerte, que disolvía en el aire el espíritu que lo había alentado, y propugnaban el
no temer al mundo del más allá dedicar todas sus fuerzas a sacar el mejor partido de
ésta vida.
Aunque en el ritual funerarios romano convivieron la inhumación y la
cremación, ésta fue el ritual predominante durante la República y los comienzos del
Imperio y, a partir del segundo tercio del siglo II d. C., la inhumación.
Había tres tipos principales de enterramiento:
• sepulchra era una fosa con caja de ladrillo y cubierta de mármol en las que se
recogían las cenizas las cenizas o los huesos del individuo directamente o en una
urna
• conditoria o conditiva eran las sepulturas bajo tierra que contenían el cuerpo
entero y podían ser de piedra, de lajas, de tejas...
• columbarios eran construcciones de carácter familiar o colectivo con loculus
(nichos) en las paredes en los que se depositaban las urnas con las cenizas del
difunto.
No había diferencia entre ambos rituales en cuanto al lugar que alberga los
restos del difunto en el subsuelo, que constaba de un fondo con las cenizas y el ajuar,
ya fueran en fosa o en pozo (de tradición indígena), y una zona superior con restos de
libaciones y fragmentos de ánforas y otros recipientes. La mayor variación residía en la
mayor necesidad de espacio para cada individuo en la inhumación, y en el tipo de
receptáculo del cadáver:
○ Incineración: la urna cineraria tenía que ser un recipiente nuevo de
cualquier material, cuadrada o redonda, pero construida para ese fin, y
más o menos rica dependiendo del poder adquisitivo de cada persona: de
cerámica, mármol o vidrio (con funda de plomo)
○ Inhumación:
■ ánfora rota por el cuello y tapada con fragmento de terracota, usadas
especialmente para los cadáveres de niños.
■ ataúd de madera protegido por otro de plomo o piedra
■ cista con tegulæ, placas de cerámica o lajas de piedra y cubierta plana
o a doble vertiente
■ sarcófago de plomo o piedra liso o decorado, enterrados o expuestos en
una cámara sepulcral para exhibir una decoración referente a la
muerte. Posteriormente se generalizó la decoración estrigilada (con
surcos ondulados por toda la superficie, y con la implantación del
cristianismo se incorporan relieves con escenas de la Biblia o de los
Evangelios.
7. La familia romana era el núcleo de la sociedad, y cuando fallecía uno de sus
miembros pasaba a formar parte de los antepasados a los que había que rendir culto
manteniendo vivo el fuego del hogar. Ya era uno de los protectores de la familia, los
Manes, que recibían culto, y la tumba adquiría la categoría de altar, símbolo de la vida
sedentaria que debía de estar en el suelo y no podía cambiar de lugar pues los Manes
exigían una morada fija a la que estaban vinculados todos los difuntos de la familia. El
espacio del enterramiento, sepulchrum, adquiría el carácter de lugar sagrado, locus
religiosus, inamovible, inalienable e inviolable al que unicamente accedían los
familiares. Solo se podían transformar y redecorar las partes externas, la
momumenta.
La tumba puede ser individual, familiar o colegial, y estar rodeada por un
recinto que la delimita y protege. Los tipos de tumbas eran muy variados, casi todos
subterráneos con una parte visible (monumentum) de tipo arquitectónico, escultórico,
epigráfico, o con todos ellos. En un primer momento son colectivos y priman los
elementos arquitectónicos y epigráficos; con el paso del tiempo van incorporando
temas iconográficos retratos, escenas alusivas a menesteres y oficios y se va
produciendo un proceso de individualización que lleva incluso a romper el vínculo
familiar de la sepultura privatizando los enterramientos (con la fórmula hoc
monumentum heredes non sequetur: este monumento no pase a los herederos).
La parte visible habitualmente tenían una inscripción o epitafio (epitaphium o
titulus) en el que no figuraba el día de la muerte, solo la edad del difunto, el nombre o
la familia a la que pertenecía, el nombre del familiar que dedica la inscripción y unas
palabras afectuosas para con el difunto: queridísimo, benemérito, etc. Las principales
fórmulas eran:
• D.M.S. (Diis Manibus Sacrum): Consagrado a los Dioses Manes
• H.S.E. (Hic Situs Est): Aquí está enterrado
• S.T.T.L. (Sit Tibi Terra Levis): Que la tierra te sea leve
Todas las formas de enterramiento, de incineración o de inhumación, debían
tener un elemento visible que señalara el enterramiento y que pueden variar desde las
simples piedras indicadoras de la tumba, con o sin inscripción, hasta construcciones
complejas con forma arquitectónica, campo epigráfico y decoraciones alusivas:
• Placa. Monumento plano de forma cuadrada o rectangular para señalar un
emplazamiento funerario o cerrar el loculus (nicho) de los columbarios.
• Cipo. Decorado en una de las caras donde se halla la inscripción.
• Estela. Bloque monolítico paralelepípedo con remate, que suele llevar
inscripción y motivos decorativos.
• Edículo templiforme. Representando la fachada de un templo in antis, con
columnas o pilastras soportando los frontones.
• Ara funeraria. Cuerpo cuadrangular con basa y rematado por una cabecera
con pulvini y focus para las ofrendas. A veces en el interior se abre un loculus
para depositar la urna.
• Cuppa. Copa de piedra en forma de baúl (con una cara redondeada) para
encerrar las cenizas, con inscripción en el frente y orificio para las libaciones; o
hecha de tejas cubiertas de mortero imitando la misma forma.
8. Para las clases altas, los enterramientos eran lugares de ostentación envidiados
por otros ciudadanos por la elección del lugar, la grandiosidad del edificio y el
esplendor de la decoración de urnas y sarcófagos con bajorelieves de escenas
mitológicas, de la vida cotidiana o asuntos filosóficos o políticos, relacionados con los
gustos y preferencias del muerto. Las frecuentes decoraciones con parejas no indican
un entierro doble, sino que expresan el deseo de reencontrarse en el más allá
Los monumentos funerarios se adornaban frecuentemente con jardines de
plantas cuidadosamente seleccionadas por sus propiedades y simbología, y con
elementos para celebrar las honras que sus seres queridos dedicaban al difunto: tubos
de libación, cenadores, exedras, pozos.... para celebrar banquetes o para ofrendar
huevos, judías, lentejas, vino o incluso la sangre de animales sacrificados en ocasiones
especiales.
Las tumbas colosales son construcciones de prestigio destinadas a la exaltación
del difunto y de su memoria en la sociedad. Existe gran variedad de tipologías que
siguen modas transitorias o simples fantasías personales sin imposiciones técnicas, de
modo que una simple ara puede convertirse en un un altar de coronamiento que
evoluciona hacia un edificio de uno o más pisos (monumentos turriformes), a
reproducir templos (monumentos naomorfos con la cámara funeraria oculta en el podio
o bajo él), o imponentes mausoleos como el de Adriano o la Columna de Trajano, de 40
metros de altura.
A finales de la República había una competencia considerable entre los romanos
ricos por las mejores ubicaciones de las tumbas, que se alinearon en los caminos de
acceso a la ciudad hasta las murallas, y una variedad de diseños exóticos e inusuales
trataron de captar la atención del transeúnte y para perpetuar la memoria de los
fallecidos y aumentar el prestigio de su familia. Algunos ejemplos son la Tumba de
Eurysaces Baker, un liberto, la Pirámide de Cestio, y el Mausoleo de Cecilia Metella,
todos construidos en unas pocas décadas en torno al cambio de Era
La mayor parte de los enterramientos son bastante más sencillos, simples fosas
excavadas en el suelo con o sin revestimiento de lajas en forma de cista, y con o sin
ajuar. A mediados del siglo I a.C. y hasta el siglo IIIII aparecen los Columbaria
(columba=paloma, por la semejanza de los loculi para las urnas cinerarias con los de
los nidos en los palomares), como enterramientos colectivos, en contraposición a
mausoleos familiares y tumbas aisladas, con nichos identificados con una placa
distintiva en las paredes pertenecientes a una familia de clase media y a sus esclavos y
libertos, o a corporaciones funerarias. Podían ser talladas en la roca o subterráneas
con un monumentum exterior, o un edificio externo. Podían tener planta cuadrada,
redonda o poligonal y diferentes calidades desde los rústicos agujeros en la roca o
catacumba subterránea, hasta elegantes bóvedas con pisos de mármol y estatuas que
conmemoraban a los muertos.
Los mausoleos imperiales.
Se conocen cuatro grandes mausoleos dinásticos de los emperadores:
el de Augusto, el de Adriano, el de Diocleciano, y el de Majencio. Su forma circular
expresa el triunfo del emperador y en su interior se depositan las urnas cinerarias o
los sarcófagos.
El Mausoleo de Augusto consta de cinco muros concéntricos de opus reticulatum
9. unidos por muros radiales. En el centro se sitúa la cámara funeraria circular, rodeada
por un corredor anular, a la que se accedía por un pasillo. Tiene tres nichos en forma
de cruz y en el centro un pilar de opus caementicium donde una pequeña cámara
conservaba la urna funeraria de Augusto.
El pilar sobresalía del edificio y servía de soporte a la estatua de bronce del
emperador. En el exterior, un basamento de travertino estaba rematado por un friso de
metopas y triglifos y el conjunto estaba cubierto por un túmulo con cipreses y con un
templete circular con columnas. En este monumento funerario se enterraron los
miembros de la dinastía JulioClaudia y de la dinastía Flavia hasta Domiciano.
El basamento del Mausoleo de Adriano es cuadrangular. En su interior se
sitúan estancias abovedadas y está revestido de mármol de Carrara. Encima se
levanta un cuerpo circular cubierto por un terraplén con cipreses en cuya cima se
situaba un podium con la estatua del emperador. En él fueron sepultados los
emperadores de las dinastías Antonina y Severa hasta Caracalla
El Mausoleo de Diocleciano en la villa imperial de Spalato mantiene la planta
central con cúpula. La cella, sobre un podium con cámara subterránea, estaba rodeada
de columnas y precedida por un pórtico tetrástilo. En el exterior, esfinges custodiaban
la entrada a la tumba.
Majencio construye el mausoleo en su villa, cerca del circo que lleva su nombre.
De planta circular, se levantaba en el centro de un cuadripórtico y solamente se
conserva el podium con una cripta en su interior. Construido en opus caementicium,
estuvo revestido de mármoles.
En la Vía Labicana se sitúa una basílica a la que se adosa un mausoleo, quizás
erigido por Constantino (o su padre Constancio) para su madre Elena. Consistía en dos
cilindros superpuestos, el inferior con nichos rectangulares y semicirculares y el
superior con ventanas. El revestimiento interior es marmóreo y el exterior de estuco.
El Mausoleo de Santa Constanza, también junto a una basílica, se construye
para enterrar a Constantina, hija del emperador Constantino. Es de planta circular y
está rodeado de un pórtico con columnas. En la parte inferior se sitúa una galería
anular con nichos semicirculares y rectangulares. La superior está constituida por un
tambor en el que se abren doce ventanas y está cubierta con una cúpula decorada con
mosaicos de tema cristiano.
Necrópolis y ritual funerario cristiano.
El ritual cristiano constaba de:
● Lavado del cadáver con agua y sustancias aromáticas y mortaja de tela blanca
● Traslado del cadáver con un cortejo de familiares y miembros de la comunidad
vestidos de negro entonando salmos y oraciones de perdón y liberación
● Disposición del finado con la cabeza hacia occidente, rito de purificación de
cadáver con vertido de agua y enterramiento
● Banquete ritual al noveno día
● Luto de las mujeres de la familia para guardar la memoria
En los primeros siglos las estructuras funerarias no se distinguen de las
utilizadas por los paganos y los cementerios pueden ser a cielo abierto. Las primeras
10. comunidades cristianas se instituyen como collegia y las catacumbas son áreas
destinadas a la sepultura y al culto funerario de sus miembros, caracterizadas por
largos corredores subterráneos y estancias de planta cuadrada o rectangular
destinadas a familias o asociaciones que podían cerrarse con puertas. Las galerías
podían estar superpuestas, formando una amplia red de corredores en cuyas paredes
se situaban las tumbas, a veces en varias filas, y los accesos a las cámaras sepulcrales.
Durante la segunda mitad del siglo III, en el periodo de paz entre la última
persecución de Valeriano y la de Diocleciano, aumentan las áreas cementeriales con
una ampliación de las catacumbas existentes y con la creación de otras nuevas en las
cercanías.
Hasta inicios del siglo IV se difunden las catacumbas con plano de espina de
pez, en las que una escalera de acceso desemboca en una larga galería que abre a
ambos lados una serie de ramificaciones (catacumbas de Pánfilo en la Vía Salaria).
Los
cubicula son de mayores proporciones, cubiertos con bóveda de cañón e iluminados con
grandes lucernarios, y aumentan las sepulturas monumentales con arcosolios y
grandes nichos.
En el siglo IV con la oficialización del cristianismo se amplían las catacumbas y
se crean amplias regiones para enterrar a los más pobres con millares de sepulturas
dispuestas en galerías en forma de espina de pez. La élite se construye tumbas
monumentales en amplios cubículos con pinturas que albergan sarcófagos de mármol
decorados. En la argamasa que cierra los loculi de las zonas más pobres se impone la
costumbre de fijar pequeños objetos personales, como cerámicas y pequeños adornos.
También hay espacios carentes de sepulturas y con bancos cuya función se supone que
sea la de salas de banquetes de carácter colectivo.
En la segunda mitad del siglo IV se construyeron muchas sepulturas en las
basílicas edificadas pocos años antes, como San Pedro o Santa Inés, y los
enterramientos en catacumbas se fueron abandonando paulatinamente, cambiando su
función en los siglos V y VI a visitas de devoción a las áreas martiriales, restauradas y
convertidas en santuarios a los que se accedía por caminos itinera ad sanctos,
acondicionados con muros de mampostería y lucernarios, y cerrando los accesos a las
galerías circundantes.
Martyria.
El pontificado de Dámaso, en la segunda mitad del siglo IV, fomenta el culto a
los santos: se revisten con mármoles las paredes, se incluyen frontispicios
arquitectónicos con inscripciones en una de las paredes del sepulcro, se colocan
mensas junto a las tumbas para que los devotos depositen sus ofrendas, y se amplían
las catacumbas para dar cabida a los fieles de condición elevada que quieren ser
enterrados junto a los sepulcros venerados (retro sanctos).