La tortura: investigacion y prevencion, no cuestion de fe
1. Diario de Noticias de Álava Lunes, 29 de noviembre de 2010 OPINIÓN 5
Tribuna Abierta
P O R J E S Ú S B A R C O S ( * )
Elrelatoconservador
D
ESDEque en 1984 Amnis-
tía Internacional publi-
case sus 12 puntos para
la abolición de la tortura
y su informe sobre la práctica de la
tortura en España hasta la senten-
cia del caso Egunkaria, en que algu-
nos jueces de la Audiencia Nacio-
nal aseguran que con los informes
forenses en la mano no se explican
cómo no se investigó y controló qué
estaba pasando en los calabozos,
han pasado 26 años. Durante todo
este tiempo la respuesta del Gobier-
no español a las denuncias de tor-
tura y malos tratos ha sido la nega-
ción, cuando no la acusación a quie-
nes denuncian. Frente a los infor-
mes del Comité de Prevención de la
Tortura del Consejo de Europa o de
los Relatores de Naciones Unidas
sobre la Tortura, la respuesta tam-
bién ha sido siempre la negación o
mirar para otro lado.
Los casos se han seguido dando
con diferente frecuencia, especial-
mente en contextos donde no fun-
cionan las garantías judiciales de
forma efectiva, como en el régimen
de incomunicación, o cuando no se
aplican protocolos específicos como
cámaras e intervención efectiva de
forenses y abogados, o en numero-
sos casos de detención de población
inmigrante, donde las garantías
son menores.
La sentencia del caso Egunkaria
no es la única en la que los propios
tribunales señalan la falta de inves-
tigación. Una muestra de ello es la
última sentencia del Tribunal Euro-
peo de Derechos Humanos del pasa-
do 28 de septiembre (caso San Argi-
miro Isasa) en que el foco es otra vez
por qué no se investigó cuando
había evidencias que apuntaban a
malos tratos, inhumanos y degra-
dantes. Pero también el reciente
pronunciamiento del Tribunal
Constitucional (caso Sara Majare-
nas) obligando al Juzgado de Ins-
trucción número 14 de Valencia a
reabrir e investigar adecuadamen-
te la denuncia por torturas archi-
vada en el año 2005. El punto clave
es, por tanto, la impunidad.
La impunidad no es sólo la ausen-
cia de justicia, sino la falta de inves-
tigación, la falta de colaboración o
de voluntad política de erradicar
estas prácticas. Incluyendo una ten-
dencia a minimizar estos casos, su
gravedad, o simplemente su exis-
tencia, especialmente en casos de
detenciones consideradas duras,
aún con evidencias claras de mal-
trato como en el informe forense
sobre el estado físico y mental de los
detenidos (caso Portu y Sarasola,
por ejemplo), y con una fuerte ten-
dencia a la insensibilización frente
a dicha práctica.
El terrible impacto de la violencia
de ETA, incluyendo muertos, heri-
dos o amenazados, no puede obviar
la obligación del Estado en la pre-
vención e investigación de los casos
de tortura, y una conciencia cívica
de respeto a los derechos humanos.
No es una cuestión de fe. Cuando
se dan denuncias, deben investi-
garse de forma independiente así
como controlar de forma efectiva
las garantías de detención, para
confirmar o descartar los casos.
No puede argüirse que esa inves-
tigación mancharía el nombre de
las Fuerzas de Seguridad del Esta-
do. La mancha es la falta de inves-
tigación.
La frecuencia de casos de tortura
ha cambiado en estos años. Ha pasa-
do de ser sistemática en los años de
la Transición a ser muy frecuente
todavía a mediados de los años 80-
90 y, por último, a darse en menor
medida en la actualidad. Pero los
sucesivos informes muestran que
su práctica no ha desaparecido.
Lo que se ha mantenido sin cam-
bio alguno es la actitud de negación
y la falta de esclarecimiento de
numerosos casos, ya sea porque no
se pudieron obtener pruebas por
las propias condiciones de inco-
municación o porque no se pudo
identificar a los autores materiales
debido a la falta de colaboración
policial. En los escasísimos casos
en que se pudieron superar esos
obstáculos y hubo condenas judi-
ciales éstas fueron leves, las sen-
tencias llegaron como media entre
15-20 años más tarde, y en algunos
casos se indultaron incluso a los
perpetradores. Además, el baremo
de la reparación judicial aún hoy
en día se realiza en base a los cri-
terios de los accidentes de tráfico.
Y ningún reconocimiento moral se
ha hecho a estas víctimas. Mien-
tras, los relatores de la ONU o el
CPT han venido ratificando con
cada informe periódico que el
Gobierno español no atiende sus
recomendaciones, el problema
sigue ahí, negado y desatendido.
El Pleno Monográfico sobre Víc-
timas del Terrorismo de octubre
2007 encargó a la Dirección de
Derechos Humanos del Gobierno
Vasco un informe exhaustivo y
riguroso sobre la realidad de otras
víctimas de vulneraciones de dere-
chos humanos derivadas de la vio-
lencia de motivación política. Este
informe, presentado en junio de
2008, fue actualizado y comple-
mentado con otro anexo realizado
por un equipo independiente de
forenses. En dicho estudio se ana-
lizaron los datos de más de 900
detenciones en régimen de inco-
municación en el periodo 2000-2008,
cerca de 300 testimonios escritos
(denuncias judiciales) de personas
que habían declarado haber sido
objeto de malos tratos o torturas;
más de 500 informes médico foren-
ses y unas 200 declaraciones judi-
La respuesta del
Gobierno español
ha sido siempre la
negación sistemática o
mirar para otro lado
La impunidad no es
sólo la ausencia de
justicia, sino la falta
de investigación
L
A derecha sabe de comu-
nicación. Resulta eviden-
te que a lo largo de esta
década que ahora termi-
na, el PP y su entorno mediático
han construido con eficacia narra-
tiva un discurso político enraiza-
do en una parte importante de la
opinión pública. Parte de la habi-
lidad conservadora en fijar la agen-
da radica en el manejo del lengua-
je, con una estrategia que descan-
sa ideológicamente sobre cuatro
grandes pilares.
El primero deriva de su propia
trayectoria histórica. La derecha
española a menudo se dibuja a sí
misma desacomplejada y derivada
del sentido común. Como si el cen-
tro estuviese lleno de complejos y
la izquierda fuese medio acéfala.
Como si la forma conservadora de
entender la vida estuviese menos
ideologizada, por ser la natural.
Esta idea de lo despolitizado, inte-
riorizada en amplias capas de la
sociedad no puede desvincularse
históricamente del cínico despre-
cio por la política del que hizo gala
la dictadura franquista. Cuarenta
años de monocultivo político con el
mito de la paz a cuestas crearon
profundas mímesis en una genera-
ción que ha educado a la siguiente.
Un segundo pilar del conserva-
durismo ha sido su firmeza, leit-
motiv que sitúa a sus adversarios
en el terreno de lo débil o pusiláni-
me. La derecha vende fortaleza y
un determinado concepto del res-
peto. Experta en acusar de victi-
mismo, recurre a la movilización
de sus bases con un lenguaje que
habla de humillaciones infligidas a
España y a los españoles de bien,
expresión ilustrativa de un rama-
lazo excluyente. La derechona
emplea la altisonancia como sinó-
nimo automático de integridad,
incendiando las palabras para pre-
sentarse como bomberos.
La tercera columna del mensaje
conservador es su tendencia a fijar
un determinado modelo de tradi-
ción. Pero esa inclinación por lo que
antes llamaba eterno o inmortal no
le ha impedido proyectar hábil-
mente su encuadre de lo moderno.
Especialmente en uno de los prin-
cipales caballos de batalla política:
la economía, con el uso de dos adje-
tivos fundamentales en el relato del
modelo laboral, como son rígido y
flexible. En síntesis: a menor rigi-
dez, más desprotección e inseguri-
dad, pero presuntamente mayor
modernidad y madurez.
La cuarta pata de la mesa dere-
chista radica en un cambio deno-
minativo: su nacionalismo es patrio-
tismo, supuesta virtud reivindica-
da también desde la izquierda, y
ensalzada en España desde instan-
cias de la jerarquía católica. Fue el
cardenal Cañizares el que dijo hace
unos años que “el amar a la Patria
y rezar por ella es un deber que pres-
cribe el cuarto mandamiento de la
Ley de Dios”. El patriotismo, al con-
trario que el amenazante e irracio-
nal nacionalismo, es una palabra
legitimadora y eufemística.
Las palabras conectan con nues-
tras emociones y nos dejan huella.
Cuando se habla sin matices de la
pérdida de la cultura del esfuerzo,
de la que por cierto, ya se refería
Fraga en los ochenta, la apelación a
la mano dura parece más conve-
niente. Cuando se dice que vivimos
en un sistema igualitarista, la dis-
criminación, y no la positiva, pare-
ciales ante el Juzgado Central de
Instrucción de la Audiencia Nacio-
nal. El novedoso método de análi-
sis consistió en un filtrado de toda
esa información analizando el gra-
do de coherencia y fiabilidad. Si
quienes dicen ser torturados mien-
ten, el chequeo de las distintas
fuentes (lo que dicen en la denun-
cia, lo que dicen los forenses, lo que
recogen los jueces...) acabaría
detectándolo. Los datos de ese estu-
dio muestran una complejidad aje-
na a supuestas directrices. Por
ejemplo, dibujan patrones diferen-
tes de malos tratos cada cuerpo
policial, siendo más duros en los
casos de la Guardia Civil bajo inco-
municación, según se prolongue o
acorte la incomunicación, según
sean los detenidos hombres o muje-
res difiriendo el tipo de métodos de
tortura denunciados. Y según se
apliquen o no los protocolos de pre-
vención ya existentes.
En el caso de la tortura el silencio
se oye. Desde hace demasiado tiem-
po. Los poderes públicos no pueden
convertir esto en un tabú. En tér-
minos de prevención, tiene que
garantizarse el cumplimiento de
protocolos de intervención que se
han mostrado eficaces. Respecto a
los casos del pasado, en los que se
ha dado una falta de investigación
e impunidad, se debería crear un
mecanismo de evaluación indepen-
diente que contribuya a un recono-
cimiento hacia las víctimas y eva-
luación realista de los casos.
El Gobierno Vasco tiene una opor-
tunidad de oro en el Informe sobre
las otras víctimas pendiente de
publicación para avanzar en esta
línea, y que las víctimas de tortura
y malos tratos no queden de nuevo
en la cuneta de la historia.
* Asociación Pro Derechos Humanos
Argituz
Tribuna Abierta
P O R B E N I T O M O R E N T I N Y A N D R É S K R A K E N B E R G E R ( * )
Latortura:investigaciónyprevención,nocuestióndefe
ce más necesaria. Y cuando se habla
de generosidad en los subsidios, se
abona el recorte. Sin embargo, la
derecha vende seguridad (policial)
y decencia. “España necesita que el
PP gane las elecciones para recupe-
rar la decencia y el prestigio en el
mundo”, dijo Mariano Rajoy en
2004. “En Condoleezza Rice, el mun-
do verá la fuerza, la bondad y la
decencia de nuestro país” afirmó
George W. Bush ese mismo año.
¿Conclusiones para la izquierda?
Desde luego, ni seguir encantada de
haberse conocido, ni abdicar en la
justicia social; no abonarse al cliché,
apostar por un relato coherente con
su quehacer práctico y explicado
con consistencia, que deconstruya
las paradojas del relato derechista.
La izquierda debería promover y no
menguar un concepto liberador de
la protección social ante cualquier
tipo de arbitrariedad o abuso, ante
la pobreza y la injusticia humana, o
ante la vulnerabilidad de la vejez.
Quienes se llaman progresistas tie-
nen materia de autocrítica para
rato, desde la inquietud transfor-
madora y la honestidad.
* Periodista y consultor